Un acuerdo con el brasileño - Tara Pammi - E-Book

Un acuerdo con el brasileño E-Book

Tara Pammi

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Beschreibung

Miniserie Bianca 207 Ascendido de protegido del jefe... ¡a esposo por conveniencia! Tras confesar a su jefe, Caio Oliveira, su atracción sexual hacia él, la genio de la informática, Anushka Reddy, se siente mortificada por su rechazo. La única salida que encuentra es dejar la empresa, a pesar de que ha trabajado muy duro y es la nieta de su recién fallecido dueño. Pero, tras la lectura del testamento, descubren que es Anushka quien hereda las acciones de su abuelo y no Caio, como todos habían pensado. Entonces, a ella se le ocurre hacerle una propuesta... No se trata de algo romántico, es un simple acuerdo para asegurar el negocio en el que ambos se han volcado. Un matrimonio de conveniencia parece ser la solución ideal para ambos.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2023 Tara Pammi

© 2024 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Un acuerdo con el brasileño, n.º 207 - enero 2024

Título original: Marriage Bargain with Her Brazilian Boss

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 9788411806480

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

 

 

 

 

ANUSHKA Reddy recorrió con la mirada la lujosa cabina del jet privado en el que viajaba, pero a sus catorce años le resultaba muy difícil mantener el interés por el avión o por cualquier otra cosa cuando en su estómago revoloteaban miles de mariposas.

Iba a quedarse con sus abuelos y sus hermanastras todo el verano.

Al pensarlo, se sintió culpable al instante. No es que no quisiera a su madre y que no le gustaran todas las aventuras que había vivido con ella. Como activista medioambiental y artista de renombre mundial, su madre viajaba por todo el mundo con frecuencia (a veces para mostrar su trabajo y otras en busca de inspiración) y eso significaba que Nush, a su corta edad, ya había vivido en multitud de lugares interesantes.

Pero su madre también era distraída, voluble y propensa a largos periodos de melancolía y depresión. Y cuando se deprimía, se olvidaba de las pequeñas cosas. Como comprar comida, ropa y libros para Nush, o asegurarse de que pasara el suficiente tiempo al aire libre con niños de su edad.

A pesar de tener una madre poco convencional que le había contado a los ocho años que había nacido fruto de una aventura, Nush siempre había anhelado un hogar permanente y una familia unida. Especialmente la que sus hermanastras tenían con sus abuelos paternos en California, a las que conoció el mismo año que su madre le confesó quién era su padre. Al parecer, a él (un artista en decadencia y un alcohólico empedernido) le gustaba cambiar de amante con frecuencia, por lo que ella, Yana y su hermana mayor, Mira, tenían madres diferentes.

Tras conocer su existencia, su madre nunca había puesto impedimento para que se relacionara con la familia de su padre. Los seis veranos que Nush había pasado con sus abuelos y sus dos hermanastras en la extensa finca de California se habían convertido en lo más esperado de cada año.

Y ahora volvería con ellos otro verano más. O al menos eso le había dicho su madre entre lágrimas, mientras ponía condiciones y lanzaba advertencias sobre su bienestar al hombre que representaba a los abuelos de Nush. Siempre recibidas con mucha paciencia por parte de Caio Oliveira, quien trataba con amabilidad a su madre, a pesar de sus arrebatos irracionales.

Nush se subió las gruesas gafas por el puente de la nariz y observó a Caio con la mayor discreción que pudo. Aquel hombre estaba muy presente en la vida de sus abuelos. Había sido futbolista en Brasil y ahora era un genio de la programación al que su abuelo consideraba su mano derecha. Solo le había echado un tímido vistazo mientras se escondía detrás de Mira. Era alto, de hombros anchos, un dios de piel dorada como los que poblaban su videojuego de rol favorito. Sus ojos castaño claro brillaban con una inteligencia perversa bajo unas espesas cejas oscuras, con el pelo negro azabache ondulado muy corto y una mandíbula marcada de modelo de revista. Aquel hombre era demasiado… viril. Un macho alfa en toda regla.

No había otra forma de describirlo, sobre todo cuando ella era una adolescente desgarbada, con gafas y acné que no sabía qué hacer con sus piernas y brazos ni con sus hormonas repentinamente hiperactivas.

Era algo nuevo para ella, esa repentina sensación en el estómago que no podía controlar.

Pero no podía quedarse mirándole durante el resto del vuelo. Lo último que quería era que él pensara que seguía siendo un poco rara y empollona.

–¿Por qué no ha venido thaata a recogerme? –se animó a preguntar Anushka una vez que la azafata los dejó solas. No dominaba tanto como Mira el idioma que hablaba la familia de su padre, pero estaba decidida a hacer un esfuerzo por aprenderlo ese verano.

–¡Vaya!, así que sabes hablar –respondió Caio, con una sonrisa que mostraba un hoyuelo a un lado de su boca.

Nush enrojeció de manera automática.

–Claro que hablo, señor Oliveira. Pero solo cuando tengo algo importante que decir. –Se encogió de hombros y suspiró. ¿Por qué no podía sonar normal por una vez en su vida?

–Esa es una cualidad admirable que raramente encuentro, sobre todo entre los adultos. Y no me llames «señor», Anushka, me hace sentir viejo.

–Es que eres viejo –soltó Nush sin pensar, luchando contra las mariposas que habían comenzado a revolotear con más fuerza en su estómago.

Él estalló en una risa fuerte y profunda que lo hizo parecer todavía más guapo.

–Quiero decir… que eres bastante más mayor que yo –aclaró ella, con ganas de esconderse bajo la mesa.

–Veintisiete no son tantos años como para llamarme viejo. Aunque es cierto que estoy un poco hastiado y escéptico con todo, así que… –Sus ojos se ensombrecieron por un instante–. Además, el título de señor Oliveira pertenecía a mi padre. Me sentiría como un impostor si lo usara.

Sus ojos volvieron a oscurecerse al nombrar a su padre, parecía que hablar de él le dolía.

–Si quieres que diga bien tu nombre, será mejor que me enseñes a pronunciarlo –dijo ella, queriendo distraerle de inmediato.

–Es Caio –dijo él pronunciando lentamente.

Nush repitió su nombre un par de veces hasta conseguir pronunciarlo correctamente.

–Perfecto, princesa.

Ella se quedó con la boca abierta.

–¿Por qué me llamas «princesa»?

–¿No es así como te llama tu abuelo? ¿Por qué?

–Prométeme que no te reirás de mí.

–No me atrevería –dijo él con cara seria.

–Porque siempre me han gustado los cuentos de hadas.

–¿Y por qué iba a reírme de eso?

–Mi madre solía decirme que la vida es demasiado importante como para perder el tiempo con cuentos anticuados.

Él abrió la boca para decir algo, pero la cerró de inmediato. Y Nush se dio cuenta de que se había tragado su propia opinión para no dañar la de ella. Ese pequeño gesto de amabilidad hizo que le cayera aún mejor. Ahora podía decir que Caio le gustaba por algo más que su aspecto.

–¿Y qué es lo que te gusta de ellos? –preguntó él tras unos segundos de silencio.

–Que siempre hay un final feliz, sea cual sea el problema de las princesas. Siempre hay alguien adecuado para ellas. No importa si son demasiado calladas, tímidas o incluso raras. Estoy de acuerdo en que algunas historias son un tanto anticuadas, pero luego las reescribo en mi cabeza como quiero.

–Mientras no olvides que la vida real no funciona así, princesa. A veces no hay final feliz. Solo una decepción aplastante, provocada tanto por las circunstancias como por las personas. El amor a veces no es suficiente.

–Esa es tu opinión –respondió ella, levantando la barbilla.

Él se encogió de hombros.

–¡Oh! No he respondido a tu pregunta –dijo Caio–. Tu abuelo quería venir, al igual que tus hermanas. Pero tu abuela tuvo un episodio de asma hace poco y, como yo iba a hacer este viaje de todos modos, me ofrecí a recogerte.

–¿Nanamma está bien ahora?

–Sí, no te preocupes.

–¿Seguís saliendo juntos Yana y tú? –Nush quiso enterrar la cabeza como un avestruz, no sabía por qué había hecho esa pregunta.

Caio era su primer amor platónico y ya le estaba resultando doloroso. Y ahora que se mudaba a California y lo vería con más frecuencia sería peor aún.

Adoraba a sus dos hermanas, pero verlo con Yana –que era tan guapa que a los diecinueve años ya la solicitaban para trabajar como modelo en todas partes– le resultaba incómodo y raro.

Se atrevió a mirarlo de reojo y se sintió aliviada al ver que él no parecía irritado.

–Lo siento, no es asunto mío… –susurró ella.

–Está bien, princesa. La curiosidad sincera nunca me molesta. –Tamborileó con los dedos sobre la mesa que había entre ellos–. Yana y yo ya no somos novios. Nos dimos cuenta de que no teníamos futuro y que les haría mucho daño a tus abuelos y a Mira, y ahora también a ti, si las cosas acababan mal entre nosotros, así que decidimos cortarlo.

Nush se echó a reír. Incluso ella tenía claro que no eran el uno para el otro. Se puso seria al instante cuando la asaltó otro pensamiento preocupante:

–Yana y tú seguís siendo amigos ahora que habéis roto, ¿verdad?

–¿Y por qué frunces tanto el ceño con la idea de que podríamos no serlo, Anushka? –dijo señalándole la frente con un dedo.

Ella se subió las gafas.

–No quiero tener que elegir entre uno u otro, eso es todo.

–¿«Elegir»? –dijo él con el ceño fruncido–. ¿A qué viene eso, princesa?

–Sé cuánto te valora thaata. A pesar de lo exigente que puede llegar a ser Yana, o eso es lo que nanamma dice de ella, no me gustaría verme entre la espada y la pared con vosotros dos cuando por fin tenga una familia completa.

Su cara de asombro fue mudando poco a poco a una sonrisa de oreja a oreja.

–Ya veo por qué tu abuelo piensa que eres tan valiosa.

Nush se puso roja como un tomate. Maldita sea, ¿por qué había abierto la boca?

–No es que me gustes de gustarme…, eso sería… eh…, porque eres muy mayor para…

Él no pudo evitar reírse. Y ella estaba desconcertada por todas las nuevas sensaciones agradables que sentía al estar a su lado.

–Agradezco tu generosidad al considerarme de la familia, princesa. –Su mirada se suavizó–. ¿Estás deseando que llegue el verano?

–Siempre he querido formar parte de una gran familia –dijo ella con una sonrisa–. Vivir con mi madre es una aventura, pero también puede llegar a ser muy solitario. –Tragó saliva ante el repentino dolor que se alojó en su garganta–. Hoy estaba muy enfadada. A veces no puede evitarlo. Por favor, no te enfades con ella por eso.

–En absoluto, Anushka –dijo él negando con la cabeza–. Estaba disgustada, sí, pero tengo suficiente sentido común como para saber que era porque le daba pena separarse de ti. Aunque tu madre es una mujer muy fuerte, se ve obligada a tomar decisiones difíciles por tu bienestar. Lo único que deduje de su reacción de hoy es que te quiere mucho. No todas las madres podrían hacer lo que ella hace por ti.

Nush tuvo que contener las lágrimas al oír aquellas palabras.

–¿Crees que está mal que me emocione tanto por estar con Mira y Yana?

–Para nada. –Su ceño se frunció y su voz se hizo más grave–: Nunca pienses eso. Puedes estar triste y emocionada al mismo tiempo. Una cosa no invalida la otra. Y las familias son complicadas.

Algo en su mirada le hizo preguntar:

–¿Y tú, Caio? ¿Tienes una gran familia?

–La verdad es que no. Al menos ya no.

Había algo en su tono de voz que decía que no era un tema del que quisiera hablar. Así que, aunque le picaba la curiosidad, siguió su ejemplo y lo dejó estar. No quería hacerle daño indagando en temas dolorosos.

–Así que este jet… es tuyo, ¿verdad? –dijo ella, cambiando de tema.

–¿Y cómo sabes que no es de tu abuelo? –preguntó él con un brillo en los ojos como si la encontrara fascinante.

–Mis abuelos son inmigrantes que llegaron a Estados Unidos sin nada. Nunca malgastarían el dinero en lujos tan extravagantes.

–Pensé que me había librado del rapapolvo de la ecologista, pero veo que no tengo escapatoria con su inteligente hija.

–Mi madre te hubiese frito con al menos una hora de sermón –dijo Nush riendo–. ¿Este es tu regalo para ti mismo por la subida de las acciones? Ahora eres millonario, ¿no?

–¿Tú también sabes de negocios? No me extraña que a tu abuelo le haga tanta ilusión que vayas a vivir con ellos.

Nush se sonrojó.

–Sigo las noticias de la empresa. Invertí la asignación que me dio thaata en sus acciones.

Él sonrió por la sorpresa.

–Eres una delicia, Anushka.

–Mis amigos me llaman Nush –dijo ella, aunque la verdad era que no tenía amigos en la vida real, solo en Internet; gente que no la juzgaba, porque online era muy fácil fingir que era perfecta–. Además, me interesa el software financiero en el que estás trabajando. He seguido su desarrollo desde que thaata y tú hablasteis de ello la primera vez que os vi. Yo también soy programadora.

–¿En serio?

Algo en el desafío de su mirada impulsó a Nush a agarrar su mochila. Se la habían regalado Mira y Yana en su última visita y era su posesión más preciada. Sacó su ordenador portátil y abrió el programa en el que había estado trabajando. Giró la pantalla hacia él, apoyó la barbilla en las manos entrelazadas y esperó su evaluación.

Tras varios minutos, Caio cerró el portátil y silbó.

–¿De verdad lo has programado tú?

Ella asintió, captando la curiosidad en los ojos de él.

–¿Cuánto tardaste en hacerlo?

–Una semana.

Caio la miró fijamente, con mirada calculadora y sagaz. Ella se estremeció cuando él extendió una mano y la estrechó con la suya. En ese momento, las mariposas de su estómago volvieron a revolucionarse.

–¿Qué… significa esto?

–Acabamos de asociarnos, princesa. Tú y yo vamos a gobernar el mundo juntos.

Entonces, Nush apretó su mano con más fuerza y se prometió a sí misma que cuando fuera mayor buscaría un chico exactamente igual a Caio del que enamorarse.

Aunque quizá no tan guapo, magnético y encantador como él, ni tan… fuera de su alcance.

Capítulo 1

 

 

 

 

 

Nueve años después

 

«Sal de tus cuentos de hadas, princesa. La vida hay que vivirla, no leer sobre ella».

Nush leyó y dobló una vez más la nota que le habían entregado esa mañana, dos días después de que thaata exhalara su último suspiro. Ya la había leído unas mil veces.

Parecía más que una señal. Era como una llamada de atención.

¿Sabía thaata lo frustrada e infeliz que se sentía últimamente? ¿Lo llena que estaba de anhelo y resentimiento hacia un hombre que ocupaba todos sus pensamientos?

Su abuelo había empeorado mucho desde que habían perdido a su abuela hacía un mes. Fue un golpe muy duro tanto para ella como para sus hermanas. El dolor la consumía por dentro.

De pie, contra la pared del fondo, se dedicó a estudiar a la multitud que se había reunido en la sala de estar de la casa de estilo colonial de sus abuelos. Estaban allí para presentar sus últimos respetos a un hombre que había impactado en tantas vidas a través del gigante tecnológico OneTech, que él mismo había fundado hacía dos décadas y que había florecido hasta convertirse en una empresa multimillonaria con Caio al timón en la última década.

Entre los congregados estaban la madre de Yana, su padrastro y sus hermanastros. También Aristos, el marido de Mira, que estaba al lado de su hermana mayor a pesar de llevar nueve meses separados. Solo faltaba su madre.

Mira había volado desde Grecia para cuidar de su abuela tras enterarse de que había sufrido un infarto hacía ocho meses y nunca había regresado. Hacía menos de un año, los había sorprendido a todos casándose en Las Vegas con Aristos, un magnate griego. Nunca habían visto a Mira tan feliz. Y, sin embargo, cuando Yana y Nush le preguntaron por qué no había vuelto con Aristos a Grecia, su hermana mayor rompió a llorar.

Como era de esperar, fueron Mira y Caio quienes ejercieron de anfitriones. Él era el verdadero heredero del legado y la visión de su abuelo. Y Mira había sido criada por sus abuelos desde pequeña, ya que su madre la abandonó y su padre continuó con su vida de mujeriego.

Nush frunció el ceño por lo bien que se les veía juntos. La mirada de su cuñado Aristos reflejaba la misma irritación.

Como si le hubiera llamado por su nombre, Caio recorrió la habitación con la mirada. La estaba buscando. Nush lo intuía. No habían vuelto a hablar desde la noche que pasaron en vela junto a la cama de thaata en sus últimos momentos.

Ella siguió con la mirada sus movimientos por el salón. Si cuando tenía veintisiete ya le parecía un hombre despampanante, ahora, casi una década después, la confianza que él irradiaba en sí mismo le resultaba todavía más irresistible.

No importaba que se hubiera pasado la última década trabajando para y con Caio. Que fueran socios desde que ella cumplió dieciocho años. Animada por su abuelo, crearon juntos una empresa filial basada en el modelo de software que ella había desarrollado. Su conocimiento del mercado y su valentía a la hora de asumir riesgos le habían permitido ganar millones antes de cumplir los veintiún años.

No importaba que ya no tuviese acné, que hubiera desarrollado curvas que realzaban su figura, o que en el último año hubiera salido con hombres de diferentes ámbitos en un intento desesperado por superar la extraña fascinación que sentía por él.

No importaba cuánto había cambiado ni en quién se había convertido. Cuando se trataba de Caio, seguía siendo aquella niña de catorce años que no podía dejar de mirarlo. Seguía siendo el hombre alto, moreno y brasileño que despertaba en ella una intensa atracción, que hacía que su piel se pusiera roja, su corazón se acelerara y la dejara sin aliento con una sola mirada. De alguna manera, Caio se había convertido en una parte fundamental de su sexualidad, y tenía que hacer algo al respecto si no quería seguir anhelándolo en silencio cuando tuviera sesenta años. Lo único que la salvaba era que nunca había revelado a nadie la verdadera magnitud de su deseo por él.

Amigos, socios y accionistas se detenían ante Caio para rendirle homenaje y no perder su favor. Un par de mujeres muy elegantes posaron sutilmente sus dedos en su antebrazo, como ofreciéndose sin palabras para calmar su dolor. Nush sintió alivió cuando se dio cuenta de que Caio ni siquiera les dedicó una mirada. Pero esa sensación no tardó en ser reemplazada por una de vergüenza. Al menos esas mujeres habían tenido el valor de mostrar su interés y coquetear con él. No como ella, que tejía fantasías a su alrededor mientras permanecía inmóvil a su lado durante años.

La mirada errante de Caio se detuvo al encontrarse con la de Nush desde la sombra de una viga elevada. Sus rasgos tensos se relajaron. Incluso a esa distancia, ella pudo ver cómo la curva de su boca se suavizaba.

Era una mirada de «estoy aquí», una mirada que ella sabía, sin lugar a dudas, que estaba destinada solo a ella en todo el mundo. Era la mirada que siempre la había hecho sentir como si hubiera un vínculo especial entre ellos. Solo ella podía ver esa versión más suave y menos despiadada de Caio, el hombre real que se escondía detrás del empresario brillante y despiadado que mostraba al resto del mundo.

Pero, por primera vez en nueve años, Nush sintió odio. Odio por cómo se había obsesionado con él de esa manera. Odio por cómo su vida se había convertido en una prisión de la que no podía escapar.

 

 

Nush apartó la mirada de Caio y se dio cuenta de que Yana la estaba observando. Mientras ella lucía como un cuervo con una camiseta negra sin mangas y leggings también negros y ajustados, su hermana vestía unos pantalones rosa neón, un top de tirantes a juego y una chaqueta blanca adornada con lentejuelas.

Ninguna de las dos quería estar allí. No querían mostrar su dolor en público por una pérdida que les llevaría mucho tiempo superar. Pero Mira, que siempre era las más responsable y sensata de las tres, les recordó que sus abuelos querrían que estuvieran presentes. Que permitieran a las personas que los amaban mostrarles su respeto.

Las mejillas de Nush se pusieron rojas cuando se ajustó las gafas en su nariz.

–¿Qué… qué quieres decir? –preguntó.

–Es sorprendente que Caio no se haya dado cuenta de cómo lo miras, Nushie… Lo que quiero decir es que él no es tonto cuando se trata de mujeres. –Yana frunció el ceño y bajó el tono de voz–. Pero vosotros estáis siempre juntos y supongo que él sabe de sobra lo introvertida que eres, y que no tienes amigos en la vida real, así que tal vez piense que es normal que te sientas fascinada por él.

Nush fulminó a su hermana con la mirada.

–No todo el mundo es tan seguro como tú cuando se trata de sexo, romance y aventuras.

–Nunca me burlaría de ti por algo así. –Yana entrelazó sus dedos con los de ella y los apretó–. La gente piensa que solo soy guapa y que no tengo cerebro, y que he vuelto locos a thaata y nanamma con mis travesuras, y en parte es cierto, pero no soy tan superficial.

–Mira y yo nunca hemos pensado eso de ti –dijo Nush, sintiéndose un poco enfadada. Enfadada con un mundo que siempre encontraba defectos en las mujeres.

Yana era una mujer preciosa, con pómulos afilados y labios gruesos, y una figura voluptuosa que hacía que los diseñadores se pelearan por tenerla como modelo mostrando sus creaciones. Sin embargo, la prensa la consideraba una diva superficial y reducían su valor solo a su apariencia física. Y además Yana no hacía otra cosa más que alimentar ese pensamiento, ya que no paraba de meterse en problemas.

Pero bajo toda esa fachada ella escondía un corazón de oro. Sus dos hermanas la habían acogido en sus vidas con los brazos abiertos y un amor incondicional. Y Nush no podía imaginar cómo hubiesen sido los últimos años de lucha contra la deteriorada salud mental de su madre si no hubiese contado con la presencia de sus hermanas y Caio a su lado.

Y como siempre, todos los caminos de su vida la llevaban de vuelta a él.

–Gracias, Nushie –dijo Yana sin parar de doblar y desdoblar una nota en sus manos.

¿Qué mensaje habría dejado thaata para Yana? ¿Y para Mira? ¿Se sentían tan perdidas en sus vidas como ella?

–No estaba bromeando cuando te dije que deberías hacer algún movimiento rápido –dijo Yana en voz baja.

–¿Por qué dices eso?

–¿Recuerdas cuando thaata pensó que Peter Huntington junior y tú haríais una buena pareja y todo se arruinó cuando él te llamó jirafa con el cerebro sobredimensionado?

Nush suspiró.

–No necesito que me lo recuerdes.

Yana soltó una risita.

–Es curioso, porque yo pienso que él es como un dinosaurio gigante con un cerebro del tamaño de un guisante. Thaata y Peter padre están cada vez más en desacuerdo desde que thaata trajo a Caio.

–Eso fue hace catorce años y, sin Caio, la empresa nunca habría crecido como lo ha hecho.

–Estoy de acuerdo. Y luego Caio te involucró a ti y OneTech superó todas las expectativas. Esa es una de las razones por las que Peter padre intentaba separarte de él