Un momento de pasión - Karen Rose Smith - E-Book

Un momento de pasión E-Book

Karen Rose Smith

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Beschreibung

Olivia McGovern estaba embarazada. Gracias a un apasionado encuentro durante la fiesta de Navidad de la empresa, Olivia estaba esperando un hijo del famoso abogado Lucas Hunter. ¡Y él ni siquiera parecía recordar la noche que habían pasado juntos! En cualquier caso, Lucas insistía en casarse con ella... ¡por el bien del bebé! ¿Cómo podría Olivia lograr que llegara a amarla y así poder formar una verdadera familia?

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 1999 Harlequin Books S.A.

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Un momento de pasion, n.º 1095- enero 2022

Título original: The Night Before Baby

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-1105-539-0

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Epílogo

Prólogo

 

 

 

 

 

QUIZÁ deberías volver a la fiesta antes que yo —le sugirió Lucas Hunter a Olivia mientras se abrochaba el cinturón. Todavía desconcertado por una pasión que no comprendía, su tono era más brusco de lo que había pretendido. El súbito y abrumador deseo que había sentido por aquella mujer le había impulsado a invitarla a su despacho, donde habían estado charlando durante un rato antes de que…

La incomodidad del ambiente era palpable mientras ella terminaba a abotonarse la blusa y se alisaba la falda. Sus ojos verdes se encontraron con los de Lucas Hunter por primera vez desde que hicieron el amor sobre el negro sofá de piel.

—Sí. Podríamos evitar murmuraciones si yo volviera primero —la voz de Olivia conservaba aún una leve ronquera, debido a la pasión con que habían hecho el amor.

«Hacer el amor», pensó Lucas. Qué desafortunada elección de palabras. De alguna forma, la atracción que había experimentado cuando se cruzaba con Olivia McGovern en los pasillos de la Corporación Barrington había estallado aquella noche, mientras trababan conversación en la fiesta de la empresa, la besaba bajo la rama de muérdago a la manera tradicional y la llevaba luego a su despacho. Al descubrir que ambos estaban pasando solos aquella Nochebuena, se las habían arreglado para terminar haciendo el amor en el sofá. Lucas sólo había bebido una copa de ponche, así que no podía culpar al alcohol de aquello. Y para empeorar las cosas… ¡había descubierto que Olivia era virgen!

Una virgen. Aquello había sido algo completamente inesperado. Sobre todo teniendo en cuenta los rumores que circulaban acerca de la relación que mantenía con su jefe, Stanley Whitcomb, a juzgar por el tiempo que pasaba en su despacho hasta horas avanzadas, o las miradas de admiración que le lanzaba cuando creía que nadie la estaba mirando.

—Lucas…

—No intentemos explicar esto, Olivia. Atribúyelo al hecho de que estamos de vacaciones, o a las palmeras que se agitan en diciembre. Puede que Phoenix no tenga nieve, pero posee su propio encanto navideño. Simplemente hemos sucumbido a la magia de la estación. Sólo siento que… quiero decir que si me hubieras dicho que era tu primera vez…

—Yo jamás imaginé que esto pudiera suceder… —repuso ruborizándose.

—Yo tampoco —por la vulnerabilidad que veía en sus ojos, sabía que la había sorprendido a ella tanto como a él la abrumadora pasión que los había arrastrado a ambos. Tuvo que recordarse que era una estudiante de derecho en prácticas, y que tenía los ojos puestos en su jefe. Después de su última relación, Lucas no tenía deseo alguno de confiar en ninguna mujer más que para obtener algunos escasos momentos de placer—. Vuelve a la fiesta, Olivia. Nada ha sucedido aquí que no podamos olvidar.

La joven vaciló, luego se pasó una mano por su melena castaño rojiza y abrió la puerta. Cuando la cerró a su espalda, Lucas se dijo una vez más que podría olvidar. Y lo haría.

El bullicio de la fiesta llegaba hasta allí. Aspiró profundamente, saboreando el leve rastro del perfume de Olivia, recordando el tacto de su satinada piel bajo sus yemas, el temblor de su cuerpo cuando la hizo suya.

Olvidaría.

Porque nunca volvería a abrir su corazón a ninguna mujer.

Capítulo 1

 

 

 

 

 

OLIVIA pasó a toda prisa por delante de los naranjos que flanqueaban la entrada lateral de la Corporación Barrington. El aroma con el que perfumaban el frío aire de febrero era algo que siempre le había encantado, pero durante las últimas semanas… Ahora sabía por qué siempre devolvía el desayuno, y por qué prefería tomar solamente té por las mañanas, y por qué el «virus» que aparentemente había contraído poco después de la Nochebuena todavía no la había dejado tranquila. Sencillamente porque no era un virus. Como el médico le había dicho durante la hora de la comida… estaba embarazada.

Ajena a la deliciosa decoración en tonos azul y salmón del ala este de Barrington, una corporación que poseía desde centros turísticos en los Estados Unidos hasta hoteles en Europa, pulsó el botón de llamada del ascensor. Había planificado bien su vida y pensaba convertirse en una buena profesional de la abogacía. Y había soñado con relacionarse con un hombre estable, de confianza: su jefe. Pero ahora… ¿qué iba a hacer ahora?

Si no se hubiera besado con Lucas Hunter bajo la rama de muérdago, no le habría contado que se sentía sola en Nochebuena, ni se habría comportado de aquella inexplicable forma… ¡para terminar haciendo el amor en el sofá de su despacho!

Aquel había sido un comportamiento totalmente insólito en ella. Había sido la primera vez que había hecho el amor con un hombre, por el amor de Dios… ¿Y después? Se habían vestido en silencio, incómodos. Y tras una breve conversación que no había hecho nada por superar aquella incomodidad, habían regresado a la fiesta por separado como si nada hubiera sucedido.

Aquella única noche, aquella indiscreción, aquella excitación que había sentido desde la primera vez que puso los ojos en Lucas Hunter cuando entró a trabajar en Barrington seis meses atrás… ¡iba a cambiar su vida para siempre! Se llevó una mano al vientre con gesto protector mientras entraba en el ascensor y pulsaba el botón del tercer piso. Querría a su hijo a pesar de lo que había sucedido. Ella…

Cuando se abrió la puerta del ascensor, apareció Lucas tan guapo y sexy como siempre. A Olivia se le secó la garganta y las palmas de las manos le empezaron a sudar.

—Hola, Olivia.

Ante su distante cortesía, la joven se recuperó de su sorpresa y salió del ascensor.

—Buenas tardes, Lucas.

Irguiendo los hombros, se obligó a dirigirse a la oficina de Stanley Whitcomb y a olvidarse por un momento de que Lucas era el padre de su hijo. Tenía que aclararse las ideas antes de poder decidir lo que iba a hacer respecto al bebé… y respecto al propio Lucas Hunter: cuándo debería decírselo… y si debería decírselo.

Mientras seguía avanzando por el pasillo, pensó sobre los rumores que había oído acerca de Lucas. Nada más abrir la puerta de la oficina de Stanley saludó a su secretaria, June, y tomó asiento ante su escritorio. Había empezado a trabajar a media jornada como ayudante mientras terminaba los estudios de derecho, pero se había cambiado a la jornada completa a finales del verano, cuando no pudo realizar el examen de abogacía. En agosto había regresado a su casa de Tucson para estudiar a fondo, dispuesta a aprobar a toda costa, pero de camino hacia el examen tuvo la mala suerte de verse implicada en un accidente de tráfico. Y si un candidato a abogado llegaba tarde a aquel examen, aunque sólo fueran cinco minutos, se veía obligado a esperar a la próxima oportunidad. Nada la impediría pasar aquella prueba a finales de febrero. Aquella vez el examen se celebraría en Phoenix, y se aseguraría de estar allí con tiempo más que sobrado de antelación.

De pronto, Stanley salió de su despacho para entregarle una carpeta. Como siempre, las hebras grises que salpicaban su cabello negro le daban un toque distinguido, y a sus cuarenta y mucho años se conservaba fuerte y delgado. Era viudo desde hacía unos diez, y representaba la estabilidad que Olivia había buscado siempre en un hombre. Desde que llegó a Barrington, él había sido su mentor, y lo único que había querido era que se fijara en ella como mujer, y no simplemente como su ayudante. Pero ahora…

—Estos son los nuevos contratos… Olivia, estás muy pálida. ¿Te encuentras bien?

Las hormonas debían de estar afectándole tanto al cerebro como a su estómago. Sólo podía pensar en Lucas, en la Nochebuena y en la sonrisa del médico cuando le anunció que daría a luz hacia finales de septiembre. De repente fue como si el peso de todo aquello la hubiera aplastado.

—Bueno, la verdad es que me siento un poco débil. ¿Podría llevarme estos contratos a casa? —nunca antes le había pedido tiempo libre, excepto para el examen de abogacía.

—Claro que sí —se apresuró a decirle Stanley—. Llámame si tienes alguna pregunta.

Su jefe era un hombre tan bondadoso… nada que ver con Lucas Hunter, ni con su aura de contenida sensualidad, ni con… De pronto se levantó, sonrió a Stanley, recogió la carpeta y su bolso y abandonó la oficina.

Tenía intención de conducir directamente hasta casa, prepararse una taza de té y dedicarse a pensar. Pero cuando pasó por un centro comercial y vio una tienda de ropa infantil, se detuvo en un impulso y aparcó. Dado que era lo suficiente mayor para darse cuenta de que las inquietudes y sueños de su padre le habían llevado a dejar su hogar y abandonar a su esposa, Olivia se había propuesto convertirse en una persona madura y equilibrada en beneficio de su madre. Y la madurez significaba planificación, asumir responsabilidades, ir directamente a los objetivos.

Entró en la tienda y se internó en medio de las cunas, móviles y tacatás, pasando luego a la sección de ropa, deteniéndose frente a un estante de camisitas de bebé… ¡Eran tan pequeñas! En ese instante, la perspectiva de convertirse en madre le pareció absolutamente maravillosa al tiempo que abrumadora.

Cerró los ojos por un momento y vio el rostro de Lucas Hunter. Él tenía derecho a saber que iba a ser padre. Ahora mismo.

Salió apresurada de la tienda, esperando que Lucas no hubiera tenido que marcharse de viaje de negocios. Rex Barrington II le había contratado para que asesorase una delicada operación de fusión empresarial, y posteriormente se había quedado para encargarse de otra. La noticia de que poseía una avioneta y de que en cualquier momento podía volar a cualquier lugar donde Rex lo necesitase, habían circulado por la oficina desde un primer momento. También era bien sabido que se ausentaba casi todos los fines de semana. Y en el departamento de personal se decía que no estaba casado.

Pero muy bien podría estar comprometido con alguna mujer. A Olivia se le aceleró el corazón ante la perspectiva de anunciarle la noticia.

 

 

La información referente al hotel de Colorado que Barrington estaba pensando adquirir, en condiciones normales habría ocupado por completo con datos y cifras el cerebro de Lucas, que funcionaba como una calculadora. Pero desde que se encontró con Olivia en el ascensor…

Su descenso a la locura en Nochebuena le había atormentado durante el último mes y medio, así como el rostro de Olivia, su sonrisa, y el maravilloso brillo de sus ojos… De repente, los ligeros golpes con que alguien llamó a la puerta de su despacho fueron una indeseable intrusión. Dado que su estancia en Barrington era provisional, desde el principio había insistido en que no necesitaba una secretaria.

—Adelante —pronunció, esperando que fuera algún mensajero o incluso el propio Rex Barrington.

Cuando Olivia abrió la puerta, Lucas se negó a reconocer que el pulso se le había acelerado. Parecía algo pálida, pero estaba tan encantadora como siempre con un traje color verde esmeralda que hacía juego con sus ojos.

Antes de que él pudiera levantarse, entró en el despacho y, retorciéndose nerviosamente las manos, declaró:

—Estoy embarazada.

Durante toda su vida, Lucas había aprendido que la compostura externa era el secreto que facilitaba hacerse cargo de cualquier situación, por complicada que fuera.

—¿Y qué te gustaría que hiciera yo al respecto? —preguntó con tono tranquilo, como si estuvieran hablando de un negocio más.

Los ojos verdes de Olivia reflejaron sorpresa, y después dolor. Lucas no había creído posible que algún día volviera a ver una mirada de dolor en una mujer sin pensar que estaba intentando manipularlo. Pero antes de que pudiera reaccionar, Olivia se volvió de repente y salió apresurada del despacho.

Lucas se levantó y salió en pos de ella. Una vez en el pasillo no la vio en el ascensor, pero oyó el sonido de sus pasos en la escalera. Se preguntó cómo podía moverse tan rápido con aquellos tacones tan altos.

—¡Olivia, espera!

Pero o ella no lo oyó o no quiso hacerle caso. Finalmente, Lucas la alcanzó en el aparcamiento, cuando estaba intentando abrir la puerta de su coche. Como seguía ignorándolo, la agarró de un codo.

—Necesitamos hablar.

—No lo creo —replicó, liberando el brazo.

—Olivia, me tomaste por sorpresa…

La joven se quedó inmóvil, levantando la mirada hacia él.

—Noespero que hagas nada al respecto. Solamente me pareció que tenías derecho a saberlo.

—¿Estás segura de que el bebé es mío?

Donde antes había visto dolor en sus ojos, en ese momento vio furia. Olivia insertó la llave en la cerradura y abrió la puerta del coche.

—Olivia…

—No habría venido a verte si no estuviera segura. Nunca antes me había acostado con un hombre, Lucas, así que no hay duda de que el bebé es tuyo.

Se sentó al volante, pero él la detuvo antes de que pudiera cerrar la puerta.

—Vamos a hablar de esto. O aquí, o en tu casa o en la mía. ¿Dónde prefieres?

—Vivo a unos diez minutos de aquí —respondió al cabo de un tenso silencio.

—Te seguiré.

Mientras seguía al pequeño coche azul de Olivia, Lucas no dejaba de rumiar lo que ella le había dicho. Estaba embarazada de un hijo suyo. Y nunca antes se había acostado con un hombre. Durante el mes anterior, había advertido que pasaba cada vez más tardes en compañía de Stanley, y había terminado por pensar que formaban pareja. ¿Y si le estaba mintiendo? Celeste le había mentido durante meses enteros, afirmando que lo amaba, jurando que le habría encantado tener hijos. Hasta que finalmente él la llevó al rancho de sus padres adoptivos, le enseñó el ambiente en que se había criado y comprobó de primera mano que no le gustaban los niños más que la mantequilla de cacahuete. Se había sentido atraída por su éxito así como por su elegante casa en la ciudad y por su avioneta, esperando un futuro donde el champán corriera a raudales. ¿Por qué no se había dado cuenta antes de que Celeste no era el tipo de mujer que había esperado?

Porque había ansiado tanto fundar su propia familia que había permanecido ciego ante la verdad. Después de lo de Celeste, había decidido que si quería una familia, siempre podría adoptar un hijo y seguir soltero. Pero el deseo que sintió en Nochebuena por Olivia le había demostrado que una mujer todavía podía despertar la pasión que había creído muerta tras su relación con Celeste.

Mim y Wyatt, la pareja que lo había acogido de pequeño, le habían educado bien, enseñándole a trabajar duro y a asumir las consecuencias de sus actos. Pero aquella era una consecuencia que no había esperado. Y se daba cuenta de que Olivia no tenía razón alguna para mentirle. Si ese hijo hubiera sido de Stanley Whitcomb, y ella amara a Stanley Whitcomb, no habría tenido esa apariencia tan triste y deprimida.

Siguiendo a Olivia hacia la zona norte de Phoenix, Lucas llegó a un modesto edificio de apartamentos muy distinto del lujoso barrio residencial donde él vivía. Aparcó y salió del coche. En silencio, Olivia le hizo pasar por un corredor interior y luego subir por una escalera. Cuando finalmente entró en su apartamento, lanzó una rápida mirada a su alrededor.

Olivia no vivía en el lujo, pero aquel pequeño apartamento resultaba mucho más hogareño que la gran casa donde vivía Lucas. De hecho, el sofá azul con numerosos cojines, o las mesas de madera de pino sugerían la misma sensación que el salón del rancho de Mim y Wyatt. En cuanto a la cocina, era tan pequeña que apenas había sitio para que dos personas trabajaran en ella a la vez. Pero su atención no tardó en volver a centrarse en su pálido rostro y en sus ojos de mirada decidida cuando le espetó:

—Ni necesito tu ayuda ni la quiero.

El deseo que había sentido por Olivia, y que había creído poder olvidar, lo impulsó a acercarse más a ella.

—Si éste es también mi hijo, tengo mis derechos.

—Derechos que no te convierten en un verdadero padre. Los derechos no harán que asumas la responsabilidad. ¡Sé cómo ejercen los hombres sus derechos cuando les conviene! Y si ni siquiera te crees que este niño es tuyo….

—¿Nunca te acostaste con Stanley Whitcomb? —le preguntó él, tomándola de los hombros.

—No —respondió rígida, sin dejar de mirarlo a los ojos—. Nunca me acosté con Stanley ni con ningún otro hombre. Y si no me crees….

El instinto, junto con la lógica, le dijo que Olivia estaba siendo sincera con él.

—Te creo.

De repente, la familia que Lucas siempre había soñado con tener parecía haber quedado a su alcance. ¿Acaso no era un experto en adaptarse a cualquier imprevisto convirtiéndolo en un beneficio? Desde niño había aprendido a aprovechar lo que tenía; lo que ganaba, lo tomaba. Cuando se inclinó hacia ella, Olivia emitió un pequeño jadeo de sorpresa. Y con aquella ventaja de su lado, la besó en los labios. No quería que pensara, sólo quería que reaccionara, que le diera una señal de que la idea a la que se había agarrado con desesperación no era del todo absurda. Deslizó la lengua entre sus labios, buscando excitarla, preguntándose si aquella Nochebuena habría sido simplemente una anomalía, una excepción.

Durante unos segundos volvieron a revivir esa noche, hasta que Olivia se apartó de repente.

—¿Por qué has hecho eso?

Recuperada nuevamente la compostura, Lucas respondió con tranquilidad:

—Para demostrar una cosa. Hay fuego entre nosotros, Olivia. Lo descubrimos en Nochebuena, y desde entonces hemos guardado las distancias. Quiero que consideres la idea de casarte conmigo.

—No puedes estar hablando en serio.

—Estoy hablando muy en serio. Yo fui un hijo ilegítimo, y ningún hijo mío llevará ese estigma. Seré un buen padre para ese niño. Tengo derecho a ello. Y él o ella será tanto mi responsabilidad como la tuya.

—Lucas, esto es una locura. Si ni siquiera nos conocemos…

—Créeme, sé que dos padres son mejor que uno, y que una alianza con ese fuego que tú y yo compartimos puede ser algo mucho más fecundo que cualquier ilusión romántica. Piensa en ello.

Olivia había palidecido de nuevo, y Lucas se dio cuenta entonces de que era mejor retirarse, no insistir, y dejar que reflexionara sobre sus palabras.

—Piensa en nuestro bebé —pronunció, abriendo la puerta—. Intenta anteponer su bienestar a cualquier otro criterio.

Mientras avanzaba por el pasillo, Lucas se dio cuenta de que sus talento negociador podía ayudarle a resolver con éxito el más importante contrato de su vida.

 

 

A la mañana siguiente, sentada ante el tocador del servicio de mujeres de Barrington, Olivia tomaba una taza de té con expresión pensativa. Podía haber elegido la sala de descanso, pero simplemente no se sentía de humor para charlar con sus compañeras cuando estaba intentando tomar una decisión tan trascendental en su vida… y en la de su hijo. El hijo de Lucas. De repente, la puerta del servicio se abrió dando paso a Molly Doyle.

—¿Qué sucede, Olivia? Habitualmente no sueles pedir una taza de té para luego salir corriendo.

—No es nada. Sólo que tengo una mañana muy ocupada.

Con su melena rubia y lisa flotando en torno a su rostro, Molly sacudió enérgicamente la cabeza.

—Ocupada o no, solías comerte el pastel de queso con nosotras. Pero últimamente…

Molly era la amiga más cercana que tenía en Barrington, y Olivia sabía que podía confiar en ella. Necesitaba alguien en quien confiar. La noche anterior había pensado en llamar a su madre, pero quería aclararse un poco las ideas antes de hacerlo.

—Estoy embarazada.

Molly no pareció sorprenderse mucho:

—Por la manera en que palidecías ante la vista de comida, sospechaba que lo estabas. ¿Cuándo te casas con Stanley?

No sólo Molly, sino también las otras cuatro compañeras con las que solía comer Olivia, sabían que soñaba con casarse con su jefe algún día. Avergonzada por lo que le había ocurrido en la fiesta de la empresa en Nochebuena, no se había atrevido a contárselo a nadie.

—Lucas Hunter es el padre.

Sorprendida, pero recuperándose con rapidez, Molly repuso:

—Oí un rumor acerca de que Lucas y tú os besasteis bajo la rama de muérdago en la fiesta de Nochebuena. Y no llegué a creérmelo. ¿Pero qué pasa con Stanley?

—Había esperado que Stanley me viera como una mujer y no como una simple ayudante, pero… —se interrumpió, preguntándose por qué aquellas frustradas esperanzas no la afectaban tanto como el deseo que había visto en la mirada de Lucas.

—¿Se lo has contado a Lucas?

—Ayer.

—¿Y? —insistió su amiga.

—Me pidió que me casara con él, pero no creo que tuviera verdadera intención de hacerlo. ¿Cómo podría? Si ni siquiera nos conocemos —al ver que Molly enarcaba las cejas con gesto de sorpresa, añadió a modo de explicación—: Sólo fue una vez.

—Con una vez basta. Y en cuanto a eso de que Lucas no hablaba en serio, me parece algo muy extraño en él. Lucas Hunter es un hombre que sabe exactamente lo que está haciendo en cada momento. Y por lo que he oído, Rex Barrington confía en él precisamente por eso. ¿Qué le respondiste cuando te lo propuso?

—No fue exactamente una propuesta. Fue más bien como la oferta de una fusión. Y no le contesté. Me dijo que pensara en ello.

—¿Y tú qué es lo que quieres?

—No lo sé. Ya tenía mi vida planeada —aspiró profundamente y decidió—: tengo que pensar en alguna forma de resolver esto.

—Puede que no sea tan sencillo como utilizar la lógica para resolver un problema. No te olvides que tienes que sentir, y no solamente pensar —después de consultar su reloj, Molly frunció el ceño—. Tengo que volver. He tenido problemas para concentrarme, y me he retrasado en el trabajo…

—¿Jack? —inquirió Olivia, sabiendo que Molly aspiraba a algo más que una relación de amistad con su jefe.

—Anoche soñé con él. Y por el día también sueño despierta… —se interrumpió—. ¿Seguro que estarás bien?

—Sí —Olivia le sonrió agradecida—. Gracias por haberme escuchado.

—Cuando quieras. Ya lo sabes.

Cuando Molly se hubo marchado, Olivia se levantó, aspiró profundamente y cerró los ojos. De nuevo el rostro de Lucas apareció en la pantalla de su mente, desafiándola con la mirada de sus ojos azules a que encontrara la solución adecuada no solamente para ella misma, sino para su hijo.

 

 

Sabiendo cuándo era necesario presionar o suavizar su postura, Lucas se dirigió a la oficina de Whitcomb cargado con una caja de sandwiches y bebidas. June lo vio primero y sonrió. Después de saludarla con la cabeza, se acercó al escritorio de Olivia. Y cuando ella levantó la mirada, asombrada, dejó la caja en una esquina. Stanley salió en ese momento de su despacho.

—Hola, Lucas. ¿Acaso teníamos una reunión de la que me he olvidado?

—No; he venido para acompañar a Olivia a comer en el patio.

Stanley pareció tan sorprendido como su secretaria, que lanzó una mirada extrañada a Olivia, así como a Lucas. Todo el mundo estaba esperando a que Olivia dijera algo. La joven miró a Lucas, dirigiéndose luego a Stanley:

—¿Puedo irme ahora?

—Claro. Y no te des prisa en volver. Esta mañana empezaste a trabajar antes que cualquiera de nosotros.