Superclásico - Javier Rey - E-Book

Superclásico E-Book

Javier Rey

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Beschreibung

Alexus está a punto de terminar su carrera, tiene una novia de la que está locamente enamorado, buenos amigos y todas las dudas de qué hará con su vida. Para recibirse de news manager en la Barcendorra de finales del siglo XXIII debe realizar la tesis final. El tema elegido: el Superclásico, ese partido mítico jugado por los dos equipos más importantes de la historia, que se llevó a cabo en dos continentes, durante casi un mes, y que paralizó al mundo de la antigua Era Digital. Desde una Eurosia analógica, monárquica, que ha dejado atrás la oscura época de la oclocracia y lo digital, Alexus se adentrará en una historia mítica y trágica, plagada de anécdotas y hechos difíciles de creer del fútbol y de la vida de un país desaparecido, tan salvaje como romántico.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. María Magdalena Gomez.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Rey, Ricardo Javier

Superclásico / Ricardo Javier Rey. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2022.

350 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-817-546-1

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. 3. Fútbol. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2022. Rey, Ricardo Javier

© 2022. Tinta Libre Ediciones

Superclásico

CAPÍTULO 1

Alexus vio que el autobús con el número sesenta y cuatro se aproximaba a la parada mucho más rápido de lo habitual, ya que no lo había detenido el cambio de luz del último semáforo. Así que aferró con su mano izquierda las dos tiras que sostenían la mochila y las juntó, apretándolas contra el pecho, para comenzar a correr sin que el peso de la espalda se bamboleara. Levantó las rodillas lo más que pudo y estiró las zancadas en largos tramos. Se le daba bien correr, era espigado y la actividad física no le era un inconveniente para la carrera, pero estaba nervioso porque había salido tarde de casa y ese día era la fecha límite para entregar la documentación con el tema seleccionado para realizar la tesis de final de carrera. Había que entregar el formulario antes de las nueve de la mañana; de lo contrario, debería esperar otros seis meses. Así que aceleró el ritmo, estirando al máximo la toma de aire y las exhalaciones para ganar capacidad pulmonar. Algunos de los conductores de la línea sesenta y cuatro, que trasladaba a cientos de estudiantes todos los días a la zona universitaria, jugaban con la desesperación de aquellos que, como Alexus ahora, corrían para no perder el transporte y llegar tarde a clases. Alexus no se podía dar el lujo esa mañana de darle el beneficio de la duda y pensar que el conductor sería un empático trabajador que lo esperaría. Más bien corría pensando que, aunque hubiera algún pasajero que detuviera el vehículo en la parada, el conductor podría intentar irse lo más rápido posible para dejarlo abajo. Ya le había pasado más de una vez. Algunos eran muy cabrones y, en ese momento, le servía pensar que ese era uno de ellos. Así que iba puteando internamente al conductor para darse ánimos y ganar esa secreta competencia urbana.

Llegó a aferrarse del pasamanos para trepar al autobús justo detrás del último pasajero y pidió, entre bocanadas de aire, un billete de estudiante. El chofer se lo dio sin prestarle la atención digna que merecería un rival.

Alexus fue hasta el fondo del vehículo y se sentó en uno de los últimos asientos. El trayecto era largo, así que sacó de la mochila la tira de metal para pasarse por arriba de la cabeza, apoyó en cada oreja un auricular acolchonado y siguiendo el cable al interior de su mochila apretó el botón de play de su walkman. Los fragmentos reconstruidos de una antigua banda pop llenaron sus oídos. Los grandes temas de Los Escarabajos encabezaban las listas de los más escuchados en los últimos meses en todo el territorio de Andorra y del Nuevo Continente de Eurosia. Habían sido recientemente editados en cintas magnetofónicas, después de un par de años de reconstrucción desde su descubrimiento. Los constantes hallazgos en las ruinas de la hundida ciudad de Hamburgo no dejaban de sorprender. Era la misión arqueológica en activo más importante del mundo. Estaba financiada por todos los principados de Eurosia, pero eran los equipos de los dos países limítrofes a la zona, Luxemburgo y Lichstentein, quienes estaban a cargo de la coordinación de los trabajos. Los registros musicales de Los Escarabajos tenían unos trescientos años de antigüedad, pero en esos últimos días del verano de 2296, se habían impuesto como banda sonora definitiva entre los baños de mar, las sombrillas coloridas y los helados de mate cocido. Así que mientras la rasposa voz en inglés de un cantante NN del pasado le contaba desde el más allá la historia de un hombre que no proyectaba sombra al enfrentar el sol, el estudiante apoyó la cabeza contra el cristal de la ventana, y relajó la vista por el paisaje de la Avenida Diagonal. Tenía por delante unos cuarenta minutos de viaje, y luego otros diez de caminata hasta el edificio de la Universidad Lionel Messi. «As he faced the sun, he cast no shadow», entonó con voz de falsete, acompañando la melodía en sus oídos, en el revalorado idioma sajón. Aunque seguía siendo considerada una lengua muerta, en los últimos diez años se había comenzado a recurrir a ella como lengua franca, como lo había sido aparentemente en el pasado. En momentos como esos, Alexus se alegraba de haberle hecho caso a la pesada de su madre y haberle dedicado tantas horas de estudio extraescolar al sajón, sobre todo para poder entonar esos fragmentos de viejos temas que tanto le gustaban y que no dejaban de salir al mercado verano tras verano a medida que los descubrimientos arqueológicos avanzaban.

El paseo desde la última parada de la Diagonal en la Zona Universitaria hasta el edificio de la facultad de Relato, donde cursaba la carrera de News Manager, era una caminata agradable, aunque en subida, atravesando un extenso rosedal. En esta época del año, el paisaje no contaba con la espectacular visión de los miles de rosas multicolores que se podían disfrutar durante la primavera, pero algunas de las variedades más resistentes conservaban alguna flor. El portón de la enorme reja que protegía el parque se hallaba abierto desde la madrugada y era de acceso libre, a pesar de que el terreno del parque pertenecía ya al complejo universitario Lionel Messi, cuyo nombre se extendía en hierro forjado sobre la entrada, franqueado por la enorme bandera del Principado de Andorra en un mástil altísimo. Alexus se sentía feliz al franquear la entrada, ser parte de una de las universidades más importantes de Barcendorra, y sin dudas la que poseía el campus más bonito de todas las de la ciudad capital.

Alexus volvió a ajustar las tiras de su mochila, y estiró al máximo los músculos de las piernas en largas zancadas, para sortear algunos de los escalones de dos en dos, que subían entre los tallos pelados y el perfume de las plantas. Miró su reloj de pulsera y se tranquilizó, aunque sin aminorar el paso, porque todavía tenía tiempo para la inscripción.

La sala de espera, normalmente vacía, estaba plagada de alumnos, especialmente frente a la ventanilla de entrega de la secretaría. Era un espacio recubierto de madera oscura que, la mayor parte de los trimestres, estaba desierto, al punto que uno se preguntaba si era necesario. Pero en días como aquellos, cuando se vencía alguna fecha de entrega o de matriculación, el pequeño cuarto parecía ser la colmena de una colonia superpoblada de abejas. Las conversaciones a tres o cuatro voces, los murmullos de los chicos repasando las palabras que iban completando en los formularios, los ruidos de las melodías que llegaban amortiguadas desde los cascos bajados al cuello para intercambiar alguna palabra, el ruido de la goma de los chicles al ser masticados formaba una densa niebla acústica. Alexus se abrió paso de forma rápida, para atrapar uno de los formularios de papel que debía rellenar y entregar en ventanilla. Los bolígrafos que la sala tenía a disposición de los chicos, atados a los largos escritorios a la altura del pecho, que permitían escribir de pie, con pequeñas cadenas de metal para que nadie se los llevara en una distracción, estaban todos ocupados. Así que Alexus sacó uno del bolsillo lateral de su mochila, y se hizo espacio un poco a los codazos entre dos alumnos para completar su solicitud.

«Veamos... Acá arriba tengo que completar con mi nombre: Alexus G. Rodrigues. Edad: 20. Curso: Tercero. Carrera... ¿Para qué me la preguntan? ¿Acaso no saben que hay una sola carrera en esta universidad? Burócratas de... OK, cálmate, Alexus, si no vas a tardar más aún. ¡Stay focus! Carrera: News Manager. Título de la tesis. Ummm, ¿qué título le pongo? Tema central. A ver... El Superclásico como el partido de fútbol que cambió la historia de ese deporte y como puntapié inicial para lo que terminaría siendo la desaparición de un país.¡Uf! Suena demasiado pretencioso. Pero, bueno, fue así. O, al menos, es lo que quiero probar».

Igualmente, repensó el título y lo abrevió: luego se podría extender en la bajada que tendría la tesis el día que la redactara. «Superclásico, el partido real más allá del mito. A la profesora no le va a gustar», pensó. Pero decidió seguir adelante para completar la solicitud a tiempo. «Bueno, tampoco creo que le guste ningún tema que elija», se dijo. «¿Por qué no le caigo bien...? Otra vez estás divagando. No, el tema está bien. Te gusta. Además, no se te ocurre escribir de otra cosa. A ver que sigue… Profesora a cargo. Carolina Jones», completó Alexus con cara de disgusto. La profesora a la cual le debería entregar el trabajo de fin de curso era asignada por sorteo entre los profesores de las diferentes cátedras del último año de la carrera. Y a Alexus le había tocado la peor, la que lo tenía entre ceja y ceja. La doctora Jones, como se hacía llamar, aunque no estaba claro a qué profesión correspondía el título de doctora, no solo tenía un rostro desagradablemente duro, era toda ella una persona estricta y repelente. Tenía arrugas que habían derivado en surcos, lo que le daba el aspecto de un tótem o una momia, que la hacían lucir mucho más vieja de lo que debería ser; luce como de mil doscientos años, era la broma entre los alumnos. Pero, además, se creía que lo sabía todo, despreciaba a los alumnos que intentaban discrepar en clase y alardeaba de pertenecer a una de las familias de abolengo más antiguo en la tradición andorrana. No te olvides que es una Jones, de los Jones de Andorra, de toda la vida, bromeaban los chicos a sus espaldas, jugando con la ironía del origen etimológico poco andorrano de su apellido.

Alexus completó su número de identificación como estudiante, su fecha de nacimiento, edad —¡¿Para qué me preguntan la edad, si ya me preguntan la fecha de nacimiento?, bufó para sí mismo— y firmó la hoja al pie. La repasó rápido, muy concentrado línea por línea y fue a la ventanilla para amontonarse detrás de un par que atoraban el escaso cuadrado de atención, con preguntas estúpidas. Resopló un poco e intentó calmar su respiración, «ya está, ya casi lo has entregado», se dijo, y esperó con paciencia unos segundos más, hasta que los dos delante de él se alejaron de la ventanilla y él llenó el hueco para entregar la hoja con una sonrisa sellada a la anciana cuyas gafas no se caían, sostenidas a su cuello por una cadena similar a las de los bolígrafos de los escritorios de la sala.

Miró su reloj y comprobó que tenía quince minutos antes de que iniciara la primera clase de la mañana…

CAPÍTULO 2

La primera clase de esa mañana era justamente Edhistoria III, a cargo de la doctora Jones. El aula estaba un poco más llena de lo habitual, debido a que muchos de los alumnos se habían tenido que levantar temprano para entregar la solicitud de presentación de la tesis, al igual que él. Normalmente, la clase de la doctora Jones dejaba ver varias sillas vacías. Los alumnos intentaban asistir lo mínimo indispensable para no ser suspendidos porque no la tragaban. Aunque esto tenía consecuencias en el largo plazo, ya que Jones tenía una animadversión particular con los que faltaban y se veía reflejado en las notas de los exámenes. Por más buen alumno que fueras, aunque hicieras el examen bien y algunos de tus compañeros te hubiera pasado unos muy completos apuntes, con esos tips como al pasar que Jones tiraba en sus clases, como notas al pie de página sin importancia, y que luego se convertían en preguntas centrales durante sus exámenes, si no asistías a sus clases, si no te sometías a su tortura psicológica y argumental, tu nota podía partir de entrada con dos o tres puntos por debajo del nivel demostrado en la prueba.

El aula caía escalonada, en forma de teatro griego, para que todos los alumnos tuvieran una buena visión del pizarrón. Por arriba de este, se extendía un mapa de Andorra y de parte del continente. A Alexus le fascinaban los mapas. Su vista repasó la frontera norte de su país, la línea que corría de este a oeste, desde las ciudades andorranas de Burdeos hasta Nimes, un poco por arriba de estas en realidad. Más allá, el extenso vecino, Luxemburgo, cuyos territorios llegaban hasta el otro mar. Al este, el antiguo Principado de Mónaco y la Liga Norte, cuya frontera terminaba en la zona costera de Verona. La frontera oeste era una línea que corría desde Santander hasta Granada, donde comenzaba el Principado de Castilla La Lusa, regido por los portugueses. Hacia el otro lado, al este de Luxemburgo, corría en paralelo el alargado Lichstentein, dominado por su capital, la costera ciudad de Berlina. La vista de Alexus se perdió en la parte más extrema del mapa, más allá del gran Mar Nórdico, la unión entre los antiguos mares Báltico y del Norte, en la gigantesca y misteriosa Noctumbria y su capital Nosol.

Alexus se había sentado por el fondo y a su lado se vino a ubicar el Pelícano, con el que habían hecho buenas migas.

—¿Cómo va, Alexitus? ¿Ya has entregado la inscripción?

—Bien, Peli. Sí, esta mañana. ¿Tú?

—Siempre sobre la hora, chaval. Yo la había entregado la semana anterior.

—¿Y el tema?

—Reguetón: la música clásica en su máxima expresión y su influencia sobre las artes en el siglo xxi —recitó el Pelícano.

—¡Ah!, ¿pero no te arriesgas para nada? Eso es ir a lo seguro.

—La momia me lo aprobó —dijo señalando con los ojos hacia el frente del aula—. Es más, le encantó cuando se lo comenté. Ya sabes que, si eliges alguno de los temas que ella menciona en clase, tienes más chances de aprobar y sacar una nota más alta. Y a la Jones le encanta la música clásica.

—Ya, ya… —dijo Alexus con un tono más bajo y deprimido. Dudando otra vez por el tema elegido.

—Tú, el Superclásico, ¿no? —preguntó Peli.

—Sí.

—¡Complicado…! ¡Complicado! —repitió el Peli una de sus muletillas favoritas y le palmeó el hombro a Alexus como con cara de pésame anticipado.

A Alexus, el Peli le parecía un buen tipo, gracioso y buena leche, aunque tenía un aire natural de superioridad al hablar que le venía de cuna. Su familia provenía de una de las de más antiguo abolengo del Principado, y esto también era clave para que le cayera bien a Jones, aunque el Peli se negaba a admitirlo.

Martín llegó a sentarse al lado de ellos justo antes de que la Jones entrara por la puerta y la cerrara con energía. A diferencia de otros profesores, ella no daba las clases con la puerta abierta. En sus clases, si alguien quería llegar tarde, debía pasar por la vergüenza de empujar la pesada puerta cuyas bisagras hacían un ruido horrible y molesto por la falta de aceite. Los alumnos odiaban esto, sobre todo los que llegaban tarde, pero también los que estaban en clase porque la Jones no paraba su discurso durante el ruidoso trámite y muchas veces soltaba datos claves durante los ruidos para joder a los alumnos.

—¡Llegué justo! —dijo Martín—. ¿Cómo están, amigos?

—¡Silencio, por favor! —tronó la voz de Jones desde el frente—. Espero que ya hoy estén todos apuntados para la realización de la tesis de final de carrera. Incluso los más vagos, que la semana pasada no lo estaban, ¿verdad? —Y miró para el lado de Alexus. Este puso su mejor cara, y asintió con la barbilla—. ¡Muy bien, así me gusta! Como ya deberíais saber, a cada uno de vosotros le ha tocado por sorteo un profesor responsable a quien le entregareis el trabajo final y quien será el principal evaluador de ese trabajo, por más que la decisión de la nota final es en conjunto con los otros dos profesores de la mesa examinadora. —Sus ojos se pasearon por el aula. Al caer sobre Martín, lo llamó por su apellido—: ¡Señor Lila! ¡Qué honor tenerlo hoy aquí entre nosotros! —Algunas risitas se sintieron en el aula. Jones tenía a Martín entre ceja y ceja, un poco más que a Alexus—. ¿Quién le ha tocado como examinador principal? No lo tengo en mi lista… —dijo consultando los papeles extendidos en la enorme mesa de profesores y con un tono de decepción. Sin dudas, le habría encantado que le hubiera tocado Martín para poder torturarlo a gusto.

—Guillem Rovira —respondió Martín con cierta satisfacción. Que no le hubiera tocado la Jones era como acertar todos los resultados de los partidos de la Liga Eurosiática en la lotería.

—¡El profesor! Guillem Rovira, querrá decir —lo corrigió la Jones.

—Sí… doctora. ¡El profesor! Guillem Rovira.

—¡Ha tenido suerte! —dijo irónica. La Jones pensaba que Rovira era un viejecito blandengue, demasiado compasivo para su gusto—. Pero no se relaje porque recuerde que los otros dos profesores del triunvirato, entre los que me encuentro, tenemos influencia en el resultado. —Y sus ojos volvieron a brillar.

—¡Por supuesto! No, no me relajaré —alcanzó a responder Martín, mientras tragaba saliva.

—En cambio usted… Rodrigues, ha tenido suerte, le ha tocado conmigo —dijo con un comienzo de risa, festejando la ocurrencia. Alexus sintió cómo uno de los compañeros sentado frente a él, agachó la cabeza para taparse la boca con la mano y ahogar la risa.

—¡Así es, doctora! —respondió Alexus con la cara más neutral que pudo-.

—¿Y qué tema eligió, si se puede saber?

—El Superclásico

—¿El Super Crazyco? ¿Qué es eso? ¿Una vieja banda de música descubierta por nuestros arqueólogos? —ironizó la profesora. Los alumnos le festejaron la ocurrencia con una risa a coro. Todos sabían que la Jones despreciaba el fútbol tanto como la recientemente descubierta música pop, y con su pregunta ponía a Alexus en la incómoda posición de tener que explicar lo que para el resto de la clase era obvio.

—¡Superclásico! —se atrevió a corregirla Alexus—. Es un partido mítico, el partido de fútbol más importante de todos los tiempos. Bueno, eso es lo que me propongo demostrar.

—No lo estoy siguiendo. ¿Se propone demostrar qué?

—Que el partido existió. Hay mucho mito en torno a él, durante años se había pensado que no existía. Pero con los nuevos avances de nuestros historiadores y arqueólogos…

—¿«Historiadores», dijo?

—Perdón, ¡edhistoriadores! —se apuró a corregir Alexus, regañándose a sí mismo por el desliz de utilizar el antiguo término.

—Tenga cuidado, Rodrigues, ya le he tenido que corregir el uso de ese término muchas veces. Tiene el defecto, que podría devenir en obsesión, de la búsqueda de la verdad. «Historiadores» es un término del pasado, la «historia» nunca fue una ciencia exacta, a pesar de que nuestros antepasados se empeñaron en desarrollarla como tal. La mala ejecución de esa disciplina fue lo que llevó a la humanidad a miles de guerras, años de oscuridad y lo que derivó en el Gran Apagón. Debería usted saberlo de sobra, siendo un estudiante ya de tercer año.

—Sí, lo siento —dijo Alexus sin querer entrar en discusiones y que el rapapolvo se extendiera.

—Debo recordarles —ahora Jones se dirigió a toda la clase— que lo que nuestros antepasados denominaban «historia» es un relato y que, como tal, por más que busquemos la máxima veracidad, sería pecar de soberbia creer en su contundencia. Recuerden que los relatos de la Biblia fueron seleccionados en un concurso de cuentos hace miles de años en Constantinopla. —La información era sabida por todos hasta el hartazgo, era parte de las primeras clases de Relato I—. Nuestros arqueólogos reconstruyen el pasado lo mejor que pueden, y debemos aprender de él para no caer en antiguos errores.

La materia Edhistoria era considerada por muchos la más difícil de la carrera porque se basaba en la búsqueda de los datos más verosímiles posibles, pero en la carrera de News Manager se buscaba gestionar qué noticias se difundían y cuáles no, fabricar la noticia más allá de la veracidad. La materia de Edhistoria era la única de la carrera que se enfocaba más en la veracidad, pero en el sentido de una «verdad» verosímil. Si lo contado era difícil de creer, normalmente, no se le daba el rango de verdad.

Lo más complicado de la tesis de fin de curso era su ambigüedad. Debía ser una tesis que tuviera el equilibrio justo entre la búsqueda verídica de la información y la veracidad del relato.

—Recuerden —continuó la Jones, como leyendo la mente de Alexus— que el trabajo tiene que tener un equilibrio entre rigurosidad histórica y verosimilitud, y ese equilibrio es el principal reto. Usted, Rodrigues, muchas veces busca llegar a la verdad por acumulación de pruebas, en lugar de dejarlas de lado y centrarse en lo «verosímil». Volviendo a su tema, ese partido de fútbol… Ese Super… —Y dejó los puntos suspensivos a propósito para que Alexus siguiera su argumentación.

—… Clásico. Me propongo probar, bueno, entregar un relato verosímil acerca de la existencia del partido. Originado en el extremo sur del mundo, en un país que ya no existe, y sostener que fue el evento futbolístico más importante de todos los tiempos.

—Bueno, ya que ha decidido aburrirme trayendo a las aulas una vulgar historia de fútbol, espero que haga un trabajo excelente porque no toleraré ninguna liviandad.

Alexus asintió sin rechistar las palabras de la profesora, sin abrir la boca para agregar nada. No tenía ganas ese día en dar la posibilidad a la Jones de entrar en una de esas largas discusiones en las que a ella le encantaba meterse. Sobre todo, después de haber comprobado que el tema elegido no iba a ser del total agrado de su profesora. Al terminar la clase, no se quedó con sus amigos a charlar como hacía habitualmente; los saludó esquivamente para poder enfrascarse en sus pensamientos.

CAPÍTULO 3

«El Superclásico. El partido más importante de todos los tiempos. ¿Sabría la gente que vivió en esa época, mientras acontecía, la importancia del partido? Supongo que, como en todas las épocas, algunos estarían más preocupados por llegar a fin de mes o simplemente durmiendo», se respondió Alexus. «¡El Superclásico! Es verdad que algunos dicen que no ha sido el partido más importante de la historia, pero entre los tres seguro que está. Muchos afirman que fue un partido llamado Maracanazo; otros un partido que jugaron los nazis contra un combinado de jugadores/prisioneros rusos durante la Segunda Guerra Mundial. ¿O fue durante la Primera? Aunque de este último no hay testimonios de lo que por entonces se denominaban «periodistas». Pero sin duda está, como mínimo en el podio. ¡Periodista! Como me gustaría haber nacido en una época en la que existían los periodistas. Podría haber sido corresponsal de guerra o haber transmitido algún Mundial de Fútbol. Un Mundial. Con mayúsculas. De esos que se jugaban cada cuatro años y había que viajar a un país determinado, y clasificaban unos pocos, los mejores, seleccionados. Ahora, que se juegan dos mundiales al año y participan las seiscientas setenta y ocho naciones del planeta, no es lo mismo. Uno no se puede acordar ni quiénes son los campeones semestrales.

¡Periodista! Bueno, news manager es lo más parecido que el siglo xxiii te puede dar, así que no empieces con tus sueños románticos, Alexus».

Alexus se pasó el resto de su mañana de clases y el viaje de la vuelta a casa hundido en reflexiones dispersas como aquellas. Se regañó a sí mismo en un par de ocasiones, diciéndose que, al menos, podría estar contento por haber logrado apuntarse para presentar el trabajo. ¿Acaso no era lo que más le preocupaba hasta la mañana de ese mismo día? Pero una vez logrado ese objetivo, ahora se enfrentaba a lo más difícil. Además, la preocupación por llegar a apuntarse a tiempo era parte del mismo problema, porque el motivo que lo llevó a esperar hasta último momento era el que debía enfrentar ahora, y definitivamente hacer un buen trabajo con el tema elegido. Ya de vuelta a casa, con la mirada ciega paseando por el paisaje detrás del cristal del autobús, Alexus tanteó en el interior de su mochila y se dio cuenta de que le había sobrado parte de la comida que le había preparado su madre. Así que desenvolvió el trozo de arrollado de atún y lo masticó sin mucho apetito, pero decidido a no volver a casa con la comida. Saboreó los trozos de olivas verdes y la mayonesa, que le daban el gusto principal, pero el agradable y conocido sabor de la comida materna, no lo alejó de sus preocupaciones. Ahora sus reflexiones parecían objetar ya no solo el tema elegido si no el sentido de toda la carrera que había comenzado tres años atrás.

En su mente comenzó a repasar los conceptos básicos de la carrera, de a trozos que se reproducían en su mente a cortocircuitos. News Manager. Derivación de lo que en la antigüedad se denominaba periodismo... Gestionar qué hechos (sean verdaderos o falsos) conviene difundir e imponer como «noticia»... Noticia: derivación previa a lo que en los inicios del siglo xxi se denominó «tendencia».... Y de ahí su mente saltó al concepto de lo denominado «digital», ese término que le daba nombre a una era y que, en la actualidad, era la peor mala palabra posible. Una época oscura a la que se le adjudicaba todos los males de la humanidad. Alexus no pudo evitar preguntarse cómo habría sido, y esto ya no era un divagar inútil porque el Superclásico había tenido lugar en plena Era Digital… Lo que lo llevó a concluir de forma práctica que tendría que acudir a la Informateca en cuanto pudiera, aunque fuera para tener en cuenta a qué volumen de trabajo se debía enfrentar.

Al llegar a su casa, tiró la mochila sobre la silla playera que tenía en el medio de su habitación. Era una silla plegable que nunca plegaba, de tela verde y caños plateados. Sobre el respaldo, se encontraba la ropa todavía en uso. Así que ahí fue a aterrizar la chaqueta que se sacó. A veces, tiraba todo lo que había en ella al suelo, cuando se sentaba en ella para ponerse a mirar la tele, en particular algún partido.

Su madre todavía no estaba a esa hora, solía llegar del trabajo a las siete de la tarde. Se sacó las zapatillas y los calcetines, y se pasó las manos por la planta de los pies para quitarles el entumecimiento antes de colocarse las chanclas de andar por casa e ir al baño a lavarse las manos. La jabonera estaba vacía e impoluta, su madre debía haberla limpiado antes de irse de casa esa mañana. Abrió la puerta del mueble debajo de la pileta y sacó una pastilla nueva. Abrió el papel del envoltorio y sacó el jabón. Olió el conocido perfume del jabón con el que se lavaba las manos desde que era pequeño, y mientras la espuma se diluía por el desagüe se refrescó la cara con agua fría. Resopló, sintiendo las gotas frescas y limpias en su cara, y su cuerpo se relajó por primera vez desde que había comenzado el día.

Se desnudó para sentarse en el inodoro y sintió el alivio de no tener ningún tipo de presión en el cuerpo. Es tu momento de libertad, disfrútalo, se dijo intentando no sonar irónico. Se dio cuenta de que todavía tenía el envoltorio de papel amarillo y verde en la mano, y leyó el revés del envoltorio como si descubriera algo nuevo: «Heno de Pravia nació hace cuatro siglos, en Pravia, un pueblo en el noroeste de Andorra. Su inconfundible fragancia reproduce el aroma fresco y limpio del heno recién cortado». Fresco y limpio, pensó Alexus. Bonitas palabras. Escritas con precisión. E intentó focalizarse en ellas, buscar algún tipo de consuelo entre todo el estrés que sentía. ¡Ojalá pudiera encontrar él palabras así de precisas para su tesis! ¡Ojalá tuviera al menos una certeza en su vida! Era el último año de la carrera y todavía no tenía un trabajo que le permitiera un sueldo decente, la posibilidad de independizarse y no había ninguna opción real a la vista. El timbre estridente del teléfono gritó en la mitad del pasillo y lo obligó a levantarse. Parecía que ni ir al baño tranquilo iba a poder ese día. Levantó el tubo y estiró el cable elástico que lo unía al aparato.

—¡Hola!

—¡Hola, Alu! Soy yo. ¿Cómo estás, Cosito?

—Hola, Cloe. Recién llego de la uni. Muerto. ¿Tú? ¿Cómo va?

—¡Uy! Ya veo. ¡Qué tono! No me dices Cosita ni siquiera. ¿Cómo fue?

—Bien, bien. Ya me inscribí, llegué a tiempo por suerte.

—¡Obvio! Te dije que iba a salir todo bien. ¿Ves que te preocupas por nada?

—¡Ya!

—Bueno, veo que no estás muy hablador hoy. Te llamo para que te acuerdes que nos vemos mañana.

Alexus intentó recordar si tenían alguna cita que había olvidado, pero no se angustió por un posible olvido como le pasaba al principio de la relación. Cloe tenía la costumbre, la tuvo desde el minuto uno que empezaron a verse, de llamar para recordar citas que había planeado ella sin consultarlo.

—Tengo que ir a la Informateca mañana.

—¿Pero a qué hora?

—Iré por la mañana, que no tengo clases.

—Pero esto es a la tarde, así que nos vemos.

Alexus se preguntó a qué se refería con esto.

—No sé a qué hora terminaré. Probablemente pararé para comer un bocata y…

—¡Es a las 17, Alu! Para esa hora ya habrás terminado. Además, no te queda lejos. Es en la puerta del Campo de Oca. ¡Nos vemos!

A Alexus se le ocurrieron un par de preguntas que le podrían aclarar de qué se trataba la cita, por qué quedaban en el super pijo Campo de Oca y cuál era el plan. Cloe tenía ideas muy particulares de una salida romántica. Pero estaba demasiado cansado y, además, por más que la respuesta revelara un plan absurdo, Alexus estaba loco por esa chica, así que terminaría yendo de todas formas.

—OK. ¡Nos vemos!

—¿Nos vemos qué…? —Cerró Cloe con tono satisfecho y mimoso.

—¡Nos vemos, Cosita! —Y Alexus no pudo evitar sonreír a pesar del cansancio.

—¡Así me gusta! ¡Petonet! —lo saludó en el antiguo idioma andorrano.

Al colgar, Alexus se sentía mejor. A pesar de verse al borde de esos locos planes que siempre montaba Cloe. Pero recordó su carita de nena traviesa, cuando lo miraba con el anguloso mentón un poco bajo, con los ojos hacia arriba, como una perrita mojada que acaba de manchar la alfombra, y pestañando a una velocidad de infarto, con sus larguísimas pestañas teñidas de negro. Sus labios de gominola de fresa en forma de trompita, pidiendo un gracioso y fingido perdón. Cloe Prim era un par de años menor que él, tenía dieciocho y una personalidad de tsunami. Alexus tuvo una clara visión de su rostro, enmarcado en su pelo azul y de sus esculpidas piernas de patinadora artística sobre hielo. Y ahí, parado en el pasillo de su casa, desnudo por las prisas de salir del baño, fue consciente de que estaba enamorado.

CAPÍTULO 4

La Informateca era un edificio con forma de cubo, elevado sobre un pedestal de dos metros, por cuyo interior corría una escalera caracol que permitía el acceso. Solo uno de sus lados tenía una enorme ventana que dejaba acceder la luz a sus seis plantas. Era una réplica de un antiguo «monitor de computadora». Un homenaje a lo que los antiguos consideraban el símbolo máximo del conocimiento. Alexus, hijo de su tiempo, no dejaba de encontrar bastante ironía en la arquitectura: en el mundo actual se sabía que no había nada menos fiable que lo digital.

La Informateca era mucho menos que un conjunto de libros, periódicos o archivos fílmicos y sonoros del pasado. En muchos casos eran segundos de grabaciones perdidas, cuyo contexto se desconocía, o trozos de información «reescrita» por las generaciones que siguieron al Gran Apagón. Así como la Biblia se componía de capítulos que ganaron la selección en un concilio vaticano como en un concurso de cuentos, nadie sabía a ciencia cierta ni siquiera si los nombres de los países antiguos que figuraban en los trozos de libros de historia eran verídicos, mucho menos fiables eran los hechos puntuales. La historia, como le habían repetido sus profesores hasta el hartazgo, había dejado de tener veracidad hacía siglos para tener bastante de fábula. «¡Y todo gracias a Internet!», pensó Alexus. Lo que los antiguos describían con veneración, «la red de redes», ese complejo sistema de información e interconexión digital, donde nada era material ni palpable, era considerado en la actualidad el peor invento de la humanidad por encima de las armas nucleares: si los humanos no hubieran depositado toda la información en Internet, la Historia Humana hubiera sobrevivido al Gran Apagón de finales del siglo xxi. Por eso era que «edhistoria» era el término más exacto que se podía utilizar en la actualidad para la vieja ciencia.

Alexus mostró su credencial a la recepcionista y se dispuso a buscar trozos de información como quien remueve en un basural. Estaba entusiasmado y lleno de incertidumbre al mismo tiempo. En el edificio se podía consultar información en diversos tipos de soporte. Había cintas de celuplastiloide donde se habían ido reconstruyendo y pegando imágenes, tanto de la primera época fílmica —cuando era el celuloide el material de grabación— como de la Era Digital. Si bien la cantidad de imágenes salvadas de la Era Digital era mayor que la de la Era de Celuloide —los archivos en cinta fílmica habían sido destruidos por un hongo en algún momento del siglo xxi—, también se calculaba que lo que se había logrado salvar representaba menos de un 1 % de lo que fue registrado en su momento. Que fuera mayor el archivo fílmico de lo digital sobre lo analógico se debía simplemente a que en la Era Digital las horas grabadas eran consideradas casi infinitas. Se trataba de una era que llegó a evolucionar a un punto en que cada ser humano del planeta tenía una cámara de bolsillo, al alcance de la mano, para grabar una gran parte de sus actividades diarias. A Alexus pensar un mundo en el que eso era posible le daba vértigo, y a veces se preguntaba si el Gran Apagón no había sido en parte un acto natural de autoprotección psicológica: ¿quién podría ser capaz de ver todo ese material grabado?

Lo rescatado del formato en papel se encontraba registrado en láminas de acetato, que se podían consultar por fechas y temas a través de un proyector. Muchas veces eran imágenes también rescatadas del formato digital, ya que, cuando los libros fueron devorados por la plaga global de carcoma del siglo xxi, la mayoría de su contenido fue pasado a digital. Muchos trozos de libros sobrevivieron, pero se decidió no invertir en su cuidado y mantenimiento. Simplemente, se pasó todo a digital, formato en el que ya se creaba la nueva producción, y se dejó morir el formato en papel. Eso fue lo que también condenó a la literatura a su desaparición a finales de ese mismo siglo.

A veces, esa información estaba editada y reconstruida con discutible veracidad. Un pastiche realizado por los expertos en reconstrucción de la información de la era postdigital.

Sin dudas, el siglo xxi fue sólo favorable para las plagas, pensó Alexus. Se dirigió a las mesas de lectura y se instaló en uno de los puestos de consulta. La Informateca era uno de los emprendimientos públicos de los que el gobierno de Andorra se sentía más orgulloso. El salón donde se encontraba la enorme mesa alargada, con más de cuarenta espacios individuales de consulta, estaba levemente iluminado por lámparas de malaquita verde, en diseño Art Nouveau, el último grito de la moda.

En el espacio no había ventanas que permitiesen el ingreso de la luz natural, para favorecer la utilización de los visores. Una pared lisa, gris y enorme se levantaba unos diez metros hasta el techo. Sobre ella se podía ver un retrato de la Infanta Javiera Saviola-Thyssen, apasionada defensora de la reconstrucción cultural de la nación. A su lado, el blasón familiar lucía una grandalla, la flor nacional; un conejo en plena saeta, símbolo de la astucia y la velocidad para adaptarse a los cambios; y el sello de tax free. La reducción de impuestos era la base fundamental del bienestar actual de Eurosia y la principal característica política en contraposición a la oclocracia gobernante en la Era Digital —aunque los antiguos gobernantes se preocupaban en llamarla democracia—, cuya única fuente de ingresos llegó a ser en un momento los impuestos cada vez más elevados a los ciudadanos. El sistema de principados regía en la actualidad no sólo en Eurosia, sino en casi todo el mundo.

Desde el Gran Apagón, ocurrido a finales del siglo xxi, aunque ni su fecha se sabía de forma precisa, la mayoría de la historia humana que se encontraba digitalizada se había perdido para siempre. Los trozos de viejos libros y películas de celuloide, reconstruidos con discutible veracidad, eran ahora fragmentos que se iban rescatando de la Era Digital y que realizaban un camino de vuelta: se pasaban a formato analógico.

Alexus sacó la libreta de la mochila, repasó sus apuntes y suspiró. Se sintió superado por la tarea. «Bueno, empieza con lo básico. Haz un borrador de la idea aunque sea. Tú y tu obsesión por la veracidad, aprende a comportarte como un news manager».

En la Informateca también había una sala de redacción. Estaba del otro lado del edificio. Las máquinas de escribir se disponían en fila, sobre una mesa alargada a la que, esta vez, les daba toda la luz natural que entraba por el gigantesco ventanal que desde fuera se podía apreciar con el diseño de antiguo monitor. Los visitantes podían utilizar las máquinas de forma gratuita, solo debían pagar un monto mínimo por cada hoja de papel que consumían para imprimir. El precio solía estar, muchas veces, por debajo de las resmas de hojas que se conseguían en los negocios.

Compró en el bar un café con leche grande, con el bocata de jamón que incluía la promoción, y caminó entre las máquinas para ver en cuál se sentaría a escribir el primer borrador de su tesis. Alexus eligió una Remington Monarch, porque de los modelos que disponía la Informateca era la que se parecía más a la Olivetti que tenía en su casa. Puso una hoja en blanco y comenzó a golpear las letras:

En el último país del extremo sur de lo que se denominaba América Latina (Alexus desvió la mirada a un viejo mapa descolorido, que acababa de imprimir, donde no se alcanzaba a leer ningún nombre. Ese país con forma de triángulo alargado, allá solo en la parte de abajo del mapa, del que todavía los investigadores no se habían puesto de acuerdo cuál era exactamente su nombre —muchas teorías afirmaban que su nombre empezaba con A, algunas de ellas se atrevían a aseverar que se llamaba Atlántida—, siempre lo había fascinado) se encontraban dos de los equipos de fútbol más importantes del continente y del mundo. Solos, tal vez, no hubieran estado a la altura de compararse con el actual tetracampeón de Eurosia, Deportivo Chernóbil, pero cada vez que se enfrentaban entre ellos conformaban el partido más emocionante que se podía dar a nivel mundial: el Superclásico. Uno de los equipos se llamaba Pliver, su camiseta era blanca y una franja roja cruzaba el pecho de forma horizontal. La leyenda cuenta que se inspiraron al ver pasar por el puerto un barco con la bandera del Principado de Mónaco —Alexus sonrió, ya el país vecino era poderoso por aquella época, aunque todavía no se hubiera extendido a la Liga Norte—. El otro equipo se llamaba Roca. Su camiseta era azul con una banda dorada que, como cantaba la letra de su himno «les cruzaba el alma», desde el hombro izquierdo hasta la cadera derecha. Cuenta la leyenda que sus jugadores solo contaban con overoles azules de trabajo y que el capitán y fundador del equipo le robó a su hermana una cinta de Miss Carnaval, la dio vuelta para que no se vieran las letras, y la cosió sobre la vestimenta. De aquí, que una de sus canciones más populares hiciera siempre alusión al Carnaval.

Alexus repasó la definición de Carnaval que había buscado en el puesto de consulta, para entender su significado y mencionarlo como nota adjunta. Se sintió atraído por palabras como sensualidad, misterio, orgías y el nombre de la sumergida ciudad de Venecia. De pequeño había ido de vacaciones a la costa de Verona y ofrecían una excursión para ver «el sitio» donde se encontraba la ciudad, pero como había marea alta ni siquiera pudieron ver asomarse la punta del Campanile por sobre el agua. Alexus se reprendió por su falta de atención y volvió a concentrarse.

Los dos equipos tuvieron hegemonía en los campeonatos jugados a lo largo del siglo xx, con rachas a favor de unos y otros según el paso de las décadas y lo potente que lograban formar sus cuadros. Cuando uno lograba vencer muchas veces seguidas al otro esto se denominaba maternidad. «Debía ser por los golpes que las madres les daban a sus hijos cuando se portaban mal en aquella época, reflexionó Alexus. ¡Qué mundo salvaje!», pensó, y le brillaron los ojos.

La intensidad con la que se vivían los partidos de fútbol en aquel país llevó primero a que los hinchas visitantes no pudieran acudir a los estadios (por los enfrentamientos a muerte entre las dos hinchadas), y luego a que no pudieran ir hinchas de ningún equipo (los violentos de una misma hinchada se enfrentaban entre ellos para ver quien ejercía el liderazgo). Esta actitud, denominada «pasión», hacía que los Superclásicos tuvieran un atractivo único a nivel mundial, como una tragedia griega.

Alexus dejó de golpear el teclado y repasó lo escrito, la introducción general. Sacó la hoja, satisfecho; «Como un primer borrador, no está mal», se dijo. Reemplazó la hoja por una limpia y siguió martillando…

CAPÍTULO 5

Contexto histórico. Inicios.

Repasó la información recogida y se le ocurrió un subtítulo provisional:

¡Nerón, Nerón / Qué grande sos!

Tras el descubrimiento de América y la liberación de las colonias del yugo de los imperios europeos, gracias a los padres fundacionales, llamados también Liberadores (en homenaje a los cuales se bautizó la copa que premiaba al ganador del torneo continental y en cuya final se encontraron los dos equipos más importantes de la historia en el Superclásico más trascendental de todos los tiempos), se formaron varios países. Este país del extremo sur del continente se convirtió en uno de los más grandes e importantes en cuanto a producción de materias primas, incluso se había ganado el mote de «El huerto del planeta». Contaba con una tierra muy fértil, abundancia en comida, pero también desigualdad social por la desequilibrada distribución de esa riqueza. Además de la población originaria mezclada con los colonizadores, hubo varias olas migratorias de todo el mundo que hicieron una mezcla racial y cultural muy rica. A mediados del siglo xx, aparece el personaje más relevante de la historia de ese país que, tanto en vida como después de su muerte, seguiría al frente del destino de sus habitantes hasta la misma desaparición de la nación. Su nombre era Nerón.

Nerón era un militar admirador del fascismo italiano que participó en varios golpes de estado, en papeles secundarios. Durante casi todo el siglo xx, el país tendría alternativamente gobiernos democráticos o semi democráticos y dictaduras militares. Pero también fue uno de los primeros en establecer leyes de justicia social para «los más humildes» —copió Alexus textual la frase encontrada—. Gracias a los beneficios que Nerón le comenzó a dar a la clase trabajadora, sus jefes lo encarcelaron, pero sus partidarios marcharon y tomaron la capital del país exigiendo su liberación. Fue así como llegó a su primera presidencia. Nerón no deja de ser hasta hoy un enigma, como parece ser que lo fue en vida y después de muerto. Hasta la desaparición del país sus habitantes no dejaron de discutir si Nerón era bueno o malo. Para muchos era un ser que despreciaba a todos y sus actos no dejaban de tener siempre una intención de acumulación de poder; para otros era un padre generoso que buscaba solo el bienestar de las clases bajas del pueblo. Sus detractores lo acusaban de tirarles a los pobres un «choripán» para ganar su favor sin que salieran de la pobreza. El choripán tenía un poder mágico e hipnótico, ya que consistía en poner una vaca asada y entera entre dos rodajas de pan, lo que eliminaba el hambre durante un tiempo no definido y de forma gratuita, pero también creaba adicción al alimento y dependencia de quien lo proveía. Pero por otro lado, los gobiernos que alternaban a los neronistas (denominados todos ellos e independientemente de la corriente ideológica, gorilones) ni siquiera les daban a los pobres el mencionado alimento. Con lo cual, las dos líneas contribuyeron a que cada vez más la clase baja en recursos (tanto alimenticios, monetarios y culturales) fuera cada vez más extensa.

Nerón formó parte además de una de las historias más románticas de la época al casarse con la que sería la mujer más importante de la historia del país. Ella era una actriz y cantante con una carrera en alza con la que se encontró en un acto a beneficio de los afectados por un terremoto. Pero renunció a su carrera para luchar a su lado por los derechos de «los más necesitados». Impulsó incluso el voto de la mujer (siendo pionero en la región) —sus detractores dicen que con la sola idea de lograr los votos necesarios para ganar la reelección—, y regalaba pelotas y máquinas de coser a quien le escribiera una carta. Al igual que Nerón, o incluso más, era tan amada como odiada. Hasta el punto de que, al morir, algunos dibujaron estampitas con su imagen elevándola a santa y otros escribieron en las paredes «Viva el cáncer», celebrando la enfermedad que la mató. Después de muerta, su cadáver fue embalsamado, robado, escondido y hasta objeto de actos de necrofilia por uno de sus captores. —Alexus releyó lo transcripto y pensó que los historiadores del siglo xxii y xxiii a cargo de la reconstrucción de la información perdida eran unos verdaderos embusteros—. También se afirma que «gente sin camisa la convirtió en bandera para llevarla a la victoria», frase que hasta el día de hoy es una incógnita.

Alexus se animó mirando la única foto que se conservaba en los archivos de este personaje. Se la veía en el balcón, saludando con la mano levantada, arengando al público vestida de forma impecable, con una sonrisa luminosa y un rodete rubio. Había en la imagen glamour, bondad, erotismo, maternidad, todo junto. Alexus se preguntó cómo una mujer así podía tener detractores, y entendió que sí tuviera seguidores y hasta fans. Alexus además sonrió y se sintió muy contento de al fin tener un dato fehaciente que poner en su tesis porque debajo de la foto figuraba el nombre, toda una excepción en la incierta historia que había llegado en jirones al siglo xxiii. Con orgullo y seguridad, escribió el nombre de esa mujer extraordinaria: Madonna.

Contexto histórico.

Subtítulo: Caída, resurgimiento, muerte y veneración de Nerón / Lo’ muchacho’ neronista’

Tras la muerte de Madonna, Nerón sufre un golpe de estado y huye del país. En el viaje que lo lleva al exilio conoce a una bailarina que se convierte en su nueva mujer, llamada Susanita. Durante dos décadas, el país no deja de estar expectante de lo que dice Nerón desde el exilio. A pesar de que dentro del país su nombre y su movimiento, llamado definitivamente Neronismo, están prohibidos. Nerón vuelve y se espera de él que solucione todos los problemas del país. Pero es viejo y encima tiene de ayudante a un brujo y como heredera al trono a su futura viuda: Susanita. Su vuelta, en lugar de paz, trae enfrentamientos no solo con los viejos rivales, los gorilones, si no también internos entre los propios neronistas, los duros y los blandos; los muy imberbes y los demasiado vivos. Atentados, muertos, represión, una dictadura genocida, mucho más muertos, desaparecidos, y vuelta a una democracia que alternará entre gobiernos autodenominados neronistas (cada uno de ellos dirá que son el verdadero «Neronismo de Nerón» y negarán al anterior como parte del movimiento) y los denominados gorilones entre los que se destacará el partido de la Desunión Cívica Insustancial (DCI).

Es importante mencionar este contexto porque es el caldo de cultivo ideal para lo que se denominarán barras bravas, hinchas de fútbol radicales que realizan actos criminales con la pasión por su club como excusa, y lo que a la larga formará un componente básico para entender lo que sucederá durante lo que se denomina por aquel entonces «El Partido del Siglo» y hoy conocemos como «Superclásico». Durante todo ese periodo, las denominadas «patotas» se vuelven comunes tanto en el fútbol como en la política. Podían tanto romper la cabeza de un rival en un estadio como apretar a un militante político. Las vinculaciones del fútbol y la política se van estrechando cada vez más hasta casi no poder reconocer los comportamientos y los protagonistas de los dos ámbitos. Prueba de ello es que, durante el periodo de El Partido del Siglo, el presidente del país será un expresidente de uno de estos dos equipos.

La crisis económica ocurrida entre el cambio del siglo xx al xxi denominada El Pequeño Corral lleva al país a una fractura social y cultural, además de económica, de la que no se levantará. Es sobre todo la muerte definitiva de la clase media como tal. A partir de ahí cada vez habrá más pobres cada vez más pobres, y menos ricos cada vez más ricos. La clase media seguirá existiendo, pero debatiéndose con características de los dos extremos más que con las características que fueron las propias de su clase durante el siglo anterior. El Pequeño Corral fue una jugada política tomada en conjunto entre los bancos y el gobierno corrupto e inepto de la Desunión Cívica Insustancial para robarle los ahorros a la mayoría de la población de clase media. Pero también el desenlace lógico —conclusión de los ignorantes historiadores— de las medidas tomadas por el gobierno neronista anterior. Los más ricos tuvieron la información de antemano y pudieron sacar el dinero a tiempo, y los más pobres directamente no tenían que sacar. Hay una ola de gente que abandona el país (la emigración más grande de su historia) y se genera el caldo de cultivo ideal para seguir utilizando a los pobres como masa de manipulación política.

Es en este contexto donde un nuevo gobierno neronista, que se propone esta vez como solución definitiva, designa a las barras bravas con la categoría de ONG. Les regala un petit hôtel para que instalen su sede y anuncian que realizarán misiones de apoyo en los barrios más necesitados… de Sudáfrica, que es donde casualmente se realizará el próximo mundial.

Para ese entonces el partido neronista es el más popular y exitoso (al menos en cuanto a tiempo de permanencia en el gobierno) de la historia, y el único en lograr terminar completo la mayoría de sus mandatos. Nerón es una figura de culto cuyo cadáver también está embalsamado. Cada equis años, medidos por algún mágico calendario, los neronistas levantan a Nerón de su tumba y lo sacan a pasear por las calles. —Alexus miró las imágenes recuperadas con la boca abierta y tomó nota, incrédulo, pensando si no serían parte de un montaje—. Se ve el ataúd rodeado de gente, cantando, saltando, cayéndose, intentando tocar el cajón, ir lo más pegado a él. Lo que hoy puede parecer un rito salvaje, estaba visto como símbolo de respeto. Escribir con llaves y monedas en su ataúd durante la ceremonia era una señal de veneración. También enfrentarse a tiros para ver quién es el grupo en ganar el honor de preceder una de sus innumerables sepulturas. A Nerón le faltan los pies. Algunos afirman que se los amputaron al cadáver para ver si coincidían con el mecanismo que abre un tesoro en una cueva incaica; otros dicen que fue solo por vandalismo.

Entender la institucionalización de las barras bravas es fundamental para entender algunos acontecimientos que llevarían a que el Superclásico más importante de todos los tiempos terminara como terminó. Porque de ellas se desprende algo que se denominaba «cultura del aguante» que estaba bien visto por una gran parte de la sociedad, independientemente de que militaran en grupos violentos o no. Su accionar llevó a que los partidos de fútbol no pudieran contar con público. A lo largo de los años, hubo episodios violentos entre los dos clubes. Uno de los más violentos había sido dos o tres décadas antes del hecho en concreto de análisis en esta tesis, Pliver le había ganado a Roca por 2 a 0, y un periodista le preguntó a un hincha de Roca en la calle qué opinaba del hecho. El hincha respondió que «dos a dos, salimos dos a dos». «¿Cómo dos a dos? Fue dos a cero el resultado». «No, ellos nos hicieron dos goles, pero nosotros le matamos a dos» (en referencia al asesinato de dos hinchas de Pliver a mano de los de Roca en una emboscada). Los hinchas de Pliver también se llegaron a asesinar entre ellos por quedarse con el negocio, e incluso fueron protegidos de la policía en el interior del club, donde se dispararon en la zona de la pileta frente a los socios. Los jefes de las bandas de los dos equipos fueron en distintos momentos encarcelados, juzgados, liberados y renovados, y siempre tuvieron más poder.

Alexus miró la pila de papeles que tenía al lado de la máquina. Los contó.