Un sueño en París - Amanda Backman - E-Book

Un sueño en París E-Book

Amanda Backman

0,0

  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2021
Beschreibung

Parte 1:Gabriella y Alfons se desean desde sus años de universidad. Las circunstancias de la vida han hecho que su deseo jamás se haya materializado, pero el paso de los años no ha borrado su conexión. Hoy, con París como testigo, se verán de nuevo y podrán, por fin, vivir ese momento que tantas veces han soñado.Parte 2:Gabi sabe que ama a Alfons; siente que están hechos el uno para el otro, que están destinados a estar juntos. Todo su ser lo desea, pero ¿cómo se lo puede hacer entender? ¿Pueden ser amigos cuando todo es tan difícil y complejo? Durante una noche en París, todo cambia, y Alfons la desea tanto como ella a él.-

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 76

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Amanda Backman

Un sueño en París

LUST

Un sueño en París

 

Translated by Maria Elena Abbott and Etna Sesa

Cover image: Shutterstock

Copyright © 2021 Amanda Backman and LUST, an imprint of SAGA Egmont, Copenhagen

All rights reserved ISBN: 9788726775181

 

1st ebook edition, 2021 Format: Epub 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

Un sueño en París

 

Me estremezco cuando el viento se apodera de mi falda, levantándola y dejando a la vista mi pierna izquierda. Me detengo para recolocármela. Mis sandalias negras chasquean mientras camino por los adoquines, la calle está llena de turistas y algunos de ellos bajan sus gafas de sol por si pueden ver algo más de piel que devorar con los ojos. «¿Hay alguien aullando a lo lejos? Puede que tan solo sea mi imaginación». Un poco avergonzada, me apresuro hacia una esquina para alejarme de todas las personas y consultar el mapa en mi teléfono. No querría equivocarme de camino, desperdiciar el tiempo y perderme, estoy demasiado nerviosa. Me dijo que estuviera en el 108 de la Rue Saint-Lazare a la hora del almuerzo, pero ya no puedo esperar más. No he sabido nada más de él. Quizás se trataba de una broma, una manera de demostrar su control sobre mí.

«¿Y si le espero, pero no aparece? ¿Y si sabe, de alguna manera, que he venido? ¿Que aún tengo esperanzas?». Según el mapa, se tarda solo quince minutos andando hasta ahí y tengo tiempo de sobra. Aun así, decido llegar lo antes posible, para ver si puedo encontrar un lugar desde el que observar sin ser vista.

París brilla bajo el sol mientras recorro sus calles. Mi visión periférica está llena de conos de helado que vuelan. Risas de niños y parejas besándose a diestro y siniestro. Unos turistas chinos están parados junto a una fuente mirando con amargura. Me gusta notar mi falda roja cruzada contra mis piernas recién depiladas. Feliz con mi bronceado este año, camino con decisión por la calle, acercándome a mi destino. Llevo un top negro lo suficientemente largo que deja un poco de piel al descubierto para mostrar mi vientre bronceado y esculpido, y mis brazos desnudos que muestran mi tatuaje. Pienso en Alfons, cuyo estúpido y tonto nombre combina perfectamente con sus juguetones ojos azul claro. Desenfrenada, empiezo a desear que lleve su melena con ese peinado que tanto me gusta, un poco corto por los lados con un buen flequillo para poder peinarlo con mis dedos. Tal vez incluso lleve sus lentes de sol, una camisa blanca y esté fumando un cigarrillo. Sería una locura. «No te hagas ilusiones, idiota. No va a estar ahí». Tengo un nudo en el estómago. El tanga de algodón blanco con encaje me aprieta, pero la dulce sensación de mi falda contra mi culo desnudo compensa. Siento hormigueo por todo el cuerpo de la emoción y la ansiedad. Por lo menos mi cabello está perfecto. O lo perfecto que puede estar actualmente. Lo dejé crecer y, hace un par de días, lo corté para que solo quedara el color natural. Ahora se mece por mi fuerte mandíbula mientras camino, me siento bastante caliente. Lo único que llevo es máscara de pestañas; quiero sentirme limpia cuando lo vea. Honesta, o algo así.

 Alfons y yo nos conocimos en la Universidad de Lund. Nos hicimos amigos gracias a los libros, los cigarrillos y el vino tinto, así que podíamos ser francos el uno con el otro de una manera que nunca he experimentado con nadie más. Es más, aceptaba la oscuridad, era casi la razón que había detrás de la profunda atracción que creció entre nosotros. Por diferentes motivos, durante los primeros años, no sucedió nada entre nosotros. Él estaba con alguien y yo estaba saliendo con alguien con quien rompí después de un tiempo. Entonces, él estaba soltero, pero se mudó a París para intentar ser artista. Era un alma creativa, un pensador. Quería lo que tuvo Baudelaire en su lluvioso y oscuro París. Era estimulante, la manera en que hablaba de poesía y arte, y siempre fue su intelecto lo que me llamó más la atención. Eso y su agilidad verbal, cómo podía mantener a una sala entera embelesada. Su encanto era algo fuera de lo común y sus ojos desprendían una conciencia que te hacía comprender que realmente estaba ahí mientras hablaba. Para mí, era como una droga; su risa y su sonrisa, la mística oscura subyacente. Una vez, en una fiesta, agarró mi mano debajo de la mesa cuando todos empezaron a hablar acerca de la esclerosis múltiple en ese tono de borrachos no demasiado agradable, ya que su madre había sido diagnosticada recientemente: necesitaba apoyo. Me eligió a mí. No podía quedarme quieta, me puse tan cachonda que me retorcí en mi silla tratando de no sacarlo de ahí para hacerle el amor delante de todos. Eso no podía pasar. Nuestro affaire emocional basado en mensajes de texto habría quedado expuesto, y todas las mentiras que les habíamos dicho a todos nuestros amigos para poder estar cerca el uno del otro de una manera no tan obvia habrían salido a la luz. Se sentirían heridos. «Pensándolo ahora, años después, ahora que estoy en París por petición suya, tal vez hubiera valido la pena». Reflexiono, la ansiedad me invade por un momento antes de seguir caminando.

Durante nuestro último período en Lund, en la fiesta de un compañero de clase, accidentalmente terminamos en la cocina, solos. Todos se habían ido a la discoteca, pero tenía que sacar mi sidra de la nevera antes de irme, él quería hacer lo mismo. A los dos nos gusta el mismo tipo de sidra. Nuestros ojos se encontraron y nos detuvimos, dándonos cuenta de que estábamos allí encerrados por las paredes. Parados en una habitación, sin los ojos del mundo sobre nosotros. La habitación estaba oscura, excepto por un láser verde de discoteca que dibujaba patrones en la pared y en nuestras caras. Una chispa hubiera podido encender toda la casa.

«Alfons…», casi susurré su nombre, pero no se podía oír porque la música seguía sonando alta. Comenzó a caminar hacia mí, muy despacio. Di un par de pasos hacia él, sin saber qué hacer. Nos quedamos allí, a unos centímetros de los labios del otro y respirando con dificultad. Como si fuera por propia voluntad, alcé mi mano para acariciar suavemente su mejilla derecha.

«Gabriella…», dijo, y nos volvimos a mirar el uno al otro. Un escalofrío atravesó mi cuerpo mientras mi mano se deslizaba por su flequillo. Noté sus manos alrededor de mi cintura, desesperadas y casi con demasiada fuerza. Entonces nos encontramos, nuestro primer y ansiado beso. Era como si mis oídos estuvieran bloqueados, desaparecí hacia adentro y solo sentí ese momento. Nos apretamos el uno contra el otro, en muy poco tiempo. En un momento dado, nos separamos para respirar, pero Alfons fue rápido, me agarró por los pantalones y me atrajo hacia sus brazos. Al oído, le susurré: «Debo tenerte esta noche», y respondió con un gruñido de frustración que salió de su garganta. Se veía su pulso debajo de la piel, justo al lado de la clavícula, no pude resistirme y lo besé. Él tiró de mi cabello juguetonamente y gimió en mi oído. Un ruido nos hizo dar un salto y rápidamente comprobamos nuestro aspecto. Yo traté de sofocar la tensión sexual del ambiente. De nuevo, empezamos a buscar por la nevera. En diez segundos, nuestro grupo de amigos regresó, habían cambiado de opinión, así que estuvimos de fiesta en la casa hasta las siete de la mañana. No pasó nada esa noche, más tarde apareció su novia borracha y vomitando. Después de eso no hablamos en mucho tiempo, todo era demasiado complicado. A veces me sentía utilizada, pero también entendía cómo estaban las cosas. Comprendí eso; mantenerlo en mi vida era importante.

Sacudo la cabeza para ahuyentar los recuerdos que fluyen. De todo eso hace casi siete años, pero todavía está muy presente en mi cuerpo. Aunque ambos hemos vivido vidas diferentes en lugares diferentes, hemos mantenido el contacto. Si pasa demasiado tiempo, uno de los dos dará señales de vida. Pero no puedo pensar en eso ahora mismo. No quiero estar demasiado nerviosa o vulnerable si acaba apareciendo, cosa a la que no ha accedido cuando se lo he preguntado. Eso le daría poder, y quiero sentirme fuerte, al menos al principio.

Para ser capaz de decirle la verdad sin que mi voz tiemble.