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"Las páginas de este poemario están colmadas de una manera de vivir y de sentir que ha estado en el centro de la poesía desde tiempos inmemoriales. En los primeros instantes percibimos un sabor nostálgico que nos trae a la memoria nuestras propias experiencias pasadas, pero no solo nos despierta hacia un ayer más o menos lejano, sino, además, nos introduce en un paisaje que ha sido nuestro y que el decurso del tiempo nos ha hecho olvidar". (Enrique Saínz).
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Veröffentlichungsjahr: 2023
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Edición, diseño y composición: Teresa Melo
Obra de cubierta: José Luis Fariñas
Conversión a ebook: Madeline Martí del Sol
© Carmen Serrano Coello, 2022
© Sobre la presente edición:
Editorial Oriente, 2023
ISBN 9789591112590
Instituto Cubano del Libro
Editorial Oriente
J. Castillo Duany No. 356
Santiago de Cuba
editorialoriente.wordpress.com
www.facebook.com/editorialoriente.scu
Las páginas de este poemario están colmadas de una manera de vivir y de sentir que ha estado en el centro de la poesía desde tiempos inmemoriales. En los primeros instantes percibimos un sabor nostálgico que nos trae a la memoria nuestras propias experiencias pasadas, pero no solo nos despierta hacia un ayer más o menos lejano, sino, además, nos introduce en un paisaje que ha sido nuestro y que el decurso del tiempo nos ha hecho olvidar.
La capacidad evocadora de esta poesía nos mantiene en continua tensión, y al mismo tiempo nos entrega matices y realizaciones que reconstruyen en el lector una parte de lo que hemos perdido y que creíamos definitivamente ausente. Son múltiples las fuentes que han venido nutriendo a la autora, desde entrañables experiencias vitales pertenecientes al ámbito familiar y a su diálogo con sus propios anhelos y esperanzas, hasta lecturas formadoras que evidencian su importancia en la integración de una visión del mundo, de clara presencia en estas evocaciones. Nos hallamos en un espacio en el que lo sensorial cobra una dimensión de gran fuerza comunicante, recuerdos que sabemos esenciales. Vemos aquí la cercanía entre las realidades del diario vivir y la presencia continua de la imaginación como elemento sustantivo de los poemas, escritos en tonos diferentes entre sí, pero sin perder su homogeneidad y esa secreta unidad que le imprime la perspectiva desde la cual es asumida la escritura. Del mismo modo se identifican lo fantasioso y la dramática presencia de la Historia, un tema que preocupa a la poetisa y que reaparece de diferentes maneras a lo largo de libro. Diríase que esa conciencia trágica, siempre actuante en estos poemas, establece un marcado contraste de carácter ético con la belleza del mundo natural, rememorado con especial cuidado en los mejores momentos de la más alta inspiración que descubrimos en las apreciaciones y matices de este relato lírico.
Es importante que subrayemos esa alternancia entre el mundo idílico aquí reedificado y la alusión a realidades sombrías, destructivas, de las cuales esta creadora no ha querido desentenderse mientras iba dando cuerpo a sus textos. Creo que puede afirmarse que esos temas, que constituyen el lado oscuro de la realidad y de nuestro proceder, se incorporan a las vivencias de cada día, precisamente porque forman parte inseparable de la singular batalla por alcanzar la plenitud y la belleza, la dicha y la verdadera estatura humana. Junto a la muerte, la vida; junto a la desesperanza, la alegría de los mejores y más edificantes recuerdos y satisfacciones espirituales del pasado. Entonces hallamos que la evocación viene siempre matizada por esas dos vertientes de nuestra historia personal, de manera que la palabra del poema fusiona un ser total, íntegro, poblado igualmente con decepciones y desencantos, con tristezas y angustias, e igualmente con una dicha y una memoria viva de claridades que mucho agradecemos los lectores.
Una de las características más notables, acaso la más notable y sin duda la más ostensible de esta entrega de Carmen Serrano, es su preocupación por los destinos del ser humano, sus frecuentes referencias a un suceder que viene a trastornar un orden establecido, a desestructurar las mejores posibilidades de realización, a interrumpir el deseado fluir de la vida en sus múltiples manifestaciones. Aparece, en medio de las luces gratas del recuerdo de vivencias pasadas o presentes, un elemento disociador que nos habla de destrucción, como sucede, por ejemplo, en los poemasInutilidad del panyJeroglíficos nocturnos, en los que los signos vitales del acontecer se enturbian y desequilibran con el dolor y el sufrimiento, o bien con la presencia de una violencia devastadora que estaba como soterrada y llega sin tránsito, como una posibilidad que nos acompaña.
Esa problemática se reitera hasta permitirnos afirmar, al menos como hipótesis para una acertada interpretación de esta poesía, que la autora nos está haciendo confesiones de inquietudes que han venido marcando su vida desde muy temprano. Hay momentos evocadores de recuerdos de infancia, paisajes que integraban las vivencias de la niñez y que han sido sustancialmente modificados por la acción humana, hasta hacerlos perder aquel brillo que les hacía aparecer con toda la fuerza de su belleza natural. Ese cambio de percepción tiene en su raíz más profunda una despierta y lúcida conciencia histórica.
Se conjugan, entonces, en esta obra la alegría de una plenitud pasada y la búsqueda de una sobrevida que nos devuelva aquello que se fue, aquello que el Tiempo, siempre devastador, nos arrebató. En el poemaEl lucero aquelhallamos este elocuente discurso que nos pone de manifiesto lo que acabo de apuntar.
Leamos:
Salta un año las colinas del augurio y todos vaticinan
sobre un cielo construido con afanes
o pájaros de espíritus que alzan vuelo para buscar un sol
que se apaga tan solo de mirarlo.
En el sueño aparecen los suplicios y el débil gemir
de torturados
que regresan a los sitios donde fueron felices,
hasta que les revierten con nuevos ataques las memorias.
Las alucinaciones sobre el lago traen su cristal de agua
pero la sed no muere en la contemplación.
Fascina el encuentro con la sombra nevada
que pone corona a la tanta soledad de los creadores.
Nadie entiende dónde está escondido el fardo de los miedos
que presienten detrás de mi optimismo.
Ahora no están las palabras, los asombros,
ante este desafío para ganar espacio.
El sitio de la infancia desapareció
chamuscado por el fuego del tiempo
y esta nueva zona cae en tierra de nadie.
¿Acaso son solo alimento de dioses los frutos
de la huerta que cuidé contra la intromisión
de gusanos y moluscos?
Por allá están tañendo instrumentos de celos,
que convierten en ruidos profanos la armonía.
Caigo en éxtasis y convoco a Medea
para que duerma al dragón que me acecha.
Luego danzo, embriagada por la música que me
brinda Casandra.
Profeta, ya no busques en mi mano el vaticinio.
El lucero aquel me está enviando señales.
En los ejemplos subsiguientes reaparece de diversas maneras esa dualidad plenitud-pérdida, alegría-dolor, un contraste que mucho significa en el plano estilístico y que alcanza una importancia capital como realización artística.
No hay en este libro concesiones a maneras y escrituras que el tiempo ha alejado de nosotros, a un mundo falsamente sublimado y que se siente por encima de los conflictos más graves de nuestros días, aquellos conflictos que nos estremecen y cuestionan a diario el sentido de nuestra existencia, nuestra búsqueda de un equilibrio y de una belleza que está siempre acechada por la crueldad, la injusticia y la destrucción. Aquí no estamos en presencia de un neorromanticismo venido a menos, con ciertas notas de una cursilería propia de esas imágenes de la realidad, sino ante unas páginas que nos conmueven, y nos recuerdan al mismo tiempo, que estamos inmersos en una época y un pasado que nos advierten de la terrible posibilidad de sufrir y de perder lo que la vida nos ha dado y aquello que hemos construido para nuestros hijos.
No piense el lector que va a encontrar aquí tampoco un patético lamento por lo que puede sobrevenir. Las calidades de este poemario nos enriquecen y a la vez nos fortalecen por la comunicación que alcanzamos con sus logros y propuestas en el plano conceptual. Muchos de los mejores momentos de esta poesía nos llegan sin que tengamos que lamentar una pobre realización artística ni vacíos suspiros por lo que se fue. Se aprecia en el estilo una muy bien integrada cultura literaria y una innegable capacidad de transmitir los estados de ánimo y las imágenes que la autora ha venido incorporando a su concepto de la realidad.
No puedo dejar de señalar nuevamente la significación de los pasajes en los que la autora nos trae, desde la distancia del tiempo, los recuerdos de una belleza que permanece inalterable y que, sin embargo, sufre los violentos embates de las nefastas y trágicas acciones humanas. En ocasiones esas imágenes preciosas las encontramos en las primeras líneas de los poemas, de manera que en pasajes subsiguientes irrumpe la desarmonía y alcanzamos entonces a ver con mayor intensidad la sombría verdad que la poetisa quiere transmitirnos. Hay, pues, una sustantiva eticidad en estas páginas, ajenas, como ya dijimos, a toda pretensión purista y a los tan empobrecedores rezagos de un romanticismo que a muchos sirvió para imantar a cierto tipo de lectores. Es esta una poesía comprometida con los destinos ulteriores de la humanidad y de los más perdurables valores de la cultura, signada por un humanismo de la más alta estirpe, dentro de la tradición de lo mejor de la poesía cubana desde los inicios de nuestra literatura. La lectura es una ganancia para nosotros, cualquiera que sea la perspectiva desde la cual nos acerquemos a este libro. Con él podemos mirarnos desde adentro, volvernos hacia nuestro pasado y recuperar, al menos, una parte de lo que perdimos, posibilidad que se erige como ganancia sumamente importante.
Enrique Saínz