Tracción a Sangre - Herrera Rodrigo - E-Book

Tracción a Sangre E-Book

Herrera Rodrigo

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Beschreibung

Un inquietante deseo por conocer la mayor cantidad de parques, reservas naturales y paisajes despertaban allá por el año 2016 el sueño de recorrer el país en bicicleta. Adentrarse en cada uno de ellos y ser testigo en primera persona de todas esas fotos y blogs de viajeros que comentaban con gran entusiasmo y sin arrepentimiento, sus aventuras. Tras un año de programar rutas y conseguir el equipamiento necesario, un 7 de agosto del 2017 despertaba en el pueblo de Susques, en la provincia de Jujuy para recorrer Argentina de norte a sur, cruzando meses más tarde a Chile para explorar sus regiones más australes y culminar en Ushuaia, Tierra del Fuego, tras siete meses de vida nómada. La ruta y la naturaleza son salvajes. Equivocarse para aprender. Respetarlas y captar cada aprendizaje para conseguir un viaje placentero fue necesario.

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HERRERA RODRIGO

Tracción a Sangre

Herrera, RodrigoTracción a sangre / Rodrigo Herrera. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4430-8

1. Crónica de Viajes. I. Título.CDD 910.4

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

Dedicatoria

07 de agosto de 2017 Jujuy – Argentina

17 de febrero de 2018 El Calafate – Argentina

A los que nunca me abandonaron y guiaron permanentemente en el camino.

Ni aún en los peores momentos y decisiones,

algunos sobre tierra, algunos por los cielos.

Soy ciclista en este viaje, gastando caucho y calorías en busca de los sueños y la inquietud que me provocaba hasta ese momento saber a qué debía tanta popularidad la ruta 40, en Argentina y la Carretera Austral de Chile.

Un punto de inflexión en mi vida, terminé una carrera que me había reventado los sueños de libertad, de austeridad, transformando mi mentalidad a fin de convencer a personas compulsivas de adquirir productos innecesarios para su vida. No se equivoquen, no estoy en contra de miles de comodidades que me rodean y de las que me serví durante el viaje, pero me quería demostrar a mí mismo que una vida inmersa de naturaleza, viviendo de cosas simples era posible y gratificante a la vez, así encontrar un equilibrio posterior para mi vida, valorando y agradeciendo, lo poco o mucho que se tiene.

Momentos maravillosos como dormir bajo un cielo de constelaciones que no había visto jamás debido a la incandescencia de las grandes ciudades. Conocer macizos de hielo y escucharlos romper más fuerte que un accidente de tránsito en el que podría haber perdido más que mi vida, los sueños. Ver y conocer más flora y fauna en siete meses de viaje que en todos mis años. Llegar hasta no querer volver a la vieja rutina en algún punto del viaje. Sincerándome, quizás quería en aquel momento huir, salir de ahí, de esa enorme ciudad que me volvía cada vez más loco envuelto en la rutina, la voracidad con la que se vive, el ritmo acelerado que no te deja detenerte a pensar si quiera en las cosas simples y bellas que pasamos entre la noche y esas distracciones.

Sin mucho que perder, momentos y situaciones que alimentaban las ganas de agarrar una bici y arriesgarlo todo, demostrando al tiempo que es relativo y a lo material de que esta tierra, te regala el milagro de la vida para hacer de ella algo que al final de tus días te haga sentir que lo viste todo, conociste, tocaste y sentiste cada rincón de materia que el universo nos ofrece, y como sea que termine, valió la pena.

07 de agosto de 2017Jujuy – Argentina

Ruta 40 - Jujuy, Argentina.

Sin dudas un día diferente. Desperté a 3890 msnm, entre las venas que recorren la puna jujeña, circundante al desierto de Atacama, la región más árida del planeta, bajo un sol radiante que empezaba a descongelar los arroyos que proveen al pueblo de Susques.

Desde ese lugar pude haber cruzado hacia Chile por el paso de Jama siguiendo la ruta nacional 52, totalmente asfaltada, o llegar a la bifurcación de la “mítica ruta 40”, la cual viene recorriendo 332 kilómetros desde su final en La Quiaca, ciudad que limita al norte con Bolivia. Lo de mítica se lo otorgan sus 5194 km de longitud, figurando entre las carreteras más largas del mundo, atravesando de punta a punta Argentina, cruzando 11 provincias, gran variedad de paisajes, climas, parques nacionales, reservas naturales, pueblos y personas increíbles.

Así empecé el sueño, recorriendo los primeros tramos de la ruta 40 y con el primer objetivo en mente, llegar a San Antonio de los Cobres, provincia de Salta. Aquí dejé toda la ansiedad y dudas acumuladas, los miedos quedarían atrás un poco más adelante. Los días eran de esperar para la estación, sin lluvias y con el sol siempre presente. La amplitud térmica es una cualidad que se destaca en la puna, donde llegué a recorrer días enteros en remera y cortos, pero al esconderse el sol, el viento seco y frío hacía doler las articulaciones. Las horas de luz eran acotadas y sin luna llena, lo único que me alumbró fue la linterna. El camino hasta San Antonio de los Cobres es de ripio y por tramos dificultaba el andar la arena suelta, que junto al peso excesivo me hicieron detener la marcha y empujar la bici en varias ocasiones. Se imaginan mi cabeza en esos momentos. Casi sin luz, primer día de viaje, lejos del objetivo, un frío atroz y empujando la bici. Poco disfruté el paisaje y desertar fue el gran enemigo. Tres horas después llegaba a Puesto Sey, un pueblito de la puna jujeña donde me ofrecieron una cama y comida a cambio de…nada.

La gente con la que tuve la fortuna de encontrarme en este viaje es algo que se lo atribuyo a las energías, que con el correr de los días aumentaban su voltaje. Alejado de las grandes ciudades, la incertidumbre sobre qué me encontraría era algo que se disipaba pueblo a pueblo, donde la amabilidad, buenos valores, abundan y los prejuicios no son moneda corriente. En menos de dos días de viaje comprendí en 27 años de mi vida lo que era abrir el corazón pleno y completo para compartir lo poco o mucho que uno posee y a lo largo del viaje lo reafirmaría.

Con los ánimos regenerados, las piernas descansadas y tomando un café en un lugar inhóspito, donde solo me pasó una moto en dos días de pedaleo, salí en busca del objetivo. Muy a menudo durante el viaje miraba el entorno y escapaba una risa incrédula, como cuando atravesé La Juguetería, formaciones de rocas gigantes a los costados de un camino que no para de subir entre un cajón de cerros. Al final, una meseta con algunas ondulaciones, el camino zigzagueante se perdía a lo lejos y se presentaba ante mí, el viento, constante y con poca cara de amistad, como nunca lo había sentido, algo que con el correr de los kilómetros terminaría en una amistad infalible. El camino poco a poco empezó a hacerme sentir sus pendientes, bordeaba lentamente un cerro cónico muy llamativo que en su momento supo robarme unas cuantas miradas a consecuencia del ritmo tardo causado por un terreno blando y arenoso. Tiempo después me enteraría que esa particular morfología que destacaba era nada menos que el volcán Tuzgle. Tras rodear el volcán, el rigor del viento a lo lejos hacia rechinar la chapa de un cartel que marcaba el límite provincial entre Jujuy y Salta. Estaba dejando atrás mi provincia, mi hogar, y no había vuelta atrás.

"La Juguetería", ruta 40 - Jujuy, Argentina.

Casi sin pedalear por lo pronunciada que es la bajada de los primeros paisajes que me regaló Salta y con mi primer caída tras haber sido traicionado por la confianza, llegué al Viaducto la Polvorilla, una imponente obra ferroviaria aún vigente que data desde la década de 1920 y que culminó sus obras con el viaducto en 1932, un puente de hierro por el que atraviesa en sus 223 metros de longitud y 63 de altura, el Tren de las Nubes. Tras cruzar el puente y disfrutando la continuidad del descenso llegué a San Antonio de los Cobres, donde la felicidad me excedía tras haber conseguido el primer objetivo del viaje.

Allí fue necesario descartar peso, desde un juego de cubiertos extra hasta herramientas secundarias. Mis emociones y miedos ya estaban controlados, pero era consciente que no iba a poder afrontar lo que había por delante con todo ese equipaje encima. Estaba entendiendo la insistencia de ciclo-viajeros con los que había consultado antes de partir “llevar solo lo básico y esencial”. Ese día descarté unos 4.5 kg, descansé, y me preparé para encarar al día siguiente el Abra del Acay.

06:30 [Suena la alarma], preparé la bici y salí a la ruta donde recién recibí los primeros rayos de sol. Por suerte con asfalto y me hice la errónea idea de un camino más ligero que lo recorrido. A los pocos kilómetros y con la botella de agua congelándose en cada bajada, un camino de tierra a mano derecha indicaba que mi destino estaba por ahí, una interminable recta que se perdía a los lejos subiendo poco a poco entre el serrucho del camino. Entre frutas deshidratadas y sándwiches, el sol ardía por momentos y empezaba a perder su cénit. Después de pasar unas nueve horas netas de pedaleo en un camino que nunca deja de subir, las piernas no me respondían igual, respirar era cada vez más difícil con la altura y arriba el frío se hacía sentir, en serio.

"Viaducto la Polvorilla", ruta 40 - Salta, Argentina.