Ah Puch está aquí y otros textos - William S. Burroughs - E-Book

Ah Puch está aquí y otros textos E-Book

William S. Burroughs

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Beschreibung

En 1970 William Burroughs y el artista Malcolm McNeill comenzaron un pequeño proyecto conjunto, un cómic titulado The Unspeakable Mr. Hart, que se publicó en Cyclops, la primera revista inglesa de cómics para adultos. Poco después, los autores decidieron colaborar en una meditación más extensa sobre el tiempo, el poder, el control y la corrupción inspirada en los códices mayas y concretamente en Ah Puch, el dios maya de la muerte. Ah Puch está aquí incluía a su personaje Mr. Hart, pero se alejaría del modelo de cómic convencional para explorar diferentes yuxtaposiciones de imágenes y palabras. El objetivo era crear una obra que no cayera ni en la categoría de libro ilustrado convencional ni en la de cómic, un libro sin precedentes en aquella época, que ningún editor quiso arriesgarse a publicar con el particular formato propuesto por Burroughs y McNeill. La presente edición incluye la edición original sin los dibujos de McNeill y otros dos relatos: La revolución electrónica, donde el autor reflexiona acerca del uso de las videocámaras como instrumento de control social; y El libro de las respiraciooones, un texto conceptual ilustrado en forma de semicómic.

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Prefacio

Ah Puch está aquí fue concebida en su origen como una novela gráfica inspirada en los códices mayas que han llegado a nuestros días. Malcolm McNeill debía encargarse de las ilustraciones, y yo debía escribir el texto. A lo largo de los años en que colaboramos, se produjeron varios cambios en el texto, y Malcolm McNeil elaboró más de cien páginas de dibujos. Sin embargo, debido en parte al desembolso que suponía la reproducción a todo color, y al hecho de que el libro no se enmarca ni en la categoría de novela ilustrada convencional ni en la de historieta, ha habido dificultades con la presentación de la totalidad de la obra, que son unas cien páginas de ilustraciones con texto —treinta a todo color— y unas cincuenta páginas de sólo texto.

De hecho, se trata de un libro único. En algunas páginas hay exclusivamente letra, otras son exclusivamente gráficas, y otras son una mezcla de texto y dibujo. Al final Malcolm McNeill y yo hemos decidido publicar el texto sin las ilustraciones, todavía con la esperanza de que esta obra llegue a ver la luz tras ocho años de trabajo.

WILLIAM S. BURROUGHS

27 de abril de 1978

Prólogo

Los códices mayas son, sin duda, libros sobre los difuntos, esto es, indicaciones para viajar en el tiempo. Si creéis en la reencarnación, entonces surge el interrogante: ¿de qué modo nos adaptamos a las vidas futuras? Considerad la muerte como un viaje peligroso en el que todos los errores cometidos en el pasado os perjudicarán. Si no tomáis como punto de partida datos objetivos sólidos, no llegaréis a vuestro destino o, en algunos casos, es probable que lleguéis a él de forma fragmentada. ¿Qué principios elementales se pueden establecer? Quizá el más importante sea una actitud alerta y relajada, y esto es lo que persiguen las artes marciales y otros métodos de formación espiritual: inculcar una postura psíquica y física de pasividad alerta y de atención dirigida. La sospecha, el miedo, la autoafirmación, las ideas preconcebidas inflexibles sobre el bien y el mal, los recelos y vacilaciones respecto a lo que puede parecer monstruoso desde el punto de vista humano: estas disposiciones anímica y corporal son catastróficas. Imaginad que sois el piloto de una sofisticada nave espacial y que os encontráis en un territorio desconocido. Si os quedáis paralizados, os ponéis tensos, os negáis a ver lo que hay ante vosotros, os derrumbaréis. Por el contrario, la credulidad y la receptividad sin sentido crítico son peligrosas casi en la misma medida.

Vuestra muerte es un organismo que vosotros mismos creáis. Si la teméis u os postráis ante ella, el organismo se convierte en vuestro dueño. La muerte también es un organismo proteico que nunca se repite textualmente. Siempre debe presentar un rostro conocido, pero con un tinte de sorpresa. Por este motivo, considero que los libros egipcios y tibetanos sobre los difuntos, con su énfasis en el ritual y a sabiendas de las palabras correctas, son deficientes por completo. No existen las palabras correctas. La muerte es un aterrizaje forzoso, en muchos casos un salto en paracaídas. El traqueteo del motor es alarmante. Miráis a vuestro alrededor en busca de un lugar para aterrizar. El paisaje es engañoso. Lo que desde el aire parece una extensión llana puede resultar ser unas arenas movedizas o una ciénaga. A la inversa, una zona montañosa puede albergar un valle oculto o una meseta. Centrad vuestra atención. Observad con todo vuestro cuerpo. Escoged el sitio y aterrizad en la oscuridad. Apagón.

La muerte debe traer consigo, en cierto modo, mala memoria. Pensad en los mayas, que vivían aislados en una pequeña superficie; un conocimiento excesivo de la muerte podría eliminar el componente esencial para el olvido. La muerte siempre es regresión, un retroceso a la infancia y a la concepción. Así pues, ¿por qué detenerse ahí? Debían seguir retrocediendo más y más. De lo contrario, la muerte sería recordada, y la muerte que se recuerda deja de tener efecto. Al final retrocedieron cuatrocientos millones de años. ¿Quién o qué había hace tanto tiempo? Como es lógico, estos períodos de tiempo no tienen significado alguno desde el punto de vista de la realidad. No obstante, en cuanto al tiempo que es recordado, estos cálculos muestran cuánto habían avanzado en lo que se refiere al recuerdo de la muerte. Pensad en la estructura social: un reducido porcentaje de los sacerdotes que sabían leer los libros y efectuaban cálculos sobre el calendario, y un porcentaje importante de trabajadores analfabetos. Los trabajadores debieron servir de pozo, en el que los sacerdotes se podían reencarnar a sí mismos y reaparecer en la casta sacerdotal, identificada por determinados símbolos según el sistema tibetano.

El tiempo no tiene significado sin la muerte. La muerte utiliza el tiempo. Se trata de un proceso acumulativo, de modo que el tiempo se agota cada vez más deprisa. Existe aquí un paralelismo exacto con la inflación, puesto que el dinero compra tiempo, con lo que se tarda cada vez más en comprar cada vez menos. ¿De qué modo los mayas reaccionaron ante este impasse? Pues «antedataron» el tiempo. Por ejemplo: un dólar vale, pongamos, una quinta parte de lo que valía hace cincuenta años. Por tanto, antedatamos el dinero cincuenta años. Luego cien años, y así sucesivamente, retrocediendo en el tiempo. Al final llegamos a un punto en el que no había dinero, de forma que estamos antedatando el concepto de dinero, o el concepto de tiempo.

Los trabajadores no sabían leer los libros y, sin lugar a dudas, se evitaba que aprendieran. Si hubieran sabido leer los libros, habrían aprendido a recordar, a familiarizarse con la muerte y a identificarse con ella. Esto habría transmitido la inmunidad. La muerte es un virus y los libros mayas son una vacuna. La muerte es representada en los códices con una mancha de descomposición mediante un conjunto de sombras en figuras de esqueletos. En resumen, esto es el gradiente de exposición. Asimismo, la familiaridad con la muerte y la consiguiente inmunidad se transmite por la propia cópula. Un glifo representa la diosa Luna copulando con una figura de la muerte, y podemos suponer que los libros destruidos por el obispo Landa contenían muchas escenas de esta índole.

El tiempo es lo que se acaba. El tiempo es el tiempo limitado que experimenta una criatura capaz de sentir. De sentir el tiempo, es decir, de adaptarse al tiempo según lo que Korzybski entiende por intención neuromuscular del comportamiento respecto al medio como un todo… Una planta se orienta hacia el sol, un animal nocturno se despierta al atardecer… caga, mea, se mueve, come, jode, muere.

¿Por qué el Control necesita a los humanos?

El Control necesita tiempo. El Control necesita el tiempo humano. El Control necesita que cagues, mees, te quejes de dolor, tengas un orgasmo, mueras. Así pues, ¿qué es lo que el Control piensa hacer con esta mercancía que será tan acertado? Lo mismo que los sacerdotes mayas, que pensaron usar el tiempo humano para generar más tiempo.

Si el tiempo es lo que experimenta un ser que es capaz de sentir, entonces la muerte para este ser es el fin del tiempo. Y si consideramos que la muerte es el cero, es posible extender cheques por valor de una cantidad de tiempo cualquiera añadiendo ceros. Incluso si existe algún recuerdo de las vidas pasadas, el ser no tiene forma de saber si ha estado muerto durante cuatro segundos o cuatrocientos millones de años. Serían cheques en blanco en el sentido de que se remontan a un tiempo en el que no existían ni los cheques ni el banco ni los titulares de cuentas corrientes. No obstante, llevaban la firma de la muerte, que es la interrupción de la capacidad de sentir.

He hablado de las formas transitorias de la muerte y de la identificación del organismo muerto con el moribundo. Esta identificación puede que adopte la forma de una cópula propiamente dicha con la muerte. La muerte, que puede adoptar tanto la forma masculina como la femenina, copula con el joven dios del maíz, y éste eyacula cuatrocientos millones de años de maíz desde la semilla hasta la cosecha, y más allá. Esta operación requiere maíz real y un cuerpo humano real para representar al joven dios del maíz. Esto es, por consiguiente, un cheque endosado que está firmado por el joven dios del maíz. En cuanto ha firmado el cheque, es posible añadir un número de ceros cualquiera. El banco del tiempo maya funcionaba con estos cheques endosados. La muerte es aceptada por los moribundos.

Ahora considerad el momento actual y la proliferación de los cheques no endosados…: las tragedias aéreas y en la carretera, las guerras, los incendios, los accidentes, las muertes aleatorias. Estos cheques tan sólo son válidos para el momento real que cubren. Cien mil muertes puede que compren un millón de años, pero siempre hay más y más humanos en stock dispuestos a consumir tiempo. El impasse del momento actual es menor, y hay menos tiempo cualitativo para un número cada vez mayor de gente. Al final no existe una experiencia cualitativa, sino solamente un tiempo aleatorio calculado sobre una base meramente cuantitativa. A la larga el tiempo se agotará.

El sistema maya es justo lo contrario: cada vez menos gente para un tiempo escrito cada vez más preciso. Un sistema lleva a un exceso de mortales y a una escasez de dioses; el otro, a un exceso de dioses y a una escasez de mortales. En ambos casos, a un callejón sin salida. En el caso del sistema actual, ya se empieza a apreciar el ciclo de una población mayor y de una contaminación mayor: cada vez menos para alimentar a cada vez más. Así pues, se está tratando de restablecer la experiencia cualitativa: meditación, comunas, ecología, biorretroalimentación, est,[1] grupos de encuentro, magia; en definitiva, la transcendencia. Se trata de un parche después de la realidad. El daño ya está hecho, y la fórmula mortífera de proliferación ya es irreversible. Estas medidas, aunque tuvieran éxito, llevarían entonces al impasse maya.

¿Y qué medida podrían haber tomado los mayas? Podrían haber extendido, colonizado, aumentado la población para garantizar las reservas humanas, lo que conduciría al impasse actual. También se estaban volviendo cada vez menos capaces de expansionarse, del mismo modo que el sistema actual, con su proliferación de un producto humano de baja calidad, se está volviendo cada vez menos capaz de asimilar nada más. Considerad la posibilidad de que los cheques endosados aparecieran en el momento actual. Esto podría conllevar epidemias de tierra virgen, lo que reduciría la población a las proporciones mayas y, en último lugar, al impasse maya. Del mismo modo, la aparición masiva de cheques endosados en el mercado maya tendría como consecuencia la expansión y la proliferación de la población y el impasse actual.

El tiempo es lo que se acaba. La única forma de salir del tiempo es adentrarnos en el espacio. ¿Por qué los sacerdotes mayas necesitaban los cuerpos humanos y el tiempo humano? Esperad. Necesitaban estos cuerpos y este tiempo como campo de aterrizaje y como plataforma de lanzamiento al espacio. Necesitaban un maíz real y un dios del maíz humano.

WILLIAM S. BURROUGHS

20 de septiembre de 1975

[1]De Erhard Seminars Training, sistema basado en técnicas de meditación que fue fundado en 1971 por Werner Erhard y que sienta los principios propios de la metodología del coaching.

HIROSHIMA… 1945… 6 DE AGOSTO… FALTAN VEINTITRÉS SEGUNDOS PARA LAS 8 A. M.

Un chico abre una revista porno…

Una joven pareja japonesa jode en la cuenta atrás…

Dos chicos se hacen una paja en la cuenta atrás…

23 UUUH, UUUH, UUUH…

UNA LUZ BLANCA CEGADORA

Formulo las siguientes preguntas a CONTROL:

Pregunta: ¿Bombardeo tras un virus de transmisión sexual?

Respuesta: Sí.

Pregunta: ¿Fue para causar este accidente lo que explica que la bomba se lanzara en Hiroshima?

Respuesta: Sí.

Pregunta: ¿Quién dio en realidad esta orden?

Respuesta: CONTROL.

El feo americano… El instrumento de CONTROL…

Como veis, estaba construyendo un retrato robot del hombre… probablemente un especialista en la cultura maya… con toda certeza rico… sin duda obsesionado con la inmortalidad… Quizá exista una piedra de Rosetta. Quizá algunos de los códices sobrevivieron a la quema de libros que realizó el obispo Landa. ¿Puede que este hombre hubiera descubierto estos libros y hubiera aprendido los secretos del calendario de control maya? ¿Los secretos del temor y la muerte? ¿Y está este terrible conocimiento incluso ahora computarizado y en manos de perspicaces americanos del Ministerio de Asuntos Exteriores y de la CIA?

—Pon este comodín de la MUERTE en la hilera. Ocúpate de Mao y de su panda de asesinos.

He decidido llamarle John Stanley Hart.

Ya de niño, pensar que su ser pudiera DETENERSE algún día le causaba una profunda desazón y le llenaba de una sombría determinación para nada infantil.

—Viviré eternamente —decide.

Al otro lado de la sala, a la nueva sirvienta se le cae un florero al suelo. Él permanece de pie en su sitio y la observa mientras limpia. Un niño pálido con semblante sospechoso, frío como el hielo: son pocos los que se sienten cómodos ante su presencia. Ya ostenta el poder para lograr que las cosas salten de manos ajenas. A medida que crece, el poder para infundir miedo crece con él y el temor que sienten los demás lo envuelve a modo de un pesado manto gris.

Aquí se encuentra en Harvard. Desprecia a los otros estudiantes. Son animales humanos y morirán. Se consagra a estudios sobre la inmortalidad. Los egipcios también estaban obsesionados con la inmortalidad. Puede que descubrieran algo. Estudia los jeroglíficos egipcios y reflexiona sobre el hecho de que antaño debió de existir un modo de resucitar a las momias ricas en formas inmortales. Algo así como si se congelaran, lo que por supuesto ha considerado. De pronto, una imagen destella ante sus ojos… En una cripta olvidada el último papiro con la fórmula para la resucitación se convierte en polvo. El horror asfixiante de este callejón sin salida se cierne alrededor de su corazón como hielo.

—Muerto para siempre —rezonga—. Por Dios, sólo de pensarlo: yo congelado, sin que nadie pueda hacer nada para salvarme…

Se desmorona entre sollozos y gimoteos, preso de un abyecto terror. No obstante, el joven Hart es de buena familia. Recobra la compostura. Eludirá estas trampas mortales. Aprenderá los secretos de sus antepasados y sacará provecho de los errores que éstos cometieron.

Acto seguido se centra en los estudios mayas. Está mirando un ejemplar del códice de Dresde. Vislumbra la fórmula de la muerte. Al otro lado de la mesa un joven desgarbado deja sus gafas en el suelo. Uno de los cristales está roto.

Con su primero y último amigo, Clinch Smith, Hart organiza una expedición para encontrar los libros mayas perdidos y obtener los secretos del temor y la muerte.

Un templo en ruinas en un claro de la selva. Las estelas y bajorrelieves en muros han sido deslucidos por el símbolo de la muerte, cincelado de modo rudimentario en las caras de las piedras y por las fechas. En las ruinas de lo que había sido la sala interior del templo, Hart y Clinch Smith han levantado una piedra y han encontrado los libros con un esqueleto hecho un ovillo a su alrededor en posición fetal. El esqueleto se convierte en polvo cuando se quitan los libros. Las parcelas sombreadas del atardecer evidencian que ha transcurrido el tiempo en el claro, y Clinch y Hart han tenido tiempo de estudiar los libros…

Clinch Smith permanece ahí de pie, la mandíbula angular y el talante noble:

—Quizá esto muestre un camino más allá de la muerte… y abra una nueva frontera para la intrépida juventud… Pertenece a la humanidad, John.

—No seas imbécil, Clinch. Con estos conocimientos podemos dominar el planeta.

—No lo hicieron tan bien, John —replica Clinch, que señala las estelas deslucidas.

Hart:

—Cometieron un error.

Propina a Clinch tres disparos en el estómago. Con la pistola humeante todavía en la mano, echa un vistazo a su alrededor.

La voz fantasmal de Clinch Smith:

—A la muerte se le debe pagar en especie, John.

Hart llega al puesto de policía con Clinch Smith envuelto encima de la montura de su caballo.

Policía:

—Un venado, comandante. —Un ciervo. Esta expresión usada para referirse a alguien que ha sido asesinado es propia del México rural, donde el difunto se suele llevar al puesto de policía envuelto sobre un caballo como un ciervo.

Hart:

—… Mi amigo… asesinado para bandidos…

El comandante muestra unos retratos sobre la mesa. Hart escoge a tres de los bandidos más jóvenes…

Ah Puch:

—Y muestra un poco de respeto…

El dios de la simiente:

—Hay una señora ahí…

STOP… LOS ÁLAMOS… RESERVA MILITAR ESTADOUNIDENSE SÓLO PERSONAL AUTORIZADO

El joven dios del maíz:

—Quítate el sombrero, gringo…

Ah Puch:

—Y muestra un poco de respeto…

El dios del maíz, de bebé:

—Hay un bebé ahí…

El señor Hart:

—Murieron con valentía…

El comandante:

—Es su oficio, señor…

El silbido de un tren… Un tren en el paisaje lunar del norte de México… Aparece el coche privado del señor Hart, los libros esparcidos sobre una mesa. Está leyendo los libros trabajosamente gracias a unas anotaciones españolas. Aquí está el joven dios del maíz transformándose en MUERTE…: «Cuando me convierta en muerte… la muerte es la semilla de la que germino…».

Lo cierto es que este moribundo que debe producirse a sí mismo resulta muy poco científico para el astuto y joven Hart. Obsesionado con su deseo de inmortalidad, no capta toda la relevancia de esta simple fórmula de supervivencia ni las semillas de la catástrofe que alberga. El señor Hart sin duda no se considera cristiano, aunque todo su pensamiento se basa en el cristianismo occidental. Piensa de forma exclusivista, es decir, que existe un solo Dios. Busca los secretos del miedo y la muerte.

—Tiene que ser una cosa o la otra —se dice a sí mismo—. Todo es muy sencillo: los sacerdotes se convertían en la MUERTE y, por tanto, no podían morir… No podían dejar ningún rastro de cabos sueltos, de todos modos.

«Al amanecer la muerte entró a la cabaña… El joven intentó enfrentarse a ella y le arrojó un objeto mágico… Casi lo logró, ya que la muerte era vieja y estaba cansada…» La debilidad de la muerte en este fragmento le alarma. ¿Y si los sacerdotes, dando por supuesto todos esos millones de años en los que habían existido, se suicidaban con la vejez? El señor Hart no es, en verdad, un hombre inteligente. En este momento no sospecha, ni por asomo, cuál es la auténtica razón de estas expediciones en el pasado remoto. Los sacerdotes realizaron cálculos a partir de su calendario que retrocedían cuatrocientos mil años. ¿Por qué?