Viejas... pero no tanto - Sol Raab - E-Book

Viejas... pero no tanto E-Book

Sol Raab

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Beschreibung

"Esta es una novela irreverente, desenfadada, divertida y deslenguada, que narra en primera persona la experiencia de una mujer de cincuenta y tantos años, que decide viajar con una amiga al Sudeste Asiático, durante dos meses y con poco dinero. El tema, desarrollado tipo diario de viaje y con la intención de empoderar a las mujeres mayores a vivir cosas diferentes, pretende además arrancar sonrisas con las pequeñas aventuras de estas dos mujeres en cada país que visitan, donde aprenden a saborear lo que es la libertad, pero con experiencia y con la capacidad de disfrutarla al máximo. Viejas… pero no tanto, navegando continuamente entre la realidad y la ficción, invita al lector a disfrutar del viaje y a saborear cada una de las vivencias de sus protagonistas".

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Viejas… pero no tanto Autora: Sol Raab Editorial Forja General Bari N° 234, Providencia, Santiago, Chile. Fonos: 56-224153230, [email protected] Diseño y diagramación: Sergio Cruz Edición electrónica: Sergio Cruz Primera edición: septiembre, 2022. Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. Registro de Propiedad Intelectual: N° 2022-A-5443 ISBN: Nº 9789563385953 eISBN: Nº 9789563385960

Capítulo I El porqué

No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar,estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar.Angela Davis

Gorda, puedo ir a tu casa, estoy en el cine con Andrés, pero cuando termine tipo 22:00 horas me voy para allá. Acabo de tomar una decisión y quiero contártela.

Eso fue lo que le escribí por WhatsApp a mi gran amiga la Gorda, quien también estaba pasando un difícil momento con su actual pareja y con quien vivía hacía diez años, junto a sus hijos y las hijas de él. Yo, por mi parte, estaba en una relación amorosa con Andrés, también atravesando momentos difíciles con él, llevaba dos años de pololeo estable y dos años de terminadas y reconciliaciones realmente agotadoras, producto de mi inconformidad permanente con su forma de ser y de actuar frente al amor y a la vida en general.

A Andrés lo conocía desde la época del colegio, él estaba en uno de hombres y yo en uno mixto, pero en mi curso eran tan pocos los hombres que no alcanzaban para todas las mujeres que éramos, por esa razón había que buscar pololo en otros colegios y qué mejor que uno de puros hombres. “Que pendeja que era uno en esa época, pero pucha que se pasaba bien”, bueno así es la adolescencia. Nos conocimos en tercero medio y fuimos muy amigos hasta egresar.

Habían pasado treinta años sin vernos y dos matrimonios para él y uno para mí cuando nos volvimos a encontrar.

El reencuentro lo tuvimos justo después de cumplir un año de separada de mi primer y único marido, después de 23 años de matrimonio, con dos hijas como resultado. Matrimonio no exento de discusiones o diferencias de opinión, o del mismo desgaste de la convivencia generada por la “maldita rutina”, esa que aparece cuando ya no tienes qué conversar o estás en un restaurante y cada uno está viendo su celular. Entonces te das cuenta de que estás “cagada”, que el amor se acabó y la monotonía se lo comió, y ni hablar de tener sexo, “que lata”, y ahí uno se dice a sí misma: “Misma, ojalá que este weón esté durmiendo cuando yo llegue a la pieza”.

Con ese pensamiento sí que estás “cagada”.

En todo caso, no fue un mal matrimonio, me reía mucho con él, y éramos bien amigos, quizás ahí estuvo el problema, porque él quería más a una señora amante que a una señora amiga, y yo quería todo lo contrario. Gracias a eso el divorcio fue demasiado civilizado, y cuando el abogado nos preguntó por qué nos separamos, ambos dijimos: “Se acabó el amor, ‘The end’”.

Oye, te acuerdas de Andrés Lira de Viña, me escribe por WP mi hermana.

Obvio, creo que andaba detrás de mí en el colegio, ¿por qué?

Porque me pidió tu teléfono.

Fue mi hermana menor quien se encontró con Andrés en el supermercado y mientras conversaban y se ponían al día después de tanto tiempo, le preguntó directamente cómo estaba yo y si seguía casada, a lo cual, mi hermana le respondió que hacía un año que me había separado. Al saber que yo estaba soltera, él le pidió mi número de teléfono.

Pasaron dos días desde que mi hermana me había mandado el WP contándome de su encuentro con Andrés, cuando me llegó un mensaje de texto:

Hola, Maca, cómo va la vida, tanto tiempo sin verte.

Hola, aquí muy bien y tú.

Yo ya sabía que era él, porque en esa época no me pescaban ni los “resfriados”, entonces no podía ser nadie más que él.

Te puedo llamar.

Sí, claro.

Por supuesto que me llamó inmediatamente y estuvimos conversando mucho rato. Antes de despedirnos quedamos en salir a comer para ponernos al día de la vida de cada uno.

Cuando llegó a mi casa, lo miré y no lo reconocí para nada. Tenía una imagen de él joven y ahora ninguno de los dos lo éramos. Me imagino que a él le debe haber pasado lo mismo al verme, no por nada habían pasado treinta años. Ahora tenía frente a mí a un Andrés gordo y pelado, y yo lo había conocido muy flaco y con pelo, de hecho me costó mucho sentir que estaba con mi antiguo amigo, su imagen actual no me cuadraba para nada con la que tenía en mi cabeza. Pero mientras avanzaba la noche me fui dando cuenta de que era el mismo Andrés que yo conocía, su personalidad seguía igual, su conversa era entretenida y continuaba con sus historias interminables, tan típicas de él. Esto hizo que nos quedáramos hasta tarde conversando, recordando tiempos pasados, incluso nos pidieron que nos fuéramos del restaurante porque iban a cerrar.

Después de esa noche quedé muy interesada en él, no sé si era porque llevaba un año sola, por alimentar mi ego e interesarle a alguien o porque realmente me gustaba. Seguimos saliendo varias veces. Íbamos a recitales, a comer, a obras de teatro, a la playa, a tomar desayuno y a actividades muy entretenidas a las que no asistía desde hacía tiempo. Obviamente, algo muy atractivo para engancharse, y no hay que dejar de lado los chocolates que me llevaba cada vez que nos veíamos. Claramente era un hombre muy seductor en el plano de la conquista. Yo siempre lo consideré medio nerd, por lo tanto, me pareció muy sincero en sus demostraciones de afecto, nunca se me pasó por la cabeza que fuera un tipo de esos que se muestran de diferente forma al momento de querer conquistar a una mujer. Esto me hacía sentir segura, ya que, dentro de mi inseguridad no quería que me agarraran para el “hueveo”.

Nos pusimos a pololear, aunque como yo llevaba tanto tiempo fuera de las pistas me parecía muy rara esta situación y me costaba creerla, pero siguió avanzando de buena manera, fue un gran apoyo, porque con mis hijas estaba viviendo una situación que no era fácil tampoco.

La mayor de mis hijas recién había partido a Francia por un año, algo que me tenía súper triste, porque no quería que se fuera cuando más la necesitábamos su hermana y yo, debido a que llevaba muy poco tiempo separada y debíamos mantenernos unidas como familia y contenernos entre las tres. Mi otra hija estaba entrando en una depresión producto de la soledad que sentía por la separación de sus padres. Ella era muy apegada a él, por lo que sin su hermana al lado todo iba a ser más difícil de soportar para ella. Estas carencias y conflictos no resueltos terminaron por generarle una enfermedad autoinmune que nos costó meses poder identificar.

Andrés había entrado en el minuto preciso en mi vida, ya que yo necesitaba mucha contención y apoyo.

Todo andaba muy bien con Andrés, ya llevábamos cuatro meses pololeando y lo estábamos pasando increíble, nos fuimos a Europa en un viaje de esos que todas las mujeres “románticas” soñamos tener con nuestra pareja. Venecia, París, Madrid, nada podía ser mejor que estar con él. Yo estaba enamorada como nunca lo había estado de nadie, me sentía muy querida e importante para él, y creía que él también estaba muy cómodo conmigo.

Así fueron pasando los primeros años de pololeo, pero con el tiempo comenzó a aparecer una sensación de incomodidad frente a algunas de sus actitudes. Sentía que no me quería como necesitaba que me quisieran, sentía que no le gustaba salir de su zona de confort por mí o simplemente no me quería como él decía, pero había algo ahí que me tenía mal, y que generaba muchos conflictos entre ambos. No entender qué pasaba entre los dos y el porqué de tanta pelea, me hacían buscar respuestas en cualquier lado: en chamanes, tarot, meditaciones, corte de lazos y cuanta “webada” me recomendaban.

Hasta que apareció la astrología, y ahí partí… otra vez a tratar de entender a este “huevón”: me fui a ver la carta astral con una amiga de mi hermana.

¡Oh!, sorpresa, no era toda la culpa de él, había una incompatibilidad severa que nos hacía tener una relación tan complicada.

—Querida Maca, debo decirte que tu “gordo” es acuario, con luna en Acuario y ascendente en Acuario, y tú tienes tu luna en Escorpio, o sea, estas hasta el “loly” —me dijo la Anita, mi astróloga.

—Pero ¿qué significa eso…?

—Que él siempre va a buscar su libertad, su espacio y sus necesidades por sobre la de los otros, y tú necesitas el foco del escenario sobre ti.

—No entiendo lo que me dices de mí.

—Simple… tú necesitas tener toda la atención de tu pareja, pero él no está formateado para dártela, y no es que no te quiera, solo que él no sabe cómo hacerlo.

Encontré mucho sentido a lo que me había dicho, pero no era tan fácil asimilarlo. Lo conversé con él y… obvio me miró con cara de “qué se fumó esta mina”, así es que no fue mucho lo que logré. Pero como soy muy perseverante seguí insistiendo y tratando de cambiar el rumbo de la relación.

Ya habían pasado cuatro años de esta relación “ni contigo, ni sin ti”, que yo no lograba controlar, cuando en el cine, en una de las infinitas “vueltas” a estar juntos, me di cuenta de que necesitaba hacer un cambio en mi vida. Debía empezar a quererme, a respetarme a empoderarme y a no perder energías en tratar de cambiar a nadie, en este caso al “gordo”, y no creer que un hombre en mi vida me aseguraría la felicidad.

Capítulo II La decisión

Una vez que tomas una decisión, el universoentero conspira para hacer que ocurra.Ralph Waldo Emerson

—Ya no resisto más esta relación, me quiero ir a viajar, nadie me necesita aquí y ya es tiempo de preocuparme por mí, ¿vas conmigo?

Con este discurso llegué a la casa de la Gorda después de haberle mandado el WP desde el cine diciéndole que había tomado una decisión.

Recién había llegado de Madrid, donde había dejado a mi hija menor, quien se quedaría por seis meses en un intercambio de su universidad. Mi hija mayor se iba a casar y estaba concentrada en preparar su examen de grado y su matrimonio, por lo tanto, a “mamá” no la necesitaba nadie aquí en Santiago.

Mis hermanas, cada una con sus parejas, mis papás bien en el campo, y yo con un trabajo que no me gustaba y una relación tóxica que no me aportaba nada más que lágrimas y malos ratos.

Nos sentamos en la terraza con una copa de vino y hartos cigarros porque el “open heart” se venía pesado.

—Amiga, ¿te vas conmigo?

—Sí, pero de dónde sacamos la plata para irnos, y adónde nos vamos, y por cuánto tiempo.

—Me quiero ir al Sudeste Asiático por dos meses.

—Sería maravilloso, te acompaño.

—Se armó entonces, no hay vuelta atrás, en enero partimos.

Con la Mane trabajábamos en la misma empresa, pero en distintas áreas y ambas estábamos “chatas”, pero no podíamos mandarnos a cambiar de un día para otro, teníamos que juntar la plata, organizar las casas, hijos y trabajo.

Partimos informando a nuestras jefaturas la decisión que habíamos tomado. Yo, por mi parte, renunciaba a mi trabajo, me tenía muy aburrida tanta responsabilidad y poco reconocimiento. Además, había otro cargo en la misma empresa a partir de abril del año siguiente mucho más atractivo, por lo tanto, los tiempos coincidían perfectamente como para que yo me quedara con ese puesto. La Gorda pidió permiso sin sueldo por dos meses.

El viaje lo haríamos en enero y febrero, y el destino sería al Sudeste Asiático, al más estilo millennial, aunque igual había una influencia fuerte de la película Comer, rezar y amar, pero con menos recursos y con mochila al hombro. Bueno, así como mochila, no tanto, una maleta con ruedas a esta edad era más conveniente. Con muchas ganas de conocer, reírnos y crecer sicológica y espiritualmente y, lo más importante, tratar de superar la necesidad de que haya un otro en nuestras vidas para ser felices, pasarlo bien y realizarnos como mujer.

Era el lugar perfecto para hacerlo, sin grandes lujos, ni mall, ni nada que nos distrajera de nuestra misión.

Hecho los cálculos para nuestra aventura, nos dimos cuenta de que no era una cifra tan grande como para no lograrlo, ya que los hoteles en el Sudeste Asiático son muy baratos y los vuelos internos, que debían ser en líneas low cost, tampoco eran caros. Por tanto, las cosas estaban a nuestro favor en varios aspectos.

Lo más costoso sería llegar hasta Madrid, ya que es una ruta de las más solicitadas desde Chile, por lo tanto, más cara. Pero existía la posibilidad de conseguir entre familiares y amigos que nos donaran millas y así tener pasajes más económicos. A alguien teníamos que convencer para que nos regalara sus kilómetros o nos los vendiera barato. Nos íbamos a convertir en unas “traficantes” de millas con tal de abaratar costos.

Habíamos decidido irnos por Madrid y hacer la primera parada ahí para pasar el Año Nuevo con mi hija y su pololo, no la veía hacía seis meses.

Después de tener claro a donde iríamos y por cuanto tiempo, vino la conversación con nuestras familias para contarles nuestro proyecto.

Por mi parte más que una conversación, era informarles lo que haría, ya que mi otra hija estaba en lo suyo y también viajaría a Panamá al “Encuentro de jóvenes con el papa Francisco”. Mi relación con Andrés no era una relación estable, por lo que me importaba muy poco lo que fuera a opinar.

Al contarle a Andrés acerca de mi proyecto de viaje, me dejó en claro que no le importaba mucho lo que yo hiciera. Tal vez fue una pose para no demostrar sus sentimientos o quizás se alegraba de que yo fuera, pero no hubo ningún comentario u opinión al respecto ni menos un “mi amor, quédate conmigo” o “te voy a extrañar mucho”, o cualquier frase en la que demostrara lo que realmente sentía. Me hubiese encantado que lo hiciera, pero yo sabía que eso no sucedería, porque él no hacía ese tipo de demostraciones de cariño, o quizás no le interesaba… Bueno, esa era la gran incógnita que yo siempre había tenido en relación al amor que él decía que tenía por mí, si era real o no lo que me verbalizaba diciéndome que me quería mucho. Sin embargo, cómo pedirle más al pobre si astrológicamente estaba “cagado”, así es que a seguir adelante con nuestro proyecto de viaje.

Partimos inscribiéndonos en Cornershop. Aunque odio ir al supermercado, mis ganas de viajar eran mayores. Postulé por internet y fui seleccionada. Partí a la entrevista bien arreglada, lo que fue un error garrafal, nadie podía ir con traje de dos piezas y zapato alto a ese tipo de entrevistas, cómo yo tan “weona” de no cachar que la entrevista era para Cornershop y no para secretaria de un holding.

Y partí feliz con mi traje de lino color crudo, mi cartera Prune, mis zapatos Gacel, mi pelo alisado de peluquería y las uñas pintadas a la francesa, toda una ejecutiva.

Llegué a la recepción del edificio y había una cola bastante grande de “cabros” jóvenes en jeans, mucho extranjero y yo, la “pituca sin lucas”. Fue tanta mi vergüenza que cuando tocaba que me atendiera la recepcionista, me di media vuelta y salí del edificio casi corriendo, con ganas de mandar todo a la “cresta” y no ir a ningún viaje, total… para eso estaba Playa Blanca, allí lo pasaría igual de bien con mis amigas y amigos, la única preocupación sería lavarse los dientes y sacar la arena de la carpa.

Caminé como dos cuadras con ese diálogo interno, en el que ángel y diablo hacían de las suyas en mi cabeza. Uno me decía “debes intentarlo” y el otro me decía “manda todo a la mierda”.

Habló más alto el ángel y partí de vuelta a la recepción porque “para ser exitosa, hay que hacer primero lo que no te gusta”, y esa vergüenza no me gustaba nada.

Al llegar al mesón, la recepcionista me dice:

—¿Por qué se fue?

Tuve que contestar con una gran mentira y decir:

—Es que me sentí mal.

—Suba al quinto piso y acérquese a la sala 3, ahí están haciendo las entrevistas sicológicas.

—Muchas gracias.

¡Qué onda!, entrevista sicológica para ir al supermercado, me están “webiando”. Y de nuevo el diablo “manda todo a la mierda”.

Entré a una sala muy grande tipo auditorio, con cientos de personajes diferentes y nadie con traje de lino beige. ¡Qué vergüenza! Sentía que todos me miraban, incluso la psicóloga que clavaba los ojos en mi cartera Prune. Se acercó a mí con cara de “qué chucha haces aquí, cuica de mierda”, y me dijo:

—Bienvenida, ¿usted sabe en qué consiste este trabajo?

—Hola, sí, por supuesto.

—Bueno, entonces complete este test y cuando termine me lo entrega. Si califica le enviaremos un mail con los pasos a seguir.

—Muchas gracias.

Y me senté a contestar ese “fucking” test, en que la primera pregunta era si me gustaba ir al supermercado o algo parecido a eso. Obviamente traté de ser lo más honesta en mis respuestas, porque claramente en mi fuero interno no tenía ninguna gana de trabajar yendo al supermercado para otros, considerando que con “suerte” voy a comprar para mí.

—Hasta luego y muchas gracias —le dije a la psicóloga.

—Hasta luego, esté atenta a su correo.

Al salir del salón creo que la psicóloga botó mi test o lo usó para limpiar el piso, porque con la cara de “poto” que me miraba sabía perfectamente que yo no servía para el cargo.

Pero me fui digna y satisfecha de haber logrado superar mi vergüenza y deseando que no me llamaran diciendo que había quedado en el trabajo.

Había que pensar en otro plan para generar más plata. Tenía ahorros, pero la idea era no usarlos para el viaje, estaban guardados para cosas más urgentes.

Y ahí llegó la persona precisa en el minuto adecuado: el vendedor de frutos secos al por mayor, un proveedor que teníamos en nuestro trabajo. Así es que a vender frutos secos nomás. Partimos con nuestros cercanos y después con el boca a boca y así nos fuimos dando a conocer y a tener cada vez más pedidos. Fue tanto el éxito que logramos reunir lo necesario antes de lo presupuestado, sin tener que ponerme la polera roja y hacer Cornershop, aunque igual no había quedado. Recibí un mail en donde decía que no calificaba para el cargo y que lo intentara más adelante. Igual me dolió el rechazo, pero me duró poquito.

Ya con plata en el bolsillo empezamos con anticipación a comprar los pasajes para obtener los mejores precios, ya que los valores van variando de acuerdo a la cercanía de la fecha y se van encareciendo.

Partimos con el vuelo a Madrid ida y vuelta, habíamos puesto una fecha estimada, porque no la teníamos clara aún, pero los pasajes que compramos permitían cambio. Después comprarnos el de Madrid a Bali también ida y vuelta, porque para entrar a Tailandia nos pedían pasaje de regreso; en ese tuvimos que pagar más para tener la opción de modificar la fecha, pero a esas alturas ya nos daba lo mismo, la plata la teníamos y había que asegurar la tranquilidad.

Habíamos hecho un itinerario con el recorrido que nos parecía más atractivo, pero no compramos los pasajes internos porque también queríamos la libertad de disfrutar el factor sorpresa de cada ciudad.

Igual estábamos un poco locas creyéndonos Julia Roberts y pensando que nos aparecería un Javier Bardem en nuestras vidas, pero ojalá que fueran dos, porque si no la pelea sería feroz, dilucidando quien se quedaría con el galán.

La idea era que si estábamos cómodas y felices en un lugar, lo disfrutáramos sin apuros, porque no hay nada más desagradable que viajar para puro sacarse fotos sin tomarle el pulso a la ciudad. Por suerte las dos estábamos de acuerdo en eso, así es que más puntos positivos para la convivencia.

Capítulo III El coaching

Todo lo que te molesta de otros seres, es solo una proyección de lo que no has resuelto tú mismo.Deepak Chopra

—Maca, tengo una amiga que nos va a ayudar a armar nuestro viaje y nos va a cochear para irnos tranquilas y poder aprovecharlo al máximo.

Eso me dice la Gorda en un llamado por teléfono que me hizo temprano en la mañana, cuando yo aún dormía plácidamente, pero era tanta su ansiedad y… bueno la mía también, que no encontró nada mejor que despertarme.

La Mane tenía un apodo que solo me autorizaba a mí a decirlo que era “Gorda”, y yo su “Gordita”. Todos estos sobrenombres partieron cuando nos conocimos. Trabajábamos juntas en una línea aérea chilena, y una jefa que teníamos —que ya no podía ser más “pituca”— nos trataba a todos de gorda y gordita; nosotras decidimos burlarnos de ella y se nos quedó “pegado” ese trato.

Ella, con su pelo largo, liso y canoso, además de su estatura y postura frente a la vida, se hace notar en cualquier parte adonde va. Es una mujer con grandes fortalezas y que ha sabido salir adelante a punta de esfuerzo y reinventarse cada vez que el destino le da la espalda. Tiene un carácter fuerte, pero a su vez es frágil, algo que esconde y sabe manejar muy bien. Su creatividad y habilidad artística y su gusto por la fotografía serían un gran aporte para nuestro proyecto.

Cuando nos conocimos, ella era la secretaria de la Gerencia de Operaciones y yo la coordinadora de las auxiliares de vuelo. Éramos muy jóvenes, recién casadas y con niños chicos. Las dos habíamos estudiado en Viña del Mar, por lo tanto, teníamos mucho en común, lo que hizo que nos acercáramos más y creáramos grandes lazos de amistad para toda la vida. Estuvimos varios años sin vernos, yo me fui de la empresa y ella se fue a vivir por algún tiempo a Estados Unidos.

Pasaron aproximadamente diez años sin saber nada la una de la otra, pero gracias a las redes sociales nos reencontramos de nuevo.

Fue como si nunca nos hubiéramos separado, nos juntamos en un café en Vitacura y ahí estuvimos mucho rato conversando y poniéndonos al día; había mucho que contar.

Y aquí estamos juntas de nuevo, trabajando en la misma empresa pero con realidades distintas a las de cuando nos habíamos conocido. Ahora yo separada y ella a punto de hacerlo por segunda vez y ambas con hijos grandes. Estas son las curiosidades de la vida, o tal vez estaba todo escrito.

Partimos donde la Sole, nuestra coach del viaje. Una mujer encantadora y generosa. Con solo mirarla uno era capaz de percibir su enorme bondad y su gusto por lo que hacía, que era ayudar.

—Chiquillas, ¿por qué quieren irse?

Nos pregunta con tal suavidad que nos daba hasta miedo contestarle alguna “brutalidad”.

Pero así partió todo, tratando de exteriorizar desde el fondo de nuestro ser “el porqué”. Lo sabíamos a grandes rasgos, pero claramente había un trasfondo que descubrir.

—Maca, parte tú y cuéntame qué te llega con esta pregunta.

—Yo quiero tener un cambio en mi vida, me siento con muchas energías, pero estoy en una relación sumamente tóxica y en un trabajo agobiante que me consume. Siento que mi vida es muy plana y quiero hacer un movimiento que me permita tener otros aires en los años que me quedan. Me parece que esta es la mejor época, los hijos están ya grandes, puedo tomar mis propias decisiones sin tener que consultarlas con nadie, y quizás más adelante pueda ser tarde; tengo buena salud, soy alegre, simpática y con ganas de conocer y viajar, además siento que nadie me necesita aquí en Chile.

—¿No será que quieres escapar? —me contesta.

Y con eso me “cagó”. Tenía toda la razón, todo mi bla bla, y mi discurso barato no era más que eso, puro bla bla.

Partimos analizando el porqué de mi relación toxica con Andrés, por qué yo sentía que él me hacía tan mal, pero a la vez no lograba cortar con él y me dejaba convencer cada vez que me decía que todo sería diferente y que él iba a cambiar. Fuimos desmenuzando y analizando cada pelea, cada una de mis reacciones cuando discutíamos, qué me sucedía, cómo reaccionaba mi cuerpo, mi mente… Nos enfocábamos solo en mí.

Claramente eso tenía mucho sentido, siempre uno busca culpar a los que están afuera y victimizarse de todo lo que nos pasa, pero para entenderme tenía que mirarme hacia adentro primero. Era como ir pelando una cebolla o quizás era vaciar la mochila que nos ponemos y que tendemos a llenar de conflictos no resueltos que, finalmente, nos llevan a enfermarnos o a tomar decisiones equivocadas, porque no queremos enfrentarnos con nosotros mismos.

Ya había tenido un matrimonio que, aunque había sido bueno, había tenido muchos conflictos de comunicación, de plata y, lo más importante, dejamos de lado lo que significaba ser pareja y solo nos enfocamos en los hijos. Claramente estos problemas se podrían haber solucionado si ambos hubiésemos vaciado la mochila juntos y a tiempo, y no nos hubiésemos quedado en el letargo por no querer enfrentar los problemas. La mayoría de los matrimonios tienden o prefieren guardar esos conflictos bajo la alfombra o en la mochila de cada uno, para no tener que salir de la zona de confort, aunque esa zona sea más de sufrimiento que de confort.

Con la relación con Andrés sentí que estaba repitiendo los mismos patrones que con mi exmarido. Seguía poco empoderada, metiendo los conflictos nuevamente a la mochila y haciéndome la “weona” con cada pelea o con cada cosa que me molestaba de él, o sea, no había aprendido nada.

Con el transcurso de la terapia fuimos pelando la cebolla y fui descubriendo muchas cosas. Fue muy duro, doloroso, hubo mucha rabia y lágrimas.

A propósito del descubrimiento que había tenido de mi falta de autoestima y que producto de eso permitía que me pasaran a llevar en mis relaciones, no solo sentimentales, sino que también laborales o de amistades, decidí complementar las sesiones de coach con un curso on line que encontré de un famoso método de ultra control mental. Partí con una master class gratuita que era para cualquier persona que se inscribiera. Fue tanta mi fascinación que terminé inscribiéndome y pagando con plata que no tenía, o sea, usando mi querida amiga “la tarjeta de crédito” y en seis cuotas, obvio sin interés. Después de haberme inscrito, igual me anduve arrepintiendo porque estaba juntando plata para el viaje y yo “la perla” me lo estaba gastando en cursos de meditación.

El curso duraba cuatro semanas y tenía clases todos los días. La clase se dividía primero en información y después venía un ejercicio. Eran simples ejercicios de meditación, pero todos enfocados en distintos aspectos, por ejemplo: cómo concretar objetivos, cómo encontrar respuestas a diferentes conflictos, dudas o decisiones, también había una meditación específica para poder diagnosticar problemas de salud.

Para mí lo más importante era poder concretar objetivos y encontrar respuestas a las dudas que tenía con respecto a mi relación con Andrés.

Con el pasar del tiempo y ya terminando, apareció otro curso que me llamó mucho la atención y, como estaba súper embalada y me sentía casi un “gurú”, porque obvio que yo comentaba que estaba en un curso de ultra control mental, todos los que me escuchaban creían que yo ya casi estaba lista para comunicarme con los extraterrestres. La gente en general no “cacha” o no cree mucho en estas cosas, porque inmediatamente te tildan de bruja o esotérica, a mí eso me importaba una “raja”, me sentía súper contenta con lo que estaba haciendo, porque además estaba viendo cambios en mí, como el que no me importara nada lo que dijera la gente.

Seguí adelante con mi otro curso, que también compré y que también pagué en seis cuotas, pero con otra tarjeta, no podía colapsarla antes del viaje, pero daba lo mismo, era por mí y para mí y… me lo merecía.

Este taller decidí hacerlo con mi hija menor, así se hacía mucho más atractivo. Lo dictaba una sicóloga inglesa, especialista en hipnosis y que enseñaba a empoderarte, a elegir tu destino y a cambiar cualquier conducta negativa en tu personalidad, todo esto a través de técnicas de hipnosis y meditación. Duraba también siete semanas, con una clase semanal y ejercicios diarios después de cada clase.

Empezamos a participar en el curso, súper esperanzadas en que cada una podría resolver sus problemas personales y así crecer como personas. Mi hija con su tema de la artritis y yo con mis “rollos”.

Hacíamos todos los días los ejercicios de meditación, que no eran cortos, duraban entre veinte y veinticinco minutos cada uno, nos despertábamos más temprano para partir la mañana con actitud positiva y consciente de los cambios que debíamos hacer.

Fue increíble ver los cambios que uno puede generar en la vida solo con darle una información diferente al cerebro.

Logré darme cuenta de algo tan increíble como que la vida te pone un espejo frente a ti en diferentes personas, para que logres darte cuenta de tus errores, y de cómo las palabras crean realidades.

En mi matrimonio yo siempre dije cosas tan simples como “que rico sería dormir en piezas separadas”, ya sea, por los ronquidos, el ruido de la televisión, los disparos de la película que tú no querías ver, por el “peo” que se tiró tu marido y lo “sabaneó” el muy desgraciado o cuando en vez de hacerte cariño en la espalda, te agarran altiro “la pechuga”, y así miles de cosas, que con la convivencia diaria van apareciendo y molestando.

Solo con esa frase el universo se encargó de ponerme un espejo en mi vida y me mandó a Andrés, un personaje con el que no pude dormir ninguna noche entera, sin tener que ir a otra cama, al sillón o a cualquier lugar en donde no escuchara sus ronquidos… hasta en un walk in closet dormí en un hotel, ya que eran tantos los ronquidos de este “concha de su madre” que no soporté más y agarré mi almohada y un plumón y me fui.

O sea, estaba viviendo lo que había pedido con tantas ganas en mi matrimonio, pero con la diferencia de que esta vez lo único que quería era dormir con él.

Con este ejemplo y otras cosas más, muy potentes en mi vida, pude darme cuenta de lo poderosa que pueden ser las palabras y las peticiones que hacemos.

Debido a este descubrimiento, cambié totalmente mi vocabulario y me propuse solo hablar de manera positiva y afirmando todo lo que deseaba. Partí en mi trabajo, con la frase soy “económicamente exitosa”. La escribí por todas partes, la repetía en mi mente constantemente y la verbalizaba delante de otras personas, aunque no fuera cierto en ese instante, tenía la convicción que así sería. Pasó el tiempo y como por arte de magia las finanzas empezaron a mejorar de tal forma que el viaje ya lo tenía pagado en su totalidad, ahora debía trabajar mi parte emocional.

Partí por entender las formas en que los seres humanos entregamos amor y cómo nos gusta recibirlo, me pude dar cuenta de que siempre creemos que todos lo hacemos de la misma manera, por lo que el otro debe hacerlo del mismo modo que lo hace uno. Pero eso no es así, hay cinco formas de entregar y de recibir amor: Con palabras, con regalos, con actos, con tiempo o con contacto físico.

Después de entenderlo, comprendí por qué había aparecido Andrés en mi vida. Estando con él yo quería recibir amor a través del cariño físico y con tiempo, lo que él no podía darme, porque no era su forma de entregar amor; por mi parte, yo tampoco lo había hecho con mi exmarido, o sea, nuevamente me caía “el escupo en el ojo”.

Tanto me impactó darme cuenta de mi actitud y del sufrimiento que le había causado a mi exmarido, que le escribí un mail pidiéndole perdón por todas las veces que no había escuchado sus peticiones de cariño y su necesidad de sentirse querido y le dije que entendía el porqué de nuestro fracaso matrimonial.

Fue muy liberador pedir perdón y entender cómo la vida nuevamente te pone a prueba y que si uno no está atento a esos mensajes para cambiarlos, seguimos sufriendo y haciendo sufrir a otros.

La Gorda a su vez también pudo liberarse de muchas cosas y de entender otras. Su proceso no era tan diferente al mío, lo que nos hacía más fácil entendernos.

Y, obviamente, lo que más habíamos aprendido, o yo por lo menos, es a solo pedir cosas buenas y en positivo para que el universo no se confundiera, así es que la frase que debíamos decir era “qué bien lo estamos pasando en el viaje”.

Capítulo IV La partida

La vida es una sucesión de tropiezos, muchosde ellos inevitables, en buena medida determinados por nuestra percepción del trayecto. La mente es el eje que decide si el camino es llano o esté lleno de obstáculos.Libro de la felicidad

—Gorda, me conseguí chequeo preferencial y pases para el salón vip, te paso a buscar, la Cata nos lleva al aeropuerto.

Así llegó el treinta de diciembre. Yo ya había hecho y deshecho la maleta muchas veces, había que meter dos meses de ropa en una maleta que cupiera en los racks del avión y así no pagar extra en las líneas low cost