Al final éramos magia - Roma Brann - E-Book

Al final éramos magia E-Book

Roma Brann

0,0
7,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Ocho años han pasado desde aquella famosa noche de festival en donde sus vidas cambiaron y ahora todo parece haber dado giros inesperados. Alina y Meme han estado separados y en diferentes partes del mundo. La vida los ha puesto a prueba y han sabido crecer alejados uno del otro. Pero lo que parece ser un encuentro accidental se convertirá en algo más, al entender que nunca se olvidaron, que nada es totalmente casual y que son parte de un plan mucho mayor. Todo, absolutamente todo, está finamente conectado.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 189

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Corrección de interior: Giuliana Farinati.

Brancati, Romina Verónica

Al final éramos magia : todo está finamente conectado / Romina Verónica Brancati. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2024.

176 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-905-6

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. 3. Novelas Románticas. I. Título.

CDD A860

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2024. Brancati, Romina Verónica

© 2024. Tinta Libre Ediciones

A Cayetano

El término sincronía se emplea con referencia a la coexistencia o combinación de sucesos en un mismo periodo temporal. La sincronía, por lo tanto, implica que ciertos hechos se desarrollan simultáneamente o de manera concordante.

‘Coincidencia de hechos o fenómenos en el tiempo’.

(Real Academia Española, s. f., definición 1)

‘Coincidencia, correspondencia de varias circunstancias en el tiempo.

Serie de acontecimientos en una época determinada de la historia’.

(The Free Dictionary, 2016)

En el plano espiritual la sincronía consiste en una simultaneidad de la realidad exterior que aparece para hacer visible lo que venía incubando nuestro mundo interior.

(En el aire Blog)

Para mí la sincronía fue lo que me llevó a saber quién soy.

Roma V. Brann

Agradecimientos

Esta es la historia de la espera más larga de mi vida. Y, en esa espera, me han ayudado sobremanera mis lectores. Ellos, que me incentivan a no abandonar el hermoso arte de escribir, a seguir contando historias.

Agradezco, por supuesto, a mi familia, que incondicionalmente ha sabido darme el amor y la caricia.

A Tomás, que es mi vida entera.

A Gabriela, por sostenerme.

A Thiago, por los mates y las risas.

A Ailín, porque con tu magia regás cada instante.

A mis padres, por dejarme la huella de arriesgar siempre pase lo que pase.

A Úrsula Gil, por acompañarme en este trayecto, paso a paso, como profesional, como amiga, como confidente.

A Agustina Ques y a Mariana, ambas con su profesionalismo y compromiso, me han animado a transitar un camino no antes transitado.

A Martín Olgiati y a Flor Torres, por el arte impecable de siempre.

A Matías Ojea, por sostener el partido de Meme con tu visión de deportista y periodista.

A Juan Antonini, por sus relatos de futbolista.

A Guido Bottaro, por el amor incondicional, por ver en mí lo que yo no podía ver.

A Maximiliano, por conocerte, por la sonrisa, por aquellos días.

A mis fieles compañeros de siempre…

Y a Sam, por acompañarme cada noche escribiendo.

Gracias totales.

Prólogo

Los días de Alina & la lectura en biodescodificación

Ha aprendido a los golpes a verse reflejada en todo cuanto le ocurre. Por momentos creyó que el universo, padre, Dios creador habían truncado o bloqueado su destino, su “maldita” suerte. Descreyó del amor por afirmarse en el miedo. Se volcó a su lado oscuro y triste para desafiar a todo cuanto se le cruzara. No fue la casualidad ni el destino, sino la causa quien le dio una importante lección…

—Y yo, ¿qué hago ahora? —pregunta Meme.

—No, y yo, ¿qué hago ahora? —contesta Alina.

Soy un plan de acción que activo como mecanismo de supervivencia, ya sea supervivencia al recuerdo, al amor, o para sentir mi cuerpo y tomar protagonismo.

¿Qué sucede cuando otro es capaz de amarme en mi oscuridad? Nos preguntamos o sacamos conjeturas sobre si el amor nos arma o nos desarma, nos completa o nos deja a medias, pero jamás nos preguntamos si integramos esas dos polaridades, si lo intentamos, si somos capaces.

El universo se mueve como un péndulo y todo, cuanto sucede, tiene un fin. Cada causa tiene su consecuente. Cada caso tiene su historia. Cada historia es un mundo y en ello no deberían entrar juicios, sino desarmar el verdadero sentir para poder habitarlo.

¿Quién podrá una vez amarme? Amarme tal cual soy. Alina; Alina Mars. Alina, que en su nombre posee “el todo” y lo descodifico, pues. All in: todo está aquí dentro, Alina, en tus adentros, eres tu propio Dios, Alina Mars, que no sabe, pero inconscientemente arrastra la frecuencia de energía de ese Marte furioso, creador, de acción, ese dios de la guerra.

Batalla con todo. Si hay algo que nos ha enseñado esta historia es a batallar.

Alina se desencuentra en su propia historia, se hace cargo de las situaciones confusas e incoherentes de los demás. Se entristece al no sentirse correspondida. No la culpo, nos refleja a varios leer su historia y entender que su memoria es de abandono.

Su padre se ha ido… ¿Qué podríamos pedirle a una niña que ha sido abandonada? ¿Qué esperamos de una niña que ha sufrido la falta de amor, la falta de mimos, de abrazos?

¿Por qué somos tan jodidamente exigentes? ¿Por qué exige Alina? ¿Por qué se enoja Alina? Su enojo, su reproche, su exigencia no es más que el reparo de todo aquello que no pudo una vez tener, pero que en su interior permanece vacío. Vacío que suple, llena y repara cuando deja ir a Meme. Pero… ¿quién o qué es Meme, en realidad? Una partícula de ella misma proyectándose en el afuera, un arquetipo de vínculo maestro, un espejo que marca causa-consecuencia, que la encuentra con el reparo de lo que alguna vez y para siempre debemos aprender: soltar. Un espejo que se lo proyecta una persona que puede, incluso, tener menos años de edad, pero ser igualmente de sabia.

Meme —y lo descodifico: Me-me, yo y yo—. Soy yo y yo; primero, en mi universo, lo que debo “resolver”, todo cuanto habito o falto está primero en mí.

El universo no hace más que proyectarnos aquello que tiene que estar cerca, en nuestra sincronía, momento y lugar para por supuesto dar paso al camino que está trazado. Recuerden: todo por algo es y tiene una función, aunque nos “calentemos” (este término pueden aplicarlo a todo).

Su propia historia le pide tomar protagonismo desde niña. Niña que decide habitar en el momento en que responde ante su padre. Niña que tiene que aprender a abrazar (y a abrazarse ella sola) para poder dejarla ir. Su historia le pide que ¡crea! Los personajes de dicha historia intentan despertarla, a sincronías, a anécdotas, incluso a golpes. Que crea en la magia (que alguna vez perdió) y en las verdades, como lo hacen los niños. Después de todo, Alina siempre recuerda que quien nos falla también está atravesando una herida.

Antes o después, “será mía la pista”. Alina sigue preguntándose qué paso es el que tiene que dar, pues, recuerden, no tuvo quien la guiara, pero sí tuvo quien la abandonara. No es justo, ya lo sé, pero así pactado el destino fue; y ahora, de los escombros, solo queda volver a construir.

La línea de tiempo se pausa y se estanca siempre en aquellos momentos en los que hemos padecido un shock, allí mismo es donde se instala la memoria, el recuerdo de algo que nos queda atravesado en las entrañas y allí mismo es donde hay que volver. Un tiempo antes o un tiempo después, para vernos nacer. Para construir.

“Respiro profundo, cargo mis pulmones lo suficiente como para tomar el coraje necesario o ahogarme en angustia. Voy al salón, voy al club, voy a casa, voy (o vuelvo) a mi sentir. Vuelvo a mí”.

Antes o después: 8 años antes, 8 años en el medio y 8 años después. La línea cronológica de esta historia se teje en 8, pues se abre al infinito, a las causalidades, a las preguntas con y sin respuestas, al aprendizaje, a la sincronía. ¿No es acaso sincrónico que viaje en sus recuerdos de 8 en 8? ¿Qué vivió Alina a sus 8 años? ¿Será esta su primera memoria de abandono? ¿Notamos que, a los 8 años de Alina, su amor (Meme) está naciendo? ¿Cuántas sincronías nos suceden y no vemos por el simple hecho de no estar conectados al todo?

El camino que cruza es aprendizaje que la lleva a darse cuenta de que todo cuanto su padre ama, ella odia, como queriendo inconscientemente habitar ese lado rebelde de “aunque tú lo ames, yo lo odio, porque no quiero estar conectada con tu abandono”. Pudiendo así afirmar que esa infancia, que ha quedado herida, aún llora, y que cualquier cosa es mejor que respetar ese legado paterno. Lo que muchas veces no sabemos es que el universo de historias nos llenará siempre y cuando uno no sane su nido. La carencia afectiva, la desilusión, el reproche, el aviso, el abandono se hacen presentes en estos días; en los días que precisamente ella atraviesa. Se hacen presentes en su escuela, en su festival. Ha atravesado un sinfín de historias tristes y horrorosas que han de ser una excusa perfecta para seguir llorando.

Pero ahora la niña tiene que crecer. Se da cuenta cuando deja de tener la piedra en el zapato y esa piedra aumenta su tamaño, adquiere forma de pelota y golpea directamente en su cabeza.

Despierta, Alina, es momento de sanar. Ira, bronca, insultos, llanto, vacío... Cuando todo está perdido, ya no tengo nada que perder. Cuando llego a lo profundo de mi vacío, puedo verme completamente desnuda y puedo empezar a observarme desde mi carencia. Pues, ¿qué necesito entonces? ¿Qué quiero? ¿Qué busco o reclamo en los demás? ¿Es esto una señal? ¿Me están solicitando que retome mi camino, que aborde mi pasión? ¿Por qué me interpela tanto que otros sí puedan hacerlo? ¿Quién va entonces a verme esta vez? ¿Se volverán a reír de mí?

¿Qué importa? Estoy jugando con fuego. ¿Esto es real?

¿Es real lo que siento? Quiero y merezco gritar, llamar la atención porque alguna vez me sentí nada y hoy quiero serlo todo.

Me veo reflejada en alguien que también tiene su infancia herida. Sus 17 o 18 años me hacen recordar los míos, tomo la fuerza de ese joven, de ese niño por querer parecer o convertirse en un adulto. Y me duele, claro que me duele, pero... ¿por qué me duele? ¿Qué veo en él que también está en mí? ¿Por qué quiero cuidarlo? ¿Por qué lo amo con tanta fuerza?

¿Cómo reaccionamos ante nuestros espejos? ¿Ante aquello que inevitablemente el universo nos está mostrando todo el tiempo y no le hacemos causa?

“Decidir es un acto de locura”. Decidir sobre uno mismo es un acto de locura y también de valentía. ¿Cuántos fastidios, cuántos amores dejaré que me fallen para convencerme de que esta es la falsa fidelidad a la que estoy arraigada? ¿Cuántas veces permitiré que me desvaloricen para que otros salgan victoriosos a causa mía? ¿Puedo reconocer, acaso, que el primer amor que puede fallarme es el de mis padres? ¿El de mi padre abandonándome? El resto es la nada misma, es aprendizaje, todos cargan con su herida, con su llanto, con su angustia. Algunos no actúan como “deberían”, pero… Cada familia es un mundo lleno de historias. ¿Qué podríamos reclamarle al otro si yo no me reclamo a mí misma? ¿Qué reclamar y para qué? ¿Qué busco con ello? Tengo que definirlo, porque reclamar es tomar partido. Partido, partidazo como el que se juega Meme. ¿O será el que se juega Alina? ¿Qué más da? Son lo mismo.

Escribo desde mí y escribo desde Alina, justamente todos somos espejo y hoy podemos ser uno. Puedo ser yo (o Meme) y preguntarme: ¿qué encuentro en los hombres de esta historia que también está en mi padre? ¿Por qué el universo atrae o deposita a quienes tienen partes de él? ¿Por qué mi padre no pudo antes amarme? ¿Acaso necesito preguntárselo o basta con sentarse en un banquito frente al muro de las promesas a contemplar que la vida sigue, que la vida pasa, así, sin más, y que hay que aprender a tomar todo cuanto tenemos hoy? Tomarlo con amor, abrazarlo, honrarlo, caminarlo, vivirlo.

Y, entonces, retruco: ¿pudo Alina amar a su padre? ¿Puede ahora? ¿Puedo yo? ¿Puede Meme? ¿No es la fidelidad de esta historia más que un sinfín de sincronicidades que se envuelven y desenvuelven solas para llevarnos a destino?

El destino no está ni bloqueado ni entorpecido, no está detenido, todo simplemente sucede, si le damos lugar, ya que:

“No puedes pasarte la vida negando el amor tan solo porque no soportas lo que acaso este conlleva”.

“El amor es un regalo, ocasionalmente puedes tener la maravillosa fortuna de que sea mutuo, pero que no lo sea no significa que deje de ser un maravilloso regalo. Doloroso, pero increíble”.

Amar duele, claro que duele. Quizás el universo encuentre esta forma de expresarse en esta historia, dándole lugar justamente a ese dolor que nos causa amar. El amor, a veces, también es una falta, una ausencia: te dejo ir porque te amo. Te dejo ir porque no puedo darte lo mejor de mí, y es allí donde surge en parte la sanación. La niña deja de ser niña. Se sabe en soledad. Aunque se enoje, le toca crecer. Nos toca crecer. La soledad trae un vacío que también hace espacio y en ese espacio es donde se abre la conciencia. La niña se da cuenta que creció entre angustias, abandonos y mucho apoyo materno. Se da cuenta de que, al fin y al cabo, la vida sigue su curso y que no podemos depender de otros para sentirnos plenos. Por ello “mi reclamo”.

Es en la ausencia en donde Alina pudo encontrarse en lo que dicen “mi lugar en el mundo”; haciendo sola, pero estando en compañía. Los aplausos son la nueva melodía del triunfo. De ese carro que nunca dejó de avanzar. Alina se leyó el destino, solo que no se había dado cuenta de ello. Su cuestionamiento interno-externo fue lo que la ha ayudado a habitarse.

¿Acaso no está el universo aplaudiéndome porque aprendí una lección? La línea de tiempo se detiene y viajo en ella veinte años atrás. Vuelvo a mi infancia, soy Alina, veo a esa Alina, a esa niña llena de sueños. ¿En dónde estoy? ¿Estoy en casa? ¿Estoy con papá? ¿Estoy en la cancha? ¿En mi pista de patinaje? ¿Quién me alienta? Observo. Son todos, pero hoy soy yo misma. Necesité hacer este viaje para poder encontrarme. Para poder ir a buscarme y darme la mano. Nos pesa la nostalgia. Al final comprendo que todo parte de algún lugar. Que dejar ir tiene que ver también con integrar. Y que integrar tiene que ver con sanar.

Busco a mi padre, encuentro mi refugio, dejo ir a aquel chico que hoy es un hombre. Lo veo en mi mirada, comprendo su historia, me veo en él. Me abrazo. Lo abrazo con mis ojos. Vuelo a él, vuelvo a mí. Estoy en mi refugio, he dado a luz. El amor puede desarmarte, por completo, pero puede también juntar todas tus partes rotas en un solo abrazo, en una risa, en un amor, para poder construir un nuevo capítulo, un nuevo libro, un nuevo caminar.

Hoy empiezo con el pie derecho, que alguna vez lastimé, acompasando mi paso con mi pie izquierdo, que alguna vez dejé atrás.

Úrsula Gil

Lic. en Biodescodificación

Al final éramos magia

Capítulo 1

Se apoya algo cansada en las sillas nórdicas de la cocina que Jija tanto amaba. Está del otro lado de la mesa azul marino, la misma donde solía tomar ricos desayunos e idear grandes planes de amores fallidos. Allí mismo le había entregado aquel famoso par de patines de talle 36 y ruedas número 57 que terminó por darles la gran revancha nada más ni nada menos que allí, en el famoso Gran Salón. Pero esta vez es diferente. O quizás no, quizás esta vez sea similar. Porque aquella vez lloraba desconsolada por Piper y ahora, ahora no sabe muy bien por qué llora, pero llora con el corazón latiendo igual que hace años atrás.

Son las 11:11 p. m. Hace pocos días ha despedido a Maite en la casa, todo ha sido una vorágine que le comió el alma. Hace un minuto estaba impecable, no se le caían las lágrimas a borbotones como ahora, o por lo menos aparentaba bastante bien el nudo en la garganta. Todavía relucían sus pestañas y podía pararse y simular frente al mundo ser la Alina que siempre todo lo puede. En esta que se ha convertido de pronto y que, a los ojos del mundo, parece segura, reluciente, increíble; la que cada tanto apenas se permite equivocarse, errar. La que está en los detalles, la inteligente, la resiliente, dirían todos. Pero lo cierto es que puertas adentro es batalla. Lo cierto es que está aterrada, el amor la aterra. Ha saltado a lo incierto. La incertidumbre de haberse equivocado o no le anuda también el pecho.

«Cuando el dolor ya está instalado hondo y arremete, aférrate a tus sueños», recuerda en palabras de Jija. Hoy todo se resume a Jija. Por Jija estuvo en aquel salón antes y también después. Si la vieja cascarrabias no hubiera sido tan insistente y ponzoñosa en el acto de que persiga sus sueños, nada hubiera pasado. A Alina le habían enseñado muy bien a no rendirse y eso mismo era cada tanto su milagro y cada tanto su condena.

Tiene los ojos hinchados y negros por el maquillaje corrido, y de horas sin dormir pensando. Fantasea demasiado, pero aprendió a bajar a la tierra porque así lo requiere el vivir. No evita cada tanto viajar por las nubes un rato y descansar de la exigente que lo quiere todo perfecto. «La perfección no es un valor», piensa, pero le cuesta el suspiro.

Tiene sus manos en el medio del alma y le está aturdiendo el teléfono que no ha parado de sonar desde hace días. Del otro lado, Juano llama preguntando cómo está. Sabe que la extraña, sabe que tiene el corazón destruido. Comprende el dolor porque eso mismo la rompió a ella antes y la rompe ahora, aunque en otras circunstancias: jamás en la vida hubiera querido dañar a quién le devolvió la esperanza. Pero el corazón no sabe de razones y Alina eso también lo sabe. Cuando amas a alguien, amas a alguien y no importa lo que hagas para intentar negarlo, no importa cuánto intentes esconderlo o disimularlo, brotará por cada grieta de tu persona y te envolverá como el amor sabe envolver. Y será inefable.

Susurra ahora algo para sí misma, hace una mueca, pestañea pesado. Se retrepa en la silla cada tanto y, cuando lo hace, respira más profundo; como si tuviese que acomodarse un poco el alma para volver a decir algo que al final no dice porque no puede. Tiene la boca seca, las manos le tiemblan, le aturde demasiado todo, pero jamás bajaría la vista. El silencio inunda y tiene escamas, tiene pequeños adornos, adornos musicales en forma de respiración cortada, claqueo de dedos, el tictac de un reloj que parece haberse detenido un día de aquel enero del 2007 y vuelve a funcionar ahora, de pronto, sin permiso, sin piedad. «¿Por qué?», se pregunta para sí misma, y tiene la respuesta: porque sí. Porque el amor te desarma y te arma casi ocho años después al ver los mismos ojos. Porque te revuelve las tripas y te tironea desde adentro como una fuerza que nadie nunca podría explicar con palabras. Porque te muestra a viva luz las miserias de uno, del otro, de ambos. Sabe Alina que es porque sí, sabe que no hay explicaciones lógicas para todo. Sabe que simplemente así sucede.

Estira su cuello hacia un lado y hacia el otro. Recoge su pelo, se seca una lágrima con su mano, quiere disimular, pero ya nada puede disimular. Toma un pañuelo, lo pasa por su cara intentando barrer la mancha negra que se ha formado sobre su párpado. No sabe que la tiene, pero lo supone. No quiere que la vean así. A veces quisiera volver el tiempo atrás, a cuando era más joven, donde unas noches sin dormir no causaban estragos. Exagera. Siempre lo hizo y siempre lo hará. Es fanática de lo barroco, de todo, todo mucho o todo poco, pero todo. No hay grises. El día que entendió por qué nunca había tenido grises, lloró también. A eso también la había llevado él. Si él supiera que su amor la llevó a enterarse de quién era… pero no lo sabe. No sabe el tiempo que ha pasado esperándolo, pensándolo cada día, invocando a los dioses en los que no creía para, aunque sea, tener noticias de su existencia. No sabe realmente las veces que volvió a buscarlo al Viejo Club, que volvió incluso a verlo en caras ajenas. Ninguno de los dos tampoco sabía que aquel día que se despidieron en la puerta del club iba a ser el primer día del resto de ocho años que los separarían. Alina carga cierta rabia que mezcla con pena y nostalgia, y entiende que todo eso puede convivir en sí misma perfectamente.

Y se une en un segundo al comprender que el día que se rindió, fue el mismo día que decidió no buscarlo más. No escribir más sobre él, dejarlo atrás. El día que se rindió, probablemente haya sido el mismo día que él necesitó encontrarla.

Hace una mueca, quiere decir algo. «¿Qué?», piensa y nada sale, pues tendría que empezar desde muy atrás, cuando todavía el viejo Dano existía para levantarla en peso y sacudirle las ideas. Se le está estrujando el alma y cualquiera que la conoce un poco lo notaría, pero quien no podría pensar que está perfectamente inmutable. Sabe mentir.

Se les está estrujando la mirada contra aquellos ojos que jamás olvidó, pero de donde jamás correría la vista. Se le está estrujando el alma, pero no está sola: Meme está del otro lado de la mesa azul marino. Tiene el pelo impecable, como lo ha tenido siempre, y un par de ropas caras que podrían traducirlo, ahora, en alguien de mejor pasar. «Tiene demasiadas cosas iguales, tiene demasiadas diferentes», piensan ambos en perfecta sincronía. La vida los ha encontrado nuevamente o, en verdad, jamás se han desprendido el uno del otro. Como un hilo invisible que dicen que conecta a las personas de una manera cuasimágica y que Alina catalogaría de empalagosa. Lo cierto es que allí mismo están, en total silencio y en total desconcierto. Como si hubieran olvidado algo atrás y ahora lo hubieran encontrado. Están teñidos de bronca contra el tiempo y a la vez de una felicidad y un amor inconmensurable. Se miran, se miran y no pueden dejar de hacerlo. Se miran como aquel primer 23 de mayo hace ocho años atrás.

Capítulo 2

Un año antes

Alina

El mirador del puente Golden Gate estaba demasiado atestado de gente como para permitirles sacar una foto limpia, impecable. Un grupo de turistas chinos bajaba en manada de un auto azul metalizado, a los gritos y desenroscando cámaras del cuello para correr hacia el mejor foco, como si el Golden Gate fuera de pronto a desaparecer. Alina revoleó sus ojos y refunfuñó. Nunca le había gustado el tumulto de gente y estaba teniendo la mejor charla desde su llegada a California con su compañero de artes literarias, Juano, que, por cierto, también se había convertido en los últimos años en su novio sin ningún tipo de posibilidad de poder mencionar la palabra novios en voz alta.