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¿Terminará finalmente el cazador siendo cazado? Robert Dalla Nina -escritor y mujeriego empedernido- corre serio riesgo de caer en su propia trampa de seducción al enamorarse perdidamente de Lola, la esposa de su jefe, el dueño del emporio editorial House Book. Sus aventuras sexuales están signadas por la culpa que invade a esta bellísima mujer que no se decide entre la estabilidad económica a la que está acostumbrada y la pasión irrefrenable que desata un volcán en su interior.
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Seitenzahl: 38
Veröffentlichungsjahr: 2016
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Salimos al aire en tres… dos… uno…
Las cámaras se encendieron y al mismo tiempo la parrilla de luces estalló sobre sus cabezas provocando una nube invisible de calor infernal. Aún no daban las diez de la mañana y Robert pensó que soñaba. Que no era él quien estaba sentado en ese sillón de pana roja a una hora del día escandalosamente inhumana para su modo de vida. Instintivamente buscó la caja de cigarrillos en el bolsillo de su saco de cuero negro, pero luego recordó que no podía fumar en el estudio. Aunque si se lo prohibían él tendría algo que decir al respecto, de seguro. Se revolvió incómodo en su asiento, y en un acto absolutamente instintivo sus ojos negros se deslizaron por las piernas bien torneadas de Lola Llorente, la periodista que estaba a punto de entrevistarlo. Apenas se conocían de unos momentos antes, los había presentado Alice, una amiga en común que trabajaba en el canal. Robert debía dar una serie de entrevistas a raíz de su nuevo libro de cuentos eróticos, si quería que el asunto funcionara, al menos eso decía su jefe de prensa. “Los jefes de prensa pueden llegar a ser un estorbo”, pensó Bob mientras sus ojos recorrían la curva de los labios de Lola, que ahora lo presentaba frente a las cámaras. ¿Por qué le llamaba tanto la atención esta mujer de mediana edad?
–Lo primero que debo preguntarte Bob, y tómalo como una inquietud personal, es cómo pasaste de escribir libros infantiles a esta serie de cuentos eróticos que debo decir además a nuestros televidentes son bastante sugestivos, por cierto. –Estaba absorto en su rostro, y escuchó la pregunta como si ese sonido proviniese de una habitación contigua, asordinado por sus propios pensamientos.
–Bueno Lola supongo que todo escritor tiene que comer y pagar sus impuestos… no encuentro otra explicación –se escuchó decir aquella estúpida frase y deseó morir. Vaya bonita manera de comenzar una charla.
Lola se acomodó la falda corta en un gesto leve, de cierto nerviosismo. En ese instante advirtió que su entrevistado podía ser incómodamente sincero. Robert la miró fijamente y le soltó la pregunta sin más:
–¿Te han gustado mis cuentos entonces? ¿O deberíamos suponer en todo caso que te has sentido estimulada leyéndolos?
Lola dejó entreabrir sus labios carnosos, como no pudiendo creer lo que ese hombre de fornida contextura y barba de tres días le preguntaba al aire y en su propio programa. Hubo unos segundos de silencio.
–No soy fanática de este tipo de lectura, Bob, pero no dudo de que tus cuentos les habrán parecido por lo menos sugestivos a muchos lectores. Y dime, ¿vas a seguir buceando en las profundidades eróticas en el futuro?
–¿Te refieres al género? –se produjo un instante de silencio incómodo.
–Me refiero a tus próximas obras…
Robert jamás supo qué fue lo que le golpeó con tanta fuerza en el interior de su intrincado cerebro. Tal vez ese aire aniñado que se mezclaba con el sex appeal innato que portaba con demasiado garbo. Definitivamente le gustaba. “Debo conseguir más información sobre esta mujer”, pensó. En ese momento supo que el cazador que anidaba desde siempre en su interior se estaba poniendo en marcha. Ya había identificado a su presa. Ahora buscaba un lugar apropiado para emboscarla y esperar pacientemente a tenerla en la mira. La víctima presentaba el grado adecuado de resistencia y dificultad como para transformarse en un interesante trofeo. Bob sintió entonces que su complejo mecanismo de seducción se desperezaba. Y eso era una muy buena noticia. Sin duda.
Apenas terminada la entrevista cámaras y luces se apagaron. Varios asistentes los rodearon, una maquilladora le corrigió los brillos al rostro de Lola, y el parloteo a su alrededor se hizo intenso, histérico. Fue en ese momento que apareció Alice con una gran sonrisa y un saludo:
–¡Ey, demasiado bien! Una nota interesante, y además ambos dan una hermosa imagen allí… juntos. ¡El rating trepó a casi cuarenta puntos! –Lola se rió de manera glamorosa pero sincera. Era sensual en cada movimiento. Alice tomó a Bob de la manga del saco y lo llevó aparte.
–Dime truhán, ¿era necesario que te lanzaras a conquistar a la estrella del canal así como así, en el aire, delante de cámaras? Eres incorregible.
–Necesito fumar.
–Aquí está prohibido. Y además tengo buenas noticias para tí: los productores están buscando un columnista para la sección de libros.
–¿En este programa?
–Sí, les he marcado tu nombre, te vieron y les gustó. Si te interesa puedes ganarte unos billetes extras. Eso sí, deberías rasurarte… e invitarme a cenar, desde luego.