B211 - Juan Carlos Milesi - E-Book

B211 E-Book

Juan Carlos Milesi

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Beschreibung

La humanidad ha alcanzado los diez mil millones de habitantes, cada ser humano del planeta pelea por un lugar propio, por un bocado de alimento y por un sorbo de agua dulce. La guerra oculta se hará presente, y su desenlace determinara nuestro destino. Pasado, presente y futuro se entremezclan para confluir en un futuro, ¿democrático?, ¿dictatorial?. Obrag, tendrá la oportunidad única de elegir qué futuro nos toca. La pregunta es, ¿es el futuro que él verdaderamente quiere?, ¿Es el futuro que nosotros queremos?, ¿tenemos un futuro?, ¿Estatus quo capitalista ó dictadura meritocratica?. Al final solo nos quedara una opción. Evolución ó Extinción.

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Seitenzahl: 283

Veröffentlichungsjahr: 2018

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Juan Carlos Milesi

B211

El futuro se hace presente

Editorial Autores de Argentina

 Milesi, Juan Carlos

   B211, el futuro se hace presente / Juan Carlos  Milesi. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018.

   Libro digital, EPUB

   Archivo Digital: online

   ISBN 978-987-761-518-0

   1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título.

   CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

Diseño de portada: Justo Echeverría

Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

En este siguiente libro, se preguntarán cómo he podido averiguar detalles tan precisos de los hechos que narraré a continuación, pequeñas pistas se irán filtrando a medida que vayan leyendo, sin embargo, la respuesta la encontrarán cerca del final.

Solo puedo decirles que soy el primer ser humano en estar donde estoy.

Sé que tienen muchas preguntas, así que intentaré ser lo más ordenado posible en explicar cada uno de los acontecimientos.

¿Recuerdan lo que mencionó Dieter de “MIS JEFES”?

Rockefeller Center

Miércoles 2 de julio de 2025

Era una calurosa mañana en la populosa y cosmopolita isla de Manhattan, cuatro personas bien vestidas caminaban al alba desplazándose por la Quinta Avenida. Frente a ellos, el majestuoso complejo de edificios conocido a nivel mundial, como el Rockefeller Center.

Dos hombres y dos mujeres atravesaron los hermosos Channel Gardens, en honor al canal, que vio un sinfín de batallas de relevancia histórica que moldearon nuestro presente. Al igual que el Canal de la Mancha, este majestuoso jardín, lleno de brillantes decoraciones de bronce como esculturas de peces, separa los edificios del British Empire y La Maison Française.

Estas cuatro personas ajenas a su entorno habían atravesado los jardines hasta toparse con la escultura dorada de Prometeo. Más allá de este desacatado dios que osó desafiar a Zeus, se encontraba la entrada al majestuoso edificio General Electric.

Una esbelta mole de 195 metros de altura, en cuyo tope una extravagante y curiosa serie de agujas góticas, piedra caliza y terminaciones onduladas coronaban el fastuoso e implacable sentimiento de poder que el complejo confería.

Las cámaras observaban el recorrido de los sujetos, rápidamente fueron identificados por los miembros de seguridad. Sus nombres permanecieron en secreto, por lo que solo se revelaron sus nombres códigos: Alfa, Ongam, Ela e Hidra. Apenas hacía 8 horas, habían sobrevivido a un trágico accidente en helicóptero en el sur de Alemania.

Se pararon frente a la puerta de la inmensa torre revestida de ladrillo esmaltado color canela y se adentraron en el vestíbulo abovedado de planchas de aluminio con motivos que aludían a los rayos solares, los cuales caían sobre paredes rosas de mármol.

Alfa alzó su mirada a la enorme lámpara de cristal aguamarina, y pronunció unas simples palabras captadas por una pequeña cámara en el centro de la luminaria.

-Venimos a ver a los dueños.

Eran las 6:30 a. m., el complejo aún permanecía cerrado, sin embargo, la puerta del vestíbulo se abrió automáticamente, por lo que los 4 agentes cruzaron el umbral.

El personal de seguridad los observó con desconfianza, sin comprender qué hacían estas 4 personas en el edificio, ya que el horario de apertura al público es a las 8 a. m. Pese al rotundo sentimiento de incomodidad, los guardias acataron las órdenes recibidas a través de los intercomunicadores alojados en sus orejas.

Ya dentro del Hall del imponente edificio, los dos hombres y las dos mujeres desafiaron con su andar a los gigantes pintados que simbolizaban el progreso americano detrás del mostrador de mármol gris oscuro, ubicado frente a la puerta de entrada, donde habitualmente los visitantes se anuncian.

Nadie movió un músculo, ellos simplemente atravesaron el hall, hasta el tercer ascensor, presionaron el botón para llamarlo y aguardaron. Las puertas del elevador se abrieron, y cuando estas se cerraron, alfa presionó el número dos, luego el tres y nuevamente el dos, pasaron unos segundos y el ascensor comenzó a descender. Permanecían inmutables, serios y decididos. Segundos más tardes, las puertas del elevador se abrieron y los cuatro agentes desembocaron en una enorme sala completamente oscura. Avanzaron hasta ser engullidos por la penumbra. La única fuente de luz, que apenas los guiaba, proveniente desde el elevador, desapareció cuando las puertas se cerraron. La oscuridad era tal que ninguno de ellos podía ver siquiera la palma de su mano.

-Bienvenidos-anunció una voz gruesa alterada electrónicamente-. Su presencia es una verdadera sorpresa.

Alfa avanzó sin saber lo que tenía al frente, miró hacia arriba, y dijo:-Mc Dommell, antes de morir, nos comentó sobre ustedes, los verdaderos jefes, quisimos venir a conocerlos en persona.-

Nueve focos de luz bien definidos y proyectados se encendieron, revelando nueve siluetas humanas, pero que por el juego de sombras era imposible visualizar sus rostros.

Lo que sí era fácilmente reconocible eran las nueve iniciales que descansaban debajo de cada una de estas siluetas. Todas eran de color plata excepto una, la del centro. La primera letra era una R, la segunda era una W, la tercera era una M, la cuarta era una L, la letra dorada, la quinta, apenas más grande que las restantes, era una R, la sexta MIS, la séptima KL, la octava LB, y finalmente la novena GS.

-Agradecemos su visita, mis queridos protectores, pero tanto ustedes como nosotros sabemos por qué están aquí.

Alfa quedó paralizado. Giró apenas la cabeza y murmuró: -Ya lo saben.

-Por supuesto que lo sabemos, estúpido nazi, nuestras familias han dominado el mundo desde finales del siglo XIX, acaso pensabas que nos engañarían.

Alfa, o más bien el agente nazi camuflado con el rostro de Alfa, levantó su arma, y casi al unísono hicieron lo mismo los restantes agentes de la entidad. Todos ejecutaron certeros disparos a la correspondiente figura oscura que representaba la cabeza de cada una de estas personas.

Los disparos simplemente rebotaron por todo el recinto, haciendo una pequeñísima marca en el cristal que protegía a estas nueve sombras. Ante la impotencia, los cuatro agentes guardaron sus armas y presionaron al mismo tiempo un artefacto del tamaño de un reloj, ubicado en la muñeca izquierda de cada uno. Un casco se materializó alrededor de sus cabezas y simplemente desaparecieron.

Por alguna razón, los dueños estaban preparados, para cualquier tipo de contingencias, sabían que algún día la comunidad los identificaría y encontraría.

Rápidamente, se activó el sistema de defensa. El primer objetivo era conocer la ubicación de los atacantes, por lo que se encendieron las cámaras infrarrojas, pero como era de esperarse su resultado fue nulo. Los trajes generaban una aislación térmica con el ambiente dándoles a los nazis una inmunidad total ante este tipo de tecnología.

Ante el fracaso de la primera medida, se activó el PEM. Un pulso electromagnético inundó el lugar. Esta vez el resultado fue positivo, la invisibilidad que proporcionaban los trajes y la proyección genética que encubría la verdadera identidad de los agentes se esfumó.

Cuando su posición se hizo conocida, 4 enormes caños rotativos de 30 mm activados por sensores de movimiento emergieron de la pared inferior a la que alberga a las sombras.

-Su tecnología es inútil, estaremos encerrados, pero sus estúpidas balas no perforarán nuestra armadura.

El recinto se llenó de risas. Simplemente se burlaban de la afirmación del agente retenido.

-Estas no son balas normales, anunció la sombra de la R dorada. Son balas de uranio empobrecido con núcleo de osmio.

Rápidamente los nazis corrieron hacia los cañones para intentar desarmarlos, sin embargo, antes de que estos pudieran siquiera tocarlos, una ráfaga de balas arremetió contra los agentes. Los 4 volaron literalmente por toda la sala, estrellándose uno contra la puerta del ascensor abollándola y los otros contra la pared de concreto ahora quebrada y desquebrajada por el impacto recibido. Los cuatro agentes aturdidos, pero aún con vida, se levantaron y se miraron entre sí. No entendían lo que había sucedido, sus trajes de 1 mm de espesor estaban construidos del polímero más resistente en la faz de la tierra “el grafeno”. El grafeno es carbono puro, dispuesto en un patrón regular hexagonal, pero cuyo espesor es del tamaño de un átomo. Una inocua placa de grafeno del espesor de un átomo puede resistir unas 5 toneladas por milímetro cuadrado. Imaginen lo que una serie de placas de grafeno superpuestas hasta alcanzar el espesor de un milímetro pudiera hacer. Con esa premisa los agentes nazis alimentaban su arrogancia.

Cuando los cuatro agente se miraron, estudiaron y volvieron a restablecer sus sentidos en su totalidad, saliendo del estado de aturdimiento en el que nadaban, se percataron de que sus trajes habían sufrido rasgaduras importantes. Pequeñas grietas comenzaban a formarse y extenderse. La integridad estructural de este súper traje estaba verdaderamente comprometida.

Sabían que no había escapatoria. Eran 4 contra 4, si lograban alcanzar y deshabilitar los cañones, tal vez una posibilidad de sobrevivir se haría factible.

El resultado de su última arremetida fue el más probable. Las miras de los cañones guiadas por sensores de movimiento no fallaron. En menos de un segundo los cuatro agentes yacían despedazados en el piso. El traje simplemente no pudo resistir la enorme energía cinética que la carga propulsora de las balas, más la combinación de dos de los elementos más densos conocidos por el ser humano le conferían a esta munición de altísimo calibre.

El subproducto de este colosal encuentro entre agentes de la entidad y los verdaderos magnates de la industria/finanzas, que dirigen al mundo y mantienen el statu quo que el capitalismo necesita para existir, resultó en una nube de polvo radioactivo que se escabulló por el ducto del elevador hasta la superficie.

Las consecuencias del enfrentamiento se camuflaron como un nuevo ataque terrorista, que a la brevedad justificaría un ataque, en algún lugar del planeta a alguien que molestara a los “señores dueños”.

Pese a poder moverme a gusto, ir, venir y atravesar paredes como ustedes atraviesan el aire, me fue imposible identificar a las nueve sombras. Estas eran solo una proyección holográfica, sus identidades fueron tan indescifrables como el lugar desde donde se proyectaban.

Nunca pude identificar a estos nueve sujetos. Al igual que ustedes, solo puedo suponer quiénes son. Algo era seguro, T.N.I.S. nunca había sido una agencia independiente, respondía a alguien, ese alguien nunca fue un gobierno, fue algo muy superior a cualquier gobierno, por el momento, solo los conocería como “Los dueños”.

Volviendo al tema que nos compete, lo narrado hasta ahora, solo es la introducción del desagradable desenlace que el general Mc Dommell sufrió.

¿Suicidio?

Habían pasado 12 horas desde la intrusión de los agentes nazis.

El general Mc Dommel se hace presente antes las 9 sombras y sus correspondientes letras cuando las puertas del elevador se abren y luego se cierran tras él.

El tosco general se quita su sombrero, lo coloca debajo de su brazo derecho y alza la mirada a las nueve imponentes siluetas negras, que a pesar de no tener definidos sus ojos, él sabía perfectamente que lo estaban observando fijamente. Mc Dommel podía sentir la tensión condimentada con un punzante escalofrío recorriendo su columna vertebral.

-¿Puede explicarme lo sucedido? -preguntó una voz autoritaria y firme ante la mirada atónita de Mc Dommel, que no podía entender cómo este recinto solo conocido por no más de 15 personas en la tierra había sido profanado.

Mc Dommel se encontraba en la misma sala donde 12 horas antes los agentes nazis habían intentado asesinar a los dueños. Pero a diferencia de cómo el general conocía este lugar, le resultaba irreconocible por la cantidad de agujeros de balas, pedazos de concreto, manchas de sangre, baldosas de fino mármol de un metro cuadrado completamente destruidas inundando con sus fragmentos aleatoriamente todo el lugar. La habitación que alguna vez lo había recibido con gran calidez ahora era un campo de guerra. Una pantalla proyectada sobre una de las paredes se desvanece ante él. Había terminado de reproducir lo que las cámaras de seguridad habían registrado desde el ingreso de los agentes hasta su total aniquilación.

-Claro que puedo, señores, espero que sepan perdonar mis errores.

-Proceda, general.

-Asgard, como ustedes ya saben, fue completamente destruida, milagrosamente unos pocos científicos y yo logramos escapar a través de las cápsulas submarinas de eyección. Sin embargo, antes de ser destruida S.G. fue intervenida. Deliberadamente su intervención coincidió con una anomalía espacio-temporal, las cuales se volvieron extrañamente comunes en los últimos 20 días. Al reiniciar sus sistemas S.G. sufrió la inoculación de un virus por parte de uno de los agentes de la entidad camuflado como Herr Barend Grostig, por lo que toda la información a la cual S.G. podía acceder ahora está en manos de la entidad.-

-En una palabra general, según sus palabras, en estos momentos la entidad podría estar iniciando un ataque nuclear sobre el mismísimo Rockefeller Center.

-A decir verdad, nada se los impediría, podrían colapsar todo el sistema financiero mundial en un abrir y cerrar de ojos, o incluso, como ustedes insinuaron, acceder a los códigos de lanzamiento de misiles en una remota base rusa e iniciar una guerra termonuclear.

-¿Por qué cree que no lo han hecho?

Mc Dommel hizo una pausa, miró a cada una de las oscuras siluetas y pensó cuidadosamente en su respuesta.

-Creo que intentan destruirlos a ustedes, sí, destruirlos a ustedes, implica aniquilar a la raza humana, no lo harán, por eso el ataque puntual que acabamos de ver. Creo que llevarán a la humanidad al límite, estando la humanidad en el límite será la humanidad quien los aniquile.

El silencio recorrió la sala, se podía observar el desconcierto de los 9 individuos, que giraban sus cabezas de lado a lado. Partes de las palabras hechas por Mc Dommel tal vez tengan un alto contenido de sentido lógico.

Finalmente el más importante de los 9 sujetos, el que se posicionaba justo por encima de la R dorada, emitió su opinión.

-Nuestros tatarabuelos hace ya más de 100 años iniciaron una guerra silenciosa que se volvió ruidosa cuando la comunidad decidió unirse a los nazis buscando nuestra destrucción, ¿por qué deberíamos pensar que esta vez será diferente?

-Ustedes pueden pensar lo que gusten, sé que tengo minutos contados de vida, mi opinión es irrelevante, pero si aún gustan oírla puedo decírselas.

-Por favor, general, somos todo oídos -reclamó una voz más suave y amable proveniente de una de las siluetas proyectadas a la derecha de donde Mc Dommel se encontraba.

-Ellos evolucionaron, ustedes no. El sistema que ustedes crearon y las técnicas que emplean son las mismas desde hace ya más de un siglo, desde fundir un país y comprar sus activos o entidades financieras a bajo costo, pasando por generar endeudamiento y así saquear recursos, hasta destituir gobiernos ajenos a sus objetivos. Ellos en cambio se desarrollaron desde una perspectiva completamente distinta, dejarán que ustedes mueran en su propia ley. Estamos, o mejor dicho, están peleando una guerra que ya perdieron. El tiempo no decidirá quién gana y quién pierde, el resultado está definido, lo único que se pone en juego es la integridad del planeta y vidas humanas. Si fuera ustedes, negociaría una posición en el nuevo orden. ¿Acaso mantener su estatus, su identidad, es más importante que sobrevivir?, ¿de qué les sirve ser los número uno, de qué les sirve lograr que un país tenga el PBI más alto?, todos sus objetivos carecen de sentido cuando se den cuenta de que, de seguir así, no habrá más mundo que disfrutar.

Estaba claro que a los 9 dueños no les gustaban las palabras que escuchaban.

-¿Un nuevo orden?, escúcheme bien, general incompetente. Usted está aquí porque fortuitamente estaba el día en que ese viejo de Hess decidió hablar y no quedó otra opción más que asignarlo a usted a cargo de TNIS, para mantener lo más posible el secreto. No crea que su insignia de general es por sus logros y competencia en sus tareas. Todo lo contrario, si hay algo que ha demostrado es ineptitud para manejar esta empresa. No nos venga a hablar de cómo mantenernos en la cima del mundo, creo que lo hemos estado haciendo bastante bien en los últimos 120 años. Cuando el mundo colapse, nosotros seremos los refundadores y los nombres de nuestras familias serán honrados por el resto de los días que a la humanidad le toque habitar este planeta.

-Si ustedes lo dicen, así debe ser, al fin y al cabo todo esto se reduce a una sola palabra “ego”, promotor del individualismo, el combustible que alimenta el sistema capitalista -sentenció Mc Dommel sacando su arma del estuche que la protegía y llevándosela a la sien.

-Usted no va a morir aquí, general, no tiene siquiera el derecho de elegir cómo morir.

En silencio Mc Dommel volvió a guardar su arma, se colocó su sombrero, saludó a los 9 hombres con el tradicional saludo militar en posición de firme, giró sobre su eje y volvió al ascensor que lo había traído.

Mientras caminaba pudo escuchar: - Maldito negro inútil.

Las palabras retumbaron en todo su cuerpo como una bomba, sacudiendo cada uno de sus huesos, sin embargo, como buen militar mantuvo su compostura, digirió su bronca como un duro trago de vodka y caminó firme y decidido hasta el ascensor.

Presionó el botón correspondiente al hall, pero su camino no terminó ahí, el elevador adquirió cada vez más velocidad, hasta que finalmente sintió la fuerte desaceleración en su estómago.

Las puertas se abrieron, y a casi 180 metros de altura la hermosa ciudad de Nueva York se hizo presente ante él. Apenas cruzó el umbral un fuerte viento sacudió su gorra, la cual se echó a volar a la inmensidad del cielo. Mc Dommel simplemente atinó a observarla. Los jefes ya habían tomado la decisión de cómo moriría. Tomó su Colt calibre 45, apuntó a los vidrios de seguridad. Disparó hasta agotar su cargador. El vidrio se había astillado, pero aún mantenía su integridad. Detrás de las fisuras aún exponía su eterna belleza el antiguo edificio Chrysler. Mc Dommel simplemente corrió y se estrelló con todo su cuerpo sobre el sector vidriado con más fisuras. El vidrio cedió y Mc Dommel cayó al vacío.

El porqué de la muerte de Mc Dommel me había sido aclarado. Un comentario emergido desde lo más interno de su alma me abrió los ojos.

Mientras caía, y el aire golpeaba su cara deformándola de tal manera que su rostro ya me resultaba irreconocible, un último pensamiento se filtró desde su red neuronal hasta mi conciencia, la cual imperceptible para él y para el entorno caótico de una caída que seguía la aleatoriedad de sus retorcidos giros mientras descendía sin control hasta el suelo.

Su pensamiento expresado en palabras dentro de mi ser fueron:

“En una guerra, no existen buenos y malos. Solo manipulación de intereses. A favor lo buenos, en contra los malos.”.

Otro atributo que este lugar me dio fue la capacidad de conectarme con pensamientos. A veces puedo, a veces no. La razón del por qué sigue siendo un misterio.

En este nuevo mundo que estaba comenzando a explorar, algo estaba claro para mí, si quería respuestas tendría que buscarlas. Para ello, decidí viajar al mismísimo inicio del siglo XX. Donde los dueños afirmaron que esta guerra silenciosa había comenzado. Imaginen moverse por el tiempo como lo hacen por una habitación, desde abajo hacia arriba, de derecha a izquierda, desde atrás hacia adelante, pero con solo un abrir y cerrar de ojos.

Al hacer estos viajes, algo me faltaba, ya que las respuestas a lo que buscaba me eran esquivas, era como jugar una batalla naval, cada vez que elegía una coordenada para apuntar mi artillería mis intentos terminaban en lo profundo del mar.

Por lo que reflexioné y decidí ir a las coordenadas que sabía que me llevarían a algo. La cuestión era dónde buscar esas coordenadas.

Austria

Viernes 10 de noviembre de 1939

Una antigua mansión de cuatro pisos, opulenta e imponente, hecha con gruesos bloques de piedra se alzaba sobre una tranquila calle vienesa de la década del 30.

La exclusiva residencia se encontraba perimetrada por una alta verja de hierro, la cual crecía desde un muro de ladrillos que llegaba hasta la cintura. Por detrás de las rejas y por delante de la mansión, árboles y plantas llenaban un hermoso jardín de vívidas flores y frondosas ligustrinas.

Un grito de terror estremece a toda la casa, el epicentro era la pieza de la dulce Elizabeth, una niña de 6 años, que aterrada por un sueño despierta y corre a toda prisa a prender la luz, luego abre la puerta y sigue corriendo en dirección a la habitación de sus padres, quienes ante el estremecedor aullido la interceptan en una de las galerías decoradas con retratos de las ascendencias que alguna vez habían habitado la mansión.

-Mami, otra vez el mismo sueño.

-Tranquila, mi amor, es solo otro sueño.

-Es que es cada vez más real. Ese hombre me advierte de un futuro horrible, me dice que él está para ayudarme, creo que es él el que me hace escribir inconscientemente todos esos números y símbolos.

La mujer abrazó fuertemente a su hija envolviendo su cabeza en sus brazos y pecho mientras ella lloraba. La mujer levantó la mirada para conectarla con la de su preocupado marido.

-Bebé, tenés que volver a la cama e intentar dormir.

Los padres incitaron a la pequeña niña a volver a la cama y juntos la acompañaron a dormir, la envolvieron con sus sábanas y cada uno se despidió con un beso en la frente mientras abandonaban la habitación y apagaban la luz al cerrar la puerta.

10 minutos antes.

Un Mercedes negro y extenso con su capota abierta a pesar del frío nocturno estaciona frente a la casa. El chofer mira por el espejo retrovisor cómo un oficial de alto rango ilumina la penumbra con un encendedor para hacer arder su cigarrillo. La penumbra vuelve a engullir a los ocupantes del automóvil, excepto por ese pequeño punto rojo que se intensifica y debilita en cada aspiración y exhalación.

El chofer apaga el motor y aguarda con su mirada clavada sobre el lustroso símbolo de la compañía manufacturera del vehículo que corona el radiador frontal.

Un grupo de soldados de las SS con sus trajes negros y pequeños retoques rojos en sus brazos como si fueran cardenales nocturnos se alzan por encima de las rejas e irrumpen en la propiedad.

Se posicionan frente a la puerta principal de la casa y esperan.

El grito agudo y desesperado de una niña los altera, pero sin recibir la orden los soldados siguen esperando. Las luces de la mansión comienzan a encenderse y apagarse como si fueran focos navideños.

Desde la asunción de los nazis en Alemania la vida se había tornado difícil para cualquier judío, pero era aún más difícil para las opulentas familias con un marcado prestigio y reconocimiento en la alta sociedad.

1 hora después.

Despertar con una mano presionando fuertemente la boca mientras el frío metal de una Luger presiona la frente era una pesadilla que la madre de la pequeña niña esperaba que nunca se cumpliera. Los ojos sorprendidos de la mujer abiertos de par en par, pasmados y acuosos por la impotencia de la situación, dejaron de parpadear mientras veía a este soldado de negro indicar con el dedo índice que mantuviera el silencio mientras la fuerte presión en su boca y frente cedían ante su forzada calma. Con un gesto de redención la mujer asume su posición de víctima acorralada y enciende la luz del velador, la cual fuerza al marido a abrir sus distraídos ojos. Unas sombras que no comprendía se alzaban por toda la habitación, por lo que extiende su brazo y toma sus anteojos. Un poco desorientado y sin entender, un soldado alemán le apunta directamente a la cabeza desde el pie de la cama.

-¿Qué está sucediendo?-pregunta el hombre.

Como respuesta recibe un duro golpe con la culata del arma en la cabeza. La mujer grita con desesperación y se abalanza sobre su amado para protegerlo, sin embargo, antes de llegar una bofetada suprime su intento de contención y protección.

-¿Dónde está la niña? -pregunta uno de los nazis.

-¿Elizabeth?-responde la madre con la atenta mirada de su amado, intentando decirle con un gesto desesperado que no lo haga. El soldado atento a cada gesticulación lo somete con un nuevo golpe dejándolo inconsciente en el piso con un creciente charco de sangre extendiéndose desde su parietal derecho. La mujer lloraba y gritaba sin consuelo ante los actos salvajes de sus captores, quienes la toman con fuerza y la someten tanto física como psicológicamente. Una vez calmada la mujer accede a llevarlos ante su bebé.

-¿Qué es lo que quieren de ella?, es solo una niña.

Los soldados no respondían.

Al llegar a la puerta de la pieza de la pequeña la madre golpea suavemente para no alterar a su niña y pronuncia susurrando su nombre mientras abre lentamente la puerta. - Elizabeth… Elizabeth, mi amor, estás despierta -La puerta rechina un poco mientras la mujer asoma su cuerpo a través del umbral y enciende la luz.

-¿Elizabeth?-pregunta en un tono de desconcierto pero que en realidad ocultaba un enorme alivio. Los soldados se percatan de ese cambio de tonada en la voz y arremeten abriendo de golpe la puerta empujando a la madre a un costado haciendo que se estrelle contra una de las paredes.

Sin paciencia el soldado más alto y agresivo sujeta a la mujer del cuello y la eleva unos cuantos centímetros. -¿DÓNDE ESTÁ?-grita con furia al sentirse engañado. La mujer no puede responder por la incesante y creciente presión sobre su tráquea, pronto comienza a escupir arcadas de ahogo. El soldado alivia su furia y la deja respirar por unos breves segundos hasta que finalmente logra articular una respuesta. -No lo sé.

Con una mirada insta a su compañero a salir y notificar de la situación.

El soldado corre hasta el Mercedes estacionado en la puerta y notifica la mala noticia.

Una esbelta y alta persona con su traje negro de las SS, su brazalete rojo con la esvástica en su brazo derecho y su intimidante gorra con la pequeña calavera metálica en el centro, irrumpe con extrema educación en la casa, solicitando permiso a las personas cautivas en pijamas que lo observaban con pánico ante su imperturbable apacibilidad.

Al atravesar la puerta de madera y cerrarla tras de sí el general alemán insta a todos a dirigirse a un lugar más amplio donde todos podrían estar más cómodos. Un ejército de sirvientes y el matrimonio dueño de la mansión dejaron el vestíbulo principal flanqueado a ambos lados por extensos guardarropas y subieron por una cargada escalera al primer piso.

Era en el primer piso donde se lucía la magnificencia de la casa. Uno de los solados seleccionó para la reunión un hermoso salón de baile con una pista oval de madera resplandeciente y un piano en una esquina con un exquisito banquillo tapizado de blanco y dorado.

-AAAh... este lugar sí que es hermoso, ¿no creen?

Los 8 sirvientes respondieron tímidamente con sus cabezas mientras que los propietarios abrazados mantenían las cabezas bajas.

-Lamento la brutalidad de mis hombres-le expresó el general a la mujer mientras esta sostenía a su esposo al borde del agotamiento evitando que este caiga al piso.

Al notar el esfuerzo de la exhausta madre el general toma el banquillo del piano y lo acomoda contra la pared para luego ayudar a la mujer con su cuasi inconsciente marido a sentarlo y apoyarlo para evitar que se desplome.

-Muy bien… ahora sí… Podemos empezar con las preguntas-expresa con una sonrisa diabólica este oficial de negro.

-¿Dónde está la niña?

Nadie respondió. Vuelve sonreír escudriñando cada rostro.

-Mmm, creo que fui muy directo. Bien. Empecemos de vuelta. ¿Quién es el criado que tiene más años trabajando en este espléndido hogar?

Nuevamente el sonido que la pasividad genera por el terror vuelve a ser la única respuesta.

El oficial alemán camina hasta un hombre de unos 60 años vestido con un impecable pijama blanco.

-¿Cuál es su nombre señor?

El hombre alza su mirada y responde: -Otto Lassius.

-¿Cuánto hace que trabaja aquí, señor Otto?

-El próximo mes cumpliré 39 años de servicio.

-Excelente, y ¿cuál es su función en esta increíble residencia?

Otto mira a la mujer y esta le permite responder con un leve movimiento de cabeza.

-Me encargo de coordinar todas las actividades dentro de la casa para que nuestros señores puedan dedicarse a sus tareas privadas.

-Por lo que veo, usted siempre dice la verdad, ¿no es así, señor Otto?

-Sí, señor.

-Sí, puedo verlo.

El oficial alemán se alejó y comenzó a caminar de un extremo a otro de la sala de baile mientras los 8 sirvientes en posición de firme lo veían pasar frente a ellos. Primero de izquierda a derecha y luego de derecha a izquierda.

El repetitivo andar se interrumpió cuando un soldado entró en el lugar y le susurró al oído que no habían podido encontrar a la niña.

-Es lógico, soldado, es una mansión gigantesca.

-Herr Otto, dígame. ¿Cuántos años tiene esta espectacular residencia?

-53 años-

-Otto, nuevamente me está diciendo la verdad. Estoy muy agradecido por su sinceridad, sé que no somos bienvenidosen este cálido hogar, pero aun así usted muy amablemente siempre me responde con la verdad.

Una sonrisa tímida se forjó y volatilizó en menos de un segundo ante el engañoso halago del oficial alemán.

-¿Esta casa tiene pasadizos o algún túnel secreto?

-No -respondió contundentemente el mayordomo mientras atravesaba su garganta un bolo de saliva.

-Esto iba demasiado bien. ¿Por qué me miente, Herr Otto?

Antes de que el buen y fiel sirviente pudiera hacer su descargo el oficial alemán desenfundó su arma y lo ejecutó enfrente de los pasmados rehenes cuyos gritos emanaron detrás del rugido de la bala. Una mujer corrió hacia el cuerpo sin vida de Otto, se arrodilló y lo tomó de su cabeza para llorarlo. -Envíen a la viuda con su marido por favor. -Uno de los soldados tomó la que era una orden al mejor voluntario y ejecutó a la mujer, quien se derrumbó sobre su difunto amado.

-BASTAAA-gritó una de las criadas mientras lloraba desconsoladamente.

-En la biblioteca, hay un aparador independiente con libros de leyes. Detrás de ese aparador hay un pasaje a los jardines traseros de la residencia.

-Entonces, qué les parece si salimos todos a tomar algo de aire-invitóel contento oficial alemán a todos-. Una niña tan pequeña en pijama con estas temperaturas debe estar pasando un muy mal momento ahí solita, tenemos que hacer que vuelva a la casa, ¿no les parece?-Naturalmente nadie respondió y todos caminaron hasta el jardín trasero.

Unas luces iluminaban los tristes rostros de los 6 asistentes y los del matrimonio.

-Señor, ¿quiere que salgamos a buscarla?

-No será necesario, capitán Skorzeny, la niña no ha ido muy lejos, estoy seguro de que está viéndonos en este momento.

-¡¡¡ELIZABEHT!!! -gritó el general alemán-. Aquí están tus padres para abrazarte y darte calor.

-MI NOMBRE ES KAMMLER. GENERAL HANS KAMMLER, TE PROMETO QUE SI VIENES CON NOSOTROS, NADA LE PASARÁ A TUS SERES QUERIDOS.

El sonido de las ramas y hojas bamboleándose del frondoso bosque que precedía a la mansión era la única respuesta que llegaba a los oídos alemanes.

-Se me está acabando la paciencia-susurró el general Kammler a su leal capitán. Este entendió el mensaje. Tomó del brazo a uno de los criados, lo arrastró a fuerza de brutalidad y golpes hasta el centro del patio y lo ejecutó sin piedad y empatía.

-Elizabeth, si no apareces la siguiente será tu madre.

Gritos desesperados exhortaban a la pequeña a quedarse en el bosque mientras la madre era arrastrada junto al cuerpo sin vida de su sirviente. -¡¡¡Elizabeth, correee!!!

-¡¡¡MÁTENLA!!!-ordenó con furia el oficial a cargo.

Antes que Skorzeny pudiera jalar del gatillo una sombra se movió entre los gruesos troncos. El soldado quitó el dedo del gatillo y miró hacia su oficial para indicarle que algo se movía.

Ruidos de pequeñas ramas quebrándose a medida que alguien las pisaba comenzaron a hacerse cada vez más intensos. Como un rayo la pequeña niña salió corriendo desde la cerrada penumbra del bosque a abrazar a su madre.

30 minutos después.

El Mercedes Benz aún seguía estacionado en la puerta. - Señor, ¿proseguimos?-preguntó el chofer al general alemán que se encontraba sentado junto a la pequeña Elizabeth.

-Antes de arrancar cierra la capota, la niña tiene frío.-Mientras el techo sobre el Mercedes se cerraba, el capitán Skorzeny se acerca a la ventanilla y le alcanza un cuaderno con un querubín dorado en la tapa. -¿Tú dibujaste esto?-La niña no respondió. Al abrir el cuaderno los ojos de Kammler se abrieron sin poder creerlo. Unas líneas, carillas y hojas de fórmulas y símbolos matemáticos junto a detallados dibujos de artefactos que solo él y unos pocos hombres en el Reich habían visto habían sido dibujados por una niña de no más de 10 años.

Un mundo en crisis

Viernes 28 de enero de 2033

Barend había retomado su vida cotidiana al lado de Bluma. Casi una década pasó desde los extraños acontecimientos que marcaron al matrimonio Grostig, desde aquella fecha hasta ahora la incondicional pareja sufrió depresiones y frustraciones de todo tipo, pero la más importan