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Tolna, El Despertar nos adentra en los orígenes de la primera batalla que transcurre en ese planeta, luego de haber sido invadido por una raza alienígena proveniente de Skällia. Habiendo destruido su mundo natal, los eskälianos se instalaron en Tolna y lograron mimetizarse con los nativos ocultando su forma real para infiltrarse más fácilmente en todos los puestos de poder. Los protagonistas se encuentran involucrados en el cambio de un paradigma social, formando parte de una compleja trama que afectará el curso de la historia del planeta entero y los llevará paso a paso a confrontar a una sociedad dormida y subyugada. En una tierra con dos soles y una temporada de violentas tormentas, llamada Nagyharok, en la que las cargadas nubes alcanzan a bajar hasta el nivel del mar y los rayos azotan por doquier, la monarquía invasora titubea por primera vez en dos siglos. En Gazda, la ciudad capital, luchas internas de poder y destellos de una inminente revolución ponen en riesgo al siniestro plan de los líderes eskälianos, quienes explotan a los nativos y experimentan con su genética en busca de la inmortalidad. En el centro del conflicto se hallan los destinados a cumplir con la profecía del oráculo, una sabia y misteriosa mujer llamada Terida, quienes juntos deberán liderar El Despertar enfrentándose por primera vez a la monarquía regente.
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Seitenzahl: 494
Veröffentlichungsjahr: 2024
Grasset & GrassetTolna : el despertar / Grasset & Grasset. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-4979-2
1. Novelas. I. Título.CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
INTRODUCCIÓN
ELERRADICADOR
GAZDIANOS
EL REEMPLAZO DE SZOLGA
DUELO
LARGA VIDA A LA REINA
LUNA SANGRANTE
RESISTENCIA
DICCIONARIO
“No me comunicaré
contigo de ninguna
otra manera que
no sea a través
de la ficción”.
Tolna fue invadido por una especie alienígena proveniente de Eskälia, un planeta belicoso de tecnología avanzada y habitantes de sangre fría. Los eskälianos, de aspecto reptil humanoide, habiendo consumido todos los recursos naturales de su planeta de origen, partieron de una tierra arrasada en búsqueda de nuevos mundos para explotar. Los pacíficos nativos de Tolna fueron atacados por sorpresa y sometidos sin piedad, puesto que los invasores no perdieron tiempo en negociaciones innecesarias: capturaron, asesinaron y reemplazaron a los líderes tolnianos por eskälianos en todos los puestos de poder. Hátar, el conquistador, ordenó encarcelar a la princesa Ignea de Tolna y exterminar hasta el último de los nativos que se opusiera al nuevo orden. Desde entonces, donde antes había libertad, se impuso la esclavitud y donde hubo creación, imperó la destrucción. Se quemaron libros, se demolieron ciudades y se eliminó todo aquello que pudiera recordar a los nativos su identidad e historia. La cultura tolniana había sido borrada de la faz del planeta.
Como toda especie parásita, la eskäliana sabía que debía superar en número a la especie invadida para terminar de conquistarla. Dado que los tolnianos eran muy saludables y sus existencias eran largas, llegando a vivir una media de quinientos años, y los eskälianos no eran tan afortunados teniendo cortas y frágiles vidas, las necesidades reproductivas de los últimos se tornaron imperativas. Entendiendo esto, el autoproclamado rey Hátar ideó una forma de eliminar la fertilidad de los tolnianos esterilizándolos con una sustancia tóxica incorporada en todos los alimentos, bebidas y otros productos ingeridos cotidianamente por los nativos, a los que pronto denominarían simplemente “reemplazos”. El consumo de esta sustancia, llamada Ssarg, además de infertilidad también generaba dependencia y deterioro físico y mental a los nativos, debilitando su replicación celular, por lo que a los tolnianos se les redujo el tiempo de vida.
En un principio, los eskälianos sometieron a sus esclavos mediante la violencia y el terror pero al poco tiempo lograron ocultar su verdadero aspecto y mimetizarse con los nativos. Desde entonces, la violencia inicial dejó de ser necesaria y los conquistadores pudieron avanzar fácilmente hacia su objetivo.
Nuestra historia comienza cuando han pasado casi dos siglos desde la invasión del planeta. Los descendientes de los tolnianos originales ya no se reconocen como tales. Sin recuerdos ni identidad, trabajan esclavizados hasta la muerte para el sistema dominante. Resignados a lo que consideran su destino inexorable, trabajan y consumen Ssarg hasta morir sabiendo que serán sustituidos por algún otro “reemplazo” que sufrirá la misma suerte.
Ya no queda rastro de la verdadera historia de Tolna. Varias generaciones de gobernantes eskälianos han continuado el trabajo de Hátar. Su último descendiente varón, el rey Eros, nacido en Tolna, que desde temprana edad sintió especial atracción por las mujeres nativas, carecía del autocontrol que poseían sus predecesores y la belleza de la princesa Ignea, que aún prisionera no había envejecido en absoluto, lo terminó obsesionando. Fue así que, en contra de todas las leyes establecidas por Hátar, en un rapto demencial, Eros tomó a la princesa por la fuerza, mezclando la genética eskäliana con la de Tolna por primera vez desde la ocupación.
Los invasores repto–humanoides habían logrado imponer su agenda durante casi dos siglos pero ahora la verdad saldría a la luz...
ELERRADICADOR
Se avecinaba una gran tormenta, infinitas nubes oscuras amenazaban desde el cielo. Todo parecía gris excepto por unos segundos cuando los relámpagos iluminaban todas las superficies de los techos, torres y árboles muertos. Mientras la lluvia caía miles de kilómetros hasta el suelo, todo lo que se podía ver estaba cubierto de una capa de agua que reflejaba los últimos rayos de luz.
Era precisamente el momento exacto para el cambio de turno de trabajo en Eros Bore. Miles de reemplazos trabajaban allí día y noche custodiados por las autoridades más viciosas y crueles. Al final del turno, se liberaban durante un par de horas y la mayoría se dirigía al pub más cercano. Hombres y mujeres jóvenes, exhaustos, se magullaban el cuerpo todos los días para obtener migajas de crédito. No era una sorpresa que gastaran lo poco que conseguían en Ssarg, tratando de olvidar lo miserables que eran sus vidas.
Esa fue la razón por la cual Nyom Rult decidió abrir el Hatch Parlour y darle a los reemplazos lo que anhelaban. Por un lado, él mismo solía ser perforador, por lo que sabía lo triste que era esa historia. Pero por otro lado, para poner fin a su propia miseria, necesitaba ocuparse de proporcionar a los demás aquella sustancia tóxica que, en realidad, estaba absorbiendo su vitalidad. Y él lo sabía.
El Hatch Parlour era un bar sórdido y de mala muerte, situado justo al lado de Eros Bore. Desde afuera se podía escuchar la melodía de gruñidos y peleas mezclada con el ritmo de la perforación continua. Era una banda sonora desagradable de escuchar. Incluso cuando creían que eran libres, simplemente estaban atrapados en otro lugar.
No había huellas del kedcar negro que estacionó en el Hatch esa noche puesto que los vehículos ya no necesitaban ruedas para un transporte rápido y eficiente. Un hombre alto, vistiendo un impermeable con capucha, salió del coche y se paró junto a la entrada. Al lado izquierdo de la puerta había una pequeña luz roja parpadeando.
—¡Lárgate de esa silla, reemplazo! ¡Si no pagas, no tienes lugar aquí! –dijo la camarera, quitando la botella de Ssarg de sus jóvenes manos.
—¡No puedes negarle un poco de Ssarg a un hombre agotado como yo, maldita! –El joven agarró desesperadamente a la empleada por el brazo pero fue interrumpido por el fuerte sonido de la puerta de entrada golpeando contra la pared. Se escuchó un trueno. Toda la habitación quedó paralizada. El encapuchado había entrado.
Hubo un silencio total mientras el sujeto caminaba hacia la barra excepto por el sonido de sus pasos que, lenta pero constantemente, imponían un nuevo ritmo a la triste canción que estaban acostumbrados a escuchar en el Hatch. Pensó que a la nueva canción le faltaban algunas voces, así que añadió en voz alta:
—Espero que estén pasando una noche agradable. Mi nombre es Zornyas. Estoy buscando a alguien y no tengo tiempo que perder porque cuando se trata de encontrar, soy el mejor hombr...
—¡Tú no eres un hombre! –Interrumpió el joven que aún luchaba por la botella de Ssarg.
De repente, Zornyas disparó su arma y la botella se hizo añicos.
—Dije que no tenía tiempo que perder ¿Alguien más siente la necesidad de cuestionarme? Les daré un par de segundos más...
—Estás buscando a Nyom ¿Verdad? –dijo la camarera, sacudiéndose del miedo. Le temblaban las manos mientras trataba de presionar el botón de pánico debajo del mostrador.
Un segundo disparo sacudió la habitación y casi alcanzó la mano derecha de la camarera nerviosa. Para entonces, seguramente ya sabían que no debían meterse con Zornyas.
—Vi la luz roja parpadeando afuera. Sé lo que eso significa. ¡NECESITO HABLAR CON NYOM RULT DE INMEDIATO! –gritó el encapuchado.
—No es necesario usar la violencia, Zornyas. –La voz provenía de la puerta trasera.
—No puedo decir que esté sorprendido, después de todo, los rumores tienden a ser bastante ciertos la mayor parte del tiempo...
Zornyas saltó ferozmente sobre la espalda de Nyom y lo tomó por los brazos dejándolo inmóvil.
—“Un reemplazo siempre repetirá” –El encapuchado le susurró al oído. Después de atar las manos de Nyom, Zornyas se quitó el impermeable dejando al descubierto su rostro por primera vez.
El joven de veintidós años era tan hermoso que algunos reemplazos dirían que casi parecía femenino. Su cabeza llena de cabello rubio rojizo caía a ambos lados de su fuerte mandíbula. Sus ojos verdes contenían tanta pena y enojo que penetraban a cualquiera que se atreviera a cruzarse en su camino. La suave piel de su rostro no tenía suficiente pelaje para considerarlo un hombre barbudo. Irónicamente, empapado bajo la gabardina, llevaba una sudadera blanca ahora transparente. Había grandes cicatrices en su pecho probablemente producto de una pelea con cuchillo y una letra “T” tatuada en su hombro.
Cuando ambos llegaron a la entrada, dirigiéndose al kedcar, cuatro hombres estaban esperándolos allí. Tres de ellos estaban armados con cadenas y algunos equipos de metal, el cuarto, un joven salpicado de un líquido verde fluorescente, señalaba a Zornyas.
—¡Ese es el “hombre” que me disparó! A un muchacho sediento y desarmado como yo...
La luz roja que titilaba junto a la puerta de un local comercial significaba que su propietario era neutral. Los neutrales solían ser reemplazos, obedecían las órdenes de sus superiores o, como suele decirse, simplemente repetían. Sin embargo, esa luz intermitente significaba que habían matado a su superior. Símbolo que ahora servía como medalla, y también como advertencia. Los guardias reales no eran bienvenidos. Los neutrales fueron y siempre serán forajidos pero para mantener la tregua con la corona debían aportar a la causa. Por eso el negocio principal de Nyom era proporcionar Ssarg a los reemplazos que albergaba. Y había estado manejando el negocio como un profesional. Ningún miembro de la Guardia Real había irrumpido en el Hatch desde hacía años y no había reemplazos desatendidos. Ellos sabían que estaban protegidos por la banda neutral de Nyom y nunca habían dejado de estarlo. Hasta ahora.
—Bueno, bueno, bueno, tengan cuidado ahora... Está armado y dispuesto a disparar nuevamente. No se dejen engañar por su linda apariencia, es un hombre peligroso al que todos se enfrentan aquí. –Advirtió Nyom.
—¿Por qué sigues llamándola...? –El joven sediento no pudo terminar esa frase, sus cuerdas vocales resultaron desgarradas por el tercer disparo. Fue tan rápido como un rayo cayendo del cielo, de hecho, uno golpeó en ese momento exacto. La canción de Zornyas estaba llegando a su clímax.
Tras observar al joven muerto, ya no tan sediento, uno de los tres hombres armados azotó su cadena golpeando la mano de Zornyas y su arma cayó a un lado. Inmediatamente, ya desarmado, empujó el viejo y débil cuerpo de Nyom Rult al suelo y bloqueó la cadena que, una vez más, encontró su camino de regreso. Estiró su brazo para enroscar una porción de la cadena y la empujó con fuerza hacia atrás, atrayendo a su oponente hacia él.
Mientras este último volaba por el aire golpeando cada gota de lluvia entre ambos, Zornyas saltó lo más alto que pudo y aterrizó pesadamente sobre la cabeza del hombre, enterrándola en el barro. En ese mismo momento se alejó apenas unos metros del segundo hombre armado. La belleza pelirroja azotó la cadena apuntando al cuello del segundo hombre y lo estranguló, luego su puño golpeó los testículos del neutral mientras el pobre hombre gritaba a todo pulmón:
—¡NO MIS BOLAS! ¡PODRÍA SER FÉRTIL!
El joven tenía la esperanza de que la confesión ganara algo de simpatía por parte de Zornyas pero fue exactamente lo contrario de lo que sucedió, su mirada se estrechó y entrecerró los labios.
—Oh! Engendrar... Generación tras generación perpetuando el dolor y la tristeza... O en tu caso: la neutralidad. –Dijo Zornyas.
El sonido de telas, piel y carne rasgándose aterrorizó al tercer hombre que ya estaba decidido a rendirse. Otro rayo golpeó sobre la tierra empapada, el gran final se acercaba.
—¡Piedad! ¡Piedad! –El tercer hombre rogaba por su vida.
—Algunas personas pueden pensar que lo opuesto a ser neutral es elegir un bando. Están equivocados. Yo soy su opuesto, y he estado en ambos lados de la ecuación.
Zornyas colocó su arma en la frente del neutral y apretó el gatillo. Tanto Nyom como él subieron al kedcar. Ninguno de ellos pronunció una palabra.
—Bienvenido a bordo Erradicador № 20.18.1.14.19. Su presión arterial es alta y el nivel de testosterona en su flujo ha aumentado en...
El puño de Zornyas golpeó el tablero antes de que la voz del robot pudiera continuar con su análisis.
—Supongo que necesitamos hablar. –Dijo Nyom Rult.
—Supones incorrectamente. –Dijo Zornyas.
Noqueó a Nyom con un solo golpe de su codo y puso en marcha el motor. Habían pasado varias horas y el primer sol comenzaba a asomar por el horizonte. Las manos atadas de Nyom limpiaron la ventana del auto, permitiendo su vista del paisaje. Definitivamente estaban lejos de la ciudad de Gazda, rodeados de naturaleza con árboles gigantes y aves volando libremente en el cielo. Era la primera vez que Nyom estaba en un lugar así. Su primera visión de la libertad. Uno pensaría que se sentiría abrumado pero no, sentía miedo. Para él, lo impredecible de lo salvaje era puro caos. Se quejó por un segundo, comenzando a sentir el dolor en su rostro mientras terminaba de despertar.
—¿Adónde nos llevas? ¿Qué quieres de mí? ¡Mi banda te encontrará tarde o temprano para vengarme! ¿Sabes siquiera quién soy?
—Eres Nyom Rult. Trabajaste durante veinte años en Eros Bore como perforador. Te convertiste en neutral después de la muerte de tu única hija, Fyullannie. Dime Nyom ¿La vengaste? Sé que mataste a tu superior pero ¿Fue él el verdadero responsable del accidente de Fyullannie? ¿Crees que sabes qué te convirtió en fértil en primer lugar? –dijo Zornyas, y liberó las manos atadas de Nyom.
Nyom Rult jadeó y arremangó su manga. Sus antebrazos lucían pálidos, verdosos, y tenía las venas hinchadas.
“Necesito Ssarg...”, pensó.
Zornyas sintió una vibración en su brazo derecho, provenía de su pulsera digital. Tanto los fértiles como los reemplazos las usaban. “Dovapp” era el nombre del sistema que operaba el dispositivo y servía como mensajería instantánea multidimensional, incluyendo una modalidad holográfica, teléfono móvil, sistema de navegación, y más.
Zornyas giró bruscamente hacia la izquierda.
—Ciento cincuenta kilómetros por hora en dirección hacia el sur, siete horas seguidas, girar al este y mantener rumbo por dos horas más... –Zornyas susurró para sí mismo.
—Este es un mensaje... Bzz Bzz de... Bzz Rey para el Erradicador № 20.18... Bzz Bzz 19. –El mensaje salió del altavoz que todavía colgaba del tablero. Zornyas pisó los frenos del kedcar, sacó el altavoz rompiendo sus cables, y lo arrojó por la ventana.
—Eso no funcionará. –Dijo el neutral.
Sacó un pequeño aparato de su bolsillo y lo presionó para encenderlo. Parecía un insecto biomecánico. El insecto comenzó a arrastrarse hasta el tablero y se perdió en el interior del auto.
—Reiniciando el sistema operativo del kedcar. Los datos de configuración guardados se perderán. Escaneando en busca de virus. Objeto desconocido detectado. Se ha encontrado el archivo NeutralHack. No es posible su eliminación. Activando el modo de autodestrucción. Modo de autodestrucción activado. Trece por ciento, diecinueve por ciento, veinticuatro por ciento... –Condenó la voz del robot.
Zornyas intentó abrir la puerta del coche con el hombro pero se bloqueó automáticamente. La voz robótica contaba sesenta y ocho por ciento, él apuntó su arma al parabrisas pero Nyom apoyó suavemente la mano sobre su hombro. El Erradicador se volvió hacia él con rabia, pero se sorprendió al ver la expresión en el rostro de Nyom. Estaba tranquilo, casi sonriendo. La voz del robot contó noventa y siete por ciento. Zornyas cerró sus hermosos ojos verdes.
—Sistema operativo actualizado. Bienvenido a bordo, amigo neutral. Mi nombre es Gitou. Hay un mensaje sin leer de Su Majestad, el Rey de Gazda. Mensaje borrado. Que se joda el rey.
Nyom Rult se echó a reír y dijo:
—Encantado de verte de nuevo, Zornyas. El Erradicador N° 20.18.1.14.19 ya no está con nosotros. El Rey ya no está con nosotros. Ahora ¿puedes decirme hacia dónde carajo nos dirigimos?
—No soy un hombre que confíe fácilmente, pronto sabrás lo que necesites saber. Hay una amiga mía esperándonos y para tu información, siempre seré un Erradicador, solo que ahora... Yo elijo a quién eliminar. –Amenazó Zornyas.
—¿Cuál es tu historia, joven? No he sabido nada de ti desde el accidente. Me sorprende que no nos hayamos cruzado antes, un hombre con tu carácter rebelde probablemente se encontraría entre neutrales. –Nyom bajó la ventanilla mientras encendía un cigarrillo de gooz. Afortunadamente para él, solo pudo dar una pitada antes de que Zornyas se lo quitara de los dedos y lo arrojara afuera.
—Eso es lo que te debilita, anciano. Necesitas hacerte más fuerte. Nos queda un largo camino por recorrer y nos necesitamos unos a otros para lograrlo. De ahora en adelante, no más tonterías.
—¡¿Qué?! ¡Estoy enfermo, hombre! Lo necesito para sobrevivir, no puedes hacerme esto. Soy neutral, no seguimos ninguna instrucción de... –Nyom fue interrumpido.
—No sigues instrucciones ¿Eh? –Zornyas se acercó peligrosamente al rostro de Nyom, y continuó:
—Entonces ¿Proporcionar ESTA mierda a reemplazos fue idea tuya? –Refiriéndose al gooz.
—¿Y sacar provecho de esa transacción es tu voluntad? Dígame Sr. Nyom Rult, traficante de drogas independiente ¿Por qué debería mantenerlo con vida, entonces? ¿Has visto alguna vez a esas vidas jóvenes desperdiciadas deambulando por las antiguas ciudades de Gazda? ¿Gastando su crédito en Ssarg, gooz y todos sus derivados? ¿Disminuyendo su única oportunidad de despertar, llevándolos a humillarse para su próxima dosis de olvido? ¿Por qué no pongo una bala en tu cabeza neutral ahora mismo y termino con esto de una vez por todas? –Zornyas puso su arma entre los ojos de Nyom y la barra de potencia comenzó a aumentar.
—¡Espera, espera, espera! ¡Puedo ayudarte! ¡Yo soy solo un eslabón en la cadena pero puedo darte nombres!
—Exactamente. Esa es la respuesta. Por eso no te meto una bala en la cabeza ahora mismo ¿Entendido? –Nyom asintió y guardó silencio durante el resto del viaje.
Aproximadamente una hora más tarde, el coche se detuvo repentinamente como si se estuviera descarrilando de los rieles magnéticos invisibles sobre los que levitaba, estrellándose contra el suelo.
—No se encontró energía magnética. –Dijo Gitou.
—Debemos caminar desde aquí. –Dijo Zornyas.
—Interesante, tu amiga debe tener algún tipo de neutralizador que imposibilita que la tecnología funcione por aquí. –Se preguntó el anciano.
—No todo es neutral, Nyom. Definitivamente no aquí.
Era casi el mediodía y las nubes comenzaban a chocar dando origen a los poderosos truenos. El segundo sol estaba a punto de salir. Zornyas estaba acostumbrado a este tipo de clima pero la falta de experiencia de Nyom en la naturaleza le hizo temer lo que estaba presenciando. Después de todo, era la temporada de Nagyharok y tener miedo no era tan mala idea. Los pájaros se volvían locos, estaban volando desordenados por todas partes cuando cayó el primer rayo. Los ojos de Nyom seguían girando de derecha a izquierda, de arriba a abajo, estaba extremadamente consciente de todos los nuevos sonidos que estaba escuchando.
No pudo identificar los cientos de ruidos de animales presentes en ese campo selvático que intentaban cruzar. Eso lo puso tan nervioso que aceleró el paso y se acercó a Zornyas.
Cuando llegó a él, notó que Zornyas se había detenido. Estaba mirando a su dovapp cuando dijo:
—Hemos llegado, Nyom. Finalmente.
—¿Aquí? ¿Dónde? ¡No hay nada más que naturaleza y animales salvajes enloquecidos a nuestro alrededor! –dijo el anciano.
Zornyas silbó una melodía triste, una melodía que Nyom había escuchado antes pero no podía recordar exactamente dónde ni cuándo.
De repente, la vista de la nada frente a ellos, lo que hasta entonces eran solo algunos arbustos y enormes hojas de árbol, comenzó a fallar y la imagen defectuosa se convirtió en un enorme castillo de piedra y madera que convivía armoniosamente con el ecosistema que lo rodeaba. Era una fortaleza de veinte habitaciones con puentes colgantes, cuatro torres de vigilancia, una cocina lo suficientemente grande para todos y un gran comedor que también se usaba para reuniones importantes. Había dos grandes oficinas informáticas en el primer piso y una galería de arte en el segundo. Desde lo alto de la torre de vigilancia más cercana había una mujer corpulenta mirándolos. Silbó la triste melodía y le sonrió a Zornyas. Nyom quedó boquiabierto.
La bella desconocida les dio una cálida bienvenida a ambos. La sonrisa en su rostro no ocultaba su entusiasmo. Bajó rápidamente para recibir a sus invitados. La amplia puerta de dos hojas se abrió lentamente.
—¡Bienvenido de vuelta, mi amigo! Lamento que hayas tenido que venir a un lugar tan inhóspito como este. Tuvimos que mudarnos sin previo aviso. Los guardias están más gruñones que de costumbre y sabes que no les agrada la gente como nosotros. Nuestro lugar fue quemado hasta los cimientos. Por suerte era virtual, así que descargamos la fortaleza aquí, donde no nos encontrarán. Por ahora...–explicó Zully.
El Glittery–Glitch había sido fundado por Zully Elso doce años antes. Ella era una fuerte militante a favor de la lucha contra la reproducción obligada, defensora de las prácticas sexuales no convencionales y el empoderamiento femenino. Fue encarcelada después de la Primera Manifestación, también llamada La Noche Oscura, y fue liberada por un grupo neutral de hackers especializados en RVR (Realidad Virtual Real), evento que desencadenó una serie de conflictos entre los reemplazos y la Guardia Real por varios años después de eso.
Zully decidió organizar una resistencia ante las estructuras normativas que contenían sus verdaderos deseos; ella creía firmemente que el carácter imperativo de las autoridades de la ciudad de Gazda no dejaba lugar a la diversidad ni al pensamiento independiente. La primera versión del Glittery–Glitch se situó en Red Town, en las afueras de la ciudad, zona donde los adictos buscaban desesperadamente sus dosis, los delincuentes caminaban libremente por las calles, los traficantes de drogas gobernaban, y las ‘Zullys’ del mundo se volvían invisibles para los guardias, quienes sabían mejor que patrullar esos callejones oscuros.
Por la noche, cada rincón brillaba con pequeñas luces rojas que colgaban de las ventanas. Parecía que su brillo rojo estaba creciendo cada vez más desde la Primera Manifestación, la neutralidad se estaba extendiendo como una enfermedad y no había nada que pudieran hacer al respecto. Metafóricamente hablando, si Gazda fuera una persona, Red Town sería el corazón. Y había bombeado tanta adrenalina esa noche oscura que siguió latiendo con una inmensa fuerza desde entonces.
La acera estaba literalmente más caliente que en otras ciudades, incluso durante Nagyharok el clima se mantenía unos grados por encima de lo normal. La humedad ganó una nueva apreciación en esta región. En la escuela, a los niños se les advertía sobre Red Town. A menudo se referían a la ciudad como “la condenada”, inventando historias sobre niños pequeños que se perdían allí y nunca más los encontraban. Un lugar fantasmal donde la gente no tenía nombre, por lo que se convirtió en el pueblo olvidado.
Doce años antes de que Zornyas volviera a encontrar a Zully, esperándolo en la torre de vigilancia, la primera versión del Glittery–Glitch fue atacada. La voluptuosa mujer se encontraba esperando a su distribuidor, abajo del edificio de Glittery–Glitch, en Red Town. Estaba hablando a través de su dovapp con uno de sus fieles socios cuando llegó el kedvan.
—¡Oh, por el amor de Hátar, Sheila, es demasiado arriesgado! ¡Y por eso me encanta, cariño! ¡Diles a las otras chicas que empiecen tan pronto como puedan! Acabo de salir del Glitch, el camión de helados está aquí, espera un segundo... –La camioneta estaba pintada de negro y tenía una pequeña luz roja parpadeando al costado, señalando lo obvio.
—Zully ¿Verdad? ¿Lo mismo de siempre? –preguntó el conductor, que vestía una camiseta negra con un logo blanco impreso, que leía: T4E.
—¿Zully? ¿Sigues ahí? ¡Te esperamos, date prisa, niña! –dijo Sheila.
—¡Sí, hombre! Lo mismo de siempre... ¡CALLA Sheila! ¡No es como si te creciera la barba esperando!
—Lo siento, hombre, las chicas se están poniendo un poco sensibles, ya sabes cómo es... Luna llena ¿No?
Ambos miraron hacia el cielo para ver una enorme luna llena brillando en su máxima expresión. Los ojos de Zully se dirigieron hacia El Glitch con orgullo y, de repente, comenzaron a reflejar las llamas provenientes del edificio RVR frente a ella. Menos de un segundo después, el sonido de ladrillos virtuales cayendo al suelo llegó a sus oídos y una enorme ola de fuego los empujó a seis metros de distancia.
—¿Qué pasó, Zull? ¿Estás bien? ¡Zull! ¿Estás ahí? ¡¿Qué carajo acaba de pasar?!–gritó Sheila.
—Nos atraparon, amiga. Finalmente nos dejaron en ruinas.
Un par de meses después de eso, Zully y los chicos de RVR inauguraron el Glittery–Glitch Beta, esta vez, ubicado a cientos de kilómetros de Red Town. Se distanciaron de los neutrales y decidieron actuar por sí mismos.
Cuando Zornyas encontró el nuevo y mejorado Glittery–Glitch Beta, se dirigió a Zully y dijo:
—Qué bueno ver que estás bien, Zully. Este es mi amigo, Nyom Rult, estoy bastante seguro de que has oído hablar de él... –dijo Zornyas.
Zully era una mujer grande y fuerte de unos treinta años. Tenía la piel color chocolate oscuro, suave y tersa. Sus ojos eran del color de la miel y tenía el cabello rubio, grande y rizado. Sus labios eran carnosos y brillaban con un lápiz labial verde claro que combinaba con sus uñas. Tenía una voz profunda y sensual y un acento de Red Town que era irresistible. Sus piernas y brazos eran musculosos y las curvas de su cuerpo eran tan tentadoras para los doms que regularmente era acosada por guardias masculinos. La mayoría de las mujeres les tenían terror y generalmente accedían a todo lo que les pedían pero Zully no. Ella era una luchadora y siempre lo había sido.
—E–encantado de conocerte, Zully...–tartamudeó Nyom Rult. Estar en su presencia lo ponía bastante nervioso.
—¡Sé todo sobre ti, sexy! Tu reputación te precede.–Respondió Zully, de manera coqueta.
—Mm–¿Mi reputación? –preguntó Nyom.
—Los chicos de RVR me contaron todo sobre ti. Fuiste la primera persona en volverse neutral. El primero en matar a un Guardia Real ¡Eres un héroe! Al menos para ellos... Siento mucho lo de tu hija, amor, perder a alguien que amas así... Qué pena. Pero no entremos en eso ahora. Por tu cara, necesitas un baño caliente y algo de comida en el estómago. Lamento haber enviado a Zornyas a recogerte, no es el tipo más sensible que hay, apuesto a que hizo un gran lío allí atrás ¡Jajaja! Ven, Nyom, Sheila se asegurará de que te atiendan.
—Oh, necesitas ponerte en forma, nena ¡El entrenamiento comenzará mañana! –La voz salió de la bonita joven llamada Sheila.
—No soy una chica, sabes... –dijo Nyom.
—A todas las llamo nena, amor. –Dijo Sheila, mientras tomaba a Nyom del brazo guiándolo hacia la fortaleza.
—“¿Enviaste a Zornyas?” –preguntó la belleza pelirroja, mientras se acercaba a los labios de Zully.
Zornyas y Zully se besaron apasionadamente y se abrazaron durante un minuto. Sus brazos se cruzaron firmemente y sus cuerpos se estrecharon, pecho con pecho, sincronizando su respiración. La mano de Zornyas acarició su hombro dando vueltas alrededor de su viejo tatuaje. Tenía la forma de una “E”. Los ojos de Zully se cerraron y suspiró.
—Hemos recorrido un largo camino, mi amor... Deberíamos estar orgullosos de nosotros mismos, de lo que hemos llegado a ser.–Ella señaló.
—Prepárate, Zornyas, a ti también te espera un baño. Las chicas están ansiosas por verte y los chicos de RVR también se unirán a nosotros esta noche.–Añadió y luego preguntó:
—Dime, amor ¿Nyom sabe de ti y de su hija?
—No, no sabe. Será una velada interesante.–Respondió.
Un momento después, Zornyas se encontraba acostado en el jacuzzi que previamente le habían preparado. Sus brazos magullados descansaban a ambos lados de la bañera. El vapor que salía de su piel caliente flotaba hipnóticamente creando ondas de energía que emanaban de su cuerpo dolorido. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que se sintió tan relajado. Apoyó la cabeza mirando al techo y cerró los ojos. Respiró profundo y se sumergió bajo el agua.
“Mi nombre es Zornyas, mi nombre es Zornyas”. Pensó.
Dejó que su mente divague, fluyendo como el vapor, mezclándose con el resto del aire en el baño. De repente recordó un encuentro de la infancia, también en un baño, hace décadas... En el Instituto Holy Light.
La puerta blanca del baño tenía un cartel con grandes letras rojas que decía: “SOLO NIÑOS”. Entró un niño de diez años, corriendo hacia los urinarios. Después de lavarse las manos, cerró el grifo esperando el típico silencio que escucharía si estuviera solo en el baño de varones durante clases, pero no fue así ese día. Escuchó los sollozos de lo que parecía una niña llorando, saliendo de uno de los cubículos. No creía que fuera posible, después de todo, el cartel en la puerta era perfectamente claro. Se secó las manos con una toalla de papel mirando a la puerta cerrada del cubículo, preguntándose quién estaba detrás. Era la primera vez que escuchaba a alguien llorar en la escuela. Comenzó a acercarse al pomo de la puerta con las palmas mojadas, no por el sudor, él no sudaba, sino porque se había distraído tanto que no había podido secarse las manos correctamente. Mientras giraba el pomo de la puerta y lo empujaba suavemente para revelar a la misteriosa persona detrás de él, la puerta se cerró violentamente en su cara empujándolo hacia atrás. Intentó agarrarse del picaporte pero no lo logró, su mano mojada se resbaló y cayó contra el espejo de la pared del fondo.
Tumbado en el suelo, el pequeño miró hacia arriba y notó el crujido del espejo roto, este cayó en pedazos y el más grande fue directo a su pecho. A juzgar por la expresión de su cara, no debió haber sido doloroso. Él no mostró ninguna emoción. No tenía miedo, aunque sabía que en cuestión de segundos llegaría alguna autoridad escolar.
Aún en el suelo, mirando hacia la puerta, la pateó y finalmente reveló al misterioso extraño detrás de ella. Era una hermosa niña pelirroja, de diez años, secándose las lágrimas de su rostro pecoso. Se sentía sorprendido, nunca antes había sentido eso.
—Mi nombre es Zornyas ¿Quién eres tú?
—Estás sangrando. –Respondió ella, con voz temblorosa.
—¿Cómo te llamas? –Él insistió.
—¿Me vas a delatar? ¡Por favor, no se lo digas a nadie, por favor! –Suplicó.
—Dime quién eres. –Dijo el pequeño Zornyas.
—Me llaman Fyullannie... Pero no sé quién soy. –Ella afirmó, y se escapó antes de que alguien la atrapara.
La enfermera de la escuela no pronunció una palabra mientras le daba al pequeño Zornyas siete puntos en el lado izquierdo del pecho y cuatro puntos en el lado derecho. Sabía que era mejor no interrumpir al Sr. Gyang mientras interrogaba al niño.
—Lo que me preocupa, joven Zornyas, es la veracidad de su historia, ya ve... Usted es el alumno más destacado de su promoción. Ha sido clasificado entre los mejores de la escuela en Habilidades Motoras y aparte, eres conocido por tus excepcionales reflejos físicos y velocidad mental. Dudo mucho que un estudiante como usted, que nunca ha dejado de economizar su energía física, reservando siempre cada movimiento de su cuerpo solo para prever el comportamiento de su oponente, pueda ser tan torpe. No solo te has distinguido, Zornyas, de cualquier otro estudiante en la historia de esta escuela en lo que respecta a la Manipulación Psicológica, sino que también has logrado manipular a tus profesores para conseguir dicha reputación. Entonces, joven, dígame usted ¿Cómo voy a creer que simplemente se resbaló y se cayó? –preguntó el señor Gyang en tono agresivo.
—Olvidó mencionar mi nota en Telepatía. –El pequeño Zornyas era en verdad un estudiante sobresaliente. Sabía muy bien que no debía perder el tiempo explicando algo que la otra persona no entendería, y había aprendido a temprana edad a impedir que otros leyeran sus pensamientos.
—¿Terminó? –El señor Gyang le preguntó a la enfermera de la escuela, ella asintió sumisamente.
Mientras regresaba al salón de clases, el pequeño niño Zornyas pasó junto a Fyullannie. La miró directamente a los ojos, a través de la ventana del salón, y le hizo saber que había decidido no ser un soplón. Fyullannie lo siguió con la mirada y susurró “gracias”. Zornyas, de repente, dejó de caminar. La miró fijamente una vez más y le ordenó que se reuniera con él después de clases. Sus labios nunca se movieron. Ella le devolvió la mirada, pero él no obtuvo ninguna respuesta. El pequeño Zornyas no podía confiar en sí mismo; esta extraña lo sorprendió por segunda vez en un día.
Sonó la campana y todos los estudiantes se reunieron en el patio. Cada clase estaba dividida por fechas de nacimiento. Formaban dos filas paralelas, una de niños y otra de niñas. Nunca interactuaban, pero eran asignados el uno al otro de por vida. Por cada niño, había una niña condicionada a seguir sus órdenes para siempre. Había una amplia gama de formas, colores y tamaños en cuánto a su apariencia física. Estaban siendo entrenados para influenciar a todas las personas fuera de las instalaciones de la escuela, por lo que necesitaban lucir el papel.
Todas las parejas asignadas se parecían entre sí. Incluso podrían parecer gemelos y, en muchos casos, lo eran. Ese no era el caso entre Fyullannie y el pequeño Zornyas, ellos parecían gemelos pero estaban lejos de serlo.
El Sr. Gyang dio su señal diaria a los niños. Juntó las piernas a modo militar, se llevó el brazo derecho a la frente y recitó:
—Los reemplazos siempre se repetirán.
—Los reemplazos repiten lo que nosotros queremos. –Recitaron los estudiantes al unísono.
Fyullannie caminaba más rápido de lo habitual. Podía escuchar el eco de sus pasos justo detrás de ella y estaba demasiado asustada para darse vuelta. No podía afrontar la mirada de Zornyas porque temía que él se diera cuenta de que ella no podía comunicarse telepáticamente como el resto de los estudiantes. Ya había sido bastante difícil para ella evitar la clase de Telepatía de la Sra. Python, y abrirse camino hackeando el sistema para obtener calificaciones que en realidad no merecía. Finalmente llegó al lugar donde su padre, Nyom Rult, la esperaba todos los días.
—¡Hola, belleza pelirroja! ¡Sube y abróchate el cinturón, llegaremos tarde a tu fiesta de cumpleaños! –Nyom sonrió a su hija y la ayudó a ponerse el cinturón de seguridad.
Fyullannie estaba actuando tímida y distante, estaba preocupada de que alguien pudiera verla y cerró rápidamente la puerta del kedcar. Nyom arrancó haciendo chirriar las ruedas. En ese momento, no era común que los reemplazos tuvieran kedcars voladores.
Zornyas no podía creer lo que veía. ¿Cómo podría un compañero de estudios tener a un reemplazo como padre? No solo el viejo kedcar con ruedas lo delató, sino también su comportamiento afectuoso, su sonrisa y ¿Su fiesta de cumpleaños? No había reemplazos cerca como para que actuaran de esa manera, no tenía sentido que pretendieran ser felices cuando no había nadie a quien influenciar o manipular. Algo estaba mal en esa imagen. Zornyas se sorprendió por tercera vez. Ahora, se obsesionaría con tratar de descubrir quién era esta pequeña niña extraña, especialmente porque le fue asignada de por vida.
De vuelta en el kedcar, Nyom estaba tratando de animar a la cumpleañera antes de llegar a su casa, donde los invitados los esperaban. La ausencia de su esposa siempre le había preocupado, haciéndolo sobreprotector. Por lo general, exageraba su entusiasmo, especialmente en el cumpleaños de su hija. Fyullannie odiaba eso. Ella sentía que su padre necesitaba compensar la falta de presencia femenina en la casa, forzándola a usar ropa de niña, a tener decoración de niña en su habitación, muñecas de niñas y participar en actividades para niñas. Y ella sabía de dónde venía esto, se había visto obligada a estudiar estas materias en la escuela. Sabía que se suponía que debía comportarse de esa manera para esclavizar a los reemplazos, para que se sientan miserables si no encajaban en ese papel. Sabía que su trabajo era hacer que las mujeres se sientan desgraciadas, que sean inseguras y sumisas para que un día de suerte puedan convertirse en la esposa de un dom. En su muñeca personal.
—¡SORPRESA! –Cantó la multitud cuando ella atravesó la puerta automática.
El apartamento de Nyom Rult solía tener un aspecto gris, plateado y traslúcido. Ese día parecía como si un hada rosa hubiera vomitado allí, dejando nada más que brillo rosa a la vista. Había vasos de plástico de color rosa, globos de color rosa y letras láser de color rosa brillante que deletreaban “¡Feliz cumpleaños, princesa!”.
Los carteles digitales en la pared mostraban el rostro de Fyullannie ubicado sobre los cuerpos de diferentes princesas en varias poses, el video estaba reproduciéndose en bucle. En la primera imagen aparecía peinando su larga cabellera pelirroja con un lujoso cepillo dorado, mirando por la ventana en busca de su verdadero amor. La segunda mostraba los rostros de ella y del pequeño Zornyas sobre los cuerpos de una pareja adulta, tomados de la mano en una capilla con un Padre Luz sonriéndoles, retratando su tradicional boda de pareja fértil. El último cartel representaba su funcionalidad más importante, la reproducción. Ella estaba descansando en una hamaca blanca, usando un vestido blanco, con una gran barriga inflada, balanceándose levemente hacia adelante y hacia atrás mientras que el amanecer brillaba con fuerza. Frente a esa pared, cuatro amiguitas estaban haciendo fila, cada una junto a sus mamás, todas disfrazadas de princesas, sonriendo y mirando a Fyullannie esperando una señal de complicidad. Nyom giró la cabeza hacia su hija para recibir la recompensa por todo el esfuerzo invertido al organizar la fiesta de temática femenina.
—Bueno... ¿Y? ¿Te encanta, o qué? –preguntó Nyom. Realmente necesitaba esa sonrisa de ella, había estado trabajando horas extra para obtener suficiente crédito para poder organizar esa fiesta. Esas cuatro mamás tuvieron la amabilidad de hacerle saber al Sr. Rult exactamente lo que necesitaba una niña de diez años, centrándose en el hecho de que su madre no estaba allí para asegurarse de que ella creciera y se convirtiera en una mujer fértil exitosa. Desafortunadamente, Fyullannie estaba demasiado consciente de esto. Se esperaba de ella que fuera tan exigente y engañosa como esas cuatro madres.
—Yo... ¡Me encanta, papá! ¡Muchas gracias!–No podía soportar romperle el corazón. Una de las mamás se acercó a ella con un gran regalo en brazos y le susurró al oído:
—Niña, serás una mujer pronto. Felicitaciones, aquí tienes tu primer baborg personalizado.
—Todavía recuerdo el mío.¡No podía esperar para alimentarlo, cargarlo y cambiarle los pañales! Eres una joven muy afortunada ¿Sabes? Este es el primer día del resto de tu vida. Lo sé, lo sé, suena a cliché... Pero es la verdad. Eres una joven fértil. Serás una madre increíble ¿Qué será? ¿Rosa o azul? ¡Vamos, Fyullannie, ábrelo! –Añadió.
Fyullannie estaba aterrorizada por el baborg. Nunca había sacado buenas notas en Instinto Maternal y el ejemplar que tenían en el instituto no la quería mucho a ella, tampoco.
Cuando abrió la caja, salió una explosión de polvo azul y un holograma de la silueta de un bebé azul que yacía dentro comenzó a materializarse, píxel a píxel. Cuando completó su forma, abrió los ojos y murmuró la palabra “mamá” con una espeluznante voz parecida a la de un cyborg.
—¡Es un pequeño niño! ¿No estás emocionada, Fyullannie?–La mami aplaudía.
El rostro de Fyullannie claramente mostraba cierta inquietud. No podía oír las órdenes telepáticas de la madre, pero no necesitaba hacerlo. Sabía lo que se esperaba de ella. Aun así, estaba intentando con todas sus fuerzas evitar que las lágrimas salieran de sus ojos, de hecho, estaba luchando por pronunciar cualquier palabra sin sollozar.
—¡Un niño! ¡Estoy tan orgulloso de ti, mi princesita! ¡No puedo esperar a ser abuelo!–Una vez más, el carácter extra entusiasta de Nyom Rult.
—Ehm... Ehm... Te amo, papá. –Eso fue todo lo que pudo decir sin traicionarse a sí misma.
—¡Déjame sostenerlo, Fyullannie! –Suplicó una de las niñas.
—¡No! ¡Déjame a mí! ¡Yo aún no recibí el mío! –Pidió otra, mientras lo sacaba de la caja.
Las cuatro niñas fueron a la esquina de la habitación y comenzaron a cambiar la ropa azul del juguete.
La madre intrusiva se enderezó hasta ponerse a su verdadera altura y le lanzó una mirada amenazadora a Fyullannie. Estaba a punto de abrir la boca cuando fue interrumpida por el sonido de la puerta automática.
—¡Oh, bienvenido, Padre Luz! Justo a tiempo ¡La niña ya fue bendecida con un niño! Necesitábamos su permiso para nombrarlo.
Todos los Padres Luz tenían exactamente el mismo aspecto. Había cientos de ellos. Todos ellos varones, todos ellos gemelos. Se les requería que renunciaran a sus identidades, por lo que a todos se les llamaba Padre Luz o El Iluminado. Estaba estrictamente prohibido para ellos reproducirse, por lo que nunca se había asignado un Padre Luz a ninguna mujer fértil en toda la historia de Tolna. Esto les ayudaba a reafirmar su imagen santa y pura, tal como era percibida por el resto de la sociedad.
Su piel era pálida como la nieve, con la cabeza calva y el rostro sin pelo. Sus ojos eran completamente blancos porque todos estaban ciegos. Su nariz era afilada, al igual que el resto de sus huesos. Sus músculos parecían inexistentes ya que se suponía que no debían usar sus delgados cuerpos para entrenar. Y no lo hacían.
El Iluminado usaba un vestido ceremonial verde, ajustado, de acetato, que le quedaba suelto por debajo de la cintura creando la forma de una campana. Debajo de la tela traslúcida de su vestimenta, llevaba ropa interior corta, también verde. Los Padres Luz siempre estaban descalzos, por eso decían estar tan conectados a la tierra.
Un Padre Luz nunca debía ser visto nervioso, agitado, enojado o excitado. No mostraban ninguna vulnerabilidad. Por un lado, esto les permitía evitar cualquier confrontación que seguramente terminaría en su derrota, ya que eran significativamente más débiles que la mayoría de los hombres y mujeres adultos. Por otro lado, sus pares percibían la falta de emoción como algo incontaminado e intocable. Sin embargo, la conducta del gobierno tiránico fue, es y será siempre violenta. Las autoridades siempre sintieron la necesidad de dominar a alguien más, y los Padres Luz no eran la excepción a la regla. Por lo tanto, se concentraban en los niños pequeños.
—Felicidades, princesita, ven a sentarte en mi regazo ¿Cómo te llamas? –preguntó el Padre Luz, mientras se sentaba y golpeaba sus muslos a modo de invitación.
Fyullannie miró a los ojos de su padre esperando que él entendiera mágicamente lo que estaba pensando, pero no lo hizo. La cara de Nyom estaba llena del pastel de cumpleaños rosa, y estaba sonriéndole.
—Ahora, démosle su identidad a este pequeño baborg. Elijamos un nombre varonil para él, así puede prosperar en la vida y convertirse en un hombre fértil exitoso ¿Has pensado en alguno? –preguntó el Padre Luz. La mano de él acariciaba suavemente su pierna...
En un rincón de la habitación las niñas se disponían a cambiarle el primer pañal al recién nacido. Lo que no sabían era que iban a encontrarse con la sorpresa de sus vidas.
—Fyu... Fyullannie es mi nombre Padre...–Respondió en voz baja. Una gota de sudor de su frente cayó lentamente por su mejilla. El Padre Luz se dio cuenta de esto y quedó asombrado. Los lagartos no transpiraban, ni siquiera estando en su forma humanoide.
—¡Ahhhhh! ¡Por el amor de Hátar!–gritaron las niñas desde la esquina.
—¡Es una niña! –gritó la mamá.
El baborg comenzó a cambiar de forma, sus genitales crecieron, desaparecieron, luego volvieron a crecer y continuaron cambiando de tamaño, color y forma. Se puso de pie sobre sus diminutas piernas, mostrando su espalda a la multitud horrorizada, y su cabeza giró completamente hacia atrás haciendo que su cuello pareciera de goma. Entonces, pronunció con una voz de ciborg muy grave y profunda:
—E L G É N E R O E S E S C L A V I T U D.
Luego explotó en millones de partículas brillantes que flotaban por todo el apartamento. El corazón de Fyullannie latía más rápido de lo habitual, ella aprovechó la distracción y se alejó de las manos del Padre Luz. Corrió a su habitación y cerró la puerta holográfica para que nadie la siguiera. El Padre Luz fue directamente a ver a la madre para pedirle una explicación.
—¿Cómo has podido fallar tanto? ¿De dónde sacaste ese baborg? ¿Cómo pudiste permitir esto?
—Pa–Padre Luz ¿Puedo explicar–explicarme?–respondió la invasora. Sabía que tenía que ser sumisa mientras le respondía a un hombre.
—Obviamente esto es algún tipo de vandalismo, escuché sobre una agrupación llamada T4E. Ellos son los responsables de la corrupción de los anuncios enormes en la carretera, hace unos días... Yo... Nunca he estado tan avergonzada en mi vida, por favor, perdóneme Padre. Por favor, no registren este episodio... Fui enviada por el propio Rey a investigar a esta familia anormal, hay algo extraño en ellos... –Bajó la cabeza en señal de debilidad y vulnerabilidad total. Sabía que al Padre Luz le gustaba eso y ella era una manipuladora excepcional.
—Deme su nombre, fértil.–Exigió El Iluminado.
—Me llamo Mamba. –Respondió la madre avergonzada.
Nyom siguió golpeando la puerta digital de su hija mientras intentaba disculparse por todo el incidente. Estaba acostumbrado a que los padres de la escuela privada lo menospreciaran mientras él solo intentaba encajar. Siempre pensando en el futuro de su pequeña princesa.
Todo el grupo bajó las escaleras y se dirigió directamente a sus kedcars. Mamba bajó la ventanilla del coche y le ordenó a Nyom:
—Ni una palabra sobre esto en el instituto ¿Entendido? Dame tu brazo.
Nyom acercó su dovapp al de ella, ambos dispositivos comenzaron a vibrar y su recuento de créditos pasó instantáneamente de 892 a 20,892 unidades.
—Ni una sola palabra. –Ella insistió.
Nyom subió las escaleras para enfrentarse a Fyullannie. Se sentía derrotado, había estado trabajando muy duro para impresionar a los invitados y había fracasado épicamente.
Quería que su hija pudiera encajar con sus compañeros de clase, esperaba que fuera normal, al menos por un día. Se había imaginado a Fyullannie riéndose y jugando con el baborg, usando un vestido rosa y saltando risueñamente. Incluso lo había imaginado en cámara lenta. Había programado las cámaras de la sala de estar para capturar cada momento, pensando en la recopilación de recuerdos felices que algún día se mostrarían en la boda de su hija.
“¿Cómo pudo haber salido todo tan mal? ¿Qué he hecho? Pensé en todo... La decoración, los carteles digitales, los compañeros de juego, las tazas y el pastel rosa ¡El baborg! ¡Oh, por el amor de Hátar, ese maldito baborg! ¿Qué me perdí?”. Pensó el señor Rult.
—Bzz Bzz ¡Estoy perdiendo la paciencia, jovencita! ¡Abre la puerta en este instante!–Ordenó Nyom Rult.
—¡Déjame en paz! ¡No quiero hablar contigo ni con nadie! Simplemente no lo entiendes ¿Verdad? –gritó la niña.
—¡Me partí el alma para organizarte esta fiesta, Fyullannie! ¿Cómo puedes ser tan desagradecida? Solo quería que fueras feliz ¿Por qué no puedes ser como todos los demás? Tus amigas se lo estaban pasando muy bien antes del bab... No importa, solo quería que tú... –Nyom fue interrumpido.
—¡Esas no son mis amigas! ¡Y no me importa si se lo pasaron genial o no! Simplemente no lo ves, no quieres, no puedes...–respondió Fyullannie mientras sollozaba.
—¡Abre esta puerta ahora mismo, Fyullannie! ¡No lo diré más!–Amenazó su padre.
Fyullannie se puso la mochila, abrió la ventana y miró hacia adentro.
—Tú, tú, tú... Todo se trata de ti.–Susurró, antes de escapar por la salida de emergencia del edificio.
Subió lentamente las escaleras de metal sin volverse. Todavía podía escuchar los gritos de su padre, provenientes de la ventana de su dormitorio. Se desvanecían gradualmente. Su pecho seguía calentándose, sentía una mezcla de alivio y miedo. Era demasiado para ella, no podía soportarlo más, estaba harta de tener que soportar la presión de ser alguien que no era, todos los días de su vida. Una oleada de miedo la golpeó y la paralizó. Ella dudó.
—¿¡Por qué no puedes ser normal!?–Escuchó a su padre decir desde la distancia.
Fyullannie se puso los auriculares y siguió subiendo. Llevaba una sudadera negra con capucha que le cubría la mayor parte del rostro, sus pantalones y zapatillas también eran negras. Pronto, se encontró en lo más alto del edificio de cincuenta pisos. Era casi el primer atardecer, los colores estaban cambiando en el cielo de un azul brillante a un rosa y naranja. Era hermoso. Fyullannie miró a las nubes moverse y cambiar de forma, estaba tratando de encontrar una respuesta a su búsqueda. Definitivamente no la estaba consiguiendo en el instituto ni en su casa.
—¿Quién es Fyullannie? ¿Es ella real? ¿Soy ella? ¿Soy real? ¿Quién se supone que debo ser, de todos modos? –Todas estas preguntas volaban por su mente como balas láser. –Necesito encontrar algo por lo que valga la pena luchar... No puedo soportarlo más.
No tenía que volver a clases durante los siguientes dos días por el receso. Entonces, decidió arriesgar su relación con su único pariente vivo, Nyom, y darle una oportunidad a esos dos días. Una grande.
Una KedVan voladora negra, con el logo blanco de T4E, pasó a su lado. El vehículo redujo su paso y se detuvo frente a Fyullannie. Al no poder identificarla y, más francamente, sin querer hacerlo, el conductor dijo:
—¡Oye chico! Huyendo de casa ¿No? ¿Quieres un trabajo fácil? Cuarenta créditos por fin de semana, un techo para pasar las dos noches, y cuatro comidas cubiertas.
Se acercaba el segundo atardecer y el clima estaba impredecible. Aunque parecía peligroso y poco confiable, Fyullannie bajó el tono de voz y respondió:
—Cincuenta créditos.–Y directamente se subió de un salto.
Finalmente había encontrado un escape de su vida cotidiana, al menos durante los fines de semana. Tener una vida secreta le permitiría tolerar la convivencia con su padre hasta la graduación.
De vuelta en la cocina del Glittery–Glitch Beta, Zornyas ofrecía su ayuda a la persona encargada de alimentar a todo el grupo.
—Hola, Sheila ¿Cómo anda todo por aquí? ¿Te puedo ayudar en algo? ¿Preparando los platos? ¿Quizás con las bebidas?
—Voy a decir esto solo una vez, mi amor... FUERA. Sabes que odio a la gente que se mete en mi cocina. Ahora, siéntate a la mesa, la cena estará lista pronto. De hecho ¡Todos deben irse! ¡Fuera, fuera de la cocina! ¡Todos ustedes! –respondió Sheila en un tono amistoso.
Zornyas y el resto de la gente en la cocina, que en realidad estaban allí tratando de comer algo en lugar de intentar echar una mano, salieron de allí riendo y quejándose al mismo tiempo. La comida olía increíble, era muy difícil no sentirse atraído a esa cocina.
Sheila se quedó sola allí. Su única compañía eran las verduras sumergidas dentro de la olla y la quietud de los innumerables tarros de especias por toda la habitación. Fue hacia la puerta y gritó:
—¡Y quédense afuera! –Antes de ingresar la compleja contraseña para activar la cerradura digital, se giró dando la espalda a la puerta y exhaló nerviosamente. Cerró los ojos y pensó: “Pronto volveremos a estar juntos, mi amor... Te extraño tanto”.
Sheila era una joven rubia, con un cabello largo y esponjoso que se movía suavemente mientras caminaba. Su altura estaba por debajo del promedio. Sus ojos eran marrones y su rostro, pecoso. Una mujer un poco gordita, especialmente ancha de cintura, con un trasero pequeño e hinchado. Llevaba un uniforme típico de chef que consistía de un delantal blanco crema hasta las rodillas.
Sheila todavía tenía algunas ideas conservadoras. Ella todavía creía en las historias románticas de amor, en las almas gemelas, y en los finales felices para siempre. Ese era exactamente el motivo detrás de sus acciones, razón por las cual arriesgó la vida de su mejor amiga, aparte de toda la operación subversiva que estaba a punto de llevarse a cabo. Todo sea por su único amor verdadero...
La cocinera abrió un pequeño gabinete del refrigerador y sacó lo que parecía ser una ordinaria fruta logel con su mano derecha mientras, con la izquierda, agarraba un gran frasco lleno de sidra que había sido previamente preparada por los chicos de RVR. Había sido hecha especialmente para su héroe, Nyom Rult, que era dueño de un bar y sabía exactamente cómo hacer la mejor sidra de la ciudad de Gazda. De todos modos, pensaron que él podría disfrutar la de ellos.
Colocó el frasco sobre la mesa y agarró un cuchillo de cocina. Con cuidado, cortó el logel por la mitad pero el cuchillo se detuvo en el medio. Sheila agarró la fruta con ambas manos y la abrió. Una pequeña botella con líquido verde en su interior cayó al suelo y empezó a rodar hasta la esquina de la habitación. Acabó entre una pared y la puerta del horno. La etiqueta en la pequeña botella leía: “Extracto de Ofidiano”. El compuesto se encontraba principalmente en las botellas de Ssarg y sus derivados, pero también estaba presente en casi todos los demás productos que los reemplazos podían encontrar en una tienda de comestibles. Mientras estaba agachada y con los ojos fijos en la pequeña botella que sostenía, sintiendo dudas sobre lo que estaba a punto de hacer, notó una sombra que venía por detrás. Fue entonces cuando escuchó un gruñido profundo que la hizo saltar hacia atrás, a unos metros del horno, temblando de miedo. El lagarto humanoide se arrastró hacia ella, lenta y suavemente, sin hacer movimientos bruscos, puesto que ya había asustado a la bella mujer agarrándola fuertemente del brazo. En realidad, no necesitaba más que su presencia para crear un impacto.
Sus brillantes ojos amarillos estaban fijos en los de Sheila mientras comenzaba a ponerse de pie mostrando su evidente ventaja física sobre la pequeña y temblorosa cocinera. El lagarto de dos metros y medio de altura no vestía ropa, las escamas de su cuerpo eran afiladas y puntiagudas. Su piel era de un color verde oscuro, como la mayoría de los lagartos hembra, y tenía garras enormes y afiladas en sus veinte dedos. De algunas de las cuáles caían pequeñas gotas de la sangre de Sheila. Su mandíbula estaba ampliamente abierta mostrando sus grandes colmillos a modo de advertencia, mientras emitía un siseo con una sutil vibración partiendo de sus cuerdas vocales. Su mirada vacía y quieta era hipnótica, lo cual paralizó a Sheila.
—Tú, tú... Lo trajiste ¿Verdad? Tú, tú... Lo prometiste, Mamba... –dijo Sheila con una voz temblorosa.
—¡Tranquila! He estado esperando este momento durante mucho tiempo, Sheila. Lo primero es lo primero. –Ordenó el lagarto.
—Necesitaré una ventaja ¿Dónde está la bebida? Necesitamos asegurarnos de debilitarlos. –Dijo Mamba.
Los chicos RVR eran traidores a la corona, originalmente habían sido reemplazos, trabajando para el Departamento de Medio Ambiente. Eran diseñadores, expertos en codificar la realidad virtual para que la sociedad creyera lo que los lagartos enmascarados deseaban. Los ekälianos se habían dado cuenta que los cerebros de los reemplazos eran muy fáciles de manipular, que ellos creerían cualquier escenario que se les presentara, y lo percibirían como real. Si la mente recibía un determinado estímulo, todo el cuerpo del sujeto respondía a él como si realmente estuviera sucediendo. Los chicos RVR solían referirse a esta supuesta “realidad” como “la verdadera mentira”.
Los medios de comunicación habían convencido exitosamente a toda la sociedad de consumir Ssarg, sugiriendo que era bueno para su salud cuando en realidad los enfermaba. El primero en darse cuenta de esto y en sentir la necesidad de difundir la verdad fue Gammit, el jefe del equipo de codificación. El verdadero amor de Sheila, su alma gemela y el amor de su vida. Su respectivo guardia se lo llevó después de haber descubierto que era él quien estaba detrás de la controversia sobre los baborg sin género. Mamba había tenido una experiencia embarazosa en presencia del Padre Luz hacía algún tiempo y no la olvidaría hasta obtener su venganza.
—Brindemos, Sheila, por años de conspirar contra los tuyos... La traición es un cóctel que me gustaría saborear contigo. –Añadió Mamba.
El enorme lagarto le dio la espalda a la cocinera, quien lentamente se levantó, aterrorizada. Era la primera vez que un lagarto extraterrestre mostraba su verdadera forma a un tolniano. Mamba se dio vuelta con dos vasos de sidra y... dijo:
—¡Vamos, Sheila, anímate! Ya no quieres ver mi feo rostro ¿Cierto? Además, todavía no conseguiste lo que querías ¿No es verdad? Toma una copa conmigo. –Mamba vertió unas gotas del compuesto en la copa de Sheila y le acercó el vaso.
—Lo prometiste, Mamba ¿Dónde está Gammit? –Exigió Sheila.
—Esta pesadilla terminará pronto, pequeña... ¡Ahora, salud!
Ambas mujeres bebieron el pequeño cóctel para cerrar el trato. Mamba estaba casi lista para servir la cena. Casi en cámara lenta, cambió de forma a una joven rubia, disminuyendo sus dimensiones físicas al tamaño promedio de un tolniano. Los lagartos invasores pasaban sus vidas enteras en su forma humanoide. Solo en los altos cargos del gobierno, como en el Consejo Real, mostraban su verdadera forma durante reuniones secretas.
La humanoide Mamba ahora también vestía un traje de chef típico y una sonrisa estúpida en su rostro que la hacía parecer una inocente asistente de cocina. Vertió hasta la última gota del compuesto en el gran jarro de sidra y se lo entregó a Sheila.
—Ahora es tu momento de brillar, Sheila. Ya casi lo has conseguido. Gammit te está esperando. –Dijo la excelente manipuladora. Sheila presionó el código de seguridad en la puerta y se dirigió a la mesa del comedor. Mamba espió desde la puerta apenas abierta cómo servían las bebidas y brindaban.
—¡Por el amor y la libertad, para todos nosotros!
—¡Por todos nosotros!–Cantó la multitud y bebió la sidra.
“Estamos dentro”. Pensó Mamba, y compartió ese pensamiento telepáticamente con los cincuenta soldados lagartos que esperaban justo afuera del Glittery–Glitch Beta.