2,99 €
Dos obras teatrales (un monólogo y una comedia) de gran importancia en la dramaturgia costarricense. Merecedoras ambas obras de premios españoles y nacionales, estas obras tratan el tema de la mujer y su ruptura con el papel social proveniente del patriarcado, tanto en sus preceptivos sexuales como culturales.
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Veröffentlichungsjahr: 2014
Unipersonal
Premio María Teresa León para Autoras Dramáticas 1995 (Madrid, España)
Se estrenó en San José el jueves 18 de abril de 1996 en la Sala Vargas Calvo, producida por el Teatro Nacional y bajo la dirección de Xinia Sánchez. Ana Istarú interpretó el papel de Ariana, por el cual se le concedió el Premio Nacional a la Mejor Actriz Protagónica de dicho año.
Unipersonal
(En el escenario vacío, un diván.)
Ariana
Cuando quise quedar embarazada me enfrenté con un serio problema: mis ciclos menstruales eran de cuarenta días. Una mujer normal ovula cada veintiocho. Pero yo no. Mamá Naturaleza decidió castigarme dándome un ciclo estrafalariamente largo, lo que me equipara, entre mis colegas mamíferas, con las elefantas.
En tanto que cualquiera tiene la satisfacción de recibir su óvulo puntualmente doce o trece veces al año, yo con dificultad produzco anualmente nueve huevos. Soy, por así decirlo, el hazmerreír de las gallinas.
Cuando, por fin, quise quedar embarazada, luego de seis años de matrimonio, cinco de terapia psicológica para vencer el terror al parto, cuatro de ahorrar para comprar una casa más amplia, y muchos de recibir la presión social de parientes, vecinos, amigos, personas bien intencionadas y de otras menos bien intencionadas, tropecé con otro problema: aunque en forma científica y rigurosa se haya detectado ese día único, esquivo y portentoso en el que tu huevito abandona el ovario y se lanza audazmente por las trompas de Falopio en busca de su espermatozoide azul; aunque durante ese día y los dos precedentes y, ¿por qué no? –hay que estar del lado de la seguridad–, durante los dos días siguientes, hayás sometido a tu pobre marido a un surmenage sexual, mentiras que quedás embarazada. Las estadísticas lo demuestran: la única forma infalible de embarazarse es tener dieciséis años, ser virgen y acostarse con el novio.
Mi terror al parto comenzó el día en que nací. Estuve a punto de morir asfixiada, pues yo, que desde entonces tengo el espíritu de contradicción, venía de pie en vez de venir de cabeza, y lo que debió haber sido una flamante cesárea acabó en un parto de película de horror, en el que casi se muere mi madre, casi me muero yo y casi se muere el doctor.
Durante mucho tiempo, cuando iba a la clínica a visitar a las mamás recién paridas, pasaba escalofriada frente a la sala de partos donde se había librado la cruenta carnicería, y más que ir a ver al bebé, iba a constatar cuál era el estado de la sobreviviente del Vietnam del quirófano.
Esta percepción del parto empeoró con los cuentos que muchas señoras se complacen en divulgar no más encuentran a una indefensa recién casada:
Señora N°1
Ay, mi amor, esperate que ya vas a ver lo que es eso. Cuando nació Dagobertico el piquete que me hizo el doctor era tan enorme que tuvo que usar una podadera.
Señora N°2
¡Eso no es nada! Estefanía nació porque me la sacaron con fórceps. Pero no el médico, el conserje, que era fisicoculturista.
Como podrán comprender, mi matriz estaba paralizada de terror. Me quedaban dos opciones: o dilapidaba la mitad de nuestros ingresos en un psicólogo que me restregara el subconsciente con potasa, o esperaba a que alguien me mandara un bebé por correo. Como lo último era poco probable, opté por lo primero. Llevé entonces una extensa terapia que acabó al mismo tiempo con mis traumas y mi presupuesto. Por fin un día mi psicóloga me puso diez corrido en los sueños que le llevaba de tarea a la sesión, y me incorporé al gremio de los psicoanalizados, esa raza selecta fácilmente reconocible: andan mostrando sus fotos de “antes y después del psicoanálisis” y su signo zodiacal es un diván.
Bueno. Ya estaba lista. Boté a la basura el paquete de anticonceptivos, y cuando, calendario y termómetro en mano, di con la fecha de mi ovulación, tomé medidas urgentes. Me fui directo a una de esas tiendas de ropa interior más bien glamorosa, y llamé a la dependiente:
Ariana
Señorita, tráigame lo más escandaloso que tenga. ¡Esta noche yo a ese hombre lo mato!
Pero esa noche la que estaba muerta era yo. Peor: los dos éramos un par de cadáveres. Diego venía reventado de cansancio del trabajo.
Diego
Ay, mi amor. ¿Tiene que ser esta noche? Tuve un día de mierda en la oficina. No hace más que joder.
Ariana
¿Quién?
Diego
Calígula. (Calígula era el jefe de mi marido.) Le está dando duro la menopausia. Ay, no aguanto la espalda. Además hoy pasan el Real Madrid-Barcelona. No seás malita.
La verdad es que yo tampoco estaba de ánimo. Esa tarde había tenido que pasar en limpio, para el día siguiente, una traducción de la que dependían el pago de la luz y el teléfono, la reparación de la lavadora y una salida al cine. Y justo esa tarde a Toñita, mi máquina de escribir antediluviana, le dio un ataque de dislexia.
Ariana
¡Toña, no seás babosa! ¡Mirá lo que me estás escribiendo! A ver, a ver, a ver: “El suscrito Fabrizio Sabatini, deseando suspender las transacciones...”.
Toña
El zuzcrito Fabrizio Zabatini, dezeando zuzpender laz transaczionez...
Ariana
¡Ah, no, Toña! ¡Dejate de mates!
Toña
Lo ziento. Eztoy canzada.
No me quedó más que ir a casa de una amiga a arrebatarle la computadora.
Amiga
Ay, Ariana, qué dicha que viniste. Me siento fatal. ¿Querés un chocolate?
Ariana
Mujer, dejá de comer que te estás poniendo como untanque.
Amiga
Es que no puedo evitarlo. Ese hombre me está matando. ¿Sabés lo último que me hizo? Ay, comete uno, que están deliciosos. Es un chocolate oscuro que se te va fundiendo en la boca y vas encontrando unos pedacitos de turrón, y unas almendras que hasta que crujen cuando las partís. ¡Cosa más rica! Si no querés de estos tengo unos de cereza con licor.
Ariana
Bueno, dame uno. ¿Pero qué te hizo?
Amiga
Le compró un juego de muebles carísimo a la mujer, con tocador incluido. Pura caoba. Casi me muero. ¿Querés otro?
Ariana
Es normal. Es su esposa. No la va a dejar nunca, entendelo. Dame otro. ¡No, ya no me des más! ¡Y vos, dejá de hartar!
Amiga
¡Es que no puedo! ¡Estoy destrozada! Esta vez te juro que lo fleto. ¡Que se quede con la vampira, qué me importa! ¡Lo odio, lo detesto! ¡Uy, le arrancaría las vísceras con una tenaza ardiente! ¿Te doy de los de cereza?
Ariana
No, ya no más. Bueno, el último. Mirá, yo venía a ver si me podías prestar la computadora.
Amiga
No puedo.
Ariana
¿Por qué?
Amiga
La vendí.
Ariana
¿Te va mal?
Amiga
Pues... pobrecito, para ayudarle a pagar el juego de muebles.
Solo tenía dos opciones: o me iba a casa, o le pegaba. Como lo último era poco cortés, opté por lo primero. Sin computadora, con el hígado ampollado por la sobredosis de chocolate, empapada porque llovió y no llevaba sombrilla, para colmo de males, casi llegando a casa, a un desgraciado se le ocurre tocarme el fondillo.
Desgraciado
Ay, mamacitica rica.
Ariana
Mire, hijueputa, vaya chúpese a su abuela.
Desgraciado
¡Ay, qué malcriada!
Llego a casa con ganas de llorar, me siento gorda, fea y a punto de resfriarme. Y ahora resulta que Diego prefiere ver al Real Madrid.
Diego
¿Y es muy grave si lo dejamos para mañana?
Ariana
¡Mi amor, es hoy! Hoy estoy poniendo mi huevo. ¡No voy a cacarear para probártelo! Por una vez que vamos a hacer el amor como le gusta al Papa.
Diego
¿Qué?
Ariana
(Con voz lasciva.) Única y exclusivamente para la reproducción de la especie.
Tomamos valor y dos gin tonics. Me puse mi prenda mortal de encaje negro y atravesándolo con una mirada a lo Theda Bara, ahí mismo me le puse peligrosa.
Ariana
(Con voz grave.) Negro...
No sé si se han dado cuenta, pero cuando queremos ponernos interesantes agarramos una voz grave de barítono en celo.
Ariana
Negro...
Diego
¿Qué, mi amor?
Ariana
(Pausa.) Diosmío, qué rara me siento. Es estúpido, pero me da vergüenza. Es como si nos estuvieran viendo papá, mamá y mi psicóloga, y el delegado de la Guardia Rural.
Diego
Ay, Ariana, concentrate. Pensá en otra cosa.
Ariana
¿En qué?
Diego
Yo qué sé. Pensá en fútbol.
Ariana
No seás tonto. Bueno...
Diego
¿Qué?
Ariana
No sé, estoy emocionada. Te quiero tanto, Diego.
Diego
¿Y?
Ariana
(Sensual.) Nada. Solo eso. ¿Vamos?
Diego
Vamos.
Ariana
¿Te das cuenta de que estamos haciendo un bebé?
(Se oye el inicio del himno nacional y Ariana se pone inmediatamente de pie, en posición de firme.)
Diego
¡Ah, no, esto es demasiado! ¡Si te me ponés así durante el embarazo lo que vamos a tener es un hijo único!
Ariana
¡Está bien, está bien! ¡Esta vez me concentro de verdad! Voy a pensar... voy a pensar en nuestra primera vez. ¿Te acordás? Casi te arranco los botones de la camisa con los dientes. Desnudo te veías precioso.
Diego
¿Ah, sí? ¿Y qué te hice?
Ariana
Todo. (Con los ojos cerrados.) Me besaste...
Diego
¿Así?
Ariana
Sí... Así... Ay... (Abre los ojos.)
Diego
¿En qué estás pensando?
Ariana
No sé si la cuna va a caber en este cuarto.
Diego
¡Ah, no! Renuncio. Que el bebé te lo haga un hare krishna. Yo me voy. Maldita sea, ya deben de ir por el segundo tiempo.
Ariana
¡No, Diego, no seás pesado! ¡Es hoy, ayudame! Te juro que si no, lloro sin parar hasta la próxima ovulación.
Diego
¿Empezar otra vez? Ya estoy con la bandera a media asta.
Ariana
Tranquilo, yo me encargo de eso. (Peligrosísima.) Vení, que te voy a comer entero, hombre delicioso. Mmh... Dejame olerte. Esta es la loba que te va a morder, rico de mi corazón.
Diego
¡Ariana!
Ariana
¡Diego!
Diego
¡Ariana!
Ariana
¡Diego! (Tocan la puerta. Casi llorando.) ¡Ah! ¡Lo mato! ¡Lo mato! ¡Al que sea lo mato!
Diego
¿Dónde vas?
Ariana
¡A rajarle el alma al que está ahí afuera! ¡Y vos quedate como estás! (Abriendo.) ¿Qué quiere? ¡Ay, Martín! ¡Sos vos! ¿Qué pasó?
Martín
(Con afectación.) Hola, darling. Venía a ver si me regalabas un poquito de nuez moscada, porque, ve qué bruto, fui al súper... ¿y acaso me acordé de comprar?
Ariana
(Conteniendo a duraspenas la ira.) Martín, yo sé que para vos es difícil de comprender, pero resulta que hoy estoy ovulando, y no te puedo atender.
Martín
¿Que estás qué?
Ariana
(Revienta.) ¡Ovulando!
Martín
¡Ay, qué horror!, ¿y te duele mucho? Pobrecita, ¡qué espanto! Sí, sí, me imagino. ¡Perdoná, mi amor, me voy! ¡Uy, qué cosa más horrible!
Ese mes, por supuesto, no quedé embarazada.
Diego
¡Ariana! ¡Hola! Ya llegué.
Ariana
Hola, mi amor.
Diego
¿Cómo te va? ¿Y qué? ¿No te ha venido?
Ariana
No, sí. Ya me vino.
Diego
Ah...
Ariana
No importa. Acordate que el doctor dijo que era normal durar hasta más de un año.