Querer a Adam Connor - Ella Maise - E-Book
SONDERANGEBOT

Querer a Adam Connor E-Book

Ella Maise

0,0
5,99 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 5,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

¿Que quién es Adam Connor? Divorciado recientemente, actor famoso, padre de un niño y mi nuevo vecino. Ocurre también que es un exquisito espécimen masculino y el bastardo más cabezota y exasperante con el que me he topado en mi vida. Voy a seros muy sincera: ¿a quién de vosotras no le importaría escalar la valla para poder observarle bien? ¿No os derretiríais al verle trabajando en el jardín? ¿Tendría que hablar de esos abdominales, de ese enorme bulto en sus pantalones o de esos brazos casi pornográficos? Ah, que vosotras nunca espiaríais a nadie… Ya… Pero mientras me pensaba lo de irrumpir en su casa llevada por el deseo, él hizo que me metieran en el calabozo después de un pequeño incidente. ¡En el calabozo! Después de ese día, solo podía pensar en cómo estrangularle y no en saltar sobre él para hacerle el amor dulcemente. ¿Qué importaba si mi cuerpo hacía algo más que echarse a temblar cuando él me susurraba al oído? Incluso aunque Adam fuera lo más deseable del mundo, no podía enamorarme de él… por muchas promesas que pronunciara en susurros con sus labios sobre mi piel. Yo no era una dama en apuros (me puedo salvar sola, muchas gracias), pero, muy en el fondo, sí que esperaba que Adam Connor pudiera ser el héroe de mi historia.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Título original: To Hate Adam Connor

Primera edición: junio de 2020

Copyright © 2016 by Ella Maise

© de la traducción: María José Losada Rey, 2020

© de esta edición: 2020, ediciones Pàmies, S. L.C/ Mesena, 1828033 [email protected]

ISBN: 978-84-17683-92-4BIC: FRD

Ilustración y diseño de cubierta: CalderónSTUDIO®Fotografía de cubierta: IStock.com/PeopleImages

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

Índice

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

20

21

22

23

24

25

26

27

28

29

Epílogo

Agradecimientos

Contenido extra

Este libro es para todos los que en algún momento de vuestra vidahabéis tenido problemas para creer que valíais la pena.

1

Lucy

Creo en el amor. De corazón.

En serio, no neguéis así con la cabeza. Lo hago.

Me imagino a los que ya me conocen riéndose. Bueno, pues que no lo hagan. No hay necesidad de ello, y francamente, es un poco grosero por su parte, ¿no creéis?

Vale, lo voy a decir de nuevo: creo de verdad en el amor. Conozco su magia. Buena y mala. Sé que el mundo parece mejor cuando estás borracho de amor. Sé que repara corazones rotos, que te hace sentir locamente feliz, extasiado, esperanzado, aterrado, enfermo…, toda una lista de emociones que convierten este complicado mundo en el que vivimos en un lugar mejor.

Tomemos como ejemplo a mi mejor amiga, Olive. Ha amado a su marido desde que era una niña pequeña. Incluso le pidió a Jason que se casara con ella cuando tenía seis años. ¡Con seis años, gente, seis! ¿No es lo más cuqui que habéis oído nunca? Cuando se reencontraron años más tarde, él era una estrella de cine y la volvió a conquistar. El amor ha resultado ser especial para ella, algo importante, y además se lo merece. Se merece todo el amor del mundo.

Con respecto a mí…, el amor me queda un poco inalcanzable. Digamos que, esencialmente, no es para mí.

Con esto quiero decir que el amor puede conseguir cualquier cosa… mientras no tengas una maldición colgando sobre tu cabeza, como me pasa a mí. Además, tienes que estar dispuesta a permitir que el amor entre en tu vida, a abrir esa pesada puerta que conduce a un pobre chico al laberinto que es tu corazón, por así decirlo.

Esa es la parte difícil, ¿no? Tienes que dejar entrar al amor. Tienes que abrirte, compartir las partes que menos te gustan de ti misma, los rincones más profundos y oscuros de tu alma. Es la única forma de llegar a experimentar el amor verdadero. Nos alimentan con esa mierda desde pequeños, o eso he oído. Nuestro entorno es un continuo bombardeo del amor. Ábrete a alguien, sé sincero, realmente sincero, y si te llegan a amar tal y como eres, entonces has ganado la medalla de oro.

Disfruta de la ducha de confeti que te acaba de estallar en la cara.

Has encontrado el verdadero amor. Has tenido suerte.

No como el resto del mundo.

Ahora vayamos a lo importante: ¿voy a abrirme al amor? No. Me esfuerzo por no hacerlo, muchas gracias. He pasado por ello, me he enamorado. Os preguntáis cuál es mi problema, entonces, si creo en el amor… Bueno, si tenéis tanta curiosidad, mi problema es que mi querido y viejo amigo «el amor» no me quiere. Nunca lo ha hecho y, probablemente, nunca lo hará.

Diría que es bastante grosero por su parte, pero… ya me he reconciliado con ese hecho. Al menos eso pensaba hasta que fui y me enamoré de Jameson.

Sí, ahora entra en juego el malote sexy lleno de tatuajes. El amor universitario.

Y por si aún no lo habéis adivinado, tengo todo tipo de problemas con mis padres. Como si eso no fuera suficiente para joderme la vida, y para rematarlo todo, no me llevo bien con mi abuela.

Bla, bla, bla, bla…

Ahora estáis empezando a pensar que soy aburrida, y no puedo permitirlo.

Hablemos, pues, de los rollos de una noche. Son divertidos, ¿verdad? Sientes el amor mientras os miráis el uno al otro, cada vez más mareada por lo que te hace sentir el pensar que quizá este es el bueno, disfrutando de la sensación de tener la piel de otra persona contra la tuya, su aliento caliente, la calidez, esa maldita satisfacción que experimentas durante unos segundos cuando él consigue llegar a ese punto sensible, si llega a él. Todo eso es increíble, estoy de acuerdo. ¡Joder!, te animo a que experimentes todos esos sentimientos, especialmente si él dispone de unos buenos centímetros.

No seas una aguafiestas, sino una cascada tranquila y feliz.

Deja que la vida ruja. Ruge a la vida.

No te cierres, sé libre como una gota de lluvia.

Y lo más importante de todo: ¡vive!

El mejor consejo que puedo daros es que, hagáis lo que hagáis, no volváis a repetir una aventura espectacular de una noche solo para satisfacer las necesidades de vuestro cuerpo traidor, y menos si estáis tratando de mantener alejado el amor; divertíos, vivid un poco, amad a alguien una sola noche y luego pasad página. Porque si seguís volviendo al mismo tipo, oh, no sé…, unas cien veces, al final lo que pasará es que empezaréis a tener sentimientos por ese tipo.

¿Veis?, es la prueba de que tengo un corazón, después de todo. No os esperabais eso, ¿verdad? Yo empecé a enamorarme así, poco a poco. Al principio, empiezas sentir algo a lo que no sabes poner nombre por lo bien que él maneja su enorme polla —y, por cierto, ese algo se llama orgasmo, no amor—, y te verás inundada de sentimientos cuando la use contigo. Y sí, será muy bueno; los rompecorazones tienden a ser buenos en la cama. A fin de cuentas, es lo que más te hace llorar cuando terminan contigo, ¿verdad?

Luego empezarás a darles otro sentido a los grandes orgasmos que experimentas cada vez que él se acerque a ti con esa polla monstruosa. Y entonces será su sonrisa la que empezará a enturbiar las aguas, o la forma en que te toca la cara, o la manera en que te mira cuando te quitas la camisa delante de él, ardiente y posesiva. Por fin, sus malignas palabras se abrirán paso hasta tu corazón y tu cerebro. Y tal vez, solo tal vez, empezarás a sentirte segura porque parece que realmente él siente algo por ti. De repente, de alguna manera, antes de que tengas la oportunidad de dar un paso atrás…, antes de que te des cuenta de lo que hace tu corazón a tus espaldas…

¡Boom!

Estás enamorada.

¡Felicidades! Y, bueno, ¡ahora que te den, querido corazón! Ya puedes disfrutar plenamente de la desgracia que seguramente vendrá a continuación.

Por supuesto, no puedo hablar por todo el mundo, pero al menos eso es lo que pasó entre Jameson y yo, mi único amor universitario, así que ya sabéis: echadle la culpa a él por lo que pienso ahora del amor.

Han pasado exactamente seis días y veintiuna horas desde que Jameson se marchó de Los Ángeles para instalarse en Pittsburgh, donde va a empezar a trabajar en ese estúpido bufete, sin mí, dejándome un poco desolada, y esencialmente sin hogar.

Si os preguntáis cómo llegué a enamorarme de este tal Jameson que me rompió el corazón…, dejadme rebobinar un poco. Conocí a Jameson en un grupo de estudio de clase de Economía. Contrariamente a la creencia popular, no era de las que se metía en la cama con alguien que acababa de conocer, y no lo hice. Al principio, me limitaba a disfrutar de «las vistas» y babeaba un poco por él…, porque eso siempre es divertido, ¿no? La anticipación, las miradas tímidas, todas esas sonrisitas… Luego, unas semanas más tarde, nos caímos en una cama que estaba cerca. Fue así, lo juro.

Completamente accidental, de verdad.

Recuerdo haber visto tatuajes en su pecho y antebrazos, pero luego se dio la vuelta y vi esas nalgas apretadas. De repente, estábamos en la cama y él nos estaba haciendo disfrutar a mí y a mi querida vagina el mejor momento de nuestra vida. Ya he mencionado lo bueno que es tener a tu disposición de una de esas pollas monstruosas, ¿no? No me habría importado que hubiera sido un poco más gruesa, pero, bueno…, supongo que no se puede tenerlo todo en la vida.

Así que regresé por más. Recuerdo haberme dicho a mí misma: «Solo una vez más, Lucy, y eso es todo». Sinceramente pensé que sería un crimen no volver a experimentar ese nivel de excitación. ¿Qué podía salir mal? Ya sabéis…

Fue entonces como, de alguna manera, terminamos teniendo esos rollos de una noche varias veces a la semana. Así que, técnicamente, no era un rollo de una noche, pero me gustaría llamarlo de esa forma. También demostró ser un tipo duro cuando empezó a quedarse dormido en mi cama antes de que el cerebro empezara a funcionarme lo suficientemente bien como para recordar por qué tenía que echarlo.

Sin duda, esa fue la causa de que acabara durmiendo sobre las tetas de mi mejor amiga, Olive. Dormir acurrucada con un rollo de una noche es una línea infranqueable. La mejor parte: las tetas de Olive son las mejores almohadas del mundo. Creedme: suaves pero firmes. Era básicamente magia, pero esa es una historia para contar en otro momento.

En resumen, había empezado a enamorarme de Jameson. Así que se me ocurrió que tal vez había llegado la hora de darle una oportunidad al amor y comprobar si todavía seguía maldita o no. Es cierto que no esperaba dar necesariamente con un «felices para siempre» al primer intento, porque la vida real rara vez se presenta llena de unicornios volando por ahí y de arco iris en las nubes, pero tampoco esperaba una ruptura repentina y una fuga. Solo estaba sumergiendo los dedos de los pies en el agua, no tratando de electrocutarme.

Así que, sí, todavía estaba maldita.

No existe el amor para mí. Hurra…, supongo.

—¿Hola? ¿Lucy? Ah, ahí estás. ¿Hay alguna razón por la que estés hablando sola? —preguntó Olive al aparecer al final del pasillo donde estaba tirando una bolsa de basura llena de ropa de Jameson. Me enderecé y respiré hondo mientras tomaba nota de su apariencia. Los pantalones de yoga y la holgada camisa blanca que llevaba eran prácticamente su uniforme cuando no quería pensar en qué ponerse. Y con o sin sujetador, sus tetas se las arreglaban para seguir perfectas. Su pelo rubio estaba recogido en un moño medio deshecho en la parte superior de su cabeza y parecía que había visto días mucho más limpios. Suponía era que había venido directamente de lo que consideraba la guarida donde escribía.

—No hay ninguna razón en absoluto. Solo me entretengo como puedo —respondí, limpiando el sudor invisible de mi frente con el dorso de la mano—. ¿Qué haces aquí tan temprano? Pensaba que llegarías más tarde. ¿Y hay alguna razón por la que parece que lleves una semana sin ducharte?

Se había puesto a buscar entre las bolsas de basura que contenían la ropa que Jameson había elegido dejar, y que yo había colocado contra la pared. Cuando le pregunté, Olive giró la cabeza y sus labios dibujaron una gran sonrisa.

—No una semana, pero quizá dos días… Me faltan solo un par de capítulos para poner fin a la historia. —Se encogió de hombros y volvió a hurgar en la bolsa, buscando Dios sabía qué—. De todas formas, ¿quién tiene tiempo para ducharse?

Era una pregunta retórica, pero la contesté de todas formas, en voz baja, por supuesto.

—¿La gente a la que le gusta estar limpia en vez de oler mal como tú?

—Para responder a tu ingrata pregunta —continuó—, he venido tan temprano porque soy la mejor amiga que nadie puede tener. ¿Por qué tenemos que revisar su ropa? ¿Por qué ese cabrón no se la llevó toda?

—No estamos revisando su ropa, lo estás haciendo tú. Yo ya he acabado. Voy a dejarla fuera. Jameson me envió un mensaje para decirme que la recogería un amigo suyo. De todas formas, me da igual.

—Podríamos quemarla en plan reivindicativo. —Le dio una patada a una de las bolsas acercándola a la puerta y se estiró para levantar la pequeña bolsa amarilla que contenía mi equipaje para el fin de semana.

—¿Y qué reivindicaríamos exactamente?

—No sé…, que somos un frente unido contra él… Además, sería terapéutico para ti.

—Ya. ¿Y qué tal si nos limitamos a irnos de aquí lo más rápido posible?

Se encogió de hombros y asió la bolsa que yo estaba sosteniendo.

—Por cierto, estoy segura de que Jason habría comentado algo si yo oliera mal. Y mira quién habla, pareces la hija de la muerte. Tus hermosos ojos azules están prácticamente muertos. Incluso tu pelo oscuro parece, de alguna manera…, más oscuro.

Me puse las manos sobre el corazón y moví las pestañas.

—Ay, gracias, mi verde olivita. Tú también estás encantadora, con tu pelo grasiento y tus ojos somnolientos. Todo ello junto te convierte en una chica realmente atractiva.

Con una pequeña sonrisa en los labios, negó con la cabeza y bajó el equipaje a su coche. Abrí la puerta del cuarto baño y revisé el botiquín para comprobar que no me había dejado nada. Luego, para estar segura, revisé el dormitorio otra vez. Cuando confirmé que todo estaba empaquetado y que podía marcharme ya, arrastré mi última maleta al salón, donde Olive me esperaba con una botella de tequila.

—He traído esto —comentó, usando las manos para presentarme la bebida, como si necesitara informarme de qué era aquello.

Di unos pasos para llegar a su lado, le arrebaté la botella de las manos, ignorando su jadeo, y me dejé caer en el sofá de color caca, como me gustaba describirlo.

Mientras yo estaba ocupada tratando de abrir la botella, Olive suspiró y se sentó desgarbadamente a mi lado. Tomé un trago rápido, y arrugué la cara cuando el precioso líquido me quemó la garganta; luego le devolví la botella.

Había sido mi mejor amiga durante tres años y medio, y dudaba que alguien me conociera mejor que ella. Era escritora, una autora de novela romántica que había llegado a los primeros puestos de las listas de best sellers con su primera novela. Pero lo que más me gustaba de ella era su buena suerte, pues se había convertido en la afortunada esposa del actor más guapo de Hollywood, del que había estado enamorada durante toda la infancia. Cualquier persona pensaría que esas cosas solo pasaban en los libros, pero no, en su caso era verdad. Había pescado al más guapo. Me gustaba pensar que yo les había dado un leve empujón en la dirección correcta cuando la animé a ir detrás de lo que quería, pero la química que tenía con ese chico era algo fuera de serie, así que era consciente de que con o sin mi intervención, habrían acabado juntos. Y, bueno, a pesar de ser una celebridad importante, Jason Thorn era un buen chico. Estaba completamente colado por Olive; de lo contrario, me las habría arreglado para arrancar a mi mejor amiga de sus garras.

—Entonces… —Olive empezó a hablar después de tomar un trago de tequila y toser unas cuantas veces—. ¿Cuál era el tema de la conversación que estabas teniendo contigo misma cuando he entrado?

Tomé otro sorbo, uno bien grande. Ese definitivamente bajó por mi garganta con más facilidad.

—En realidad, estaba recordando tus tetas y pensando en lo egoísta que eres al no compartirlas.

Me miró con desagrado al tiempo que subía las piernas al sofá para ponerse más cómoda.

—¿Egoísta yo? Las comparto frecuentemente con mi marido.

Le brindé una sonrisa genuina.

—¿Estás dispuesta a contarme exactamente de qué forma? ¿A entrar en detalles? Por ejemplo, ¿cuál es su posición favorita? ¿El perrito? ¿Te muerde las tetas? ¿O por el contrario es muy tierno con ellas? —Sabía que no me diría ni mu, ya lo había intentado antes; no entendía por qué, por eso no renunciaba a intentar obtener respuestas. Además, era divertido ver cómo se retorcía. Es el castigo que las amigas tienen que sufrir por acaparar detalles importantes como ese.

—Lo siento, pero no.

Me esforcé por ponerle mi mejor mirada de odio maligno y le pasé la botella. No la aceptó, lo que era genial por dos razones: más para mí, y, bueno, Olive perdía el control cuando se emborrachaba.

—No quiero parecer una amiga desagradecida, pero creí entenderte que vendrías alrededor de las dos, no a las diez de la mañana. Y además me has traído un regalo. ¿Estás siendo amable conmigo porque me consideras una víctima?

Parecía alucinada mientras me miraba.

—¿Una víctima? ¿Una víctima de qué?

—Una víctima del amor, por supuesto —repliqué, fingiendo indignación—. Se han aprovechado de mí y luego me han dejado tirada, y no le busques connotaciones sexuales.

Puso los ojos en blanco y prestó atención al móvil, que le vibraba en el bolso. Después de mirar la pantalla, suspiró.

—Lo siento, pobre víctima del amor, es necesario que responda. Estoy concertando reuniones con agentes potenciales.

—Hazlo, mientras yo sigo dando cuenta del tequila.

En cuanto salió de la habitación, cerré los ojos y apoyé la cabeza en el respaldo del sofá. Así que Jameson se había ido… Ya no teníamos una relación… o lo que fuera, ¿verdad? De todas formas, nunca había planeado tenerla, así que debía sentirme feliz. Debía sentirme mejor al comprobar que yo tenía razón al creer en la existencia de una maldición familiar. ¿Me sentía feliz en ese momento? Ni de cerca. Pero sabía que sobreviviría, así que no tenía sentido actuar como si mi vida se hubiera acabado. Gracias a mi familia, había sufrido cosas peores. Jameson era un santo comparado con ellos.

Cuando Olive regresó, intenté apartar la mirada para evitar que se fijara en mis ojos llorosos. Oh, ¡silencio! No había estado llorando ni nada, solo era alérgica al maldito apartamento.

—¿Qué tal si nos vamos de aquí? —preguntó Olive en voz baja.

Al parecer, no había sido lo suficientemente rápida al apartar la mirada. Me limpié una lágrima solitaria y tomé un último sorbo de la botella. Por mucho que quisiera emborracharme con mi mejor amiga, encender una gran hoguera y clavar agujas a muñecos de vudú, no podíamos hacerlo. Ser adulto es una mierda.

—Sí. Deberíamos irnos —convine.

Olive agarró la botella que yo tenía en la mano, y yo la solté a regañadientes, después de una leve resistencia, por supuesto.

—Yo llevaré esto; ya continuaremos más tarde.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo.

Me miró con los ojos entrecerrados.

—Y ¿sabes qué? Incluso dejaré que me abraces.

Al levantarme, le hice un gesto con las cejas.

—Y mientras te abrazo, ¿nos abrazará a las dos tu marido? —Me enderecé—. Olive Thorn, ¿me concedes un trío de abrazos, ya que soy víctima del amor? Si es así, estoy totalmente de acuerdo.

—No, pervertidilla. Jason tiene una sesión de fotos esta noche. Pero te abrazaré hasta que te duermas. Luego me iré silenciosamente de tu dormitorio para dormir con mi guapísimo marido.

—Ah, ahora estás retorciendo el cuchillo que ya está clavado en mi corazón.

—Estupendo. Todavía estoy enfadada contigo, ¿sabes?

Puse cara de inocente.

—¿Conmigo? ¿Qué he hecho yo? ¡Si soy la víctima!

—Y yo, tu amiga. Has esperado seis días para decirme lo que ha hecho ese imbécil. Me has robado mis derechos de amistad.

—¡Oh, vamos! No puedes enfadarte conmigo por eso. No quería que te sintieras tan mal como yo. Me he dado una semana para llorar a mares con el corazón roto, nada más. Ni siquiera me ha llevado siete días. Ya está hecho. Se acabó. Esta noche celebraremos mi soltería. Te he reservado la mejor parte: la celebración. Haremos una fiesta Tinder y deslizaremos a la derecha a todos. En lo que a mí respecta, soy una amiga genial.

Me ofreció la mano y me hizo levantarme.

—No. Me los has robado. Es así de sencillo. No he podido llorar contigo ni maldecir a Jameson por dejarte. Explícame, ¿cómo voy a hacer la transición de la tristeza a la ira e ir directamente a la celebración? Todavía estoy cabreada. Y también estoy triste. Porque tengo los sentimientos a flor de piel. Estuve hablando con Jason toda la noche después de tu llamada y está completamente de acuerdo conmigo. Sin duda me has privado de mis derechos.

Incliné la cabeza a un lado y le di una palmadita en el brazo.

—Ay, me quieres. Te abrazaría, olivita, pero de cerca hueles aún peor.

Me dio un fuerte empujón. Riendo, caí de nuevo en el sofá.

—No hay necesidad de que seas una cascada furiosa, Olive. Sé un lago; como yo. Mira lo tranquila que estoy. Vale… —añadí cuando siguió de pie ante mí con una ceja arqueada—. Si te hace sentir mejor, es probable que llore un poco más esta noche, así que todavía vas a tener la oportunidad de acompañarme en mi tristeza.

—Eso está mejor. Gracias. Intenta que el llanto vaya al principio de la celebración, ¿vale?

Negando con la cabeza, me levanté mientras empezábamos una discusión razonable sobre cuánto tiempo debíamos llorar antes de empezar la fiesta.

Después de que Olive me ayudara a llevar la última maleta a su coche, la dejé allí con el equipaje y subí a hacer una última revisión; así es como me encontré sola en el salón, mirando a mi alrededor. Recordando…

Cuando Jameson tuvo un accidente de moto hacía unos meses, Olive y yo corrimos a acompañarlo al hospital. En ese momento acepté que lo amaba. Cuando se hizo evidente que iba a tener problemas para cuidarse con todos esos estúpidos huesos rotos, le pregunté si quería que me mudara con él para poder ayudarlo. Cuando esbozó esa sonrisa sexy y llena de seguridad —la misma que anima a cualquier cerebro a hacer alguna estupidez de mierda— y dijo que pensaba que nunca se lo pediría, me sentí aliviada por dos razones. La primera, porque no tendría que darle de bofetadas hasta que se diera cuenta de que me necesitaba, dado que ya estaba en una cama de hospital, porque, reconozcámoslo, eso me haría quedar fatal, y, sí, me gustaba demasiado su cara como para estropeársela. La segunda, porque me iría de un apartamento que compartía con dos personas muy estúpidas, dos examigos estúpidos, para ser exactos, tanto de Olive como míos.

Debido a que fue una mudanza muy rápida, no había llevado una tonelada de pertenencias conmigo. De todas formas, no tenía muchas cosas, y a los veintidós años —ya casi veintitrés— ser la propietaria de tan pocas maletas era un poco deprimente. Sin embargo, al pensarlo mejor, me di cuenta de que ahora era la orgullosa propietaria de nuevos recuerdos. Recuerdos que no iban a desaparecer de un plumazo. Recuerdos que, en realidad, deseaba que no fueran míos, porque ninguno de ellos, ninguno de los «te quiero» que le había arrancado a Jameson me mantendría caliente por la noche. No. Esos recuerdos jugarían en mi mente y harían que me acordara de lo que nunca tendría en mi vida.

Porque, sí, lo habéis adivinado… La maldita maldición.

—Eh, estoy harta de tantas escaleras. ¿Hemos terminado ya aquí? —preguntó Olive al entrar, poniéndose a mi lado.

—Eso parece —repuse, limpiándome las manos pegajosas en los leggings—. ¿Estás preparada para largarte?

—¿No debería ser yo la que te pregunte eso?

—No lo sé. ¿Deberías?

Me miró durante unos segundos, probablemente tratando de averiguar si me estaba burlando de ella.

—Bah —dijo finalmente, enlazando su brazo con el mío—. No hay necesidad de preguntar nada; estás preparada para cerrar esta puerta. Esto ya es agua pasada, ¿verdad?

Respiré hondo y apoyé la cabeza en el hombro de Olive.

—Desearía estar tan segura de eso como tú, mi olivita.

—¿Quieres decir con eso que Jameson no es agua pasada? —Su voz se hizo más suave—. No pasa nada si no es así, Lucy. Lo sabes, ¿verdad?

—Oh, ese capullo rompecorazones y robabragas es definitivamente agua pasada, pero no estoy segura de que los recuerdos y todos los «te quiero» que me susurró dentro de estas paredes lo sean. ¿Y no es así como son las cosas? Dejas atrás al chico mucho antes de olvidar los recuerdos.

Apoyó la cabeza en la mía.

—¿Seguro que estás bien, Lucy? —insistió—. Y, por cierto, aunque me encanta que vengas a vivir con nosotros…

—Temporalmente —añadí con firmeza, pero me ignoró olímpicamente.

—… porque odiaría que te fueras de la ciudad, explícame: ¿por qué no lo has hecho? Es decir, Jameson ha sido el primer chico que, en cuatro años, ha logrado hacer una abolladura en esos muros que has construido alrededor de tu corazón. Sé que lo amabas. Lo notaba.

—Lo amaba —acepté después de un momento en silencio. Me había hecho la misma pregunta varias veces después de que se fuera—. Pero ya te lo he dicho: nunca me pidió que me fuera con él, Olive. Nunca me sentó a explicarme sus planes ni me preguntó por los míos. Solo me informó de que tenía una oferta de trabajo y que tenía que irse. ¡Ah!, y añadió que me echaría de menos muchísimo. Eso fue todo. Todo lo que me dio. No voy a ir detrás de alguien que no quiere que esté con él.

—¿Te habrías ido con él? Es decir, si él te lo hubiera pedido…

—Ahora nunca lo sabremos, ¿verdad? Joder, todo fue tan civilizado… Ni siquiera tuve la oportunidad de lanzarle un jarrón a la cabeza o algo así. Ni disfruté de la oportunidad de tener esa clase de sexo de ruptura tan satisfactorio. Me siento timada por ello. Me informó de sus planes y me dijo que el contrato de alquiler de este apartamento terminaba a finales de este mes. Todo fue tan… Ni siquiera sé lo que fue. Lo único que sé es que no me pidió que fuera con él ni que considerara ir con él. No entraba en sus planes, por eso quiero que se vaya a la mierda. No iba a suplicarle nada solo porque me diera buenos orgasmos, eso te lo aseguro. —Me alejé del hombro de Olive y di la espalda al salón—. Sí, que se jodan él y el caballo en el que se ha montado para huir. Me quedaré con vosotros hasta que encuentre un trabajo, y luego me mudaré.

—¿Vas a llamar a tu abuela para…?

—Mi abuela es la última persona a la que pienso llamar. He roto con mi novio; es algo que ocurre todos los días. Prefiero llamar a Jameson que a Catherine, así que imagínate…

Después de mirarme fijamente, abrió la boca para decir algo, pero la agarré del brazo y la llevé a la puerta.

—Se acabó, Olive. Es obvio que Jameson no era el chico adecuado para mí. No todo el mundo encuentra su final feliz, y no pasa nada. Tengo totalmente asumido ese hecho. Ahora, ¿podemos irnos y continuar esta conversación tan poco necesaria en tu casa? A ser posible, cuando tenga más alcohol en la sangre.

Resopló, pero salió del apartamento sin que yo tuviera que empujarla hasta el coche. Cogí la llave al salir y lancé una última mirada al apartamento.

—Para que lo sepas —le dije a Olive, que estaba de pie justo detrás de mí, seguramente dispuesta a sostenerme si decidía tirarme al suelo y lloriquear. Supongo que estaba deseando llorar conmigo—: no pienso decirle nunca más a ningún otro chico que lo quiero. Recuerda mis palabras. En el momento en que sueltas esas palabras, te joden la vida. Así que eso se ha acabado. Ni siquiera me importa si es un dios en la cama, o si tiene treinta centímetros dentro de los pantalones. Ya no habrá más «te quiero».

Olive hizo un sonido ahogado, así que la miré por encima del hombro.

—¿Treinta centímetros? ¡Ay, eso duele, Lucy!

Le lancé una sonrisa maliciosa.

—No duele, en realidad es una bienvenida a casa, pero ni siquiera un tipo con treinta centímetros obtendrá un «te quiero» de mí. Su polla a lo mejor, pero él no. Si alguna vez cometo el error de hacerlo, dame un buen pellizco o tírame un cubo de agua fría por la cabeza, lo que sea para detenerme.

Cerré la puerta, miré a Olive y esperé su respuesta.

—Vale —suspiró, alejándome de la puerta—. Te haré daño.

—¡Genial! Ahora que ya hemos concretado ese tema, ¿has meditado en lo que propuse hace tiempo?

—¿El qué?

—Si tu marido y tú podríais adoptarme. Ahora que he pasado un tiempo pensándolo seriamente, creo que puede ser beneficioso para todas las partes involucradas.

—¿En serio? Por favor, explícame esos beneficios.

—Para empezar, ya sabes lo que babeo cuando veo a tu marido sin camisa en la pantalla grande, ¿no? Pues cuando salga descamisado en la pantalla grande dejaré de babear.

—Es un buen comienzo, supongo. Sigue…

—Lo siguiente es que tendrás la oportunidad de abrazarme con frecuencia, porque, bueno, seré tu hija. Tendrás que demostrarme tu amor con abrazos.

—Interesante. ¿Esa adopción beneficia a alguien más? Porque acabas de decir que…

—Bueno, no he pensado en eso todavía. Caray, Olive. La víctima del amor soy yo, ¿recuerdas?

—Ya…

Otro matrimonio de Hollywood que muerde el polvo

Hace dos meses os dimos la triste noticia de que Adam Connor (28) y Adeline Connor (26) habían roto su relación, y no fue algo que sorprendiera a la industria. Para ser sinceros, algunos pensábamos que era un montaje de los encargados de sus relaciones públicas para promover la última película de Adeline, pero, desafortunadamente, hoy hemos sabido que la pareja ha firmado los papeles de un divorcio que ha puesto fin a su historia de amor, que comenzó hace casi seis años.

Después de todas estas semanas, todavía no sabemos cuál ha sido la razón que llevó a la ruptura a ambas estrellas. Fuentes cercanas a la pareja mantienen diferentes puntos de vista sobre lo que ha podido salir mal en el matrimonio, pero hasta ahora no podemos confirmar nada. Solo hay una cosa en la que todos están de acuerdo, y es que no ha habido engaños por ninguna de las dos partes. Por eso, a lo largo de su corto matrimonio, ni Adeline ni Adam han sido pillados in fraganti en otro interés amoroso por la manada de paparazzi que siempre los siguen.

Para refrescaros la memoria, la pareja de enamorados se casó después de salir durante más de un año. Adeline Young solo tenía veintiún años cuando dio el «sí, quiero» y se casó con el atractivo actor en París, con solo los familiares más cercanos presentes, y solo siete meses después dio a luz a su hijo Aiden, que hoy tiene cinco años. Como todos saben, Adam Connor es hijo de Helena Connor y Nathan Connor, la legendaria pareja de Hollywood. Aunque la hermana de Adam, Victoria Connor, no ha seguido los pasos de sus padres en el mundo del cine, Adam Connor ha hecho carrera en la interpretación desde que con catorce años rodó su primera película, Veneno de familia, que se convirtió en un éxito de taquilla.

A pesar del drama con el que está lidiando, Adam prefiere mantener silencio cuando se le hacen preguntas sobre su matrimonio. Sin embargo, una fuente anónima nos ha asegurado que «después de pasarse meses desconsolada por la ruptura, Adeline parece finalmente preparada para seguir adelante, y, por ello, ha convocado una rueda de prensa para responder a todas las preguntas de los medios de comunicación sobre su matrimonio con Adam y las razones por las que ha terminado».

Por otro lado, cuando hemos intentado contactar con el representante de Adam Connor para que hiciera algún comentario al respecto, no hemos podido obtener ninguna respuesta en relación con su matrimonio con Adeline. Todo lo que hemos conseguido sacarle a la persona encargada de las relaciones públicas de la familia ha sido que Adam quiere dedicar toda su atención a su hijo, Aiden, durante y después del divorcio. La pareja tiene la custodia compartida del pequeño, pero, por los rumores que hemos escuchado, no estamos seguros de que siga siendo así durante mucho tiempo más.

¿Quién quiere obtener la custodia completa y por qué? Esa parece ser la pregunta del millón de dólares. Si la pareja estaba realmente en tan buenos términos después de su divorcio, ¿por qué se preparan para luchar por la custodia de su único hijo?

Por otro lado, acabamos de confirmar que Adam Connor ha comprado una propiedad contigua a la de nuestra pareja de recién casados favorita, Jason y Olive Thorn. Un melancólico Adam fue fotografiado saliendo de su nueva casa con su hijo, Aiden, ayer mismo.

Así que si tenéis algo de dinero ahorrado, os sugerimos que intentéis comprar una casa, un cobertizo o lo que sea en Bel Air. ¿Dos de los actores más sexys de Hollywood viviendo codo con codo y separados solamente por un muro de piedra? Claro, vale, puede que uno de ellos ya no esté disponible, pero Adam Connor es libre como un pájaro, señoritas. ¿No daríais todos los ahorros de vuestra vida por que fuera vuestro vecino? ¡Claro que sí!

2

Lucy

—Shhh, cállate —susurré con urgencia.

—¡Shhh, aplícate el cuento! Yo no he hecho nada.

—No he dicho que hayas hecho algo, he dicho que te calles. Vas a echarlo todo a perder antes de que tengamos la oportunidad de ver nada —le siseé a Olive. Ella resopló, probablemente irritada conmigo, pero se quedó callada mientras llevábamos la escalera de mano hasta el muro de piedra que delimitaba su propiedad.

Habían pasado solo unas horas desde que dejamos el apartamento de Jameson, y ya me había mudado oficialmente al cuarto de invitados de Jason y Olive. Como le había prometido, ya habíamos celebrado mi mudanza y mi ruptura con muchos chupitos de tequila y varios margaritas. Habíamos usado la sala de proyección como karaoke particular, con lo que habíamos masacrado de paso algunas canciones, pero atribuíamos aquellas pésimas actuaciones al mal humor, porque normalmente lo bordábamos cantando.

Olive había recibido un mensaje de Jason informándola de que llegaría tarde a nuestra pequeña fiesta de autocompasión mientras estábamos tumbadas examinando el techo. En ese momento exacto recordé que era muy mala idea dejar que Olive bebiera más de cuatro chupitos de tequila. Después de dedicarme a consolar a una Olive que lloraba porque Jason iba a llegar tarde, ella decidió que sería una idea brillante ir a por la escalera de los jardineros y ver qué había al otro lado del muro, en la propiedad de Adam Connor, la estrella de cine que se había mudado hacía unos meses. ¿Quién era yo para negarme a un plan tan bueno? No pensábamos espiarlo ni nada. Obviamente no éramos unas acosadoras, solo queríamos ver cómo era su casa, porque las casas son cosas muy importantes. El techo que tienes sobre tu cabeza siempre es una señal de lo bien o lo mal que te va. Y si por casualidad lo veíamos caminando medio desnudo, o con suerte completamente desnudo, no sería culpa nuestra que lo pilláramos así, ¿verdad? La culpa recaería únicamente sobre sus hombros.

Así es como terminamos en el jardín de Olive con esa maldita escalera.

—¿Y si está desnudo, Lucy? ¿Qué hacemos?

—Mmm, ¿asegurarnos de que está desnudo por voluntad propia? Aunque podríamos considerarlo prácticamente una exhibición indecente, no llamaremos a la policía ni nada.

—¿Lo dices en serio?

—¡Claro que no! Ten cuidado y mira por dónde vas, tienes un árbol a tu espalda.

Después de lanzarme una mirada airada, echó un vistazo por encima del hombro y evitó por poco el tronco.

—Oh, gracias.

Sonreí y negué con la cabeza. Jason iba a llevarse una gran sorpresa cuando se encontrara a su mujer borracha como una cuba.

Cuando estuvimos lo suficientemente cerca, bajé lentamente el extremo de la escalera que me correspondía.

—No lo sueltes todavía, ¿vale? —le advertí—. Tenemos que apoyarla en la pared.

—Ya sé lo que tenemos que hacer, deja de darme órdenes. ¡Y, por favor, deja de aplastar el arbusto!

—Joder, Olive, ese estúpido arbusto me está destrozando las piernas, y ni siquiera te preocupa que pueda morir desangrada.

—No te preocupes, no vas a palmarla por unos rasguños de nada. Además, esto ha sido idea tuya, y eso es lo que voy a decir cuando Jason llegue a casa y nos pille in fraganti. —Canturreó la última frase mientras yo intentaba alejarme del arbusto letal.

—¿Idea mía?

Gruñendo, la ayudé a apoyar aquella estúpida escalera tan pesada como un muerto contra el muro. Cuando impactó con un fuerte ruido, me estremecí y me dejé caer de culo al suelo entre el arbusto y el muro de piedra.

—Mierda —susurró Olive, abrazando la escalera—. ¿Crees que lo habrá oído?

—¿Quién?

—Adam Connor.

—Creo que lo ha oído todo el vecindario, así que recemos para que Adam tenga problemas de audición.

—Entonces, vamos, levántate. Quiero echar un vistazo —me ordenó mientras daba saltitos mirando el muro—. Aunque solo echaremos una miradita de nada, ¿vale?

—Sí, sí. Ya lo has dicho. Y esto no se va a convertir en una costumbre. Solo miraremos esta vez y ya está.

—Sí. Eso es, Lucy. Me siento muy aliviada de que lo hayas dicho.

En cuanto al muro, no era exactamente el más alto de los alrededores, lo que ya era triste para el pobre muro, pero también resultaba extraño considerando lo obsesionados que están los ricos por la seguridad. Por otra parte, suponía que cuando dos astros de cine igual de macizos y famosos se convertían en vecinos, no tenían ninguna razón para sospechar que se iban a espiar mutuamente.

Rápidamente me recogí el pelo —que llevaba a la altura de los hombros— en una coleta y me aferré a la escalera después de levantar el trasero del suelo de tierra.

—Bien, ¿y ahora cómo hacemos? —pregunté mientras me sacudía el polvo de los vaqueros. Los peldaños eran lo suficientemente anchos como para poder estar las dos a la vez, pero subirlos al mismo tiempo sería misión imposible, considerando que las dos estábamos borrachas y que posiblemente nos fallaría el equilibrio.

Cuando los brillantes ojos verdes de Olive coincidieron con los míos, ella se encogió de hombros y me hizo una señal para que yo fuera la primera, así que no me lo pensé dos veces.

—Cuando esté arriba, súbete tú también. Eres más alta que yo, así que puedes quedarte en el peldaño inferior, ¿vale? —Ella no respondió, y siguió dando saltitos, así que fruncí el ceño—. ¿Qué te pasa? —susurré.

—Tengo ganas de hacer pis, pero aguanto. Venga, vamos a hacerlo ya.

—Te recordaré lo que has dicho si es necesario, y, por favor, no me hagas pis encima.

Me agarré a la escalera por ambos lados y di el primer paso hacia arriba mientras Olive me ponía las manos en el trasero y me empujaba hacia arriba.

—No soy una cobardica.

—¿De qué coño estás hablando, Olive?

—¡Vamos, date prisa!

—Vale, vale —solté, mirándola—. Y tranquilízate, mujer.

Cuando mi cabeza llegó al borde del muro, me detuve y bajé la vista hacia Olive, que ya había empezado a subir.

—Mueve el culo un poco hacia la izquierda —ordenó en un resoplido antes de agarrarse a mi tobillo como si fuera un apoyo.

—¿Estás segura de que estás bien…?

—Estoy segura. Sube un peldaño más. No veo nada.

—Me pregunto quién está dando órdenes ahora… —murmuré, pisando el peldaño de arriba para asomarme por encima del muro. Aunque las luces de la casa estaban encendidas por lo que podía ver, no había nadie en el jardín. Aun así, prefería ir sobre seguro y no parecer una cotilla subida a una escalera para intentar ver mejor el interior de la casa.

—¿Qué estamos viendo? —preguntó Olive cuando finalmente estuvo un peldaño más arriba.

—Yo estoy viendo un jardín vacío y lo que parece ser una casa igual de vacía. ¿Y tú?

—Creo que lo mismo. ¡Qué pena! No se lo digas a Jason, pero quería verlo una vez, ya sabes. Babeamos juntas cada vez que vemos una de sus películas. —Negó con la cabeza y la levantó un poco más mientras yo trataba de mantenerme firme sobre mi peldaño—. Han pasado ya varios meses desde que se mudó, pero nunca nos lo hemos encontrado. Además, Jason no se muestra exactamente cooperativo en esto. Ya le he pedido que me lo presentara y…

Le lancé una mirada aguda.

—Le habrás pedido que nos lo presentara, ¿verdad? A las dos, no solo a ti.

—Claro, claro… Por supuesto que le he pedido que nos lo presentara a las dos. Las amigas lo comparten todo. ¡Oh! ¡Lucy, mira!

Apoyó la barbilla en la parte superior del muro, así que hice lo mismo para ver lo que había descubierto.

—¿Qué? ¿Qué has visto? Yo no veo nada.

—No lo he visto a él, pero… —susurró con urgencia.

—¿Qué diablos has visto? ¡Dímelo!

—Creo que…, ¡espera, ahí está! Mira la ventana que hay detrás de esa planta enorme, a la derecha.

Levanté más el cuello, lo que me hizo asomar la cara.

—Oh, ¿es ese su hijo?

—Seguramente. Oh, qué mono es, Lucy. —Parecía ensimismada a mi lado, con la voz tomada.

—Oh, Dios, por favor, no empieces a llorar de nuevo, y menos mientras estamos tambaleándonos encima de una escalera.

—Te he dicho que no soy una cobardica. No voy a llorar.

En la quietud de la noche, vimos que el niño apretaba las manos contra la ventana y miraba hacia fuera con la expresión más triste del mundo. Unos segundos después, se dio la vuelta bruscamente y miró hacia arriba como si estuviera hablando con alguien. Por mucho que lo intentamos, no pudimos ver quién estaba de pie detrás de él.

—No te apoyes demasiado en mí —advertí urgentemente mientras Olive dejaba caer el peso sobre mi hombro en un vano intento de ver a quién miraba el chico.

—Creo que es él —siseó, ignorando mi advertencia.

Mientras yo hacía lo posible para no caerme de la escalera, nuestro misterioso personaje se adelantó y se arrodilló junto al niño.

—Es él —le susurré a Olive.

Vimos a Adam Connor revolver el pelo rubio oscuro de su hijo y levantarle la barbilla con los nudillos. No podía negar que mi corazón estaba dando todo tipo de saltos y volteretas: después de todo, era un tipo guapo, y no era culpa mía tener un corazón débil. No podíamos ver sus expresiones tan claramente como nos habría gustado, pero sí percibimos que los labios de Adam empezaban a moverse y que el chico se lanzaba a los brazos de su padre y le abrazaba el cuello.

—Me siento como si estuviéramos haciendo algo malo —confesé mientras el niño soltaba de repente a su padre y se escapaba corriendo fuera de nuestra vista.

—Estamos haciendo algo malo. Era una escena íntima, Lucy. Deberíamos bajar ya.

—Sí. —Aunque estábamos de acuerdo en que no estaba bien que nos entrometiéramos en su privacidad, ninguna de las dos se movió. No podíamos.

Adam bajó la cabeza un momento después de que el chico saliera corriendo y luego se puso de pie y se acercó más al ventanal.

Tanto Olive como yo nos tensamos, preparadas para desaparecer de la vista si él decidía salir al exterior, pero Adam simplemente se quedó allí, con las manos metidas en los bolsillos y los ojos clavados en las luces tenues que iluminaban su piscina.

—¡Joder! —dijo Olive en voz baja, y de repente recordé que no estaba sola. Me estremecí y miré a mi amiga.

—¿Qué pasa?

Me miró, y luego volvió a observar a Adam Connor.

—Nada. —Negó con la cabeza—. Es decir, no podemos verlo bien, bien, pero se nota que está muy bueno. Y… también que parece triste. El divorcio debe de estar haciendo mella en él y en el niño.

—He leído que es un divorcio de mutuo acuerdo. ¿Crees que todavía la ama?

—Después de todo lo que han escrito sobre Jason y sobre mí, deberías saber ya que no puedes creerte todo lo que lees en internet. Tienen un hijo; nada es sencillo cuando hay un niño de por medio. Estoy segura de que no sabemos nada real sobre sus vidas.

—Eso es cierto. En ese caso, podría ofrecerle mi hombro para llorar. —Me quedé pensando en esa declaración durante un segundo—. O mejor aún, mis tetas. —Olive giró la cabeza hacia mí en un movimiento brusco—. No me mires así. Es solo para que pueda, ya sabes, llorar. Mis encantadoras tetas no son tan cómodas como las tuyas, pero sigo teniendo una buena copa C, y sería muy amable con él. Le daría una palmadita en la cabeza, lo arroparía, quizá lo calentaría si se ha quedado destemplado por el llanto. Compartir el calor corporal es un proceso muy sanador. Podríamos acurrucarnos bajo las mantas… y jugar a los médicos para levantarle el ánimo.

—Creía que habías dicho que estabas harta de los tíos.

—Es que ya no pienso enamorarme de ninguno, e incluso si lo hiciera, te aseguro que no le confesaré lo que siento. Nunca he dicho que piense dejar de disfrutar de ciertas partes del cuerpo masculino. Tienen muchas, y muchos usos que no requieren que me enamore. —Ignorando los ojos que Olive clavaba en mí, me encogí de hombros y seguí mirando a Adam—. Ya sabes lo que dicen: un clavo saca otro clavo. Puedo superarlo con el suyo. No soy nada quisquillosa.

—Bueno, será mejor que bajemos antes de que saltes el muro para caer sobre ese pobre hombre. No me gusta la mirada que hay en tus ojos.

—¿A qué mirada te refieres? —pregunté con una expresión inocente, acompañada con una tierna sonrisa—. Si soy un ángel.

Se rio y me dio una palmadita en la cabeza.

—Más bien el diablo.

—¡Oye! Estás ofendiéndome…

Justo cuando estábamos discutiendo, Adam Connor levantó la cabeza de repente para aflojarse la corbata, lo que hizo que saliera de mis labios una maldición entrecortada.

—¿Qué pasa? —preguntó Olive.

—Me pongo muy cachonda cuando un tipo se quita la ropa a cámara lenta.

Observamos silenciosamente cómo se quitaba la chaqueta del traje y la lanzaba sobre algo que no podíamos ver claramente desde nuestra posición.

—¿Eso te está poniendo cachonda? —murmuró Olive.

—Shhh —susurré, completamente concentrada en ver lo que haría a continuación aquel cachas de dos metros con unos hombros a juego.

Cuando vi que movía los dedos para empezar a desabrocharse la manga izquierda de la camisa blanca mientras mantenía la mirada fija en el horizonte con una expresión ilegible, tuve que tragarme el nudo que me apareció en la garganta. Empezó a enrollársela de un forma lenta pero experta, exponiendo sus antebrazos (antebrazos que habría matado por ver más de cerca). Luego repitió la operación en la manga derecha para completar el mismo proceso mientras Olive y yo mirábamos sin hacer ruido.

—¡Joder! —susurró finalmente Olive cuando Adam se puso a masajearse las sienes con los dedos. Con la cabeza gacha, los gruesos músculos del brazo parecían sobresalir más.

—Creo que he mojado las bragas —admití.

—¡Quieres decir que…! ¡Oh, Dios mío, Lucy! —gritó, lo suficientemente fuerte como para despertar a todo el vecindario, y luego se puso a reír. Por supuesto, reventarme los tímpanos no fue suficiente, así que me golpeó el brazo a conciencia, lo que casi hizo que perdiera el equilibrio.

—¡Eh! —Le devolví el golpe, riéndome por lo bajo. Antes de que pudiera caerme, me agarré al muro.

—¡Oh, Dios mío, te odio! —gritó cuando se había calmado lo suficiente como para hablar—. ¿Por qué has hecho eso?

Le lancé una mirada de recriminación y me froté el lugar donde me había golpeado.

—¿Qué pasa? Estaba a punto de quitarse la camisa, se ha aflojado la corbata y se ha remangado. Creo que todo ha sido muy sexy. Hay algo que se llama «porno de antebrazo». Lo sabes, ¿verdad? Además, no es culpa mía que mi cuerpo haya reaccionado.

—Eres imposible…

—Gracias, trato de destacar siempre. Y relájate, solo estaba de broma. Si estuviera más cerca de él, podría haber sido mucho peor; pero no, la distancia entre nosotros y no poder oír su respiración lo ha estropeado un poco. Aunque todavía quiero lanzarme sobre él.

—¿Su respiración? ¿Cuándo aprenderás a…?

Escuchamos un clic y luego el ruido de algo deslizándose. Olive dejó de hablar y me agarró del brazo. Las dos lucíamos esa expresión de «¡Oh, mierda!» en la cara, y por si os lo preguntáis, era muy clara.

—¿Dan? ¿Eres tú el que está ahí fuera?

Olive soltó una risita y luego se puso la mano en la boca para amortiguar el sonido antes de que la jodiéramos por completo. Lo único que podía salvarnos era que en nuestro lado del muro reinaba la oscuridad y no era posible que Adam Connor nos viera. Le hice un gesto a Olive para que bajara la cabeza, y ella obedeció sin rechistar.

—Más vale que seas un maldito mapache, porque no estoy de humor para invitar a la policía a mi casa —dijo la voz desde el otro lado del muro.

Olive me miró alarmada, pero yo negué con la cabeza mientras me llevaba el dedo índice a los labios para que no hablara. Sabíamos que no era posible que Adam supiera que había dos chicas espiándolo desde el otro lado de un muro, en una propiedad privada, pero el hecho de que pudiéramos oír sus pasos acercándose a nosotras no me ayudó en absoluto a que me relajara.

Se hizo de nuevo el silencio. Pasaron unos segundos y los pasos comenzaron a retroceder. Después de escuchar el sonido revelador de la puerta corredera, Olive soltó el aliento que contenía.

—No vamos a volver a hacerlo —susurró, bajando por la escalera. Al ver que no estaba de acuerdo con ella al instante, me tiró de la camiseta para llamar mi atención—. ¿Has oído lo que acabo de decir?

—Sí. Sí. No volveremos a hacerlo.

—Lo digo en serio, Lucy.

—Disculpe, señora Thorn, pero ¿no ha sido usted la primera en mencionar que podíamos echar un vistazo desde el muro?

—No te he oído decir que no; en realidad, ha sido al contrario. Recuerdo que me has felicitado por mi gran idea. Vamos, baja.

Sentí otro tirón en el tobillo mientras ella seguía bajando.

Lentamente levanté la cabeza para ver si aquel maravilloso espécimen había desaparecido, y, para mi consternación, no lo vi. Las luces seguían encendidas, pero no había premios para mis ojos a la vista. Bajé la mirada y vi que Olive me contemplaba con el ceño fruncido.

—¿Qué?

—Recuerdas a la chica que se escondió en nuestra habitación en aquel hotel de Londres, ¿verdad?

—No te preocupes, mi verde olivita, no tengo pensado irrumpir en su casa.

No era que no se me hubiera pasado por la cabeza, pero el allanamiento de morada estaba fuera de mis límites; no estaba tan loca. Había estado de acuerdo en echar un vistazo a través de una de esas ventanas gigantescas, pero, como he dicho, había que trazar una línea roja en algún lugar, y yo la había fijado en mirar por encima del muro.

—No me juzgues y dime: ¿qué harías si terminaras siendo vecina de uno de tus actores favoritos? Por supuesto que lo espiarías, o al menos lo intentarías. No intentes siquiera negarlo.

A pesar de sus legendarios padres, la vida de Adam Connor era como un libro cerrado. Por supuesto, todo el mundo lo conocía, incluso antes de que hiciera su primera película, pero seguía siendo un misterio. ¿Quién no adora a un tipo tan misterioso? Sin duda yo no.

Era un tipo tranquilo, uno de esos actores que sonríe a las cámaras cuando no quiere responder a una pregunta, uno de esos hombres sexys que solo habla cuando tiene algo interesante que decir; había alcanzado un tremendo éxito en su trabajo, se había casado a los veintitrés años, era un padre aparentemente bueno y poseía un cuerpo de infarto. Y esos eran solo algunos de los atributos de Adam Connor. Por supuesto, ¿hasta qué punto puedes conocer realmente a una figura pública porque cotilleas en sus redes de vez en cuando?

—Lucy, no puedes entrar en su casa.

—¿No te acabo de decir que no tenía planeado hacer tal cosa?—repetí a Olive en voz baja mientras empezaba a bajar.

—Me asusta incluso el hecho de que lo menciones. Significa que se te ha pasado por la cabeza en algún momento.

Cuando por fin estuve en tierra firme, le presté a Olive toda mi atención.

—No pienso poner un pie al otro lado de este muro, te lo juro. ¿Vale así?

Entrecerró los ojos mientras le lanzaba una sonrisa tranquilizadora y ponía el pulgar hacia arriba. No planeaba saltar el muro, así que no estaba mintiendo a mi amiga. Ahora bien, quizá volviera a subirme de nuevo a esa escalera… Con eso no le hacía daño a nadie.

Dado el intenso contacto visual al que Olive me estaba sometiendo, estiré la mano y le obligué a curvar los bordes de los labios hacia arriba con los dedos.

—Sonríe, Olive. Enséñame los dientes. —Solo para animarla, le brindé una gran sonrisa—. Vamos, puedes hacerlo. Sé que puedes. Te he visto hacerlo antes.

Cuando se rindió y empezó a sonreír sola, di un paso atrás y casi me caí sobre otro maldito arbusto.

—¿Qué sentido tiene rodear todo este maldito lugar con esto? ¿Matarme?

—Tendrás que preguntarle a Jason sobre ello —dijo, alejándome de la vegetación—. Creo que estoy un poco mareada. Vamos a sentarnos un rato.

Fuimos en dirección a la piscina, y nos tiramos en el césped cuando Olive encontró un lugar de su gusto.

—¿Vas a llamar a Jameson? —preguntó después de que miráramos tranquilamente las estrellas durante un rato.

—¿Por qué iba a hacer eso?

—No lo sé. Ha sido una pregunta estúpida, olvídalo.

La miré por el rabillo del ojo y me sentí incómoda cuando vi su expresión.

—Olive, ¿estás bien?

—No. Todavía estoy enfadada.

—¿Enfadada? ¿Conmigo?

—No. Con Jameson. —Volvió la cabeza y frunció el ceño—. ¿Por qué iba a estar enfadada contigo? ¿Me estás ocultando algo?

—No. Nada. —Suspiré y miré las estrellas, las pocas que podíamos vislumbrar por culpa de las luces de la ciudad—. Siento no habértelo dicho antes. No quería molestarte porque sabía que te estabas acercando a la fecha límite. Y tal vez…, tal vez no me gustara el hecho de que no podía limitarme a encogerme de hombros y seguir adelante como si no significara nada para mí.

—Sé lo que quieres decir, pero no tienes que hacerlo todo sola. Y… ¿Lucy…? —Hizo una pausa, así que la miré de nuevo—. Soy tu amiga. Tu hermana de elección. Nada es más importante que tú. Por muy profundamente perdida que esté en las palabras, tú siempre eres lo primero. Y ahora que lo sabes, no puedes volver a usar ese argumento contra mí. —Volvió la cabeza hacia el cielo—. Lo que significa —añadió— que si me robas los derechos de amistad otra vez, tendré que darte una patada en el culo.

Me permití una pequeña risita y miré hacia otro lado.

—Caray, Olive, no tenía ni idea de que estabas deseando ser mala. Te prometo que la próxima vez que alguien me rompa el corazón, lo cual es bastante improbable, ya que no me volveré a enamorar, serás la primera persona en saberlo.

—Bien.

—Sabes que eres mi persona, ¿verdad? —preguntó un minuto después.

Una pequeña sonrisa asomó a mis labios.

—¿De Anatomía de Grey? ¿Como Christina y Meredith?

—Sí.

—Sí, tú también eres mi persona, mi olivita.

Y siempre lo sería.

—Bien. ¿Lucy?

La miré de nuevo.

—¿Olive?

—Y no le digas a Jason que he dicho esto, pero creo que Adam está muy bueno.

—¿En serio? —preguntó alguien desde detrás de nosotras; tanto Olive como yo soltamos un chillido que resonó en la noche. Si los vecinos de la propiedad no habían oído el primer grito de Olive, seguro que ese sí lo oyeron.

—¡Jason! —le gritó Olive mientras luchaba por levantarse.

Me apreté la mano contra el pecho.

—¿Querías provocarme un ataque al corazón solo porque me voy a quedar a dormir unos días? —pregunté, ayudando a Olive a ponerse de pie—. ¿Por qué te acercas a hurtadillas de esa manera?

—No me he acercado a nadie a hurtadillas. Solo me he limitado a entrar en mi casa para oír a mi mujer admitir… —se detuvo para mirar a Olive— lo «sexy» que encuentra a un tipo…, un tipo que no es su marido.

—Jason —repitió Olive en un tono completamente diferente cuando empezó a caminar hacia él. Estaba borracha como una cuba y tenía chispitas en los ojos, unas bonitas y brillantes chispitas.

Jason dio unos pasos hacia adelante y abrió los brazos para que su mujer pudiera caer en ellos en vez de en el suelo.

—¿Puedo dar por hecho que la celebración ha ido bien? —preguntó mirándome.

—Está enfadada conmigo por no enviarle una invitación a mi fiesta particular de autocompasión, pero ha superado el cabreo después del segundo chupito de tequila.

Con Olive entre sus brazos, dejó que ella le bajara la cabeza para darle un largo beso. Mirándolos, tan jodidamente enamorados, me sorprendí a mí misma sonriendo, y me di cuenta una vez más de que me encantaba lo bien que le había salido eso del amor a mi amiga. Para mí nunca había sido así.

—Te he echado de menos —susurró Olive, o más bien pensó que susurraba, porque seguía gritando—. Y te has perdido un concierto de karaoke improvisado. Nos ha salido muy bien, Jason.

Jason le retiró suavemente el pelo de la cara, le ofreció una cálida sonrisa, una que decía a todas luces «Estoy profundamente enamorado de ti», y le besó los labios de nuevo—. Lo siento, cariño, hemos tenido que quedarnos hasta tarde para ocuparnos de algunas cosas en el set de rodaje.

—Creo que es un buen momento para que tu esposa, Jason, se vaya a dormir —dije, interrumpiendo aquella pequeña burbuja privada, y los dos se volvieron para mirarme—. Tengo planeado despertarla muy temprano, y, de hecho, sé que ella va a odiar eso, así que…

No intentaba deshacerme de ellos, pero no quería que se sintieran incómodos conmigo alrededor, ni que tuvieran la necesidad de hacerme compañía cuando sabía que tenían cosas mucho mejores que hacer, como aprovechar a fondo su habitación antes de que yo ocupara la que estaba justo enfrente de la suya. Por no mencionar que no estaría mal estar a solas durante un ratito.

Olive soltó a Jason y volvió a mi lado para darme un abrazo.

—Te quiero, Lucy Meyer —dijo, todavía aferrada a mí—. Y te prometo que te enamorarás de nuevo. —Dando un paso atrás, me miró a los ojos—. ¿Y sabes qué más? Cuando lo hagas, será legendario, y no un amor cualquiera: será una epopeya extraordinaria.

Le sonreí, y ella asintió con la cara seria.

—No te acuestes muy tarde; hablaremos de esto por la mañana.

—¡Bien, mamaíta! —grité mientras los veía entrar en la casa de la mano—. Por cierto, ¡muchas gracias por adoptarme, chicos!

—¡Dios, no! —soltó Jason justo antes de cerrar la puerta—. No te vamos a adoptar, Lucy.

—Entonces, ¿ya estáis pensando en ello? ¡Genial! ¡Jason, estoy deseando llamarte papá!

Con una sonrisa en los labios, negó con la cabeza y cerró la puerta de cristal.

Riéndome para mis adentros, me tumbé en la hierba, cerré los ojos y respiré hondo. Era una noche hermosa, ni muy caliente ni muy fría, la temperatura perfecta de septiembre. Mantuve los ojos cerrados y me imaginé de pie al borde de un acantilado, con los brazos abiertos de par en par mientras el viento me acariciaba la piel y jugaba con mi pelo, y una gran sonrisa se extendió por mi cara.