Un viejo con alas - Melvin Méndez - E-Book

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Melvin Méndez

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Beschreibung

Desde un hospital para abandonados y abatidos, Antonio, figura protagónica del drama, ejerce el derecho a soñar; lo hace incluso, en medio de las adversidades y en contra de las costumbres. Sufre, como otros tantos personajes creados por el ingenio de Melvin Méndez, las desgracias y avatares propios de los sectores marginales de nuestra sociedad. Ante la desesperanza, la injusticia social, el poder y la incomprensión, este hombre encuentra el único camino posible para sobrellevar la angustia: pensar en el porvenir e imaginar otra vida, otro mundo, una existencia con alas. Con esta pieza dramática, la Editorial Costa Rica ofrece, a la vez, una obra fundamental de la dramaturgia costarricense contemporánea y un punto de partida para la reflexión íntima acerca de las circunstancias de las personas mayores.

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Melvin Méndez

Un viejo con alas

A Eunice, María y Sebas por su apoyo en esta “quijotada” de escribir teatro...

Con la sabiduría de un viejo y grandes alas para volar

Sergio Masís Olivas1

Pese a ser todavía un hombre muy joven y con la vitalidad intacta de sus primeros años como teatrero, la intensidad con la que Melvin Méndez ha transitado por el mundo del teatro imprime en todos sus trabajos ese sello de sapiencia y conocimiento que a veces solo los viejos maestros logran, pero con tal nivel de pasión que siempre se dispara por los aires, volando como si quisiera contemplar el mundo desde arriba para plasmarlo con su pluma en una nueva obra.

Por eso, sin proponérselo, el nombre de la presente obra, Un viejo con alas, resulta ser casi un apodo, un referente, una manera de describir con pocas palabras lo que pudiera decirse de este artista.

Sus primeros pasos como teatrero los dio como actor, a fines de la década de los setenta y allí el medio cultural concurrió al nacimiento de uno de los grandes de las tablas, hoy actor consagrado que mueve al espectador hasta el tuétano con cada una de sus interpretaciones. Gracias a sus poderosas herramientas actorales, y a esa extraordinaria capacidad para prestar su cuerpo y sus emociones al personaje, logró desarrollar esa deseada habilidad de poder “morir” en la trasescena para que el personaje viva durante esos mágicos minutos que dura la representación. Hoy, es unos de los actores más versátiles del país.

Luego concurrimos al nacimiento del Melvin Méndez dramaturgo. Era uno de los jóvenes autores teatrales, que en la década de los ochenta, iba con obras como “Eva, sol y sombra”, “Meteme el hombro”; “Adiós, candidato” o “San zapatero bajo un brazo”, y estirando el otro como si reclamase la estafeta generacional de la dramaturgia costarricense.

Coqueteó con el cuento y la poesía, pero su pasión por el teatro definió su pluma hacia la escritura dramática para beneficio del arte escénico.

Más recientemente ha incursionado también en la dirección escénica, con ese mismo nivel de excelencia que solo los “viejos con alas” logran en cada puesta teatral que le ha sido encomendada para su dirección y sobre lo cual podríamos extendernos, mas, sin embargo, esta publicación y el honor, que se me confía de prologarla, me constriñen a explorar “la obra” de Melvin Méndez en tanto autor teatral.

Y cuando menciono “la obra”, me refiero a la integralidad de su trabajo autoral. ¿Tiene un “sello” propio su trabajo dramatúrgico? ¿Es Un viejo con alas reflejo de ese sello? ¿Qué representa Melvin Méndez dentro de los esfuerzos, deliberados o casuales, hacia la formación de una identidad propia del teatro costarricense?

En este breve prólogo intentaré explorar una posible respuesta a estas interrogantes, a la luz del análisis de la obra aquí publicada, en relación con la totalidad de su producción dramatúrgica.

En el intento de reconocer un “sello propio” en su trabajo, considero que Melvin Méndez será recordado como un “dramaturgo del pueblo”, que sintiéndose profundamente parte de él, invita a sus personajes a levantar la voz, a luchar contra la injusticia y la desigualdad, y como lo haría un poeta, nos conmueve y nos acerca al mundo a través de la belleza de sus diálogos, que convierten las palabras en un lienzo en el que pinta emociones, paisajes, costumbres, y nos recuerda la esencia del “ser costarricense” y las carencias de un pueblo que sufre y suele ser ignorado.

Desde mi perspectiva y lo que su obra me provoca, reconozco tres ejes temáticos y estéticos presentes en toda su producción: a) una abierta crítica social y política, desde una visión de mundo de los sectores marginales de nuestra sociedad; b) un profundo apego a “lo costarricense”, al retratar en sus obras al pueblo, al campo y a nuestras costumbres e idiosincrasia; y, c) un alto nivel poético.

Ya desde su primera obra, “Con alfiler en las alas”, daba muestras de lo que luego marcaría con fuerza ese “sello” autoral. Dice en ella el personaje de Lucía:

… lo que antes eran tibios rincones de esta casa, de pronto se nos convirtieron en sombras oscuras de otras partes… terribles ángeles mensajeros de la guerra. Y la política deja de ser una palabra impresa todos los días en los diarios… y nos atraviesa las paredes… y se me sube por las faldas y me exige una respuesta que no creo tener…

Aparece la crítica social y política, posicionada emocionalmente en el espectador mediante su nivel poético… como si Lorca le hablara al oído. Y a partir de allí empieza la producción de Melvin Méndez, un dramaturgo con el sello de “lo nuestro”. De su mano, transitan por el imaginario dramatúrgico costarricense personajes soñadores, rebeldes, conscientes, humildes, llenos de amor en medio de múltiples carencias, de pueblo, muchos de ellos de esencia campesina, pero ante todo, profundamente costarricenses.

Todos ellos con un reclamo, una angustia, una pena, y una enorme necesidad de gritarla, y la impotencia de saber de antemano que su grito no será escuchado, pero con la entereza de poder seguir adelante con fe y optimismo.

“Un viejo con alas”, a pesar de ser una de sus últimas obras, es una buena prueba de que Melvin Méndez se mantiene fiel y alimentado por aquellos motores creativos que imprimieron un estilo y casi una misión visible desde sus primeros textos teatrales.

Conjuga con enorme fuerza y sensibilidad, la denuncia y la esencia costarricense, casi campesina, y todo expuesto con la musicalidad del poeta.

Sus diálogos nos recuerdan, como sucede con sus personajes protagónicos en casi todas sus obras, ese modo de hablar del “tico”, del campesino, de la gente de pueblo, del barrio. Como si Melvin Méndez quisiera seguir la huella del gran poeta costumbrista Aquileo J. Echeverría y transportarla a los escenarios. Así, todos los parlamentos del protagonista “don Antonio”, se hilvanan con ese sabor nostálgico y sensible del “habla campesina”:

Ustedes son muy buenos. Pero es que esta no es mi casa. Yo tengo cosas que hacer allá, no me puedo quedar aquí de vagabundo... Tengo que ir a enterrar a mi Rosita, Rosita, la güila mía, la única... la que se me ahogó en el río... no ve que cuando ella se ahogó yo me enfermé y me trajieron pa’ ca. ¡Ydiay, todo quedó a manga por hombro!

Y a la vez, su personaje central, Antonio, vuelve a representar como los protagonistas de casi todas sus obras, ese grito ahogado en miles de gargantas entre los sectores marginales de nuestra sociedad, en los que la desesperanza, la injusticia social, la incomprensión y la opresión, de cualquier naturaleza, pareciera empujar al ser humano a empuñar con una fuerza inusitada las únicas armas que le quedan: “soñar y tener fe”, lo cual podría resumirse en la frase que don Antonio le dice a uno de los periodistas: “¡Es que las alas sin fe, no son nada muchachito!”.

Pero don Antonio es un personaje que no se limita a soñar un mundo mejor. Es un activista, un hombre de acción, dispuesto a cambiar las cosas, y por ende, un “sujeto peligroso” frente a los poderosos que no parecieran estar de acuerdo con sus convicciones, plasmadas en la siguiente frase que le dice a una periodista: “¡No se puede construir el futuro ahogando el pasado!”.

Y es que esta obra es en sí, una enorme metáfora que nos invita a reflexionar. Es una denuncia social, política y humana.

Los enfermos mentales de este hospital psiquiátrico nos obligan a recordar a todos esos seres humanos que gritan oprimidos, vistos a través del prisma y la visión de mundo de los poderosos que no están dispuestos a ceder terreno en sus desiguales conquistas, retratados en el personaje del Doctor.

Helena, la enfermera, ubicada en medio de ambos extremos del fenómeno social, con la cual es difícil no identificarse, nos retrata a todos esos ciudadanos conscientes, que si bien tienen la sensibilidad para entender las injusticias y repudiarlas, no tienen la fuerza ni el poder para combatirlas, y tristemente terminan siendo cómplices pasivos de un mundo injusto que no pueden cambiar.

Sus enfrentamientos con el Doctor, se quedan en eso, “simples enfrentamientos” que se transforman en desahogo impotente de la enfermera, que ni siquiera terminan inquietando a aquel representante del sistema, tal y como ocurre en muchos casos con los sueños y aspiraciones del pueblo frente a los grandes temas que involucran intereses de sectores poderosos. Así se revela en el siguiente extracto:

Enfermera

No considero peligroso a don Antonio. Más peligrosa es esta “realidad” nuestra en la que vemos con “normalidad” cómo a esta pobre gente la consume el tiempo, sin más futuro que la muerte.

Doctor

Yo llego hasta donde me lo permite el sistema. Mis años de Quijote pasaron hace mucho tiempo.

Enfermera

Es cierto, doctor, el mundo necesita más quijotes y menos médicos.

Considero que, más allá de los atributos dramáticos y teatrales que posee esta obra; más allá de que pudiera representar la consolidación y la madurez plena de este autor; el mayor valor de “Un viejo con alas”, es que representa la confirmación de un sello, gestado a través de tres décadas de trabajo, y que implican un aporte incuestionable a la formación de una dramaturgia con identidad propia, y no solo la del autor, sino aquella que permite sentar las bases de lo que la historia cultural costarricense valorará como una dramaturgia “con sello costarricense”.

Tuve el privilegio de asistir a la primera puesta en escena que se hiciera de esta obra en Costa Rica, y la disfruté muchísimo. Pero tener la ocasión de leerla reposadamente, como podrán hacerlo todos aquellos que tengan la ocasión de tomar este libro entre sus manos, representa una oportunidad fértil para reflexionar, y a cada momento nos obligará, casi ineludiblemente, a revisar nuestras conductas de la mano de la frase de Helena, la enfermera, cuando dice:

Las fantasías de don Antonio no son peligrosas, lo peligroso es que nosotros hayamos perdido las nuestras.

Así que los insto a volar colocándonos las alas que este autor nos invita a construir con las páginas de este libro.

1 Actor, dramaturgo y director teatral. Licenciado en Artes Escénicas de la UNA, y en Derecho de la UCR. Coordinador docente del Taller Nacional de Teatro.

Un viejo con alas de Melvin Méndez

Personajes:

Antonio

Helena (enfermera)

Doctor González

“Lola Flores”

Matarrita (el guarda)

“Sansón”

“Dalila”

Interno enciclopedia

Interno de la radio

Internos (as)

Grupo de periodistas (los mismos actores que ejercen el papel de los internos)

Dos guardas fornidos

Espacio

La acción transcurre en el patio del sanatorio “La esperanza”, un hospital para personas abandonadas y con problemas mentales. Sobre el fondo del escenario hay una pared blanca muy antigua, en su parte alta unos alambres de púas, a la izquierda un árbol deshojado y al lado de este, una banca de hierro sin pintura. En el piso de esta zona se insinúa zacate o baldosas viejas. A la derecha una especie de corredor, en segundo nivel, que insinúe un piso de mosaico blanco muy limpio. Esta misma zona del corredor se usará como oficina del doctor González, colocando algunos elementos móviles tales como: biombos, lámparas de luz muy blanca y un escritorio con su silla.

I Acto

Escena 1

Antes de iniciarse la acción, el espacio escénico se irá iluminando de noche a madrugada, en la banda un sonido de muchas palomas de Castilla; en el momento que aparece la figura de Antonio atravesando el patio el sonido de palomas aumenta en cantidad e intensidad. Como si todas se quisieran reunir a su alrededor. Pero a una palmada de él, el sonido de sus alas aumenta como si levantaran vuelo de golpe. En la vieja pared, detrás de él, una proyección de palomas en vuelo. Cuando el viejo se sienta el ruido de las palomas se va calmando y queda en un plano sonoro apenas perceptible. La proyección se desvanece.

Antonio es un hombre viejo. Trae en sus manos unas alas que está fabricando él mismo. Son dos trozos de cuero reforzado en las orillas con alambre y medio cubiertos con unas cuantas hojas secas y algunas plumas raquíticas. A simple vista se adivina que nadie podría remontar el vuelo con semejantes extremidades. Las trae envueltas en tela y anudadas con un cordel. Lentamente llega hasta la banca y empieza la ceremonia cotidiana de abrir el atado.

De ese mismo bulto saca una bolsilla plástica que contiene poquitas hojas secas y un gomero. Con la bolsilla en la mano camina hasta el pie del árbol, con dificultad se agacha a recoger un par de hojas como si fueran plumas que ha dejado la bandada (las palomas solo existen en su imaginación).