Autoliderazgo de nuestras emociones - Néstor Braidot - E-Book

Autoliderazgo de nuestras emociones E-Book

Néstor Braidot

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¿Cuántas veces nos arrepentimos por algo que dijimos o hicimos? ¿Cuántas veces vamos por la vida con mala cara sin siquiera saber qué es lo que nos tiene tan atribulados? ¿Podemos evitar que esto nos ocurra? La respuesta es sí. Y la explicación viene dada por las neurociencias. Durante siglos, la creencia generalizada fue que las emociones residían en el corazón. Los poetas y dramaturgos alimentaron esta noción y llenaron sus textos de protagonistas con el corazón roto de tristeza, de Cupidos que disparaban sus flechas hacia los corazones para establecer vínculos de amor y de doncellas cuyos corazones estallaban de alegría ante la mera proximidad del príncipe azul amado. El manejo de las emociones, por lo tanto, es fundamental para tener una vida más plena y lograr un mejor rendimiento en el trabajo, en los estudios y en las relaciones con los demás. Evitar las reacciones en caliente, sentir empatía por nuestro entorno, resignificar las experiencias vividas… Todo eso hoy, sabemos, es posible. A lo largo de este libro se ofrecen decenas de ejercicios y recomendaciones, desde técnicas milenarias como la meditación hasta prácticas de última generación producto de la investigación en neurociencias, para que todos podamos autoliderar nuestras emociones, resignificar nuestras experiencias y, en definitiva, ser más felices.

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Autoliderazgo de nuestras emociones

Autoliderazgo de nuestras emocionesHacia una evolución dirigida a nuestro cerebro

Néstor Braidot

Índice de contenido

Portadilla

Legales

Introducción

Capítulo 1: El cerebro emocional

Qué son las emociones

La pieza clave

Archivo de malos tragos

Piedra libre para las emociones

Capítulo 2: La emoción y la toma de decisiones

Introducción a la toma de decisiones

El cerebro y las emociones

Los procesos mentales ultrarrápidos

El efecto priming: sensibilidad aumentada

Herramientas emocionales para mejorar la toma de decisiones

Capítulo 3: El estrés

Problemas modernos

Impacto del estrés en el cerebro

Aquello que nos estresa

Algunos ejercicios inmediatos

Capítulo 4: El autoliderazgo emocional

Técnicas de automonitoreo de emociones

La resignificación y los estados de ánimo

El poder de la visualización

Una cuestión postural

Qué decimos y cómo lo decimos

Relación entre cognición y emoción

Capítulo 5: Prácticas para el autoliderazgo emocional

El primer paso: un diagnóstico

Reconocer las emociones

Sintonizar el cerebro en positivo

Los beneficios de la risa

Respiración y relajación

El arte de la meditación

Guía de autoevaluación

Decálogo para autoliderar las emociones

Capítulo 6: Claves para un cerebro feliz

¿Qué es la felicidad?

Clave 1: Liberar dopamina

Clave 2: Revisar la propia “teoría de la felicidad”

Clave 3: Cuidar la energía cerebral

Clave 4: Disfrutar de las pequeñas gratificaciones

Clave 5: Evitar el pesimismo

Clave 6: Aprender a lidiar con lo que no podemos controlar

Clave 7: Mantener una vida social activa

Clave 8: Seleccionar relaciones que nos hagan bien

Clave 9: Incorporar actividades filantrópicas

Clave 10: Hacer de la felicidad un objetivo de vida

Bibliografía

Acerca del Método Braidot de neurociencias aplicadas y del Braidot Brain Gym

Braidot, Néstor Pedro

Autoliderazgo de nuestras emociones : hacia una evolución dirigida de nuestro cerebro Néstor Pedro Braidot ; editado por Flavia Tomaello ; Walter Duer. 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Néstor Pedro Braidot, 2018.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-42-7983-5

1. Neurociencias. I. Tomaello, Flavia, ed. II. Duer, Walter, ed. III. Título.

CDD 616.8

Edición a cargo de Flavia Tomaello y Walter Duer

Diseño y diagramación: Lucía Pérez Pozzan

Primera edición en formato digital: junio de 2018

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite

ISBN edición digital (ePub): 978-987-42-7983-5

Introducción

¿Cuántas veces nos arrepentimos por algo que dijimos o hicimos? ¿Cuántas veces vamos por la vida con mala cara sin siquiera saber qué es lo que nos tiene tan atribulados? ¿Podemos evitar que esto nos ocurra?

La respuesta es sí. Y la explicación viene dada por las neurociencias.

Durante siglos, la creencia generalizada fue que las emociones residían en el corazón.

Los poetas y dramaturgos alimentaron esta noción y llenaron sus textos de protagon¡istas con el corazón roto de tristeza, de Cupidos que disparaban sus flechas hacia los corazones para establecer vínculos de amor y de doncellas cuyos corazones estallaban de alegría ante la mera proximidad del príncipe azul amado.

En pleno siglo XX, un juglar popular argentino como Palito Ortega cantó: “Tengo el corazón contento / el corazón contento / lleno de alegría”.

Las neurociencias desterraron esta idea y demostraron que las emociones residen en el cerebro.

Es cierto que ningún enamorado dibujaría en una pared la imagen de un cerebro atravesado al medio por una flecha con sus iniciales seguidas de las de la persona amada. Pero eso es solo una cuestión cultural.

El manejo de las emociones, por lo tanto, es fundamental para tener una vida más plena y lograr un mejor rendimiento en el trabajo, en los estudios y en las relaciones con los demás.

Evitar las reacciones en caliente, sentir empatía por nuestro entorno, resignificar las experiencias vividas… Todo eso hoy, sabemos, es posible.

A lo largo de este libro se ofrecen decenas de ejercicios y recomendaciones, desde técnicas milenarias como la meditación hasta prácticas de última generación producto de la investigación en neurociencias, para que todos podamos autoliderar nuestras emociones, resignificar nuestras experiencias y, en definitiva, ser más felices.

Capítulo 1

El cerebro emocional

Qué son las emociones

Explicar el amor, la compasión, la culpa o el odio como “estados funcionales del cerebro” puede resultar raro y quizás chocante para algunas personas.

Sin embargo, a diario, con cada nueva investigación, la neurociencia confirma que lo son. De hecho, la mayor parte de la bibliografía especializada coincide en que…

Las emociones son estados que articulan aspectos neurocognitivos con sensaciones físicas, actúan como filtros en la percepción y son potentes fijadores de la memoria.

Sin emociones no podríamos desarrollar nuestra creatividad, tomar decisiones acertadas ni, fundamentalmente, “sobrevivir”.

Supongamos que estamos parados en la vereda. Sentimos un silbido, levantamos la vista y observamos que un hacha se dirige, de punta, hacia nuestra cabeza.

El cerebro carece de tiempo para tomar decisiones racionales. No puede desperdiciar ni un segundo en elegir, por ejemplo, si conviene correr hacia la derecha o hacia la izquierda.

Entonces, aparece la importancia de la región emocional: es la que acorta el tiempo de respuesta y desencadena una reacción tan rápida que parece automática.

El experto Joseph LeDoux descubrió que, junto a la vía neuronal que va desde el tálamo a la corteza cerebral existe un conjunto de fibras nerviosas que comunica directamente el tálamo con la amígdala.

Dicho de otra manera, en el cerebro humano existe una especie de atajo que permite que la amígdala reciba algunas señales de forma ultrarrápida emitidas por los sentidos.

Ante el estímulo sensorial (observamos cómo se acerca el hacha), la señal se divide en dos impulsos que recorren trayectos diferentes luego de llegar al tálamo.

El primero, la vía rápida. El impulso toma el atajo hacia la amígdala y la respuesta es instantánea, no se hace esperar: nos movemos de donde estamos para que el hacha rebote contra el suelo en lugar de incrustarse en nuestra cabeza.

Esto no es una novedad evolutiva: la vía rápida significó, para los antiguos cazadores, una fuente de salvación. ¿Un rugido de un animal salvaje se escuchaba cada vez más próximo? Nada mejor que huir en la dirección contraria.

El otro recorrido, llamado “vía lenta”, demora apenas unas milésimas de segundo más, que es lo que tarda el estímulo en llegar a la corteza cerebral.

En la vía rápida actuamos prácticamente por instinto. En la vía lenta, por la activación de la conciencia.

Ante una situación de peligro, la emoción le gana a la razón.

La amígdala reacciona primero y la neocorteza, donde residen las funciones cognitivas más importantes, como el pensamiento, después.

La evidencia surge luego de muchísimas investigaciones: existe un procesamiento de las emociones previo a la conciencia que se tiene sobre éstas.

Las emociones se expresan en patrones que recorren varias regiones del cerebro, pero la amígdala actúa como principal receptor de los estímulos relacionados. La información le llega desde el tálamo y la dirige hacia la corteza.

Las vías neuronales implicadas en ese tránsito son aproximadamente diez veces más ricas en cantidad de neuronas que las que actúan en sentido contrario.

La reacción inmediata de la “vía rápida” puede jugarnos alguna mala pasada, ya que involucra reacciones primitivas y poco elaboradas, como gritar o pegar.

¿Cuántas veces debimos arrepentirnos de algo que dijimos?

¿En cuántas ocasiones nos lamentamos por lo que hicimos?

¿En cuántas oportunidades no nos reconocimos a nosotros mismos?

En todos los casos, la respuesta será similar: más de las que hubiésemos deseado. Es una característica que nos iguala a todos los seres humanos.

Si bien hay personas más vehementes que otras, nuestras palabras y nuestra conducta suelen dispararse de forma sorprendente, como si corrieran (y de hecho, lo hacen) más rápido que nosotros, que nuestra propia consciencia.

Levantar la voz, golpear un escritorio o romper una raqueta de tenis durante un partido son actitudes que dejan a un individuo mal parado y normalmente le traen problemas, sobre todo en ámbitos familiares o de trabajo.

Las reacciones basadas en respuestas viscerales normalmente provocan rechazo en los demás.

En conclusión:

Las decisiones basadas únicamente en respuestas emocionales (reactivas), sin participación de los mecanismos cerebrales superiores, como el razonamiento, pueden llevarnos hacer cosas de las cuales luego nos arrepentiremos.

La pieza clave

La amígdala, mencionada a repetición en los párrafos precedentes, es la estructura más importante en el procesamiento cerebral de las emociones.

Se encuentra en las profundidades del cerebro, prácticamente dentro del lóbulo temporal. En realidad, tenemos dos amígdalas, la izquierda y la derecha, una en cada hemisferio.

La forman varios núcleos que controlan gran parte de los estímulos emocionales que recibe el sistema nervioso.

Está involucrada en los mecanismos de cognición social y empatía, en el sistema olfatorio (participa activamente en la conducta sexual y en la fijación de la memoria de los olores) y en otros procesos cerebrales muy importantes.

Entre ellos, se destacan:

• Fijación de la memoria emocional

La mayoría de las personas puede recordar qué estaba haciendo en el momento exacto en que se produjo el atentado a las Torres Gemelas.

Aún hoy, cuando han pasado más de quince años de ese desgraciado suceso, son muchos los que pueden efectuar una descripción pormenorizada de dónde estaban, con quién y hasta detalles ínfimos de lo sucedidos aquel día.

Este tipo de recuerdos, especialmente fuertes, nítidos y permanentes debido a la intensidad de la experiencia, se enmarcan en un tipo de memoria emocional denominada flashbulb memory (memoria de destello).

Con el correr de los años, es posible que el relato de los protagonistas se modifique, pero jamás olvidarán ni el acontecimiento ni las emociones asociadas a éste.

Lo mismo ocurre con experiencias propias muy importantes.

Por ejemplo, difícilmente olvidemos lo que ocurrió el día que obtuvimos nuestro primer diploma de grado, el del nacimiento de nuestros hijos o algunos sustos que te provocaron situaciones extremas o inesperadas.

En todos los casos, especialmente en la memoria del miedo, la amígdala tiene un rol decisivo.

• Aprendizaje emocional

Relacionado con lo anterior, cuanto más intensa es la activación de la amígdala, más imborrable es la información que ingresa en el cerebro, sea positiva o negativa.

• Desencadenamiento de respuestas automáticas ante estímulos de tipo emocional

La vida cotidiana está repleta de estos sucesos.

Personas que salen corriendo cuando ven un caniche porque alguna vez las mordió un perro.

Otras que tiemblan apenas ven el mar porque estuvieron a punto de ahogarse de pequeñas.

Unas cuantas que bajo ningún punto de vista se subirían a un avión y que ni siquiera pueden explicar cuál es el origen de ese temor.

La mayor parte de los recuerdos emocionales son no conscientes e influyen en nuestra conducta durante toda la vida.

Por ejemplo, durante un experimento realizado en el Hospital Pitié-Salpêtrière, en Francia, se aplicó una técnica de presentación subliminal que consistió en una serie de flashes con palabras cuya duración no permitía que los participantes tuvieran tiempo de leer en forma consciente.

Los significados eran de tres tipos: amenazantes, neutros y alegres. Mientras recibían los mencionados flashes se observó actividad eléctrica en la amígdala.

En los tres casos se detectó una respuesta relacionada con el valor emocional de las palabras que había sido percibido en forma no consciente.

Con el fin de validar sus resultados, realizaron otra experiencia con el tiempo suficiente como para que los participantes pudieran leerlas.

Se observó que se activaba la misma región del cerebro que se había iluminado cuando estas les habían llegado en forma subliminal.

• Rol clave en las respuestas agresivas

Algunas investigaciones revelan que la amígdala es más grande en el cerebro de personas agresivas.

Durante un estudio sobre adolescentes, el psicólogo Nicholas Allen, de la Universidad de Melbourne, Australia, descubrió que los participantes que discutían con más ímpetu y excitación con sus padres poseían amígdalas más grandes que aquellos que no lo hacían.

También se extirparon amígdalas con fines terapeúticos. En estos casos se comprobó que la cirugía reducía el número de episodios en pacientes que padecían una agresividad que no era posible tratar mediante fármacos.

• Participación activa en la toma de decisiones

La mayor parte de las decisiones que tomamos en la vida (más del 80 por ciento) tiene un origen emocional.

Antoine Bechara propone dos sistemas diferentes que intervienen en la toma de decisiones e interactúan entre sí:

• El impulsivo, comandado por la amígdala.

• El reflexivo, liderado por la corteza prefrontal ventromedial.

Antonio Damasio llegó a conclusiones similares.

Sostiene que las dos amígdalas se encargan de la respuesta emocional instantánea mientras que lóbulos frontales se ocupan de las reacciones emocionales basadas en un análisis racional y cognitivo.

Bechara y Damasio son autores de reconocimiento internacional por sus trabajos sobre el cerebro emocional, un tema que ocupó la mayor parte de sus investigaciones.

• Participación activa en los mecanismos de cognición social y empatía