Wen-Tzu - Lao Tse - E-Book

Wen-Tzu E-Book

Lao Tse

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Beschreibung

El Wen-Tzu, conocido como "comprensión de los misterios del Tao", es una de las grandes obras clásicas taoístas y fue escrito hace más de dos mil años. Su autor, discípulo de Lao Tse, recogió directamente las palabras del maestro. La primera referencia se encuentra en la obra de Ssu-Ma-Chien (Registros del Gran Historiador) del año 145 adC. La obra gira en torno a las enseñanzas del Tao Te King, y puede ser considerada como una continuación del mismo, ya que su contenido penetra en la comprensión del misterio del Tao, permitiendo al lector iniciado reconocer el mismo aroma de sabiduría en ambos textos.

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LAO TSE

WEN-TZU

descubre los misterios del tao

Título: Wen-Tzu

Autor: Lao Tse

Título Original: Wenzi (文子)

Editorial: AMA Audiolibros

© De esta edición: 2019 AMA Audiolibros

Audiolibro, de esta misma versión, disponible en servicios de streaming, tiendas digitales y el canal AMA Audiolibros en YouTube.

Todos los derechos reservados, prohibida la reproducción total o parcial de la obra, salvo excepción prevista por la ley.

ÍNDICE

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INTRODUCCIÓN

El Wen-tzu, conocido también como “Comprender los misterios del Tao”, es uno de los grandes libros básicos del taoísmo escrito hace más de dos mil años y abarca toda la gama del pensamiento y de la práctica taoísta, aunque estuvo olvidado durante mucho tiempo por todo el mundo, excepto por los iniciados.

El Wen-tzu presenta una visión del taoísmo que es muy diferente de la proyectada por los eruditos occidentales y que está más de acuerdo con las concepciones taoístas. Su contenido se atribuye al mismo Lao Tse y la compilación a uno de sus discípulos. Se cree que tuvo varios discípulos, a cada uno de los cuales transmitió una serie de antiguas enseñanzas taoístas. El Wen-tzu constituye una de estas series, una elaboración de las enseñanzas del Tao Te King en un conjunto de discursos atribuidos al antiguo maestro Lao Tse.

Como en el caso de otros clásicos chinos, la historia y la transmisión del Wen-tzu fueron oscurecidas por holocaustos del periodo de los estados guerreros que condujeron a la fundación del primer imperio en el siglo III a. de C. La primera referencia conocida del discípulo de Lao Tse que hizo alusión al libro datan del (145-90 a. de C.)

Durante la brillante dinastía T’ang (618-905 d. de C.), cuando floreció el taoísmo bajo el patrocinio del Estado, el Wen-tzu fue reconocido como exposición de las enseñanzas del antiguo maestro Lao Tse y se le dio un reconocimiento imperial de su rango con un título honorífico que le identificaba como un clásico, «Escritura de la Verdad sobre la Comprensión de los Misterios».

El Wen-tzu presenta una destilación de las enseñanzas de sus grandes predecesores, especialmente el Tao Te King, el Chuang-tzu y las Huainan-tzu. Además, el Wen-tzu también contiene una enorme cantidad de otro saber popular proverbial y aforístico que no se encuentra en sus predecesores.

La mayoría de los dichos del Wen-tzu se identifican como nuevos dichos de Lao Tse, el Viejo Maestro que representa la autoridad del Tao Te King, que simboliza la vinculación ideológica del texto. Una versión del Tao Te king fue estudiada por antiguos legalistas y confucianos, y la forma taoísta de la obra clásica lo fue por los naturalistas, y como continuadora de la tradición que abarca el periodo clásico de los estudios de Lao Tse, la obra Wen-tzu alude a las relaciones entre las ideas de las diversas escuelas.

A la filosofía del Wen-tzu se le da una estructura histórica para ilustrar su punto de vista y su relevancia respecto a intereses específicos humanos. La percepción de la raza humana y de su historia presentada en el Wen-tzu hasta un cierto punto es típica del taoísmo clásico, pero también posee una especificidad respecto a la propia posición que ocupa en su época, por haber aparecido tras siglos de profunda desilusión. La descripción del Wen-tzu de la caída de la humanidad desde la pureza original proporciona un marco tradicional para la articulación de las ideas taoístas.

El capítulo 172 del Wen-tzu empieza de la siguiente manera:

En una remota antigüedad, las verdaderas personas respiraban yin y yang, y todos los seres vivientes admiraban su virtud, armonizando así de manera pacífica.

La expresión verdaderas personas que se encuentra frecuentemente en la sabiduría popular taoísta, es particularmente prominente en las obras clásicas Chuang-tzu y Huainan-tzu. Desde el punto de vista técnico, se refiere al adepto taoísta de un cierto nivel de logro; hablando en general, las verdaderas personas son aquellas que han realizado el ideal taoísta de liberación de las artificialidades. Decir que «respiraban yin y yang», las energías creativas del universo que circulan dentro de ellas, describe la intimidad y el estado directo de la relación entre las verdaderas personas y la Naturaleza.

Esta cercanía a la misma Naturaleza también se refleja de manera característica en la cualidad de la relación que las verdaderas personas disfrutan con otros seres. Por consiguiente, el encubrimiento del liderazgo de las verdaderas personas en una espontaneidad sin trabas es una idea taoísta común, cuya expresión clásica debe encontrarse en el Tao Te King: «De los grandes dirigentes en sus dominios solo se conoce su existencia».

Se piensa que las verdaderas personas están naturalmente escondidas, no porque actúen en secreto en el sentido ordinario de la palabra, sino porque no se engrandecen ni llaman la atención sobre sí. Su pura simplicidad es espontánea y sin trabas, no provocando así divisiones ni creando tensiones. El Tao Te King dice: «Cuando el gobierno no es agresivo, las personas son muy puras». El capítulo 172 del Wen-tzu continúa describiendo las primeras fases del deterioro de la conciencia y de la sociedad humanas.

Posteriormente la sociedad se deterioró. Hacia la época de Fu Hsi, se produjo un florecimiento del esfuerzo deliberado; todo el mundo estaba a punto de abandonar su mente inocente y de comprender conscientemente el universo. Sus virtudes eran complejas y no estaban unificadas.

Fu Hsi es el primero de los héroes de la cultura prehistórica de China que se nombra en la literatura taoísta. Nunca se aventuraron fechas concretas para él en la tradición china, ya que se cree que Fu Hsi vivió antes del desarrollo de la agricultura. Se le asocia con los orígenes de los animales de labor y, por ello, a su época se le atribuye una enorme antigüedad.

Se dice también que Fu Hsi inventó los símbolos originales del clásico I Ching o Libro del Cambio, utilizándolos como una forma primitiva de notación. Basados en estos elementos de descripción tradicional de Fu Hsi, es obvio el porqué, el Wen-tzu, utiliza después esta época como indicador de la incipiente pérdida de la inocencia primigenia humana y los comienzos del conocimiento consciente.

El Wen-tzu continúa su descripción en el capítulo 172 refiriéndose a otros dirigentes legendarios de la antigüedad: Shen-nung y Huang Ti.

Shen-nung también fue un héroe cultural de la prehistoria, al que se le atribuyó el desarrollo de la agricultura y de la medicina de curación con hierbas; se decía que su esposa había empezado a practicar el cultivo de la seda y de las artes del tejido. El Wen-tzu pone de relieve que Shen-nung y su esposa practicaban estas artes personalmente como guías y ejemplos para el pueblo.

Huang Ti, el primero de los antiguos héroes culturales que se sitúa en la Historia, es venerado como estudiante y patrón de todas las artes taoístas, exotéricas y esotéricas, y se le atribuye la autoría del primer libro que se escribió en el mundo. La leyenda de Huang Ti representa concretamente la subordinación del ámbito terrenal en la búsqueda de la libertad y de la perfección del espíritu. Ello no significó el completo abandono de la preocupación por el mundo, sino una visión de la vida individual y social como vehículos de una potencialidad más elevada y amplia.

Como en el caso de Fu Hsi, tradicionalmente no existe ningún intento de situar a Shen-nung dentro de ningún marco temporal definido, ni siquiera en un marco temporal legendario. Por el contrario, se cree que Huang Ti vivió en el siglo XXVII a. de C., y el calendario chino de los años comienza a partir de la época de su reinado. Por consiguiente, de los grandes héroes culturales, se representa a Huang Ti como el primero que fue enseñado por los humanos y no directamente por los fenómenos, como lo habían sido Fu Hsi y Shen-nung. Se le describe como guerrero y hombre de Estado y, posteriormente, como místico y amante.

Desde la perspectiva taoísta del Wen-tzu, el estado de la mente y de la sociedad en las épocas de Shen-nung y de Huang Ti, a cuyas idealizaciones se les daba normalmente un tinte romántico, se ve marcado por una creciente complejidad, preocupación y fragmentación potencial. A veces, se conoce colectivamente a Fu-Hsi, Shen-nung y Huang Ti como los Tres Augustos, y son mencionados en varias partes del Wen-tzu como representantes de un cierto grado de evolución de la conciencia. Después de ellos, continúa la tradición, llegaron una serie de gobernantes conocidos como los Cinco Señores, que «tenían normas y órdenes, pero no castigos ni sanciones». Fueron sucedidos por los Tres Reyes, los carismáticos dirigentes Yao, Shun y Yu, a los que los confucianos consideraban símbolos del gobierno virtuoso.

En el capítulo 172, el Wen-tzu toma el hilo de su historia de la caída de la humanidad con la dinastía Shang o Yin, que empezó mil años después de Huang Ti, en el siglo XVIII a. de C. y terminó en el siglo XII a. de C. La dinastía Shang produjo una civilización material altamente desarrollada, pero también aprendió la práctica de la esclavitud y las técnicas del control político de la mente. El hecho de que durase más de seiscientos años puede atestiguar su poder, pero los Shang se debilitaron y fueron sustituidos posteriormente por la dinastía Chou (1123 a. de C. - 256 d. de C.), a cuya época corresponden el Libro del Cambio y los maestros clásicos de la filosofía china, entre los que se incluyen Kuan Tzu, Sun Tzu, Confucio y los gigantes del taoísmo.

Supuestamente escrita en su origen en el siglo VIII a. de C., cuando la dinastía Chou empezaba notoriamente a declinar, el Wen-tzu proporciona una descripción comparativamente amplia de la corrupción y de la degeneración humana de la mente y la sociedad.

Escrito más probablemente alrededor de setecientos años después de la fecha que se le atribuye —unos doscientos años después de la abolición definitiva de hasta el nombre mismo de la dinastía Chou, que para entonces había sido ya una palabra carente de realidad desde hacía muchos siglos—, el Wen-tzu habla desde una perspectiva histórica sobre la dirección de la sociedad Chou, que es naturalmente más amplia y exacta que la del periodo muy anterior al periodo que simbólicamente se le atribuye. Así, en su tiempo extraía su autoridad tanto de la antigüedad de su tradición como de la modernidad de su presentación.

Los problemas humanos tratados en el Wen-tzu eran preocupaciones formuladas por el amplio grupo de filósofos de la época Chou: la naturaleza y el potencial humanos; la relación de la humanidad consigo misma y con el mundo; causas y tratamientos de la disfunción social.

Dentro de estas gamas generales de interés, el Wen-tzu trata extensamente de la salud mental y física; las convenciones sociales y el comportamiento humano; la organización y la ley; el arte de gobernar y la cultura, y los procesos de guerra y paz.

En la visión del mundo taoísta del Wen-tzu, la mente y el cuerpo constituyen una continuidad, dentro del individuo y dentro de la sociedad como un todo. La salud mental y la salud física deben por ello apoyarse recíprocamente, y basarse en una respuesta sensiblemente equilibrada a las necesidades.

El Wen-tzu describe algunas maneras de utilizar la atención que socavan la continuidad mente-cuerpo del poder en su núcleo fundamental:

La esclavización paulatina de la humanidad y de la naturaleza hasta llegar a una planificación voluntaria queda descrita vívidamente en el Wen-tzu con términos calculados para suscitar la autorreflexión del lector de cualquier edad.

Al contrario de los legalistas y de los confucianos bajo su influencia, los taoístas no llegaron a la conclusión, a partir de esta especie de conducta, de que la naturaleza humana era malvada en sí misma o que estaba poseída por una propensión a la maldad. Simplemente llegaron a la conclusión de que los seres humanos pueden ser influenciados y condicionados para llegar a comportamientos contrarios a sus mejores intereses y, obviamente, para pensar que lo que les es dañino es realmente delicioso. Se dice que esta faceta de la psique humana es la razón del origen de la institución de la ley.

La ley no desciende del cielo, ni emerge de la tierra; se inventa a través de la autorreflexión humana y de la autocorrección. Si llegas realmente a la raíz, no quedarás confundido en las ramas; si sabes lo que es esencial, no estarás aturdido por las dudas.

Por el mismo hecho de que sus premisas están basadas en cualidades del carácter humano que pueden aparecer en cualquiera, con independencia de su clase o condición social, el legalismo taoísta insiste en la igualdad ante la ley como principio y como práctica. Este principio también está enraizado en una especie de necesidad operativa, el hecho pragmático de que la ley no puede cumplir su función de manera apropiada o adecuada bajo otras condiciones.

Lo que se establece entre los escalones más bajos no debe ser ignorado en los escalones superiores; lo que se prohíbe al pueblo en general no debe ser practicado por las personas privilegiadas.

Por ello, cuando los dirigentes humanos determinan las leyes, deben aplicárselas primero a ellos mismos para probarlas y comprobarlas. Así, si una norma funciona sobre los mismos gobernantes, entonces puede ser impuesta al vulgo.

Aunque tanto los taoístas como los no taoístas reconocían la ley por encima de la personalidad, en la antigua China seguía habiendo una distinción fundamental entre la doctrina legal de unos y otros. Para los taoístas, aunque la ley está por encima de las cuestiones de la condición social individual, no por ello es un imperativo absoluto y, en última instancia, aquella debe tener su fuente en lo que es correcto y justo para la época, lugar y personas para cuyo servicio está diseñada; y la letra de la ley en sí misma no puede ser su propio criterio por encima del tiempo, sin la activa interpretación e influencia de una auténtica comprensión interna.

En este punto, el Wen-tzu exhibe una especie de pensamiento taoísta que es completamente diferente de la imagen del antiguo conservadurismo proyectado a veces por eruditos contrarios que investigan elementos fragmentados. Para entender los diferentes niveles del impacto que este tipo de afirmaciones producía, es útil recordar que, en los escritos filosóficos taoístas, la palabra sabio significa una persona iluminada y también un dirigente sabio.

En el contexto del arte de gobernar puede pensarse que tiene comúnmente este sentido, pero también significa alguien que tiene el potencial de convertirse en un dirigente sabio, en otras palabras, en una persona iluminada.

Cuando se aísla el significado de persona iluminada, tales afirmaciones se convierten en revolucionarias por naturaleza. Esta actitud independiente, que enfatiza el conocimiento objetivo sobre el conformismo convencional, forzó después al taoísmo filosófico a sumergirse, durante la primera época de la dinastía Han, cuando se estableció la ortodoxia confuciana. Al convertirse la erudición existente en un mecanismo de explotación y de autoengrandecimiento, los pensadores taoístas siguieron su propio camino; ocultando sus nombres, publicaron agudas críticas sobre el gobierno corrupto, como la descripción que hace el Wen-tzu de una sociedad enferma.

Los primitivos taoístas y confucianos observaban que la saciedad excesiva y el deseo inmoderado, que coexisten por el desequilibrio de la estructura y funcionamiento de la sociedad, tendían a distorsionar aún más la mente y a alimentar la violencia y la desesperación. Por ello, ambas escuelas reconocían la interdependencia de los problemas humanos, al observar que una de las causas de los problemas psicológicos y sociales radicaba en las condiciones económicas, mientras que las causas de los problemas económicos radicaban en las condiciones psicológicas y sociales. El pensamiento político taoísta se esfuerza por tomar en cuenta los dos lados del círculo.

La lucha que ha llegado a extremos de convertirse en conflicto es uno de los temas de preocupación fundamentales de los filósofos taoístas clásicos. El Wen-tzu resume el Tao Te King sobre el tema de la guerra, reconociendo que su coste económico se traduce directamente en un coste humano por encima y más allá de los muertos, los heridos, las viudas y los huérfanos.

El Wen-tzu va siempre más allá incluso que el Tao Te King al describir los horrores producidos por una sociedad ignorante y guerrera, evocando la enseñanza taoísta clásica sobre el tema de la degeneración humana.

Afortunadamente, aunque los pensadores taoístas no huyeron de esta franca actitud crítica de la sociedad en la que vivían, la degradación de los valores humanos de la que fueron testigos no les indujo al cinismo o a la desesperación. Al igual que los budistas, se centraron en los problemas humanos para encontrar soluciones.

El Wen-tzu propone la posibilidad de libertad y dignidad, para el individuo y para la humanidad como un todo. Pero la libertad y la dignidad tienen un precio y responsabilidades hacia el fundamento de su misma existencia. Para ver cuáles son las bases de la libertad y de la dignidad, el Wen-tzu guía al pensador a través de pautas y razones elementales que subyacen en el orden natural y en sus reflejos en las necesidades y el comportamiento humano.

Al Camino del taoísmo se le llama simple y fácil porque no es tan complicado como una cultura de conflicto y combatividad. En su sofisticación y alcance comprensivo, combinado con un formato accesible y un fácil estilo, el Wen-tzu es una obra cumbre del primitivo taoísmo. Al igual que otras obras clásicas, no admite ser definida mediante unos pocos clichés, sino que ofrece muchos resúmenes útiles de lo que el taoísmo considera un camino sensato de vida.

Uno de los conjuntos más simples de afirmaciones del Wen-tzu, sobre las tres clases de muerte no natural, demuestra la interpretación de las dimensiones individual, profesional, social y política de la práctica taoísta. La descripción de estas tres clases de muerte no natural del Wen-tzu contiene dentro de sí la manera de evitarlas y de vivir la vida plenamente.

El Wen-tzu también habla de cuatro prácticas en las que «está comprendida la manera de gobernar», designando así la manera individual de autogobernarse, al igual que la manera de gobernar las naciones.

Finalmente, está la gran visión de Alción, una sociedad ideal educada por la sabiduría, en la que todas las personas y todas las cosas encuentran igualmente su lugar en una totalidad orgánica, en donde poder expresar sus individualidades y ejercer sus capacidades particulares para el mayor bien de todos y cada uno.

Lo que cubre el cielo, lo que la tierra mantiene, lo que el sol y la luna iluminan, es abigarrado en forma y naturaleza, pero todo tiene su lugar.

1

Lao Tse dijo:

Existe algo, un todo diferenciado, que antes de los cielos y la tierra. Sólo tiene imágenes abstractas, ninguna forma concreta. Es profundo, oscuro, silencioso, indefinido; no oímos su voz. Asignándole un nombre, lo llamo el Camino.

El Camino es infinitamente elevado, insondablemente profundo. Abarcando el cielo y la tierra, recibiendo de lo que no tiene forma, produce una corriente que fluye intensa y ampliamente sin desbordarse. Opaco, se sirve de una clarificación gradual mediante la calma. Cuando se aplica, es infinito y no tiene día ni noche; pero cuando es representado, ni siquiera llena la mano.

Es reducido, pero puede expandirse; es oscuro, pero puede iluminar; es flexible, pero puede ser firme. Absorbe lo negativo y emite lo positivo, manifestando así las luces del sol, la luna y las estrellas.

Gracias a él son altas las montañas, son profundos los océanos, corren los animales, vuelan los pájaros. Gracias a él vagan los unicornios, remontan el vuelo los fénix, siguen su curso las estrellas. Garantiza la supervivencia mediante la destrucción, la nobleza mediante la bajeza, y el avance mediante la retirada. En la antigüedad, los Tres Augustos alcanzaron el orden unificador del Camino y permanecieron en el centro; sus espíritus vagaron con la Creación, y así reconfortaban a todo el mundo en los cuatro cuadrantes.

De esta manera, el Camino produce el movimiento de los cielos y la estabilidad de la tierra, girando incesantemente como una rueda, fluyendo sin cesar como el agua. El Camino se encuentra en el principio y en el fin de las cosas: cuando se levanta el viento, se condensan las nubes, ruge el trueno y cae la lluvia, responde como un concierto sin fin.

Devuelve lo esculpido y lo pulido a la simplicidad. No se las ingenia para hacerlo, sino que se funde con la vida y la muerte. No se las ingenia para expresarlo, sino que comunica virtud. Conlleva en sí una felicidad pacífica que no tiene orgullo, y así alcanza la armonía.

Existen infinitas diferencias cuando el Camino facilita la vida: armoniza la oscuridad y la luz, regula las cuatro estaciones y armoniza las fuerzas de la naturaleza. Humedece el mundo vegetal, impregna el mundo mineral. Los animales salvajes se hacen grandes, sus pieles lustrosas; los huevos de los pájaros no se rompen, los animales no mueren en el seno materno. Madres y padres no sufren la pena de perder a sus hijos, los hermanos no experimentan la tristeza mutuamente. Los niños no quedan huérfanos, las mujeres no enviudan. No se ven signos atmosféricos de mal agüero, no se producen robos y bandolerismo. Todo esto es aportado por la virtud interna.

El Camino natural incesante da nacimiento a los seres, pero no los posee; engendra la evolución, pero no la gobierna. Todos los seres nacen dependientes de él, pero ninguno sabe cómo agradecérselo; todos mueren a causa de él, pero ninguno puede quedar resentido por él. No se enriquece por el almacenamiento y la acumulación, ni se empobrece por el desembolso y el disfrute.

Es tan inasible e indefinible que no puede ser imaginado; no obstante, aunque sea indefinible e inasible, su función es ilimitada. Profundo y misterioso, responde la evolución sin forma; triunfante y efectivo, no actúa en vano. Se enrosca y se desenrosca con firmeza y flexibilidad; se contrae y se expande con oscuridad y luz.

2

Lao Tse dijo:

Las personas avanzadas están en paz y no tienen deseos; están en calma y no tienen preocupaciones. Hacen del cielo su baldaquín y de la tierra su carruaje; de las cuatro estaciones hacen sus caballos y convierten a la oscuridad y a la luz en sus conductores. Viajan por donde no hay camino, vagan por donde no hay abatimiento, parten sin atravesar ninguna puerta.

Con el cielo como baldaquín, nada queda sin cubrir; con la tierra como carruaje, nada queda sin llevar. Con las cuatro estaciones como caballos, nada queda sin emplear; con la oscuridad y la luz como conductores, nada queda sin ser incluido. Por ello, son rápidos sin vacilaciones, viajan sin cansarse. No perturbados sus cuerpos, sus intelectos no quedan disminuidos, y ven al mundo entero con claridad. Esto es mantenerse en la esencia del Camino y observar la tierra sin ataduras.

Por ello, los asuntos del mundo no son planeados, sino promovidos según su propia naturaleza. No puede hacerse nada para facilitar los cambios de las miríadas de seres, excepto captar lo esencial y regresar a ello. En consecuencia, los sabios cultivan los cimientos internos y no se adornan externamente con cosas superficiales. Activan su espíritu vital y dejan en reposo sus opiniones aprendidas. Por ello, son abiertos y sin argucias, aunque no hay nada que no hagan; no tienen leyes, pero no hay desorden.

No tener argucias significa no actuar antes que los demás. No tener leyes significa no cambiar la naturaleza. Que no hay desgobierno significa que avanzan mediante la afirmación recíproca de los seres.

3

Lao Tse dijo:

Quienes se mantienen en el Camino para guiar a la gente fluyen con los acontecimientos a medida que suceden y actúan conforme a lo que la gente hace. Responden según la evolución de cada ser y están en armonía con los cambios de cualquier acontecimiento.

Así pues, el Camino está vacío y no es cosificado, llano y fácil, claro y en calma, flexible y complaciente, sin adulteración y puro, plano y simple. Estas son imágenes concretas del Camino.

La no dosificación vacía es la morada del Camino. Incluso la facilidad es la base del Camino. La calma clara es su espejo. La complacencia flexible es su función. La inversión es normal para el Camino: la flexibilidad constituye su firmeza, la complacencia su fuerza.

La pureza no adulterada y la simplicidad llana es la principal línea del Camino.

El vacío significa que no hay fardo dentro. La ecuanimidad significa que el espíritu es ilimitado. Cuando los deseos habituales no son un fardo para uno, eso es la consumación del vacío. Cuando no se tienen preferencias ni aversiones, eso es la consumación de la ecuanimidad. Cuando se está unificado e inalterable, eso es la consumación de la calma. Cuando no se está metido en las cosas, eso es la consumación de la pureza. Cuando uno no se duele de nada ni se recrea por nada, eso es la consumación de la virtud.

El gobierno de las personas completas abandona el intelectualismo y deja de lado el adorno ostentoso. Dependiendo del Camino, rechaza la astucia. Emerge de la imparcialidad, en armonía con la gente. Limita lo que se conserva y minimiza lo que se busca. Se aparta de los anhelos seductores, elimina el deseo de los bienes valiosos y reduce el dar vueltas a los pensamientos.

Limitar lo que se desemboca en claridad; minimizar lo que se busca desemboca en el logro. Por ello, cuando lo externo está controlado por el centro, nada es descuidado. Si puedes alcanzar el centro, puedes gobernar lo externo.

Con el logro del centro, los órganos internos están en calma, los pensamientos son ecuánimes, los nervios y los huesos son fuertes, los oídos y los ojos están claros.

El Gran Camino es llano y no está lejos de uno mismo. Quienes lo buscan lejos van y después regresan.

4

Lao Tse dijo:

El estado de sabiduría no tiene nada que ver con el gobierno de los demás, sino que es un asunto de ordenarse a sí mismo. La nobleza no tiene nada que ver con el poder y el rango, sino que es un asunto de autorrealización; lograr la autorrealización, y el mundo entero está dentro de uno mismo. La felicidad no tiene nada que ver con la riqueza y la condición social, sino que es un asunto de armonía.

Quienes saben suficiente para disminuir la importancia del yo y considerar la ligereza del mundo están próximos al Camino. Por ello he dicho: «Alcanzando el extremo del vacío, conservando la calma definitiva, mientras millones de seres actúan en concierto, de ahí observo el retorno».

El Camino moldea a miríadas de seres, pero continúa sin tener forma. Silencioso e inmóvil, abarca totalmente lo desconocido indiferenciado. Ninguna vastedad es suficientemente grande para estar fuera de él, ninguna cosa diminuta es suficientemente pequeña para estar dentro de él. Carece de morada, pero da origen a todos los nombres de lo que existe y de lo que no existe.

Las verdaderas personas lo encarnan a través del vacío abierto, facilidad ecuánime, inteligencia clara, flexibilidad elástica, pureza no adulterada y simplicidad llana, sin enredarse en las cosas. Su virtud perfecta es el Camino del cielo y de la tierra, por ello son llamadas verdaderas personas.

Las verdaderas personas saben cómo disminuir la grandeza del yo y la pequeñez del mundo; estiman el autogobierno y desdeñan gobernar a los demás. No permiten que las cosas perturben su armonía, no dejan que sus deseos molesten sus sentimientos. Ocultando sus nombres, se esconden cuando el Camino está en acción y aparecen cuando no lo está. Actúan sin argucias, trabajan sin esfuerzo y saben sin intelectualizar.

Apreciando el Camino del cielo, aceptando el corazón del cielo, respiran la oscuridad y la luz, exhalando lo viejo e inhalando lo nuevo. Se cierran junto con la oscuridad y se despliegan con la luz. Se enrollan y se desenrollan con firmeza y flexibilidad, se contraen y se expanden con oscuridad y luz, tienen el mismo cuerpo que el Camino.

Nada les complace, nada les produce dolor; nada les da placer, nada les disgusta. Todas las cosas son misteriosamente lo mismo; no hay nada correcto ni equivocado.

Quienes son físicamente heridos por las torturas de las condiciones climáticas extremas se encuentran con que el espíritu es sofocado cuando el cuerpo está exhausto. Quienes son heridos psicológicamente por las aflicciones de las emociones y de los pensamientos se encuentran con que el cuerpo es abandonado cuando el espíritu está exhausto. Por ello, las verdaderas personas vuelven deliberadamente a la esencia, confiando en el apoyo del espíritu, y alcanzando de esta manera la plenitud. Así pues, duermen sin sueños y se despiertan sin preocupaciones.

5

Cuando Confucio le preguntó acerca del Camino, Lao Tse dijo:

Endereza tu cuerpo, unifica tu visión y llegará la armonía del cielo. Concentra tu conocimiento, rectifica tu afirmación, y el espíritu llegará a permanecer. La virtud te será receptiva, el Camino estará ahí para ti.

Mira fijamente hacia adelante como un ternero recién nacido, sin buscar los porqués; deja que tu cuerpo sea como un árbol seco y tu mente como cenizas muertas. Alcanza el conocimiento auténtico y no utilices razonamientos torcidos. Mantente abierto, sin preocupación, y podrás alcanzar la claridad y toda la maestría. ¿Cómo podría permanecer esto desconocido?

6

Lao Tse dijo:

Quienes sirven a la vida se adaptan a los cambios cuando actúan. Los cambios surgen de los tiempos; quienes conocen los tiempos no se comportan de manera fija: «Los caminos pueden ser guías, pero no senderos trazados; los nombres pueden ser designados, pero no etiquetas fijadas».

Los escritos se producen mediante palabras, y las palabras proceden del conocimiento; los intelectuales no saben que no constituyen un camino fijado. Los términos que pueden ser designados no forman libros que puedan ser atesorados. Las personas instruidas llegan una y otra vez a un callejón sin salida; esto no es tan bueno como mantenerse centrado. Acaba con el escolasticismo, y no habrá preocupaciones; pon un final a la sagacidad, abandona el conocimiento, y la gente se beneficiará muchas veces.

Los seres humanos son tranquilos por nacimiento; esta es la naturaleza celestial. Al sentir las cosas, actúan; esto es deseo natural. Cuando las cosas vienen a ellos, responden. Este es la acción del conocimiento. Cuando el conocimiento y las cosas interactúan, surgen las preferencias y las aversiones. Cuando las preferencias y las aversiones están formadas, el conocimiento va hacia las cosas externas, no puede retornarse al ser; de esta manera desaparece el diseño celestial.

Por consiguiente, los sabios no sustituyen lo celestial por lo humano. Externamente evolucionan con las cosas, pero internamente no pierden su verdadero estado. Así, quienes realizan el Camino regresan a la clara tranquilidad. Quienes descubren el secreto de las cosas acaban sin tener estratagemas. Alimentan la inteligencia mediante la calma, unifican el espíritu mediante la abstracción, y se dirigen a la puerta de la nada.

Quienes siguen el cielo viajan con el Camino; quienes siguen a los humanos se mezclan con lo vulgar. Por ello, los sabios no dejan que los negocios perturben al mundo y no permiten que los deseos confundan los sentimientos. Hacen lo que es apropiado sin argucias; se confía en ellos aunque no hablen. Tienen éxito sin pensar en él, logran sus metas sin estratagemas.

Por lo tanto, cuando están arriba, la gente no lo toma a mal; y cuando no están al frente, los demás no les atacan. Todo el mundo recurre a ellos, los traicioneros le temen. No luchan con nadie, nadie se atreve a luchar con ellos.

7

Lao Tse dijo:

Cuando las personas pierden su naturaleza esencial por seguir sus deseos, sus acciones nunca son correctas. Gobernar una nación de esta manera desemboca en el caos; gobernarse a sí mismo de esta manera desemboca en la deshonra.

Por ello, quienes no escuchan al Camino no tienen manera de regresar a su naturaleza esencial. Quienes no entienden las cosas no pueden estar claros y en calma.

La naturaleza esencial del ser humano original no tiene perversión ni corrupción, pero después de una larga inmersión en las cosas esto cambia con facilidad, de manera que olvidamos nuestras raíces y nos adaptamos a una naturaleza aparente.

A la naturaleza esencial del agua le gusta la claridad, pero la arena la contamina. A la naturaleza esencial de la humanidad le gusta la paz, pero los deseos habituales la perjudican. Sólo los sabios pueden dejar las cosas y regresar al ser.

Por ello, los sabios no utilizan el conocimiento para explotar las cosas y no dejan que sus deseos perturben su armonía. Cuando son felices no están exultantes de gozo, y cuando padecen dolor no están desesperados. De este modo, no se encuentran en peligro ni siquiera en las altas cumbres; están seguros y estables.

Así pues, planear inmediatamente la escucha de buenas palabras es algo que incluso los ignorantes saben suficientemente como para admirarlo; la acción noble de acuerdo con las virtudes de los sabios es algo que incluso las personas más modestas conocen suficientemente como para estimarla.

Pero mientras quienes admiran son los muchos, quienes lo aplican son los pocos; y mientras quienes los que estiman estas cosas son numerosos, quienes las ponen en práctica son escasos. La razón es que los muchos se aferran a las cosas y están atados a lo mundano.

Por ello, se dice: «Cuando no planifico nada, la gente evoluciona por sí misma. Cuando no me esfuerzo por nada, la gente prospera por sí misma. Cuando disfruto de la tranquilidad, la gente se corrige a sí misma. Cuando no tengo deseos, la gente es naturalmente llana». La serenidad limpia es la consumación de la virtud. La complacencia flexible es la función del Camino. La calma vacía es el antepasado de todos los seres. Cuando las tres se ponen en práctica, se entra en lo que carece de forma.

Lo que carece de forma es un término para describir la unidad; unidad significa ausencia de mente fundiéndose con el mundo.

La práctica de la virtud no es altiva; su uso no es forzado. No se la ve cuando se la mira, no se la oye cuando se la escucha. Carece de forma, pero de ella han nacido las formas. Carece de sonidos, pero en él se producen todos los sonidos. Carece de aroma, pero en él se forman todos los aromas. Carece de color, pero todos los colores están hechos de él.

Así, el ser ha nacido del no ser, la realización ha nacido del vacío. Sólo existen cinco notas musicales, pero las variaciones de esas cinco notas son tantas que están más allá de nuestro poder de escucharlas. Sólo existen cinco aromas, pero sus variantes son tantas que están más allá de nuestro poder de gustarlas. Sólo existen cinco colores, pero sus variantes son tantos que están más allá de nuestro poder de verlos.