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La serie de libros "7 mejores cuentos" presenta los grandes nombres de la literatura en lengua española. En este volumen traemos a Rubén Darío, poeta, periodista y diplomático nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española. Es, tal vez, el poeta que ha tenido mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispano. Es llamado "príncipe de las letras castellanas". Este libro contiene los siguientes cuentos: - La muerte de la emperatriz de China. - El rubí. - El caso de la señorita Amelia. - Palomas blancas y garzas morenas. - El velo de la reina Mab. - El rey burgués. - El fardo.
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Seitenzahl: 66
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Title Page
El Autor
La muerte de la emperatriz de China
El rubí
El caso de la señorita Amelia
Palomas blancas y garzas morenas
El velo de la reina Mab
El rey burguês
El fardo
About the Publisher
Rubén Darío es el seudónimo de Félix Rubén García Sarmiento (Matagalpa, 18 de enero de 1867 - León, 6 de febrero de 1916) fue un poeta y héroe nacional nicaragüense. Máximo representante del modernismo literario en lengua española, quien ha tenido en el ámbito hispánico una duradera influencia en la poesía del siglo XX. Llamado Príncipe de las letras castellanas. Considerado por muchos eruditos como el poeta más importante que escribió en español fuera de España.
Nació en la ciudad de Metapa, Matagalpa, el 18 de enero de 1867. Fue el primer hijo del matrimonio formado por Manuel García y Rosa Sarmiento, quienes se habían casado en León el 26 de abril de 1866.
De este matrimonio nació una niña, Cándida Rosa, quien murió a los pocos días. Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén en medio de turbulentas desavenencias familiares.
Transcurre su niñez en la ciudad de León, criado por sus tíos abuelos Félix Ramírez y Bernarda Sarmiento, a quienes consideró en su infancia sus verdaderos padres (de hecho, durante sus primeros años firmaba sus trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez).
Aunque según su fe de bautismo el primer apellido de Rubén era García, la familia paterna era conocida desde generaciones por el apellido Darío, y el joven poeta, adoptó la fórmula "Rubén Darío" como nombre literario de batalla.
Asistió a varias escuelas de la ciudad de León, en los años 1879 y 1880, comienza a educarse con los jesuitas.
Fue un lector precoz, aprendiendo a leer a los tres años, pronto empezó también a escribir sus primeros versos, publicando por primera vez en un periódico poco después de cumplir los trece años, la elegía Una lágrima que apareció en el diario "El Termómetro", de la ciudad de Rivas, el 26 de julio de 1880. Publicó también los poemas La Fé y El Desengaño y colaboró con El Ensayo, revista literaria de León, alcanzando fama como "poeta niño".
Su poesía, influyó en centenares de escritores de ambos lados del Océano Atlántico.
Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las letras hispánicas, considerado genio lírico hispanoamericano de resonancia universal, que manejaba el idioma con elegancia y cuidado, renovándolo con vocablos brillantes, en un juego de ensayos métricos y de combinaciones fonéticas.
Parte de la producción literaria de Darío fue escrita en prosa, relatos, artículos periodísticos, crónicas, crítica literaria...se trata de un heterogéneo conjunto de escritos, la mayor parte de los cuales se publicaron en periódicos, si bien algunos de ellos fueron posteriormente recopilados en libros.
Rubén Darío es citado generalmente como el iniciador y máximo representante del Modernismo hispánico siendo el poeta modernista más influyente, y el que mayor éxito alcanzó, tanto en vida como después de su muerte.
Su magisterio fue reconocido por numerosos poetas en España y en América, y su influencia nunca ha dejado de hacerse sentir en la poesía en lengua española. Fue además el primer poeta que articuló las innovaciones del Modernismo en una poética coherente.
Su influencia en sus contemporáneos fue inmensa: desde México, donde Manuel Gutiérrez Nájera fundó la Revista Azul, cuyo título era ya un homenaje a Darío, hasta España, donde fue el principal inspirador del grupo modernista del que saldrían autores tan relevantes como Antonio Machado, Ramón del Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez, pasando por Cuba, Chile, Perú y Argentina (por citar algunos países en los que la poesía modernista logró arraigo), apenas hay un solo poeta de lengua española en los años 1890-1910 capaz de sustraerse a su influjo.
La evolución de su obra marca además las pautas del movimiento modernista: si en 1896, Prosas profanas, significó el triunfo del esteticismo, Cantos de vida y esperanza (1905), anunciaba ya el intimismo de la fase final del Modernismo, que algunos críticos han denominado posmodernismo.
Viajó a España donde sucumbió a mucha influencia de Europa, una influencia muy liberal. Sus ideas nuevas fueron reflejadas en su poesía de romanticismo y amor.
Llega a León, donde transcurrió su niñez, el 7 de enero de 1916 y falleció menos de un mes después, el 6 de febrero. Los funerales duraron varios días.
Fue sepultado en la Catedral de León el 13 de febrero del mismo año.
El archivo de Rubén Darío fue donado por Francisca Sánchez al gobierno de España en 1956 y ahora están en la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid.
Delicada y fina como una joya humana, vivía aquella muchachita de carne rosada, en la pequeña casa que tenía un saloncito con los tapices de color azul desfalleciente. Era su estuche.
¿Quién era el dueño de aquel delicioso pájaro alegre, de ojos negros y boca roja? ¿Para quién cantaba su canción divina, cuando la señorita Primavera mostraba en el triunfo del sol su bello rostro riente, y abría las flores del campo, y alborotaba la nidada? Suzette se llamaba la avecita que había puesto en jaula de seda, peluches y encajes, un soñador artista cazador, que la había cazado una mañana de mayo en que había mucha luz en el aire y muchas rosas abiertas.
Recaredo -capricho paternal, él no tenía la culpa de llamarse Recaredo- se había casado hacía año y medio -¿Me amas? -Te amo. ¿Y tú? -Con toda el alma. Hermoso el día dorado, después de lo del cura. Habían ido luego al campo nuevo, a gozar libres del gozo del amor. Murmuraban allá en sus ventanas de hojas verdes, las campanillas y las violetas silvestres que olían cerca del riachuelo, cuando pasaban los dos amantes el brazo de él en la cintura de ella, el brazo de ella en la cintura de él, los rojos labios en flor dejando escapar los besos. Después, fue la vuelta a la gran ciudad, al nido lleno de perfume, de juventud y de calor dichoso.
¿Dije ya que Recaredo era escultor? Pues si no lo he dicho, sabedlo.
Era escultor. En la pequeña casa tenía su taller, con profusión de mármoles, yesos, bronces y terracotas. A veces, los que pasaban oían a través de las rejas y persianas una voz que cantaba y un martilleo vibrante y metálico. Suzette, Recaredo, la boca que emergía el cántico, y el golpe del cincel.
Luego el incesante idilio nupcial. En puntillas, llegar donde él trabajaba, e inundándole de cabellos la nuca, besarle rápidamente. Quieto, quietecito, llegar donde ella duerme en su chaise longue, los piececitos calzados y con medias negras, uno sobre otro, el libro abierto sobre el regazo, medio dormida; y allí el beso es en los labios, beso que sorbe el aliento y hace que se abran los ojos inefablemente luminosos. Y a todo esto, las carcajadas del mirlo, un mirlo enjaulado que cuando Suzette toca de Chopin, se pone triste y no canta. !Las carcajadas del mirlo! No era poca cosa. -¿Me quieres? -¿No lo sabes? -¿Me amas? -¡Te adoro! Ya estaba el animalucho echando toda la risa del pico. Se le sacaba de la jaula, revolaba por el saloncito azulado, se detenía en la cabeza de un Apolo de yeso, o en la frámea de un viejo germano de bronce oscuro. Tiiiiiirit... rrrrrrich... fiii... ¡Vaya que a veces era malcriado e insolente en su algarabía! Pero era lindo sobre la mano de Suzette, que le mimaba, le apretaba el pico entre sus dientes hasta hacerlo desesperar, y le decía a veces con una voz severa que temblaba de terneza: !Señor mirlo, es usted un picarón!