Un soltero apasionado - Carol Finch - E-Book
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Un soltero apasionado E-Book

Carol Finch

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Beschreibung

Aquella mujer estaba poniendo en peligro su condición de soltero... Gage Ryder, un soltero empedernido que no se dejaba alterar por nada ni nadie, aceptó un empleo temporal de guardaespaldas. Pero no esperaba que su cliente fuera una peligrosa belleza llamada Mackenzie Shafer, ¡que además tenía que hacerse pasar por su esposa! Aquello era demasiada tentación para él. ¿Cómo iba a protegerla de los malos cuando él mismo no podía protegerse de sus sexys encantos?

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Seitenzahl: 200

Veröffentlichungsjahr: 2016

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2003 Connie Feddersen

© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Un soltero apasionado, n.º 5443 - diciembre 2016

Título original: Mr. Cool Under Fire

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-687-9015-2

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

GAGE bajó la mirada hacia el rostro de la mujer que se había quedado dormida sobre su hombro. La había dejado completamente agotada.

Pero no lo había hecho del modo en que solía gustarle a un hombre, pensó con ironía. No. Aquella mujer no sentía ningún apreció por él y tan sólo el agotamiento la había impulsado a utilizar su cuerpo como colchón y su hombro como almohada.

Si Mackenzie Shafer estuviera despierta, cosa que sucedería en pocos minutos, lo estaría atosigando con su lengua viperina.

Gage hizo una seña al piloto para que redujera la velocidad del avión de manera que el salto resultara seguro. Luego, se apartó de Mackenzie para hacer los preparativos de última hora. Sonrió al ver que Mac se acurrucaba en su asiento y suspiraba cansinamente en su sueño. Le daría un par de minutos más de descanso… y unos momentos de paz a sí mismo antes de despertarla.

Con la experiencia que daba la práctica, se puso el paracaídas y abrió la escotilla del avión. Bajo sus pies no había más que cientos de metros de intensa oscuridad, pero a lo lejos logró distinguir la zona del suelo que había pedido a sus primos que iluminaran. Tomó dos bolsas de gruesa tela que sujetó a dos paracaídas pequeños con luces de emergencia incluidas y las lanzó por la trampilla.

Luego se volvió y respiró hondo. Había llegado la hora de despertar al dragón durmiente.

—Eh —dijo mientras tiraba de la mujer para ponerla en posición erguida. Permaneció semiinconsciente mientras le sujetaba el arnés—. Despierta. Aquí es donde saltamos.

—¿Adónde vamos esta vez? —murmuró ella mientras Gage la llevaba hacia la escotilla.

—A reunirnos con mi familia, así que trata de ser agradable al menos en esta ocasión.

Gage sonrió mientras apartaba un mechón de pelo rizado de su rostro para ponerle un casco Kevlar. En cualquier momento, su cerebro adormecido registraría el hecho de que no había escaleras para bajar del avión y se pondría totalmente alerta. Como era de esperar, Mackenzie abrió los ojos de par en par un instante después y se lanzó sobre él como un gato dispuesto a clavar sus garras en un árbol.

—¡Oh, Dios mío! —gritó al darse cuenta de la altura a la que estaban y de que Gage llevaba un paracaídas colgado de la espalda—. ¡Habías dicho que el piloto nos iba a acercar, no que tuviéramos que saltar! ¡Me has engañado, cretino!

Gage ignoró el insulto y señaló hacia el suroeste.

—¿Ves esas luces de ahí abajo?

Ella asintió, nerviosa.

—Salta tú. Yo me quedo para asegurarme de que el piloto aterrice bien.

—Lo siento, Gidget, pero vamos a saltar juntos.

—¡Ni hablar! ¡No pienso saltar de este avión!

—Será divertido —dijo Gage con entusiasmo. Pasó un brazo por la cintura de Mackenzie al ver que daba un paso atrás. Luego, sacó una pastilla de su bolsillo—. Métete esto bajo la lengua y no sentirás ningún miedo.

Mackenzie miró con expresión frenética por la escotilla abierta.

—Me da lo mismo si esa pastilla puede hacerme volar. ¡No pienso saltar!

Aprovechando que la tenía abierta, Gage introdujo rápidamente la pastilla en su boca y retiró los dedos antes de que le mordiera. Luego, la atrajo hacia sí con fuerza para sujetar su arnés al de ella.

—La pastilla te colocará lo suficiente, que es lo mejor que podemos esperar.

Sin darle tiempo a protestar más, Gage saltó del avión. El aire los golpeó mientras se hundían en el abismo de oscuridad que había bajo sus pies como un ancla cayendo directamente al océano.

—¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! —gritó Mackenzie, horrorizada.

Gage pasó un brazo en torno a ella y adoptó la postura de caída libre.

—Relájate. Te tengo bien sujeta —dijo mientras le hacía colocar la cabeza contra el lateral de su cuello.

—Si sobrevivo a esto, ¡juro que te mataré! —gritó ella mientras lo rodeaba con piernas y brazos y se aferraba a la vida—. Yo… ¡oooooh!

Su voz se apagó cuando Gage tiró de la anilla y el paracaídas se abrió en el aire, tirando bruscamente de ellos hacia arriba. Él se dio cuenta del preciso instante en que la pastilla empezó a hacer su efecto, pues de pronto notó todo el peso de Mackenzie. Eso estaba bien, porque si no oponía resistencia la maniobra de aterrizaje resultaría más cómoda.

Afortunadamente llevaba un tipo de paracaídas diseñado para que resultara más fácil controlar la dirección y la velocidad, cosa que le venía especialmente bien en aquellas circunstancias.

Estaba haciendo un buen trabajo guiando la trayectoria que llevaban… hasta que Mac se movió provocativamente contra él y lo besó en el cuello. Aquello le hizo perder la concentración. Tenía planeado tirar cuidadosamente de las cuerdas mientras se acercaban a las luces para aterrizar de pie, cosa que ya había hecho sin problemas en numerosas ocasiones… aunque nunca había saltado de un avión con una mujer completamente pegada a él y que había empezado a frotarse contra las partes más masculinas de su anatomía.

A lo largo de los años había visto el efecto que aquella pastilla ejercía sobre una variedad de individuos, pero la reacción de Mac lo había pillado totalmente desprevenido. Además, estaba desconcertado por su reacción ante una mujer que había considerado del tipo «hermana pequeña» durante casi una década. De pronto tenía una nueva y alarmante perspectiva de ella. Y eso no estaba bien. Su misión, su única misión, consistía en proteger y mantener a Mac alejada de todo peligro… y no podía haber beneficios colaterales.

—¡Oh, diablos! —exclamó al darse cuenta de que se dirigían directamente hacia el estanque abrevadero del ganado que se hallaba a unos cincuenta metros de la marca. Pero ya era demasiado tarde para hacer los ajustes necesarios en la trayectoria. Su aterrizaje perfecto iba a convertirse en un amerizaje. Soltó las cuerdas y cubrió el rostro de Mackenzie con una mano para que no tragara mucha agua.

Aunque logró aterrizar en aguas poco profundas, el paracaídas tiró de él y le hizo dar un traspiés y tambalearse. Sus pies se llenaron del pegajoso barro del estanque.

Oyó los gritos de sus primos a lo lejos. Desequilibrado por el peso de Mac, tiró hacia atrás con la intención de mantener su rostro por encima del agua… y acabó cayendo de espaldas sobre el barro.

—¡Qué divertido ha sido! ¿Podemos volver a hacerlo? —preguntó Mackenzie con voz arrastrada—. No hay duda de que sabes cómo conseguir que una chica lo pase bien.

Gage sintió un enorme agradecimiento cuando el primo Wade y el primo Quint lo tomaron por los codos y tiraron de él hasta la orilla. Entre el peso de Mackenzie y el barro le estaba costando mantener el equilibrio.

—La próxima vez que os pida que marquéis una zona para aterrizar, no elijáis una tan cercana al estanque —murmuró en cuanto sus pies tocaron tierra firme.

—Pero te hemos mantenido alejado de los árboles, ¿no, primo? —dijo Quint Ryder—. Te estás volviendo muy quisquilloso con los años. Y de nada, por cierto.

—Muchas gracias —dijo Gage sin dar muestras de ningún agradecimiento. Soltó el arnés de Mac del suyo y miró a su alrededor.

—¿Dónde está el primo Vance?

—Ha ido a recoger las bolsas que has tirado antes —dijo Wade, que a continuación volvió su atención hacia Mac—. ¿Quién es?

Gage se limitó a depositar a Mackenzie en los capaces brazos de Wade para poder liberarse del paracaídas.

—¡Es una mujer! —exclamó Wade mientras sujetaba el tambaleante cuerpo de Mac contra su cadera—. Creía que habías dicho que ibas a traer un «paquete» que debías proteger.

—Y así ha sido. Ella es el paquete —Gage envolvió rápidamente el paracaídas—. Es mi última misión.

Quint Ryder rió divertido mientras veía los esfuerzos de su primo Wade por mantener a Mackenzie en posición erguida.

—No hay duda de que es una misión dura, primo Gage. ¿Cuánto tiempo vas a tener que protegerla?

—Hasta que deje de estar amenazada.

—¿Amenazada? —repitió Quint.

—Corre peligro de ser secuestrada. O algo peor —replicó Gage—. Cuidado, está… —su voz se apagó cuando las piernas de Mackenzie cedieron y cayó sin ninguna ceremonia a los pies de Wade—. No os quedéis ahí mirándola como si fuera una especie de bicho no identificado —murmuró con aspereza—. Mostrad algo de respeto.

—Sí, claro, como el que tú has mostrado tirándola de un avión y haciéndola aterrizar en el abrevadero —dijo Wade en tono burlón.

Gage dejó caer el paracaídas y se agachó junto a Mackenzie, ya que sus primos no parecían tener intención de ayudarla a levantarse.

—Eh, Gidget, ¿sigues con nosotros?

No hubo respuesta.

Gage le quitó el casco y dejó que su negra melena cayera sobre sus hombros.

Quint los iluminó con la linterna mientras Gage le bajaba la cremallera del empapado mono de salto para quitárselo.

—Guau, primo. No sé si se llama Gidget, pero no hay duda de que es una diosa. Lo sé porque estoy casado con una, y no hay duda de que ésta es otra. ¿Quién diablos es?

—Mackenzie Shafer —dijo Gage mientras se quitaba su mono de salto y lo dejaba a un lado—. Es la hija de un amigo, que no quiere que se convierta en un medio de negociación para un desagradable grupo de individuos que lo están presionando.

Gage tomó el inerte cuerpo de Mac en brazos y giró hacia una de las camionetas cuyas luces habían sido utilizadas para iluminar la zona de aterrizaje.

—Pero esa información no debe salir de aquí. En lo referente a los habitantes de Hoot´s Roost, Mackenzie Shafer es mi esposa. Hemos venido para que conozca a mi familia.

—¿Tu esposa? —los labios de Wade se curvaron en una burlona mueca—. Interesante tapadera. ¿No podía ser una prima lejana, una socia, o una asistenta temporal… o una amante?

Gage frunció el ceño. Aunque había pedido ayuda a su familia para aquella misión concreta, debería haber supuesto que la ayuda iría acompañada de las continuas burlas y bromas típicas de los primos Ryder. Estaba muy unido a ellos y siempre se apoyaban cuando las cosas iban mal, pero no habían dejado de meterse los unos con los otros desde que eran niños y ya parecía imposible perder aquella costumbre. Al parecer, le había llegado el turno de convertirse en el centro de sus bromas, pero podría soportarlo mientras lograra mantener a Mac a salvo.

Aquella mujer podía ser una auténtica pesadilla con su lengua viperina y su temperamento, pero después de haber pasado dos semanas con ella se había acostumbrado más o menos a su compañía. Las cosas habían ido tan bien como podía esperarse… hasta que habían saltado del avión. La sensación de su cuerpo frotándose contra el de él le había hecho recordar que llevaba una larga temporada sin una mujer. Pero lo peor era que el incidente le había hecho recordar que Mac se había convertido en una mujer deseable, aunque esperaba ser capaz de volver a verla como a una hermana. No había duda de que lo había distraído durante el salto. De lo contrario no habrían acabado aterrizando en el estanque.

Los focos de una ranchera que se acercaba lo distrajeron de sus pensamientos. Se detuvo con el cuerpo inerte de Mac en los brazos y observó mientras el primo Vance detenía el vehículo.

—Hola, Gage, me alegro de volver a verte —Vance señaló con el pulgar la parte trasera de la ranchera—. Ya he recogido tu equipo. ¿Dónde está el misterioso paquete… y quién es esa chica?

—Ella es el paquete —dijo Quint, que sonrió irónicamente mientras abría la puerta para Gage—. Es su falsa esposa, Gidget.

—¿Gidget? —repitió Vance mientras contemplaba el rostro perfecto de Mac—. Pensaba que las chicas Gidget parecían duendecillos con pecas en la nariz y el pelo muy corto.

Gage recordó la primera vez que fue presentado a la delgaducha adolescente de pelo corto y expresivos ojos color violeta.

—Era una auténtica Gidget cuando la conocí hace años —explicó—. Ahora ha cambiado, pero sigue conservando el apodo, como el de Mac.

Vance contempló el curvilíneo físico de Mackenzie, enfatizado por la ceñida camisa y los vaqueros.

—No hay duda de que ya es toda una mujer. No estará muerta, ¿no? Eso significaría que no has hecho muy bien tu trabajo.

—La he sedado antes de saltar —replicó Gage—. No la atraía lo más mínimo la idea de venir conmigo.

Wade rió mientras rodeaba su camioneta para entrar en ella.

—No entiendo por qué. Ni siquiera le has dado un paracaídas.

—No quería pasarme la noche buscándola. Vete tú a saber dónde habría caído si hubiera saltado sola —Gage se deslizó en el asiento del copiloto y sentó a Mackenzie en su regazo. «Hermanita», se dijo en silencio cuando su indisciplinado cuerpo reaccionó al sentirla presionada contra él.

—Vamos a llevarte al rancho y te ayudaremos a instalarte antes de venir a por el paracaídas y a recoger los otros vehículos —dijo Quint mientras Wade y él se sentaban en la parte trasera de la camioneta de Wade.

—Hemos revisado todo lo que nos pediste en tu casa —dijo Vance—. La nevera está llena y todos los electrodomésticos funcionan. ¿Y qué es todo eso de una esposa? —preguntó sin transición.

—Yo… —Gage se interrumpió cuando Mac gimió y se movió en su regazo. Para su bochorno, lo rodeó con un brazo por el cuello y dejó un rastro de cálidos besos por la columna de su cuello.

—Mmm, Justin, he esperado mucho para esto —murmuró, adormecida—. Sabes tan bien como imaginaba.

Gage frunció el ceño cuando sus primos rieron.

—¿Por qué te llama Justin? —preguntó Quint.

—Justin Sayer es un alias. Es quien yo soy para ella.

—Me da la sensación de que eres mucho más que un alias para ella —se burló Vance—. Tengo la sensación de que está colada por ti.

Aquel comentario provocó otras cuantas risas.

—Lo cierto es que no le gusto en absoluto —Gage sujetó la mano de Mac para que dejara de deslizarla por su pecho—. Se está comportando así a causa de la pastilla que le he dado antes de saltar. Ya conoceréis a la auténtica Mackenzie Shafer cuando se le pase el efecto. Es una niña rica y mimada capaz de destrozarte con su lengua cuando está de humor para ello.

—Más vale que nos pongas al tanto, primo —dijo Wade mientras rodeaba unas reses agrupadas junto a la verja de un pasto—. Normalmente eres muy discreto respecto a tus misiones, pero si quieres que te apoyemos en ésta necesitamos saber qué esperar.

Gage tuvo que tomarse un respiro para controlar sus hormonas mientras Mac trataba de desabrocharle la camisa. La pastilla había tardado muy poco en convertirla en un ser completamente amoroso.

—Su padre mantiene relaciones muy estrechas con el consulado de Estados Unidos en Rusia —explicó finalmente—. Daniel Shafer fue elegido por el gobierno para representar los intereses comerciales de Estados Unidos en San Petersburgo. Durante una investigación obtuvimos información que indicaba lazos con la mafia rusa. La red de blanqueo de dinero está relacionada con importaciones fraudulentas a Estados Unidos.

Vance soltó un largo silbido.

—¿Estás diciendo que Daniel Shafer y tú habéis dado con unos criminales mafiosos que ahora van tras vosotros?

—Algo así —contestó Gage, que no podía entrar en detalles sin divulgar información secreta—. Sabemos demasiado, pero no podemos poner el caso al descubierto hasta que la información llegue por los canales adecuados a las correspondientes agencias gubernamentales. Hace unos días averiguamos que había un plan para secuestrar a Mackenzie con intención de evitar que su padre hable. Tuve que llevármela de inmediato. Ella estaba a punto de presentarse a los exámenes finales para licenciarse como abogada y se enfadó mucho cuando me la llevé sin explicarle adónde íbamos.

—¿Es casi abogada? —preguntó Quint—. Talento y belleza. Eso es algo que me gusta en una mujer.

—Esta mujer en particular tiene mucho talento, desde luego. Debido a que su padre ha sido embajador y cónsul en varios países, siempre ha tenido los mejores profesores particulares a su disposición. Entró en la universidad a los dieciséis años y habla cinco idiomas —Gage lo sabía porque había recibido insultos en todos ellos.

—¿Es la versión femenina de Einstein, o algo así? —preguntó Vance, incrédulo, antes de bajar a abrir la puerta del pasto.

—Casi —contestó Gage—. Ya ha recibido una docena de ofertas de trabajo de los bufetes más prestigiosos del país. Naturalmente, no ha dejado de protestar desde que empezamos a recorrer el país en avión, tren, autobús y coche para despistar a los que la siguen.

Vance volvió a entrar en la camioneta.

—¿Qué me he perdido?

—Gage nos estaba contando que unos hombres siguen a su brillante y bonita falsa esposa —dijo Wade mientras dirigía el vehículo hacia la casa de su primo.

—Y por eso has decidido venir a esconderte en el interior de Oklahoma, donde todo el mundo conoce a todo el mundo —conjeturó Quint—. Los desconocidos atraen de inmediato la atención, de manera que nos enteraremos rápidamente si aparece alguno por la zona.

—Exacto —confirmó Gage mientras miraba ansiosamente hacia su casa. Tenía que apartar a Mac cuanto antes de su regazo—. Ya que las señas de Justin Sayer consisten exclusivamente en un número de apartado de correos en Nueva York, les costará mucho localizarlo.

—Tal como lo veo, sólo tienes un problema que resolver —dijo Wade pensativamente.

—¿Sólo uno? —preguntó Gage con ironía.

El mayor problema que tenía en aquellos momentos se encontraba sobre su regazo. Mac estaba tan ida que no dejaba de tocarlo por todas partes, y lo último que él podía permitirse sentir por aquella mujer en particular era deseo.

—El problema es Dexter Nolan —aclaró Wade.

Gage gimió en alto.

—Casi había olvidado a Dex…

—En ese caso, deja que te refresque la memoria —dijo Quint—. Fuiste lo suficientemente generoso como para permitir que Dex viviera gratis en esa vieja cabaña que hay en el extremo norte de tu rancho con la excusa de que podría vigilar la zona mientras tú estabas fuera.

—Bonito gesto por tu parte, por cierto —dijo Vance—. Pero el problema es que Dex está un poco paranoico.

—¿Un poco? Eso es todo un eufemismo —murmuró Wade.

—Dex estuvo demasiado tiempo luchando en Irak y nunca volvió a adaptarse completamente a la vida civil. Está convencido de que puede haber un ataque sorpresa en cualquier momento y se mantiene constantemente en alerta.

—Siempre lleva un par de prismáticos colgados del cuello para vigilar, y una cámara para obtener evidencia visual —añadió Vance.

—El mes pasado estuvo a punto de volverse loco cuando algunos miembros de la DEA se dedicaron a recorrer las orillas del río en busca de unas plantaciones de hierba —Wade rió mientras entraban en el sendero de grava que llevaba a la casa de Gage—. Dex pensó que estábamos siendo invadidos y bajó como loco en su camioneta para venir a avisarnos.

—Hizo falta media botella de Jack Daniel’s para tranquilizarlo —dijo Quint—. Estaba convencido de que íbamos a sufrir un ataque nuclear.

—Hay bastantes probabilidades de que haya visto tu paracaídas con sus prismáticos de visión nocturna —añadió Vance.

—Puede que nos venga bien contar con Dex —dijo Gage optimistamente—. Si aparece alguien sospechoso por el rancho, vendrá a avisarnos.

—Ahora, lo único que tienes que hacer es buscar una explicación razonable para tu salto en paracaídas —dijo Quint—. Gracias a tu trabajo, te has convertido en un experto bailando en torno a la verdad.

Aquello era cierto, pensó Gage. Al principio solía costarle mentir, porque iba en contra de sus principios, pero a través de la experiencia había aprendido que la sinceridad y el espionaje no se llevaban bien. La verdad podía resultar peligrosa, y él se había vuelto un experto en ocultar tanto ésta como sus emociones.

Había llegado a ser conocido por su frialdad, pero no era precisamente frío lo que estaba sintiendo con Mac sobre su regazo. A pesar de que no dejaba de repetirse que debía tratar a la hija de su amigo como a una hermana, su cuerpo no llegaba a creérselo.

Suspiró aliviado cuando Wade detuvo el vehículo.

—Lleva a Gidget a la casa mientras yo me ocupo del equipaje, Vance, por favor. Ya que Quint y Wade están casados, no quiero comprometerlos mientras Gidget se encuentra en ese estado. No quiero que tengan problemas con sus esposas.

Gage miró a sus primos con curiosidad al ver que rompían a reír.

—Lo cierto es que yo también estoy casado —dijo Vance.

—¿Desde cuándo? —Gage no ocultó su asombro—. ¿Y por qué no me habéis informado antes?

—Porque el bromista oficial de la familia nos jugó una mala pasada —explicó Wade—. Él y la nueva agente de policía de Hoot’s Roost volaron a Las Vegas para pasar un largo fin de semana y decidieron casarse aprovechando que estaban allí.

—¿La nueva agente de policía? —repitió Gage, incrédulo—. ¿Vance y una policía? ¿En serio?

—Totalmente —aseguró Quint—. Tuvieron el cortejo más breve e intenso de la historia.

—Tuvimos un compromiso de dos días —dijo Vance con una sonrisa tan bobalicona que Gage se quedó boquiabierto—. Estoy cumpliendo una condena de por vida y estoy disfrutando cada minuto de ella. Hoy en día, la única mujer a la que quiero tocar es a Randi, así que más vale que tú te ocupes de tu precioso «paquete» mientras yo recojo el equipaje.

—¿Soy el único primo Ryder libre y sin una sonrisa de tonto enamorado en los labios? Al menos hay uno de nosotros al que le queda un poco de sentido común —Gage empujó la puerta con el hombro y recolocó a Mackenzie en sus brazos. No pudo hacer nada para evitar que ella lo rodeara con los suyos por el cuello y lo besara debajo de la mandíbula.

—Te deseo, semental mío.

Wade rompió a reír mientras rodeaba la camioneta para ayudar a Gage.

—¿Estás seguro de que esa mujer te odia, «semental mío»?

Quint le guiñó un ojo.

—No me gustaría nada que se aprovechara de ti y arruinara tu reputación.

—Si necesitas ayuda, llama a mi esposa —bromeó Vance—. Ella se ocupará de arrestar a Gidget. Se le da muy bien arrestar a la gente. En una ocasión, incluso me arrestó a mí.

Gage frunció el ceño mientras Mac seguía dándole besos.

—Gracias por la ayuda —dijo, malhumorado—. Yo puedo ocuparme de todo a partir de ahora. Ya podéis ir a retirar las señales de la zona de aterrizaje de mis pastos.

Quint palmeó afectuosamente la espalda de su primo.

—Aparte de todas las bromas, nos alegramos de volver a tenerte en casa. Te daremos tiempo para asentarte con tu «misión secreta» antes de pedirte que nos correspondas por habernos ocupado de tu rancho durante todos estos años. Además, no puedes dejar de asistir a la recepción que se va a organizar para los recién casados —Quint dedicó una sonrisa a Vance—. Aún hay que presentar al marido a su suegro y a sus cuñados. Son todos policías y no están precisamente encantados con esta repentina boda.

Vance hizo una mueca de impotencia.

—Lo cierto es que no me vendría nada mal un poco de apoyo. Me han dicho por teléfono que me asegure de hacer feliz a Randi, o de lo contrario…

Gage cerró la puerta de su casa con el pie ante las narices de sus primos y casi corrió hasta la habitación de invitados, donde puso a Mackenzie en pie y la sujetó mientras apartaba las sábanas.

—Recuérdame que no vuelva a darte una de esas pastillas —murmuró mientras la hacía tumbarse.