Trans XYQ - Irene Robles - E-Book

Trans XYQ E-Book

Irene Robles

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Beschreibung

Kayle, un niño terrestre que no se encuentra cómodo en su propia piel, conoce a Quolo, un chico quilltrans que ha llegado a la tierra junto con su familia desde su planeta de origen. Al conocer más y más de la raza de Quolo, de sus costumbres y su peculiar forma de morir, Kayle empezará a entender el motivo de su desasosiego: vive en un cuerpo que no es el que debería tener. Una preciosa fábula sobre la aceptación, la otredad y la riqueza que se extrae de la variedad.

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Seitenzahl: 95

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Irene Robles

Trans XYQ

Elena Martínez

Saga

Trans XYQ

 

Copyright © 2022 Irene Robles and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726948172

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PROLOGO

POR LOLA ROBLES

Leí esta novela corta de Irene Robles durante algunos días del Gran Confinamiento, esa distopía en la que nuestro planeta entero se ha visto inmerso, en este año 2020, con atónito horror. La distopía es un subgénero de la literatura de ciencia ficción, donde se imagina un futuro siniestro, de los peores posibles. Justo lo que estamos viviendo en la realidad.

La narración me llegó en el momento preciso. Para resistir el encierro, había decidido escribir sobre las, a veces, complicadas relaciones entre un sector del feminismo, el movimiento que lucha por los derechos trans y la teoría queer. Es largo de contar y sería cuestión de hacerlo en otro espacio y momento. Pero el azar me había proporcionado una lectura que no solo tenía mucho que ver con lo que yo estaba escribiendo, sino que lo completaba de un modo que no hubiese imaginado nunca. El azar, ya se sabe, juega a ese tipo de cosas: también a que yo prologue el libro de una autora con la que comparto apellido, sin ser familia, por ejemplo.

Leyendo las primeras páginas, pensé que Trans XYQ se dirigía, sobre todo, a un público juvenil. Luego me dije que, desde luego, podría gustar perfectamente a adultos. Además, la novela está bien escrita, con un estilo limpio y preciso, trabajado. Eso es muy importante en los tiempos que corren. La escritura consiste en imaginar con toda la libertad posible, redactar y corregir, corregir mucho. Si se hace todo esto, al final se nota. Trans XYQ nos ofreceuna narración bien pensada, con equilibrio narrativo y que va ganando en profundidad según avanza.

Porque el libro empieza siendo una fábula sobre las diferencias, la otredad y las dificultades que tenemos los humanos para encararlas. Se parte de un motivo clásico en el género de ciencia ficción: la llegada, que aquí ya ha ocurrido cuando da comienzo la novela, de alienígenas a la Tierra, con intención de convivir con nosotros. A partir de ahí, surgen todo tipo de reacciones por parte de los terrestres, de acogida y rechazo, pese a la buena voluntad que muestran los recién llegados, pues no nos quieren invadir ni aniquilar como la COVID-19. Pero el otro, extraño y forastero, perturba porque lo desconocemos y esa ignorancia nos lleva a alimentar temores, con frecuencia infundados.

Sin embargo, este primer hilo del relato se transforma en otro. Se trans-forma.

La transexualidad es una condición y una identidad humana que ha existido desde siempre. Las personas trans, con mucha frecuencia desde su infancia, consideran que no pertenecen al género que se les asignó al nacer a la vista de su anatomía (o incluso antes), sino a otro, que puede ser el que llamamos opuesto u otra identidad no binaria, es decir, más allá de la dicotomía mujer/varón. Hay quienes piensan que se trata de un problema mental, psiquiátrico, porque contraviene unas supuestas leyes naturales, ya que, dicen, solo hay dos sexos biológicos. Quizás esto lo afirma la misma gente que, luego, no cree que la naturaleza sea capaz de crear por sí sola un virus y prefiere echarle la culpa a una conspiración humana, lo cual, en el fondo, resulta tranquilizador. Nada más insoportable que la diosa Fortuna tire los dados al aire para decidir nuestro destino. También hay personas que rechazan la transexualidad por creer que está causada por un problema social; los estereotipos del machismo y del sexismo. El caso es que ninguna de estas críticas logra explicar la causa de la transexualidad, ni terminar con ella, sin duda debido a que no hay nada que explicar ni nada que eliminar. Hay, simplemente, situaciones que unos logran comprender y otros, por sus miedos y sus limitaciones, no.

No soy excesivamente partidaria de la literatura didáctica, esa que trasmite un mensaje pretendiendo hacer mejor a quien lo lea y enseñarle algo. Digo que no soy muy partidaria porque me interesa la historia narrada en sí misma y cómo está escrita más que el mensaje que pueda conllevar. No me gustan las directrices demasiado simples ni los personajes estereotipados, se encuentren en el lado del bien o del mal.

Pero es que en Kayle, el muchacho protagonista de esta novela, no hay nada de estereotipado. Sorprende por su madurez y su capacidad de decisión. Tiene las cosas muy claras, aunque el deseo que lo empuja resulte difícil de comprender para mucha gente a su alrededor, empezando por sus padres. Kayle es trans, pero no se considera ni quiere ser una chica. Su anhelo consiste en algo más complejo, extraordinario. No hay límites para los deseos humanos, afortunadamente. Son los que nos llevarán más allá de nuestro Sistema Solar, entre las estrellas, igual que nos sacaron de las cavernas o nos condujeron a las zonas en blanco de nuestro mundo, para explorarlas.

Kayle quiere ser algo que no es, pero que sí es, puesto que lo desea tanto. Su afán se muestra capaz de romper no solo los límites de la naturaleza, que, en realidad, no conocemos, sino otras fronteras más fortificadas, las de los prejuicios humanos hacia lo diferente. Él sueña un sueño que parece imposible. Pero nada debe darse por imposible antes de intentarlo.

Durante estos días tediosos del confinamiento, cuando aburrirse era lo mejor que te podía ocurrir, me he preguntado muchas veces si las y los autores de ciencia ficción podríamos volver a escribir este género, después de lo que estaba pasando. Desbordados por la realidad, quizás nuestra imaginación se secara. Irene Robles me ha demostrado que no es así. Que la imaginación perdurará siempre, igual que la literatura. Para ayudarnos a huir, por unas horas, de tiempos ingratos, pero también para enseñarnos sin caer en la moralina. Enseñarnos, por ejemplo, que se debe tratar de entender las esperanzas ajenas, por muy raras que nos parezcan.

¿Por qué Kayle no decide seguir siendo el que es y por qué su familia y sus amigos no intentan convencerlo? ¿Por qué desea integrarse de tal modo entre criaturas desconocidas y tan distintas a él? Yo creo que la buena literatura es la que nos deja más preguntas que respuestas.

 

Irene Robles, que nació en Alicante en 1992, forma parte de la generación más joven de autoras y autores españoles de ciencia ficción. Durante todo el siglo xx y los primeros años de este, hasta la segunda década, las escritoras han sido una minoría en el género y las excepciones, escasamente conocidas. Sin embargo, a partir de 2010 el panorama ha cambiado de manera radical. Una serie de creadoras se ha incorporado a este tipo de ficción, para explorar sus posibilidades especulativas no solo sobre ciencia y tecnología, sino sobre sociedad, relaciones humanas, biología, lenguaje, cultura y otros mundos posibles. Robles es una de ellas y ha publicado ya varias novelas: Último tren a la Tierra (2014), La noche perpetua (2015), Piel metálica (2017) y La tierra prometida (2019). El futuro que soñó la ciencia ficción del siglo pasado es suyo. Merece la pena conocerlo a través de su literatura.

13 de mayo de 2020, Año del Gran Confinamiento por la pandemia de la COVID-19.

INFANCIA

Mamá, quiero morir.

Esas fueron las palabras que Kayle le dijo a su madre una tarde al volver del colegio. En aquel momento, el niño tenía siete años y a su madre, que se alteraba con facilidad, casi le dio un ataque al corazón. No podía imaginar cómo un niño de su edad podía tener esas ocurrencias, ni tampoco qué le podría haber pasado para decir eso con tanta seriedad y convicción. Tras quedarse unos segundos con los ojos abiertos y el corazón encogido, sintió que la sangre volvía a recorrer sus venas y llegaba de nuevo a sus ideas.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó, intentando disimular el nerviosismo en su voz.

 

Kayle siempre había sido un niño muy espabilado, era más bien reservado y solitario, pero cuando quería se relacionaba con los demás. Especialmente desde hacía unos dos años, desde la Gran Acogida. Su madre nunca había estado a favor de aquello. De hecho, lo expresó públicamente en la asamblea regional convocada para tratar el asunto. Esta posición le hizo ganar no pocos comentarios y miradas recriminatorias; tanto vecinos como conocidos que había tenido siempre en buena consideración cortaron sus relaciones con ella. Es que una ya no puede decir lo que piensa, le refunfuñaba a su marido después de la asamblea. En su región, como en muchas otras, finalmente se votó a favor de acoger a los quilltrans, una especie extraterrestre exiliada de Quilltron, su planeta natal. Desconocía los detalles de la llegada, los motivos del exilio y la acogida, no había querido saber nada más de lo necesario. No quería implicarse de ninguna manera con esa especie, en su opinión, invasora. Ni siquiera de pensamiento.

Uno de los aspectos clave de la Gran Acogida era la adaptación académica. No sabía cómo esos seres se relacionaban con los humanos, no conocía su lenguaje, ni sus costumbres, pero se había decidido reservar plazas en las escuelas para sus «niños», para que crecieran como los niños humanos y no hubiera diferenciación por especies. En aquella asamblea en la que ella salió tan mal parada hubo quien quiso saber por qué no se designaban colegios separados. Ella atisbó la cordura en aquellas palabras, pero en breve quedó sepultada por los argumentos en favor de los extraterrestres. Lo llamamos adaptación académica, no solo para que estudien bajo los mismos conocimientos y valores que los humanos, sino para que desde jóvenes convivan con nosotros, decía uno de los concejales. Para los adultos será más complicado adaptarse, pues todo será nuevo para ellos, pero con el paso de los años, los jóvenes vivirán entre nosotros como los demás. No notaremos la diferencia más de lo que la notamos si nos cruzamos por la calle con un pelirrojo o con un negro, sin intención de ofender a nadie. Somos iguales, solo el físico nos diferencia. Para ella terminó la reunión en ese punto, pues su marido accedió a marcharse con ella antes de que acabara.

 

Kayle no era el mismo desde la dichosa adaptación académica. Si hubiese sido por ella, lo habría cambiado de colegio, pero no encontró ninguno en el que no fueran a admitir a los extraterrestres en todas las clases y todos los niveles. Se haría un estudio de los alumnos, de las edades, de su sistema de enseñanza y se les clasificaría de la forma más justa posible. La mejor decisión para su hijo era dejar que siguiera en el mismo colegio, allí ya tenía amigos, conocía a los profesores, estaba a gusto. Él sí que se había adaptado.

—¿Qué quieres decir con que te quieres morir, hijo? ¿Te pasa algo? ¿Te han hecho algo esos quilltranos?

—Se dice quilltrans, mamá. Sin la o —la corrigió Kayle—. No me han hecho nada malo. Me llevo bien con ellos. Somos amigos.