Ambición inconfesable - Tara Pammi - E-Book

Ambición inconfesable E-Book

Tara Pammi

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Beschreibung

Nikos Demakis tenía su plan perfectamente trazado. Cuando lograra alcanzar el puesto de director del negocio de su abuelo, finalmente podría dejar atrás su pasado. Y Lexi Nelson tenía la llave para que lo lograra. Ella había tratado de resistirse, de negociar, pero Nikos siempre conseguía lo que quería. Lexi nunca había conocido a nadie como Nikos. El poder que emanaba de él resultaba casi abrumador. Casi. Porque Lexi estaba decidida a demostrarle que podía estar a su altura.

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Editado por Harlequin Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2014 Tara Pammi

© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.

Ambición inconfesable, n.º 2346 - noviembre 2014

Título original: A Deal with Demakis

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-687-4856-6

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Índice

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Publicidad

Capítulo 1

La señorita Nelson está aquí, Nikos.

Nikos Demakis miró su reloj y sonrió. Al parecer, su pequeña mentira había funcionado, aunque en ningún momento había dudado de que fuera a ser así.

–Diga a seguridad que la suban –dijo, y a continuación se volvió hacia sus invitados.

Otro hombre habría sentido al menos una punzada de remordimiento por haber manipulado la situación de aquel modo, pero no Nikos.

Cada vez le estaba resultando más insoportable ver a su hermana siguiendo a su novio, tratando de que Tyler recordara y interpretando el papel de amante trágica hasta la saciedad. Era obvio que había subestimado el poder que tenía Tyler sobre ella. El anuncio de su compromiso había llamado la atención incluso de Savas, su abuelo. Como Nikos esperaba, este le había dado un ultimátum. Otra excusa del viejo tirano para retrasar su nombramiento como director general de Demakis International.

«Resuelve el asunto de Venetia y la empresa es tuya, Nikos. Cancélale la cuenta del banco, quítale su lujoso coche y sus lujosas ropas. Enciérrala. Olvidará a ese chico en cuanto empiece a recordar lo que es pasar hambre».

Nikos sintió que el estómago se le revolvía al recordar las palabras de Savas.

Ya era hora de hacer salir al encantador Tyler de la vida de su hermana, pero no tenía intención de hacer pasar hambre a Venetia para conseguirlo. Nikos había hecho y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por la supervivencia, excepto hacer daño a su hermana. Pero el mero hecho de que Savas le hubiera planteado aquella opción resultaba realmente inquietante.

Su expresión debió de reflejar su desagrado, porque Nina, la morena de largas piernas con la que solía verse cuando estaba en Nueva York, se alejó al otro extremo del salón.

–La señorita Nelson querría que se reuniera con ella en el café que hay al otro lado de la calle.

Nikos frunció el ceño cuando su secretaria regresó para decirle aquello.

–No.

Ya suponía suficiente problema tener que tratar con una mujer emocionalmente inestable como para tener que enfrentarse con dos en los días que se avecinaban. Quería acabar con todo aquello cuanto antes para poder volver a Atenas. Estaba deseando ver la reacción de Savas cuando le pusiera al tanto de su triunfo. A pesar de las negativas predicciones de su abuelo, acababa de firmar un contrato de un billón de dólares con Nathan Ramírez, un prometedor empresario que quería los derechos exclusivos para desarrollar unos terrenos de una de las dos islas que poseía la familia Demakis desde hacía casi tres siglos. Aquella era una victoria que Savas no iba a poder pasar por alto.

Pero el duro mes de negociaciones que acababa de pasar había supuesto una gran acumulación de tensión, y su cuerpo anhelaba liberarse practicando sexo. Terminó de un trago la copa de champán que sostenía e hizo una seña a Nina. La señorita Nelson podía esperar.

Acababa de detenerse con Nina ante la puerta de su suite cuando el sonido de una risa procedente del pasillo les hizo detenerse. Tras pedir a Nina que volviera al salón, Nikos fue al pasillo. La escena con la que se encontró hizo que la pregunta que iba a hacerle a su guardia de seguridad no llegara a surgir de sus labios.

Ante sí había una mujer arrodillada en el suelo con los brazos en torno al abdomen, respirando agitadamente. El guardia de seguridad, Kane, estaba inclinado sobre ella, mirándola con gesto preocupado.

–¿Kane? –dijo Nikos mientras se acercaba a ellos acuciado por la curiosidad.

–Lo siento señor Demakis –contestó Kane mientras palmeaba delicadamente la delgada espalda de la mujer con su enorme mano, un gesto extrañamente familiar para ser alguien a quien acababa de conocer–. Lexi se ha negado a utilizar el ascensor para subir.

Lexi Nelson.

Nikos miró la cabeza aún inclinada de la mujer, cuya agitada respiración hacía que sus delicados hombros subieran y bajaran al ritmo de esta.

–¿Que ha hecho qué?

–Ha dicho que nadie iba a obligarla a meterse en un ascensor. Por eso me ha pedido que lo llamara para pedirle que se reuniera con ella en la cafetería de enfrente.

Nikos ladeó la cabeza y contempló un momento las puertas del ascensor. Mientras lo hacía, una frase procedente del informe sobre Lexi Nelson surgió en su mente.

En una ocasión estuvo atrapada en un ascensor durante diecisiete horas.

–¿Ha subido andando diecinueve pisos? –insistió, incrédulo.

Kane asintió y Nikos notó que su respiración también estaba un poco agitada.

–¿Y tú has subido con ella? –añadió.

–Sí. Le he advertido que iba a desmayarse a mitad de camino –el robusto guardia dedicó una mirada incongruentemente cálida a la joven–. Pero ha tenido el valor de retarme.

Extrañamente fascinado, Nikos contempló la escena. Kane golpeó juguetonamente un hombro de la señorita Nelson, que de pronto se irguió y le dio un codazo con una sorprendente energía para ser alguien tan… diminuto.

–Pero he estado a punto de ganarte. ¿A que sí? –dijo la joven, aún jadeante, y Kane rio.

Lexi Nelson debía de medir poco más de un metro cincuenta, y su cabeza apenas llegaba al hombro de Kane. Debido a la corta falda y a las botas altas que vestía, gran parte de aquel tamaño parecía corresponder a sus piernas… unas piernas que suponían una auténtica distracción.

Sus hombros eran delgados hasta el punto de la delicadeza, y sus pequeños pechos tan solo se hacían visibles debido a su aún agitada respiración. Sus grandes y alargados ojos, asentados en un rostro perfectamente oval, de un deslumbrante color azul claro, eran el único rasgo que merecía la pena contemplar. Su boca, demasiado ancha para su pequeño rostro, aún seguía curvada sonriendo a Kane.

Llevaba una corta melena rubia que, sumada a su delgado y pequeño cuerpo, hacía que pareciera una joven adolescente más que una mujer adulta. Excepto por la fragilidad de su rostro.

La imagen de una amazona en su arrugada camiseta, una amazona de largas piernas y poderosos pechos vestida de cuero negro y con una pistola en la mano, invitaba a una segunda mirada, y no solo por el exquisito detalle del dibujo, sino también por el contraste con la mujer que la vestía.

–Acompaña a la señorita Nelson a mi despacho, por favor, Kane. Aquí está causando demasiada distracción –Nikos vio que la joven fruncía ligeramente el ceño–. Espere en mi oficina. Acudiré a verla en media hora.

Lexi Nelson apretó los labios mientras Nikos Demakis giraba sobre sus talones y salía. Aquel hombre era un maleducado… pero tenía un trasero espectacular. Sorprendida por su propio pensamiento, observó sus anchos hombros y su arrogante caminar mientras se alejaba.

Ni siquiera había llegado a verlo bien, y sin embargo tenía la sensación de haberlo irritado. Ignorando la llamada de Kane, siguió los pasos de Nikos Demakis mientras se preguntaba qué había hecho para irritarlo.

Había subido diecinueve pisos andando y había estado a punto de sufrir un ataque al corazón, pero no podía arriesgarse a irse antes de averiguar cómo estaba Tyler. Tenía planeado perseguir a Nikos Demakis toda la semana, decidida a obtener respuestas, hasta que había recibido una llamada de su secretaria para citarla. En cuanto había dicho su nombre en recepción, prácticamente la habían empujado hacia un ascensor del que había huido a toda prisa.

Lexi se detuvo en seco al entrar en un elegante salón tenuamente iluminado cuyos ventanales ofrecían una fantástica vista de Manhattan. En un costado del salón había una relumbrante barra de bar.

Fue como entrar en otro mundo, y tuvo que obligarse a cerrar su sorprendida y abierta boca. Mientras estaba ocupada contemplando el lujoso salón, un grupo de unos diez hombres y mujeres se habían quedado mirándola con diferentes niveles de sorpresa reflejada en sus rostros.

Lexi les dedicó una amplia sonrisa mientras aferraba con fuerza la tira de cuero de su bolso.

Al darse cuenta de que lo había seguido, Nikos Demakis se apartó de la espectacular morena con la que estaba a punto de salir por la puerta que había en el otro extremo del salón y se encaminó hacia ella.

–Le había pedido que esperara en mi oficina, señorita Nelson.

Lexi sintió que su cerebro procesaba la información con más lentitud al estar ante un hombre tan descaradamente atractivo. Sus ojos, enmarcados por unas espesas y negras pestañas, la retaban a bajar la mirada. Su traje italiano, sin duda hecho a medida, cubría con elegancia la amplitud de sus hombros y su estrecha cintura. Lexi experimentó un revoloteo de mariposas en el estómago cuando contempló su fascinante rostro.

No había duda de que Nikos Demakis era el hombre más guapo y atractivo que había visto en su vida. Debía de medir casi un metro noventa y, con su apostura, parecía el hombre con el que había estado soñando aquello últimos meses, su pirata del espacio, el infame capitán que había secuestrado a su heroína, la señorita Havisham, empeñado en abrir el portal del tiempo.

Tuvo que contener el impulso de introducir la mano en su bolso para sacar el lápiz de carboncillo que siempre llevaba consigo. Había hecho muchos bocetos de aquel personaje, pero no se había quedado satisfecha con ninguno. Nikos Demakis era la personificación viva de Spike, el pirata del espacio.

–¿Está usted bebida, señorita Nelson?

Lexi se ruborizó intensamente al darse cuenta de que había murmurado en alto su último pensamiento.

–Claro que no. Es solo que…

–¿Solo que qué?

–Me ha recordado a alguien –dijo Lexi con una sonrisa.

–Si ya ha dejado de soñar despierta, podemos hablar –dijo Nikos a la vez que señalaba una puerta que había a espaldas de Lexi.

–No hace falta que abandone su fiesta. Solo quiero saber cómo está Tyler.

–No vamos a hablar aquí –insistió Nikos con firmeza–. Vamos a mi oficina.

Lexi se humedeció los labios con la lengua y se apartó para dejar pasar a Nikos. El tamaño de aquel hombre, unido al inexplicable y evidente desprecio de su mirada, hicieron surgir sus peores temores.

–No hay nada de qué hablar, señor Demakis –dijo con toda la firmeza que pudo–. Solo quiero saber dónde está Tyler.

Nikos no dejó de avanzar mientras hablaba por encima del hombro.

–No era una petición –dijo con acerada frialdad.

Al darse cuenta de que estaba contemplando su espalda, Lexi lo siguió instintivamente. Unos momentos después entraban en su despacho. Un enorme escritorio de caoba presidía el centro de este. A un lado del escritorio había una zona de estar, y al otro un completo equipo informático.

Nikos se quitó la chaqueta y la dejó en el respaldo de una silla. Su inmaculada camisa blanca hizo que pareciera aún más grande, más ancho, más moreno. Se apoyó de espaldas contra el borde de la mesa y miró a Lexi con severidad a la vez que se cruzaba de brazos.

–Le había pedido que esperara.

Lexi se ruborizó y alzó la mirada. ¿Qué hacía mirando con tal descaro los muslos de aquel hombre?

–He subido diecinueve pisos andando para robarle unos minutos de su tiempo. Dígame cómo está Tyler y me iré.

Cuando Nikos se apartó del escritorio, Lexi tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no apartarse a un lado como un pajarillo asustado. También tuvo que luchar de nuevo contra el repentino afán de alisarse el pelo y la camiseta mientras él le dedicaba una mirada tan invasiva como despectiva.

–¿Acaba de salir de la cama, señorita Nelson?

Lexi se quedó boquiabierta. Aquel hombre era un cerdo sin modales.

–Lo cierto es que sí. Estaba durmiendo tras una fiesta cuando recibí su llamada, así que espero que disculpe que mi atuendo no vaya a juego con su decoración de un millón de dólares. Puede que usted no tenga nada mejor que hacer que holgazanear con su novia, pero yo tengo un trabajo. A algunos de nosotros no nos queda más remedio que trabajar para vivir.

Aquello pareció divertir a Nikos.

–¿De verdad piensa que no trabajo?

–Si lo hace, ¿a qué viene esa desdeñosa actitud, como si su tiempo fuera más valioso que el mío? Es obvio que gana más dinero por minuto que yo, pero yo me pago la comida con el mío –dijo Lexi, conmocionada por lo enfadada que se estaba poniendo–. Y ahora, cuanto antes responda a mi pregunta, antes lo dejaré en paz.

Cuando Nikos dio un paso hacia ella, el corazón de Lexi latió más rápido, pero logró mantenerse en su terreno, negándose a dejar ver hasta qué punto le afectaba su proximidad.

–Ha venido aquí por su querido Tyler. Nadie la ha obligado. Si quiere, puede marcharse por donde ha venido.

Lexi quería hacer precisamente aquello, pero no podía. Nikos Demakis no tenía ni idea de cuánto le había costado ir a su despacho.

–Recibí una llamada de alguien que se negó a identificarse y que me informó de que Tyler había sufrido un accidente de coche junto con su hermana –Lexi se preguntó si Nikos estaría reaccionando así con ella debido a lo preocupado que estaba por su hermana. Probablemente se habría mostrado más humano en otras circunstancias–. ¿Cómo están? ¿Su hermana también resultó herida?

Nikos frunció el ceño mientras la miraba.

–Está preguntando por la mujer que le robó el novio… –se volvió para tomar una carpeta de su escritorio y ojeó su contenido–. Un novio con el que había estado once años.

Lexi apretó los puños.

–Pensaba que tal vez había algún motivo que justificara su arrogante y gruñona actitud, como, por ejemplo, la preocupación que siente por su hermana, pero es evidente que es un asno por naturaleza…. –Lexi se interrumpió en seco al ver la palabra «Nelson» escrita en rojo en la portada de la carpeta.

Con la velocidad de un rayo, se acercó a él y le quitó la carpeta de las manos, aunque no encontró ninguna satisfacción en la evidente sorpresa de Nikos Demakis. Revisó rápidamente el contenido con un frío temor atenazándole el pecho. Había páginas y páginas de información sobre ella y Tyler, incluyendo algunas fotos.

Pasó un año en un centro de detención juvenil a los dieciséis años por robar en una casa.

Aquellas palabras, escritas bajo una de sus fotos, parecieron saltar del papel para abrasar su piel. A pesar del frescor reinante en el despacho, unas gotas de sudor se deslizaron entre sus omoplatos. Dejó caer la carpeta que sostenía en las manos.

–Se supone que esos son informes confidenciales –dijo, esforzándose por contener las oleadas de vergüenza. Un instante después avanzó hacia Nikos Demakis y lo empujó con las manos contra el pecho mientras la injusticia de todo aquello hacía surgir su genio–. ¿Qué está pasando? ¿Por qué tiene esa información sobre mí? ¡Nunca nos habíamos visto hasta ahora!

–Cálmese, señorita Nelson –dijo Nikos en tono calmado mientras la sujetaba por las muñecas.

Ver sus pequeñas manos en aquellas tan enormes y morenas conmocionó a Lexi, que las apartó de un violento tirón. ¿Cómo se atrevía aquel hombre a juguetear con ella?

–Si esa información sale a la luz, perderé mi trabajo –dijo, angustiada–. ¿Sabe lo que se siente cuando apenas se tiene para comer, señor Demakis? ¿Sabe lo que es sentir que tu estómago se va a devorar a sí mismo si no logra comer algo pronto? ¿Sabe lo que supone no tener un techo bajo el que dormir? Y así es como acabaré –miró a su alrededor, la gruesa alfombra color crema, la vista de un millón de dólares de las ventanas, el traje de diseño de Nikos, y rio con desprecio–. Pero por supuesto que no lo sabe. Seguro que nunca ha llegado a saber lo que es tener hambre.

Por un instante, la mirada de Nikos destelló con una intensidad casi salvaje.

–No esté tan segura de eso, señorita Nelson. Le sorprendería lo bien que conozco la urgencia de sobrevivir –dijo mientras se agachaba a recoger la carpeta–. Me da igual si tuvo que robar en una casa o en las casas de toda una calle para alimentarse. Lo único que me interesa del informe es su relación con Tyler –añadió mientras alargaba la carpeta hacia Lexi–. Haga lo que quiera con el informe.

Nikos sonrió cuando Lexi tomó el informe, se acercó a la trituradora de papel que se hallaba junto al equipo informático y, con apenas controlada vehemencia, introdujo los folios en su interior.

Pero Nikos ya sabía que Lexi tenía veintitrés años, que había crecido en un hogar adoptivo, que apenas tenía educación, que trabajaba de camarera en un club de Manhattan llamado Vibe, y que había tenido un novio, el encantador Tyler.

Dada su historia personal con Tyler y la relación de codependencia entre ellos, Nikos esperaba encontrarse con alguien dócil, manejable, sin autoestima.

Pero aunque pequeña, y no precisamente una belleza, Lexi Nelson no encajaba en ninguna de aquellas categorías. La tensa actitud de sus hombros, la recta espalda, incluso su postura, con las piernas separadas y las manos en las caderas, le hizo sonreír. El hecho de que no fuera como había esperado significaba que debía alterar su estrategia.

Lexi se volvió con un brillo de satisfacción en la mirada mientras se escuchaba el ronroneo de la trituradora en marcha.

–¿Ya está satisfecha?

–No. Por supuesto que no. Sea lo que sea lo que haya leído en ese informe, debo decirle que no soy ninguna idiota. Lo que he triturado es una copia. Seguro que su secretaria tiene el original.

Nikos alzó una ceja al ver que Lexi tomaba un pisapapeles de su escritorio, lo lanzaba al aire y volvía a tomarlo.

–En ese caso, ¿qué sentido ha tenido destruirlo?

Lexi volvió a lanzar el pisapapeles al aire sin apartar su azul mirada del rostro de Nikos.

–Ha sido un acto simbólico, porque por mucho que lo desee… –Lexi señaló con un gesto de la cabeza la trituradora que había a sus espaldas a la vez que atrapaba el pisapapeles en el aire– no puedo hacerle lo mismo a usted.

Nikos se acercó a ella en dos zancadas y tomó el pisapapeles de su mano. Lexi se encogió como un gatito asustado.

–No tengo intención de hacerle ningún daño, señorita Nelson.

–Sí, claro. Y yo soy una modelo de Victoria Secret.

Nikos no pudo evitar soltar una carcajada.

–Es un poco bajita para ser modelo… –Nikos detuvo la mirada en sus pequeños pechos antes de añadir–: Y tiene algunas carencias en determinados puntos estratégicos.

Lexi se ruborizó intensamente, pero alzó la barbilla y lo miró a los ojos.

–Entonces: ¿a qué ha venido ese despliegue de poder? Está claro que no ha abierto ese informe ante mí para repasar los datos. Quería que supiera que tiene toda esa información sobre mí. ¿Es así como disfruta, señor Demakis? ¿Informándose de los puntos débiles de las personas para utilizarlas?

–Sí –contestó Nikos sin dudarlo. No tenía por costumbre hacerse ilusiones sobre sí mismo. Utilizaba la información sin ningún reparo, tanto en los negocios como en la vida. Y estaba especialmente dispuesto a hacer cualquier cosa por el bienestar de su hermana–. Necesito que haga algo por mí y no puedo aceptar un no por respuesta –añadió.

Capítulo 2

Lexi lo miró con incredulidad.

–¿Y no se le ha ocurrido que todo podría haber ido mejor si me lo hubiera pedido amablemente?

–¿Amablemente? –repitió Nikos–. ¿De qué planeta viene? No se consigue nada en este mundo con mera amabilidad. ¿No le ha enseñado la vida eso? Si quieres algo tienes que tomarlo y sujetarlo fuerte con ambas manos, o te quedas sin nada. ¿No fue ese el motivo por el que robó en esa casa?

–Que la vida sea dura no quiere decir que haya que perder la perspectiva respecto a las cosas buenas. Robé en la casa porque de lo contrario habría pasado un día más sin comer. Y, ahora, haga el favor de decirme qué le ha pasado a Tyler.

Las palabras de Lexi impresionaron a Nikos. Aquella mujer era una auténtica paradoja.

–Venetia y él tuvieron un accidente de coche. Tyler no ha sufrido ningún problema físico.

Lexi cerró un instante los ojos y respiró profundamente.

–La persona que me ha llamado me ha hecho pensar que había sido mucho peor. He insistido para que me diera más detalles, pero no ha respondido –dijo, y a continuación se puso a caminar en círculos en torno a Nikos, que captó el aroma de un delicado perfume, pero no supo de cuál se trataba. De pronto, se detuvo ante él y lo miró con gesto desafiante.

–Ha sido cosa suya, ¿verdad? Ha hecho que me llamara alguno de sus empleados y le ha dicho que no me diera demasiada información. ¿Por qué?

–Necesitaba que viniera aquí.

–Y para ello ha manipulado la verdad.

–Un poco. Cuando se trata de conseguir lo que quiero no tengo conciencia, sobre todo si es algo relacionado con mi hermana, señorita Nelson. De manera que pierde el tiempo si espera que vaya a sentirme culpable. Excepto por un pequeño problema de memoria, su ex está bien.

–¿Un pequeño problema de memoria?

–Una pérdida de memoria a corto plazo. Para la eterna angustia de mi hermana, Tyler no recuerda nada de la última vez que se vieron ni de sus planes de matrimonio.

Nikos hizo una pausa y observó atentamente el rostro de Lexi. Como esperaba, se había puesto pálida.

–¿Están comprometidos? –preguntó Lexi.

Nikos asintió.

Lexi se pasó una temblorosa mano por la nuca.

–No entiendo por qué me está contando esto.

–Porque lo único que recuerda Tyler es a usted. No para de preguntar por usted y Venetia se está volviendo loca.