Técnicas de estudio - Ana García Simal - E-Book

Técnicas de estudio E-Book

Ana García Simal

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Beschreibung

El proceso de estudio no tiene por qué ser una tarea ardua ni imposible de superar. La experta en coaching educativo Ana García Simal recoge en este libro su infalible método, a base de pautas sencillas y ejemplos reales, para aprender a estudiar, sentar las bases para evitar problemas de fracaso escolar, fomentar la curiosidad y recuperar la satisfacción de aprender. Una guía práctica y a la vez argumentada con casos reales, que permitirá no solo a padres y profesores, sino a cualquiera que quiera aprender a estudiar o ayudar a sus hijos o alumnos a hacerlo, sacar el máximo partido a sus capacidades y obtener buenos resultados académicos.

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Índice

Portada

Portadilla

Créditos

Introducción

Justificación del método

Aclaraciones para padres y profesores

PARTE I. Factores que intervienen en el estudio sin ser el estudio en sí

1. Factores que intervienen en el estudio

2. Lugar de estudio

3. En clase

4. Planificación

5. Distracciones digitales

PARTE II. El método

6. Método de estudio

PARTE III. Algunas recomendaciones por etapas

7. Educación Infantil

8. Educación Primaria

9. Educación Secundaria Obligatoria

10. Bachillerato

Epílogo

Bibliografía

Notas

© SAN PABLO 2018 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)

Tel. 917 425 113

E-mail: [email protected] - www.sanpablo.es

© Ana García Simal 2018

Distribución: SAN PABLO. División Comercial

Resina, 1. 28021 Madrid

Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050

E-mail: [email protected]

ISBN: 9788428561402

Depósito legal: M. 33.786-2018

Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)

Printed in Spain. Impreso en España

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo y por escrito del editor, salvo excepción prevista por la ley. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la Ley de propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.conlicencia.com).

Introducción

Este libro es fruto de varios factores que han hecho de mí, sin yo a veces quererlo, una persona apasionada por el aprendizaje. Hace casi veinte años que creé mi propio método de estudio para poder enseñarlo. Nació, como tantas cosas en esta vida, un poco por casualidad y un poco por encontrar una salida profesional. Este método ha ido evolucionando y adaptándose a los tiempos, pero siempre ha mantenido su esencia. Además, he tenido la oportunidad de ponerlo en práctica desde su creación con alumnos de Bachillerato, principalmente, lo que ha supuesto un impulso y una práctica constante del mismo. Lo he impartido tanto a pequeños grupos de máximo diez alumnos, como de forma particular.

Además, el haber escrito el Manual para padres y profesores: cómo enseñar a estudiar a los niños de Primaria me permitió poner en orden mis ideas sobre el tema. Como he dicho en tantas ocasiones, fue fruto de la necesidad de realizar un manual sencillo y útil para cualquier persona que quisiera ayudar a los niños en el estudio. Era consciente de que los alumnos llegaban a Bachillerato con carencias en este sentido, en muchos casos llegaban sin saber estudiar. Como profesora de Primaria podía haber solventado esto a través de mis clases. Si poco a poco, desde pequeños, se iban dando pequeños pasos en este campo, el alumno podía terminar con doce años sabiendo estudiar.

Además, la curiosidad y las ganas de aprender han hecho que yo misma haya estado siempre estudiando, tanto de una manera reglada, en diferentes universidades, como con aprendizajes que he ido realizando por mi cuenta, casi siempre sobre el tema del estudio.

Tengo que agradecer este libro a todos esos alumnos que han confiado en mí o por lo menos lo han hecho sus padres, para que les ayudara con el estudio. Ellos me han dado, a su vez, la confianza extra que yo necesitaba para escribirlo. El involucrarme en cada caso y la experiencia que con ellos he ido adquiriendo han hecho que sintiera unas ganas enormes de compartir mi método de trabajo con cuantas personas quisieran.

* * *

Son muchas las familias que viven el aprendizaje de sus hijos con verdadero agobio. El día a día se convierte en una contrarreloj en la que hay que hacer todo lo posible para salir adelante de la manera más digna posible, aunque eso suponga que los padres vuelvan a hacer todos y cada uno de los cursos que sus hijos realizan y que las relaciones entre ambos se reduzcan al tema de los estudios, con el consiguiente deterioro de estas. Pues, sin ser magia lo que hago con los alumnos, ya que supone un compromiso y esfuerzo por su parte, es la varita que hace que estudien, aprendan y disfruten llevando las riendas de su vida y no dejándose llevar por el caos en el que algunos se encuentran.

Los niños en nuestra sociedad tienen como principal trabajo el estudio. Desde los seis años hasta, por lo menos, diez años más tarde van a tener que estudiar y, sin embargo, no les enseñamos a hacerlo de una manera correcta. Les vamos dando algunas pautas tanto en casa como en el colegio según nos va indicando nuestro sentido común y nuestra experiencia. Yo propongo una manera sencilla de aplicar por todos los profesores a través de la cual los alumnos irían aprendiendo a estudiar.

Si desde que empiezan el colegio, incluso antes, se les fuera enseñando de una manera clara y sencilla lo que va a ser su oficio durante muchos años, sería más fácil para todos, padres, maestros y sobre todo para los propios alumnos.

En este libro he tratado de plasmar mis conocimientos acerca de las técnicas de estudio, mostrando la investigación o la fuente en la que se sostienen e ilustrándolo con casos reales que me han ido ocurriendo a lo largo de los años sobre este tema. Por respeto a estos alumnos y a su privacidad he cambiado sus nombres para que no puedan ser reconocidos.

Y como conclusión, no existe una forma de estudiar, sino personas que adaptan el método de estudio a su singularidad personal, bien sea esta su forma de ser, sus condiciones personales, su entorno, el centro educativo en el que estudian, etc. Por todo esto, cada uno debe tomar lo que le sea útil y hacerlo suyo, crear su propio método de estudio.

Justificación del método

Mi experiencia de veinte años enseñando y aplicando este método de estudio me ha demostrado que funciona. Bien es verdad que los alumnos lo hacen suyo, esto es, lo adaptan a sus necesidades y características personales. Sin embargo, no implica un valor negativo sobre el mismo. Lo comparo con nuestra forma de conducir. Nos enseñan a conducir de una manera, las pautas básicas son las mismas, pero con el tiempo cada uno las adapta a su forma de ser. Lo mismo ocurre con el método de estudio.

Para la elaboración del método y a lo largo de estos años, he continuado formándome sobre el tema del aprendizaje. He vuelto a leer a psicólogos y pedagogos de los que me habían hablado en mis estudios de Magisterio. Algunos de ellos los voy nombrando e intentando traer sus teorías cuando viene al caso para explicar conceptos concretos. Es el caso de Ausubel y su aprendizaje significativo, cuando quiero plasmar la importancia de crear un engranaje de conocimientos a partir de unos conocimientos previos, y de autores más actuales, o que por lo menos no estudié en la facultad, como pueden ser Gadner para hablar de las inteligencias múltiples, justificando así el hecho de que todos aprendemos de forma diferente, y Seligman y su indefensión aprendida, con lo que quiero dejar claro el bloqueo que existe hacia algunas áreas o destrezas que tenemos que ayudar a solucionar. Me gusta también observar a personas que actualmente opinan sobre la educación y que me han ayudado a formar mi idea personal sobre el tema, como es el caso de José Antonio Marina, al que traigo a colación al hablar de la inteligencia y el talento, por ejemplo. O también es lo que me ocurre con Richard Vaughan, creador del método para aprender inglés Vaughan, quien para mí es sobre todo un gran pensador e innovador en el terreno de la enseñanza de los idiomas.

Para entender cómo he creado el método para introducir las técnicas de estudio de una manera natural desde edades tempranas, he tenido en cuenta parte de la teoría de la evolución de Piaget, al que también admiro. Era un trabajador incansable que estuvo siempre fascinado con el modo en que aprenden las personas, sobre todo los niños. He considerado las etapas que formula para la evolución del pensamiento de los niños, para proponer las diferentes actividades a lo largo de los años de escolarización.

Por ejemplo, como los estudiantes hasta aproximadamente los doce años no van a tener adquirida su capacidad de abstracción, no les vamos a pedir que hagan esquemas solos. Hasta ese momento les iremos guiando, enseñando y demostrando cómo se extraen las principales ideas de un texto. He podido ver en algunas ocasiones que alumnos a los que se les había ido mostrando cómo abstraer ideas de un tema han sido capaces, desde los diez años, de elaborar solos los esquemas. Posiblemente se deba a que, si tienen bien asentadas las bases del pensamiento concreto (siete a doce años), hayan podido pasar antes a adquirir esa capacidad de abstracción de la que nos habla Piaget, aunque su cerebro no esté todavía físicamente preparado para ello. O puede que sea, más probablemente todavía, por el hecho de que estas etapas no son algo fijo y que, dependiendo del sujeto, sus características personales, su proceso evolutivo personal, su motivación y cualquier factor que influya en su proceso de aprendizaje, esta capacidad pueda ser adquirida con antelación.

Paso a hacer un breve resumen de las ideas de Piaget, con el fin de que se entiendan mejor las actividades que propongo para cada edad en el terreno del aprendizaje y sobre todo del estudio.

Jean Piaget (1896-1980) fue psicólogo y pedagogo, famoso por sus aportes al estudio de la infancia y por su teoría constructivista del desarrollo de la inteligencia.

Su teoría sobre el aprendizaje cognitivo infantil hace que lo conozcamos hoy en día como el padre de la pedagogía moderna. Descubrió que los principios de nuestra lógica comienzan a instalarse antes de la adquisición del propio lenguaje, generándose a través de la actividad sensorial y motriz en interacción con el medio, especialmente con el medio sociocultural.

“El desarrollo psíquico [...] consiste esencialmente en una marcha hacia el equilibrio”.

El desarrollo psíquico, que se inicia con el nacimiento y finaliza en la edad adulta, es comparable al crecimiento orgánico: al igual que este último, consiste esencialmente en una marcha hacia el equilibrio. De igual forma, en efecto, que el cuerpo evoluciona hasta un nivel relativamente estable, caracterizado por el final del crecimiento y por la madurez de los órganos, también la vida mental puede ser concebida como si evolucionara en la dirección de una forma de equilibrio final, representado por la persona adulta.

Su influencia en la psicología del aprendizaje parte de la consideración de que este se lleve a cabo a través del desarrollo mental, mediante el lenguaje, el juego y la comprensión. Para ello, la primera tarea del educador es la de generar un interés como instrumento con el que poder entender y actuar con el alumno. Estas investigaciones, llevadas a cabo desde hace casi cuarenta años, no intentan únicamente conocer mejor al niño y perfeccionar los métodos pedagógicos o educativos, sino que incluyen también a la persona.

«El objetivo principal de la educación en las escuelas debería ser la creación de hombres y mujeres que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente de repetir lo que otras generaciones han hecho; hombres y mujeres que sean creativos, inventivos y descubridores, que puedan ser críticos, verificar y no aceptar, todo lo que se les ofrece» (Jean Piaget).

Piaget descartó la idea de que la evolución del pensamiento y el desarrollo cognoscitivo fuese un proceso continuo o simplemente lineal, describiendo en cambio períodos o estadios en los que se configuran determinados esquemas característicos y en los que se generan las condiciones para que se produzca el salto al próximo estadio, caracterizado de una nueva manera y por nuevos esquemas. En algunos estadios prevalece la «asimilación», en otros la «acomodación». Definió esencialmente una secuencia de cuatro grandes estadios o períodos, que a su vez se dividen en subestadios. Los estadios se suceden de modo tal que en cada uno de ellos se generan las condiciones cognoscitivas a nivel del pensamiento para que pueda aparecer el estadio siguiente:

1. Período sensomotor o sensorio-motriz. Esta etapa abarca del nacimiento a los dos años. En este estadio el niño usa sus sentidos (que están en pleno desarrollo) y las habilidades motrices para conocer aquello que le circunda, confiándose inicialmente a sus reflejos y más adelante, a la combinatoria de sus capacidades sensoriales y motrices. Aparecen los primeros conocimientos y se prepara para luego poder pensar con imágenes y conceptos.

2. Estadio preoperatorio o preoperacional. El estadio preoperatorio o preoperacional es el segundo de los cuatro estadios. Sigue al estadio sensomotor y tiene lugar aproximadamente entre los dos y los siete años de edad. Esta etapa está marcada por el egocentrismo, es una etapa basada en el mí, mío y yo. Piaget afirmaba que en esta etapa los niños aún muestran aspectos inmaduros. Un claro ejemplo de ello puede verse en la práctica de la conservación. Según Piaget, la conservación es la capacidad que tiene un niño para corroborar que dos materiales iguales siguen siendo idénticos después de que uno de ellos haya sufrido alguna transformación. Se realizaron diversos tipos de experimentos sobre ello. El experimento del líquido, por ejemplo, consiste en verter el contenido de un vaso a una probeta y preguntar al niño hasta dónde cree que va a llegar el líquido. Seguramente responderá erróneamente que a la misma altura que en el vaso, porque no ha tenido en cuenta que las dimensiones del nuevo recipiente (alto y delgado) influyen en el resultado.

3. Estadio de las operaciones concretas. De siete a doce años de edad. Cuando se habla aquí de operaciones se hace referencia a las operaciones lógicas usadas para la resolución de problemas. El niño en esta fase o estadio ya no solo usa el símbolo, sino que es capaz de usar los símbolos de un modo lógico y a través de la capacidad de conservar, llegar a generalizaciones atinadas. Alrededor de los seis o siete años el niño adquiere la capacidad intelectual de conservar cantidades numéricas: longitudes y volúmenes líquidos. Aquí por conservación se entiende la capacidad de comprender que la cantidad se mantiene igual aunque se varíe su forma. Antes, en el estadio preoperativo por ejemplo, el niño estaba convencido de que la cantidad de un litro de agua contenido en una botella alta y larga es mayor que la del mismo litro de agua trasegado a una botella baja y ancha (aquí existe un contacto con la teoría de la psicología de la Gestalt). En cambio, un niño que ha accedido al estadio de las operaciones concretas está intelectualmente capacitado para comprender que la cantidad es la misma (por ejemplo, un litro de agua) en recipientes de muy diversas formas.

4. Estadio de las operaciones formales. Desde los doce años en adelante (toda la vida adulta). El sujeto que aún se encuentra en el estadio de las operaciones concretas tiene dificultad en aplicar sus conocimientos o habilidades, adquiridos en situaciones concretas, a situaciones abstractas.

De acuerdo con esta teoría, desde los doce años en adelante el cerebro humano estaría potencialmente capacitado para las funciones cognitivas realmente abstractas, puesto que ya estarían afianzadas todas las nociones de conservación, existiría la capacidad para resolver problemas manejando diferentes variables, la reversibilidad del pensamiento ya se puede manejar en forma simultánea y se podría así acceder al razonamiento hipotético deductivo. A este conjunto de características del pensamiento adulto Piaget las llamó «estadio de las operaciones formales».

Por todos estos estudios de Piaget, debemos respetar la evolución del niño a la hora de enseñarle. El adelantarnos a procesos, como ocurre actualmente en nuestro país, donde se da mucha importancia a que el alumno aprenda los conceptos cuanto antes, no lleva a un mejor aprendizaje, sino a tener peor base en los conocimientos básicos, que son el cimiento para todos los posteriores. Esto nos supone, además, un gran trabajo desde casa: las familias tenemos que reforzar lo que nuestros hijos van aprendiendo en el colegio si no queremos que se queden descolgados, porque es tal el volumen y el nivel de exigencia, que la media de los estudiantes viven sus primeros estudios con estrés, fruto de lo que posteriormente se convertirá en sus estudios posteriores y su vida laboral. Luego algo estamos haciendo mal. Debemos ir paso a paso, respetando la evolución de los niños de manera general y enseñándoles a disfrutar del aprendizaje, a ser curiosos, a tener un conjunto de destrezas que les van a valer en cualquier trabajo que desarrollen en el futuro. Que conste que creo en el apoyo del aprendizaje desde casa: la labor de la familia, en los casos que se pueda, es importante y supone un gran impulso para los alumnos. Pero hoy en día hay que trabajar mucho de manera extracurricular, buscar clases de apoyo, profesores particulares, mandar a nuestros alumnos al extranjero… si no queremos que se descuelguen de este sistema educativo nuestro.

Desde mi punto de vista, tendría que ser en los estudios universitarios de Magisterio o en el Grado de Educación Primaria, como se llama ahora, en los que se enseñara a los futuros profesores a tener un buen método de estudio como una asignatura más, que después fueran transmitiendo a sus alumnos, a cualquier edad que dieran clase. De esta manera, se trabajaría el estudio como un contenido, pero a través de las diferentes áreas, sin que supusiera ningún esfuerzo para el estudiante. Al igual que Piaget estableció los estadios del desarrollo del niño, se conocerían los estadios de la introducción al estudio en cada curso y se irían introduciendo de una manera reglada.

Aclaraciones para padres

y profesores

Al pensar en el tema del aprendizaje, son muchos los autores y estudios que corroboran que casi desde que el niño viene al mundo se puede ir haciendo algo. Cierto es que, en la mayoría de los casos, lo hacemos de una manera innata, natural: ¿a qué padre o madre no se le ocurre hablarle a su bebé? Sin embargo, no solo es el tono y la mirada, sino que también el lenguaje que utilicemos puede ir aportando algo a la creación de ese aprendizaje posterior. O, ¿qué educador, bien sea padre, madre, abuelos…, no ha sacado un momento para jugar con su niño? Pero, de nuevo, la forma de hacerlo podrá aportar mucho en el terreno del estudio que nos ocupa, preparando los cimientos que sirvan para un correcto aprendizaje. Es verdad que el sentido común es en muchos casos el camino correcto, aunque unas sencillas pautas podrán ayudarnos a saber que lo estamos haciendo bien.

De esta manera, acompañaremos a nuestros niños desde el papel que nos toque de una forma natural, sin obsesionarnos ni crear relaciones de dependencia que, en muchos casos, nos hacen crear involuntariamente verdaderos tiranos que se creen con derecho a exigir todo a sus esclavos porque lo han ido haciendo así desde siempre y les ha funcionado.

Sorprendería saber la cantidad de familiares, sobre todo madres, que han llegado hasta 4º de la ESO realizando todos los cursos con sus hijos. Sentándose cada tarde con ellos y aprendiéndose ellas mismas las lecciones, posiblemente con mucho más interés de lo que lo hicieron en su día. Esos niños y niñas se han acostumbrado a tener a una persona a su servicio que les explica y desgrana todos los conceptos, les ordena los apuntes, les ayuda a hacer los trabajos, se desvive por y para sus estudios. La mayoría de esos chavales no valoran ese esfuerzo por parte de sus progenitores, lo ven como algo normal, es lo que han vivido desde que pusieron un pie en el colegio y piensan que eso tiene que ser así. Esas madres (porque repito que la mayoría son mujeres) viven un gran estado de ansiedad producido por el estudio de sus hijos y no saben cómo salir de él. Además, en muchos casos, esos alumnos tienen mal comportamiento en el colegio o simplemente no atienden y encima molestan. ¿Para qué van a atender si tienen el mejor profesor particular? O por lo menos, el profesor más motivado en que su alumno aprenda.

Esa actitud no solo es negativa en el colegio, sino también en casa y encima contra sus madres, que les hacen trabajar y no les dejan jugar con sus máquinas, ver la tele o simplemente no hacer nada. No se les ha inculcado casi ninguna responsabilidad, ni hábito de estudio, se les ha permitido hablarles mal con tal de que hagan las cosas. Cuando vienen a verme para que les enseñe a estudiar y ellos mismos verbalizan la situación que están viviendo, se dan cuenta de que no lo están haciendo bien, pero no saben cómo salir de ella. Sin embargo, el proceso no es tan complicado como pueda parecer, se puede solucionar, al menos en lo que al estudio se refiere, en aproximadamente un mes. Como la mayoría de los casos lo que empieza a mejorar es la relación entre ambos (e insisto en que únicamente asesoro al niño en el tema del estudio), las madres me dicen que han vuelto a tener tiempo para ellas, que antes estaban toda la tarde estudiando.

“El sentido común es en muchos casos el camino correcto”.

Esto puede parecer un caso aislado, pero por desgracia no es así.

Queremos ser tan buenos padres que a veces no dejamos crecer a nuestros hijos. Y no estoy hablando del tema de los deberes, del que estoy totalmente en contra, sino del estudio diario, ese pequeño hábito que deben ir tomando nuestros niños desde los seis años. Si se han aprovechado las clases, los alumnos han aprendido y han practicado lo aprendido, no serían necesarios los deberes, que, en muchos casos, son más ejercicios sobre lo que se ha explicado ese día. Es mucho más práctico enseñar a revisar lo visto en clase ese día o esa semana, ya que llevarlo al día supone una disciplina muy difícil de lograr. Esa revisión conlleva el repetir, en un cuaderno de casa, los ejercicios que se han realizado en esa clase y que se supone que se han corregido correctamente. Es en el momento de la corrección cuando se produce el aprendizaje, no importa que el alumno haya tenido mal el ejercicio, o que no le haya dado tiempo a hacerlos todos, pero es esencial que aprenda a corregir: que anote no solo la respuesta correcta, sino el proceso del ejercicio. De esa manera, será capaz en casa de convertirse en sujeto independiente en el estudio, en su propio profesor en casa, sin necesidad de depender de adultos que le expliquen, le pongan ejercicios parecidos a los vistos en clase, que se los corrijan...

En algunos casos desde 4º de Primaria los niños podrán empezar a estudiar solos, cerrando ellos mismos este proceso de aprendizaje que empieza en el colegio y que requiere una reflexión personal en casa.

Me gustaría poder transmitir a cuantos más profesores mejor, estas sencillas pautas para que las pudieran aplicar en sus aulas. También me gustaría poder ayudar a tantos padres y madres preocupados por la educación de sus hijos, que están pasando por alto a edades tempranas algo tan sencillo y elemental como es enseñar a estudiar y cuando se quieren poner a ello, nos encontramos con estudiantes que están llenos de manías, que cometen un montón de errores que no son capaces de corregir.

Como dice María Ángeles López Romero en su libro Papás blandiblup: «Los deberes se han convertido en una de las mayores pesadillas de los padres de hoy, y con ellos los consecuentes resultados académicos de nuestros hijos, que han pasado a ser una cuestión de orgullo personal. ¿Hacemos bien ayudando a los niños con los deberes? ¿Es culpa de los padres, de los hijos o de los profesores, que sobrecargan de trabajo en casa y piden colaboración a los progenitores? ¿Les pedimos a los hijos demasiado, o demasiado poco? Mientras nos aclaramos, muchos niños se han quedado sin tiempo para jugar»1.

Debemos, como educadores, valorar que jueguen cada día, practiquen deporte y sepan administrar su tiempo libre de una forma inteligente. Si no lo hacemos, cuando dispongan de esos momentos no sabrán qué hacer con ellos y es importante educar en este sentido también. Tan importante es que los niños jueguen como que lean o trabajen un poco cada día. Cuanto más pequeños son, más tiempo tienen que jugar, pero no debemos olvidar que, al igual que los adultos necesitamos un momento al día para relajarnos y hacer una actividad que nos guste, como puede ser ver la tele, leer o charlar con amigos, los niños también tienen derecho a ese tiempo.

En ocasiones, preocupa la cantidad de actividades extraescolares que realizan los estudiantes de hoy en día, lo medido que tienen el tiempo, ya que queremos, además, que saquen un rato al día para estudiar y duerman las horas necesarias. Estas actividades tendrían que cumplir dos requisitos: por un lado, que les apetezca mucho hacerlas y, por otro, que complementen las materias en las que nuestro sistema educativo tiene más carencia, como son el deporte y la música. Pero es esencial que el niño o la niña que la realicen se sientan muy motivados hacia esa actividad, que les encante hacerla, que no les suponga una sobrecarga. Debemos tener en cuenta que ya han cumplido su jornada laboral, que van a tener que trabajar algo en casa. Por lo tanto, no debemos sobrecargar a nuestros niños, bien al contrario, debemos intentar que tengan cuanto más tiempo libre al día mejor, que si es posible porque el sitio donde viven lo permite, salgan a la calle, al parque, al patio de casa… En definitiva que puedan estar al aire libre interactuando con otros niños, porque es esencial para un buen desarrollo.

Alicia Banderas, psicóloga clínica con más de veinte años trabajando con niños y adolescentes en proyectos de educación, al preguntarle cuál es la mejor extraescolar responde: «Pidiendo respetar el ritmo de aprendizaje de los niños frente al exceso de actividades extraescolares. Banderas describe una generación de familias estresadas que intentan que sus hijos no se queden atrás en una competición por ser mejores y defiende los momentos de juego y ocio en familia como el mejor vehículo para la educación en valores. Defiende el valor del juego libre en la educación de los niños, donde ellos mismos tienen que ser protagonistas de sus propias creaciones, tienen desde pequeños que jugar al juego simbólico, hacer como si fueran médicos, abogados, tenderos, etc. Si todo se lo damos planificado, podemos aniquilar el espíritu innato creativo que necesitan los niños, no ya para ser Dalí o Picasso, sino para generar soluciones a los problemas, para tomar mejor las decisiones. Lo que ocurre es que los padres se estresan si los niños no están haciendo una actividad que sea “productiva”, piensan que jugar es perder el tiempo, pero es el mayor entorno seguro para probar ser y construir lo que quieren ser […]. Recuperar los juegos más tradicionales de mesa y los juegos al aire libre, salir con el monopatín, la bici, ir al campo… Destaca la importancia de jugar con los niños como una forma de transmitirles valores sin echarles sermones como solemos hacer»2.

La mejor forma de educar es el sentido común y el término medio en casi todos sus ámbitos. No debemos pasarnos a la hora de ayudar, aunque hacerlo de vez en cuando es bueno. No hay que estar todo el día jugando con nuestros hijos, pero sí que tenemos que jugar con ellos. Sin duda es el mejor regalo que les podemos hacer: nuestro tiempo. No se trata de dedicarnos solo a ellos y olvidarnos de nosotros mismos, sino de saber dedicarles un tiempo para jugar, un tiempo para ayudarles en sus tareas, para simplemente charlar, etc.

Por todo esto, animo a padres, profesores y educadores en general, a ser conscientes de cómo están llevando a cabo su tarea, a hacer una pequeña reflexión que permita corregir aquellas acciones que no se están haciendo del todo bien por el devenir del día a día en que se ven envueltos y no deja parar a pensar. Posiblemente, si así lo hiciéramos, hay muchas cosas que sabemos que no estamos haciendo bien en cuanto a la educación se refiere y que, simplemente, unos pequeños cambios que hiciéramos supondrían una mejora importante en el aprendizaje de nuestros niños, sobre todo, ayudándonos a controlar mejor la situación y a vivir más tranquilos, disfrutando todos más unos de otros.

Es importante pautar, poner orden a la hora de organizar los contenidos en cualquier campo, pero como se trata de un trabajo con personas, y sobre todo con niños, está claro que hay que atender a la particularidad de cada uno, al momento personal que esté viviendo, su situación familiar, sus características personales. De esta manera, habrá alumnos que necesiten ser instruidos más en el orden y la disciplina porque les cuesta más organizarse; mientras que otros que sean muy exigentes consigo mismos tendrán que aprender a relajarse y ver que no pasa nada si un día no hacen nada. Por esto, de nuevo apelo al sentido común de cada educador, sobre todo a los padres, que tenemos más posibilidad de adaptarnos a cada hijo al enseñar a estudiar, ya que se supone que el profesor, desde el aula, dará pautas generales que deben ser aplicadas por todos.

PARTE I

Factores que intervienen

en el estudio sin ser

el estudio en sí

1

Factores que intervienen

en el estudio

En el proceso de aprendizaje, y por lo tanto en el estudio, son muchos los factores que intervienen, y todos ellos, por muy superfluos que parezcan, pueden afectar de forma positiva o negativa al resultado. Algunos agentes importantes podrían ser, por ejemplo, las condiciones físicas del estudiante y todo lo relativo a ellas, es decir, la alimentación, el sueño, el ejercicio físico, etc. Por otro lado, estarían las condiciones intelectuales, como su inteligencia, los conocimientos previos que posea, las técnicas de estudio que utilice o su motivación.

Si nos paramos a pensar en todo aquello que, sin ser el estudio en sí, puede influir en el proceso de aprendizaje observaremos que la lista es interminable. Por ejemplo, está claro que tener una habitación propia, tranquila y silenciosa, con una buena mesa de estudio es un factor que puede afectar enormemente a los resultados. La situación familiar más o menos estable, el trabajo de los padres, el número de hermanos, etc. también pueden influir positivamente en el estudio. O el colegio en el que estudie, sus profesores, compañeros, sus amigos, su personalidad, etc. Es decir, que existen infinidad de elementos; algunos los vamos a poder controlar y otros no.

En este capítulo quiero analizar los grandes factores que influyen en el estudio en dos grandes bloques: por un lado, los que se refieren a lo físico y, por otro, a lo intelectual.

Condiciones físicas

Cuando una persona hace deporte y compite, aunque sea en una liga de colegios, cuida su cuerpo, su alimentación, su descanso, sobre todo el día del partido. Sin embargo, a la hora de estudiar es normal ver a los alumnos, sobre todo los mayores de Bachillerato y universidad, que van a hacer un examen sin haber apenas dormido, sin desayunar o con un café bebido y un nivel de estrés muy alto. Todo esto hace que, a pesar de haber estudiado, y en ocasiones de una manera correcta, los resultados no sean tan buenos como se esperaban. Se preguntan qué ha podido fallar si han estudiado y lo han dado todo, sin percatarse de que no han tenido en cuenta las condiciones físicas. Por eso los alumnos que tienen conocimiento de esto suelen ser brillantes, se sienten fuertes y seguros frente al estudio. Es difícil imaginar a algún jugador de fútbol de primera división (que entrena a diario varias horas, cuidando su alimentación, descanso y todo lo que hace que lleve una vida saludable para rendir más en el deporte) que el día del partido fuera sin apenas haber dormido, sin desayunar o con un café bebido y que, además, se hubiese pasado parte de la noche entrenando. Muchos estudiantes cuando ya son mayores y pueden tomar este tipo de decisiones sobre la comida, el sueño, el deporte, etc., hasta los que están más motivados en el estudio, se centran en eso, en estudiar, sin darse cuenta de todo lo que influye lo físico en lo intelectual. Por eso es esencial hacer un análisis de los principales elementos que afectan a una buena condición del cuerpo del alumno.

El estudio está condicionado por la salud física y el bienestar corporal, por eso es necesario atender los factores que hacen que se tenga una buena forma física, que son, principalmente, la alimentación, el ejercicio físico y el estar relajado.

La alimentación

La alimentación ha de ser rica y variada, sin abusar de la bollería tan socorrida en los almuerzos y meriendas. Debemos concienciar a nuestros niños desde pequeños acerca de la importancia del desayuno y, en la medida de lo posible, deberán hacer cinco comidas al día, educándoles en el consumo de frutas y verduras que tan difícil resulta en muchas ocasiones.

Siempre me ha sorprendido, al hablar del tema de la alimentación con los alumnos de Bachillerato, que no le dieran ninguna importancia al desayuno, en realidad es un porcentaje muy pequeño el que ha tomado un buen desayuno antes de ir a clase, esto es, una fruta, un lácteo y algún cereal, por ejemplo. No digamos ya en épocas de exámenes, donde la mayoría van en ayunas o con un café por falta de tiempo, según ellos. Es necesario hacer ver, una vez más, que el examen es como una carrera o un partido para el que han estado un tiempo preparándose y que si ese día no comen ni duermen bien es como si fueran a un partido en malas condiciones. Ningún entrenador, mucho menos los profesionales, permitirían a sus deportistas ir en esas condiciones físicas al evento deportivo. Sin embargo, nuestros estudiantes acuden a sus exámenes en un penoso estado físico, sin apenas haber dormido ni comido, bastante nerviosos, y nadie le da importancia.

“Debemos concienciar a nuestros niños desde pequeños acerca de la importancia del desayuno”.

Es sobre todo la familia la que debe educar en lo que a la alimentación se refiere y debe tomarse su tiempo en enseñar a desayunar correctamente. Como es bien sabido, como mejor se enseña es con el ejemplo: si nuestros hijos no ven que nosotros desayunemos bien, difícilmente lo harán por mucho que les digamos. Lo mismo ocurre con cualquier cosa que queramos enseñarles, bien sea la lectura, el ejercicio físico, las horas de sueño, la televisión, etc. Sirve de poco decirles una y otra vez lo que tienen que hacer, es más puede que produzca el efecto contrario, el mejor aprendizaje se realiza por imitación de modelos y principalmente se hace en la familia. Recuerdo ese anuncio del Ministerio de Cultura para el fomento de la lectura en el que se veía a un padre haciendo diversas tareas como leer y la hija a su lado imitándole, y terminaba con la frase «Si tú lees, ell@s leen».

El ejercicio físico

No menos importante resulta el ejercicio físico para el buen desarrollo intelectual. En este sentido es necesario que sea algo que se realice de forma habitual y, a ser posible, que resulte agradable. Para ello cada estudiante deberá buscar la actividad que le resulte más divertida y que más le aporte, dependiendo de sus gustos y aficiones. En el caso de que se trate de una persona sedentaria y sin ninguna afición de este tipo inculcada desde su infancia, lo más fácil sería empezar por realizar pequeñas caminatas diarias.

Estudios sobre este tema hay desde principios del siglo XIX: se habla de la psicología del deporte en América del Norte, pioneros en este campo:

Siempre se presumió que la actividad física podría tener relación con una mejor aptitud cerebral, pero gracias a una serie de estudios desarrollados por la Universidad de Illinois, en los Estados Unidos, esta suposición terminó siendo una comprobación empírica, que arrojó como resultado que, efectivamente, a mayor actividad aeróbica, menor degeneración neuronal.

Esto se sabía desde los primeros clásicos, tanto en Grecia como después en Roma, donde se pretendía un cuerpo en equilibrio entre lo físico y lo mental, el famoso mens sana in corpore sano. El deporte en la educación de los niños se remonta pues a la antigua Grecia y resulta increíble la gran intuición que tenían en esta época de lo que iba a demostrarse siglos después. Sin embargo, en ese momento no había estudios que lo demostrasen.

La investigación que dio como resultado esas comprobaciones no es, sin embargo, la primera que se hace al respecto. Por ejemplo, se habían realizado varios trabajos en animales que demostraron que el ejercicio aeróbico podía estimular algunos componentes celulares y moleculares del cerebro.

Asimismo, ciertos estudios realizados en seres humanos también habían demostrado que algunos procesos y habilidades cognitivas cerebrales en las personas mayores eran más probables de manifestarse en aquellas que se mantenían activas.

Por ejemplo en 1999, los mismos científicos que habían realizado el estudio de la Universidad de Illinois observaron que un grupo de voluntarios –que durante 60 años habían llevado una vida muy sedentaria– tras una caminata rápida y sostenida de 45 minutos tres veces a la semana habían logrado mejorar sus habilidades mentales, las cuales suelen declinar con la edad.

A su vez, desde hace dos o tres décadas, se realizan varias pruebas con mayores de setenta años, quienes, tras atravesar diversas disciplinas físicas, logran mejorar su actividad mental-cognoscitiva.

De esta forma, se evaluó a personas tanto sedentarias como con actividad física intensa, sometiéndolas a un ejercicio basado en caminatas de casi dos kilómetros, para luego realizar sobre ellos unos estudios con escáner tridimensional de resonancia nuclear magnética, los cuales les posibilitaron evaluar los comportamientos de las sustancias cerebrales.

Así, tras llevar a cabo estos tests, los científicos llegaron a la conclusión de que, en personas mayores de 55 años, la actividad física podía producir positivas modificaciones anatómicas en el nivel cerebral, mejorando así toda la actividad cognoscitiva.

Aunque estos estudios se refieren a personas adultas, queda demostrado que la actividad física mejora la actividad neuronal, lo que se presupone a cualquier edad. Este es uno de los grandes beneficios del ejercicio físico. De lo que no se habla en estos estudios es de toda la educación en valores ligada al deporte de la que ya hablaba en la antigüedad el propio Platón.

Por eso, el cambio más relevante que pudieron observar estos científicos tiene relación con la modificación, mediante la actividad física, de las sustancias gris y blanca del cerebro, puesto que la primera consiste en unas finas capas del cuerpo de las neuronas que están involucradas tanto en los procesos de memorización como de aprendizaje, y que, cuando las personas envejecen, se encogen y muestran una reducción del rendimiento cognitivo.