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Los vampiros son de las criaturas más fascinantes y complejas en trascender las historias y mitologías de casi todos los pueblos del mundo para convertirse en auténticas figuras prominentes de la cultura popular actual. Protagonistas de series de TV, películas, videojuegos, literatura y hasta música, los vampiros son un modelo arquetípico de todos los placeres humanos y todos nuestros deseos sobrenaturales, e indudablemente para muchas personas, un modelo a seguir de hedonismo y libertad totales. Este libro es para todas esas miles de personas que sienten pasión por todo lo relacionado con el mundo de los wurdalaks, upiros, vampiros, o sencillamente los "no-muertos", esas oscuras y misteriosas criaturas que, en un solo personaje unen héroe y villano; muerte y sexualidad, terror y pasión, leyenda e ¿historia?
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Seitenzahl: 197
Veröffentlichungsjahr: 2022
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© Plutón Ediciones X, s. l., 2022
Diseño de cubierta y maquetación: Saul Rojas
Edita: Plutón Ediciones X, s. l.,
E-mail: [email protected]
http://www.plutonediciones.com
Impreso en España / Printed in Spain
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
I.S.B.N: 978-84-19087-61-4
Dedicatoria
A los que aman la noche y ven en ella algo más que la simple oscuridad.
A mis escasos amigos, a mis bastantes amistades, a mis muchos compañeros, a mis innumerables conocidos… incluso a mis infinitos enemigos (que también son importantes en la vida de cualquier escritor).
A mis padres (in memoriam) que me daban valor cuando al oscurecer, y siendo un niño, temía con pavor a las criaturas de la noche que, curiosamente, tanto me apasionaban de día.
A mis lectores en España y en los países de Hispanoamérica. Sin ustedes jamás llevaría escritos y publicados casi tantos libros como años tengo.
Gracias de todo corazón.
El autor
Prólogo
Cuando llevo sesenta y un libros publicados de temáticas tan diversas como los enigmas históricos y arqueológicos, las creencias más heterodoxas de diversas épocas, o los misterios de las órdenes militares, sin olvidar casi una veintena de guías sobre “rutas y viajes mágicos”, todavía son muchos los medios de comunicación de toda España que se ponen en contacto conmigo para que les hable de un tema tan misterioso, pero poco trillado (en lo que se refiere a España) como es el vampirismo.
En mi carrera como autor y periodista he escrito tres ensayos y unos 60 reportajes sobre el tema de los vampiros y una de las preguntas habituales que me hacen los informadores, y que, la verdad sea dicha, ya empieza a sonar cansina, es: “¿Cuándo empezaste a interesarte por los vampiros y su mundo?”.
Para evitar que el lector se haga esta misma pregunta, empezaré contando por qué, para alguien como yo que hace años se declara abiertamente ateo, me interesa este tema.
Ya desde niño fui un verdadero coleccionista de todos los libros, más bien pocos y de escasa calidad, que aparecían en castellano sobre el tema de los vampiros, sin olvidar lógicamente las películas, mucho más abundantes, que podía disfrutar sentado en los duros, por aquellos tiempos, butacones de los cines de barrio que tanto abundaban en mi Barcelona natal.
Mentiría si no dijera que hasta bien entrado los diez años las películas de vampiros me daban un poco de miedo. Incluso en alguna ocasión, y a esa edad en la que te crees todo lo que estás viendo en el cine, pasé alguna noche con los ojos abiertos como platos por temor al temible y popular conde Drácula, magistralmente interpretado por Christopher Lee, personaje sobre el que años después he hecho diversos estudios e investigaciones, algunas de las cuales podrá leer el lector en este libro.
Sentía temor a que el alto, pálido y siniestro personaje, con su larga capa, apareciera por la puerta de mi habitación y “lanzara” un cruel y terrible mordisco para convertirme en un triste “no-muerto”.
Con la adolescencia, mi pasión por el tema del vampirismo se acrecentó todavía más, y, a la España tardo franquista empezaban a llegar algunos libros de más calidad, como las obras de Anthony Masters o Lajos Gyula, muy superiores a los malísimos libros, editados generalmente en Hispanoamérica, que hasta entonces eran, junto a algunas excepciones, lo poco sobre el tema que podía adquirirse en las librerías españolas.
Cumplidos los veintitantos, y ya como periodista que soñaba con escribir un libro sobre este tema, tuve la ocasión de recorrer algunas zonas de Centro Europa, principalmente la fascinante Transilvania, la casi desconocida Moldavia, o la oscura y boscosa Valaquia, tierras “draculianas” por excelencia, ya que, muchos apasionados del tema, de hecho la mayoría, vinculan al novelesco conde Drácula, del periodista irlandés Bram Stoker, con el personaje histórico de Vlad Tepes, un voivoda que habitó y aterrorizó aquellos parajes en el siglo XV. Esta relación, como verá el lector en el capítulo correspondiente, es para mí, y para otros investigadores, incierta, cuando no falsa1.
Fueron varios los reportajes que publiqué en diversas revistas sobre el mundo de los vampiros, hasta que en 1986 vio la luz mi primer libro sobre vampirismo2. Desde aquel lejano año, he publicado decenas de reportajes sobre el tema, tanto a nivel histórico o esotérico, como etnológico, ya que en estos últimos casi treinta años mi labor como reportero me ha permitido viajar por diversos países de cuatro continentes. En todos ellos, fueran africanos, iberoamericanos, asiáticos o, lógicamente, europeos, he podido constatar que la creencia en seres humanos (en alguna ocasión animales), que una vez muertos regresan de sus tumbas para castigar, cuando no asesinar a sus semejantes, es algo común en las ancestrales creencias de las más diversas culturas y etnias.
Es verdad que durante algunos años decidí, quizá cansado de ser encasillado por algunos como un “experto en vampiros”, no publicar nada sobre el tema, y, por encima de todo, no aceptar ninguna entrevista, fuera en radio o televisión. Pero el vampirismo y la supuesta supervivencia tras la muerte y el retorno de la tumba es, sin duda, uno de los mayores misterios que para muchas personas pueda existir y, quiera o no, me tiene “enganchado”.
Debo confesar que para elaborar este libro he recurrido a mis archivos, sinceramente amplios, sobre los vampiros y su mundo. He incluido en estas páginas algunos temas que, aunque ya publicados hace años, he actualizado o incluso corregido, por creerlos interesantes para el público. También he aportado en este trabajo nuevas investigaciones que me habían llegado de terceros, y que más tarde había decidido estudiar personalmente. La mayoría, en este caso, son totalmente inéditas.
Asimismo, he querido, con el permiso de los editores, presentar este libro como una especie de “fichero” sobre ese mundo que, como me diría una fría noche de enero en los estudios de Catalunya Radio mi desaparecido amigo, el periodista y escritor Andreas Faber-Kaiser, tiene un “público atrapado”, un público, no necesariamente joven como muchos puedan pensar, que siente pasión por el tema del vampirismo y todo lo que le rodea.
Ya en un libro mío sobre los “no-muertos” hablé de esta pasión, incluso la llevé al mismísimo título del libro, Vampiros: sangre, muerte y pasión3.
En resumidas cuentas, y para no extenderme más en contar el porqué de este libro, he de señalar que, sencillamente, es porque me lo han pedido en una editorial “amiga”; me apetecía en el fondo de mi mente escribirlo; y, principalmente, sabía por muchísimos años de recorrer el mundo del misterio, que existen miles de personas que sienten pasión por todo lo relacionado con el mundo de los wurdalaks, upiros, vampiros, o sencillamente los “no-muertos”, esas oscuras y misteriosas criaturas que, en un solo personaje unen héroe y villano; muerte y sexualidad, terror y pasión, leyenda e ¿historia?
Ver capítulo: Drácula versus Vlad Tepes.
Vampirismo, magia póstuma de los no- muertos, publicado primero por Editorial Arbor Scientae, más tarde por Ediciones C.I.N.E.B. y, finalmente, en su tercera edición por Grupo Editorial Protusa.
Publicado por Editorial Bastet-G. Ediciones. Colección “Misterios”.
Pequeña explicación de este libro antes de leerlo
Antes de empezar la lectura de este libro, como editorial nos creemos en la obligación de comentar algunos aspectos o peculiaridades de él, para que el lector o lectora conozca el “funcionamiento” y alumbramiento del trabajo que tiene en sus manos.
Muchos libros se organizan a la hora de escribirlos por orden cronológico, por países, por épocas, o por otros baremos, que pueden parecer lógicos para la buena lectura de la obra.
En el caso de este libro, la manera en que lo presentamos es mucho más “curiosa”; de hecho, mucho más personal por parte y por “culpa” del autor.
Al escribirlo, y estructurarlo como fichas o capítulos totalmente autónomos unos de otros, hemos decidido ante todo dividir este libro en dos partes.
La primera parte trata el vampirismo en sus diversas facetas: históricas, mitológicas, geográficas, incluso con alguna experiencia personal del autor, como es el caso de Venecia, capital vampírica de Europa sin ningún tipo de dudas. Pero siempre situándonos fuera de nuestras fronteras.
La segunda, por el contrario, hemos decidido dedicarla a todo aquello que conocemos y que, perteneciendo al mundo del vampirismo en sus diversas facetas, tiene una relación directa con nuestro país: desde “supuestos” casos de vampirismo, algunos ya estudiados (y vilipendiados por los “racionalistas” apoltronados) en trabajos o libros anteriores, pero todos con nuevas aportaciones y actualizados, hasta otros casos totalmente desconocidos hasta este momento; así como curiosidades vampíricas como la magnífica (aunque odiada por los norteamericanos) película que sobre Drácula protagonizó hará casi nueve décadas un actor español y otros de habla hispana, y que dejó por los suelos a las versiones “oficiales” que la maquinaria angloparlante norteamericana daba como las películas “buenas” y exitosas.
Cada una de estas partes no está organizada de una forma cronológica. El autor se ha permitido la licencia, y rogamos al lector que le perdone esta libertad, de ir presentando los diferentes capítulos por el orden en que los fue estudiando e investigando en sus más de tres décadas de interés profesional sobre el tema.
Finalmente, y sabiendo lo que el autor llegó a sufrir para conseguir una bibliografía interesante sobre el tema, hemos decidido al final de la obra facilitar al lector un listado que sirva para quien decida adentrarse de forma más profunda en el mundo de los “no-muertos” poder conseguir, o, al menos conocer, una serie de libros que sin duda podrán ser de su interés.
Y ahora invitamos al lector a adentrarse en el misterioso y tenebroso, pero siempre apasionante mundo de los vampiros ¿se atreve usted, amigo lector? ¿Sí?... Pues adelante.
Primera Parte: I. Los vampiros a través de la historia y las diferentes culturas antiguas
Aunque puede ser un tema ya conocido por muchos seguidores e interesados en el vampirismo, considero oportuno presentar en este libro una breve introducción de la creencia en los vampiros a través de las principales culturas y civilizaciones a lo largo de más de tres mil años.
Asimismo, cabe señalar que este tipo de creencia, con diversidades y diferencias importantes, ha estado presente (y sigue estándolo en algunas ocasiones en el tercer mundo) en la mayoría de las culturas que conocemos. De hecho, en muchas investigaciones, bibliográficas o de campo, solo los mal llamados esquimales o inuits desconocen o ignoran totalmente algún tipo de criatura que regresa de la muerte para atormentar o asesinar a sus semejantes.
Una constante en casi todas las culturas: Los que regresan de la muerte
Desde los primeros tiempos de la existencia del hombre como criatura social, era esencial dar al familiar o compañero que había sido herido por una fiera, o atravesado por una saeta o lanza enemiga en el combate, o bien a aquella mujer, compañera de penalidades y placeres, que tras un mal parto (la mayoría en aquellos tiempos), y echada entre pieles llenas de sangre, había dejado de respirar, quedando en un estado de rigidez que indicaba a este ser primitivo, que la vida había escapado de aquel cuerpo, y por lo tanto aquel trozo de carne fría, debía recibir un enterramiento, un lugar de reposo eterno, desde el que pudiera el alma (espíritu o lo que fuera) del difunto partir hacia el “más allá” donde reposan todos los antepasados de la tribu.
Los más antiguos enterramientos humanos que conocemos se remontan al paleolítico superior (sin descartar que en el paleolítico inferior también existieran ciertos cultos relacionados con los muertos y el “más allá”), donde se han encontrado junto a los huesos, restos de flores y diferentes ofrendas y herramientas. Podía suceder que, al producirse un retraso en cuanto al enterramiento, y en algunas ocasiones la incineración, el recién fallecido decidiera quedarse con sus familiares y vecinos, y malignamente cebarse en ellos, fuera atacándoles en las frías y oscuras noches o absorbiéndoles sus energías vitales, tan necesarias para llevar a cabo las labores imprescindibles para el funcionamiento de la pequeña comunidad; fuera en la caza o en las labores habituales del clan.
Encontramos en antiguos manuscritos, la costumbre de algunas comunidades primitivas, de enterrar a ciertos individuos que en vida habían llevado una vida nefasta, absolutista o simplemente rencorosa, con un cruel acto de desmembramiento, decapitación, incineración e incluso siguiendo la costumbre de las antiguas tribus que habitaban las Islas Británicas, que clavaban el cadáver en el suelo con un gran clavo, fuera de hierro o de bronce, que, a modo de gran lanza, no permitía al difunto dejar su eterno descanso, y atacar a los que seguían en este mundo (hallazgos parecidos en el Pirineo español, principalmente en la parte oriental nos indican que en aquella zona también se practicaban estos rituales).
Recordemos que muchas leyendas transmitidas de padres a hijos nos hablan de tiempos remotos, en que verdaderas hordas de seres diabólicos fallecidos tiempo atrás, asediaban a los vivos; causándoles en muchos casos la muerte.
Hay una teoría bastante “oficialista” que nos habla de un origen del vampirismo basado en el temor del hombre hacia la noche y la oscuridad, pero podernos asegurar que el temor a los ataques de los difuntos, no tiene por qué estar relacionado con la falta de luz, pues en pleno siglo XXI, y con suficiente luz, hay muchas personas que siguen temiendo a los seres que abandonaron este mundo, y aquella célebre frase que dice “con la luz eléctrica desaparecieron para siempre las creencias en fantasmas” es totalmente falsa, ya que, según una encuesta reciente, un cuarenta por ciento de personas que viven en países occidentales, siguen creyendo en “espíritus” y espectros.
El vampirismo en la Antigua Grecia
Desde las primeras etapas de la cultura helena, se consideraba al vampiro como un “simple” aparecido, llamado comúnmente vrykolaka, palabra que definía a un ser que resurgía de la tumba para recorrer los lugares que le habían sido familiares en vida, sin causar más daños. Pero ya entrados los primeros siglos de la Alta Edad Media y dándose los primeros contactos entre los griegos y los habitantes de las regiones balcánicas, la palabra Vrykolaka deja de definir a un ser inofensivo para convertirse en un ser que no se conforma con volver a los lugares que recorrió en vida, sino que incordia e incluso causa daño a las personas que encuentra, causándoles en algunos casos muy concretos la muerte.
Vrykolakas o brucolacos
De esta manera, nos encontramos que en la antigua Hélade la situación llegó a convertirse en algo alarmante, que obligó a la iglesia a principios del siglo XVII a tomar cartas en el asunto. Viendo que podía sacar un buen provecho de esta situación, pues como la tradición decía que todo excomulgado al morir podía convertirse en vampiro, ¿qué mejor que dejar que continuara la fobia y el terror a los vampiros, y que pudiera convertirse en ellos todo aquel que no cumpliera los “sagrados” deberes que mandaba la iglesia? Pero poco tiempo después, las autoridades ortodoxas ante aquella situación y tras juzgarlo y pensarlo detalladamente, tampoco estaban convencidas ni dispuestas a convertirse en causante, aunque fuera de una forma indirecta, de la plaga de “no-muertos” que recorría los campos y las aldeas griegas por las noches, los llevó a declarar en el año 1612, en su provecho así como en su descargo que “si bien los excomulgados podían después de su muerte engordar y permanecer incluso incorruptos por mediación del maligno, no tenían por qué estar sujetos a una resurrección infernal”, con lo cual la Iglesia griega creyó que se llenaba de gloria, cuando lo único que consiguió fue llenar de dudas al supersticioso campesinado que creía ciegamente en su “infalible” y “santa” Iglesia.
Tras aquello, continuó la extraña costumbre que se da todavía en algunos pueblos de Grecia, de maldecir a los cadáveres con la frase: “¡Ojalá te encuentres por toda la eternidad en tu tumba, tan inmóvil como una piedra!”.
En ciertas zonas de la agreste Macedonia, también se maldecía y exhortaba al difunto con la siguiente maldición: “¡No quiera Dios que quedes incorrupto!”.
También se convertirían en vampiros, aquellos que morían vilmente, los fornicadores, los que habían comido carne de una oveja que hubiera sido mordida por un lobo, los niños que morían sin haber sido bautizados, o todos aquellos que en vida habían practicado las malas artes de la brujería o la magia negra. Recordemos que, en algunas islas de los mares griegos, se creía (como también en Sicilia) que, si una persona después de morir asesinada no tenía ocasión de ser vengada, volvía de la tumba para cumplir su macabra vendetta.
Imagen de Leone Allaci
Indudablemente, la máxima autoridad sobre el vampirismo en Grecia fue el folklorista y estudioso de temas religiosos Leo Allatius(algunos autores le llaman también Leone Allaci), nacido en Quíos en 1586, que escribió una obra conocida como De graecorum hodie quorundam opinoniatibus, nombre muy largo y que poco nos dice, pero que escrita en 1645 fue lo más próximo a un manual para las personas interesadas en el tema, además de recoger gran número de creencias y supersticiones de la gente de Grecia. Este hombre, que trabajó durante bastantes años en la biblioteca del Vaticano, denominaba a los vampiros griegos brucolacos. Al morir en 1669, dejó como herencia a sus paisanos, el convencimiento de que detrás del vampirismo estaba el mismísimo Satanás, lo que se vería fortalecido aún más por la similar teoría que defendió el jesuita de origen francés François Richard.
Interpretación de una lamia
También al hablar de los vampiros de la época clásica, hay que mencionar a las lamias, unos seres mitad vampiro, mitad mujer, que vivían en los cementerios, desenterraban los cadáveres y se comían la carne, dejando solo los huesos, y que se decía llegaron a Grecia y Roma procedentes de Siria. Pero estos seres claramente mitológicos, quizás estén mejor incluidos y estudiados en el ambiguo campo de la criptozoología, que en el de los vampiros.
El vampirismo en la Antigua Roma (Republicana e Imperial)
En el Imperio romano, nos encontramos al igual que en Grecia, con los míticos Stric o Strix llamados comúnmente “quebrantahuesos” o “pájaros-vampiro”, a los que se consideraba como la reencarnación de individuos que en vida habían sido maléficos y excesivamente belicosos, y a los que se combatía de una forma parecida al vampiro centro-europeo, pero cambiando la rosa silvestre o la cabeza de ajos, por una buena rama de madroño.
Si nos remontamos algunos siglos en el tiempo, veremos que, en los albores de Roma, se creía en unos monstruos muy parecidos a los vampiros, que ya existían entre los etruscos, pero de estos seres sabemos actualmente muy pocas cosas. Recordemos que los etruscos fueron, sin duda, la civilización europea de la antigüedad más dada al ocultismo y, principalmente, a la magia negra y la nigromancia.
El vampirismo en el Antiguo Egipto y Mesopotamia
De la misma manera, entre los numerosos pueblos mesopotámicos y en la imperial y todopoderosa Persia encontramos noticias de seres que vuelven de las tumbas para buscar las energías de los vivos, quienes para protegerse del ataque de estos vampiros alquilaban los servicios de algún mago especializado en casos de ataques vampíricos. En su mayoría estos magos eran caldeos y anteriormente acadios, y siguiendo unos ritos muy parecidos a los exorcismos, ordenaban a los “no-muertos” que volvieran al lugar que les correspondía y dejaran en paz a los vivos.
No olvidemos que el mundo de los asirios y de los babilonios, y también, pero con menor intensidad el de los sumerios, estaba lleno de espíritus tanto benéficos como maléficos, lo que les daba pie a estar siempre alerta al posible ataque de algún espíritu diabólico que quisiera absorberles su preciosa sangre.
En la populosa y febril Babilonia y sobre todo en Caldea, existían escuelas dedicadas a la magia donde se enseñaba a sus iniciados los rituales necesarios para combatir a los espíritus malignos. Actualmente, la piqueta de los arqueólogos ha desenterrado estelas e inscripciones donde pueden verse reflejadas estas sesiones contra el vampirismo.
Entre los egipcios y los caldeos, estos seres recibían unos nombres que en algunos casos han llegado hasta nosotros, aunque de otros nada sabemos. Así, por ejemplo, leemos en alguna tableta que entre los acadios se les llamaba rappaganmekabk que significaba “sombra del muerto” y se les combatía con el fuego purificador de calderos sagrados.
Para este estudio sobre los vampiros y su mundo es de gran valor la leyenda escrita en una tablilla de arcilla, recuperada hace ya años por los arqueólogos, que actualmente se puede contemplar en el famoso y siempre sorprendente Museo Británico de Londres, que relata el descenso de la diosa Ishtar al país “inmutable”, y que dice así:
Guardián abre tu puerta,
abre tu puerta y entraré,
si no abres y no puedo entrar
la embestiré y romperé sus barrotes
forzaré sus candados, y destruiré sus dinteles,
haré levantar a los muertos de sus tumbas
para que devoren a los que estén vivos.
Imagen de la diosa Ishtar
Por el estudio de esta tablilla y algunas otras parecidas, los investigadores han podido saber que esta cultura creía en la existencia de un limbo donde iban a parar algunos de los muertos, y del que podían volver a consecuencia de algún encantamiento mágico o por orden de los dioses, para atacar a los vivos y causarles en algunos casos la muerte.
Entre los egipcios, ya en el célebre Libro de los Muertos de Hermes, se pueden leer varias alusiones al regreso de los “no-muertos”. Y es el mismísimo Trismegisto quien dice: “las almas bajas y malvadas permanecen encadenadas a la tierra en su estado de no-muertos.
También eran bastante habituales entre los antiguos pobladores del país del Nilo las leyendas de momias maléficas que resucitaban y, tras salir de sus tumbas, perseguían a los vivos intentando matarlos o causarles algún grave daño. Este puede ser uno de los orígenes de la creencia en las maldiciones de las tumbas egipcias, y ha sido una fuente inacabable de inspiración para escritores y guionistas actuales y otros que se remontan al siglo XVIII.
No nos ha de extrañar la gran riqueza de datos sobre “no-muertos” que tenemos de la civilización egipcia, conociendo el especial interés, casi obsesivo, que tenía esta cultura con todo lo que se refería a la muerte, ya que se cuidaba al muerto, se le embalsamaba, e incluso se hacía todo lo necesario para que continuara una vida lo más normal y humana posible en el “más allá”.
También sus vecinos los nubios y etíopes tenían creencias parecidas y, aunque no pertenezcan realmente a Mesopotamia ni a Egipto, he querido mencionarlos por su parecido y las regulares y constantes relaciones que tuvieron con estos pueblos.
Los nubios, concretamente, tenían unas creencias similares a las de los egipcios, a los que siempre intentaron imitar, incluso en la arquitectura. En Egipto y en la época de dominación e influencia helenística, a los “no-muertos” pasó a denominárseles con la palabra chtonios, palabras que quería decir “espectro amigo de la sangre”.
Relieve de batalla contra Lamasthu
En la vieja Sumeria, posiblemente la más antigua civilización que conocemos, incluso más remota que la egipcia, se creía en las lamashtu, o lamme (dependiendo de los sumerios o sus vecinos acadios), criaturas que comían ávidamente la carne y bebían la sangre de los habitantes del viejo estado mesopotámico. Su obsesión era vampirizar a los niños recién nacidos, por lo que se creía que cuando un bebé lloraba sin motivo, era señal de que una de estas criaturas estaba muy cerca o bien a punto de atacar al infante. Sus vecinos los acadios, pintaron en algunas de las ruinas, actualmente descubiertas por los arqueólogos, a estos seres como desagradables mujeres desnudas, cuyas cabezas y orejas se asemejaban a las de un buitre (en algunos casos tienen semejanza con una leona), y sus pies parecían garras de ave de presa (lo que nos recuerda singularmente a las lamias mediterráneas).
El vampirismo en la Antigua India
Lógicamente, una cultura tan espiritual y esotérica como la India no podía dejar de tener en sus tradiciones un apartado relativo a los “no-muertos”, y así vemos que, al margen del brahmanismo, se puede apreciar en los primeros siglos de su existencia, un desviacionismo que originó el culto criminal y sanguinario a Shiva, divinidad de la muerte, y que, en bastantes casos, degeneró en verdaderas prácticas vampíricas.