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SALMO Nunca se equivocaron los Viejos Maestros. W.H.Auden El mundo existe, las cosas existen: la piedra, el sol, el aire, el pájaro en vuelo y la primavera en la rama. Cuando el desánimo nos abate la memoria se encarga de recogerlos y forma con sus semillas el volcán y la rosa, la cantera y el sonido. También la ola, el claro del bosque, las iglesias góticas y los campos de lavanda nos salvan de la tristeza. Eso lo sabían los Viejos Maestros, y amaban la perspectiva, los álamos de Italia y la sal de la tierra. Eran incansables: repetían el oro brillante y la esfera celeste, las nubes en el cielo y el suelo bajo los pies. Que lo visible perdure, que lo incontable renazca: eso debatían en los talleres, y en las telas abundan colinas, iglesias, árboles.
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Seitenzahl: 129
Veröffentlichungsjahr: 2024
Rafael Felipe Oteriño
Antología personal(1966-2023)
ColecciónEl Auradirigida por Eduardo Álvarez Tuñón y Mario Sampaolesi
Oteriño, Rafael Felipe
Antología personal 1966-2023 / Rafael Felipe Oteriño. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2024.
Libro digital, EPUB - (El aura / Eduardo Álvarez Tuñón y Mario Sampaolesi)
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-599-940-4
1. Poesía. I. Título.
CDD A861
Pintura de tapa: Chong Hyun, Conjuncion, 1991, óleo.
© 2024. Libros del Zorzal
Buenos Aires, Argentina
<www.delzorzal.com>
ISBN 978-987-599-935-0
Comentarios y sugerencias: [email protected]
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.
Impreso en Argentina / Printed in Argentina
Hecho el depósito que marca la ley 11723
Índice
Los pequeños nacimientos | 14
La casa | 15
Retrato | 16
Bebemos | 17
Campo visual | 18
Los fragmentos diseminados | 19
Miras el mundo | 20
La infancia | 21
Líneas de la mano | 22
El nadador | 23
Cuando te piden que cambies | 24
La gaviota | 25
Tomas el breve tallo | 26
Viejos amigos | 27
Ese que ríe en medio de la noche | 28
-Poesía, ¿es este tu lugar? | 29
La piedra | 30
La fotografía | 31
Desde esta edad se ve todo | 32
No nací aquí | 33
Robinson | 34
Sitios | 36
Puertos | 37
Cisne | 38
Spiritu mundi | 39
Reconstruir | 40
Lengua madre | 41
Esa mañana | 42
Historia | 43
Una palabra | 44
Un paso, el mundo | 46
Hija en la hamaca | 47
La poesía | 48
Esta ley | 50
Las cosas | 51
Escribo cartas | 53
La cuota de nada | 54
Mi lengua | 55
Lo mínimo | 57
Nuestras manos cavadoras | 58
Cantábamos | 59
Fondamenta degli incurabili | 60
Los libros que leímos | 61
Dice ahab | 62
Arras: lo que dimos | 64
Montaña mía | 65
Ante una tumba con nombre | 66
En el camino | 67
Reloj | 68
Canto | 69
El paraíso | 70
A joseph brodsky | 71
Flaubert en croisset | 72
Los grandes maestros | 73
El orden clásico | 74
A nuestros primeros padres | 76
El deber | 78
Ahora él es más joven | 79
La telaraña | 81
El jardin secreto: la poesía | 82
Husos del escritor | 85
Duele | 86
Las dos proposiciones | 87
Eolo | 88
Yo corría | 89
Ningún poema | 90
Mosaico bizantino | 91
Puertas | 92
El cisne | 93
Las mariposas | 94
Trabajé en el jardín | 95
Temprano | 96
Visible, invisible | 97
La caverna | 98
Una alquimia | 99
Baba del diablo | 100
Ars poetica | 101
Cuando regreses | 102
Lo que no está | 103
Pequeñas manchas | 104
Fotografía de mis padres | 105
Padre: leías | 106
Nomeolvides | 107
Voy | 108
Parábola | 109
Kaúl | 110
Sólo un triángulo | 111
Aquello | 112
Esa vez, platón | 114
Esa ciudad | 115
Absoluto | 116
Artes | 117
Ciudad natal | 118
Las hamacas | 119
Mitad de la vida | 120
Todos, alguna vez, estuvimos en el paraíso | 121
Gallito ciego | 122
Tumba blanca | 123
Si el tiempo también fluyera hacia atrás | 124
Un largo puente | 125
Carta | 126
La confianza de la bellota | 128
Geografías | 129
Desideratum | 130
Arroyo carnaval | 131
Segunda naturaleza | 132
Estoy en ellos | 133
Dos fotografías | 134
La meta | 136
A la lengua extranjera | 137
Adiós a symborska | 138
Si acordáramos como fausto | 139
Lo inefable | 140
Acechos | 141
Un cielo | 142
Esta piedra | 143
Lo que llevamos dentro | 144
La palabra que huye | 145
Y el mundo está ahí | 146
Morada | 147
Solo | 148
Dasein | 149
Poética | 150
Apariciones | 151
Bebí, mordí, esperé | 152
Fotografía | 154
Historia familiar | 155
Edad | 156
Nuestro secreto | 157
Para una biografía | 159
Casas | 160
Metaxú | 161
Duermevela | 163
La extracción del agua | 165
Niebla | 166
Deshoras | 168
Lo que puedes hacer con el fuego | 169
Permanecer callado | 171
Antes, después | 172
En los escondites del bosque | 173
En la rue des écoles | 175
Consuelo | 176
La sabiduría de las plantas | 177
Aquel que fuiste | 178
Pathos | 180
El paraíso no era celeste | 181
Vuelves a la ciudad | 183
Sólo instantes | 185
Acto de fe | 186
Una tormenta amigable | 187
Sábado a la tarde | 188
El día en que tu vida | 189
Un lugar seco y limpio | 190
Hacer tablas | 191
Salmo | 192
La vida después | 193
Lo que puede caber en una mano | 195
Cosas mínimas | 197
Un endroit de chute | 198
Sístole, diástole | 199
Ahora | 200
Pasado en limpio | 201
Prólogo
Hace más de cincuenta años, en ocasión de recibir el premio Nobel de Literatura, el poeta francés Saint-John Perse señaló que más que un modo de conocimiento, la poesía es, ante todo, un modo de vida, y de vida integral. ¿Qué quiso decir? ¿Excluyó a la poesía de la literatura?, ¿le negó un lugar como género literario?, ¿recortó su capacidad de examinar y de revelar? No. Su declaración se limitó a poner de relieve que en el momento de escribir el poeta está solo con las palabras -solo, pero interiormente libre-, y que es en ellas y con ellas donde juega y da cauce a su vivencia literaria. Con sus palabras –las que trae desde la cuna, las que ejercita durante la infancia, las que pone en práctica en los intercambios diarios- y con las palabras de los escritores admirados y de las páginas que memoriza. Con esas palabras, el poeta forma un mundo, que –dicho en sentido figurado- es un mundo dentro del mundo. El mundo de los poetas y los lectores de poesía dentro del mundo utilitario y práctico en el que nos movemos como seres sociales.
Esto me permite sacar una primera conclusión: que la poesía no es convencional. En su afán expresivo, viola los códigos del lenguaje, transgrede las normas sintácticas, desborda los significados. Crea, a su vez, una realidad verbal que se superpone a la realidad objetiva: a veces, enmascarándola bajo imágenes enigmáticas; de ordinario, redefiniéndola mediante metáforas, analogías, asociaciones y metonimias que la vuelven familiar en las palabras. Vista desde este ángulo, la poesía es un lenguaje en estado especial –la otra voz la llamó Octavio Paz-, cuyo principal objetivo no es la comunicación, aunque de hecho la produzca, sino la exposición de un hecho que, por soslayado, olvidado, desconocido o inédito, se encuentra inexpresado. Muchas veces he repetido que la poesía no está llamada a decir más de lo mismo. Los árboles, los ríos y los pájaros, el horizonte y el cielo, se dicen muy bien a sí mismos con el solo argumento de su exposición. Lo que la poesía dice es la experiencia de su intercesión con nosotros: su secreto, que es también nuestro secreto.
Si mi primera afirmación fue que la poesía tiende a crear un mundo, y la segunda que la poesía no es convencional, la tercera conclusión es que, en efecto, la poesía emplaza un tipo singular de conciencia –una manera distinta de mirar y de manifestar- que se convierte en otro modo de conocimiento. Conocimiento de lo indecible, del lado de sombra, del horizonte de los sueños, de la mitad perdida –esa dimensión que tanto desvela a psicólogos como a ocultistas-; conocimiento de lo que se muestra refractario a las formas ordinarias del discurso. Magnífica operación de autoconocimiento del mundo y de nosotros mismos, la poesía no es un reflejo de la realidad, sino una realidad en sí misma. “Una cosa más agregada al mundo”, dirá Borges (que guarda –eso sí- la memoria de aquella otra realidad de la que proviene, nos permitimos acotar). El filósofo rumano Emil Ciorán señaló que, a diferencia del común de los escritores, que escriben sobre lo que quieren decir, el poeta escribe para saber qué tiene que decir. La suya es una exploración –y al cabo, la conquista y el armado- de algo que se encuentra en sombras, antes que una descripción de hechos, lugares o relaciones.
¿Cómo nace un poema? De resortes anímicos muy extraños que impulsan a acudir a las palabras para echar luz sobre núcleos semánticos que piden desarrollo y esclarecimiento. Nacen de una música oída, de frases escuchadas al azar, de otros poemas –propios o ajenos- en los que hallamos alusiones y ritmos que queremos prolongar. ¿Qué dice un poema? Lo otro, siempre dice lo otro. Aunque se valga de las simples palabras de todos los días, la realidad representada en los versos tiene un valor metafórico. Dice esto para significar aquello. No por un alarde experimental, sino por el carácter elusivo –inefable- de la intuición que lo suscita. ¿Cómo se escribe un poema? Dejando que sea el propio lenguaje el que dicte tanto la primera como las ulteriores palabras. Con su acostumbrada lucidez, Joseph Brodsky expresó que lo que se llama la voz de la Musa es, en realidad, el dictado de la lengua; que no es la lengua un instrumento del poeta, sino él el medio utilizado por la lengua para sobrevivir. ¿Cómo se lee un poema? Participando de su dictado, memorizándolo y repitiéndolo, que son ceremonias de apropiación y de reescritura. Al hacerlo, habremos sumado una línea más al largo poema que la humanidad viene escribiendo desde Homero. ¿Y qué es, luego de todo esto, la poesía? Una invención o una reinvención (ya que en ella está contenido el pasado), más allá de que haga pie en hechos históricos y se valga de nosotros para contarlos. “He tratado de inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevos idiomas”, dejó sentado Rimbaud.
Así cumple la poesía su tarea de fijar lo perecedero en la palabra. Lo que no significa otra cosa que la capacidad del habla para configurar mundos. Escribiendo desde el interior de la pregunta por la realidad -¿Qué es una flor?- es como se escribe el poema de la flor. Preciosa dádiva, don o gracia, la poesía –esa otra voz “que siempre va conmigo”, como nos recuerda Antonio Machado-, es, asimismo, un acto solidario. Porque va al encuentro de los otros y porque tiende a reunirnos en la lectura y en la escucha. En su contacto, la poesía nos devuelve con creces lo que le damos: nos devuelve la experiencia del tiempo condensada en obras; la primera de las cuales es la propia persona. Solitaria en su gestación, libre en su realización, ambiciosa en su cometido, la poesía da forma –de esto, al cabo, se trata: de dar forma- a algo que hemos “visto, pensado o sentido”, conforme sentencia Philip Larkin, y de establecer una mirada más directa, unitiva y no conceptual, sobre las cosas y el mundo. En la medida de su logro, cada poema representa una zona esclarecida: un lugar en el que es posible hacer pie.
Esta antología reúne testimonios de todos mis libros, incluso del primero, Altas lluvias (1966), del que sólo recojo un poema y los siguientes versos que apunto a modo de epígrafe:
“Quisiera que este viento no terminara nunca
y que nunca nada tuviera fin;
que el amor fuera un río que no cesa,
y yo me internara en él
como los peces que creen nadar en la corriente
y son llevados por el agua…”.
Esta magra transcripción de mis inicios, mezcla de estado de ánimo e impensada poética, obedece al cumplimiento de la lección rilkeana de alcanzar la “voz propia”. Presumo que mis composiciones de aquella época no eran independientes de lecturas y fervores de juventud. Podría hablar, respecto de ellas, de un “lenguaje prestado”, pero sería más justo decir que se trataba de un lenguaje todavía no interiorizado. Con el paso de los años creo haber aprendido que la escritura de poesía se configura a partir de un paisaje propio –conjunto de imágenes, vislumbres y alusiones a los que el poema hace referencia- y de un lenguaje propio –modos, ritmos y musicalidad, también propios, que lo articulan-, en los que la espontaneidad de la intuición se enlaza con la experiencia. Que cada poema es un episodio verbal que crea y recrea lo que constituye el motivo principal de su cometido: manifestar, explicar, poner en acto un registro más vivo de la realidad del yo y el mundo en sus múltiples coincidencias y en sus no pocas divergencias.
R.F.O.
Mar del Plata, septiembre de 2023
De lo que se trata es de entregarse, limpiamente,
no a lo que la Musa nos susurra,
sino a la experiencia del lugar adonde nos conduce
y nos deja solos.
Raúl Gustavo Aguirre
de Altas lluvias (1966)
LOS PEQUEÑOS NACIMIENTOS
Cuando el viento lastime cada vez menos tu piel
y tus manos están juntas hechas sólo una espera;
cuando entiendas los signos de la noche,
el vuelo inabarcable de las mariposas,
su única vida quemada junto al sol
¡ignorados amigos desde siempre!,
sabrás que con tu voz se construye la vida,
aliada del dolor y la memoria.
Y que sólo la alegría de poder sonreír,
mirar la lluvia lenta tras los vidrios,
el sol sobre las piedras nuevamente,
y decirles “adiós” o “buenos días”,
los pequeños nacimientos de todos los instantes
serán lo único que exista,
lo que te haga vivir, sin edad,
sobre la ausencia y el olvido.
de Campo visual (1976)
LA CASA
Crees que al volver la encontrarás decrépita:
la humedad victoriosa en sus paredes,
sin el tibio horizonte que los cuerpos le daban.
Pero no, ella vive entera fuera de ti,
engendra diálogos, crea otra intimidad
más honda que los besos, no alcanzada
por el ligero resplandor de la luz,
ya para siempre externa.
Las arañas –ecos de la memoria o presencia-
reinventan las rutinas, el metafísico
rolido del tiempo.
Tal vez el óxido haya marcado los metales,
pero todo está igual: eres tú el que se ha ido.
RETRATO
Esos ojos no existen ya, ninguna tarde los convoca;
una mano nostálgica puso la fotografía en nuestras manos
y reviven: otros ojos los buscan, quieren asirlos,
respirar su perfume, violar el secreto de su sombra,
su incorruptible opacidad,
para pensar que el tiempo fue piadoso.
BEBEMOS
Bebemos en soledad, sin mirar a la gente,
sin mirar el lugar donde bebemos;
bebemos rodeados de fantasmas
que no pueden reposar y danzan;
bebemos jugos primitivos, machacados, destilados,
savias poderosas subidas de la tierra.
Bebemos de pie, con miedo:
en el fondo brumoso de la copa
yace el rostro perdido en sueños cósmicos,
el rostro aventado por sueños revolucionarios:
el propio rostro, plural, ampliado,
viejo y nuevo al mismo tiempo,
rodeado de otros rostros que giran,
que lo componen, que se le suman.
CAMPO VISUAL
1
Con un lápiz y un papel se puede demostrar el mundo.
Pero pongámonos de acuerdo: demostrar algo
es abarcarlo con cuidado y presentarlo desnudo a los ojos.
Demostrar el mundo es posible, por supuesto,
si se espera sólo el reflejo de sus rasgos visibles,
sus tics, colores o temperamentos.
Pero nunca
la campana escuchada desde la niñez,
nunca la calle estrecha definitivamente viva en la memoria.
2
Hay un mundo mental, elaborado, preciso,
con márgenes, con diásporas,
con aristas que el pensamiento resuelve,
y otro mundo visual –“armonía visible” lo llamó Heráclito-:
los jamones que cuelgan del techo,
el vino que se demora en las copas.
Un mundo que no esconde genios ni números premiados,