Temporada de fantasmas - Ana María Shua - E-Book

Temporada de fantasmas E-Book

Ana María Shua

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Beschreibung

Relatos de una maestra de la literatura argentina. Ana María Shua nació en Buenos Aires en 1951. Desde sus primeros poemas, reunidos en El sol y yo, ha publicado más de cuarenta libros. En 1980 ganó con su novela Soy Paciente el premio de la editorial Losada. Sus otras novelas son Los amores de Laurita, (llevada al cine), El libro de los recuerdos (Beca Guggenheim) y La muerte como efecto secundario (Premio Club de los XIII y Premio Municipal en novela). Cuatro de sus libros abordan el microrrelato, un género en el que ha obtenido el máximo reconocimiento en el ámbito iberoamericano: La sueñera, Casa de Geishas, Botánica del caos y Temporada de fantasmas, reunidos todos ellos en Cazadores de Letras (Páginas de Espuma, 2009).

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Ana María Shua

Ana María Shua,Temporada de fantasmas

Primera edición digital: mayo de 2016

ISBN epub: 978-84-8393-580-4

© Ana María Shua, 2004

© De la fotografía de cubierta: Carlo Fadigati, 2004

© De esta portada, maqueta y edición: Editorial Páginas de Espuma, S. L., 2016

Voces / Literatura 40

Nuestro fondo editorial en www.paginasdeespuma.com

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

Editorial Páginas de Espuma

Madera 3, 1.º izquierda

28004 Madrid

Teléfono: 91 522 72 51

Correo electrónico: [email protected]

Temporada de fantasmas*

 

No vienen a buscar pareja, ni para desovar. No necesitan reproducirse. Tampoco es posible cazarlos. No tienen entidad suficiente para caer en las redes de la ló­gi­ca, los atraviesan las balas de la razón. Breves, esenciales, despojados de su carne, vienen aquí a mostrarse, vienen para agitar ante los observadores sus húmedos sudarios. Y sin embargo, no se exhiben ante los ojos de cualquiera. El experto observador de fantasmas sabe que debe optar por una mirada indiferente, nunca directa, aceptar esa percepción imprecisa, de costado, sin tratar de apropiarse de un significado evanescente que se deshace entre los dedos: textos translúcidos, medusas del sentido.

Se abre la Temporada de Fantasmas.

 

 

1. EN PAREJA

 

Huevos de sirena

 

Las sirenas cantan, cantan sin cesar, mientras duermen, mientras copulan. Algunas fingen el orgasmo con una nota agudísima que desconcierta a los tritones. A pesar de ser obviamente mamíferas, son también ovíparas, como los ornitorrincos. Siempre cantando, acuden por millares a desovar en los arrecifes, en esos espacios de tiempo que los seres humanos no alcanzan a percibir (tal co­mo no oyen ciertos sonidos, o no distinguen ciertos co­lores). Anidan entre las rocas, aprovechando los huecos naturales que tapizan con algas, líquenes y musgo. Los huevos son grandes, tornasolados y emiten un zumbido melodioso: parecen cajitas de música. Algunos son el resultado del apareamiento entre las sirenas y los tritones y de ellos nacen seres de su propia especie. Otros provienen de las relaciones entre las sirenas y los ahogados, que eyaculan en el momento de la muerte. Estos huevos híbridos resultan, en su mayoría, estériles.

 

 

Elefantes marinos

 

Durante dos meses los elefantes marinos se dedican fervientemente al apareamiento. No se interrumpen ni siquiera para comer, por lo que pierden hasta un treinta por ciento de su peso. En la península de Valdés, cierto es­pécimen bien conocido llegó a formar un harén de ciento cincuenta y cuatro hembras, apareándose con todas ellas en el breve lapso de una temporada. Los científicos que evaluaban su performance observaron que el pinnípedo se burlaba de ellos moviendo groseramente las aletas, en una obvia alusión a la ausencia del hueso peneal (característico de su especie) en la frágil anatomía de los machos humanos.

 

Filtro de amor

 

Para hacerse querer, machacar en un mortero de plomo diez ojos de murciélago y una cabeza de mamba fresca hasta reducirlas a una pasta. Incorporar lentamente quince dientes de ajo crudo y disolver en bencina. Cuando la persona amada beba este filtro le crecerá de inmediato el labio superior hasta colgar por debajo de la barbilla, sus ojos perderán color, adquiriendo un aspecto protuberante, la nariz se le achatará a la manera de los cerdos, la columna vertebral, combada, formará una joroba, las articulaciones de las manos le quedarán rígidas y deformes, se le ennegrecerán los dientes y se enamorará perdidamente de usted.

Concatenación

 

Los acontecimientos del pasado son los que determinan el presente. Por ejemplo, si tus padres no se hubieran conocido, hoy no existirías. Cuanto más se retrocede en el encadenamiento de circunstancias que conforman la historia del mundo, más inesperadas y sutiles serán las consecuencias que acarree el hecho más nimio, en una compleja, casi infinita sucesión de concatenaciones. Por ejemplo, si durante el cretásico superior cierto plesiosaurio carnívoro no se hubiera comido los huevos que una hembra de triceratops desovó tontamente cerca de la orilla, quizás, vaya uno a saber, me seguirías queriendo.

 

 

No tengas pudor

 

No tengas pudor de quitarte las vestiduras ante este pobre lémur de mirada extraviada, no vivirá mucho, hace días que no come, la huella de tu cuerpo desnudo se extinguirá con su pequeña mente condenada, la huella de tu cuerpo desnudo no es más inmortal, mi vida, que tu cuerpo, también tu recuerdo morirá, también el mío, para qué, entonces, qué diferencia, entonces, entre el desenfreno voraz de nuestra carne y el ascetismo de un lémur inapetente.

 

Encuentro clandestino

 

Es un bar o quizás un restorán. Algunas mesas tienen manteles blancos con servilletas en forma de acordeón, otras están desnudas.

–Quiero un tostado de queso.

–De jamón y queso, como todos –me corrige él.

A pesar de su cabeza de camello estoy segura de que hemos sido amantes. Me gustan los ojos profundos y tristes. En cambio el pelo corto y áspero, amarillento, me confunde un poco.

–No –insisto, con imprudencia–. De queso solo.

Él sacude sus belfos, indignado, acalorado.

–Debería regresar al desierto –me dice de mal humor.

Entonces me pongo a llorar porque sé que todo ha terminado, que no volveremos a vernos hasta el próximo oasis, un poco por culpa de mi terquedad y otro poco porque la vida nos separa.

Triángulo amoroso

 

A ama a B que ama a C. Como se observa a simple vista, B está embarazada. Determine el sexo de A y C y enumere todas las combinaciones posibles en cuanto a las preferencias sexuales en los vértices del triángulo ABC considerando que no hace falta amor para provocar un embarazo y que hay en el alfabeto tantas otras letras, en el universo, tantos dispares alfabetos.

 

De carne somos

 

Todo esto se debe (me refiero, sencillamente, a todo) a la reproducción constante de ciertos microorganismos lúbricos, no exentos de inteligencia, a los que suelen llamar, los ignorantes, átomos.

 

 

Su viuda y su voz

 

De las cañerías provenía un ruido fuerte y triste al que ella suponía la voz de su marido muerto. Todas las cañerías hacen ruido, argumentaban sus amigos. En to­­das las cañerías se manifiesta su espíritu, decía ella. Todas las cañerías hacían ruido cuando él estaba entre nosotros, argumentaban sus amigos. Pero solamente ahora me hablan de amor, decía ella.

 

 

Mujer y tigre

 

Alcanza y devora, primero con dentelladas violentas, desesperadas, hasta que se agota la locura del hambre y da lugar a formas más lentas del placer, elige entonces los trozos exquisitos, las partes delicadas, con suaves mordiscos arranca los bocados más tiernos y grasosos, saborea, juega, se harta. Después, como todo animal, está triste. Después llega la boa constrictor.

 

2. misterios de la ficción

El niño terco