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Una mujer posible, el esperado debut poético de Maraní González del Solar, es un exquisito poemario donde los pequeños actos cotidianos de la vida conforman su observatorio de escritura.
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Seitenzahl: 27
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Maraní González del Solar
Una mujer posible
Qué placer; estoy en camisón
con un sweater de lana sobre los hombros
en esta mañana clara
y no tengo que salir a los piques
a pagar cuentas
o dar clases
o trabajar en algo.
Qué placer, hasta cualquier hora
frente a la taza de té y las tostadas
canturreando
con la cabeza en cualquier parte
o detrás de alguna noticia interesante
o simplemente en nada.
Qué placer el leve escalofrío
en esta mañana clara
cuando sospecho
que alguien también carga la tostada con miel
y deja enfriar la taza humeante
en este preciso momento
en este edificio, en esta manzana
en esta ciudad que se despierta.
Y seguramente más lejos
en la ciudad de Posadas, o más lejos aún
en un pueblo de pescadores del noroeste brasileño
ella o él, que se levantaron dos horas antes según el reloj
y no se echaron abrigo al hombro
porque allí hace calor,
pelan la fruta, calientan leche y pescado
y se distienden en esta mañana
que les anuncia buen tiempo.
Y mientras que seguramente
la gente del hemisferio norte
está por acostarse
o perdida en la mitad de un sueño inconfesable
nosotros aquí, desde el sur,
en esta mañana
con el bocado en la mano
dispuestos a morder el día.
Para que se vayan acomodando las palabras
cuando a la mañana las cosas vuelven a su lugar
en el placard se mezclaron los tantos
pero la lluvia cae en el baño y afuera hay sol
y en la pantalla las noticias cuelgan.
El reloj digital marca con lucecitas
ahora, la vida servida en bandeja.
Es temprano, tempranísimo
el 95 está casi vacío.
Una señora viaja con la pierna vendada
en un asiento individual.
Madres, padres y chicos de colegio
en las butacas dobles, fundan
las bases del distrito escolar.
Más atrás
un hombre se recuesta sobre la ventanilla
y un chiquilín se exilia en la pantalla.
Es temprano, tempranísimo.
El papá joven de la primera fila
mantiene con su hombro al bello zombi.
La mamá japonesa enlaza con su brazo
a su japonesita totalmente dormida.
Los mellizos (supongo)
voltean sus cuerpos al centro del asiento
con los ojos cerrados
para cuidar los últimos minutos, antes de la tarea.
Chofer, ¡baje la radio!
no detenga la marcha,
que todo se repliegue a nuestro andar
que la señora vendada no vaya al hospital
que el hombre de la ventanilla pierda el trabajo
que el chiquilín del celular llegue tarde
que se borren los patios de los colegios
que no suenen los timbres ni batan las campanas.
¡Chofer!
Haga del colectivo una gran mecedora
por favor, deje que en esta cápsula
el sueño de los chicos me sostenga.
Volvió a llover y
yo en la ciudad y sin paraguas
que la mañana manda y el trabajo llama.
Lavé la ropa y no hay chance de que seque
detrás del vidrio el agua me saluda
tan necesaria para los sembrados
y para la mugre acumulada de un patio que no se baldea.
¡Qué hace por mi barrio!