Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón - Hernan Lavín Cerda - E-Book

Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón E-Book

Hernán Lavín Cerda

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Beschreibung

De una voz que procura sencillez, asociaciones lucidas y densidad inesperada, Hernán Lavín Cerda presenta esta antología poética cuya materia lírica dialoga con la vacilación, la levedad y la ironía de la vida misma. De un tono mas bien franco y desenvuelto se revela una voz que se divierte escribiendo, pero que a su vez mantiene la tensión consigo mismo, hasta lograr descifrarse. El uso de paralelismos, neologismos y referencias literarias, musicales, cinéfilas y filosóficas articulan la experiencia del descubrimiento y la imaginación feliz.

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Veröffentlichungsjahr: 2023

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COLECCIÓN POPULAR
907
TODOS LOS PAYASOS LLEVAMOS LA NARIZ ROJA EN EL CORAZÓN

 HERNÁN LAVÍN CERDA

Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón

Primera edición, 2023 [Primera edición en libro electrónico, 2023]

Distribución mundial

D. R. © 2023, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México

Comentarios: [email protected] Tel.: 55-5227-4672

Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.

ISBN 978-607-16-7997-0 (rústica)ISBN 978-607-16-8062-4 (ePub)ISBN 978-607-16-8090-7 (mobi)

Hecho en México - Made in Mexico

ÍNDICE

   

Sabiduría en las visiones de Hernán Lavín Cerda, Luis Cardoza y Aragón

Bienvenidos al circo

 

Nacimiento de la primavera

Juguete casi cómico

La burla de los chinos

Pequeña historia del bidet

Vámonos tocando jazz

Los hombres nacen para ser felices

Aparición del cerro San Cristóbal mientras oímos la voz de Julio Sosa deslizándose a través del aire que nos llega desde Santiago de Chile

El angelical y diabólico arte de la simulación

Pantagruélicamente

Todos los payasos llevamos la nariz roja en el corazón

Pido permiso, señores, el tango habla y seguirá hablando por ustedes

Mientras escuchamos la voz de Roberto Goyeneche en Buenos Aires

Llorando a lo bestia

Las raíces de la Madre Teresa

No me hagan reír, misericordia, no me hagan reír porque se me caen los dientes del Apocalipsis

Piazzolescamente, sin duda, y a partir de la Balada para un loco

Vámonos tangueando de jazz en jazz

Diálogo más o menos amoroso entre el Panchulo y la Panchula

Aproximación a los enanos cuando va cayendo la tarde

Especulación filosófica alrededor de los mudos y los sordos

Tristeza en el cielo

Vamos saliendo, vamos entrando, ¿vamos saliendo del manicomio?

Aún es el tiempo de las pulgas

El día del descanso obligatorio

Sin duda que aquel perro es una magnífica persona

Divagaciones bajo aquella luz de la luna

Don Miguel de Cervantes Saavedra aparece nuevamente en el escenario

Un antidepresivo magnífico es la observación de las estrellas desde aquel sillón cuyo brazo es cada día más huérfano

Sugerencias al revés y al derecho para tus pantalones de mezclilla

Supongamos que Dios creó al hombre a lo lejos, casi fuera del mundo

Descubrimiento de la lluvia

Piedad y melancolía en la calvicie de Nuestro Señor Jesucristo

Así como van las cosas

Todo brilla y vibra en la médula de todo

Oda para la que nunca pudo ser en el aire del mundo

La sombra

Visiones de México

Vendrá la lluvia

Música en el Tajín

Una flor en la ventana

El canto del zanate

Nuevo elogio de la sombra

Aparición de la madre en la calle Bellavista

Aproximación a la geografía humana

La muy bella tenía la costumbre de usar calcetines acanalados, aunque este título no tenga nada que ver con el cuerpo del poema

Instrucciones para Julio Cortázar, quien no deja de sonreír con un entusiasmo envidiable

Y después del amor

¿por qué se oxidan no solamente los cartílagos?

Un viaje alrededor de los zapatos chinos

Árbol de la memoria

Ahora y siempre, lo recomendable es mantener la boca cerrada

La borrachera de Galileo

Ultratumba (Latidos de aquel tiempo)

Beato de Liébana

Las piedras de Gabriela Mistral

Altamira

La mujer barbuda

Crónica histórica sin perder el ritmo de la música de Astor Piazzolla

Aún estamos en noviembre del año 1997 y los benditos o malditos taxis brillan y brillan por su ausencia

Se escapó la vaca

Sabiduría de los zapotecas

Aparición del hombre de la joroba

Como cuando éramos niños

Vallejianamente

Cuánto amor entre el padre y la madre

Todo el júbilo entre los dientes y las muelas

Aquel amor pianísimo, como en los orígenes

Con música de clavicordio

Una visita al matadero

Memorial de las caballerías

Aquel recuerdo de infancia

Algo sobre la vida e invocación al Dios de las Transfiguraciones

Sopa de calabaza con espinacas

Nadie ha perdido en el aire del mundo la razón, todavía

Aparición de Teresutra Lancaster y otras visiones palpitando en el aire

Breve historia del Universo

Así como van las cosas, nadie sabe nada, todavía

Vuestro Inseguro Servidor también acaricia tu rodilla por debajo de la mesa, con un entusiasmo insuperable

Aparición de Lucrecia D’Ors en el aire del mundo

Váyanse con la música

Que nos perdonen las hormigas

El baile de Pablo Picasso

El antiviejo en el aire de la antigimnasia

Alabanza del crucifijo

Fascinación por las alfombras de la antigua Persia

Apariciones de Eugenio Montale y Pablo Neruda junto al mar

El Jitomato no sabe qué hacer con la neurosis de la Perejila

Viaje alrededor del Punto G

Metamorfosis de Roberto Bolaño (1953-2003)

Decálogo de todos los días

Cada uno se despide

Visiones de la antigua Rusia

¿por qué no me adoptan?

Pensar no es un fenómeno muy divertido

Sin saber cómo, ciegamente, sin saber cuándo

Memorial en tres tiempos

El arte de amar (La Danza del Péndulo)

Las flores del acanto nos observan con alegría

El amor entre Raúla y Gracielo fue siempre un amor de película

Apología del beso como una de las Bellas Artes

Cada uno se cae como puede

¿otra vez el Premio Nobel?

Memoria del niño que corre por encima de las piedras azules

El fantasma

Jorge Luis Borges, Don Quijote de la Mancha, los laberintos y algo más

Visita de Woody Allen a Venecia

Viaje alrededor de aquella fenicia en el aire del mundo (Diálogo con el espíritu de Gonzalo Rojas en aquel tiempo)

No deja de crecer la oreja del corazón

SABIDURÍA EN LAS VISIONES DE HERNÁN LAVÍN CERDA

 LUIS CARDOZA Y ARAGÓN

  Nos conocemos poco en Latinoamérica y, lo que es peor, nos conocemos mal. He leído y estudiado las antologías recientes que nos dan pistas; raras veces nos dan revelaciones.

Yo siento influencias considerables, dentro de la poesía continental, de la poesía que casi es prosa eléctrica de algunos de los poetas de los Estados Unidos; es tan fuerte tal presencia que sin alta categoría es poca cosa. Dentro de la sencillez, de lo conversatorio, de lo suavemente confidencial, no debe faltar nunca la tensión que nace de la riqueza, la economía y la exactitud. Siento una mezcla de esta influencia sobre todo en lo más coloquial que proviene de Jules Laforgue, cuyo centenario de su muerte se recordó vagamente.

No hicieron caso alguno de Laforgue los surrealistas franceses, quienes descubrieron y situaron a Lautréamont más que a Rimbaud. Vislumbro que el tono clownesco fue antagónico a esa seriedad que hay en la dolorosa burla, en el horror, en el vómito, en el hastío del dadaísmo. Todas esas marejadas pasaron, convertidas en gravedad imprevista y en estudiosa trascendencia revolucionaria, a lo más impaciente y admirable del surrealismo. Se sigue leyendo, con el fervor que merecen, a los románticos alemanes, esos grandes precursores. Poco nos hablan los ensayistas de dos influencias que advierto en mis lecturas: René Char y Francis Ponge.

Diría que el carácter arbitrario de las antologías es una de sus virtudes. Después de las innovaciones formales de César Vallejo y Pablo Neruda, sobre todo de Vallejo que se inventó un idioma, se ha ahondado no tanto en experimentación formal cuanto en la expresividad y en la desnudez, en lo que imaginamos la especificidad poética que siempre es un milagro del lenguaje. Y esa misteriosa esencia delicadísima la vivimos también en formas tradicionales en las cuales se expresan voces maravillosas.

Ahora tengo en mis manos, de Hernán Lavín Cerda, un libro que me ha interesado y no sé por dónde comenzar a decir que me atrae por varios motivos y situaciones: lo leí abriéndolo aquí y allá y una y otra vez encontré un poema, o si no un poema, encontré una prosa imprevista. Después de repetir tal proceder me decidí por la lectura rigurosa con la certidumbre de que su ordenamiento contenía sentido.

El libro es suave, a veces, y casi todo oculto. Lo leo poco a poco porque me va cautivando su escritura, la brisa que cruza por sus ramas, en la cual se mezcla el ingenio con el canto, así como cierta convulsión y un sentido del humor múltiple, dentro de un tono de sencillez aparente.

La poesía no se lee; la poesía se relee siempre. Profundidad, como escondida, de escritura pirógena. ¿Logra expresar lo que quiere expresar? A veces los que confiamos en las potencias oscuras conseguimos cosas mejores que aquellas que anhelábamos decir, exaltados por la lucidez y la ebriedad del lenguaje.

En esa forma en donde parecería que no hay nada, se siente un perfume, como diría Eliseo Diego, un sonido negro, el caudal de esa nada que deja su huella espléndida. Y releo y me conmueve porque aquel conjunto de logros es dueño de profundidad emotiva manifestada con llaneza, como por casualidad que se vuelve tan constante que el libro suele iluminarse con estupores: este azar puntual constituye la unidad de sus cimas.

Su poesía pensativa avanza lúdicamente con asociaciones inesperadas que producen accidentes que son felicidad. En su apariencia de juego, en su juego de apariencias, nunca falta lo insólito y el sobresalto ante el mundo que despertaron mi curiosidad. No sé en dónde arranca esta súbita poesía y menos sé adónde va. Si lo supiera, ¿para qué leerla?

Hay una irrisión y un elogio de la vida. A veces percibo que se halla dotado para asombrarse con cualquier cosa sin ser por ello infantil: es sin duda un poeta con gran sabiduría y de visiones personalísimas.

No es su oscuridad la que nos perturba sino su lucidez.

Lo siento colmado de relaciones vitales y librescas; las librescas son también relaciones vitales e invencibles como las relaciones del destino.

Hernán Lavín Cerda, gusto de tu estilo de tejer el alba.1

1 Las palabras del inolvidable maestro Luis Cardoza y Aragón fueron escritas como introducción a otra de mis obras antológicas, y están fechadas el 7 de diciembre de 1988. Como diría el no menos inolvidable José Emilio Pacheco, no me pregunten, Dios mío, cómo pasa el tiempo. Reproduzco ahora estas líneas como un homenaje al maestro que descubrió en aquellos días el espíritu que atraviesa toda nuestra creación poética, tanto en verso más o menos libre como en prosa.

BIENVENIDOS AL CIRCO

  Alguna vez le oímos decir a Federico Fellini que todo nace y muere y va resucitando desde el vientre materno del Circo, aquel Circo nuestro de cada amanecer. De allí venimos y hacia allí volveremos, paso a paso, algún día.

Me siento algo incómodo cuando hablo del circo nuevamente, después de haberlo hecho en todas mis películas. Puedo decir que las coincidencias más o menos misteriosas e indescifrables ya existían. Una especie de reverberación exultante, profética y anticipadora. Eso es cuanto recuerdo de la primera vez que puse mis pies bajo el regazo jadeante, húmedo y silencioso de una carpa de circo. Me sentía como en mi propia casa dentro de ese gran hueco encantado, con el aserrín húmedo, los golpes de martillo, las caídas más o menos sordas que venían de algún lado, el relincho de un caballo muy cerca, tal vez lejos, la memoria no siempre es muy fiel, y el caballo sigue instalado en el abismo de la memoria. ¿Cómo olvidar el relincho de aquel caballo? Todo sucedía en el circo de Pierino que ya describí en mi película Clowns, un circo que debía ser muy pequeño, pero que a mí me pareció inmenso, así es, una especie de nave espacial, un globo aerostático, algo en lo que hubiéramos podido viajar y viajar y viajar. Cuando llegó la hora del espectáculo y alrededor de mí, que estaba sentado en las rodillas de mi padre, estallaron las cornetas, las luces, los aplausos, el redoble de tambores, las mímicas y gritos de los payasos, su desaliño bufonesco y andrajoso, su cómica irracionalidad, yo tuve la confusa sensación de que ellos me estuvieran aguardando, sí, de que me esperaban con sus brazos abiertos. Me pareció que me reconocían, como aquellos títeres que pueden ver desde el escenario a Pinocho al fondo, junto al telón, y lo saludan como a uno de los suyos y lo llaman por su nombre, abrazándolo y bailando juntos durante toda la noche. Yo volví todos los días al circo, no muy lejos de mi casa, hasta que acampé ahí con el propósito de observar los ensayos y todos los espectáculos. Recuerdo que una vez me buscaron con desesperación hasta más allá de la medianoche, y a ninguno de la familia se le ocurrió pensar que yo estaba a pocos pasos de ahí, oculto en el circo. Pero una semana más tarde el maestro Piero Giovannini supo de esa ausencia mía y me hizo una severa reprimenda en la escuela: ‘Tenemos un payaso en la clase’, dijo señalándome con el puntero. Y yo casi me desmayé, sin duda, pero de alegría.

Ser un payaso en el más alto y profundo de los sentidos, significa lo que habitual o coloquialmente no es. Diríamos que ser un payaso también equivale al arte de irnos cayendo, paso a paso, desde la piel al alma. Y a partir de ese momento, ya todo es posible. “Ser, entonces, no es más ni menos que una ceremonia incesante”, me soplan al oído mientras uno se desliza, inmóvil, durante el sueño. ¿Quién habla? ¿Quién escribe a través de nosotros como en un rapto, día tras día, apareciendo y desapareciendo en una ceremonia incesante? Sospecho que la luz y la oscuridad de la vida no dejan de palpitar en estas escrituras. Vida en palabras: eso es todo. Palabras que pueden sonreír, llorar y reír al unísono. Un trabajo de buzo en las profundidades del yo, ese yo no sólo individual sino también colectivo. Aquel difuso y deslumbrante yo de nuestra especie.

El Arte de la Palabra es una investigación o iluminación de algunas zonas oscuras que no están a la vista. El poeta Oswald de Andrade dice en su texto 3 de mayo: “Aprendí con mi hijo de diez años/ Que poesía es el descubrimiento/ De las cosas que no se ven”. El personaje único de nuestras escrituras, entonces, o casi único (porque no hay nada único en esta vida), no es más que la especie humana, como ocurre secular y ecuménicamente. El esquivo, paradojal y equívoco ser humano: esa criatura que puede llegar a ser múltiple en su grandeza y en su miseria.

Su Majestad el Lobo Sapiens, alias ¿Hernán Lavín Cerda?, también se siente muy feliz cuando tiene el privilegio de ejecutar los saltos mortales, no, sí, no, más bien los saltos inmortales bajo la carpa del circo mundial donde todos compartimos el mismo entusiasmo y la misma esperanza. Aleluya entonces, mis queridos amigos y lectores, aleluya. Pónganse cómodos, están en su casa, pónganse más felices que nunca, sí, que nunca jamás, puesto que la función del gran circo está a punto de comenzar en este mismo instante. ¡Aleluya, bienvenidos, aleluya!

 Ciudad de México, septiembre de 2019, bajo la lluvia, y aquel sol que aparece y desaparececon una felicidad caprichosa y envidiable.

NACIMIENTO DE LA PRIMAVERA

  ¿Adónde van los muertos cuando dejan de morir? No lo sé. Tal vez nadie lo sabrá nunca. Hoy amanecimos con el viento de la primavera entre los castaños del Parque Forestal, en Santiago de Chile. Desde aquí recuerdo al filósofo que podía navegar con júbilo en el río de sus inquietantes divagaciones. ¿Es tanto lo que no sé? ¿Y cómo? ¿Es que alguna vez habré sabido tanto, que es tanto lo que no sé?

Por ahora, soy un ser microscópico o más bien imaginario, como decía Jorge Luis Borges caminando alrededor de su tumba en el cementerio de Ginebra:

 Un hombre se propone la tarea de dibujar o desdibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos donde no habita nadie, de montañas, de bahías, de naves que aparecen y desaparecen bajo la bruma, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros que olvidan su naturaleza, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas rectas y curvas traza la imagen de su rostro.

 

Aún soy un ser microscópico cuya mayor virtud es el entusiasmo del olvido que se atreve a nacer y a seguir creciendo desde el manantial de la memoria. Los científicos dirán que todavía soy un aerobio que sólo puede vivir en la bóveda del aire. Sospecho que no se equivocan y están en lo justo, por ahora. De cualquier modo, la pregunta sigue dando vueltas en el aire como si fuese una moneda de oro muy antiguo. ¿Adónde van los muertos cuando dejan de morir? No lo sé, todavía. Nadie en mí lo sabe. ¿Tal vez nadie lo sabrá nunca?

JUGUETE CASI CÓMICO

 Al espíritu de Francisco de Goya y Lucientes

  1. LA NARIZ DE AQUILINO

 

A nuestro amigo Aquilino Huerequeque

le volaron la nariz de un machetazo

en las inmediaciones del río Amazonas.

Fue una nariz de gancho, como la mano de un paraguas,

y su hermosura no era de este mundo.

Aquilino permaneció desnarigado durante varios días

hasta que al fin le devolvieron la nariz a su lugar de origen,

pegándosela con savia de árbol y babas de serpiente.

 

Pero hubo una equivocación imperdonable:

la nariz fue pegada al rostro con los orificios al revés

y Aquilino Huerequeque tuvo que acostumbrarse

a su nueva vida que consistía en estornudar hacia el cielo

o fumar como chimenea que lanza el humo por las nubes.

 

Desde aquella mañana del jueves 7 de octubre, Aquilino

se ha convertido en la máxima atracción turística

que ustedes pueden admirar si navegan por el río Amazonas,

allí donde las narices aparecen y desaparecen como por encanto

o más bien por arte de magia pura e impura, gracias a los espíritus

que van y vienen por el aire del mundo y seguirán flotando como en los orígenes.

  2. VUELVE JUNTO A NOSOTROS

 

De Santaclaustrofobia enloquece

esta nariz oblonga

como apéndice mucho más de monoludens

que de sapiens o de faber.

Nariguda nariz de erudito

precoz, genio inmortal

o monstruo de la naturaleza.

 

Nariz colgante de la ternilla

de sí misma, desdoblada en su locura

de oblonga ineludible, como se dijo, Diosmente,

al recordar el origen de su olfato en el aire.

 

Por ella estornuda y bosteza el lúdico,

por ella el lúcido en su silencio

a menudo genial o entre las nubes.

 

Vuelve junto a nosotros, nariguda nariz

del primer día.

Vuelve como si estuviéramos en el último.

  3. LA NARIZ DE SÓCRATES

 

Elefantiásica es la nariz de Sócrates Huerequeque,

el único hermano de Aquilino:

más que por sus dimensiones,

lo creo y lo repito por esas arrugas de mastodonte

que suben hacia la región más enigmática del tabique nasal.

Sócrates observa el perfil de su nariz en el espejo

y descubre que la realidad es una parodia

de otra realidad imperceptible:

—Nunca pensé que llegaríamos a esto.

dice con algo de tristeza.

¿Será éste el único modo de ser contemporáneo?

El ojo mío se pierde en el tabique, la visión se me nubla

y me pongo sentimental, burlón, escéptico

a la manera de Aquilino, mi fraterno burlador siempre burlado.

 

Más que enigmática es la nariz de Sócrates Huerequeque:

no lo digo tanto por sus dimensiones

como por esas arrugas de paquidermo

que equivalen a los primeros signos cuneiformes

en la historia cada día más vacilante de la eternidad.

  4. LADRIDO Y MORDEDURA

 

Nariz que ladra, según y cómo:

muerde, no muerde, muerde, no muerde,

pero tampoco deja dormir.

 

Nariz que ladra, según el cuándo:

duerme, no muerde, muerde, no duerme

aunque tampoco se abre para seguir.

 

Nariz que ladra en la claustrofobia.

Nariz que ladra en la fotofobia.

Nariz que ladra en la teofobia.

 

Nariz para cortar queso. ¿Nariz de Celestina?

Nariz de Celestina. ¿Nariz para cortar queso?

Celestineando. Celestineando.

 

Torpe nariz que ladra sin saber cómo.

Loca nariz que muerde sin saber dónde.

Turbia nariz que ladra sin saber cuándo.

  5. COMO UN HUÉRFANO

 

A pesar de la anemia perniciosa,

el apetito de esta nariz no tuvo límites.

 

Aquella mujer lo sabe, lo adivina

y quisiera arrepentirse a tiempo,

pero es inútil, siempre es inútil.

 

A pesar de la amnesia perniciosa,

lo libidinoso del apetito no se perdió en el olvido

y la nariz tiembla como un huérfano

en la medianoche de esta ciudad estéril.

  6. UNA CANCIÓN MUY ANTIGUA

 

¿Cura para una nariz roja?

Succionar como un demonio

hasta volverse graciosamente azul.

 

Sin caricatura no hay hermosura.

No hay diablo que valga la pena

sin caricatura, venid a mí, sin caricatura.

 

La universalidad de esta canción

tiene que ver con el Maligno

cuya nariz es más roja que las nubes

infiltradas por el sol en el verano.

 

¿Cura para una nariz satánica?

Succionar como el ángel de las tinieblas,

así es, de las tinieblas, hasta que el azul

vaya perdiendo toda la gracia de su equilibrio.

  7. CABALLUNO EL ROSTRO

 

Las ovales caras caballunas

y una nariz al fondo, siempre el fondo

de los tonsurados, ungidos y castrados

en un paisaje de fin de siglo

con carnes hambreadas oscuramente.

 

Cabezas desolladas, ojos vidriosos

y una inmensa nariz al fondo del paisaje

donde la realidad no es una sola

y hay una especie de rata multiplicándose

en las ondulaciones de la nariz del siglo.

 

¿Caballuno el rostro? ¡Hocico en sangre!

Las infernales caras caballunas

y una nariz al fondo, siempre al fondo

de la realidad que parece venir de muy lejos

y amenaza con abrumarnos ¿cómo en el Apocalipsis?

  8. DESCRIPCIÓN DE VENANCIA

 

Hay mujeres que estuvieron a punto

de ser hermosas, muy hermosas,

pero un desliz desafortunado

hizo que el encanto acabara en comedia.

 

En el otoño de 1981 conocimos a Venancia, la novia

de Aquilino Huerequeque, y de inmediato la describo:

cabellera de color caoba, frente muy amplia, cejas mínimas

aunque precisas en su dibujo, pestañas largas, ojos

como los del colibrí persiguiendo a su mariposa,

nariz de Afrodita, labios perfectos como de virgen,

y luego el desliz en aquel vacío del mentón, la insólita mandíbula.

 

¿Qué pudo suceder en tal espacio?

¿Cómo es posible que todo concluyera en un gesto

de espiral endemoniada, cada vez más endemoniada?

Ya casi no hay mentón en el rostro de Venancia, el sueño de Aquilino.

Sólo de vez en cuando ella sonríe, observa el desliz de las nubes

y todo se ilumina como si los comediantes fueran subiendo al escenario.

  9. LA ÚLTIMA COMEDIA

 

Jamona en movimiento perpetuo,

casi perpetuo y con la nariz ganchuda

para olfatearlo todo, así es, todo:

jamona en la imaginación olfativa

de Ángel Castillo, cómplice de Jack Livi,1

aquel matarife cuya obra quedó inconclusa

en el laberinto de esta ciudad ¿cada vez más desértica?

 

Jamona en su establo,

ternera transfigurada hasta lo absoluto

con esa nariz de rabo o de salchicha:

ternera multípara en rotación abierta, no hay duda,

ternera multitudinaria en traslación gozosa.

 

Hueles a comedia agridulce, capricho mío:

no hay estiércol, sin embargo, no hay estiércol,

más bien no hay estercolero para el desliz de tu figura.

  10. ESA MIRADA DE JABALINA

 

Hemos descubierto a Dios en la nariz de la jabalina

que nos observa desde el zoológico en paz y sin mover los ojos

con una curiosidad de criatura profundamente religiosa.

 

Entonces pienso en Venancia, la musa de Aquilino, su musaraña,

y el júbilo es casi infinito porque dicha nariz constituye la prueba

de que la reencarnación existe no sólo en este mundo:

 

también es real en las vibraciones aparentemente imaginarias

desde donde somos y seremos observados por Dios

durante mucho tiempo, con esa mirada de jabalina sospechosa.

 

Nunca dejarás de ser para mí como la más linda

de las esterculiáceas, esas plantas aún más bellas que el cacao.

1 Destacados personajes, junto al autor, de una especie de trinidad enigmática.

LA BURLA DE LOS CHINOS

  

Después de casi todo, creo que los chinos

colgando del aire, ¿se dice así?, tienen la razón:

cualquier occidental que descubra su rostro en el espejo,

verá que los ojos de nuestra raza, vaya uno a saber, ¿se dice así,

así se dice?, aún son de vaca enferma de melancolía

y separados entre sí, sospechosamente separados.

 

Cualquier occidental que observe su rostro en el espejo,

descubrirá que somos capaces de sonreír como sonámbulos

o más bien como gatos hipnotizados por el vaivén de un péndulo.

 

Cualquier occidental que insista en descubrirse a sí mismo,

podrá ver cómo crecen nuestras grandes orejas

más allá de la nariz que nace arriba, siempre arriba,

muy arriba, desde la frente y en medio de los ojos

separados entre sí, sospechosamente separados.