Amar a Jason Thorn - Ella Maise - E-Book
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Ella Maise

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Beschreibung

Jason Thorn… El amigo de la infancia de mi hermano… Estaba totalmente colada por ese chico. Fue el primero que me hizo ponerme colorada, mi primer flechazo oficial. Suena maravillosamente, ¿verdad? Esas burbujas en tu interior, esas mariposas que sientes por primera vez… Él era la razón de todo ello. Pero solo logras vivir en ese mágico cuento de hadas hasta que alguien rompe tus sueños y, de paso, te pisotea el corazón. Alguien. Él. Me lo partió en mil pedazos. Después de lo del corazón pisoteado, Jason se convirtió en ese chico del que quise mantenerme alejada a toda costa. Pero una terrible tragedia golpeó a su familia y tuvieron que mudarse, con lo que me dispuse a olvidarme de él para siempre. Ahora es una estrella de cine, de esas que hacen que las mujeres de todas las edades se vuelvan locas; de esas por cuya sonrisa con hoyuelos todas se desmayan. ¿Y yo? Yo soy Olive, una joven escritora novata. En realidad, soy la escritora del libro en el que se basa la próxima película que Jason va a protagonizar. Y solo vislumbro problemas, la verdad…, otra vez.

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Título original: To Love Jason Thorn

Primera edición: enero de 2020

Copyright © 2015 by Ella Maise

© de la traducción: María José Losada Rey, 2020

© de esta edición: 2020, ediciones Pàmies, S. L.

C/ Mesena, 1828033 [email protected]

ISBN: 978-84-17683-50-4BIC: FRD

Ilustración y diseño de cubierta: CalderónSTUDIO Fotografía: Tankist276/Shutterstock

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

Índice

Índice

Nota de la autora

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Epílogo

Agradecimientos

Biografía de la autora

Sinopsis de AMAR A JASON THORN

Este libro es para todas aquellas chicas que se enamoraron de un niñocuando eran pequeñas y sentían mariposas en el estómago cuando lo veían.Y, vaya…, si el chico no te correspondía, ¡menudo idiota!

Nota de la autora

Por lo general, cuando se adquieren los derechos de un libro para filmar una película, llegar al proceso de producción puede llevar años, pues son muchísimos los obstáculos que se deben superar. Sin embargo, para la trama de esta novela no quería que tardaran un año, o más, en empezar la filmación, por lo que ha sido un período de tiempo mucho más rápido de lo habitual.

O tal vez…, solo tal vez, el libro de Olive era demasiado increíble para esperar más…

1

Olive

Hasta el día que conocí a Jason Thorn, mis sueños estaban llenos de nubes blancas y mullidas, preciosos vestidos de color rosa, sabrosas tartas de manzana, y, por supuesto, también aparecía en ellos el hermano mayor de nuestra vecina, Kara.

—No quiero oír ni una palabra más al respecto, Jason. Cielo, puedes quedarte aquí siempre que quieras.

Estaba a punto de bajar para ayudar a mi madre a poner la mesa cuando aquellas voces llegaron hasta mí haciendo que me detuviera en seco.

—¿Ves? Ya te he dicho que no pasaba nada. Venga, vamos a mi habitación.

—Espera, Dylan. No vayas tan rápido.

Oí el apagado tintineo de la taza de café de mi madre cuando la dejó en la encimera de la cocina unos segundos después.

—Jason —volvió a hablar de nuevo—, ¿estás seguro de que no quieres que llamemos a nadie? Quizá deberían examinar a tu madre para asegurarse de que esté bien, o podemos avisar a tu padre y decirle que pasarás la noche en casa con nosotros. Estoy segura de que se preocupará si llamara a tu casa y no lograra hablar con ninguno de vosotros dos.

Mi madre era una mujer tierna y compasiva, tan buena que parecía que tenía el corazón de brillante oro líquido. Había oído cómo mi abuelo se lo decía innumerables veces por soportar a mi padre, así que debía de ser cierto; o eso pensaba con mi mente infantil. Aunque mi madre tenía también una parte que la hacía volverse salvaje, ya que protegía ferozmente a los que consideraba parte de su familia.

Dejando eso a un lado, era una novia feliz, como a mi padre le gustaba llamarla, pues poseía una forma secreta de hacer sonreír a cualquiera, incluso cuando estaban tristes por algo. Lo sabía porque siempre me hacía reír cuando íbamos al dentista, que era el lugar más aterrador para una niña de seis años (¡casi siete!). Si estabas con ella, no tardaba en conseguir que sonrieras en poco tiempo.

No solo tenía ese efecto en mi hermano y en mí, sino que conseguía lo mismo con mis amigas. Cada vez que era ella la que venía a recogernos al colegio, todas la miraban con una enorme sonrisa tonta en la cara. En realidad, ahora que lo pienso, me recordaron a Buzz, el cachorro que Kara tenía desde hacía unas semanas. ¡Oh, me encantaba ver al hermano de Kara, Noah, jugando con ese cachorro! Siempre imaginaba que acabaríamos teniendo algunos cachorros como ese después de que me pidiera que me casara con él.

Suspiré…

De todos modos, no me permitían tener un cachorro, y, por supuesto, nunca se me habría ocurrido introducirlo en casa cada vez que mi madre saliera —shh, no se lo digas a nadie—, pero sí vi las monerías que hacía el perrito cuando quería algo de Kara.

En general, en aquella época creía que era difícil ser niño, pero tener una madre como la mía hizo que todo me resultara un poco más fácil. Por eso siempre he querido ser como ella. Quería hacer felices a las personas, que se olvidaran de sus preocupaciones durante un tiempo, ser su sol como ella era el nuestro.

Había habido solo un pequeño problema…: el hecho fundamental de que yo no tenía un corazón de oro y tampoco que nunca se me había dado bien ser pacífica o elegante, aunque mi madre era el epítome de esos rasgos.

Sin embargo, no era culpa mía; siempre era Dylan el que me provocaba. Si hubiera que repartir culpas, estas caerían directamente sobre los hombros de Dylan, no sobre los míos.

Dylan era mi hermano mayor, el que seguía fastidiándome, y lo había hecho, probablemente, desde el día en que nací. Por desgracia, no recordaba los primeros años de mi existencia, pero estaba segura de que él también se había pasado conmigo en esa época. Según me habían contado mis padres unos días después de que me trajeran del hospital a casa, les había dicho que habrían debido devolverme al lugar en el que me habían encontrado, junto a los contenedores de basura.

¿Os lo podéis creer? Mi querido hermano mayor…

Ni siquiera había terminado todo eso con una inteligente amenaza velada. Me recordé a mí misma el día que se había puesto a correr con mi cochecito por el parque, conmigo dentro. ¿Por qué? Seguramente para matarme de un infarto.

A una edad temprana, llegué a la conclusión de que no podría tener un corazón de oro hasta que Dylan dejara de provocarme. Cada vez que él estaba cerca, era probable que hiciera o dijera algo y que yo perdiera la calma, lo que nos llevaba a pelearnos a gritos.

Y no había nada divertido en gritarle a alguien porque no quería jugar a los caballitos conmigo.

Las palabras de Jason —que él parecía haber elegido cuidadosamente— me trajeron de vuelta al presente; un presente en el que estaba pegada a la pared, justo a la izquierda de la escalera, escuchándolos a escondidas.

—Gracias, señora Taylor, pero no creo que a mi padre le importe dónde voy a pasar la noche. Y… mmm… estoy seguro de que mi madre estará bien por la mañana. Estoy convencido de que se ha quedado dormida. En realidad es culpa mía; debería haber mirado la hora para llegar a casa antes de las seis.

—Estábamos jugando a la pelota en la calle, Jason. Justo enfrente de tu casa. No creo que sea culpa tuya. ¿Y quién se va a dormir a las seis, mamá? Incluso Olive se queda despierta hasta más tarde.

—Dylan —dijo mi madre en voz baja antes de suspirar.

Sonreí, sintiéndome orgullosa. Podía quedarme despierta hasta mucho tarde. A veces, incluso me dormía a las nueve.

Hubo un completo silencio durante unos momentos, y luego las patas de la silla rozaron el suelo cuando alguien se levantó de la mesa.

—Jason, vamos a ver… —La voz tensa de mamá rompió el denso silencio. ¿Quién era ese chico al que llamaban Jason? ¿Quizá era el hijo de los vecinos que se habían mudado al otro lado de la calle hacía unos días? ¿Cómo era posible que Dylan no me hubiera presentado a su nuevo amigo?—. Siempre serás bienvenido en esta casa. Quiero que lo recuerdes siempre, ¿de acuerdo?

—Gracias, señora Taylor. Se lo agradezco mucho.

—¿Por qué no vais a lavaros mientras preparo la cena? Después llamaremos a tu padre para que sepa que estás bien.

—Eso no es necesario, de verdad…

—Digamos que es para mi propia tranquilidad.

—Vamos, Jason —oí que murmuraba mi hermano—. Quiero enseñarte el videojuego que me ha comprado mi padre.

Oh, hablando de eso… Siempre había pensado que era muy grosero por su parte guardar bajo llave todos sus juguetes. Nunca me dejaba jugar con él.

Me di la vuelta, a punto de volver corriendo a mi habitación para ver quién era ese chico nuevo a través de la ranura de la puerta, pero me detuve al oír la voz de mi madre.

—Dylan, ¿antes puedes quedarte a ayudarme a poner la mesa? Luego podrás jugar con Jason arriba hasta que os llame para cenar.

—Claro, mamá —respondió mi hermano con docilidad—. Jason, el cuarto de baño es la segunda puerta a la izquierda. Mi habitación está al lado. No tardaré.

—¿Hay algo en lo que pueda echar una mano, señora Taylor? Me gustaría ayudar…

—Oh, eres un encanto, Jason. ¿Qué te parece si eres nuestro invitado por esta noche, y cada vez que vengas a partir de hoy me ayudas tú también? ¿De acuerdo? Y de ahora en adelante llámame Emily.

—Está bien, señora Tay… eh… Emily. Muchas gracias por dejarme quedarme aquí esta noche. Dylan, te esperaré en tu habitación. —Y comenzó a subir la escalera.

Me quedé quieta y esperé pacientemente a que el dueño de esos pasos llegara hasta donde yo estaba. Como Dylan no iba con él, podía saludarlo y darle la bienvenida a nuestro barrio sin tener problemas.

Aggg, Dylan… Que fuera cuatro años mayor que yo no lo convertía en mi jefe.

¿Sería rubio? Quizá tendría ojos y cabello castaños y sería un bombón, justo como el hermano mayor de Kara, Noah, que había cumplido dieciocho años hacía unas semanas. Mi madre pensaba que era demasiado mayor para mí, pero también me había dicho una vez que una niña siempre debe soñar a lo grande. Aunque adoraba a mi madre, era evidente que no siempre tenía razón.

De todos modos, dado que Jason parecía haberse convertido en amigo de Dylan, dudaba mucho que fuera el chico apropiado con el que ponerme a soñar.

De repente, noté algo raro en el estomago, algo inexplicable. Fruncí el ceño y me estiré el vestido. Fuera o no amigo de Dylan, lo habían invitado a nuestra casa, y pensaba que debía darle la bienvenida, ya que parecía estar muy nervioso por quedarse con nosotros.

Tommy, uno de mis mejores amigos del colegio, creía que algún día nos casaríamos, pero nunca le había dicho que sí. No había llegado a emocionarme cada vez que jugábamos a las citas.

Las zapatillas deportivas fue lo primero que vi de Jason. Todavía las recuerdo bien: blancas y muy limpias para un chico de su edad. Se me ocurrió que quizá no sería tan malo como otros amigos de Dylan, y que no se burlaría de mí.

Compuse mi mejor sonrisa y levanté la cabeza lentamente para mirarlo a los ojos. Sus pasos vacilaron cuando me vio escondida junto a la pared. Lo miré con intensidad y la sonrisa se me desvaneció poco a poco mientras me quedaba boquiabierta.

¿Jason? ¿Jason qué?

¿Mariposas? ¿Esos pequeños aleteos que sentía en el estómago eran aleteos de mariposas? ¿De los que me había hablado mi madre? Sin duda lo parecían. Miles de mariposas ¿Eran las mismas que había sentido mi madre cuando conoció a mi padre?

¿Cómo se apellidaba ese niño?

Quería —no, tachad eso—, necesitaba llevar su apellido.

Y no al día siguiente ni diez o veinte años después. Necesitaba que sucediera ese mismo día, justo en ese momento, para ser exactos.

Al verme, pareció sorprendido durante un segundo, pero se recuperó más rápido que yo. Me brindó una sonrisa preciosa que hizo aparecer un hoyuelo en su mejilla izquierda.

—Tienes un hoyuelo. —Solté el aire, totalmente perdida en esa pequeña parte de su cara. Fue casi mágico.

Cerré la boca y sentí que el calor subía a mis mejillas. Logré devolverle la sonrisa, aunque fue de forma temblorosa.

—Hola, peque. Debes de ser la hermana de Dylan. Soy Jason.

—Hola —le saludé con timidez, al tiempo que le hacía un gesto.

Su sonrisa hizo que se le marcara el hoyuelo, y sentí que volvía a ponerme roja. Me puse un mechón de cabello suelto detrás de la oreja, y sonreí.

¡Oh, Dios!

Era guapísimo…

Me aclaré la garganta y le tendí la mano, tal como había visto hacer a mi padre cuando conocía a alguien nuevo.

—Yo soy Olive. Mis amigos me llaman Liv u Oli porque piensan que tengo un nombre raro.

Me miró la mano al tiempo que arqueaba una ceja y luego clavó los ojos en los míos mientras me la cogía.

—¿Y ahora? —preguntó mientras yo asentía con entusiasmo, ocultando la mano detrás de la espalda otra vez—. Peque, creo que tienes un nombre muy bonito. Es difícil que cualquiera se olvide de un nombre como Olive. También son muy bonitos esos ojos verdes que tienes. Así que diría que el nombre te queda perfecto.

¿Bonitos?

¡¿Bonitos?!

No iba a volver a lavarme la mano.

Mi sonrisa se hizo todavía más grande, y creo que ese fue el momento en el que me enamoré de aquel misterioso chico que tenía un hoyuelo adorable y que iba a pasar la noche en la habitación de enfrente.

—¿Eres el vecino nuevo? —pregunté. Tenía que ser nuestro nuevo vecino. Era preciso que volviera a verlo.

—Sí, nos mudamos la semana pasada.

Asentí. Era una buena noticia, pues supondría que podríamos pasar más tiempo juntos.

—Ya que te gusta mi nombre, ¿te gustaría casarte conmigo? —solté a bocajarro.

Se puso rojo y abrió y cerró la boca varias veces.

—¿Qué? —dijo finalmente, riéndose.

Me encogí de hombros.

—Mi padre no quiere que me case hasta dentro de por lo menos treinta años, pero creo que no deberíamos esperar tanto. Así que dime: ¿podemos casarnos antes?

Se rascó la cabeza, lo que logró que incluso pareciera más guapo.

—Peque creo que somos demasiado jóvenes para casarnos.

Abochornada, me miré los pies.

—Mi padre también me dice eso. Siempre he pensado que me casaría con Noah, el vecino, pero a mis padres no les gusta la idea. Hasta mi madre piensa que es demasiado mayor para mí. Sin embargo, creo que vamos a esperar a seas mayor. —Asentí casi para mí misma—. Pero espérame tú también. ¿Vale? Voy a bajar a ayudar a mamá con la cena. Dylan siempre lo fastidia todo. Ya sabes… —comenté, agarrándome las manos a la espalda mientras posaba los ojos en sus zapatos—. La he ayudado con la tarta de manzana y también con la crema de vainilla. Me aseguraré de que te toque la porción más grande. Te encantará, y te serviré a ti el primero.

Por aquel entonces pensaba que el tema de la comida era muy importante para los chicos porque mi padre siempre había apreciado una buena comida casera. Y esperaba que, dado que mi pequeño corazón se había enamorado por primera vez, Jason también se enamorara de mí después de probar la tarta.

Se rio entre dientes y me levantó la barbilla con el dedo. Sorprendida ante el contacto, alcé la cabeza con los ojos muy abiertos. Cuando vi su rostro sonriente, tuve que morderme el labio para no babear como una niña pequeña, lo que seguramente le confirmaría que me había enamorado de él.

—Gracias, peque Estoy seguro de que si tú has echado una mano, estará deliciosa. Mejor te dejo que te vayas. Nos veremos en la cena.

Al pasar junto a mí para ir al baño, me dio un tironcito del pelo y su sonrisa se hizo todavía más profunda.

Me apreté las manos para no despedirme de él suspirando, como hacía mi amiga Amanda cada vez que veía a Dylan.

Pero por dentro me sentía en las nubes.

Me había tocado el pelo.

Me había tocado la barbilla y me había mirado a los ojos.

Jason.

Nuestro nuevo vecino, el de los hoyuelos. Me había tocado.

¡Oh…!

Estaba casi segura de que él también se había enamorado de mí. Es decir, si no fuera así, ¿por qué me había sonreído, me había mirado a los ojos y me había tocado?

¿Verdad?

¡¿Verdad?!

2

Olive

Siete años después…

—Gracias por dejarme tu teléfono, Amanda —susurré mientras me escondía en el armario.

—¿Por qué hablamos con susurros?

—Para que Dylan y Jason no puedan escucharme.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? Es decir, venga, Olive, ¿y si se da cuenta de que eres tú quien está enviándole los mensajes?

—Quiero que se dé cuenta de que soy yo. —Lo pensé durante un segundo, y luego cambié de opinión—. Bueno, vale, quizá no sea lo mejor al principio, pero al final lo sabrá.

Amanda suspiró al otro lado de la línea.

—No sé si será una buena idea, Liv. ¿Y si se lo dice a Dylan? —Contuvo la respiración—. ¿Y si reconoce el número y piensa que soy yo?

—Oh, basta… ¿Cómo van a reconocer el número de tu primo? Si no abres la boca, nadie lo sabrá. Y es solo por esta noche. No le volveré a enviar más mensajes. Mis padres han salido y él se queda a dormir, es el momento perfecto.

—¡Olive! —Mi hermano dio un golpe en la puerta de mi habitación—. Ha llegado ya la pizza, y si no bajas ya, acabarás encontrando la caja vacía.

—Claro, venga, rómpeme la puerta —murmuré por lo bajo antes de abrir la puerta del armario—. ¡Ya voy! —grité—. Vale, voy a bajar ya. ¿Qué hora es? —pregunté a Amanda, levantándome del suelo.

—Las nueve. ¿Cuándo le enviarás el mensaje? Tienes que decirme todo lo que te va poniendo.

—No puedo enviarte ningún mensaje mientras me escribo con él. Estaré demasiado emocionada. Te llamaré mañana para decirte cómo ha ido todo.

—No, entonces iré a desayunar a tu casa; quién sabe cuándo se te ocurrirá llamarme. Además, tengo que devolverle el teléfono a mi primo. Se va mañana por la tarde.

—Vale, entonces nos vemos mañana. Deséame suerte.

Lancé el teléfono sobre la cama, respiré hondo y me miré en el espejo. Mi pelo, de color rubio rojizo, me caía sobre los hombros formando suaves ondas, me brillaban los ojos y tenía la cara roja ante la posibilidad de lo que podría llegar a suceder más tarde, esa misma noche.

Bajé la vista a mis manos temblorosas y me reí para mis adentros.

Lo único que iba a pasar esa noche era que le enviaría a Jason un mensaje y chatearía con él como si fuera otra persona, como una admiradora. Llevaba días planeándolo. Iba a enviarle un mensaje manteniendo, por supuesto, mi identidad en secreto, a ser posible cuando Dylan no estuviera con él, y luego me limitaría a hablar con él. Quizá podría preguntarle quién le gustaría que fuera su admiradora secreta… ¿No sería una pasada que me dijera que yo?

Hasta ese momento, el plan estaba funcionando a la perfección. Dependiendo de cómo fuera el resto de la noche, haría mi siguiente movimiento.

—¡Olive! —rugió mi hermano desde abajo.

Respiré hondo, cerrando los ojos, escondí el teléfono debajo de la almohada y salí de mi habitación.

—¿Por qué gritas? Ya te he dicho que bajaba ahora —solté cuando vi a Dylan sentado a solas frente al televisor.

—Sirve las bebidas y saca la pizza —me respondió, sin siquiera mirarme.

—¿Y no puedes levantarte y hacerlo tú mismo? —repuse.

—Hazlo de una vez. Está a punto de empezar la película.

Abrí la boca para…

—Hola, peque —me susurraron al oído, haciéndome pegar un brinco.

—Jason —suspiré, al tiempo que me llevaba las manos al pecho para que el corazón no se me saliera por la boca—. Me has asustado.

Él se rio entre dientes, y apareció su hoyuelo.

—Lo sé.

Me reí; mis ojos brillaban llenos de amor por el chico al que había conocido hacía ya siete años.

Me tiró de un mechón de pelo, me guiñó un ojo y pasó junto a mí con una botella de agua fría en la mano. Luego empujó a Dylan y se sentó a su lado.

—¿Quieres algo más que agua? —pregunté, mirando el asiento que quedaba al lado de Jason.

Me sonrió girando la cabeza.

—Gracias, preciosa. Me vale con agua.

Me derretí de pura felicidad y me transformé en un charco en la alfombra favorita de mi madre.

—Deja de coquetear con mi hermana, imbécil —murmuró Dylan, pero yo estaba demasiado ensimismada en mis sueños para decirle a Dylan que se callara; además, no iba a hacerme ni caso.

Fui a buscar el refresco para Dylan y algunos platos de papel para la pizza, y luego volví a la sala de estar.

—Sírvete tú mismo —le dije a mi hermano, dejándole la botella con demasiada fuerza sobre la mesa—. ¿Cuántas porciones quieres, Jason? —le pregunté a este, arrodillándome en el suelo, sin mirarlo a los ojos.

—Ya estamos otra vez —murmuró mi hermano con un suspiro.

No le gustaba que siempre le diera a Jason la primera porción de pizza, de tarta, de pastel o de cualquier otro tipo de comida.

Jason puso la botella de agua en la mesa y se acercó para ayudarme a levantarme.

—No te sientes en el suelo. —Me llevó al sofá—. Yo me encargaré de la pizza.

Dejándome caer junto a él, permití que la dividiera entre los tres.

—¿Dos porciones? —preguntó, dándome la primera.

«Corazón mío, no te alteres…».

—Sí, gracias.

Cuando se echó hacia atrás y me brindó otro guiño rápido, me olvidé por completo de mi pizza y me deleité en que estaba a punto de pasar dos horas sentada justo al lado de Jason, mientras veíamos una película. Era la noche perfecta para enviarle un mensajito.

—¿Qué vamos a ver? —pregunté, dándole un mordisco a la enorme porción.

—Algo en lo que no tienes ni voz ni voto. Ya nos vamos a pasar el viernes por la noche cuidándote, así que no puedes ayudar a elegir la película.

—No seas imbécil, Dylan —murmuró Jason con la boca llena.

—¿Quieres decir que prefieres quedarte esta noche en casa en lugar de salir con las chicas?

Cuando mis ojos se llenaron de lágrimas de vergüenza y algo más que no pude entender, dejé el plato en la mesa e intenté levantarme, pero Jason me lo impidió.

—Niños… —dijo en un tono similar al de mi padre. Todavía me envolvía la muñeca con su cálida mano, obligándome a quedarme sentada, o más bien inmóvil—. Le he prometido a Emily que me ocuparía de que hoy no os matarais el uno al otro. Así que dejadlo ya y poned la película. Esas chicas seguirán ahí mañana, Dylan.

Me aclaré la garganta para llamar su atención a pesar de que seguía sintiéndome humillada.

—No tenéis que fastidiaros por mí. No va a pasarme nada, Dylan. Ya sabes que no me importa quedarme sola.

Dylan finalmente negó con la cabeza mientras me miraba a la cara y cogía su plato.

—No, no pasa nada. Jason tiene razón; esas chicas seguirán ahí mañana, y hace semanas que queremos ver esta película. Este es un momento tan bueno como cualquier otro.

Mientras empezaba la película y los dos se acomodaban, toda la excitación que había sentido esa noche se fue diluyendo poco a poco.

Cuando Dylan se levantó de un salto para apagar las luces, yo todavía estaba jugando con el plato de papel en el regazo.

¿Jason tendría novia?

Estaba segura de que no. Tampoco Dylan la tenía, al menos desde que había roto con Vicky.

—No te preocupes, peque, no es una película de terror ni nada. Es de acción, te gustará —me susurró Jason al oído antes de que Dylan volviera a sentarse.

Al escucharle usar el apodo por el que siempre le gustaba llamarme, logré esbozar una sonrisa sincera en mi rostro al mirarlo.

—Gracias. Podéis iros después de la película, ¿sabes? No se lo diré a mis padres cuando vuelvan mañana.

—¿Estás de coña? Me había hecho a la idea de pasar una noche tranquila. Una pizza y una película al lado de una preciosa chica de ojos verdes. —Me dio un ligero empujón con el hombro—. No tengo la culpa de que tu hermano sea imbécil.

Dylan apagó las luces y volvió a su sitio. Por suerte, cuando me derretí esta vez, formando otro charco, estaba en el sofá no tan favorito de mi madre. Permanecí allí quieta hasta el final de la película, porque el hombro de Jason estuvo pegado al mío todo el tiempo.

Estuve a punto de morir de sobrecarga sensorial, y todavía tenía una sonrisa tonta en la cara mientras iba a mi habitación por la noche.

Había llegado el momento de empezar a mandar mensajitos…

Alrededor de la una y media de la madrugada, cuando estaba acurrucada bajo las sábanas, oí que se abría y se cerraba por segunda vez la puerta del dormitorio de Dylan. La televisión de su habitación seguía encendida, pero hablaban en voz baja. O no querían despertarme o estaban a punto de irse a dormir, aunque dudaba mucho que fuera ese el caso.

Cogí el teléfono de debajo de mi almohada, tratando de controlar la respiración y los erráticos latidos de mi corazón.

Por mucho que me muriera por enviarle un mensaje a Jason, también estaba asustada.

Envié rápidamente el primer mensaje de la noche con unos dedos tan fríos como el hielo.

«Hola, Jason».

Original, lo sé.

Esperé a ver si oía sonar su móvil, pero no percibí nada. Con el corazón en la garganta, me senté en la cama y dejé caer la cabeza contra el cabecero. Quizá Amanda tenía razón. Tal vez no fuera la mejor idea del mundo…

«¿Quién eres?».

Casi solté un chillido cuando el teléfono se me encendió en la mano silenciosamente. En la oscuridad de mi habitación, un inexplicable escalofrío atravesó mi cuerpo, y comencé a hablar con Jason como si no lo conociera.

«No creo que supieras quién soy aunque te dijera mi nombre».

«Eso no lo sabremos si no pruebas».

«Me llamo Michelle. Vamos al mismo colegio».

«Mmm…, tienes razón. No conozco a ninguna Michelle…».

«No puedo decir que me sorprenda».

«¿Y eso por qué, mi querida Michelle?».

Ya perdida en un mundo diferente, dejé que mis dedos volaran por la pantalla, hasta que oí que la puerta de Dylan se abría y se cerraba en medio del silencio. Al no saber si era Jason o mi hermano, oculté el teléfono debajo de las sábanas para que la luz no llamara la atención.

«Siempre hay mucha gente a tu alrededor. Supongo que eso no deja demasiadas oportunidades para que conozcas a personas nuevas. Pero, repito, quizá ya sabes quién soy».

«Es interesante. Nuestra amistad es muy reciente, Michelle, aunque en realidad no eres Michelle, porque me estás mintiendo, ¿verdad?».

«Yo no lo llamaría mentir. Digamos que soy una de tus muchas admiradoras, y soy un poco tímida. Solo quería hablar contigo».

«Te propongo un juego. ¿De qué te gustaría hablar?».

«Ni idea. Quizás puedas empezar diciéndome dónde estás y qué estás haciendo».

«Eso es fácil. Como estoy seguro de que no eres Michelle, sabrás también quién es mi amigo Dylan. Estoy durmiendo en su casa».

«Lo conozco, y sé que sois muy amigos, eso es todo».

«¿Quieres que te lo presente? Será como una segunda presentación para nosotros también».

«No es necesario».

«Como quieras, nueva y tímida amiga. ¿De qué más te gustaría hablar?».

«¿No te preguntas quién puedo ser…?».

«Oh, otro juego. Qué juguetona estás esta noche, chica misteriosa».

«No es exactamente un juego para mí».

Pasaron cinco minutos sin que me llegaran más mensajes. Cuando se convirtieron en diez minutos, empecé a ponerme nerviosa, preocupada por si ya sabía quién era y no quería seguir. Me levanté de la cama y me puse a pasear por mi pequeña habitación. Cuando el espacio dejó de ser suficiente, me escabullí y bajé las escaleras en silencio para coger una botella de agua y distraerme con otra cosa.

Al entrar en la cocina vestida solo con una camiseta sin mangas y el pantalón del pijama, me detuve en seco, porque vi a Jason mirando por la pequeña ventana que había encima del fregadero.

—¿Jason? —susurré.

Se volvió hacia mí.

—Hola, peque —me saludó en voz baja. Sus ojos color chocolate parecían demasiado cansados para su corta edad—. ¿Qué estás haciendo despierta tan tarde?

Eché un vistazo de reojo a su móvil, que estaba sobre el mostrador de la cocina, pero me obligué a mirar hacia otro lado.

—Insomnio después de un mal sueño, supongo. No he podido volver a dormirme. —Abrí la nevera con indiferencia y saqué una botella de agua—. ¿Qué estabas mirando?

—Solo mi casa.

—¿Tu madre está bien?

—No lo sé, Olive. De verdad, no lo sé. —Soltó un profundo suspiro mientras cogía el móvil distraídamente y se acercó a mí.

—Puedes hablar conmigo de lo que te preocupa.

Se detuvo justo delante de mí; sus ojos eran casi invisibles en la oscuridad.

—¿De verdad?

—Por supuesto. Sé que a veces estás inquieto por tus padres. Soy buena escuchando.

—Tienes razón, peque. Estoy preocupado por ellos, pero lo último que quiero en este momento es hablar de mis padres.

—Lo siento —murmuré, mirando el suelo.

—¿Por qué? Ven a buscarnos si necesitas algo, ¿vale? No creo que vayamos a dormir todavía. —Me dio un suave tirón del pelo y se fue.

Esperé unos minutos antes de volver a subir las escaleras.

Justo cuando estaba a punto de entrar en mi habitación y coger el teléfono, Dylan asomó la cabeza por la puerta de su habitación.

—¿Qué estás haciendo, Olive?

¡Maldición! ¿Es que no tenía otra cosa en la que entretenerse que no fuera hacerme la vida imposible?

—¿Qué estás haciendo tú? —repliqué, un poco molesta y nerviosa.

Inclinó la cabeza a un lado con el ceño fruncido.

—Vete a la cama, Olive. Ya es tarde.

—Eso es precisamente lo que estaba haciendo antes de que me detuvieras. —Levanté la botella de agua para que pudiera verla—. He bajado porque tenía sed, Dylan. No estaba haciendo nada malo.

Ninguno de los dos retrocedió. ¿Acaso no podía salir de mi habitación a beber agua porque su amigo estuviera durmiendo en casa?

—Déjala en paz, tío. —Oí la voz de Jason desde detrás de Dylan.

—Buenas noches, Dylan —dije por fin; luego me metí en mi habitación sin esperar respuesta. ¿Quién podía saber lo que le pasaba a mi hermano por la cabeza?

Me subí de un salto a la cama, busqué el teléfono bajo las sábanas y me asusté un poco al no encontrarlo. Me relajé en cuanto me di cuenta de que estaba debajo de la almohada.

Una vez más, se apoderó de mí una tonta sensación mientras revisaba los mensajes, aunque no me encontré más mensajes de Jason.

Mientras me acurrucaba, me dije que le enviaría otro mensaje más y luego lo dejaría y probaría suerte por la mañana, antes de que Amanda viniera a buscar el móvil.

«¿Qué? ¿Ninguna conjetura? Me sorprendes».

«Lo siento, estaba ocupado. ¿A qué estábamos jugando?».

Al adivinar la oportunidad, no pude evitarlo y la cogí al vuelo. ¿Me mencionaría?

«¿Ocupado? ¿Ocupado con qué? Ya tienes otra amiguita, ¿eh? Eres muy rápido».

«No me hagas reír. Me ha arrinconado la hermana de Dylan. No es que haya caído en brazos de otra chica».

Sin saber que mi corazón estaba a punto de romperse por primera vez, me tragué el dolor que me había provocado la palabra «arrinconado» y me obligué a enviarle un mensaje.

«¿Estabas con la hermanita de Dylan a las dos de la madrugada? Esto suena bien. Cuéntame más…».

«Es solo una cría. A veces es un coñazo, y siempre me está siguiendo, pero no es más que una niña. Aunque a veces se le olvida. Estoy mucho más interesado en saber quién eres tú. Estoy preparado para seguir jugando. ¿Estás lista para que descubra quién eres?».

Leí el texto mil veces, o quizá fue un millón. Se me escapó una lágrima por el rabillo del ojo, me tapé con las mantas y me acurruqué.

Apagué el teléfono lentamente y aparté las sábanas que me cubrían la cabeza para mirar el techo oscuro. En algún momento entraron dos mensajes nuevos, pero los ignoré. No, eso no es cierto: recuerdo haber cogido el teléfono y haber borrado todo antes de que aquellas palabras inesperadas pudieran hacerme daño de nuevo, pero en ese momento todo era borroso. No habría podido leerlas incluso aunque hubiera querido torturarme.

¿Un «coñazo»?

¿Lo había «arrinconado»?

Mi corazón se rompió en pedazos; de repente pensé no podría soportar ver a Jason por la mañana. No podía soportar dormir en la habitación de enfrente.

Moví las piernas para bajarme de la cama, sin darme cuenta de que le había dado una patada a mi propio teléfono, que se había deslizado hasta la puerta del armario.

Dylan irrumpió en mi habitación unos segundos después.

—¿Estás bien? Oliva, ¿qué ha pasado?

Miré a mi hermano secándome las lágrimas, pero aparecieron más y se deslizaron por mis mejillas ya húmedas.

Cuando se sentó en mi cama y me puso con ternura la mano en la espalda, lo abracé y escondí la cara en su cuello. Me abrazó.

Era un lugar cálido y seguro.

Escuché pasos al otro lado de la puerta, pero tenía demasiado miedo para levantar la cabeza y enfrentarme a Jason. No estaba segura de si podría volver a mirarlo a los ojos.

—Lo siento, ha sido una pesadilla —dije, con la respiración agitada, contra el cuello de Dylan.

—No pasa nada, hermanita —me consoló Dylan. Vaciló antes de seguir hablando—. Yo también lo siento.

Los días siguientes fueron un verdadero infierno para mí; no soportaba que Jason durmiera justo al otro lado del pasillo, ni soportaba estar sentada a su lado en la mesa. Lo peor era cuando lo miraba y me lo encontraba sonriéndome; yo sabía que eso no significaba nada en absoluto.

Quizás nunca hubiera significado nada.

3

Jason

Lo primero que vi cuando abrí los ojos fue el rostro preocupado de Emily.

—Buenos días —saludé, bostezando mientras decía las palabras—. ¿Qué hora es? ¿Nos hemos perdido el desayuno?

Me senté en la cama improvisada que había usado casi todos los días durante los siete últimos años, me froté los ojos y traté de espabilarme.

—Jason… Cariño… —Percibí el dolor de Emily con esas simples palabras y me puse alerta de inmediato.

Mis ojos cayeron entonces sobre Dylan, que estaba sentado al borde de su cama con la cabeza entre las manos. Levanté la vista y vi a su padre —el bombero Logan Taylor—, el hombre al que respetaba más que a mi propio padre, apoyado en el marco de la puerta. Sus ojos estaban tan fríos como el acero.

—¿Qué ha pasado? —No se lo preguntaba a nadie en particular, y, mientras, una idea horrible comenzó a formarse en mi mente.

Emily, la mujer a la que quería más que a mi propia madre, se sentó a mi lado y me agarró la mano con la suya, pequeña y delicada. Tenía algunas marcas de quemaduras en ese brazo que llegaban casi hasta el hombro, pero nunca me habían molestado, como a otra mucha gente le pasaba.

—Jason, no sé cómo decirte esto.

Otro silencio ensordecedor.

—¿Alguien puede decirme qué ha ocurrido, por favor? ¿Dylan? ¿Qué está pasando, tío? —El silencio se alargó todavía más—. Vale, estáis empezando a asustarme.

—Logan —murmuró Emily a mi lado, con la mirada clavada en su marido con desesperación.

El padre de Dylan negó con la cabeza y, dejando caer los brazos, entró en la habitación para sentarse al lado de su hijo, justo enfrente de mí.

Cuando mi mejor amigo levantó la cabeza, vi que tenía los ojos rojos e irritados.

Volví a buscar los iris acerados de su padre. Eran más fáciles de mirar. La ira siempre era más fácil de digerir que la tristeza; lo había aprendido en mi propia familia.

—Estoy preparado —anuncié, manteniendo los ojos en Logan—. Por favor, dime qué pasa.

Yo no lo sabía, pero lo cierto era que no estaba preparado para las palabras que Logan iba a decirme. Ni de lejos.

—Hijo —empezó, porque eso era lo que yo era para él—. Puedes asumirlo.

No era una pregunta, pero asentí de todos modos.

—Anoche tu madre tomó una sobredosis de pastillas para dormir. Se ha ido.

Parpadeé antes de asentir.

—¿Quién la ha encontrado? —pregunté con la voz ronca.

—Al parecer, tu padre ha vuelto de viaje esta mañana. Fue él quien ha llamado a una ambulancia, pero Lorelai ya había muerto.

—Comprendo. ¿Dónde está mi padre?

—En el hospital. He hablado con él hace unos minutos.

Indefenso, asentí de nuevo. ¿Qué más podía hacer? ¿Qué más se suponía que debía hacer?

—Gracias —dije, apretando con rapidez la mano de Emily—. Gracias por habérmelo dicho.

Cada una de las personas que había en la habitación había sido más importante para mí que las de mi propia familia. Apreciaba percibir la preocupación en sus ojos, su preocupación por mí. Nunca había visto nada parecido en los ojos de mi madre. Su dosis diaria de alcohol significaba más para ella que su propio hijo.

Me levanté despacio.

—Debería volver… a casa, supongo…

Pero nunca había tenido un hogar, ¿verdad? Este era un hogar, y no la casa de enfrente.

Dylan y Logan se levantaron conmigo, pero yo miré a la señora Taylor. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Tenían el mismo tono verde que los de su hija, y eran igual de llamativos que los de Olive. Resultaba relajante mirarlos.

Me incliné y, para mi sorpresa, le di un beso en la mejilla.

—Por favor, no llores, Emily. No pasa nada. Todo irá bien.

Aunque a mis oídos era más una pregunta.

Lentamente se levantó y se limpió una lágrima, mi lágrima. Ni siquiera sabía que estaba llorando. Ahuecó su cálida mano sobre mi mejilla y me miró directamente a los ojos.

—Por supuesto que todo irá bien, Jason. Nos tienes a nosotros.

Asentí.

De repente, me encontré entre los brazos de Dylan.

—Lo siento mucho, tío —dijo, sosteniéndome. Sentí la mano de Emily en la espalda, una caricia suave. Logan estaba de pie junto a nosotros, cuidando a su familia.

Yo era familia para ellos.

Me había ganado un lugar entre ellos.

—¿Estás seguro de que no prefieres quedarte aquí y terminar el curso con Dylan? Puedo volver a hablar con tu padre —se ofreció Logan.

La familia Taylor al completo estaba en el jardín de delante de su casa. Incluso la pequeña Olive había salido a despedirse de mí con los ojos llenos de lágrimas. Le sonreí. Noté destellos en sus ojos; tal vez eran destellos de tristeza, pero seguían siendo destellos. Estaba llena de vida y tenía los ojos verdes más hermosos y cautivadores del mundo. Ricos en matices y vivaces. De esos en los que te permites ahogarte cuando los miras. Sabía que algún idiota le rompería el corazón muy pronto, pero yo no estaría allí para protegerla junto con su hermano. No estaría con las personas a las que consideraba mi familia. Estaría en Los Ángeles viviendo en una casa desconocida con un extraño al que llamaría papá y al que nunca había tenido la oportunidad de conocer. Durante un segundo, me pregunté si se estaría culpando de la muerte de mi madre. Sin duda no había estado cuando su presencia podría haber supuesto una gran diferencia. Quizá el final no hubiera cambiado, quizá hubiéramos terminado en la misma situación, unos años más tarde, pero nunca lo sabríamos. Era demasiado tarde para todo.

En cuanto a lo que yo pensaba… Culpaba a la vida, y a él, que había sido el que había elegido dejarnos atrás cuando podría haber ejercido como abogado en San Francisco con la misma facilidad que en Los Ángeles. Había sido él quien había elegido ignorar el rápido deterioro de la salud mental o la depresión de mi madre (daba igual qué nombre le pusieras). Y fue él quien me había ignorado cuando le había dicho que su esposa se estaba convirtiendo en una alcohólica.

Al final, las elecciones que ellos habían hecho estaban cambiando mi vida.

—Mi padre está empeñado en marcharse. Créeme, ya lo he intentado yo —dije finalmente. Me encogí de hombros. Todo era distinto, salvo la decisión de mi padre: nos íbamos. O, más exactamente, me estaba obligando a dejar todo atrás.

Di una patada en el césped y luego me detuve frente a Emily, el ser humano más amable y cariñoso que hubiera conocido. Una madre a la que nunca podría llamar mía.

—No sé qué decirte —admití; las palabras ardían en mi pecho, pero mis ojos seguían clavados en mis zapatillas deportivas.

—Jason…

Unas cálidas y suaves manos encerraron mi cara, obligándome a mirarla a los ojos.

—¿Recuerdas lo que te dije la primera vez que nos vimos? —Sonrió; sus ojos brillaban como los de su hija—. Siempre serás bienvenido aquí. Eso nunca cambiará. Los Ángeles no está tan lejos; espero que vuelvas cuando quieras o necesites hacerlo. ¿Lo has entendido?

—Sí. —Asentí—. No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí, todo lo que has sido por mí.

—No necesito agradecimientos, Jason. Solo quiero que vuelvas de vez en cuando con nosotros. —Vaciló, aunque solo durante medio segundo, y luego me obligó a inclinarme y me besó las mejillas—. Cuídate, ¿me oyes? —Me soltó con una última mirada a mis ojos.

Deseé que no lo hubiera hecho.

—Hijo… —Logan me dio un abrazo rápido e inesperado—. Ya has oído lo que te ha dicho Emily: esta es también tu casa. Y siempre se vuelve a casa. No te olvides de ello. Te vamos a echar de menos mucho.

Parecía que ese día no era capaz de hacer otra cosa que asentir.

Miré a Olive, y, a pesar de mi situación, no pude evitar curvar los labios.

—Te ha comido la lengua el gato, ¿eh? —Se limitó a mirarme con mucha tristeza. Olive Taylor siempre tenía algo que decir, siempre—. ¿No vas a decirme nada, peque —pregunté, riéndome, aunque el sonido salió completamente raro y áspero.

—Lamento mucho lo de tu madre, pero espero que seas feliz en Los Ángeles.

Su tono frío y lo que estaba leyendo en sus ojos no coincidían, pero antes de que pudiera decir nada, Dylan se levantó de los escalones en los que estaba sentado y Olive se abrazó a la cintura de su padre, dejándome al margen.

Aun así, alargué la mano y toqué con ligereza su suave cabello para darle un leve tirón antes de soltarlo por última vez.

—Yo también lo espero. Y gracias, peque; nunca te olvidaré.

Se le escapó una lágrima, y antes de que supiera lo que estaba haciendo, se la capturé con la punta de un dedo.

Cerró los ojos y abrazó a su padre con más fuerza cuando la toqué, pero no dijo nada.

Miré la lágrima que descansaba en la punta de mi dedo durante un buen rato, hasta que sentí una opresión en el corazón.

—Tío —dijo Dylan, arrancándome de mis confusos pensamientos.

Solté un gran suspiro al tiempo que bajaba la mano.

—Esto es una mierda —añadió.

Me reí.

—Qué me vas a decir a mí…

—Quiero que vuelvas aquí en cuanto surja la oportunidad, y que mantengas el contacto.

Hice un saludo marcial que lo llevó a apretar los labios.

—Oh, tío… No me puedo creer que no vaya a ver tu cara de idiota todos los días —gimió al tiempo que me daba un golpecito en la barbilla con los nudillos.

—¡Dylan! —le advirtió su madre.

—Lo siento, mamá. —Se frotó la nuca mientras me miraba con timidez—. ¿Seguiremos hablando?

—Por supuesto —prometí.

—Jason. —Mi padre me llamó desde el coche en el que me esperaba al otro lado de la calle.

—Será mejor que me vaya —dije, retrocediendo unos pasos—. Cuida de la familia, tío —le dije a Dylan al tiempo que le daba un rápido abrazo y una palmada en la espalda.

—Cuídate tú también.

Con el pecho encogido, los miré a todos por última vez y me alejé. No fui lo suficientemente fuerte como para irme sin darme la vuelta. En el tiempo que me llevó cruzar la calle, miré hacia atrás tres veces.

¿Alegrarme de verlos tan tristes me convertía en una mala persona? ¿Y ser feliz porque me sentía amado, amado y acogido como nunca?

La sensación que me transmitían como familia quedó grabada en mi mente como un recuerdo feliz, y luego me subí al coche y desaparecí de su vida.

4

Olive

Con los sentimientos luchando en mi interior, me aferré a mi padre y miré a Jason mientras entraba en el Mercedes negro. La imagen de él girándose para mirarnos con aquella sonrisa llena de hoyuelos antes de subirse al coche quedaría grabada en mi mente como un recuerdo triste en los años venideros.

Luego, como cualquier otro momento fugaz en la vida, mi primer amor se desvaneció lentamente en el tiempo.

5

Jason

Ocho años después…

Empujé la puerta trasera de la discoteca con el hombro llevando conmigo a la chica, que no dejaba de reírse. Como estaba ocupada manoseándome con esos dedos en forma de garra, trastabilló, aunque recuperó el equilibrio en el último momento, lo que hizo que volviera a reírse con más fuerza. Mientras la agarraba por la cintura para que no se cayera con aquellos tacones de aguja, miré hacia el callejón y me aseguré de que estábamos solos. Tan pronto como se cerró la puerta y el ritmo de la música se convirtió en un zumbido, aparté la mano de Jenna de mi polla y la puse contra la pared de cemento para devorar su gemido con un beso hambriento.

«Espera, ¿no se llamaba Gemma?».

—Llévame a casa, Jason. —Arrastraba un poco las palabras, pero no estaba borracha; si así hubiera sido, no habría estado allí con ella, pero por alguna razón prefería actuar como si lo estuviera. De todas formas, no me importaban sus juegos—. Llévame a casa y te mostraré algunos trucos nuevos.

Más risas.

«¿Es “Jamie”, tal vez?».

«¡Mierda!».

—Aquí es mejor, nena. ¿No te pone estar aquí conmigo? —le pregunté en voz baja mientras deslizaba los labios por su garganta—. Cualquiera podría descubrirnos. ¿No te excita eso?

«¿Cuál es su puto nombre?». No había tenido un papel importante en la película, pero habíamos compartido set durante aproximadamente un mes. Daba vueltas a mi alrededor y pegaba saltitos cada vez que me encontraba a solas en una esquina, observando trabajar al equipo. Me susurraba guarradas al oído —al menos eran guarradas en boca de una chica de su edad— cuando no había nadie cerca. Por fin, después de que me lanzara innumerables «¡Fóllame!» con la mirada, había ido a por ella en la fiesta de despedida de la película, por lo que Jessie (¿¿¿???), la morenita cachonda, estaba a punto de echar un polvo contra un muro de hormigón en el callejón trasero de un club. Cuando me fijé en su piel enrojecida y en sus ojos nublados, supe que no le molestaba lo más mínimo que fuera a follarla a la intemperie, como a una puta barata.

Eso era todo lo que ella sería para mí, y probablemente para los que vendrían después: productores, agentes, etcétera.

—Ayyy, te mueres de ganas de meterte en mi coño, ¿verdad? Yo también. Sabía que estabas loco por mí, Jason —me susurró al oído justo antes de lamerme la oreja, excitándome todavía más con los movimientos de su lengua.

«¡Dios!».

Le aparté la cara.

Su voz aguda hizo que me zumbara la cabeza y que fuera demasiado consciente del alcohol que había ingerido.

Ignorando sus palabras, le levanté el ceñido vestido plateado por encima de las caderas al tiempo que le acariciaba las piernas torneadas mientras ella gemía contra mi cuello con el corazón acelerado.

Oí que seguía murmurando entre besos salvajes, pero desconecté y me perdí en su cuerpo.

En ese momento no sentía demasiado, solo había una especie de música house taladrándome la cabeza y haciendo que me resultara demasiado difícil pensar con claridad. Mi polla estaba creciendo dentro de los vaqueros, con ganas de perderse en su apretado coño.

—Sabías que te iba a follar esta noche, ¿verdad…, nena?

¡Maldición! Todavía no podía recordar su nombre.

—Sí. Sí. Sabía que no podrías mantenerte alejado. —Jadeó cuando mis dedos encontraron el camino hacia su… ¿mariposa? ¿Qué demonios era aquello? Normalmente no me importaba, pero, bueno, era muy curioso.

Retrocedí un paso, liberándome de sus brazos de pulpo, y bajé la vista para encontrarme con una mariposa brillante de cuyas alas salían dos endebles correas. Su coño quedaba expuesto para que todos lo vieran con aquellas bragas sin entrepierna; si se las podía llamar «bragas», claro.

—Vaya… —murmuré—. Creo que eso me facilita las cosas.

Mi polla todavía seguía rugiendo para entrar en acción, así que me quité sus manos de los hombros y saqué un condón del bolsillo trasero; me lo puse con bastante rapidez, dado mi estado embotado.

Le levanté el muslo tanto como pude para rodearme la cintura con su pierna y la penetré con un rápido y profundo envite mientras ella jadeaba de alegría.

—Dios, me has llenado por completo —dijo con sorpresa.

—¿Te gusta, nena? Llevabas tiempo buscándolo, ¿verdad? Que te llenaran bien… —Otro empuje y cerró los ojos.

—Sí, eres todavía mejor de lo que he oído. —Su voz era soñadora, lo que hizo que me planteara seguir follándola. No quería que soñara. Se trataba solo de un polvo rápido que nos satisfaría a los dos. Soñar llevaba a cosas complicadas, y aunque me gustaba creer que, como actor, podía vender sueños —o infiernos—, e incluso ser un buen sueño, no estaba tan jodido como para pensar que encontraría mi propio final feliz dada mi carrera. Nadie toleraría el estilo de vida que llevaba.

Que nadie me malinterprete, me encantaba mi trabajo. Era lo único que daba sentido a mi vida. Sin embargo, ¿qué me parecía todo lo demás? El constante aislamiento, los paparazzi persiguiéndote, todo el mundo diseccionando hasta tu movimiento más pequeño… Después de un tiempo, te sentías como si tuvieras un nudo alrededor de la garganta y todos estuvieran tirando de él hasta dejarte sin vida.

Sí. Así era exactamente como me sentía.

Indiferente. Cansado.

La única vez que me parecía que estaba respirando de nuevo era cuando estaba en el plató, rodando una película, fingiendo ser otra persona.

En cierto modo, mi vida era una obra de teatro.

—Dios mío, Jason. Sí. Sí, sabía que sería así contigo. —Sus palabras terminaron convirtiéndose en un gemido, y aceleré el ritmo. Solo iba a tirármela una vez; debía estar concentrado en ella.

—Cállate —le siseé al oído cuando los gritos comenzaron a incrementarse—. No querrás que nos pillen follando en la calle, ¿verdad?

—¡Quiero! ¡Sí! ¡Sí!

Dejé caer la cabeza sobre su hombro y me lancé hacia la línea de meta. Cuanto antes terminara, más rápido volvería a casa.

Le cogí el trasero, me rodeé la cintura con sus piernas y seguí hundiéndome en ella. Sus agudos gritos resonaron en el oscuro callejón, mezclándose con la música que llegaba a través de las paredes de la discoteca que había a su espalda.

—¡Oh, fóllame, Jason! —me chilló al oído.

—Eso es lo que estoy tratando de hacer —repuse con los dientes apretados. Con tanto chillido, ya estaba sobrio.

Cerré los ojos e intenté concentrarme en la tarea en cuestión. Cuando de repente ella cayó en la puta tierra de los sueños, la seguí con una maldición mientras notaba sus rítmicas contracciones alrededor de mi polla.

Dejé caer la cabeza hacia atrás al sentir que todos los músculos de mi cuerpo se relajaban y experimenté aquel placer que tanto apreciaba, incluso aunque solo durara unos segundos.

Fue en ese momento cuando oí carreras a mi espalda. Al mirar por encima del hombro, vi la primera de muchas luces cegadoras.

—¡Joder! —Me deshice con rapidez del condón antes de que llegaran junto a nosotros.

Jenna se apoyó contra la pared y suspiró; una sonrisa dopada comenzó a formarse en sus labios mientras comenzaba a arreglarse el pelo.

Me subí la bragueta y le bajé la falda, ya que parecía demasiado ensimismada en su placer y en la sonrisa que dedicaba a los intrusos por encima de mi hombro.

¡Mierda! Casi estaban sobre nosotros. Por suerte, mi cuerpo era lo suficientemente grande como para esconderla de las cámaras, así que dudaba que hubieran hecho fotos de lo que habíamos hecho solo unos segundos antes. En el mejor de los casos, pensarían que habíamos salido a darnos el lote.

—¡Jason! Jason! ¿Es esta una nueva relación? —gritó un tío con bigote.

Clic. Clic. Clic.

—¿Son ciertos los rumores de que os enamorasteis en el set de rodaje?

—¿Cuándo pensáis hacerlo público?

Clic. Clic.

—¿Habéis comenzado una relación para promocionar la película?

—¡Jason! ¡Dinos algo, hombre! ¿Qué estabais haciendo aquí?

Algunos se rieron.

Clic. Clic. Clic.

Como-se-llamara me echó los brazos al cuello y sonrió a las cámaras.

—¿Cómo nos habéis encontrado aquí? Se suponía que era un secreto. Estábamos siendo cautelosos.

Mi rostro era una máscara inexpresiva cuando me deshice de sus brazos una vez más y abrí la puerta trasera para empujarla al interior de la discoteca.

Tenía los ojos abiertos como platos, y no hacía otra cosa que mirarme boquiabierta mientras yo le cerraba la puerta en las narices y me daba la vuelta para mirar a los paparazzi que todavía me hacían preguntas. Por suerte, solo eran siete u ocho.

—¡Jason! Hay un vídeo en el que parece que Zoey y tú estabais montándooslo en su coche. Ahora estás con Jennifer; ¿algún comentario al respecto?

«¡Ah! Así que ese era su nombre».

—Buenas noches, muchachos —me despedí en tono aburrido, ignorando sus preguntas. Me metí las manos en los bolsillos, y dieron un paso atrás para que yo pasara. Sus voces eran cada vez más resonantes en mi cabeza. No escuchaba específicamente lo que decían, pero sabía que a la mañana siguiente recibiría una llamada telefónica de mi agente, Tom Symond, que se había convertido en un buen amigo a lo largo de los años, y, por supuesto, de mi publicista, Megan.

Unos minutos más tarde, conducía de regreso a Bel Air, tan nervioso y vacío como había estado al principio de la noche.