Watson & Cía. Detectives de monstruos - Pablo Zamboni - E-Book

Watson & Cía. Detectives de monstruos E-Book

Pablo Zamboni

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Beschreibung

El trabajo que había comenzado como un proyecto escolar poco a poco se transformó en una pesadilla. Vampiros, hombres lobo, sirenas y otros seres ocultos nos acechan. Intentan evitar que la verdad que hemos descubierto sobre Oriente, nuestro pueblo, afecte al resto del mundo. "Nada podrá descubrir quien pretenda negar lo inexplicable. La realidad es un pozo de enigmas".

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@editorialelateneo

A mi madre, que me regaló mi primer libro,Las minas del rey Salomón.

A Facundo Sandoval, que a los 11 años, fue el primero en leer el relato y darme su opinión.

Y a todas las personas que con sus comentarios me ayudaron a concluir esta historia.

INTRODUCCIÓN

“En medio de una noche hermética, un grito desgarrador detiene el tiempo, lo congela, y congela la sangre. El grito se ahogó en las tinieblas, pero antes se había escuchado en toda la aldea, cuyos habitantes fueron sacudidos y arrancados con violencia del sueño. Sin dudas, el alarido había provenido del bosque. La víctima, algún incauto desconocedor de las fuerzas malignas que lo acechan. La niebla y la noche de a poco se disipan y se deja adivinar un nuevo día. No hay rastros de la víctima, ni rastros de las fuerzas oscuras que rondan el bosque cuando cae la noche”.

¿Realidad? ¿Ficción? ¿Mito? ¿Leyenda? Sea lo que fuere, ¿quién se atrevería a cruzar ese bosque durante la noche conociendo esta historia? Nunca faltará algún valiente que desafíe sus miedos por pura jactancia. Pero, a veces, el miedo es buen consejero y ante la duda… Pero ¿es una duda y razonable? Y de esto se trata todo. No creemos en monstruos, ni en seres malignos del más allá. Somos seres razonables y racionales. “Las brujas no existen… Pero que las hay, las hay”, reza un antiguo dicho. Y otra vez la duda. La mera posibilidad, absurda, de que sea factible. Pero no vamos a admitirlo. El bosque no lo cruzamos, pero no admitiremos jamás la razón por la cual no lo hacemos. Siendo racionales, podremos jugar con la idea de criaturas malignas o fantásticas, pero siempre será un juego. O eso creemos que es, o eso queremos creer que es y nos convencemos.

¿De dónde surgen las ideas de monstruos? Los seres fantásticos ¿existen solamente en la fantasía? ¿En qué fenómenos se inspiraron antiguamente para crear todo tipo de criaturas, buenas, malas, endemoniadas o angelicales, crueles, farsantes, desalmadas o bondadosas? ¿Cómo germinaron las historias repetidas por pregoneros ante públicos sumidos en el espanto, petrificados por el terror? ¿De dónde surgen las imágenes de estos seres grotescos, enormes o pequeños, graciosos, aterradores, con cuernos, sin cuernos, alados o reptilianos? Desde fieras de colmillos largos y ensangrentados, y garras amenazantes de uñas afiladas dotadas de alas de murciélago y cola de rata a gnomos de orejas puntiagudas, aparentemente inofensivos. Monstruos invisibles, almas errantes, aberraciones acuáticas, ogros, leviatanes, entes del inframundo o de otros mundos. Engendros mitad hombres, mitad animales. Ángeles en el cielo y ángeles caídos. Dios y el diablo. El bien y el mal. La crueldad y la bondad coexisten. Todo existe. Aunque sea en la fantasía, si es que se trata realmente de fantasías.

En cada continente, mucho, muchísmo antes de estar conectados como lo están hoy en día, ya se hablaba de la existencia de monstruos temibles. Historias semejantes en lugares remotos. La esencia del mal hecha criatura. El mal encarnado en cuerpo o alma o espíritu. El mal representado en cosa, en criatura. El mal, en algún momento, en algún punto oscuro de la humanidad, dejó de ser algo abstracto, para convertirse en algo concreto.

Miles de historias llegaron a nuestros días gracias a la transmisión verbal y luego escrita. Y miles de historias se escriben en la actualidad. Bram Stoker escribióDrácula, en el siglo XIX, que trata sobre un vampiro que vivía en un castillo en los montes Cárpatos, en Transilvania. H. P. Lovecraft escribió cuentos de terror inspirados en seres de otras dimensiones o en alienígenas.

Existe en el hombre una obsesión respecto a este tema. Una obsesión que se manifiesta en las pesadillas y se extiende en la vigilia. O, por qué no, una obsesión que nace en la vigilia y se extiende en las pesadillas. Lo cierto es que se trata de un tema que no se agota, porque el mal se renueva, muta, se actualiza. El mal no se toma descanso.

Podrás decir, y con razón, que nunca viste a un monstruo en tu vida. Podemos decir, también con certeza, que la mayoría no vio a una criatura maligna nunca en su vida. Pero no podemos afirmar que nadie jamás haya visto una. Podemos también especular que los seres malignos o monstruos hayan evolucionado al punto de mimetizarse entre nosotros. Tal vez puedan mutar y pasar desapercibidos entre la gente común. Tal vez caminen tranquilamente a tu lado. Tal vez te muestren una sonrisa y te vean con ojos bondadosos. Quizá ayuden a cruzar la calle a un anciano debilitado o acaricien a una mascota. Tal vez tu vecino sea uno. Puede ser el verdulero, el carnicero. ¿Cómo saberlo?

Existió un Hitler en Alemania. Un Mussolini en Italia. El mariscal Tito en la ex Yugoslavia ¿Monstruos disfrazados de gente común? ¿Seres atemporales que aparecen una y otra vez para sembrar el mal? ¿Quién lanzó la bomba nuclear sobre Hiroshima y sobre Nagasaky? ¿Quién dio la orden? ¿Fueron seres humanos? Si lo fueron, ¿somos entonces, los seres humanos, peores que los monstruos?

¿Seguís creyendo que nunca viste a uno? ¿Seguís creyendo, según la historia reciente de la humanidad, que los monstruos no existen?

Hace unos cuantos años encontré una caja de plomo con extraños grabados en una playa del Río de la Plata.

Siempre me gustaron los misterios, mejor dicho, las historias fantásticas o sin explicación. Dentro de la caja de plomo había documentos. Una parte de ellos estaba escrita en un idioma que en esa época no entendía y hasta me resultaba ilegible, pero otra parte estaba escrita en alemán, idioma que no resultó ser un problema.

Lo que no sé es si fue un acto de la providencia o una maldición descubrir el contenido de los documentos. Nada parecía tener sentido y el relato de aquellos acontecimientos rompía con la historia tradicional que conocía del mundo y me resultaba muy difícil de creer.

Su lectura, sumada a la información que recolecté años más tarde, desató un sinfín de eventos que afectaron mi vida. En realidad, no solo la mía, sino también la de mi descendencia.

Ordenar las ideas es a veces difícil, sobre todo cuando hay tanto para contar y, más difícil aún es cuando hay tanto material que pone en juego la credibilidad.

Es por este motivo que esta introducción fue revisada una y otra vez. He sido mi propio inquisidor. No siempre todo puede ser contado y mucho menos cuando pretendo que estas páginas sean creíbles.

20 de julio de 1944

En la Führerhauptquartier Wolfsschanze o Guarida del lobo, cerca de Rastenburg, Herr Wolf y un grupo de hombres debaten sobre qué pasos seguir para dominar el mundo;no son hombres comunes, son hombres sin alma, han pactado con fuerzas que no comprenden y creen dominar.

La explosión no deja terminar la frase. El gran lobo se salva, el plan sigue su marcha.

Entre los documentos que se salvaron de la explosión, y que tengo entre mis manos, solo nombran a científicos, algunos conocidos y otros no tanto. Nicolás Tesla, Tomás Edison, Teobaldo Ricaldoni, Otto Hans y Lise Meitner, Robert Oppenheimer, Niels Böhr, Enrico Fermi, Ernest Lawrence, entre otros.

También aparecen escritores como Jules Verne, mencionando su libroViaje al centro de la Tierra, Emilio Salgari con2000 leguas por debajo de América, que al parecer menciona una ruta subterránea en la Cordillera de los Andes. Leo el nombre de sir Arthur Conan Doyle yUn mundo perdido.

También había escritos de 1906 sobre el navegante noruego Olaf Jansen, quien narra cómo ingresó por el Polo Norte y, al cabo de unos meses, salió por el Polo Sur, contándolo en su libro:Viaje al interior del planeta.

Argentina, 2010

El rompecabezas es confuso. Al parecer, muchas notas se perdieron. Se habla de un arma secreta que será enviada a Sudamérica. No puedo contar más, si quieres saber cómo sigue la historia, continúa leyendo. Puede ser que, tarde o temprano, formes parte de ella.

Capítulo uno

DETECTIVES DE GALLINAS

La luna aparecía en el cielo y se desdibujaba detrás de las nubes, una y otra vez.

Mi hermana Ágatha y yo nos encontrábamos en una pequeña granja cercana al pueblo. La noche de luna llena era ideal para hacer una investigación. El gallinero estaba alejado de la casa principal. Los ataques reiterados a las gallinas nos habían llevado hasta allí. Es común que, cada tanto, un zorro o algún perro vagabundo y hambriento cause un desastre en los gallineros o que un ladrón haga de las suyas. Pero esto parecía diferente. Y nosotros estábamos decididos a descubrir quién era el culpable.

Habíamos llegado a la granja apenas unos minutos después del atardecer, para recorrer el lugar y prepararnos para la noche. El gallinero comprendía unas cuantas casillas de madera destartaladas, rodeadas por arbustos de espinillo de un metro de alto, que lo protegían del constante viento del mar. Observamos el lugar y elegimos la ubicación más conveniente para tener un panorama de todo el corral. Ágatha, a unos veinte metros de mí, se escondió tras unas casillas abandonadas, apiladas en un extremo del gallinero. Yo, en el extremo opuesto, me oculté entre unos espinillos que formaban una especie de cueva.

“Las gallinas desangradas de la señora Núñez”. Así habíamos llamado a nuestro primer caso. Como sabía cuánto nos gustaban los hechos misteriosos, la señora Núñez nos había comentado su problema, ya que hasta el momento no había logrado que la policía prestara atención a sus reclamos.

Hacía tres horas que esperábamos agazapados en el suelo. El olor del gallinero era insoportable, pero no teníamos más opción que permanecer allí, sin movernos.

–Uf, espero que esto termine pronto –dije con un resoplido–. No me gusta estar en este lugar.

Acostumbrados a disfrutar de la luz eléctrica, habíamos olvidado el miedo que generaba la oscuridad. Según nuestra profesora, el miedo era instintivo, venía de la época en que los hombres se refugiaban temerosos en las cavernas, al resguardo de las fieras que se movían en la penumbra. En ese momento me sentía como un hombre de las cavernas, esperando que la fiera apareciese. Respiré profundo y pausado, intentando alejar los pensamientos aterradores que me acechaban. “Tengo que relajarme…”, me dije.

Miré a un costado: la luna seguía creando extrañas siluetas. A mi izquierda, un poste retorcido se transformaba en una larga serpiente. Más allá, las ruinas de un molino de agua se convertían en una enorme araña lista para saltar sobre mí.

Luego, la brisa del mar trajo nubarrones más negros, que comenzaron a ocultar la luna amenazando con sumergir todo en la más completa oscuridad.

De pronto, el transmisor se activó.

–¿Ulises, estás bien? –Era la voz de Ágatha, que sonaba fuerte y clara.

–Estoy bien, pero el cielo se está cubriendo, no puedo ver nada –contesté preocupado.

–¡No seas cobarde, Ulises! No podemos esperar hasta la próximaluna llena. En cuatro semanas la señora Núñez se habrá quedado sin gallinas.

–Tengo otra vez esa extraña sensación de peligro –dije con preocupación. Aunque pareciera extraño, tenía algo así como un sexto sentido para “oler” una situación inesperada o peligrosa. Mi hermana, que lo había comprobado en varias oportunidades, terminó por aceptar mis premoniciones. Sin embargo, esta vez su ansiedad por descubrir e investigar hizo que le restara importancia.

La brisa dio lugar a un fuerte viento que nubló el cielo por completo.

Cuando pensaba que nada podía ser peor, una espesa niebla comenzó a brotar de la tierra, cubriendo todo el paraje, como si las puertas del Hades se hubieran abierto, dejando escapar el humo de las fraguas infernales. El lugar se había transformado totalmente. Si antes me parecía tétrico, ahora era escalofriante.

–Esto es inusual –comenté por la radio–, ¿te has dado cuenta? No es común la niebla en esta época del año. Pero ¿de dónde sale?

La falta de respuesta de Ágatha confirmaba mi preocupación.

En Oriente, el pueblo donde vivíamos, estábamos acostumbrados a la niebla que de repente llegaba del mar. Pero solo en otoño o en invierno, cuando el clima era frío, nunca promediando el verano. Además, en el aire flotaba un extraño olor, mezcla de almizcle y pólvora quemada.

–Ulises, lamentablemente perdimos la noche –respondió al fin mi hermana–. Sin luna y con esta niebla es imposible distinguir algo. Es hora de regresar.

–¡Ulises! Repito: es hora de regresar. ¿Por qué no respondes? ¿Sucede algo?

Escuchaba la voz de mi hermana, pero no podía hablar. A escasos metros veía dos enormes ojos rojos, como brasas encendidas en medio de la tiniebla. Sentía una respiración agitada y el crujido de pastos pisados. Supuse que era algún animal. Estaba convencido de que, aunque me había descubierto, pasaba indiferente frente a mí. Todo mi cuerpo tiritaba de miedo, no podía controlar mis manos para usar el transmisor, mis ojos desorbitados buscaban en todas direcciones a ese ser espectral.

–Ulises, ¿estás ahí? –volvió a decir la voz de mi hermana en el transmisor.

Por fin pude salir del pánico y responder:

–Ágatha, silencio. No grites, va hacia allá. Cambio.

–¿Quién, Ulises? ¿De qué hablas?

–Es un animal, tal vez un perro –dije con un hilo de voz.

–¿Un perro? ¿Tanto te asusta un perro?

–Es un perro enorme o algo por el estilo –dije, dudando.

–¿Un rottweiler? ¿Un doberman? –preguntó Ágatha, molesta por la poca información–. No te muevas, Ulises. Voy para allá. Cambio y fuera –dijo, y cortó la transmisión.

–¡No, Ágatha, no salgas! ¡No es un perro común! –grité. Pero era tarde, seguramente iba al encuentro del animal, con idea de darle una paliza.

Hubo un silencio sepulcral, como si el tiempo se hubiera detenido absorbiendo todo ruido.

–¡Por Dios! ¿Y ahora qué? –me pregunté en voz alta.

Entonces, respondiendo a mi pregunta, un largo y lastimero aullido acompañado de un relámpago y, enseguida, un estrepitoso trueno, quebraron la noche. El resplandor duró unos segundos, tiempo suficiente para poder ver a Ágatha corriendo hacia mí. Algo venía tras ella. Luego, todo volvió a estar en tinieblas, solo una respiración entrecortada me decía que se aproximaba. Estaba petrificado, no podía correr. Mi hermana surgió de la oscuridad. Sin detenerse me tomó del brazo, obligándome a seguirla en la carrera. Corrimos a ciegas, desorientados. De pronto, una minúscula luz centelleó a lo lejos, como un faro.

–¡Rápido! ¡Hacia allá! No te distraigas, Ulises –me decía Ágatha, casi sin aliento.

–Te sigo, hermana, te sigo.

Ágatha estaba asustada. Nunca la había visto correr tan rápido, ni en los torneos escolares. Mis piernas no parecían tener la velocidad suficiente y mi corazón saltaba dentro del pecho, suplicando un descanso.

Por fin, la silueta de la casa apareció frente a nosotros. La luz que brillaba en una de las ventanas del segundo piso fue nuestra salvación. Unos pasos más y subimos los escalones que nos separaban de la entrada.

Mi hermana golpeó frenéticamente la puerta. Yo giré la cabeza y vi los ojos encendidos de la criatura, que nos observaban desde la oscuridad.

También empecé a golpear la puerta, gritando tan fuerte como pude:

–Señora Núñez, somos Ágatha y Ulises Watson, los hijos del dueño de la imprenta. Déjenos entrar, por favor.

Oímos pasos que bajaban la escalera. Con un chirrido, que en ese momento me resultó estremecedor, la puerta se abrió y el señor Núñez apareció ante nosotros sosteniendo una azada.

Con su brazo libre nos rodeó enérgicamente a los dos y nos hizo entrar. Después, cerró la puerta y le colocó, a modo de traba, una gran barra de hierro.

–Niños, ¿qué hacen por aquí a estas horas? –dijo con voz ronca–. ¡Podían haberse lastimado! He puesto trampas por toda la granja.

–¡Por suerte no caímos en ninguna! –dijo Ágatha, casi sin voz.

–Habríamos terminado como sus gallinas –agregué casi en un susurro.

–¿Quién les contó sobre las gallinas? ¿Vienen del gallinero? –preguntó el señor Núñez muy preocupado y molesto.

–No los reprendas, Miguel. Yo los llamé –respondió su esposa–. Es decir, los contraté. No creo en tus historias de aparecidos. Quería saber realmente qué, o quién, está matando nuestras gallinas.