Wonderland - Sol Carry - E-Book

Wonderland E-Book

Sol Carry

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Beschreibung

En un mundo donde la oscuridad y la luz luchan constantemente, la pequeña Solange Ríos, descubre algo asombroso sobre su pasado. Cuando es recibida en la escuela de magia Wonderland, su vida cambia para siempre. Un mundo lleno de magia, amor y esperanza, Wonderland se convierte en un refugio para Solange, donde encontrará amistad pero también enemigos por donde mire. No todo es como parece, un gran mal se avecina y debe estar preparada para enfrentarlo. El destino de Wonderland depende de sus decisiones, Solange debe actuar. Una verdad se oculta bajo sus propias narices, revelarla podría arruinarlo todo. Una guerra sin fin y un cruel destino, el mundo de Wonderland está en manos de una joven.

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Sol Carry

Wonderland

El despertar

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Libro digital, EPUB

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ISBN XXXXXXXXXXXXXXX

ANTEULTIMA LINEA ISBNULTIMA LINEA ISBN

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice de contenido

Capítulo 1 - El despertar

Capítulo 2 - De vuelta a la normalidad

Capítulo 3 - Tierra, bienvenida a Wonderland

Capítulo 4 - Los Elementales

Capítulo 5 - El doppelganger maldito

A la pequeña Sol, que soñaba con un mundo mejor

Capítulo 1

El despertar

En el principio de los tiempos no existían más que la luz y la oscuridad. El universo contemplaba la lucha entre estas dos: se enfrentaban una a otra por toda la eternidad.

La oscuridad amenazaba con acabar con toda minúscula partícula de luz que existiera, pero la luz no se dejaría vencer.

El universo necesitaba un equilibrio, necesitaba de alguien que protegiera a la luz de la oscuridad y de sus horrores. Alguien valiente, alguien que no tuviera miedo de enfrentar lo peor si así lo requería el destino. Entonces ocurrió: “El que todo lo ve”, alguien de quien muchos no sabían de su existencia, decidió crear al ser más noble y puro que podían haber imaginado. A su imagen, al igual que los humanos, creó una mujer de cabello castaño, ojos profundos y marrones, de estatura promedio, delgada, rostro firme y redondo.

A raíz de esto creó un mundo ideal para ella: “Wonderland”, con criaturas mágicas que parecían sacadas de cuentos de hadas, ciudadanos, caballeros y protectores que la ayudarían en su camino. Aquí, ella reinaría para siempre, cuidando de los mortales y protegiéndolos de todo mal que quisiera atacar este reino; proclamándola “la gran hechicera”, Solemnis, reina de Wonderland.

Pero no todo sería color de rosa: la oscuridad seguiría acechando para poder acabar con todo lo puro y hermoso, inclusive con ella misma.

Se creía que en Wonderland todos reencarnaban de nuevo a sus cuerpos originales. Pero existía un misterio tras esto: muy pocos recordarían su verdadera vida pasada.

Siglos y siglos de reencarnación llevaron a una última, debido a un pedido especial de la reina: quería estar más cerca de los humanos, vivir entre ellos, ser parte de la comunidad.

Para muchos ella parecía perfecta pero muy en el fondo tenía sus propios conflictos: tenía demasiada presión por parte de Wonderland. Así que decidió que, como última voluntad, reencarnaría en una vida distinta, siendo ella, pero humana.

Y así comienza esta historia.

Tenía ocho años cuando todo comenzó. Era todo tan confuso. Estaba iniciando mi vida en una ciudad nueva de Buenos Aires. Amigos nuevos, escuela nueva.

Iba a la escuela todas las tardes. Mis compañeros no eran buenos conmigo. Llegaba a casa llorando, rogaba volver a mi antigua ciudad, odiaba ir a la escuela.

Se burlaban de mí por ser diferente, por mis gustos, y porque era demasiado nerd. Parecía que siempre iba a ser la rarita del colegio.

Mis padres, Vivian y Gustav, eran las personas más maravillosas que podía tener. Me apoyaban en todo momento y sabían perfectamente por lo que pasaba. Tenía tres hermanos: Marifer, Junior y Gonza, digamos que me llevaba dentro de todo bien con estos tres demonios (los amaba muy en el fondo), pero ni ellos podían disipar el dolor.

—¡Oye, idiota! –un compañero mío me lanzó un papel a mi cabeza.

—¡Basta, deja de molestarme! –grité, molesta.

El niño se acercó y comenzó a tironearme de mi cabello. Le pedía que parara, pero él insistía, todos se reían.

Mis compañeros se reían de mí constantemente.

—¡Oh! ¿vas a llorar? ¡Miren, la nueva quiere llorar! –reía.

Aguantaba mis lágrimas, odiaba que me vieran llorar, sólo era motivo de más burlas.

Llegué a mi casa llorando. Corrí rápidamente a mi habitación. Mi madre intento detenerme para hablar, pero hice caso omiso.

Era curioso, siempre que ocurrían cosas como estas, algo extraño pasaba, cuando me recostaba en mi cama llorando, el ambiente comenzaba a ponerse aún más raro. Ese día me recosté, abrazaba mi almohada mientras lloraba. Pude notar un parpadeo en el foco de mi velador, observé detenidamente, cuando paraba de llorar, el parpadeo se detenía.

Si les soy sincera, eventos extraños habían estado ocurriendo últimamente. Me sentía distinta, tenía un presentimiento como si algo fuera a ocurrir, pero, seguro era solo mi imaginación.

Otra vez en el colegio, el mismo chico tonto volvió a molestarme, tirándome del pelo. Esta vez puso algo de pegamento en mi asiento. Estaba harta. Mi madre me había dicho que los ignorara, pero a veces el enojo era tan grande, que no podía evitar enfurecerme o llorar como de costumbre. Sí, que les puedo decir, soy una llorona.

Pero esta vez algo cambió.

—Profesora, Bruno puso pegamento en mi asiento –dije sollozando.

—¡Mentira, maestra, lo está inventando! –exclamó Bruno.

La profesora lo mandó a detención inmediatamente. Supe entonces que quizás ese había sido mi error: Bruno se vengaría, maldito niño.

Y así fue, Bruno luego de las clases, se me acercó con un par de niños más, justo caminaba por un pasillo vacío, yo temerosa no supe que hacer.

—¡Oye, niña tonta! –gritó Bruno al otro lado del pasillo Entonces, me tomaron de los brazos, me sujetaron tan fuerte que no pude escaparme, grité, pero nadie me escuchó, comenzó a sacar pegamento y esparcirlo por todo mi cabello, tirando encima un montón de purpurina, ensuciándome toda, mientras se reían, intente quitármelos de encima, pero nada funcionó. Entonces, otra vez ocurrió: las luces parpadeantes del pasillo comenzaron a iluminarse cada vez más. Yo sentía una ira increíble. Ellos, asustados, vieron hacia el techo. Grité una vez más. Los focos se rompieron, haciendo que los niños y Bruno salieran corriendo asustados.

—¡Bruja! –gritaba Bruno aterrado. Yo solo rompí en llanto sin entender qué pasaba. Desde entonces al menos Bruno no volvió a molestarme más. Había otros niños que me molestaban por igual, pero al menos el niño más insoportable del curso no volvió a dirigirme la palabra desde ese día. Pero no era lo único extraño que pasaría.

Un día volviendo de la escuela, me encontré una carta fuera de la puerta de mi casa. La tomé, entré, y me senté en el sillón a leerla.

—¿Qué tienes ahí, corazón? –preguntó mamá, algo intrigada.

—Una carta que llegó, estaba en la puerta –contesté

—Mira, tiene un sello en la parte de atrás.

Revisé y tenía uno de esos sellos hechos con cera de color rojo con una “W´´ en mayúscula marcada. Me preguntaba quién la había mandado, sinceramente… hoy en día ¿Quién escribe cartas? La abrí y leí con detenimiento. Abrí los ojos cual lechuza, sorprendida de lo que acababa de leer.

“Bienvenida a la Academia de magia y hechicería Wonderland. Ha sido elegida para estudiar en nuestras instalaciones, esperamos con ansias su llegada.

Atentamente: Faustus Sorni”

Me quedé perpleja mirando la carta, esperando que hubiese sido algún tipo de broma o algo así; se los mostré a mi madre y entró a reír.

—¡Ay, por favor! ¿Escuela de magia? Seguro fue alguno de tus compañeros, intentando molestarte. ¿Y quién es ese tal Fausto, Faustus o como se llame? Tira eso, no tiene sentido que lo tengas si es obvio que es falso, escuela de magia, por favor… –dijo mamá, refunfuñando.

No supe qué responder, me quedé en blanco. ¿Por qué recibiría algo así? ¿Y por qué alguien sería tan tonto de tomarse el tiempo de escribir semejante idiotez en una carta?. Enojada tire la carta a la basura.

Días después no me llegó más nada al correo. Supuse que había sido alguna broma de uno de mis compañeros para molestarme. Ellos sabían que yo creía en estas cosas y si era así el caso, era bastante molesto. Pero, en fin, no le presté más atención al asunto y volviendo a casa otra vez, me recibió mi madre con una cara de preocupación y confusión tremenda. Le pregunté qué le sucedía.

—¿Qué pasa, má? –pregunté preocupada.

—Ven a verlo por ti misma –dijo aún más confundida.

Entré a la sala de estar. Dos hombres se encontraban parados frente a mí: uno era alto, llevaba un traje negro y era calvo, parecía de unos cuarenta años más o menos. El otro tenía una túnica extraña, roja y negra. Lucía un poco más viejo que el otro hombre aproximadamente cuarenta/cincuenta años ¿quizás?, y tenía una barba larga y blanca. Me dijeron que me sentara que tenían que hablar conmigo, extrañada, me senté y los escuché, era bastante rara la situación, ¿Qué hacía una niña de ocho años hablando con unos viejos desconocidos?

—¿Solange… cierto? –preguntó el hombre de traje.

—Sí, soy yo –respondí confundida.

—Soy Faustus Sorni, el director de Wonderland y él es Tairus mi ayudante, asumimos que has recibido nuestra carta. No hemos recibido respuesta alguna de tu parte.

Me intrigaba de qué carta hablaba. Recordé inmediatamente el nombre de la persona y la carta que había recibido hace unos días.

—Emm, ¿la carta de la escuela de Wonderland? –pregunté.

—Sí, así es, esa misma, estamos buscando a los próximos alumnos para la escuela de magia, y tú fuiste elegida –contestó.

Me reí y dije:

—Es imposible, la magia no existe –lo negaba en mi cabeza porque no podía creer lo que me estaba pasando –Es mentira. ¿Verdad?

Ambos se miraron y se rieron al mismo tiempo, me miraban con ternura, como si me reconocieran de algún lado.

—Solange: todo lo que sabes y lo que crees es real y estamos acá para demostrarte que es así –respondió Faustus.

Mamá me miraba asombrada: ni siquiera ella podía entender lo que pasaba.

—Bueno, si es cierto, entonces demuéstrenlo –dije, curiosa.

El anciano de túnica negra y roja se levantó y comenzó a mover las manos, como si de un juego de mímica se tratase. De la nada un espiral comenzó a aparecer en el aire, transformándose en una especie de portal mágico o algo así. Mi madre, que estaba del otro lado de la habitación, pegó un grito horrorizada, de lo impactada y asustada que estaba por lo que estaba viendo.

Yo sin embargo me quedé petrificada, no supe cómo reaccionar…¿Era real lo que estaba viendo o acaso era mi imaginación o me estaba volviendo loca y nada de eso estaba pasando en realidad?

—¿Suficientes pruebas? –dijo Faustus orgulloso.

—S... Si…. ¿Cómo esto es posible? –pregunté, aún más sorprendida.

—Solange, en Wonderland todo es posible. Te necesitamos allí, por favor acompáñanos.

—Pero ¿y la escuela?, ¿y mis amigos?, ¿y mis padres y hermanos? –dije pensando en todo lo que perdería.

—¡Sí! ¿Qué ocurre con nosotros? ¡No me la pueden arrebatar así nomás! –exclamó mi madre alterada.

—Tranquilas, que no es el fin del mundo. Se podrán seguir viendo. Ella estudiará en una escuela diferente cada cierto día y luego podrá continuar con su vida normal como siempre –habló, por fin, el hombre más anciano.

—No sé si estoy lista para algo así… ¿Y por qué yo?, ¿Qué tengo de especial? Seguro hay mejores candidatos que yo en este mundo para este papel –suspiré entre asustada, intrigada y sorprendida.

—Sol, tranquila. Créeme que te prepararemos para tu misión, todo va a estar bien –contestaron.

—Ah, ¿tengo una misión? –pregunté.

—Eh... si digamos que sí, pero ya hablaremos de eso más adelante. Mientras tanto te sugiero que prepares tus cosas que nos vamos esta noche –sentenció Faustus.

—¡¿Esta noche?! –dije alarmada.

—¡¿Esta noche?! –repitió mi madre.

Faustus, ya exhausto de la situación, explicó que era necesario que empezara mi entrenamiento desde ahora porque era mejor así, que no me preocupara por las demás cosas, que se iban a ir acomodando con el tiempo.

Pasó el día y mi familia ya enterada de lo sucedido, me despidió esa misma noche con lágrimas en los ojos y un abrazo grande. ¡Sí, son muy dramáticos!

Tomé la decisión de ir a la academia. Esta era mi oportunidad para cambiar las cosas de mi vida entera. Me llevaron por el mismo portal que había visto minutos antes. Tenía miedo. Con sinceridad, no sabía lo que me esperaba, a quiénes me encontraría y qué desafíos tendría que enfrentar ¡Maldita sea, sólo tenía ocho años! Era demasiada información para mi pequeña cabeza. “En fin, tengo que dejar de ser cobarde y enfrentar estas cosas”, me decía a mí misma. Entré por ese portal, y… ¡wow! en serio que no tenía idea de lo que ocurriría a continuación.

Wonderland parecía un lugar sacado de un cuento. Cuando pasé el portal pude observar un hermoso paisaje lleno de árboles, un césped verde y fresco lleno de flores alrededor. Más adelante pude notar una grieta enorme en el suelo. Me asomé asombrada y me sorprendió ver que había lava dentro de la misma.

—¿Qué es esto? –pregunté.

—Es una grieta que ha existido durante años. Se formó luego de que Emir dividiera Wonderland. –contestó Faustus

—¿Quién es Emir?

—Ya te explicaremos más adelante.

Pasamos por encima de la grieta saltando; en realidad, ellos me elevaron para hacerme pasar.

A lo lejos podías divisar un castillo enorme, dos en realidad. Uno tenía un escudo en el centro, color rojo, con dos Fénix; uno blanco y uno negro alrededor de una W gigante de plata. El otro era un castillo un poco más chico que el anterior. Tenía unos banderines largos de doble punta color azul turquesa, y por encima de la puerta del castillo podías ver su escudo. Éste, en vez de Fénix, tenía dragones alados, con una M mayúscula en el medio.

—¿Acaso no había sólo una academia de magia? –pregunté.

—En realidad hay dos: Mystic es la segunda academia de magia. Son muchos alumnos así que tuvimos que dividirlos en distintas escuelas. Cada escuela tiene su propio lema y sus diferencias entre sí. Por ejemplo, ellos usan uniformes, ustedes no –contestó Faustus.

—¡Qué lástima, me hubiese gustado usar uniforme! –pensé hacia mis adentros.

—¿Y qué lema tenemos nosotros? –pregunté.

—“Semper ante, fortes pugnamus”

—¿Y significa…?

—“Siempre al frente, valientes luchamos” –me sonrió.

Llegando a la escuela las puertas se abrieron. Era hermoso por dentro. Se podía observar un pasillo largo, enorme e iluminado por unas antorchas, con ventanas grandes. Podías ver todo el paisaje desde ahí. Al final del pasillo había una puerta que dirigía a lo que sería como una especie de patio interior, bastante grande. A decir verdad, tenían gradas a los costados donde la gente se podía sentar; parecía el lugar donde los alumnos descansan entre recreos. Había muchos alumnos sentados en las gradas, para la presentación del inicio de clases. Tairus me acompañó en un rincón, mientras Faustus daba la presentación formal.

—Bienvenidos alumnos de Wonderland, le damos otro nuevo comienzo a nuevas experiencias en esta maravillosa academia, aquí aprenderán muchos trucos y habilidades que los convertirán en hechiceros extraordinarios –relataba Faustus emocionado.

Faustus parecía de los que sabían hablar muy bien en público, habilidad que por cierto yo no tenía.

—Sean más que bienvenidos a explorar el mundo de Wonderland. Esperamos que tengan una jornada maravillosa y un año exitoso –cerró Faustus con una enorme sonrisa.

Todos aplaudieron.

Luego de la presentación me llevaron a un pasillo donde había muchas puertas. Dentro de ellas estaban las habitaciones compartidas donde dormiría.

—Bueno, hasta aquí llegamos nosotros: esta es tu habitación, la N° 111. Aquí dormirás en los días que te quedes en la Academia. Normalmente los alumnos se quedan el resto del año en la institución pero hicimos una excepción por ti. Llegarás temprano para luego poder irte en la tarde a tus clases normales en la Tierra. La mayoría de los alumnos tienen distintos horarios, este es el tuyo. –dijo Faustus y me entregó un papel con varias materias y actividades para el siguiente día. Entre ellas vuelo en Skagic

—¿Vuelo en Skagic?, ¿Qué es eso? ¿Un tipo de ritual raro? –pregunté riéndome.

Faustus se limitó a mirarme de forma seria y dijo:

—No. Son patinetas mágicas, tómate enserio estas cosas por favor, Solange. Mañana la primera clase la tienes a las ocho de la mañana. No llegues tarde.

Tairus simplemente me sonrió de forma tierna y ambos se retiraron.

Ok, estaba sola en esta habitación, sin compañeros todavía, y ni siquiera sabía si me iba a ir bien en mi primer día de clase al siguiente día. Ya extrañaba mi casa y a mis padres, pero no era el momento de ponerme sentimental y pensar en esas cosas. Observé la habitación. Era algo pequeña pero acogedora: había una cama litera en un rincón, y un armario grande de madera, donde mi compañero y yo podríamos guardar nuestra ropa. Parecía que en este lugar se compartía todo. Un tocador en frente de las camas, bastante simple. Decidí irme a dormir porque estaba muy cansada, –Espero que mañana sea un día mejor –pensé.

Desperté en mi cama, con algo de sueño todavía, esperen… ¿Por qué no sonó la alarma? Miré la hora y eran ocho y treinta pasadas… ¡La maldita alarma no había sonado! Me vestí lo más rápido que pude y salí corriendo hacia el patio. Llegué y estaba Faustus con una cara de decepción terrible… ¡Genial, mi primer día y ya lo había arruinado!

—¡Te dije que estuvieras aquí a las ocho en punto! –reclamó Faustus, molesto.

—Perdón, señor. Mi alarma no sonó, me quedé dormida –dije, esperando que el director entendiera mi situación.

—No importa, ya perdimos mucho tiempo esperándote, únete a un grupo y quédate callada –respondió malhumorado.

Había muchos chicos de mi edad mirándome algo confundidos. Era otra niña nueva en una escuela que no conocía. Unas niñas que estaban en un rincón me animaron a que me uniera a su grupo para practicar con ellas.

—Me llamo Celeste y ella es Sabrina, quédate con nosotras, te ayudaremos –dijeron.

Celeste era una hermosa niña de ojos azules, pelo largo y negro y de tez blanca. Sabrina tenía el pelo enrulado color oscuro, ojos marrones y algo pequeña–Bueno, por lo menos alguien me quiso unir a un maldito grupo. –pensé hacia mis adentros

Se presentó delante de nosotras, la profesora que nos iba a dar la clase, la señorita Cassidy Smith. La clase comenzó y nos dieron a cada uno nuestras Skagic. Estaba nerviosa.

—Bienvenidos a Wonderland, alumnos. En esta clase los formaremos para uno de los mejores deportes de todo Wonderland ¿y es que hay otro? –rió– Lo que tienen a sus costados son Skagics, son patinetas místicas que se usan como traslado y como ya he mencionado, deporte. Les servirá de mucha ayuda cuando necesiten trasladarse en lugares muy altos ya que estas pueden elevarse por los aires y en competencias olímpicas de Wonderland, lo primero que harán es subirse a sus Skagics, y decir “ascendit” –expresó Cassidy.

Todos dijeron la palabra y sus Skagics se elevaron, menos la mía. Intenté varias veces sin éxito.

—Tranquila Solange, no siempre va a funcionar a la primera, dale tiempo –dijo la profesora

Intenté una última vez y la Skagic se elevó pero comenzó a moverse para todos lados, y no la pude controlar. Comenzó a llevarme por toda la habitación, hacia arriba y hacia abajo, tan rápido que choqué contra una pared y caí al piso. Cassidy vino corriendo hacia mí, preocupada.

—¿Estás bien?, te avisé que le dieras tiempo, no estás lista para subirte a una. Ve a la enfermería para que te revisen.

Mis compañeros se entraron a reír, incluyendo Celeste y Sabrina.

—La novata no puede subirse a una simple patineta, inútil tenía que ser –balbuceó, mientras ella y Sabrina se reían.

Me sentí súper avergonzada. Cassidy me llevó a la enfermería, me revisaron y estaba todo bien, por suerte, pero no dejaba de pensar en ese vergonzoso momento. En fin, tenía una clase de pociones después de esto, así que me apresuré para esta vez no perder la siguiente clase.

—Soy el profesor Gilborn, en esta clase vamos a ver todo tipo de pócimas. Que las usarán, espero, con buenas intenciones, así que mejor comencemos.

Para mi mala suerte el día no pudo ir peor. Teníamos que crear una poción para transformar a alguien en un animal. Cuando iba a mostrarle al profesor como lo había logrado y comprobar si la poción funcionaba, Celeste me puso la traba y tropecé. La poción salió volando y cayó encima del profesor, ¡Sí, así es, lo convertí en sapo!

Todos se rieron de mí nuevamente y, por supuesto, del profesor Gilborn que me miraba desorientado en un costado, hecho un sapo.

Entró Tairus por la puerta, sorprendido por lo que veía y se acercó a ayudar al profesor a recuperar su forma humana.

—¡Solange, a la oficina del director! –ordenó Tairus algo molesto y a la vez preocupado por mí.

¡Genial, otra vez en problemas!, seguramente me echen por haber convertido en sapo al maldito profesor y ya ni siquiera pueda pisar Wonderland otra vez…o quizás estoy siendo melodramática y simplemente no es nada, ¿cierto?

Ya en la oficina del director:

—Solange, tus torpezas te están atrasando demasiado, deberías de ponerte al corriente con tus compañeros.

—Pero director, no fui....

—Sin peros, desde ahora leerás libros y estudiarás más, y así nos evitaremos estos inconvenientes.

Tairus me miraba triste, quizás porque esperaba que mi comienzo de clases fuera quizás un poco más entretenido que estar hablando con el director de cómo convertí a alguien en un animal por accidente.

Sonó el timbre y tuve que ir al recreo.

Me senté sola en un rincón. Tenía tantas ganas de estar en mi casa comiendo pizza en lugar de estar aquí humillándome una vez más en un lugar que encima era ajeno a mí.

—Hola –saludó una niña rubia de flequillo que estaba en frente de mí.

Estaba tan sumergida en mis pensamientos que ni la había notado.

—Ah, hola, perdón no te había visto –le contesté.

—Bueno, no muchos me notan así que es igual. Me llamo Brenda, ¿y tú? –sus ojos verdes y brillantes me miraban con entusiasmo

—Soy Solange, ¿no vienes a burlarte como las demás, verdad?

—¿Qué? Ah, te refieres a las insufribles de Celeste y Sabrina. Ya te acostumbrarás a ellas, se creen las reinas del lugar.

Me reí con ella.

—Tal parece que no soy la única que las ve así y dime ¿por qué no te he visto antes? –le pregunté.

—Bueno, pues...soy bastante tímida, y no me gusta mucho la gente, así que siempre estoy un rincón, sola…supongo –contestó tímidamente.

—Bueno ahora no tienes que estar sola, puedes estar conmigo –dije alegremente y Brenda me sonrió.

—Es bueno saberlo. Ven, te presento a los demás –me tomó de la mano y recorrimos el lugar.

Brenda me llevó con un grupo de chicos, específicamente dos. Había una niña de pelo rizado y rojizo con pecas en la cara y ojos celestes, pálida como la nieve. Acompañada de ella estaba un chico rubio, alto, de melena medianamente corta y pelo lacio. Tenía unos lindos ojos marrones.

—Ellos son Merlina y Javier –dijo Brenda señalando a los chicos

—Prefiero que me llamen Vero, es mi segundo nombre, un placer…emm... –expresó Vero dándome la mano.

—Solange, me llamo Solange.

—Un placer Solange –dijo Mer...digo Vero entusiasmada.

—Bueno a mí ya me han presentado, un gusto Sol, espero Wonderland te haya recibido mejor de lo que esperabas –dijo Javi dándome la mano.

—Bueno en realidad no tanto, choqué mi Skagic y convertí a un profesor en sapo –dije, algo decepcionada de mí misma.

Los chicos me miraron sorprendidos.

—Bueno, ese sí que es un record –contestó Vero.

—Sí, no a todos nos va bien la primera vez, no te preocupes. Es solo un mal día, te irá mejor mañana seguro –agregó Javi animándome

Brenda se limitó a sonreírme con ternura y agregó:

—Quédate con nosotros, te ayudaremos.

—Tengo que leer un montón de cosas y es bastante pesado, ¿creen que pueden ayudarme en eso? –pregunté.

—Claro, Javi está a cargo de la biblioteca, él te podrá ayudar con lo que necesites –contestó Brenda.

—¿En serio? ¡Eso sería genial!, pero… ¿no eres muy chico para estar a cargo de una biblioteca?

—Bueno…aquí en Wonderland te ponen a hacer muchas actividades para que estés ocupado. Normalmente este es el trabajo de los más grandes, pero bueno no había nadie, así que me ofrecí y aquí estoy, puedes pasarte en un rato, ¿qué libros necesitas?

—El de los comienzos de Wonderland o algo así, ah y un libro para pócimas, así evito seguir convirtiendo gente –contesté socarronamente.

Brenda y Vero se rieron.

—Ah, sí, es importante que sepas sobre la historia de este lugar y sobre la reina Solemnis –continuó Javier.

—¿Quién? –pregunté, curiosa.

—La reina Solemnis es quien ha reinado este mundo durante siglos, se ha creado este lugar para que ella lo cuidara, ella se encarga de proteger a la Tierra también –dijo Brenda

—¿Y dónde se supone que está esa tal reina Solemnis? –continué preguntando.

—Nadie lo sabe con exactitud. Lo único que se sabe es que reencarna en sí misma una y otra vez para volver a la Tierra una vez más y protegerla –contestó Vero.

—¿En sí misma? ¡Wow!, ¿y protegerla de qué o de quién?

—De Akasha…. –susurró Vero.

Todos los alumnos que estaban cerca nuestro nos miraron.

—Shh, cállate, ¡no se debe hablar de ella! –dijo Brenda alarmada

—¿Por qué?, ¿Quién es? –pregunté.

—Akasha es un ser horrible que…bueno, le dicen la devoradora de mundos –dijo Javier susurrando más bajo.

—¡¿La qué?! –pregunté asustada.

—¡Shhh! –me callaron los tres.

—¿Por qué tanto alboroto por nombrarla? –pregunté

—Porque se nos tiene prohibido hablar de ella, bueno, técnicamente –sentenció Vero algo confundida– Es que da miedo.

—No seas tonta, tampoco es para tanto. Supuestamente es sólo una leyenda pero no se nos permite hablar de eso debido al pasado de Wonderland. Ya ha pasado antes que ha destruído todo a su paso, según dicen por ahí…. –reafirmó Brenda.

—No es solo una leyenda, es real, y está en los libros –dijo Javier, seguro.

—¿Es real o no? –pregunté, ya molesta.

—Bueno quizás sí…pero no temas. Sólo ocurre cada un par de años y siempre viene la reina Solemnis a salvarnos –expresó Brenda segura de lo que había dicho.

—Pero no está –contesté, decepcionada.

—Bueno.... realmente no lo sabemos. Dicen que está escondida por ahí, sabe de qué o de quién. Que fue reencarnada una última vez y que en algún momento aparecerá y nos salvará a todos… o al menos eso espero –dijo Brenda, algo ilusionada.

Sonó la campana y nos retiramos a nuestras aulas.

—Vamos, tenemos clase de astronomía juntos –dijo Brenda

—Eh… Sí, ahora los alcanzo… –respondí.

Los chicos se fueron y yo me quedé sola en un rincón pensando en todo lo que me habían dicho, ¿era peligroso?, ¿qué hacía ahí entonces?, ¿cuál era mi misión?, ¿podría lograrlo? Estaba más asustada, y no entendía nada, excepto una cosa, ¿porque todo esto me resultaba familiar?

Decidí no darle mucha importancia al asunto y me fui directo a mi clase.

Estando en el aula me senté al lado de Brenda. Era bueno saber que tenía gente que me apoyaba, hasta que…

—¿Qué tal tu primer día, novata? ¿Necesitas ayuda, o seguirás convirtiendo más gente en sapo? –dijo Celeste algo burlona.

Mis compañeros se rieron pero decidí no prestarles atención. La clase comenzó y era lo único que me importaba.

Durante toda la maldita clase Celeste no paraba de hostigarme con insultos y burlas hacia mí.

—¿Profesor, podría decirle que pare? –cuestioné ya exhausta

—¿La niñita no se puede defender sola? –afirmó Celeste

—Ya cállate –dije mirándola fríamente.

—Seguro extraña a los papis, ¿viven aquí?, Ah, no, cierto son unos mugrosos mortales.

Y simplemente exploté. ¡Con mis padres… NO!

Salí de mi silla para pegarle un cachetazo a Celeste. Se quedó muda, y todo el curso me quedó mirando.

—Solange, ¡De inmediato a la oficina del director, ahora mismo! –ordenó el profesor.

—¡Pero usted no hizo nada! ¡Es ella quien debería ir, no yo!

—No me importa quién haya empezado. Lo que hiciste no estuvo correcto y así son las cosas aquí –dijo el profesor, molesto.

Salí corriendo del aula. Lloraba. Brenda intentó detenerme pero no la escuché. No fui a la oficina del director: salí directo fuera del castillo y corrí rápido hacia el bosque. Había una voz interna que me decía que me adentrara en él, pero… ¿Por qué?, ¿De dónde venía esa voz? y… ¿Qué había en el bosque?

Sin darme cuenta estaba en un lugar oscuro con árboles altos. Sí, había llegado… ¿Cómo…? ¡Ni siquiera conocía este lugar! Seguí caminando hasta llegar a un sitio con arbustos pequeños, ya pasando el bosque. Éste estaba más iluminado y era menos tenebroso que el anterior. A lo lejos se veía lo que parecía ser…. ¿un pozo? Me acerqué detenidamente. Era un pozo pequeño, un aljibe, de donde cargas agua. Me asomé por él y pude ver mi reflejo ¿por qué estaba este pozo aquí, en medio de la nada?

Me senté cerca del pozo, y me quedé llorando allí. Extrañaba mi hogar, mi familia, y sí, misteriosamente mi escuela. Sólo quería mi vida de vuelta, sin magia ni nada. Nunca imaginé decirlo pero prefería mi mundo aburrido antes que esto. Si así iba ser mi vida en Wonderland entonces no quería nada.

De repente oí una voz. No, esta vez no provenía de mi cabeza ¡venía del pozo!

—Soy el pozo de Solemnis, haz una pregunta y responderé a tus plegarias.

Me levanté tan rápido como pude y observé un rostro en el pozo, era como una careta blanca.

—¿Qué tipo de pregunta exactamente? –pregunté con voz temblorosa.

—Preguntas sobre tu futuro y quién eres –dijo el rostro del pozo.

Mmm… ¿Qué pregunta podría hacer? ¿Seré millonaria?, ¿Cuánto tiempo viviré? ¿Me casaré algún día?

Debía hacer una pregunta seria. Quizás ésta era mi única oportunidad de preguntar. De repente, como un soplido a mi oído, vino una pregunta que me estuve haciendo todo el bendito día: ¿Cuál es mi misión?

—Pozo de Solemnis, tengo una pregunta y quiero que sea respondida con sinceridad. Esto va a marcar mi destino aquí: ¿Cuál es mi misión en Wonderland?

El pozo se quedó callado unos minutos y respondió:

—Tu misión es reinar Wonderland, lo has hecho durante siglos y ahora te toca nuevamente.

Me quedé impactada por la respuesta y pregunté:

—Pe...pero, eso solo lo hace la reina Solemnis, ella protege y reina Wonderland, yo no, es imposible.

—Exactamente, tú eres la reina Solemnis, tú debes reinar. Esta es tu misión. Eres la gran hechicera, reina de todo el universo, creada por “El que todo lo ve”.

Quedé boquiabierta. No lo podía creer. Debía ser una mentira. Era imposible ¿yo, reina? No, no, no, estaba mal, ¿O era verdad?

El rostro del pozo desapareció y yo salí corriendo de vuelta hacia la academia. No tengo idea de cómo hice, pero encontré el camino de vuelta.

Llegando, entré a la academia, corrí por los pasillos y me metí al patio. Estaba toda la escuela ahí, y estaban Faustus y Tairus. Me miraron firmemente. Tairus preocupado por mi desaparición repentina; Faustus, molesto.

Estaban Brenda, Vero y Javier observándome, algo preocupados también.

Estaba impactada, algo asustada, había llegado agitada y todos me estaban mirando como si fuera un bicho raro, y simplemente, como me salió del alma lo dije:

—¡Soy la reina Solemnis! – exaltada y sin miedo a nada.

Todos se entraron a reír. Brenda y los chicos me miraron raro, como si no entendieran lo que pasara. Celeste y Sabrina se limitaron a reírse a carcajadas pero algo en la mirada de Celeste me hizo creer que en el fondo ella me creía y esa idea no le gustaba.

Faustus y Tairus abrieron los ojos como búhos, Faustus vino hacia mí, me tomó del brazo y me dijo que me mantuviera callada.

—Silencio todos. A ver, Solange, eso es ridículo, ¿una niña de ocho años reina de Wonderland? Creo que estuviste leyendo más de lo que te pedí. –dijo Faustus con voz firme.

—¡Pero es cierto! ¡Me lo dijo el pozo de Solemnis!

Toda la habitación se quedó en silencio.

—¿El pozo de Solemnis? –preguntó Tairus intrigado.

—Sí, lo encontré pasando el bosque cerca de unos arbustos en medio de la nada –respondí.

—¿Qué hacías en el maldito bosque?, ¿No sabes lo peligroso que es ese lugar? –continuó Faustus, aún más molesto.

—No lo sé. Una voz interna me dijo que fuera allí, y... simplemente la seguí –respondí algo desanimada.

Faustus y Tairus se miraron preocupados.

—Vayan a sus habitaciones, el show terminó –ordenó Faustus a los estudiantes.

Todos se fueron excepto Brenda. Me miraba como preocupada de lo que me pudiera pasar después de haber hecho esa confesión.

—Señorita Francis –era el apellido de Brenda al parecer– ¿Qué no escuchó? Retírese a su habitación –ordenó Faustus, con voz firme.

Brenda se retiró y me dejó sola con ellos.

Faustus me llevó del brazo hacia la oficina del director y Tairus lo acompañó detrás.

Ya en su oficina:

—Es impresionante, el show que has armado hoy en el patio y durante todo el día, causaste suficientes problemas, para darme motivos de sacarte de Wonderland –dijo Faustus frunciendo el ceño.

Yo lo miré. No estaba sorprendida por la respuesta, pero sí algo triste. Después de lo que me había enterado, no quería dejar Wonderland.

—Faustus, creo que estás tomando medidas muy drásticas. No todos los alumnos son perfectos el primer día, puede pasar, y tengo entendido que la mayoría de los incidentes de hoy ocurridos fueron causados por la alumna Celeste –explicó Tairus, tratándome de sacar de este desastre

Él me caía bien, era dulce y parecía entenderme bastante.

Faustus lo miró serio y frunciendo el ceño, dijo:

—Independientemente de quien haya empezado esto, no puede salir diciendo semejante barbaridad, que es la reina Solemnis.

—Es cierto. Me lo dijo el pozo, todavía no entiendo cómo es que llegué allí pero ahí estaba. Si quieren les puedo enseñar.

Faustus me miró algo inseguro, pero aceptó.

—Bien, si es cierto lo que dices, llévanos ahí entonces –indicó Faustus con una leve sonrisa.

Camino al bosque, llegamos al lugar donde estaba el pozo, y sí, hablando en pasado… ¡estaba!

—¿Qué? ¡No puede ser! Aquí estaba, yo lo vi.

—Sí, claro, Solange... y yo soy un unicornio... No me hagas perder el tiempo. Es obvio que mientes para salirte con la tuya –dijo Faustus, irritado.

—No, no, estaba aquí, lo juro, yo lo vi –respondí buscando entre los arbustos.

—Espera, Faustus... ¿Te olvidas de la leyenda del Pozo?–afirmó Tairus, tratando de convencer a Faustus.

—¿Qué leyenda? –pregunté, confundida.

Faustus no parecía visiblemente confundido. Creo que él sabía a lo que Tairus se refería. Eso me hizo desconfiar de él.

—La leyenda cuenta que el pozo sólo aparece cuando alguien de noble corazón así lo necesita. El pozo te dará la respuesta a la pregunta que más desees encontrar una solución. Pero debe ser una pregunta importante y que provenga del corazón, algo relacionado al destino. El pozo te dirá la verdad. Una vez respondida, el pozo desaparecerá y será encontrado por otro que lo necesite –expresó Tairus.

Me quedé sorprendida, pero más tranquila sabiendo que no lo había inventado y que solo había desaparecido porque había cumplido su misión.

Faustus se quedó pensando y luego dijo:

—Aún desconfío que haya sido cierto tu encuentro con el pozo pero sí es cierto que existe sólo una forma de saberlo.

Tairus me miró y me sonrió. Él en el fondo lo sabía, él me creía.

Llegamos a la academia. Ya se habían hecho las tres de la tarde. En unas horas tendría que regresar a casa, para mis clases normales, no sin antes comprobar que era la reina Solemnis.

Una parte de mí estaba asustada. Sabía en el fondo que era ella, pero algo en mí sentía temor de que no funcionara.

Salimos a un campo que parecía ser de deportes. Arriba de él había una torre y en lo más alto de la misma se encontraba un balcón.

—En ese balcón la reina miraba los juegos Olímpicos de Wonderland –esbozó Tairus, susurrándome.

Vaya ¿tenían juegos Olímpicos? No estaban tan alejados de la realidad entonces como pensaba.

Salieron los alumnos de sus habitaciones y se sentaron todos en las gradas. Maravilloso. Me iban a ver humillándome una vez más antes de irme.

—Bienvenidos, alumnos. Lamento interrumpirles su descanso pero es necesario hacer esto debido a que tenemos a alguien aquí que dice ser nuestra amada reina Solemnis–indicó Faustus.

Los alumnos se rieron.

—Silencio, por favor. Solange, aquí demostrarás tu verdadero poder y veremos si es cierto lo que dices –Faustus me miraba desconfiado.

—Pero no estoy lista para nada, director. Hoy hice un desastre, ¿Qué tal si lo vuelvo a hacer? –pregunté asustada.

—Ten confianza en ti Sol, si eres la verdadera reina lo demostrarás, créeme –dijo Tairus confiando en mí.

Faustus me miraba con una sonrisa perversa, como esperando que me equivocara para darle la razón. Eso me dio fuerzas aunque estuviera algo asustada todavía.

—¿Qué tengo que hacer? –pregunté, segura de mí misma.

—Deberás luchar contra el Fénix blanco. Se conoce que Solemnis era capaz de controlar el fuego por ser una de las Elementales. Tenía la llama interior del Fénix. Nadie más puede controlar estas criaturas más que ella –aseguró Faustus.

—Pero yo no sé nada de conjuros todavía, ¿Cómo se supone que la domine? –volví a preguntar preocupada.

—Se supone que eres la reina, deberías saber cómo –dijo Faustus con una horrible sonrisa.

—Faustus, todavía es muy joven, debe haber otra forma –suplicó Tairus.

—Tranquilo, si surge algún inconveniente la ayudaremos – dijo Faustus con un aire calmado.

No sabía qué hacer, en que me había metido. Si sabía, no decía nada… y entonces esa leve voz en mi cabeza volvió a aparecer, “Tú puedes. Sólo míralo a los ojos y él caerá rendido a tus pies”

¿De dónde venía esa voz?, ¿Acaso era ella? Basta, tenía que dejar de ser cobarde y enfrentar esta situación.

—Bien, lo haré –aseguré.

Faustus cambió su cara a serio y simplemente me llevó al centro del estadio.

Los demás alumnos miraban atentos, esperando que el Fénix me achicharrara. Brenda y los demás me miraban tratando de darme esperanza. No podía decepcionarlos, tenía que demostrar que era su reina. Su pequeña reina.

De repente, de una puerta al fondo del estadio salió una criatura alada y blanca, grande como ella sola ¿No se supone que los Fénix son rojos o algo así? Tenía mucho miedo, no sabía cómo controlarla. Vino hacia mí. La criatura parecía furiosa y solo pude correr de un lado hacia otro, esquivando su fuego.

Faustus me miraba a lo lejos, esperando seguro a que la bestia me devorara, Tairus sin embargo estaba preocupado.

La criatura me acorraló en una esquina. Pude ver mi final en ese instante. No sé cómo hice, pero logré esquivarlo.

—¡Vamos, Sol, tú puedes! –gritó Brenda.

Brenda, Vero y Javi me alentaban desde lejos.

Llegó un punto en el que quise rendirme: era yo contra una bestia que quizás me mataría, tal vez no era la reina Solemnis después de todo. Pero entonces la voz volvió.

“Sólo míralo a los ojos y se rendirá a tus pies”.

Me planté en el centro del estadio esperando que el Fénix viniera a por mí. Entonces pensé en lo que dijo la voz en mi cabeza y simplemente ocurrió. El Fénix venía volando desde lejos y cuando aterrizó para atacarme una última vez, lo miré a los ojos y dije:

—Tranquilo, yo estoy aquí, voy a cuidarte. Déjame montarte.

El público, Faustus y Tairus no entendían qué pasaba, esperaban una respuesta del ave Fénix.

—Hay que ayudarla, el ave puede lastimarla –dijo Tairus, preocupado.

—No, dejemos que el Fénix haga lo que se supone que debe hacer –contestó Faustus.

Repetí las palabras al ave y entonces ella me miró y se sentó. Ya no quería atacarme, me había entendido. Ahora, yo la dominaba.

Todos se quedaron perplejos. Mis amigos se quedaron mirándome con cara de asombro. Faustus me miró y no podía creer lo que veía. Tairus rió y se alegró de lo que había logrado.

Me subí al ave y comenzó a volar. Me sentía contenta, lo había demostrado. ¡Era ella, era la reina Solemnis!

Volé por todo el estadio mientras el público aplaudía. Habían encontrado a su reina; ahora sí me creían.

Aterricé con el Fénix en el piso. Me bajé de él y lo acaricié. Faustus y Tairus vinieron corriendo hacia mí.

—¡No lo puedo creer, después de tanto tiempo estás aquí! Lo sabía desde el primer momento; lo supe en cuanto te vi –dijo Tairus, entusiasmado– Sabía que podrías.

Faustus no sabía dónde meterse. Me miró con seriedad pero algo confundido. Extendió la mano para saludarme y enfatizó:

—Me alegro de que seas tú. Lamento lo sucedido y no haberte creído. Bienvenida de nuevo, reina Solemnis.

—Prefiero Solange, gracias, y acepto las disculpas.

Algo muy en el fondo de mí me decía que no debía confiar en Faustus. No sabía por qué. Pero no me dejé llevar por ese pensamiento: estaba feliz de haber encontrado mi lugar en el mundo. Ahora sabía quién era, ahora tenía un propósito.

Brenda, Vero y Javi vinieron hacia mí corriendo y me abrazaron.

—Desde el día que te vi supe que tenías algo especial y era esto. Siempre te creí, siempre te creímos –dijo Brenda, feliz por mí.

—¿Ahora cómo seguirá todo? ¿Te seguirás juntando con nosotros o una reina no puede juntarse con nuestra clase? –preguntó Vero algo triste