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El interes de la obra reside en la informacion riquisima y el significado filosofico y moral de las practicas de Occidente y Oriente en la segunda mitad del siglo XIII y, por ello, en la variedad de lecturas que provoca, recepciones diversas que muestran los sintomas de cada epoca, como por ejemplo, la credibilidad o no que se ha concedido a la obra.
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Marco Polo
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La división del mundo - I - Aquí empieza la rúbrica de este libro denominado: la división del mundo Señores emperadores, reyes, duques y marqueses, condes, hijosdalgos y burgueses y gentes que deseáis saber las diferentes generaciones humanas y las diversidades de las regiones del mundo, tomad este libro y mandad que os lo lean, y encontraréis en él todas las grandes maravillas y curiosidades de la gran Armenia y de la Persia, de los tártaros y de la India y varias otras provincias; así os lo expondrá nuestro libro y os lo explicará clara y ordenadamente como lo cuenta Marco Polo, sabio y noble ciudadano de Venecia, tal como lo vieron sus mortales ojos.
Hay cosas, sin embargo, que no vio, mas las escuchó de otros hombres sinceros y veraces. Por lo cual referimos las cosas vistas por vistas y las oídas por oídas para que nuestro libro resulte verídico, sin tretas ni engaños.
Y todo hombre que leyere y entendiere este libro debe creer en él, pues todas estas cosas son verdad, y os certifico que desde que Dios nuestro Señor plasmó con sus manos a Adán y Eva, nuestros primeros padres, hasta hoy día, no hubo cristiano ni pagano ni tártaro ni indio ni hombre alguno de ninguna generación que tanto supiere ni buscare co-mo el dicho mi señor Marcos averiguó y su-po; por eso os digo que sería gran desventura no quedaran escritas todas las grandes maravillas que vio y oyó para quelas gentes que no las vieron ni conocieron tengan de ellas razón en este libro. Y os repito que para enterarse de ello vivió en estas diferentes regiones y provincias más de veintiséis años.
Y ello fue que, estando encarcelado en Génova, hizo exponer todas estas cosas a maese Rustichello de Pisa, que se hallaba también en la misma prisión en el año 1298
del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.
- II - De cómo micer Nicolás y micer Mafeo fueron de Constantinopla en busca del mundo Fue en tiempo de Baduino, emperador deConstantinopla en el año 1250 de la Encarnación de nuestroSeñor Jesucristo: Hallándose con sus mercancías en Constantinopla, procedentes de la ciudad de Venecia, micer Nicolás Pol (padre de Marco Polo) y su hermano micer Mafeo Pol, prudentes, nobles y avisados comerciantes, reuniéronse en consejo y decidieron embarcar en la mar grande para hacer prosperar sus asuntos.
Después que hubieron comprado joyas de gran valor, partieron de Constantinopla en un barco hacia la tierra de Soldadía.
- III - De cómo se fueron micer Nicolás y micer Mafeo de la Soldadía Cuando hubieron residido un tiempo en Soldadía decidieron irse aún más lejos. Pusiéronse en camino, y tanto cabalgaron que no hubo aventura que les detuviese hasta que llegaron al reino de Barca Caan, que era dueño de una parte de Tartaria, situada entre Bolgara y Sara. Barca Caan recibió con grandes honores a micer Nicolás y micer Mafeo y celebró con regocijo su llegada. Los dos hermanos diéronle las joyas que habían traído.
Aceptolas Barca con gran complacencia y le plugieron muchísimo. Hízoles entonces entregar dos veces tanto cuanto valían las joyas y les invitó a pasar una temporada en varias partes del reino, en donde halláronse con gran contentamiento.
Al año de residir en tierras de Barca en-cendiose una guerra entre Barca y Alan, se-
ñor de los tártaros de Levante. Fuéronse el uno contra el otro con gran violencia, combatiéronse ferozmente y hubo gran pérdida de gentes de una parte y otra, y Alan fue vencedor. Y en estas circunstancias no hubo hombre que pudiera pasar por esos caminos sin caer prisionero, y como ésa era la dirección por donde habían venido y sólo podían seguir en dirección contraria, los dos hermanos se dijeron: «Ya que no podemos volver a Constantinopla con nuestras mercancías, sigamos hacia Levante; así podremos volver quizá a tierras del soldán.» Se equiparon convenientemente y se separaron de Barca, yéndose a una ciudad denominada Uchacca, que era al confín sur del reino de este señor.
Y partiéronse de Uchacca pasando el Tigre, atravesando un desierto que era largo diecisiete jornadas, no encontrando a su paso ni ciudades ni castillos, sino tribus tártaras que vivían del pastoreo en sus tiendas de campaña.
- IV - De cómo los dos hermanos pasaron el desierto y llegaron a la ciudad de Bojaria Y cuando hubieron pasado el desierto llegaron a una ciudad que se llamaba Bojaria, noble y hermosa ciudad. También la provincia denominábase Bojaria y el rey se llamaba Barac. Era ésta la más bella ciudad de Persia.
Una vez llegados a ella no podían ya ni adelantar ni retroceder, y en vista de esto permanecieron en ella tres años. Mientras esto sucedía vino un emisario de Alan, el señor de Levante, que era enviado por el gran señor de todos los tártaros, llamado Cublai. Y fue gran asombro el de este emisario cuando vio a micer Nicolás y a Micer Mafeo, pues jamás habíase visto un latino en esos parajes. Dijo a los dos hermanos: «Se-
ñores, os advierto que el gran señor de los tártaros jamás vio un latino y tiene gran deseo de trabar conocimiento con ellos; así que si queréis venir conmigo, os aseguro que os verá muy de su agrado y os llenará de honores y bienes»
Los dos hermanos contestáronle que lo harían gustosos si era cosa factible, y él replicó que llegarían sanos y salvos y sin ninguna impedimenta si se iban en su compa-
ñía.
- V - De cómo los dos hermanos prestaron fe al emisario del Gran Khan Cuando oyeron las razones del mensajero enviado, aparejaron sus caballerías y decidieron seguirle. Pusiéronse en camino y viajaron durante un año a través de las montañas, y tomando por atajos y vericuetos llegaron al cabo de él. Y encontraron grandes maravillas y cosas extraordinarias, que no os referimos porque micer Marcos, hijo de micer Nicolás, que ha visto también todas estas cosas, os las contará más adelante en este mismo libro.
- VI - De cómo los dos hermanos llegaron en territorio del Gran Khan Y cuando llegaron en presencia del Gran Khan, éste les hizo muchas fiestas y les recibió con grandes honores y cortesía, y fue grande su alegría al verles. Les hizo varias preguntas sobre muchas cosas. Ante todo sobre los emperadores, de cómo mantienen el poder y adminis-tran justicia, cómo combaten y, en fin, cómo viven y lo que hacen, y los interrogó luego respecto a los reyes, a los príncipes y barones.
- VII - De cómo se informa el Gran Khan de los asuntos de los cristianos Y se informó luego del Papa y de todos los hechos de la cristiandad y de la Iglesia romana y de las costumbres de los latinos. Micer Nicolás y Mafeo le dijeron toda la verdad y cada uno a su vez, como conviene a hombres prudentes y cultos conocedores de la lengua de los tártaros: el tártaro.
- VIII - De cómo el Gran Khan envió a los dos hermanos como embajadores al Papa de Roma Cuando el gran señor que tenía por nombre Cublai Khan, señor de todos los tártaros del mundo y de todas las provincias, reinos y regiones de esta gran parte del mundo, hubo escuchado las gestas de los latinos contadas por los dos hermanos tan llanamente, quedó muy complacido y prome-tiose a sí mismo enviarles como embajadores al Papa. Y pidioles a los hermanos encargar-se de esta misión con uno de sus barones.
Contestáronle que lo harían como les man-dase, como si fuera su propio señor, el Dux.
Entonces el Gran Khan hizo llamar a uno de sus barones, llamado Cogatai, y le dijo quería fuera acompañando a los hermanos a ver al Papa. Éste le contestó: «Vuestro siervo soy y pronto a vuestro mandato.» Hizo luego el gran señor preparar sus credenciales en turco y las dio a los dos hermanos y a su barón, y les encargó lo que debían decir de su parte al Pontífice.
Es menester que os diga lo que contenía el documento y la embajada que enviaba: Pedía que le enviara hasta cien sabios de la cristiandad que supieran las siete artes, que supieran discutir a los idólatras y a los gentiles que todos los ídolos que tenían en sus casas eran obras del diablo y que supieran probar por razonamientos que la ley cristiana es mejor que la de ellos. Además, encargó a los hermanos que trajeran aceite de la lámpara que alumbra el sepulcro de Dios nuestro Señor en Jerusalén.
Ya estáis enterados de lo que decía el mensaje que el gran señor enviaba al Papa por medio de los dos hermanos.
- IX - De cómo el Gran Khan da a los dos hermanos las tabletas de oro de su mensaje Cuando les hubo entregado el mensaje que enviaba al Papa les hizo dar unas tabletas de oro en las cuales decía que los tres embajadores deberían recibir allí donde fueran y donde pasaran: caballos, arreos y escolta de un país a otro. Y cuando micer Nicolás y Mafeo estuvieron listos y bien guarnecidos de cuanto necesitaron, se despidieron del gran señor, montaron a caballo y emprendieron el camino. Al poco tiempo el barón tártaro cayó enfermo y no pudo continuar. Quedose atrás en una ciudad, y cuando los hermanos vieron que no se reponía, le dejaron y continuaron su viaje, y os diré que por doquier se velan honrados y bien servidos en cuanto se les antojaba. Cabalgaron tanto, que llegaron a Laias, para lo cual emplearon tres años, y esto sucedió porque no siempre podían proseguir su ruta, por el mal tiempo y la nieve y porque los ríos que tenían que vadear eran considerables.
- X - De cómo los dos hermanos llegaron a la ciudad de Acre Y dejaron Laias para llegar a la ciudad de Acre, y esto sucedió en el mes de agosto del año 1200 de la Encarnación. Allí se enteraron que el Papa había fa-llecido, y cuando supieron que el Papa, que tenía por nombre Clemente, había muerto, se encaminaron en busca del Legado de la Iglesia romana en el reino de Egipto. Este varón ilustre, de mucha autoridad, se llamaba Tealdo de Plasencia. Le expusieron de qué importante misión eran mandatarios de parte del Gran Khan al Papa, y cuando el Legado les hubo oído, le pareció gran maravilla y que lo que los hermanos decían era de gran honra y provecho para la cristiandad. «Señores - les dijo -, ya que veis que el Papa ha muerto, os aconsejo esperar que haya otro Papa, y entonces le lleváis vuestra embajada.» Viendo que el Legado les decía cosa razonable, pensaron que en ese intervalo irían a Venecia a ver a sus familias. Y fueron de Acre a Negroponte. Y en Negroponte se embarcaron en una galera, que les llevó a Venecia. Micer Nicolás encontró que en este interregno su mujer había muerto y le quedaba un hijo de edad de quince años, que se llamaba Marcos, y éste es el que habla en este libro. Micer Nicolás y micer Mafeo quedaron cerca de dos años en Venecia, en espera de la elección de un nuevo Pontífice.
- XI - De cómo los dos hermanos partieron de Venecia para regresar al país del Gran Khan y se llevaron a Marcos, el hijo de micer Nicolás Después de esperar el tiempo que habéis oído, y viendo que no elegían nuevo Papa, pensaron que habían demorado bastante para regresar cerca del Gran Khan, y decidieron volver. Entonces se fueron de Venecia, llevándose a su hijo Marcos, directamente a San Juan de Acre, en busca del Legado antedicho. Con él platicaron sobre estos asuntos y le pidieron venia de ir a Jerusalén a recoger el aceite de la lámpara del sepulcro de Jesucristo, ya que el Gran Khan había expresado el deseo de poseerlo. El Legado les dio permiso. Fueron luego al Santo Sepulcro, a Jerusalén, y habiendo cogido el aceite volvieron a Acre a decirle al Legado:
«Señor, mucho hemos tardado en volver a ver al Gran Khan, y como aún no hay Papa, creemos es nuestro deber el írselo a decir.»
Y el Legado (que es el más importante personaje de la Iglesia de Roma) les dijo:
«Puesto que queréis volver hacia la tierra del Gran Khan, os doy mi pláceme.» Escribió entonces su misiva al Gran Khan, explicándole de cómo micer Nicolás y micer Mafeo le habían. traído su embajada; pero no pudieron cumplirla por entero por no haber aún un nuevo Papa.
- XII - De cómo los dos hermanos y Marcos partieron de Acre En cuanto los dos hermanos estuvieron en posesión de las credenciales, pusiéronse en camino para volver a la tierra del Gran Khan.
Y tanto anduvieron, que llegaron a Laias.
Mas no bien hubieron llegado, fue elegido Papa el Legado que tenía por nombre Grego-rio de Plasencia.
Grande fue la alegría que experimenta-ron al oír esta nueva, y no tardó en llegar a Laias un emisario del Papa diciendo a micer Nicolás y Mafeo que retrocedieran a ver al Pontífice. No quiero deciros la alegría que esto les causó, y le contestaron que allá iban de buen grado. Entonces el rey de Armenia hizo armar una galera para que en ella em-barcaran y los envió así, con grandes honores, al Legado.
- XIII - De cómo los dos hermanos fueron a Roma a ver al Papa Y cuando llegaron a Acre fueron a Su Santidad el Papa y se prosternaron humildemente ante él. Les recibió con gran deferencia, dándoles su bendición y haciéndoles gran fiesta. Y el Papa acordó darles para que les acompañaran a dos de los predicadores, los más sabios de toda la provincia, y éstos se llamaban Nicolás de Vicenza y Guillermo de Trípoli. El Papa expidió sus breves y cédulas que contenían el mensaje que enviaba al Gran Khan, y dando a todos su santa bendición, se fueron los cuatro con Marcos, hijo de micer Nicolás.
Encamináronse seguidamente a Laias; mas no bien hubieron llegado, cuando Bondocde-ro, sultán de Babilonia, vino a Armenia con un numeroso ejército, que causó estragos en toda la comarca, y nuestros embajadores viéronse en peligro de muerte.
Considerando esto, los dos hermanos predicadores dudaron si debían proseguir.
Entregaron por fin a micer Nicolás y Mafeo sus breves y cartas y se separaron de ellos, regresando con el maestre de campo.
- XIV - De cómo los dos hermanos y Marcos llegaron a la ciudad de Clemeinfú, en donde se hallaba a la sazón el Gran Khan Y
micer Nicolás, Mafeo y Marcos, hijo de Nicolás, se pusieron en camino y cabalgaron tanto toda la primavera y el estío hasta llegar a la ciudad de Clemeinfú, en donde se encontraba el Gran Khan. No haré mención, sino más adelante, de lo que encontraron en el camino, pues deseo contároslo a su tiempo en mi libro. Sabed sólo que emplearon tres años y medio en este viaje, pues las grandes nevadas y las lluvias y los ríos desbordados les impedían cabalgar en invierno. Y, en verdad, cuando supo el Gran Khan que llegaban les envió al encuentro un mensajero con cuarenta días de anticipación, y fueron bien atendidos y servidos por todos.
- XV - De cómo los dos hermanos y Marcos fueron al palacio del Gran Khan Cuando Nicolás, Mafeo y Marcos llegaron a esa gran ciudad se fueron al Palacio Principal, en donde se hallaba el Gran Khan rodeado de muchos barones. Se arrodillaron y humillaron ante él; pero el Gran Khan les hizo levantar, les colmó de honores y les recibió con grandísimo júbilo, interrogándoles de cuanto habían hecho desde que se separaron. Los hermanos le aseguraron de que todo había ido a pedir de boca, puesto que volvían sanos y salvos. Entonces presentaron sus breves y cartas que el Papa le enviaba, que le causaron gran alegría. Cuando el Gran Khan vio a Marcos, que era el joven bachiller, les preguntó quién era. «Señor - dijo micer Nicolás -, es mi hijo y esclavo vuestro.» «Sea bienvenido», dijo el Gran Khan. Mas ¿por qué extenderme en referiros más tiempo las grandes manifestaciones de cariño y los honores con que fueron recibidos por el Gran Khan?
- XVI - De cómo el Gran Khan envía a Marcos como embajador Y Marcos, el hijo de micer Nicolás, aprendió tan a la perfección la lengua y costumbres de los tártaros y su literatura, que a todos causaba maravilla.
Pues desde su llegada a la corte aprendió a escribir y a hablar cuatro lenguas. Y como era sabio y prudente, el Gran Khan le cobró gran cariño, estimando su valor. Y cuando vio el buen entendimiento de Marcos le envió como embajador a una región donde era menester seis meses para llegar. El joven bachiller cumplió su misión sabia y pruden-temente. Había oído decir repetidas veces que cuando el Gran Khan enviaba mensajeros por las varias partes del niundo y éstos no sabían referirle más que el objeto de la misión por la cual habían sido enviados, los trataba de necios e ignorantes, pues más le placía oír las costumbres y curiosidades de las cortes extranjeras que lo que se refiriera al pretexto que tomaba para enviarles. Y
Marcos, que sabía esto, se esmeró en contar-le al Gran Khan cuantas novedades y cosas extrañas y curiosidades había visto en su embajada.
- XVII - De cómo volvió Marcos de su misión y lo que refirió al Gran Khan Cuando Marcos volvió de su misión y se halló en presencia del Gran Khan, después de referirle la manera en que había negociado y conducido su embajada, contó cuantas novedades había visto, tanto en el camino como en las ciudades, tan sabia y elocuentemente que el Gran Khan quedó encantado, y cuantos le oyeron decían entre ellos que este joven, si llegaba a tener larga vida, no podía por menos de alcanzar fama de varón de provecho y de gran sabiduría. ¿Y qué más os diré? Desde entonces el joven fue llamado micer Marco Polo, y así le llamaremos más adelante en nuestro libro.
Sabed, en verdad, que don Marcos vivió con el Gran Khan diecisiete años, y no cesó de ir y venir en misión, enviado por el Gran Khan, que viendo que le traía continuamente noticias de doquier y cumplía tan cabalmente sus negociaciones, le tuvo en gran estimación, le colmó de honores, no queriendo separarse de él, por cuya razón los varones empezaron a envidiarle. He aquí por qué causa don Marcos sabe más de esta región que ningún otro hombre, y que quizá entienda más él que los mismos naturales, pues se aplicaba en ello con todo entendimiento.
- XVIII - De cómo micer Nicolás y micer Mafeo piden permiso al Gran Khan para volver a su tierra Y cuando micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos demoraron el tiempo que sabéis con el Gran Khan, se dijeron que era hora de volver a su tierra natal. Pidieron autorización repetidas veces y con gran cau-tela; pero el Gran Khan los quería tanto y los veía con tanta complacencia en su corte, que no quería por nada del mundo consentir en ello.
Empero la reina Bolgana, mujer de Ar-gón, rey de Levante, murió y la dicha reina puso en su testamento que ninguna dama pudiera ser de Argón ni sentarse en el trono, que no fuera de su linaje.
Argón reunió a tres de sus barones: el primero llamábase Culatai; el segundo, Apusca; el tercero, Coia, y les envió al Gran Khan, acompañados de brillante escolta, pa-ra que le buscaran una dama que fuera del linaje de la reina Bolgana, su difunta esposa.
Cuando los tres barones llegaron al Gran Khan y le explicaron el objeto de su viaje, el Gran Khan les recibió admirablemente. Hizo venir a su presencia a una dama que se llamaba Cogacin, y que era del linaje de la reina Bolgana. Era joven y agraciada y no tenía más que diecisiete años. Y dijo a los barones que era esta señora la que les convenía, y ellos la encontraron muy de su agrado.
En ese entonces volvía micer Marcos de las Indias y de diferentes mares y entretenía la corte con sus relatos sobre estas regiones, y los tres barones, que habían trabado conocimiento con los sabios latinos micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos, se dijeron entre ellos que desearían navegar en su compañía y fueron al Gran Khan a pedirle en gracia que los enviara por mar y que con ellos mar-charan los tres latinos. El Gran Khan, que ya sabéis cuánto los quería, accedió a esa gracia y permitió a los latinos que se fueran con los barones y la gentil dama.
- XIX - Donde trata de la despedida, de los hermanos y Marco Polo del Gran Khan Cuando el Gran Khan se decidió a verles partir, les hizo venir a su presencia y les entregó dos tabletas como salvoconducto para que circularan libremente por sus dominios y pa-ra que en donde fueren hallaren escolta, y tanto ésta como ellos, que todo fuera de libre de gastos. Y les encomendó un embajada al rey de Francia, al rey de España y a otros reyes cristianos, y luego hizo aparejar 14
veleros, de cuatro mástiles cada uno y 12
velas, y os podría referir, pero sería demasiado largo entreteneros sobre este particular.
Cuando las naves fueron aparejadas y los tres barones y la dama y micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos se despidieron del Gran Khan, embarcáronse con una dotación de 500 personas, y el Gran Khan les hizo aprovisionar por un plazo de dos años.
Se dieron a la mar y navegaron cerca de tres meses, hasta llegar a una isla, hacia Mediodía, que se llama Java y en esta isla vieron muchas cosas maravillosas, que os contaré más adelante en este libro.
Dejaron luego, la isla y navegaron en el mar de la India dieciocho meses antes de llegar a su destino.
Cuando llegaron encontráronse con que Argón había muerto, y la dama fue dada en esposa a Casan, hijo de Argón. Pues no os miento diciéndoos que cuando entraron en las naves eran 600 personas, sin la marinería, y todos habían perecido, salvo 18 de entre ellos. Encontraron al señorío de Argón regentado por Chiacato. Le recomendaron a la dama, y así cumplieron su embajada.
Cuando micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos hubieron cumplido con la misión que les confió el Gran Khan, dio a los tres embajadores cuatro tabletas de oro, con la orden escrita en letras de oro, que los tres mensajeros fueron honrados y servidos por doquier, como si se tratara de su propia persona, y que los caballos y gastos que hicie-ren corrieren de su cuenta.
Otro sí os referiré para que veáis en qué gran estimación les tenían, en razón del aprecio que de ellos hacía el Gran Khan, que les confiaron la reina Cocacin y a la hija del rey de Mangi para que las llevaran a Argón, señor de Levante, y así lo cumplieron. Asegurándoos que servían a estas señoras como si fueran sus propias hijas, cuidando de que llegaran sanas y salvas. Y éstas, que eran jóvenes y bellas, los consideraban como a sus propios padres y le obedecían y acataban sus voluntades como a tales.
Escoltáronlas hasta dejarlas en manos de sus barones. La reina Cocacin, que era mujer de Casan - reinante a la sazón -,quería tanto a los tres latinos, que se desvivía por complacerles y halagarles. Y cuando se despidieron de ella para volver a su tierra, lloró amargamente.
Esto os lo cuento en elogio a la conducta de los tres caballeros latinos, a los que fueron confiadas las damas para escoltarlas a países tan remotos a sus reinos y señores.
Dejemos ahora esto para proseguir nuestra relación.
Cuando los tres mensajeros se despidieron de Ciacatu, pusiéronse en camino y cabalgaron tanto que llegaron a Trebizonda y de Trebizonda a Constantinopla, y de Constantinopla a Negroponte, y de Negroponte a Venecia. Y esto fue el año de 1295 de la Encarnación de Cristo. Y ya que os conté el prólogo, ahora comienza la relación del libro.
- XX -
Aquí se habla de la Armenia Menor En verdad, hay dos Armenias: la Mayor y la Menor. De la Menor es rey un señor, cuya jurisdicción está bajo la dependencia del Tártaro.
La región es rica en villas y castillos y abundante por todos conceptos. Es tierra que produce cantidad de caza, de animales y pá-
jaros. Pero es una provincia de condición malsana. Antiguamente los hombres eran gallardos y valientes capitanes; ahora son raquíticos y viles, y no tienen más condición que la de ser grandes bebedores. Hay en la costa una ciudad llamada Laias, que es notable por su comercio. Todas las especias y paños de seda y brocateles pasan por esa ciudad, y otras tantas cosas preciosas.
Y todos los mercaderes de Venecia y Gé-
nova y otros lugares vienen a adquirir aquí sus mercancías.
Y hombres y mercaderes que quieren ir a tierra firme empiezan su ruta por esta ciudad. Os hemos informado de la Armenia Menor, y ahora os contaremos lo referente a la Turcomania.
- XXI - En donde se habla de la provincia de Turcomania En Turcomania hay tres suertes de habitantes, que son: los turcos, que rezan a Mahoma y observan su ley; son gentes sencillas y de lenguaje rudo; viven en las mesetas en donde saben que hay abundantes pastizales, porque se dedican al pastoreo. Crían especies caballares de gran enjun-dia.
El resto de la población se compone de armenios y griegos, mezclados a ellos en villas y castillos. Viven del comercio y del arte, pues sabed que fabrican los más bellos tapices, superiores a los del resto del mundo, y también tejen paños de seda, púrpura y otros colores, bellos y ricos cual ninguno, y muchísimas cosas más. Las ciudades son: Conio, Cesarea y Sebasto, y hay otras tantas villas, ciudades y castillos, de los cuales os hago gracia, para no ser demasiado extenso.
Todos están sometidos al Tártaro de Levante, que es su señor. Y dejemos esta provincia, para ocuparnos de la Armenia Mayor.
- XXII -
La Armenia Mayor La Armenia Mayor es una provincia muy extensa; empieza en una ciudad llamada Arçinga, en la cual se fabrican los mejores bogaranes (cuchillo ancho de dos filos a modo de rejón). También he visto las más bellas lacas que hay en el mundo.
Tiene minas de plata riquísimas. Los habitantes son armenios y súbditos de los tártaros.
Abundan en ciudades y castillos, y la más noble es Arçinga, que tiene un arzobispo. Las otras son Argiron y Darçiçi. Es una provincia muy rica. En verano la viven las huestes del Tártaro de Levante, porque hay en ella ricos pastizales para el ganado, pero en verano solamente, porque en invierno el frío es tan intenso y la nieve tan abundante que no dejaría vivir a los animales. Y por eso emigran en invierno a países cálidos, adonde encuentran pastos en abundancia. En esta Armenia Mayor es donde se encuentra el Arca de Noé en una alta montaña (el monte Ararat). Confina al Mediodía y a Levante con un reino llamado Morul, que está habitado por cristianos, jacobinos y nestorianos, de los cuales os contaré particularidades más adelante. En la zona limítrofe a la Georgia hay una fuente de la cual mana aceite en abundancia
[¿petróleo?], de tal suerte que pueden cargarse cien naves a la vez, pero no es co-mestible, mas combustible y sirve para ungir los camellos contra la tiña y el forúnculo. Y
los hombres vienen de muy lejos a recoger este aceite y en toda la comarca no se quema más que esta sustancia.
Dejemos ahora bien a la gente de Armenia Mayor para ocuparnos de la provincia de Georgia.
- XXIII - Donde se habla del rey de Georgia y de su hacienda En Georgia hay un rey que se llama David Melic, lo que significa, en español, rey David. También está sometido al Tártaro. En lo antiguo todos los reyes de esta provincia nacían con un signo de águila en el hombro derecho. Es una raza fuerte y valiente, diestra en las armas, buenos arqueros y excelentes en la lid. Son cristianos de rito griego. Llevan el cabello peina-do a la usanza de los clérigos. De esta provincia fue de la que no pudo pasar Alejandro cuando quiso dirigirse a Poniente, por ser el camino extrecho y en extremo peligroso, pues de un lado hay el mar y de otro una altísima montaña donde es imposible cabalgar. El sendero es tan menguado entre el mar y la montaña durante más de cuatro leguas, que un puñado de hombres pueden tener en jaque a todo un ejército. Y fue la razón que impidió pasar a Alejandro. Y éste hizo alzar una torre para cegar el pasaje y construir una fortaleza, de modo que la gente no pudiera atacarla, y fue llamada la Puerta de Hierro, lo cual refiere el libro de Alejandro, de cómo encerró a los tártaros entre dos montañas.
Y no es cierto que fueran tártaros, sino un pueblo llamado Comain, pues en aquella época allí no existían tártaros. Hay muchas ciudades y plazas fuertes en donde tienen seda en abundancia y se tejen brocados de seda y oro de los más hermosos que darse puedan. Tienen pájaros y gavilanes y toda especie de cosas en gran abundancia. Viven del comercio y de la industria. En la provincia hay montañas altísimas, desfiladeros angostos y temibles, y os digo que los tártaros jamás pudieron apoderarse de ella.
Hay también un monasterio llamado de San Leonardo, que contiene la especie maravillosa que os referiré: Debajo del monasterio hay un lago, que viene de una montaña, que no tiene en todo el año ni un pez, ni grande ni chico. En cuanto viene la cuares-ma, por el contrario, llegan en grandes cantidades los peces hasta el sábado Santo, o sea la víspera de Pascua de Resurrección. De modo que en esta época hay miles de peces y en el resto del año, como os digo, no queda ni uno solo. El mar del cual os hablo que está al lado de la montaña se llama Gleve-chelan, y es de 2.700 millas, más o menos alejado de todo otro mar unas doce jornadas. El Eúfrates y otros ríos desembocan en él. Últimamente la navegaron mercaderes genoveses hasta muy lejos. De ahí viene la seda que llaman «ghelle».
Os hemos referido los límites de la Armenia a Poniente. Ahora os hablaremos de otros confines que están hacia Mediodía y Levante.
- XXIV -
En donde se habla del reino de Mosul Mosul es un gran reino habitado por diferentes pueblos, del cual os hablaré ahora. Hay la población árabe que reza a Mahoma. Hay otra especie de gente que son cristianos, pero no dependen de la Iglesia de Roma.
Tienen un patriarca que hace funciones de arzobispo, obispo y abate, que ellos llaman católico y envía sus clérigos a la India, al Catai y a Bagdad, lo mismo que hace el Papa de Roma. Y os digo que cuanto cristiano encontréis en estas regiones es o bien nestoriano o bien jacobita.
Los tejidos de seda y oro que allí se fabrican son llamados «muselinas»; son finísimos y transparentes. Todas las especias caras son de este reino. En las montañas viven unas gentes llamadas kurdos: una parte sarracena, que adora a Mahoma, está compuesta de mala gente: hombres de armas terribles, que saquean, si pueden, a los mercaderes. Dejemos el reino de Mosul y hablemos de la gran ciudad de Bagdad.
- XXV - De cómo fue tomada, la gran ciudad de Bagdad Bagdad es una gran ciudad, en donde se halla el califa de todos los sarracenos del mundo, así como Roma es la cabeza de la cristiandad. En medio de la ciudad pasa un gran río, por el cual se puede ir al mar de las Indias, y mercaderes y mercancías van por él sin cesar. Habéis de saber que hay, navegando por este río, dieciocho jornadas desde Bagdad a la mar, de Indias. Y
los mercaderes que quieren ir a las Indias van por esta vía fluvial hasta una ciudad llamada Chisi, y entre ésta y Bagdad hay otra gran ciudad llamada Basora y alrededor de ella se crían las mejores palmeras que hay en el mundo.
En Bagdad se tejen los más variados brocateles y paños de oro y seda, es decir, el nassit, nac y la púrpura, bordados de toda suerte de animales y pájaros. Es la ciudad más noble y grande de la región.
El califa de Bagdad tiene un inmenso tesoro en oro, plata y piedras preciosas, y os diré cómo y por qué. Es verdad que en 1295
de la era de Cristo, el gran señor de los tártaros, cuyo nombre era Alan, hermano del que reina hoy día, reunió un gran ejército y vino a Bagdad, la sitió y la tomó por la fuerza. Y fue un hecho muy notorio, pues en Babilonia había más de 100.000 jinetes e infantes. Y cuando hubo conquistado la ciudad encontró en el palacio del califa una torre llena de oro, plata y otros tesoros, tales, que jamás se vieron mayores reunidos en un solo lugar:
Cuando esto vio, hizo traer a su presencia al califa y le dijo: «¿Señor, por qué re-uniste tantos tesoros? ¿Qué hubieras debido hacer? ¿No sabías que yo era tu enemigo y venía con un poderoso ejército para despo-jarte de todo? Cuando esto supiste, ¿por qué no repartiste tus tesoros a tus caballeros y soldados para defender la ciudad y tu persona?» El califa no supo qué contestar a esto.
Entonces Alan replicó: «Puesto que veo que amas tanto a tus tesoros, voy a darte a comer de ellos.» Y al instante hizo prender al califa, lo hizo encerrar en la torre del tesoro y mandó que nada le dieran de comer ni de beber, y luego exclamó: «Califa, come de ese tesoro, puesto que tanto te gustaba, ya que nunca más comerás otra cosa en tu vi-da.» Dicho esto, le dejó en la torre, donde murió, después de cuatro días. Y más hubiera valido que el califa diera los tesoros a sus hombres para la defensa de sus tierras y sus gentes, en lugar de perecer con todos ellos y verse así despojado. Y éste fue el último de los califas de Bagdad.
Ahora os hablarenlos de Tauris. Os podía haber referido anteriormente sus hechos y gestas, mas como la materia se presta a un largo relato, abrevio el mismo.
- XXVI - De la gran maravilla que sucedió en las montañas de Bagdad Queremos relatar una gran maravilla que sucedió entre Bagdad y Mosul.
Hubo en 1275 de la Encarnación de Cristo un califa de Bagdad que odiaba a los cristianos, y día y noche pensaba el modo de convertir a éstos en sarracenos o hacerlos perecer si no lo conseguía. Todos los días reunía en Consejo a sus ministros y a seis sabios para preparar sus planes, pues todos ellos odiaban a los cristianos. Es verdad que todos los moros detestan a los cristianos. El caso es que el califa y los sabios que le rodeaban encontraron que en el Evangelio está escrito: «Si un cristiano tiene tanta fe como un grano de anís, obtendrá de Dios con su oración que se junten dos montañas.» Cuando hubo leído esto el califa, se alegró inmen-samente, porque vio en ello un pretexto para convertir a los cristianos a la religión sarracena o perderlos a todos.
El califa mandó entonces reunir a todos los cristianos de su reino, y cuando se hallaron en su presencia les enseñó el Evangelio y les hizo leer el texto. Enterados de ello, les preguntaron si aquello era la verdad. Los cristianos contestaron que ésa era la única verdad. «¿Decís, pues - replicó el califa -, que un cristiano que tiene fe, por las oraciones hechas a su Dios es capaz de juntar dos montañas?» «Esto es» - respondieron los cristianos -, «Os ofrezco una alternativa -
dijo el califa -; puesto que sois cristianos, debe de haber entre vosotros quien tenga un poco de fe; de modo que haréis mover esa montaña que veis desde aquí, o si no,os haré morir de mala muerte, pues si no la hacéis mover es que no tenéis fe. De modo que os haré perecer a todos, a menos que no os convirtáis a la ley de Mahoma y así estaréis en la fe verdadera y os salvaréis. Os doy, pues, diez días de tiempo para conseguir esto. Si en tal término no lo habéis hecho, os condenaré a todos a muerte.» Dicho esto, calló el califa y despidió a los cristianos.
- XXVII - Del miedo que tuvieron los cristianos de cuanto les dijo el califa Cuando esto oyeron los cristianos, tuvieron gran miedo de morir. Sin embargo, confiaban en su Creador que los sacaría de tan duro trance. Los sabios cristianos reuniéronse en consejo, pues había arzobispos, obispos y sacerdotes entre ellos. No pudieron resolver más que rezar a Dios nuestro Señor para que en su gran misericordia les inspirara en esta ocasión y les hiciera escapar de una muerte segura si no hacían lo que el califa les había exigido. Sabed, pues, que día y noche se hallaban en oración y rezaban devotamente al salvador Dios del cielo y de la tierra para que les auxiliara en el duro trance en que se veían.
Quedaron ocho días y ocho noches orando hombres, mujeres, niños pequeños y grandes. Y sucedió que un ángel del Señor se apareció a un obispo, que era hombre de vida santa e inmaculada, y le dijo: «Ve a un zapatero que no tiene más que un ojo y le dirás que rece para que la montaña se mue-va, y la montaña cambiará de sitio.» Y os contaré cuál era la vida de este zapatero.
En verdad os digo que era un hombre honrado y casto. Ayunaba con frecuencia y su alma no estaba mancillada por pecado alguno. Iba a misa diariamente y frecuenta-ba a menudo la iglesia. Tenía maneras tan gentiles y una vida tan ejemplar, que no había otro mejor a cien leguas a la redonda.
Atestigua una cosa que hizo el derecho a decir que era hombre de gran fe. Había oído varias veces que en el Evangelio decía: «Si el ojo os hiciere pecar, hay que arrancarle o hacer de modo que no haga pecar.» Un día llegó a su casa una bella señora a comprarse zapatos.
El maestro quiso verle el pie y la pierna para saber qué zapatos pudiera calzar. Y se hizo enseñar la pierna y el pie, que eran tan hermosos que jamás hubo otros más bellos.
Cuando el maestro vio las piernas de esta mujer, fue tentado, porque sus ojos se delei-taban en ellas. Entonces dejó marchar a la dama y no quiso vender los zapatos. Y cuando se alejó, el zapatero se dijo: «Ah, desleal y ladino, ¿en qué piensas? Tomaré gran venganza en mis ojos, que me escandalizan.» Y
cogiendo una lezna, se dio un corte en el ojo, de tal suerte que se le reventó y no vio más con él.
Así, este buen zapatero se vació el ojo, y ciertamente era un santo varón.
Mas volvamos al relato.
- XXVIII - De cómo vino la revelación a un obispo de que un zapatero haría mover la montaña Cuando tuvo el obispo la revelación de que la oración de un zapatero tuerto haría mover la montaña, se lo comunicó a los cristianos. Y los cristianos obtuvieron que hiciera venir el zapatero. Entonces le dijeron que elevara una plegaria al Señor para hacer mover la montaña. Cuando el zapatero se hubo enterado de lo que los cristianos pretendían de él, contestó que no era tan santo para que el Señor le escuchase en tan gran milagro. Los cristianos le instaron fervoro-samente de interceder por ellos, hasta que pudieron persuadirle de cumplir su voluntad y de elevar a su Creador esta prez.
- XXIX - De cómo la oración del cristiano hizo mover la montaña Cuando expiró el plazo concedido por el califa, los cristianos se levantaron de madrugada, y hombres y mujeres, pequeños y grandes, se fueron al pie de la montaña en procesión, llevando la Cruz del Salvador.
Eran más de 100.000 reunidos en la llanura los que rodeaban la Santa Cruz.
El califa asistía por su lado con un sinnúmero de sarracenos, pronto a exterminar a los cristianos en cuanto la montaña no se moviese.
Y los cristianos, grandes y chicos, tenían gran zozobra y miedo; pero, sin embargo, esperaban en su Creador. Cuando todos, cristianos y sarracenos, se hallaban reunidos en el valle, el zapatero se arrodilló ante la Santa Cruz, y alzando sus brazos al cielo, imploró al Salvador para que la montaña se moviera y para que los cristianos no tuvieran que morir de muerte adversa. Y acabado que hubo de impetrar la clemencia del cielo, la montaña empezó a agitarse y moverse violentamente. Y así que el califa y los sarracenos vieron esto, llenáronse de maravilla y más de uno se convirtió, y el califa mismo se hizo cristiano en secreto. Cuando murió le hallaron encima una cruz, y los sarracenos no lo sepultaron en la tumba de los demás califas, sino en lugar apartado.
Y así se produjo el milagro.
- XXX - En donde se habla de la ciudad de Tauris Tauris es una gran ciudad en una provincia llamada Irac, en la cual hay numerosas villas y castillos; pero como Tauris es la más noble ciudad de esta provincia, os hablaremos de ella y de sus hechos. Los hombres de Tauris son comerciales e industriales: fabrican paños de oro y seda de gran valor. La ciudad está tan bien situada, que desde la India, Bagdad, Mosul, Cremosor y de otras muchas envían sus mercancías, así como los mercaderes latinos vienen a adqui-rirlas desde países más lejanos. Hay abundancia de piedras preciosas. Es ciudad en donde se enriquecen los mercaderes y los navegantes. La población es una mezcla de mil razas: hay armenios, nestorianos, jacobitas, georgios y persas; hay hombres que adoran a Mahoma (y éstos son la mayoría), que llaman taorizinos. La ciudad está rodeada de hermosos jardines, llenos de abundante fruto. Los sarracenos de Tauris son malos y desleales; la ley que les dio el profeta Mahoma les manda hacer todo el daño que puedan a los cristianos y a los que no parti-cipen de su fe, y que si los despojan no será pecado. Y por esta razón harían cosas per-versas si no fuera por la Señoría, que se lo impide. Todos los sarracenos del mundo observan esta ley.
- XXXI -
Dejemos a Tauris y pasemos a Persia La Persia era antiguamente una inmensa provincia, noble e importante, pero en el presente los tártaros la han destruido y diezmado. En Persia se halla la ciudad de Sava, de donde partieron los tres Reyes Magos cuando vinieron a adorar a Jesucristo. En esta ciudad están enterrados en tres grandes y magníficos sepulcros. Encima de los cenotafios hay un templete cuadrado, muy bien labrado.
Estos sepulcros se hallan el uno junto al otro.
Los cuerpos de los Reyes están intactos, con sus barbas y sus cabellos. El uno se llamaba Baltasar, el otro Gaspar y el tercero Melchor.
Micer Marcos interrogó a varias personas con respecto a estos tres Reyes Magos, y nadie supo dar razón de ellos, exceptuando que eran Reyes y fueron sepultados ahí en la Antigüedad. Pero os voy a referir lo que averiguó más tarde sobre el particular: Un poco más lejos, y a tres días de viaje, se halla un alcázar llamado Cala Atapereis-tan, lo que en español significa: «Castillo de los adoradores del fuego.» Y esto es la verdad, pues estos hombres adoran el fuego. Os diré por qué lo adoran: Las gentes de ese castillo cuentan que en la Antigüedad tres Reyes de esta región fueron a adorar a un profeta que acababa de nacer y llevarle tres presentes: el oro, el incienso y la mirra, para saber si ese profeta era Dios, rey terrestre o médico, pues dijeron que si tomaba el oro, era rey terrenal; si el incienso, era un Dios; si la mirra, entonces era un médico. Cuando llegaron al sitio en donde había nacido el niño, el más joven de los Reyes se destacó de la caravana y fue solo a ver al niño y vio que era semejante a él, pues tenía su edad y estaba hecho como él, y esto lo llenó de asombro. Luego f ue el segundo de los Reyes, que era de la misma edad, y contestó lo mismo. Y creció al punto su sorpresa. Por fin, fue el tercero, que era el más anciano, y le sucedió lo que a los otros dos. Y quedáronse pensativos…
Cuando se reunieron se contaron uno a otro lo que habían visto y se maravillaron de ello.
Entonces decidieron ir los tres a un tiempo, encontrando al niño del tamaño y edad que le correspondía (pues no tenía más que trece días). Ante él se postraron ofreciéndole oro, incienso y mirra. El niño cogió las tres cosas y, en cambio, les entregó un cofrecillo cerrado. Los Reyes Magos volvieron después de esto a sus respectivos países.
- XXXII - Relación de los Reyes Magos que vinieron a adorar a Dios Cuando hubieron cabalgado algunas jornadas, se dijeron que querían ver lo que el niño les habla da-do. Abriendo el cofrecillo, se encontraron que contenía una piedra. Sorprendidos, pregun [...]