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Un viento en la esquina es una íntima colección de versos que revela el alma del autor, pintando con palabras la nostalgia de la infancia, la calidez de la familia, y la lucha contra la adversidad. A través de una lírica evocadora y emotiva, el autor comparte su viaje personal lleno de amor, dolor y esperanza, conectando profundamente con el lector. Cada poema es un reflejo de la vida misma, invitándonos a explorar nuestros propios recuerdos y emociones. Esta obra es un tributo a la resiliencia humana y a la belleza que se encuentra en los momentos más simples y significativos de la existencia.
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Seitenzahl: 130
Veröffentlichungsjahr: 2024
ELADIO ELICER BORDÓN
Bordón, Eladio Elicer Un viento en la esquina / Eladio Elicer Bordón. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-5190-0
1. Poesía. I. Título. CDD A861
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Familia...
A mis Padres
Si pudiera
Mis árboles
Entrerriana
Con siete bocas
A mi madre
A mi viejo
Sueño de mujer
Compañera
Pensándote
Quisiera mi hijo sea
¡Vamos hijo!
Seré (Cuando tengas miedo)
La fuente (Ana María)
Tiempo de infancia
¡Río amigo!
Versos a Lucía
Tiempo de infancia
Mieles rubias
A Rosaura Castillo
La niña de la vereda
Estrella de antiguo brillo
Regresos Adolescencia
A mi Escuela Normal Mixta
A los 50 años de egresados
Complementación
Primer amor, primer encuentro
Amor adolescente
Estadios del almaEstados de ánimo
Si estoy triste
Mi lucha (Frente a la esclerosis múltiple)
Internación hospitalaria
Una oración de alivio
Esperanza
La espera
Grito callado
Si un día la muerte
Mi sombra y yo
Frío de mármol
Final
No quiero lloros
No quiero este juego
Desazón
Rostro triste
Tristeza
Descargo
Mis refugios
Letras de oro
La música y yo
Las piedras, mis amigas
Mi guitarra y yo
Mis letras y mis amigos
Recordatorios(sin olvido)
La guerra
A los pilotos de la guerra de Malvinas
Personajes y oficiosde mi tierra
Ramón cartonero
Hachero poriahú
Los recolectores de naranjas de San Pedro
Los moreneros de La Toma
A la niña cartonera
Bandoneonisto chamamecero
Elegía al cantor (Plegaria)
Alfareras de otro barro
A un amigo guitarrero
Canto a la mujer correntina
Alfarero de sueños
Postales
La calle Florida
Hombre en la estación
El migrante
Niña de Misiones
Una noche en Balvanera
María de los sueños
Las niñas de la glorieta
La eterna novia
La vecina
Un día en la isla
El exilio
Romance de la luna y el río
Ronda de lluvia y luna
Personajesque dejaron huellas
El mundo llora una muerte
Maestros
Mariscador de estrellas
A Diego Florez, tenor peruano
A Daniel Toro y sus canciones
Al Padre Julián Zini
A Manuel José Castilla
A René Lavand
A Don Luis Landriscina
A Raúl Barboza
A Don Isaco
A Nelly Omar
Vejez
El espejo
Cuando los años pasan
Recuerda
Caminar no es avanzar
Fantasmas
Abismo
Último vagón
Reflexiones
Maldigo
Soñemos
¿Quejas?
Palabras
No temas
Tiempo de crispación
El tiempo (Preguntas)
Creo
No imagino
Los vinos
A la niñez del mundo
Un ángel en la calle
Descreo
Yo soy...
El sabio
Racional
La noche y el hombre
Quiero ser tu voz
Meditación
Paisajes
Monte
Camalotal
A pesar de todo, ¡te quiero!
La hora de la siesta en un pueblo del interior
Invierno en Ushuaia
Amanecer en el parque
Canto al río Iguazú
Otoño
A la ciudad de Epecuén
Atardece en la llanura
Pla
La Calle de los Suspiros
Semblanza de estío
La Trochita
Esteros del Iberá
Amalfi
Poniente en el Paiubre
Paisaje de café de Buenos Aires
Palabras que enseñan
Volviendo (A mi ciudad)
A mi pueblo
Versos a mi pueblo
¡Qué nos pasó país!
¿Campana de palo?
Etnias (del Norte Argentino)
Oído alerta
Los trenes del pobrerío
El farsante
El gobierno y la cuarentena
Los olvidados
El fabricante de mentiras
Canción para una esperanza
No naufragues
Patria mía
Solo no es
Sentimientos
Admiración
Conquista
Domingos
Tu lluvia en mí
Desconcierto
Misterio de amor
Un adiós, un puerto
Dos enamorados
Quiero ser lluvia
Frente al mar
Siembra y cosecha
La carta
Felicidad y llanto
Juro
Tengo celos
Dulce desvarío
Modo de ser
¡Ay vida!
Recuerdo
Vamos al mar
El abrazo perdido (Pandemia 2021)
Ayúdame
Carta de una madre a un hijo desaparecido
Siembra salada
¡Hoja desnuda!
Amor de pobre
El reencuentro
¿Lleva penas o alegrías?
Amor escolar
La conciencia
Miedo nocturno
¡A pesar...!
Vuela
Contrapunto nocturno
Línea media
Canción para tu olvido
Soledad
Cuando el amor predomina
Desde el brocal
Hermano te vi llorar
Me gusta ver llover
No tengo miedo
Romance para una flor
La duda
El último disparo
Luna
Horizonte
Lo vivimos en secreto
Corazón de padre
Aquella noche
Adioses
El adiós
El pañuelo
Desasosiego
Curiosidades
La cigarra
La mariposa
Religiosidad
A la Virgen de Itatí
A la Difunta Correa
A mis padres: Leonor y Enrique, Ana María mi compañera de vida, Fernando mi hijo y luz de mis ojos a mis compañeros de promoción docente, a José “Tito” Diana, a Sara Martín mi Directora y amiga, a Marta María Balassone amiga entrañable.
A Ana María Winiarczyk, a Marta María Balassone por su paciencia e inestimable colaboración para que este alumbramiento sea posible.
Recuerdo la casa aquella
donde transcurrió mi infancia,
bajo un cielo de arboleda
de mandarina y naranja.
Trepando por los aromas
que las manos de mi madre
preparaban en las horas
calurosas de las tardes.
Y aquella luna redonda
allá en el techo del cielo
navegando en una alfombra
de nubes de terciopelo.
Hilábamos nuestros sueños
como en su tela la araña
al rojo calor del fuego
y con estrellas ahumadas.
Hoy se agitan dos palomas
con sus alas en mi pecho,
mi madre inventando aromas
y mi padre los luceros.
Vimos la espalda curvarse
sobre la tierra y la pala,
siempre juntos y anhelantes
de ganar una batalla.
Por sus ojeras se fueron
dibujando las jornadas
y el pelo que ayer fue negro
se fue tiñendo de plata.
El esfuerzo no fue en vano
¡Todo se da por los hijos!
Por el calor de sus manos
no fuimos “niños marchitos”.
Si pudiera tener
el poder de volver
a ese tiempo que fue
todo frescura,
correría otra vez
a empaparme la piel
con el aroma a miel
de la ternura.
Si pudiera volver
a mi madre que fue
luz de mi vida,
volvería a encender
mi velero lunar
con su sonrisa.
Si pudiera volver
a volar y crecer
sobre el río que fue
nuestro delirio,
soltaría mi red
y mi barca también
a su libre albedrío.
Si pudiera volver
volvería a jugar
al baldío que fue
todo mío,
a soñar con el gol
y el abrazo final
con mis amigos.
De incorruptible árbol vengo,
soy gajo de una excelsa arboladura,
ni oros ni diamantes tengo,
más, tengo el valor de la cordura.
Es mi raíz orgullo inalterado,
mi sangre, savia que derramar quisiera
y alimentar con singular cuidado
un claro y cristalino amor sobre la tierra.
Faro y lucero mis padres,
sin Universidad ni calles de cemento
me dieron de sus brazos tutelares
su don de ser como un sustento.
Fueron ellos mis sagrados templos
donde acudí con risas y lamentos
sobre su inagotable voluntad y dulce acento
para escuchar su voz con fundamento.
Mi madre era una entrerriana
de los pagos de La Paz,
florecía en las mañanas
con arrullos de torcaz.
Dicen que ayer de niña,
con sus largas negras trenzas,
paseaba sus claros días
allá por su Santa Elena.
Su cielo de chamarritas
fue creciendo con su cuerpo
y con su joven barquita
navegaba hacia otro puerto.
Un viento de corto tranco
cruzando el Guayquiraró
despacio la fue llevando
a los brazos de un amor.
Y su paisaje que fuera
todo cuchilla y verdor
en la otra orilla fue dueña
de un destino de algodón.
Un corazón correntino
prendió fuego en su cintura
y construyeron un nido
con mieles de la llanura.
Cuando el sol asomaba
a las tareas cotidianas
ya mi madre andaba
por los altos andamios de la mañana,
dibujando simples calendarios
fríos, cálidos, callada,
sin feriados ni salarios.
Tibia leche en los corrales,
huerta, gallinas, terneros,
cocina sin delantales
y su aroma a pan casero.
Compañera de los pájaros
y del gallo que cantaba
como un tenor en el patio,
silenciosa se sumaba
a las lides del trabajo.
Trabajo que no es trabajo,
aunque el sol pase de largo,
sabiendo que por los gajos
salen los frutos del árbol.
Con siete bocas pequeñas
rondando tras su pollera
hizo de su amor la leña
y de esa leña una hoguera.
Ella pactó con el viento
y no se fue de nosotros,
¡Si en cada brisa está volviendo
suave y maternal a nuestros ojos!
Miro a mi madre
como a un regalo
con ojos de años
pero asombrado,
pues soy el fruto
de un tiempo extraño
donde a los niños
les era vedado
tanto un “te quiero”
como el “regazo”.
Amo a mi madre
que en su cedazo
filtró los sueños
que hoy como padre
doy a la vida
como un abrazo.
Quiero algún día de primavera
decirle –“vieja vivo en tus ojos”
yo soy tu abrojo, quiero que sepas,
que va prendido a tu cabellera.
Cómo se hace papá para decirte que te quiero,
me van pasando los años, se me ha encanecido el pelo,
hoy tengo el paso más firme pero me faltan tus besos.
Decime que estás conmigo aunque te encuentres tan lejos,
déjame que te acaricie aunque sea en el recuerdo,
no quiero volverme niño para llegar a tu cielo
pero sí quiero que sepas ¡Te amo querido viejo!
Contó mi madre un día,
con orgullo sombrío,
que pequeña todavía
soñaba su propio nido.
En su pequeñez sabía
que una semilla al brotar
también necesitaría
buen clima para durar.
Y con el alma candente
pero con tierna inocencia
puso estrellas en la frente
para alumbrar su conciencia.
Hay siempre en toda mujer
un corazón anhelante
de ser abeja y dar miel
o ser fragancia en el aire.
Debajo de un cielo abierto
soñaba que alguna vez
aquel horizonte incierto
se rendiría a sus pies.
Llévame a tu aguada
compañera mía,
que esta sed me mata,
¡Cúrame esta herida!
Que si tú me faltas:
¿Qué valor tendría
trepar la mañana
y encender el día?
¡Llévame a tu alcoba!
Tiéndeme en las mieses,
¡Cúbreme la boca
con agua de nieve!
Llévame a ese mundo
donde el tiempo duerme
al mirar profundo
de tus ojos verdes.
¡Quédate a mi lado,
no quiero perderte!
Hay mucho por darnos.
¡Mucho amor pendiente!
¡Compañera, el agua,
no olvides traerme!
Que encendí la fragua
de fundir tu vientre.
(A Ana María, Profesora de Geografía)
Te veo presurosa
del living a la puerta,
del cuarto a la ventana,
con gesto de impotencia
revisas tu rutina,
te acusas, más, te quejas,
que el día es tan pequeño...
que las horas que restan
serán para los platos,
las ropas, y una espesa
sábana de papeles
que esperan tu respuesta.
Te pienso como siempre,
preparando la cena,
mientras vamos mezclando
las malas y las buenas,
preparar la canasta
como en día de feria,
con carpetas y mapas
para una nueva empresa,
y al fin sentarnos juntos
y me miras contenta,
y yo tomo tu mano,
tú me abrazas y besas.
Quisiera que tenga el hijo
cuna de amor verdadero
que sea simple, sencillo,
pero profundo y sincero.
Que conozca sus raíces
para entender su futuro,
que son los pasos más firmes
cuando se conoce el rumbo.
Que tenga viva memoria
de su abuelo, el carpintero
o se prenda en una doma
como su abuelo paterno.
Que aprenda de los oficios
el de la mano tendida,
que sabe mejor el vino
en la mesa compartida.
Que sea amable y gentil
que sepa decir:–¡Te quiero!
¡Muchas gracias! ¡Por favor!
Que se hace dueño el dolor
del que peca de altanero.
Que sea amable y gentil,
de lectura prolongada,
y que apague su candil
al morir la madrugada.
Que sepa decir: – ¡Perdón!
si en el camino ha dejado
disonante un corazón
por un verbo inadecuado.
Eso quisiera que sea
para agrandar mi estatura,
no hay padre que no se vea
reflejado en su criatura.
¡Upa chiquito que el día empieza!
¡Despierta, que el brillo de tus ojos
me alumbrará el camino!
¡Vamos que escapan las estrellas
y el sol pinta su manto rojo
sobre el pobre que se queda
a un costado del olvido!
¡Upa niño! que anda suelto
el duende de la pobreza,
no quiero dejar mis huesos
sin haber sembrado el huerto;
un huerto donde florezcan
el trigo, el pan, la esperanza,
donde otros niños vengan
con boquitas de campanas
y badajos de manzanas
que llamen a rondas blancas.
¡Apura hijo que ya se viene
el día con su cuchilla
de segar sueños y tiene
tristezas en su mochila!
¡Vamos hijo! Motivo no le demos
al duro dueño del cuchillo
de cortar nuestro esfuerzo
¡Si ser pobre no es desmedro
ni es darse por vencido!
¿Qué haremos con la luz
de este alto mediodía
si miramos la cruz
hincados de rodillas?
¡Levántate y rompamos
los lazos y ataduras
que si juntos volamos
te bajaré la luna!
¡Corre mi niño, corre!
Abrázate a la vida,
¡Vuela, que el horizonte
tan sólo es una línea!
Cuando tengas frío,
cuando tengas miedo,
yo seré tu abrigo,
yo seré tu fuego;
cuando tengas prisa,
cuando tengas dudas,
yo seré la brisa
que te de frescura,
cuando la poesía
te suba a los ojos,
yo estaré en la orilla
de todo tu asombro;
tu serás pregunta,
yo seré respuesta,
tú la fresca fruta,
yo seré la cesta,
serás sangre joven
yo el padre que expresa,
al decir tu nombre
la canción más bella;
y andaremos juntos
cruzando la vida,
pintando este mundo
tu mano y la mía.
Cercada de frescura deleitosa
hallé una fuente de aroma cristalino,
y sutil, cual perfume de una rosa,
me invitaba a beberla en sorbos finos.
Abrí mi corazón sin prejuicios
y me lancé a beber con esperanza
como quien huye, sediento, de un hospicio
buscando una eterna bienandanza.
En ese cuenco que derramaba vida
me entregué a su merced de tal manera
que puse en su caudal mis días
como si miedo a fenecer ya no tuviera.
Me arrodillé ante Dios de gracia lleno,
y de placer mi alma enardecida
como lo hace un niño ante un abierto seno
que despertar a una ilusión convida.
Clara como un cristal es esta fuente,
a veces fresca, otras como el fuego,
pero se entrega siempre dulcemente
como el lazarillo a un pajarito ciego.