Terranova - Diego Sarrecchia - E-Book

Terranova E-Book

Diego Sarrecchia

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Beschreibung

Si nacieras en un mundo devastado, en donde lo único que podés aspirar es a vivir encerrado el resto de tu vida, si la tecnología y la realidad virtual fueran el único escape, si lo único que tienes para no colapsar al encierro al que estás destinado es la amistad de una única persona, ¿creerías en lo imposible? Si tuvieses una única oportunidad de escapar a un mundo nuevo, a una nueva tierra, ¿lo intentarías, aunque existiera la posibilidad de morir en el intento? Acompaña a Dante y su amiga en esta aventura, en la que resignarse no es una opción. Intentarlo es más fuerte que los miedos y la promesa de una nueva tierra es la única esperanza, la única luz al final del túnel. Sé parte de este viaje hacia Terranova.

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Seitenzahl: 120

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Sarrecchia, Diego Luis

Terranova : ya no somos bienvenidos / Diego Luis Sarrecchia. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2023.

130 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-734-2

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. 3. Novelas Fantásticas. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2023. Sarrecchia, Diego Luis

© 2023. Tinta Libre Ediciones

Dedicado a mi madre, que comenzó leyendo esta historia y no pudo verla terminada.

A mi papá; a mi hija Isabella; a mis sobrinos Bautista, Enzo y Camilo. También a Lara, Mohana, Mateo, Lorenzo y Julia.

A todos los niños y las niñas del mundo, porque ellos son la voz y la fuerza del futuro.

Agradecimientos

Agradezco y dedico especialmente a Gaby García, el amor de mi vida, por escucharme, por darme aliento cuando le conté la historia que tenía en mente, por acompañarme en esta locura, por leer cada capítulo y por devolverme sus más sinceras impresiones.

Simplemente, gracias.

Terranova

Primera parte

El portal

15 de julio de 2070

Último día

Una vez terminados sus ejercicios matutinos, abrió el grifo y se metió bajo la ducha. El choque térmico con el agua fría lo hizo estremecer. Cerró los ojos y dejó que su cuerpo se aclimatara; allí se quedó en silencio, sin que le importara gastar más de lo permitido de agua diaria. Ya no interesaba, después de todo, ese sería su último día aquí.

Se vistió y entró en la habitación. Luego de repasar la lista y verificar haber empacado todo en la mochila, se sentó en la cama mientras observaba el indoor. Allí estaba el punto en cuestión, ¡esperándolo! Mientras lo observaba, el miedo y las dudas comenzaron a invadir su mente. Se recostó en la cama e intentó despejarse, ya no había vuelta atrás.

Mientras más lo pensaba, más dudas tenía, se sentía raro, las manos le sudaban y el miedo comenzaba a invadir su cuerpo. Pero ya nada lo ataba a ese mundo, a esa realidad, era la única oportunidad que tenía; por más descabellado que pareciera, no atisbaba un futuro mejor.

Cerró los ojos intentando dormir algo, pero fue en vano, lo que estaba por suceder era tan grande que no podía quitarlo de la mente. Pensó en sus padres y también en Julia, su vecina, la única persona del vecindario con quien mantenía una relación, una amistad. Quería llevarlos consigo, pero no, ya no quedaba tiempo que esperar: sus padres ya no volverían y nada podía hacer; en cambio, Julia simplemente… Nada, digamos que eligió otro rumbo. Solo sabe que la va a extrañar.

Mientras su mente divagaba por distintos recuerdos, el sonido de la alarma lo sobresaltó: el momento había llegado. Tomó la mochila y la colgó sobre su espalda, luego destapó el indoor y se quedó observando; los segundos corrían y no tenía más que unos minutos de tiempo, debía de apurarse o su destino, sea cual fuese, no sería el esperado.

Sujetó el hongo con mucho cuidado, intentando no dañar los micelios (estos eran lo más importante). Aterrado por lo desconocido, se quedó mirando los colores que componían el sombrero sobre el anillo del hongo; era tan extraño que quedó hipnotizado ante él. Lentamente, atraído por sus colores y casi sin pensarlo, lo introdujo en su boca. Se sentó al borde de la cama repasando todo lo que no debía hacer, pero su efecto fue tan rápido que su mente se disparó. Su cuerpo comenzó a entumecerse y los ojos se le dilataron tanto que sus pupilas lo cubrían todo, luego llegó la corriente, sí, una especie de energía que le recorría el cuerpo una y otra vez.

Entonces, cometió el primer error: ¡mirar sus manos! Aquello que se repetía una y otra vez que no debía hacer lo hizo. Los ácaros microscópicos de la piel correteaban por sus manos y brazos, el terror se apoderó de él, quitó la vista inmediatamente de su piel y lo que encontró en frente no tenía explicación alguna, era asombroso e imposible. Pero indefectiblemente estaba sucediendo. Los átomos de cada elemento en la habitación vibraban ante sus ojos, cada electrón, protón y neutrón bailaban en destellos de luz. Sí, su mente nadaba en otra dimensión y sus ojos lo proyectaban todo.

Aunque no lo crean, era lo que esperaba que sucediera. Los gravitones en la gravedad escaparon; entonces el tic-toc se apoderó de él. Se metió en su cabeza marcando el tiempo como un bombo en negra: tic-toc, tic-toc, tic-toc. El chirrido de las aspas del purificador en la pared se sumó al compás en su cabeza.

De repente, el batero pifió, como un rengo al caminar, como un lomo sobre una recta, y el tic-toc se deformó y la melodía se tornó un caos. Su tiempo biológico ya no caminaba en línea recta, siempre hacia adelante, sino que lo hacía en todas direcciones, había colapsado.

Era el momento cumbre, las ondas gravitacionales se deformaban ante él, sus ojos se movían en todas direcciones de forma frenética, hasta que la quietud llegó como un vacío que lo envolvió todo. Justo ahí, en ese momento de suspensión, por fin apareció. Un portal, una curvatura en el espacio tiempo, allí estaba, doblando todo. Y él simplemente se aventuró dentro.

Divino infierno

15 de junio de 2070

Un mes antes

El mundo había colapsado, y las grandes ciudades eran un infierno, un verdadero infierno.

Tan caótico era todo que recibió el nombre de Dante gracias al mundo en el que le tocó nacer. Seguramente las primeras palabras que dijeron sus padres fueron: “¡Bienvenido al infierno, Dante!”. Pero esto no era ninguna Divina comedia; más bien era un loquero infernal. Creció con el seudónimo de Pan; sí, así llamaban a su generación: pandémicos. El smog en el aire no dejaba ver el sol, y las enfermedades en la piel y en los pulmones eran moneda corriente. Al menos que hayas tenido la suerte que tuvo Dante, ¡la de vivir encerrado! Sí, parece impensado, una locura, pero las casas eran el único lugar donde se podía respirar aire puro, o lo más puro posible; eso dependía del poder adquisitivo de tus padres, o del tuyo, si tenías la suerte de ganarte el sustento por ti solo. Mayores ingresos, mejor purificador. Lo cierto es que, gracias a los purificadores, respiraba mejor aire que las personas que estaban destinadas a las calles.

El agua no era la excepción: a causa de los desechos industriales, el plástico, las mineras que habían derramado plomo y arsénico en ríos y lagos por tantos años, el agua se había vuelto un bien escaso, por no decir limitadísimo. La sequía llegó como un golpe mortal, las cosechas comenzaron a perderse a ritmo agigantados y los campos y los bosques ardían por consecuencia de las altas temperaturas en verano. ¡Todo se desmoronó!

¿Y cómo llegamos a esto? Bueno, permítanme que se los resuma. Las cumbres por el cambio climático fueron un verdadero blablablá. No digo que no haya habido buenas intenciones, pero muy pocos cambios vieron la luz.

El mundo ya estaba en marcha y los poderosos, los verdaderos dueños del mundo, aquellos con grandes fortunas, movían los hilos a su antojo, compraban a todo aquel que se interpusiera o simplemente lo borraban del mapa con tal de no ver afectados sus negocios. Los políticos no daban más que promesas sin cumplir, nada nuevo bajo el sol, y la historia los pintaba con total claridad. Claro que la sociedad tenía su parte de culpa: les importaba más el fútbol y otras tantas cosas, e ignoraban a la naturaleza, que les pedía a gritos que pararan. No fueron capaces de mirar más allá de sus ombligos. Tan culpables se sentían que Dante incontables veces tuvo que escuchar a sus padres pedir perdón por traerlo al mundo.

No supieron parar a tiempo y ahora no había marcha atrás. Los pocos bosques que quedaban, las fuentes de agua pura, lo poco que aún no se había extinguido, estaba fuertemente custodiado. Aunque parezca una broma, los únicos que disfrutaban de estas reservas eran los mismos que lo habían destruido todo. Sí, ellos ya no habitaban las ciudades, ya que estas quedaron exclusivas para los ciudadanos.

Ningún ciudadano podía llegar al Edén (así lo llamaban, el ¡Edén!). Los mantenían al margen. Androides o humanoides militares lo hacían, estaban programados para exterminar a cualquiera que intentase acercarse. Custodiaban que los pocos que tenían un resguardo no salieran de sus hogares y que tampoco puedan ingresar los infectados, aquellos que habían quedado en las calles y que simplemente estaban condenados a eso, a perecer a la intemperie.

Se podría decir que, en cierto modo, Dante estaba a resguardo en su hogar. Claro que, así como los androides evitaban que los riesgos ingresaran, también impedían que alguien saliera, por lo que estaba destinado a vivir encerrado. Lo único que abundaba en la ciudad era internet, ya que les daban ciertas comodidades con tal de mantenerlos entretenidos, a raya.

Pero gracias a internet puedo contarles está historia, porque allí Dante habría de encontrarse con Víctor o, bueno, podríamos decir que con el fantasma de alguien más. Pero lo cierto es que tocó cada punto sensible en él y hurgó en lo más profundo de su llaga, tanto que lo hizo creer en lo imposible.

Metaverso

Vivir encerrado implicaba muchas cosas; la mayoría de estas estaban vinculadas a la salud, tanto física como mental. Mantenerse en forma era primordial. Por eso, Dante tenía un cuarto lleno de aparatos de gimnasia y todas las mañanas sus ejercicios eran religión, por así decirlo. También poseía una gran biblioteca heredada de sus abuelos; mantener la mente ágil y sana era un trabajo arduo y la lectura junto al estudio serían clave para mantenerse sano. La comida también era todo un tema; por más agroquímicos que contuviera, él siempre elegía frutas y hortalizas. Consumirlas crudas jamás, ya no se podía, era un deber comerlas cocidas y, cuando no había opción, los insectos entraban al menú. Después de todo, ya eran moneda corriente entre la dieta de las personas.

Aun así, nada era suficiente. Vivir encerrado era una locura y no había mente que no sucumbiera a tal realidad, sabiendo que nada cambiaría. Pero había un lugar donde todos pasaban la mayor parte del tiempo con tal de librarse de esa pesadilla, aunque fuese un rato. Si querían salir de la realidad y no pegarse un tiro en el intento, tenían que entrar al metaverso.

Internet estaba controlada y la información era muy escasa; la mayoría de las cosas que se podían buscar estaban restringidas, y el metaverso no era la excepción. Pero el que Dante usaba no era el que brindaba el Estado. Gracias a Julia, que le habló de ese sitio, él había podido acceder a Sirio, un mundo virtual creado por el hacker más buscado del planeta. La inteligencia artificial controlaba toda la red, pero Sirio tenía su propia inteligencia artificial, que lograba mantener oculto su mundo virtual.

En Sirio, todo era posible: los avatares cambiaban periódicamente, nada te conectaba con el mundo real, podías intercambiar cualquier tipo de información y también toparte con todo tipo de mentes, desde las más brillantes a las más siniestras. Que te descubrieran ahí era como encontrar vida en otro planeta.

Una tarde como cualquier otra, Dante se sentó frente al ordenador. Mediante una serie de claves encriptadas accedió a la red, directo a una de las puertas al interior de Sirio.Se colocó el casco de realidad aumentada sobre su cabeza y bajó el visor; allí estaba su avatar, esperándolo. Tomó el control sobre él y una energía le recorrió el cuerpo. El casco conectó con cada neurona en su cerebro, haciendo que lo sensorial se volviera real. Cada olor, cada roce, cada sabor, cada momento en Sirio se podía sentir, desde el mayor de los placeres al más profundo de los dolores.

—Contraseña, por favor —se escuchó decir a través del portal.

—Invisible —respondió.

—¡Bienvenido nuevamente, Dante! Que disfrute su estadía y no olvide cambiar su contraseña al retirarse. O jamás podrá volver.

Una vez dentro, el mundo ideal aparecía frente a ti. Ya no más contaminación, enfermedades ni encierro, el smog no existía y el sol brillaba radiante. Allí podías viajar a cualquier parte del mundo y sentirte en un lugar paradisíaco hecho a medida. Pero la sensación duraba poco, pues había que volver al mundo real, así que cada minuto en Sirio lo disfrutaba al máximo.

Dante comenzó a caminar por el esplendor de las calles de lo que alguna vez fue Puerto Madero en Buenos Aires. El Río de la Plata bordeaba la costanera y la vista se le perdía en el horizonte. Le gustaba caminar junto al río; en el mundo real, los edificios que bordeaban la costanera apenas eran ruinas abandonadas, y el agua estaba tan podrida que nadie podía acercarse a kilómetros de allí.

Mientras los avatares iban y venían, apoyó sus codos sobre la baranda y se dejó envolver por el manso vaivén de las olas. Esperaba encontrarse con Julia; siempre se conectaban a la misma hora y les gustaba caminar por la costanera mientras charlaban de sus días. Aunque siempre fueran iguales, encontraban la forma de hacerlo interesante. Pero Julia no llegaba, así que comenzó a caminar sin rumbo. El sol bañaba las calles y él se preguntaba si el calor que sentía se asemejaba algo a estar realmente ante el astro rey.

Se acercó a un panel de información y observó la cartelera que anunciaba eventos en todas partes del mundo: teatro, cine, música, bandas en vivo, escritores. Artistas de todo tipo mostraban su arte, y sí, si había algo que la realidad no podía matar, ¡era el arte! Dante observaba las ofertas, esperando que apareciera algo de su interés, pero nada de lo ofrecido le interesaba. Cuando estaba a punto de seguir camino por las calles de Buenos Aires, algo le llamó la atención. Era un grafiti sobre una pared que decía:

Es posible otra realidad, solo hay que intentarlo.

¡TERRANOVA!

Se quedó mirando el grafiti buscando descifrar algo; entonces encontró una puerta de madera a pocos metros. Cuando se acercó, encontró la palabra terranova