¿Tienen alma los animales? (Traducido) - Frank Buzan - E-Book

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Frank Buzan

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Beschreibung

Lo que se ha afirmado con respecto a las manifestaciones paranormales en las que los humanos son "agentes" o "perceptores", a saber, que tales manifestaciones han sido observadas en todos los tiempos y por todos los pueblos, debe afirmarse también con respecto a la rama complementaria de las mismas manifestaciones en las que los animales son "agentes" o "perceptores". Naturalmente, las manifestaciones paranormales de las que son protagonistas los animales se circunscriben a unos límites de extrinsicidad más modestos que los de los seres humanos, límites que corresponden a las capacidades intelectuales de la especie animal en la que se manifiestan. Incluyen episodios telepáticos en los que los animales actúan no sólo como "receptores", sino también como "agentes"; episodios en los que los animales perciben, colectivamente con el hombre, fantasmas u otras manifestaciones supernormales que han ocurrido fuera de cualquier coincidencia telepática; y episodios en los que los animales perciben, colectivamente con el hombre, manifestaciones que tienen lugar en localidades encantadas.

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¿TIENEN ALMA LOS ANIMALES?

 

FRANK BUZAN

 

Traducción y edición 2021 por ©David De Angelis

Todos los derechos reservados

Índice

INTRODUCCIÓN

CATEGORÍA I - ALUCINACIONES TELEPÁTICAS EN LAS QUE UN ANIMAL ACTÚA COMO AGENTE

CATEGORÍA II - ALUCINACIONES TELEPÁTICAS EN LAS QUE PARTICIPA UN ANIMAL

CATEGORÍA III - ALUCINACIONES TELEPÁTICAS PERCIBIDAS COLECTIVAMENTE POR ANIMALES Y HUMANOS

CATEGORÍA IV - VISIONES, YA NO TELEPÁTICAS, DE FANTASMAS HUMANOS PERCIBIDOS COLECTIVAMENTE POR ANIMALES Y HUMANOS

CATEGORÍA V - CASOS EN LOS QUE SÓLO LOS ANIMALES DIERON SEÑALES DE PERCIBIR MANIFESTACIONES PARANORMALES

CATEGORÍA VI - ANIMALES E INFESTACIONES

CATEGORÍA VII - APARICIONES DE FANTASMAS ANIMALES IDENTIFICADOS

CATEGORÍA VIII - MANIFESTACIONES POST MORTEM DE ANIMALES CON MODOS DE EXTINCIÓN INUSUALES

CATEGORÍA IX - ANIMALES Y PREMONICIONES

CATEGORÍA X - MATERIALIZACIÓN DE ANIMALES

CONCLUSIONES

 

INTRODUCCIÓN

 

Lo que se ha afirmado con respecto a las manifestaciones paranormales en las que los humanos son "agentes" o "perceptores", a saber, que tales manifestaciones han sido observadas en todos los tiempos y por todos los pueblos, debe afirmarse también con respecto a la rama complementaria de las mismas manifestaciones en las que los animales son "agentes" o "perceptores". Naturalmente, las manifestaciones paranormales de las que son protagonistas los animales se circunscriben a unos límites de extrinsicidad más modestos que los de los seres humanos, límites que corresponden a las capacidades intelectuales de la especie animal en la que se manifiestan. Entre ellos se encuentran los episodios telepáticos en los que los animales actúan no sólo como "receptores", sino también como "agentes"; los episodios en los que los animales perciben, colectivamente con el hombre, fantasmas u otras manifestaciones supernormales que han ocurrido fuera de cualquier coincidencia telepática; y los episodios en los que los animales perciben, colectivamente con el hombre, manifestaciones que tienen lugar en localidades encantadas. Además, hay episodios de orden premonitorio, episodios de materialización de fantasmas animales identificados; esta última circunstancia es teóricamente muy importante, ya que tendería a validar la hipótesis de la supervivencia del psiquismo animal. La investigación de esta rama de las disciplinas metapsíquicas fue completamente olvidada hasta nuestros días, aunque en las revistas metapsíquicas, y especialmente en las colecciones de los Proceedings y el Journal de la benemérita "Society for Psychical Research" de Londres, existen numerosos casos de la naturaleza indicada; los cuales, sin embargo, nunca fueron recogidos, clasificados y analizados por nadie, ya que se escribió y discutió muy poco sobre ellos. Queda, pues, muy poco que resumir sobre las teorías formuladas al respecto. Sólo señalaré que en los comentarios sobre algunos casos individuales pertenecientes a la clase más numerosa de fenómenos considerados, que es aquella en la que los animales perciben colectivamente manifestaciones de orden telepático y acechante para el hombre, se planteó la hipótesis de que las percepciones psíquicas de esta naturaleza se originan en un fenómeno alucinatorio que se origina en los centros de ideación de un agente humano, y que luego se transmite inconscientemente a los centros homólogos del animal presente y percipiente. Como se verá, esta hipótesis se contradice con los hechos, que demuestran que en numerosos episodios de esta naturaleza los animales perciben las manifestaciones supernormales antes que el hombre, circunstancia que anula de golpe la hipótesis en cuestión. Para otra clase de fenomenología considerada, y más precisamente para la de las apariciones de fantasmas animales, se asumió un fenómeno de alucinación pura y simple por parte del individuo perceptor. Esta hipótesis es insostenible sobre la base de un análisis comparativo de los hechos, que muestran que los fantasmas de animales a menudo son percibidos colectiva o sucesivamente por varias personas; y, lo que es más importante, se identifican con animales que vivieron y murieron en la misma localidad, y todo ello mientras los percipientes ignoraban que los animales visualizados existían. Sobre la base de estas constataciones, hay que concluir que, en general, las dos hipótesis expuestas deben considerarse insuficientes para dar cuenta de los hechos; conclusión que es de gran importancia, ya que equivale a admitir la existencia de una subconsciencia animal depositaria de las mismas facultades sobrenormales que existen en la subconsciencia humana; así como, equivale a reconocer la posibilidad de la existencia de apariciones verídicas de fantasmas animales. Dicho esto, el valor científico y filosófico de esta nueva rama de la investigación metapsíquica es evidente, y ya es justo predecir que no está lejos el día en que será reconocida como indispensable para el establecimiento de la nueva "Ciencia del Alma", que aparecería incompleta, hasta el punto de ser inexplicable, sin el complemento necesario que le aportan la investigación analítica y las condiciones sintéticas relativas al psiquismo animal. Ya se puede entender que con la presente clasificación -que es la primera de su tipo- estoy lejos de presumir de haber examinado a fondo un tema tan vasto y de tanta importancia metapsíquica, científica y filosófica. Sólo me halaga haber hecho una primera contribución efectiva a las nuevas investigaciones, y con ello haber despertado el interés de los estudiosos del tema, favoreciendo así la ulterior acumulación de materia prima y de hechos, que parece indispensable para completar las investigaciones sobre esta joven rama de las disciplinas metapsíquicas. Por último, si se quisiera fijar la fecha en que las manifestaciones paranormales en relación con los animales empezaron a tomarse en serio, tendría que ser la de un famoso incidente de telepatía canina en el que participó el conocido novelista inglés Rider Haggard, un accidente telepático que se produjo en circunstancias que no pueden ponerse en duda, pero que, debido a una de esas condiciones providenciales de tiempo, lugar y entorno, que tan a menudo se encuentran en la historia temprana de nuevas ramas del conocimiento, despertó en Inglaterra un interés inesperado y casi exagerado; Se discutió ampliamente en revistas políticas, de variedades y metapsíquicas, creando así un ambiente favorable para estas investigaciones. Por lo tanto, debemos comenzar nuestra clasificación de "manifestaciones metapsíquicas en animales" con el caso telepático del novelista Rider Haggard. E. B.

CATEGORÍA I - ALUCINACIONES TELEPÁTICAS EN LAS QUE UN ANIMAL ACTÚA COMO AGENTE

 

CASO 1 - Se trata del caso Haggard, que en aras de la brevedad sólo relataré tal y como fue fielmente resumido en el número de agosto de 1904 del Journal of Psychical Studies, remitiendo para más detalles al número de octubre de 1904 del Journal of the Society for Psychical Research. El Sr. Rider Haggard cuenta que se acostó tranquilamente hacia la una de la madrugada del 10 de julio de 1904. Una hora más tarde, la señora Haggard, que dormía en otra cama de la misma habitación, se despertó sobresaltada, oyendo a su marido gemir y emitir sonidos inarticulados como los gemidos de una bestia herida. Asustada, le llamó; su marido oyó su voz como en un sueño, pero no pudo liberarse inmediatamente de la pesadilla que le oprimía. Cuando se despertó del todo, le dijo a su mujer que había soñado con Bob, el viejo sabueso de su hija mayor, y que lo había visto luchando en una terrible pelea como si estuviera a punto de morir. El sueño había tenido dos partes distintas. Del primero, el novelista sólo recordaba haber tenido una sensación de opresión angustiosa, como si estuviera en peligro de ahogarse, pero entre el momento en que escuchó la voz de su esposa y el momento en que recuperó el pleno conocimiento de sí mismo, el sueño se hizo mucho más vívido. "Vi", dijo, "al bueno de Bob tumbado de lado en los juncos de un estanque. Me pareció que mi propia personalidad emergía misteriosamente del cuerpo del perro, que extrañamente levantaba la cabeza hacia mi cara. Bob trató de hablarme y, al no poder hacerse entender por el sonido, me transmitió de alguna otra forma indefinible la noción de que se estaba muriendo. La pareja volvió a dormir, y el novelista ya no fue molestado en su sueño. Por la mañana, durante el desayuno, le contó a su hija lo que había soñado, y se rió con ella del miedo que había sentido su madre: atribuyó la pesadilla a una mala digestión. En cuanto a Bob, nadie se preocupó por él, ya que la noche anterior había sido visto con los otros numerosos perros de la villa y había dado a su ama la fiesta habitual. Pero la hora de la comida diaria pasó sin que Bob apareciera. Su señora estaba preocupada y el novelista empezó a sospechar que el sueño había sido cierto. El propio novelista encontró finalmente al pobre perro flotando en un estanque, a dos kilómetros de la villa, con el cráneo aplastado y las patas rotas. Un examen inicial del veterinario sugirió que el perro había quedado atrapado en una trampa, pero más tarde se descubrió que había sido atropellado por un tren en un puente que cruza el estanque y que fue arrojado por la colisión a los juncos del agua. En la mañana del 10 de julio, un trabajador del ferrocarril encontró el collar ensangrentado de Bob en el puente, por lo que no había duda de que el perro había muerto en la noche del sueño. Por casualidad, un tren extraordinario había pasado esa noche poco antes de la medianoche y tuvo que hacer la hazaña. Todas las circunstancias anteriores son probadas por el novelista con una serie de documentos testimoniales. Según el veterinario, la muerte debió ser casi instantánea, por lo que habría precedido al sueño de Haggard en un par de horas o más. Tal es, en resumen, el caso del escritor inglés, en el que se dan muchas circunstancias de hecho que contribuyen a excluir categóricamente cualquier otra explicación que no sea la de la transmisión telepática directa entre el animal y el hombre. No pudo ser el resultado de un impulso telepático originado en la mente de una persona presente, ya que nadie había presenciado ni había sido informado del drama, como se desprende de la propia investigación de Haggard, y como podía suponerse fácilmente en vista de la hora tardía en que se produjo el acontecimiento. No pudo ser una forma común de pesadilla alucinatoria con una casualidad, ya que había demasiadas circunstancias verídicas en la visión, además del hecho mismo de la coincidencia entre el sueño y la muerte del animal. No podía tratarse de un caso de teleestesia en el que el espíritu del novelista tuviera una percepción lejana del drama, ya que en tal caso el perceptor tendría que haber permanecido como espectador pasivo, lo que no era el caso. Como hemos visto, fue objeto de un notable fenómeno de "identificación" o "posesión" incipiente. Este fenómeno -como observa acertadamente el editor del Journal of the S.P.R.- presenta un interesante paralelismo con las "inmeditaciones" y "dramatizaciones" tan frecuentes en los psíquicos o "médiums" durante el estado de trance. Por último, no pudo tratarse de un sueño premonitorio por el que Haggard se enteró, no del suceso en el momento en que tuvo lugar, sino del descubrimiento del cadáver en el estanque unos días después, porque tal solución no explica nada: Ni del hecho de la coincidencia verídica entre el sueño y el acontecimiento, ni del fenómeno de la dramatización igualmente verídica del propio acontecimiento, ni del notable caso de "identificación" o "posesión". Estas son las principales consideraciones que contribuyen a demostrar de forma incontestable la realidad del fenómeno de la transmisión telepática directa entre el animal y el hombre. He creído necesario formularlas para responder a ciertas objeciones tímidamente planteadas por diversas partes después de que la Sociedad de Investigación Psíquica aceptara y comentara el caso en cuestión. Al mismo tiempo, las mismas consideraciones pueden servir de norma a los lectores para juzgar la fiabilidad o no de la hipótesis telepática en relación con los casos que siguen.

CASO 2 - Lo saco del Journal of the S.P.R. , vol. II, p. 22. Sr. E.W. El Sr. E.W. Phibbs relata: "El primer lunes de agosto de 1883 (feriado comercial), estuve en Ilfracombe. A eso de las 10 de la tarde me acosté, y pronto me quedé dormido. Me despertó a eso de las diez y media mi mujer, que entró en la habitación y le contó que en ese momento había tenido un sueño en el que veía a mi perro Fox herido y moribundo al pie de un muro. No tenía una idea precisa de la localidad, pero observé por casualidad que se trataba de uno de los habituales muros de piedra seca peculiares de la provincia de Gloucester. No tenía una idea precisa del lugar, pero observé que era uno de los habituales muros secos peculiares de la provincia de Gloucester. Al día siguiente, martes, recibí una carta del criado en la que me informaba de que hacía dos días que no se veía a Fox. Le contesté inmediatamente, ordenándole que hiciera las más mínimas averiguaciones. Me respondieron el sábado con una carta que recibí al día siguiente, domingo. Me informaron de que el perro había sido atacado y matado por dos bull-dogs el lunes anterior por la noche. "Cuando volví a casa quince días después, inicié inmediatamente una rigurosa investigación, a raíz de la cual pude comprobar que, hacia las cinco de la tarde del lunes en cuestión, una señora había visto a los dos bull-dogs atacar con saña y despedazar a mi perro. Otra mujer, que vivía en el barrio, me informó de que, hacia las nueve de la tarde del mismo día, había visto a mi perro agonizando al pie de un muro, que me señaló, y que vi por primera vez. A la mañana siguiente, el perro ya no estaba allí. Más tarde supe que el dueño de los bull-dogs, en cuanto se enteró del hecho, y temiendo las consecuencias, había dispuesto que lo enterraran a las diez y media de esa misma noche. El momento del evento coincide con la visión de mi sueño". (La Sra. Jessie Phibbs, esposa de dicho orador, confirma la narración de su marido). Este caso fue citado repetidamente por el profesor Richet en su Traité de Métapsychique con la intención de demostrar que podía ser explicado por la "criptesticidad", sin que hubiera necesidad de suponer un fenómeno de telepatía en el que el animal fuera el agente y su dueño el perceptor. Observa: "Sería más racional suponer que fue la naturaleza del hecho lo que afectó a la mentalidad del señor Phibbs, y no que el espíritu del perro hiciera vibrar los centros cerebrales del amo" (p. 330). Por "la naturaleza del hecho" se refiere a su propia hipótesis de la "criptesiología", según la cual las cosas existentes, y la realización de todas las acciones en el mundo animado e inanimado, emiten vibraciones sui generis perceptibles para los sentidos, que son así teóricamente capaces de darse cuenta de todo lo que ocurre, ha ocurrido y ocurrirá en el mundo entero. Respondí con un largo artículo en la Revue Spirite (1922, p. 256), que pretendía poner en tela de juicio esta supuesta omnisciencia de las facultades subconscientes, mostrando sobre la base de los hechos que las facultades en cuestión estaban, en cambio, condicionadas -y por lo tanto limitadas- por la necesidad ineludible de la "relación psíquica"; es decir, que si no había lazos afectivos previos, o incluso, en circunstancias muy raras, relaciones de simple conocimiento, entre el agente y el receptor, las manifestaciones telepáticas no podían tener lugar. Luego, refiriéndome al presente caso, continué: "Si excluimos la posibilidad de que el pensamiento del perro, dirigido con ansiosa intensidad hacia su lejano protector, fuera el agente determinante del fenómeno telepático, o, en otras palabras, si excluimos la posibilidad de que pudiera haberse producido en virtud de la existencia de una "relación afectiva" entre el perro y su amo, entonces surge la cuestión: ¿Por qué el Sr. Phibbs vio morir a su propio perro esa noche, y no a todos los demás animales que ciertamente estaban muriendo por todas partes esa noche? Esta pregunta sólo puede responderse reconociendo que el Sr. Phibbs no vio a los animales moribundos en el matadero ni en ningún otro lugar, porque no había relación psíquica alguna entre ellos y él, y en cambio vio a su propio perro agonizando porque había vínculos emocionales entre él y él, y porque en ese momento el animal moribundo pensaba intensamente en su lejano protector; Esta última circunstancia no es en absoluto improbable y, de hecho, es lógicamente presumible en un pobre animal en agonía y, por tanto, con necesidad urgente de ser rescatado". Y me parece que no se puede dudar de estas conclusiones. En cualquier caso, los lectores encontrarán en la presente clasificación numerosos ejemplos de diversa índole que confirman exuberantemente este punto de vista, al tiempo que contradicen inexorablemente la hipótesis de una criptosis omnisciente.

CASO 3 - Lo saco del libro L'Inconnu de Camillus Flammarion (p. 413). Madame R. Lacassagne, de soltera Durant, escribe a Flammarion: "Todavía puedo citarle un caso personal que me impactó mucho cuando me ocurrió; sin embargo, como esta vez se trata de un perro, tal vez me equivoque al abusar de su tiempo: me excusaré preguntando dónde terminan los problemas que hay que resolver. "Yo era entonces una jovencita, y me ocurría muy a menudo que tenía una sorprendente lucidez en mis sueños. Teníamos una perra de inteligencia superior, que me tenía especial cariño, aunque la acariciaba muy poco. Una noche soñé con nuestra perra moribunda, y la vi mirándome con ojos humanos. En cuanto me desperté, le dije a mi hermana: "Lionne ha muerto; lo he soñado. Es cierto". Mi hermana se rió, y no se lo creyó en absoluto. Llamaron al timbre y pidieron a la criada que había entrado que mandara llamar a la perra. La llamaron, pero no respondió; la buscaron por todas partes, y finalmente la encontraron muerta en un rincón. Ahora bien, como el día anterior no estaba enferma en absoluto, es evidente que en mí no había causas predisponentes para tal sueño. (Firmado: Mad. R. Lacassagne, de soltera Durant, Castres). También en este caso, la hipótesis más probable es que el animal agonizante volcó sus pensamientos hacia su ama, determinando así la impresión telepática que ésta sufría en su sueño. El episodio, sin embargo, es teóricamente mucho menos demostrativo en este sentido que el anterior, sobre todo porque esta vez no hay detalles capaces de eliminar la otra hipótesis de un presunto fenómeno de clarividencia en el sueño.

CASO 4 - Lo saco de Light (1921, p. 187). El orador es F.W. Percival, que escribe: "El Sr. Everard Calthrop, un gran criador de caballos de "pura sangre", en su libro titulado: El caballo como camarada y amigo, relata cómo hace años poseía una espléndida yegua, llamada "Windemers", a la que estaba profundamente apegado, y por la que fue correspondido con una devoción tan afectuosa, que hace que el caso sea incluso conmovedor. El destino quiso que la pobre yegua se ahogara en un estanque cercano a la granja del Sr. Calthrop, quien relata las impresiones que sintió en ese momento en estos términos: "A las 3.20 de la madrugada del 18 de marzo de 1913, me desperté sobresaltado de un profundo sueño, y no por ningún ruido o relincho, sino por una petición de ayuda que me transmitió -no sé cómo- mi yegua "Windemers". Escuché; no se oía el menor ruido en la tranquila noche; pero cuando me desperté del todo, sentí que la desesperada llamada de mi yegua vibraba en mi cerebro y en mis nervios, y así supe que estaba en extremo peligro y que pedía ayuda urgentemente. Me puse un abrigo, me calcé las botas, abrí la puerta y eché a correr por el parque. No había gemidos ni quejidos, pero de una manera incomprensible y prodigiosa supe dónde recibía la señal de "telegrafía inalámbrica", por más que se debilitara rápidamente. Corrí y corrí, pero sentí que las ondas vibratorias de la "telegrafía inalámbrica" eran cada vez más débiles en mi cerebro; y cuando llegué a la orilla del estanque, habían cesado. Al mirar el agua, vi que su superficie seguía ondulando con pequeñas olas concéntricas que llegaban a la orilla, y en el centro del estanque vi una masa negra que destacaba ominosamente en el amanecer. Supe enseguida que se trataba del cuerpo de mi pobre yegua y que, por desgracia, había llegado tarde a su llamada: estaba muerta". Este es el hecho. Sr. F.W. Percival, que lo relató en The Light (1921, p. 187), observa: "Es cierto que en casos como el descrito carecemos del testimonio del agente; pero esto no impide que las tres reglas de Myers, destinadas a distinguir los sucesos telepáticos de los que no lo son, sean igualmente aplicables a nuestro caso. Estas reglas son: 1. el agente debe haber estado en una situación excepcional (y aquí el agente estaba luchando con la muerte); 2. el receptor debe haber experimentado algo psíquicamente excepcional, incluyendo una impresión reveladora del agente (y aquí la impresión reveladora del agente es obvia); 3. los dos eventos deben coincidir en el tiempo (y esta tercera regla también se cumple). Además de los argumentos del señor Percival, podría ser útil señalar que el impulso telepático era tan preciso y enérgico como para despertar al receptor de un profundo sueño, para que fuera inmediatamente consciente de que se trataba de una llamada de auxilio de su yegua, y para que dirigiera sus pasos sin vacilar hacia el teatro del drama. Dicho esto, no parece lógicamente legítimo cuestionar el origen genuinamente telepático del evento.

CASO 5 - Lo he sacado del Journal of the S.P.R. (vol. XII, p. 21). Lady Carbery, esposa de Lord Carbery, envía desde el castillo de Freke, en el condado de Cork, el 23 de julio de 1904, el siguiente informe: "Una calurosa tarde de domingo, en el verano de 1900, fui después del desayuno a hacer la habitual visita a los establos, para distribuir azúcar y zanahorias a los caballos, entre los que se encontraba una yegua favorita mía, sombría y nerviosa, llamada Kitty. Había un gran y poco común cariño entre nosotros. La montaba todas las mañanas, antes del desayuno, y con cualquier tiempo. Eran excursiones tranquilas y solitarias por las colinas sobre el mar, y siempre me pareció que Kitty se regocijaba tanto como el ama en estos paseos matutinos, en la frescura de la hora. "La tarde en cuestión, al salir de los establos, salí solo al parque, caminando unos 400 metros, y me senté a la sombra de un árbol con un libro interesante para leer, con la intención de permanecer allí un par de horas. Al cabo de unos veinte minutos, una repentina afluencia de sensaciones dolorosas se interpuso entre mi lectura y yo, y al mismo tiempo tuve la certeza de que algo doloroso le había ocurrido a mi yegua Kitty. Intenté desterrar esta inoportuna impresión continuando mi lectura, pero la impresión creció tanto que me vi obligado a desistir y apresurarme a ir a los establos. Cuando llegué allí, me dirigí sin falta al puesto de Kitty y la encontré tirada en el suelo, sufriendo y necesitando ayuda urgente. Inmediatamente fui en busca de los mozos de cuadra, que se encontraban en otra sección alejada de los establos, quienes se apresuraron a ofrecer la ayuda que el caso requería. La sorpresa de los novios fue mayúscula cuando me vieron aparecer en el establo por segunda vez, lo cual era de lo más inusual. (Firmado: Lady Carbery). El cochero que asistió a tales contingencias, confirma en estos términos: "En ese momento yo era cochero en el Castillo de Freke, y su señoría vino a los establos por la tarde para distribuir, como de costumbre, azúcar y zanahorias a los caballos. Kitty estaba libre en su establo, y en excelente estado de salud. Inmediatamente después volví a mi apartamento, encima de los establos, y los mozos de cuadra subieron a sus habitaciones. Al cabo de media hora, o tres cuartos de hora, me sorprendió ver que su señoría regresaba y se apresuraba a llamarme a mí y a los mozos de cuadra para que asistiéramos a Kitty, que estaba tendida en el suelo por una repentina enfermedad. En el intervalo, ninguno de nosotros había entrado en los establos". (Firmado: Edward Nobbs). Este segundo caso es menos emotivo que el primero, y la impresión causada a Lady Carbery fue también menos circunstancial y más vaga; pero, sin embargo, siempre fue lo suficientemente fuerte como para infundir en la receptora la convicción de que sus sensaciones indicaban que Kitty necesitaba ayuda urgentemente, y para determinarla a correr al lugar sin demora. Estas circunstancias excepcionales, de significado preciso y sugestivo, son suficientes para concluir que se trata de una auténtica telepatía.

CASO 6 - Lo tomo de Light (1915, p. 168). El Sr. Mildred Duke, conocido psíquico y autor de profundos artículos sobre el tema de la metapsíquica, relata el siguiente incidente que le ocurrió a él mismo: "Estaba escribiendo a altas horas de la noche, y estaba totalmente absorto en el tema, cuando me invadió literalmente la idea de que mi gatito me necesitaba. Tuve que levantarme e ir en su busca. Después de dar vueltas por la casa en vano, salí al jardín y, como la oscuridad impedía ver, empecé a llamarla. Por fin oí un débil maullido a lo lejos, y cada vez que repetía la llamada, se repetía el débil maullido, pero el gato no venía. Así que volví a buscar una linterna, y luego crucé el jardín y me dirigí a un campo, de donde parecían venir los maullidos, y tras una breve búsqueda encontré a mi gato en un seto, atrapado en un cepo hecho para conejos, con un nudo corredizo alrededor del cuello. Si hubiera intentado zafarse, sin duda se habría estrangulado, pero afortunadamente tuvo la inteligencia de no moverse más y de enviar a su amo un mensaje de ayuda. "Se trata de una gatita a la que estoy profundamente unido, y no es la primera vez que se establece una relación telepática entre ella y yo. Hace unos días parecía estar perdida, porque no aparecía por ninguna parte, y los familiares se afanaban en llamarla desde todos los rincones del jardín. De repente, en una especie de fotografía mental, la vi como prisionera en una habitación vacía del ático, que casi siempre estaba cerrada. Y la visión resultó ser cierta: de alguna manera había sido encerrada allí. ¿Me envió un mensaje telepático para informarme de su encarcelamiento? Incluso en este tercer caso, en el que el fenómeno telepático se expresa en forma de "impresiones" y nada más, no se pueden plantear dudas sobre la génesis telepática de las impresiones sensoriales a las que fue sometido el hablante. Los lectores habrán observado que en los tres casos en cuestión - como en muchos otros que siguen - los protagonistas son unánimes en hacer la misma observación, que existía entre ellos y los animales con los que entraron en relación telepática una relación afectiva de orden excepcional; y esta circunstancia es digna de mención, ya que es idéntica en las comunicaciones telepáticas entre los seres humanos; por lo que se puede afirmar que una condición de afecto mutuo excepcional se encuentra en el corazón de toda relación telepática. En otras palabras, es siempre la gran "ley de afinidad" la que rige toda la gama de comunicaciones telepáticas, ya sea que tengan lugar entre personas vivas, o entre personas vivas y muertas, o entre seres humanos y animales; así como, en última instancia, la misma ley prevalece en todo el universo -físico y psíquico- en forma de "sintonías vibratorias" que se van refinando y sublimando en una serie interminable.

CASO 7 - Lo tomo del Journal of the S.P.R. (vol. XI, p. 323). El Sr. J. F. Young nos comunica el siguiente incidente que le es personal: 'New Road, Lanelly, 13 de noviembre de 1904. - Tengo un perro "terrier" de 5 años, criado por mí. Siempre fui un gran amante de los animales, pero especialmente de los perros. El perro en cuestión me devuelve el cariño hasta tal punto que no puedo ir a ningún sitio, ni siquiera salir de mi habitación, sin que me siga constantemente. Es un terrible cazador de ratones, y como la cocina trasera es frecuentada ocasionalmente por estos roedores, había colocado allí una cómoda perrera para Fido. En la misma habitación había un hogar con un horno para cocer el pan, y una caldera de lavandería con un tubo que desembocaba en la chimenea. Era mi costumbre constante acompañarlo por la tarde a la perrera antes de retirarse a dormir. Me había desvestido y estaba a punto de acostarme, cuando de repente me asaltó una inexplicable sensación de peligro inminente. No podía pensar en otra cosa que en el fuego; y la impresión fue tan fuerte que cedí. Me puse de nuevo la ropa, bajé las escaleras y fui habitación por habitación para asegurarme de que todo estaba en orden. Cuando llegué al fondo de la cocina, no vi a Fido, y pensando que se había escabullido para ir arriba, lo llamé, pero fue en vano. Rápidamente fui a casa de mi cuñada para pedirle noticias, pero no sabía nada. Empecé a sentirme incómodo. Volví a la parte trasera de la cocina y llamé al perro repetidamente, pero fue en vano. No sabía qué hacer. De repente se me ocurrió que si había algo que podía hacerle responder era la frase: "¡Vamos a dar un paseo, Fido!", una frase que siempre le ponía de muy buen humor. Lo dije en voz alta, y un gemido ahogado, como desvanecido por la distancia, llegó esta vez a mi oído. Respondí rápidamente, y se oyó un claro quejido de un perro en apuros. Tuve tiempo de comprobar que procedía del interior del tubo que conecta la caldera con la chimenea. No sabía cómo sacar al perro de allí; los momentos eran preciosos, su vida estaba en peligro. Tomé un mazo y me dispuse a romper la pared allí. Finalmente conseguí, no sin dificultad, sacarlo de allí semivivo, jadeando, en pleno vómito, con la lengua y todo el cuerpo ennegrecido por el hollín. Si hubiera tardado unos instantes más, mi pequeño favorito habría muerto; y como la caldera se usa muy poco, nunca habría sabido el destino del perro. Mi cuñada había acudido al ruido. Juntos encontramos un nido de ratas en el hogar del que parte la tubería. Evidentemente, Fido había perseguido a un ratón hasta el interior de la tubería, de modo que quedó atrapado en ella y no pudo darse la vuelta ni retirarse. "Todo esto sucedió hace algunos meses, y fue publicado en los periódicos locales de la época, pero ciertamente nunca habría pensado en comunicarlo a esta Sociedad, si no hubiera ocurrido entretanto el caso del señor Haggard". (Firmado: J.F. Young). La señorita E. Bennett, cuñada del peticionario, confirma el relato de su pariente. (Para más detalles, me remito a la publicación mencionada anteriormente). Este cuarto caso de telepatía por "impresión" difiere notablemente de los otros dos anteriores, en los que la característica esencial del impulso telepático consistía en la percepción exacta de un llamamiento urgente del animal en apuros, así como en la localización intuitiva del paradero del animal. Aquí, por el contrario, la "impresión" a la que está sometido el perceptor le sugiere la idea de un peligro inminente en relación con el fuego. Sin embargo, la "impresión" es tan fuerte que le induce a vestirse a toda prisa y a ir a inspeccionar la casa; de modo que al llegar a la cocina, y percibir la ausencia del perro, se ve impulsado a llamarlo, buscarlo y salvarlo. De ello se deduce que en este caso el mensaje telepático se expresa de forma imperfecta, asumiendo una forma simbólica; lo que no le resta valor intrínseco, ya que esta circunstancia no constituye una perplejidad teórica. Porque es bien sabido que las manifestaciones telepáticas, en su tránsito del subconsciente al consciente, siguen el "camino de menor resistencia", que está determinado por la idiosincrasia especial del agente y del percipiente tomados en conjunto. Éstas, desde el punto de vista humano, consisten en primer lugar en el "tipo sensorial" al que pertenece cada individuo (mental, visual, auditivo, táctil, olfativo, emocional); después, en las condiciones del entorno en el que vive (hábitos, costumbres, repetición de los mismos incidentes en la vida cotidiana). De ello se desprende que cuando el impulso telepático no se expresa directamente, se transforma en un modo de percepción indirecta o simbólica, que traduce más o menos fielmente el pensamiento del agente telepático, aunque siempre está en algún tipo de relación con el propio pensamiento del agente. Dicho esto, podría decirse que en el caso que nos ocupa la llamada angustiosa del perro en peligro había logrado efectivamente impresionar el subconsciente del perceptor, pero para emerger en su conciencia había tenido que perder gran parte de su claridad, transformándose en una vaga impresión de peligro inminente en relación con el fuego; lo cual seguía correspondiendo a la verdad, teniendo en cuenta que el animal estaba efectivamente prisionero, y en peligro de muerte por asfixia, en el tubo del hogar.

CASO 8 - El profesor Emilio Magnin comunica a los Anuales des Sciences Psychiques (1912, p. 347) el siguiente caso: "He leído con gran interés en los Annales el informe del caso telepático del perro Bobby. Otro caso, bastante análogo, me lo contó hace años mi amigo P.M., uno de los principales abogados del Colegio de Abogados de París, y se lo comunico, convencido de que estoy haciendo algo agradable a mis lectores. El Sr. P.M. de nuestro Tribunal de Apelación tenía una perra española llamada Creola. La mantenía constantemente en París con él, y había colocado su perrera en el pasillo que conducía a su habitación, cerca de la puerta de la misma. Todas las mañanas, en cuanto la perra percibía algún movimiento en la habitación de su amo, empezaba a arañar la puerta y a gemir hasta que se abría. "Un día P.M. confió la perra al guardabosques de Rambouillet para una cacería. "En la mañana de un sábado, muy temprano, el abogado en cuestión escuchó de repente un sonido rasposo en su puerta y un grito. Sorprendido al enterarse así de la presencia de su perra, se levantó rápidamente, convencido de que el guardabosques había vuelto a París para alguna comunicación importante. Abrió la puerta y, para su sorpresa, no vio ni al perro ni al guardabosques. "Dos horas más tarde, recibió un telegrama del guardabosques informándole de que su perra Creola había muerto accidentalmente a manos de un cazador. También en este episodio, en el que la alucinación verídica fue de carácter "auditivo", no parece posible dudar del origen genuinamente telepático de la manifestación. En cuanto a la forma en que se desarrolló el episodio, hay que señalar que esto demuestra que el impulso telepático fue también de naturaleza indirecta o simbólica. Recordando, pues, las consideraciones hechas más arriba, diremos que, puesto que la perra fallecida tenía en vida la costumbre de raspar la puerta de su amo y de gritar hasta que le abrieran, se deduce que el impulso telepático, incapaz de expresarse directamente, lo hizo indirecta y simbólicamente, asumiendo aquellos modos de expresión que eran más familiares para el agente y el percipiente juntos. Observo a este respecto que la circunstancia de que una ley fundamental de la manifestación telepática se realice escrupulosamente incluso cuando se trata de un agente animal, presenta un alto valor teórico, ya que no puede dejar de deducirse que si las manifestaciones telepáticas animales se ajustan a las mismas leyes que las humanas, esto demuestra la identidad de naturaleza de las manifestaciones mismas, y en consecuencia la identidad de naturaleza del elemento espiritual en funcionamiento en ambas circunstancias.

CASO 9 - Reproduzco del Journal of the S.P.R. (vol. IV, p. 289), el siguiente caso, relatado por la Sra. Beauchamp, de Hont Lodge, Twiford; que se expresa así en el extracto de una carta reproducida aquí, y dirigida a la Sra. Wood, Colchester: ".... Megaterio es el nombre de un perrito indio mío, que duerme en la habitación de mi hija. Anoche me desperté de repente al oírle brincar por la habitación. Estoy muy familiarizado con su característica cabriola. Mi marido también se despertó rápidamente. Le pregunté: "¿Oyes eso?" Encendimos una vela, miramos por todas partes, pero no encontramos nada en la habitación, y nos dimos cuenta de que la puerta estaba firmemente cerrada. Entonces tuve la idea de que a Meg le había pasado algo malo: tuve la sensación de que había muerto en ese mismo momento. Miré mi reloj para ver qué hora era, y pensé que debía bajar a comprobarlo. Me quedé un momento indecisa, y mi sueño volvió. Poco después, alguien llamó a la puerta: era mi hija, que, con una expresión de gran ansiedad, me advirtió: "Mamá, mamá, Meg se está muriendo. Todos nos dirigimos a las escaleras y encontramos a Meg tumbada de lado, con las piernas estiradas y rígidas como si estuviera muerta. Mi marido lo levantó del suelo y comprobó que el perro seguía vivo, pero por un momento no pudo comprender lo que había pasado. Por fin descubrió que Meg, sin saber cómo, se había enroscado la correa de su chaqueta alrededor del cuello y estaba casi estrangulada por ella. Lo soltamos enseguida, y en cuanto el perro pudo respirar, pronto revivió y se recuperó. "A partir de ahora, si alguna vez experimento otras sensaciones precisas similares sobre alguien, me propongo apresurarme sin demora. Puedo jurar que oí el característico salto de Meg en la cama, y también mi marido. (Para más detalles, véase la Revista, lugar citado). También en este caso, cuyo origen genuinamente telepático no es dudoso (tanto más cuanto que esta vez eran dos las personas que sufrieron las mismas impresiones auditivas), la manifestación telepática se expresa también en forma simbólica, es decir, que una petición urgente de ayuda, formulada en la mente del perrito agente, llega a los percipientes transformada en el eco característico del salto habitual que el perrito realizaba cada mañana alrededor de la cama de sus amos. Es indudable que tal percepción, dadas las condiciones en que se produjo, no pudo ser la expresión fiel del pensamiento del agente, sino sólo una traducción simbólica-verídica de ese pensamiento; Porque si es lógico y natural suponer que un animal a punto de morir estrangulado haya dirigido sus pensamientos intensamente hacia quienes son los únicos que pueden salvarlo, no sería lógico ni admisible suponer que el propio animal, en ese momento supremo, pensara en cambio serenamente en las zancadillas que él mismo hacía cada mañana alrededor de la cama de sus amos.

CASO 10 - Lo tomo del vol. VIII, p. 45 de los Annales des Sciences Psychiques, que lo dedujo de la revista italiana Il Vessillo Spiritista. "La Sra. Ludow Krijanowsky (ahora Sra. Semenoff), nos relata el siguiente hecho que le ha ocurrido, y que se refiere a la tan debatida cuestión del alma de los animales. "Se trata de un perrito que era un gran favorito de todos nosotros, pero especialmente de Wera, y que, un poco a consecuencia de este cariño y de los consiguientes cuidados de los que era objeto, cayó enfermo. Sufría ataques de asfixia y tos, pero el veterinario que lo trató no dijo que la enfermedad fuera peligrosa. Sin embargo, Wera estaba muy preocupada por él, y se levantaba por la noche para darle friegas y medicinas, pero nadie sospechaba que pudiera morir. "Una noche el estado de Bonika (así se llamaba la perrita) empeoró de repente. Estábamos muy preocupados, sobre todo pensando en Wera, y decidimos ir al veterinario a primera hora de la mañana, porque si lo hubiéramos mandado llamar, no habría llegado hasta la noche. "Cuando llegó la mañana, Wera y nuestra madre salieron con el niño enfermo; yo me quedé en casa y me puse a escribir. Estaba tan absorto en mi trabajo que olvidé que mis padres no estaban en casa. De repente oí al perrito toser en la habitación contigua. Allí estaba su perrera, y como estaba enfermo, en cuanto empezaba a toser o a gemir, uno de nosotros se apresuraba a ver qué había que hacer. Le dieron de beber, medicinas y le ajustaron las vendas del cuello. Por costumbre, me levanté y me apresuré a ir a la perrera. Sólo cuando lo vi recordé que mamá y Wera habían salido con Bonika. Por lo tanto, me quedé muy desconcertado y asombrado, ya que las toses habían sido tan fuertes y distintas que tuve que descartar cualquier posibilidad de error. "Me quedaba pensativo junto a la perrera vacía, cuando de repente se oyó uno de esos gritos con los que Bonika nos saludaba cuando entrábamos en la casa, luego un segundo grito que parecía provenir de la habitación contigua, y finalmente un tercer grito que parecía perderse en la distancia. "Confieso que me impresionó y me estremeció. La idea de que el perrito estaba muerto había pasado por mi mente. Miré mi reloj: faltaban cinco minutos para el mediodía. "Inquieto y agitado, miré por la ventana, esperando impacientemente a mis padres. Por fin vi que Wera volvía sola y, corriendo hacia ella, le dije a bocajarro: "Bonika ha muerto". "¿Cómo lo sabes?", exclamó Wera con asombro. En lugar de responder, le pregunté si sabía la hora exacta en que murió Bonika, y me dijo: "Unos minutos antes del mediodía". Cuando llegaron a la casa del veterinario a eso de las 11, el veterinario no estaba allí, pero la persona de guardia insistió en que esperaran a que volviera, ya que tenía que volver hacia el mediodía para el horario de visitas. Así que se quedaron, pero como el perrito parecía estar cada vez más agitado, Wera lo puso en el sofá, y luego lo dejó en la alfombra, mirando con impaciencia el reloj del abuelo. Para su gran alivio, vio que faltaban pocos minutos para el mediodía; pero en ese momento el perrito sufrió un feroz ataque de asfixia. Wera se dispuso a colocarlo de nuevo en el sofá y, al hacerlo, vio que sus manos y el perrito brillaban con un intenso y deslumbrante resplandor púrpura. Sin entender nada de lo que ocurría, empezó a gritar: "¡Fuego! ¡Fuego!" Mamá no había visto nada, pero al ponerse de espaldas al fuego, pensó que el fuego se había pegado a su vestido, y se volvió asustada, descubriendo que el fuego estaba apagado. Fue en ese momento cuando ambos se dieron cuenta de que la perrita había fallecido, lo que impidió a mamá regañar a Wera por el miedo que su inoportuno llanto había provocado en ella". Este es el interesante episodio narrado por la Sra. Semenoff. Observo que también tiene un carácter simbólico. Como he dicho, es frecuente encontrar casos en los que el impulso telepático asume formas de representación más o menos aberrantes según la idiosincrasia particular de los percipientes. Sin embargo, cuando se producen episodios de esta naturaleza entre seres humanos en los que el agente es una persona fallecida, cabe suponer que, aunque la forma en que se producen depende siempre del hecho de que un impulso telepático no puede dejar de seguir "el camino de la menor resistencia" para llegar a la conciencia del receptor, pueden, no obstante, producirse a veces por voluntad del agente, que se ajusta a la idiosincrasia del receptor. En las colecciones de casos telepáticos publicadas por la Sociedad f.. P. R. hay un episodio en el que una entidad del difunto se manifiesta simultáneamente de tres maneras diferentes a tres personas: una de ellas ve al fantasma, la otra oye la voz del difunto pronunciando un saludo, y la tercera percibe un dulce perfume de violetas, perfume que coincide con el hecho de que el cuerpo del difunto en su lecho de muerte estaba literalmente cubierto de violetas. En tales circunstancias, parece racional suponer que la entidad comunicadora se manifestó conscientemente de diferentes maneras a los receptores, para ajustarse necesariamente a su idiosincrasia personal, es decir, que se manifestó de forma objetiva a la persona de "tipo visual", que transmitió un saludo a la persona de "tipo auditivo" y generó una sensación olfativa para la persona cuyo "camino de menor resistencia" para impresionarle era el sentido del olfato. El incidente que hace racional esta variante explicativa es la frase de saludo percibida por la persona de "tipo auditivo", frase de saludo que difícilmente podría considerarse originada en el tránsito del subconsciente al consciente de un solo impulso telepático, mientras que todo se aclararía suponiendo que la frase en cuestión hubiera sido concebida y transmitida por la entidad comunicadora. Volviendo al caso referido anteriormente, observo en él una circunstancia de hecho que complica la interpretación teórica, y es que la perrita Bonika había muerto en brazos de su propia ama; lo que hace presumir que para el animal moribundo no debían existir motivos emocionales que le llevaran a dirigir sus pensamientos hacia la otra persona familiar que se había quedado en casa, determinando así un fenómeno telepático. Siendo así, debemos concluir que es muy probable que en el caso de los animales ocurra lo mismo que en muchos casos de los seres humanos, en los que el moribundo provoca manifestaciones telepáticas por el mero hecho de dirigir sus pensamientos con pesar hacia el lejano entorno en el que ha vivido tan larga y felizmente. Observo, sin embargo, que, en el caso de los seres humanos, hay otra explicación, que ya no es telepática, sino espiritista, y es que hay que suponer que, en circunstancias especiales, el espíritu del difunto, no liberado tan rápidamente de las ataduras del cuerpo, vuelve al entorno en el que vivía, e intenta todos los medios a su alcance para dar a conocer su presencia a sus familiares. En cuanto al fenómeno luminoso percibido por la mujer que llevaba a Bonika en brazos en el momento de la muerte, no concierne a las manifestaciones aquí consideradas, aunque, desde otro punto de vista, no deja de parecer interesante y sugestivo, teniendo en cuenta que a veces se producen manifestaciones similares en el lecho de muerte de las criaturas humanas.