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Una vida en acogida refleja la realidad de mujeres migrantes en una Irlanda oculta tras las paredes de los centros de acogida. Los relatos de Melatu Uche Okorie se inspiran en su propia experiencia y arrojan luz sobre la injusticia del sistema irlandés de provisión directa y sobre el racismo estructural. Esta colección de historias nos acerca a la rutina de muchas mujeres que se ven obligadas a hacer cola para obtener alimentos básicos en un albergue de provisión directa; a la experiencia de una joven nigeriana bajo el peso invisible del racismo cotidiano; y a una Nigeria del pasado reciente donde el sufrimiento de una madre destruida por la superstición pugna con su feroz determinación de salir adelante. La colección concluye con un ensayo esclarecedor de Liam Thornton (profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Dublín) que expone la posición legal irlandesa y europea en relación con los solicitantes de asilo y el sistema de provisión directa.
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MELATU UCHE OKORIE
TRADUCCIÓN DEL INGLÉS Y NOTASDE LUCÍA BARAHONA LORENZO
TÍTULO ORIGINAL: This Hostel Life
Publicado por
AUTOMÁTICA
Automática Editorial S.L.U.
Avenida del Mediterráneo, 24 - 28007 Madrid
www.automaticaeditorial.com
© de la obra, Melatu Uche Okorie. All rights reserved.
© de la traducción, Lucía Barahona Lorenzo, 2022
© de la presente edición, Automática Editorial S.L.U, 2022
© de la ilustración de cubierta: Bea Crespo, 2022
Derechos exclusivos de traducción en lengua española: Automática Editorial S.L.U.
Editorial de la obra original: Skein Press, Dublin, Ireland
Este libro ha sido publicado con la colaboración de Literature Ireland.
ISBN: 978-84-15509-75-2
eISBN: 978-84-15509-81-3
DEPÓSITO LEGAL: M-5838-2022
Diseño editorial: Álvaro Pérez d’Ors
Composición: Automática Editorial
Corrección ortotipográfica: Automática Editorial
Impresión y encuadernación: Romanyà Valls
Primera edición en Automática: marzo de 2022
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización de los propietarios del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluyendo la reprografía y los medios informáticos.
Para Josephine Useinatu, que en paz descanse.
NOTA DE LA AUTORA
UNA VIDA EN ACOGIDA
BAJO EL TOLDO
AL ROMPERSE EL HUEVO
SOLICITANTES DE ASILO, REFUGIADOS Y EL (LENTO) CAMINO A LA JUSTICIA, POR LIAM THORNTON
BIBLIOGRAFÍA
Estado de la cuestión en el albergue de provisión directa ******:
28/03/2013 00:51
Durante años, el albergue de provisión directa ubicado en ****** ha sido reconocido como el mejor gestionado de Irlanda. Y aunque en los últimos tiempos se han producido cambios drásticos en este albergue, todo el mundo ha hecho la vista gorda. Actualmente, los residentes son en su mayoría solicitantes de asilo que han sido trasladados desde otros albergues. Para este nuevo grupo, el hecho de poder disponer de algo de privacidad compensa los problemas con los que tuvieron que lidiar en sus anteriores centros. Por eso son reacios a quejarse de cómo se gestionan aquí las cosas. Es probable que en su mayoría hayan protestado contra la dirección de sus anteriores albergues, y no se atreven a que los tachen de problemáticos en este. La realidad es que la provisión directa es como estar en una relación de maltrato. El maltrato, en sí mismo, afecta a todos, sea cual sea la raza, la clase o, en el caso que nos ocupa, el albergue asignado a la persona maltratada.
****** se gobierna con reglas que rozan lo maquiavélico, de naturaleza caprichosa. Cada mañana, al despertar, uno nunca sabe lo que se va a encontrar. Puede que la dirección haya dado la orden de reducir a la mitad de un vasito de plástico la cantidad de detergente en polvo asignada a cada residente, o puede que haya eliminado alguna prestación básica.
El comedor es lo que siempre se ve más afectado. La comida, que normalmente se servía entre las doce y las dos de la tarde, pasó a ser de doce a una y media, mientras que la cena, que por lo general se servía entre las cinco y las siete de la tarde, se cambió de cuatro y media a cinco y media. Nos adaptamos sin rechistar, tal y como la dirección sabía que haríamos, incluso después de habernos quejado y de que nos hubieran prometido «revisar» la situación, la misma respuesta de siempre.
Al igual que otros residentes, he aprendido a vivir en estas condiciones casi tiránicas. Al fin y al cabo, nadie quiere un traslado, más vale malo conocido que bueno por conocer. A los cambios arbitrarios en la rutina diaria hay que sumar la actitud de los guardias de seguridad, que tratan de intimidar a los residentes que, como es mi caso, acostumbran a protestar por las opciones de alimentación. Dos de ellos se empeñaban en ser mi sombra siempre que me ponía en la fila de la comida. Era evidente que querían desmoralizarme. En ****** hay montones de cámaras, pero aquellos guardias de seguridad me perseguían por todas partes, a veces incluso de camino a mi habitación. Siempre he estado dispuesta a soportar el comportamiento intimidante y abusivo de algunos de los guardias de seguridad y el tono condescendiente de ciertos miembros del personal, pero en las últimas semanas mi frustración alcanzó tal extremo que dejé de ir al comedor por las noches. Intenté quedarme escondida en la habitación y comprar mi propia comida solo para no tener que verlos, pero con una hija y 28,70 euros a la semana, no era una opción realista.