Breve historia de los Marines de Estados Unidos - Iván Giménez Chueca - E-Book

Breve historia de los Marines de Estados Unidos E-Book

Iván Giménez Chueca

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Descubra la historia de este cuerpo de infantería que ha protagonizado las principales guerras libradas por Estados Unidos. Desde su propia guerra de independencia, la lucha contra piratas berberiscos en África, o el conflicto por Cuba y Filipinas contra España, hasta las batallas que han marcado su historia como Iwo Jima, o los conflictos más recientes de Irak y Afganistán

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BREVE HISTORIA DE LOSMARINES DE LOSESTADOSUNIDOS

BREVE HISTORIA DE LOSMARINES DE LOSESTADOSUNIDOS

Iván Giménez Chueca

Colección:Breve Historia

www.brevehistoria.com

Título:Breve historia de los Marines de los Estados Unidos

Autor:© Iván Giménez Chueca

Copyright de la presente edición:© 2023 Ediciones Nowtilus, S. L.

Camino de los Vinateros 40, local 90, 28030 Madrid

www.nowtilus.com

Elaboración de textos:Santos Rodríguez

Diseño y realización de cubierta: NEMO Edición y Comunicación

Todas las imágenes cuya referencia no corresponde a Creative Commons tienen licencia de Dominio Público de Wikimedia Commons.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjasea CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com;91 702 19 70 / 93 272 04 47).

ISBN edición digital:978-84-1305-328-8

Fecha de edición:mayo 2023

Para mi familia, siempre fieles y apoyándome en todo.

Índice
Introducción
¿Quiénes son los marines estadounidenses?
1. Los orígenes: antecedentes históricos y la guerra de Independencia de EE. UU.
El nacimiento del cuerpo de marines
Por mar y por tierra
La expedición de Penobscot
Proteger el oro
2. Hacia las costas de Trípoli: las primeras intervenciones en el extranjero
Berbería: la primera guerra en costas lejanas
La guerra de 1812: segundo asalto contra Gran Bretaña
3. Los salones de Moctezuma, las primeras intervenciones en América Latina
A la caza de los piratas por los siete mares
De las Malvinas a Florida: punta de lanza en América
Veracruz y Ciudad de México
Norte y sur: el cuestionado rol de los marines en la guerra civil estadounidense
4. Destino manifiesto, la punta de lanza de los sueños imperiales de EE. UU.
1898: zarpazos imperiales en Cuba y Filipinas
55 días para salvar una embajada
Filipinas: en el corazón de las tinieblas
Guerras bananeras: los marines, entre el palo y la zanahoria
5. Marines en las trincheras. La Primera Guerra Mundial
Bautismo de fuego en Francia
Asia y América Latina, en los conflictos de la postguerra
La búsqueda de una nueva entidad
6. Gung-ho! Defensas y contraataques. La Segunda Guerra Mundial (I)
Los Álamos del Pacífico: de la isla de Wake a Corregidor
Guadalcanal: los marines contraatacan
Raiders: los «comandos» de los marines
Nueva Guinea: la reconquista en marcha
7. Playas sangrientas. La Segunda Guerra Mundial (II)
Tarawa, una milla cuadrada en el infierno
Islas Marianas, amenazando al Imperio del Sol Naciente
Peleliu, ¿un sacrificio innecesario?
Iwo Jima, la gran batalla de los marines
Okinawa, el último acto del drama
8. Conteniendo la marea roja, la guerra de Corea
«Bomberos» en el perímetro de Pusan
Incheon, la gran apuesta de MacArthur
El embalse de Chosin, el épico repliegue
Líbano y República Dominicana, nuevos escenarios y viejos recuerdos
9. Infierno verde en Vietnam
Operación Starlite, los marines debutan en combate
Luchar en la Zona Desmilitarizada
Khe Sanh, los marines asediados
El desafío del combate urbano en Hué
10. Los marines en el cambio de siglo. Nuevas guerras y nuevos enemigos
El último abordaje
Impotencia en Oriente Medio
Nuevas intervenciones en el Caribe
Escudo y Tormenta, el primer asalto contra Sadam Hussein
Afganistán, la venganza por el 11-S
Invasión e insurgencia, segundo asalto contra Sadam
Regreso a Afganistán, ganar batallas para perder la guerra
Bibliografía

Introducción

«¡Qué retirada ni qué demonios! No nos retiramos, sólo avanzamos en otra dirección».

General Oliver P. Smith, batalla del embalse de Chosin (Corea, 1950).

¿QUIÉNES SON LOS MARINES ESTADOUNIDENSES?

El Cuerpo de Marines de Estados Unidos (USMC por las siglas en inglés de United States Marine Corps) es la unidad militar más famosa de este país, tanto por su historia como por sus particularidades organizativas. Su estructura le permite actuar con una autonomía raramente vista en unidades de infantería naval de otros países. Esta peculiaridad ayuda a entender en parte su rol primordial como punta de lanza en la historia de las intervenciones militares de Washington.

El USMC es una de las seis ramas que componen las fuerzas armadas de Estados Unidos: Ejército (US Army), Armada (US Navy), Fuerza aérea (US Air Force), los guardacostas (Coast Guard), la reciente fuerza espacial (US Space Force) y los propios marines. Esta identidad propia y autonomía ya indica un carácter casi único, ya que la infantería de marina en otros países depende de otras instituciones militares; por ejemplo, en España y Reino Unido dependen de sus respectivas armadas.

Una de sus peculiaridades es su capacidad para actuar prácticamente de manera autónoma en sus misiones ya que, además de las unidades de combate, cuenta con su propia aviación, buques de apoyo, servicios logísticos… Esta autonomía de actuación les da otro de sus rasgos de personalidad: son la fuerza expedicionaria por excelencia en EE. UU. Por este motivo, no es de extrañar que siempre hayan estado en primera línea cuando este país ha decidido intervenir en algún conflicto importante: desde el Caribe a principios del siglo XX hasta Irak y Afganistán a partir de 2001, sin olvidar las guerras mundiales, Corea, Vietnam o la campaña para liberar Kuwait en 1991.

La legislación estadounidense recoge este carácter expedicionario atribuyéndoles funciones como ocupar y defender bases avanzadas para apoyar campañas navales o de otro tipo, desarrollar técnicas anfibias y cumplir cualquier otra misión que les encargue el presidente de EE. UU. (que es el comandante supremo de las fuerzas armadas del país). Al USMC también se le otorgan otras funciones como la protección de los navíos de guerra y de instalaciones navales. También se encargan de proteger las embajadas estadounidenses por todo el mundo y suelen ser la fuerza que acude a evacuar a sus ciudadanos cuando se ven atrapados en un país en conflicto.

El célebre emblema del USMC con sus características águila, mapamundi y ancla. El diseño original data de 1868.

El comandante en jefe del cuerpo recibe el título de commandant, una designación que se remonta a los orígenes del cuerpo. Un total de 38 hombres han ostentado este cargo desde 1775. El primero de ellos fue Samuel Nicholas cuando se hizo cargo de los marines continentales en la guerra de Independencia contra Gran Bretaña. Desde los años 50, el militar que ostenta este cargo forma parte de la Junta de Jefes de Estado Mayor, el organismo que se encarga de tener preparadas las fuerzas armadas para actuar en cuanto lo requiera el presidente de EE. UU. También se encargan de asesorar a la Casa Blanca en todo tipo de cuestiones militares.

En 2022, según datos del propio Departa-mento de Defensa de EE. UU., los marines contaban con 177.200 miembros activos en sus filas y unos 33.000 reservistas. En comparación, el US Army tiene a unos 482.000 efectivos listos para la acción y la US Navy cuenta con 346.000 marineros. Cada año se incorporan al cuerpo unos 2.000 oficiales y 38.000 reclutas nuevos. Los primero se forman en una de las tres academias con tradición de preparar a los mandos para el USMC: la Naval Reserve Officer Training Camp, la Officer Candidates School y la United States Naval Academy.

Los reclutas aspirantes a marines rasos reciben una instrucción de 13 semanas, la más larga entre las ramas militares estadounidenses. Esta formación se imparte en los campamentos de San Diego (California) o Parris Island (Carolina del Sur). La tradición indicaba que los voluntarios nacidos al oeste del río Misisipi iban destinados al primero, los nacidos al este, al segundo. Tras completar este periodo, hacen la formación específica de combate de infantería que dura 29 días, independientemente de si van a ir destinados a otro tipo de unidades del cuerpo (logística, blindados, mecánica…). Este último aspecto genera otro de los rasgos de identidad del cuerpo que dice que «cada marine es un fusilero», una muestra de que se exige a sus miembros un grado de preparación muy alto y que ha servido en situaciones comprometidas como la infiltración enemiga en bases cercanas al frente en conflictos desde la Segunda Guerra Mundial a Afganistán.

El buque de desembarco USS Tarawa estuvo activo hasta 2009, este tipo de navíos ayudan a los marines a intervenir en cualquier punto del planeta.

La estructura organizativa del USMC ha ido evolucionando a lo largo de toda su historia pero en la actualidad puede resumirse con la fórmula «la regla del tres», tres unidades del mismo tipo componen una mayor. Es decir, de menor a mayor, la escala organizativa del cuerpo quedaría de la siguiente manera con los efectivos actuales (aunque han ido variando a lo largo de la historia):

Tres marines componen un equipo de fuego.Tres equipos de fuego componen una escuadra (9 militares).Tres escuadras componen una sección (27 militares).Tres secciones componen una compañía (243 militares).Tres compañías componen un batallón (729 militares).Tres batallones componen un regimiento (2.187 militares).Tres regimientos componen una división (6.561 militares).

Tres divisiones en activo (la 1ª, 2ª y 3ª) conforman actualmente el cuerpo de marines y una cuarta encuadra al personal de reserva. Estas formaciones son la base para organizar los tres contingentes conocidos como Fuerzas Expedicionarias de Marines (o MEF, por Marine Expeditionary Force), se incluyen otras unidades de apoyo —de logística, y aviación— y que cubren distintos puntos del planeta. Esta forma organizativa se conoció como Unidad Anfibia de los Marines (o MAF) y la más célebre fue la III que actuó en la guerra de Vietnam. En la actualidad, la I MEF se articula en torno a la 1ª división y se encarga de intervenir en el cuerno de África, Oriente Medio y Asia Central, y tiene su base en Camp Pendleton (California). La II MEF tiene como base estructural la 2ª división y actúa en el Atlántico (Europa y África, principalmente), y tiene su base en Carolina del Norte. Mientras que la III MEF tiene su base en Okinawa (Japón) con el epicentro en la 3ª división y la responsabilidad de actuar en el Pacífico. Cuando EE. UU. necesita intervenir en una crisis que no requiere tantos efectivos se pueden constituir contingentes más pequeños articulados en torno a una brigada (Marine Expeditionary Brigade) o un batallón (Marine Expeditionary Unit) más las respectivas unidades de apoyo (en total, estas formaciones están compuestas por los 177.000 efectivos que conforman el cuerpo en la actualidad).

En lo que respecta a otro de los pilares de la autonomía operativa de los marines, la aviación propia del USMC cuenta con casi 900 aparatos que pueden ejecutar diversas misiones, desde ataque a tierra, cazas para superioridad aérea o incluso apoyo logístico. También cuentan con buques propios para apoyar las operaciones anfibias, la Fleet Marine Force, aunque su estructura operativa presenta ciertas peculiaridades. La propiedad de estos buques es de los marines, sus tripulaciones y su control operativo es responsabilidad de la US Navy.

Marines de la 24º Unidad Expedicionaria entrenándose en Djibouti en 2009. Esta es una de las unidades preparadas para intervenir en África y Oriente Medio.

La propia personalidad institucional de los marines les ha hecho tener unas relaciones particulares con el resto de las ramas de las fuerzas armadas estadounidenses, especialmente con el ejército, la armada y las fuerzas aéreas. Respecto a estas últimas, el USMC necesita a la US Air Force cuando hace falta el transporte estratégico de tropas a gran escala (las capacidades propias del cuerpo están pensadas para los asaltos aerotransportados o la logística cerca de la línea del frente).

Pero esta necesidad es más puntual. A lo largo de su historia, los marines han desarrollado una mayor relación con la US Navy, sus barcos han protegido a los contingentes de infantería de marina en alta mar o los han llevado hasta las playas donde han protagonizado desembarcos. En cambio, con el US Army sí que hay una tradición de rivalidad. Ambas organizaciones han tenido misiones a lo largo de la historia que se han solapado. Por ejemplo, ambas organizaciones cuentan con capacidad anfibia y para desplegarse en cualquier punto del planeta. Pero las unidades del ejército o son muy pesadas (como las divisiones acorazadas) o muy ligeras (como los rangers o las divisiones aerotransportadas), pero los contingentes de los marines tienen un mejor equilibrio entre potencia de fuego y agilidad para desplegarse allí donde sea necesario. Además, el ejército ha intentado en varios momentos de la historia absorber a los marines en su infraestructura.

Como otras tradiciones con un largo historial de servicio a su país, los marines han hecho de su historia una de las señas de su identidad. El himno del cuerpo recoge alguna de sus primeras intervenciones, el apodo con el que se conoce a los miembros del cuerpo —leathernecks se remonta a la guerra de Independencia en el siglo XVIII—, sus barcos llevan nombres que recuerdan a las batallas más famosas del cuerpo —Pelelilu, Belleau Wood, Tarawa… Pocas unidades en los cuerpos restantes de las fuerzas armadas estadounidenses pueden rivalizar con su historial de servicio. El USMC puede presumir de haber estado presente, o directamente de haber protagonizado, algunos de los momentos históricos que han convertido a EE. UU. en la gran potencia de los siglos XX y XXI.

Reclutas aspirantes a marines llegan a las instalaciones de reclutamiento del Cuerpo en San Diego (California). Autor: Grace Kindred. Licencia: Creative Commons CC0 1.0 Universal Public Domain Dedication.

Los marines no han sido la primera unidad de infantería de marina de la historia pero sí la más famosa por ser la cara visible de las intervenciones que ha lanzado la gran potencia del mundo contemporáneo. El USMC remonta sus orígenes a la guerra de Independencia que libraron las Trece Colonias norteamericanas. Nacieron en 1775 como los marines continentales con la misión primigenia de proteger los barcos que libraban una guerra muy desigual contra la poderosa armada británica. En estos primeros tiempos, comenzaron a protagonizar acciones fuera de sus fronteras con incursiones en el Caribe e incluso en Europa.

Cuando EE. UU. surgió como nación, tuvo que definir su lugar en el mundo y los marines iban a ser una herramienta fundamental. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, este joven país quiso ser una gran nación comerciante, lo que implicaba defender sus intereses por los mares de todo el mundo frente a amenazas como los piratas berberiscos del norte de África. También se realizaron incursiones puntuales en aquellos lugares donde los intereses económicos y/o políticos estadounidenses se consideraron amenazados. En este sentido, a partir de los años 30 del siglo XIX, los marines fueron uno de los brazos ejecutores de la doctrina Monroe.

En las primeras décadas de vida, los marines se desplegaban en contingentes muy pequeños. Principalmente, guardias de navíos de guerra donde protagonizaban audaces abordajes o partidas de desembarco en acciones punitivas, pero con poca capacidad para ocupar un territorio durante un tiempo prolongado. Esta tendencia comenzó a cambiar con la guerra entre EE. UU. y México (1846-1848), donde los marines destacaron en uno de los episodios decisivos de esta contienda y comenzaron a consolidar su fama de combatientes aguerridos dentro y fuera de sus fronteras.

El siglo XIX también supuso el abandono de los barcos de vela por modernos navíos de guerra acorazados. Esta modernización de la guerra en el mar hizo que los abordajes quedaran obsoletos y no faltaron voces que hicieron la analogía con los marines y apostaron por incorporarlos al ejército o directamente disolver el cuerpo. Pero el USMC supo reinventarse. EE. UU. se estaba convirtiendo en una potencia con ambiciones imperiales en el Caribe y el Pacífico, así que Washington necesitaba un contingente experto en operaciones anfibias. La guerra contra España por Cuba y Filipinas fue un primer aviso que se confirmó las décadas posteriores con las intervenciones continuas en el vecindario estadounidense, las conocidas como «guerras bananeras».

En Filipinas y las «guerras bananeras» del Caribe los marines vivieron un avance de lo que les iba a traer la segunda mitad del siglo XX y las primeras décadas del XXI, conflictos insurgentes donde el entrenamiento superior y la potencia de fuego no serían suficientes para conseguir la victoria. Aquí los leathernecks tuvieron que aprender a ganarse los corazones y mentes de las poblaciones locales, algo que no siempre lograrían.

Las dos guerras mundiales fueron también una escuela de aprendizaje para el USMC. Por primera vez, desde sus primeras décadas de vida, se veían envueltos en conflictos a gran escala entre potencias de primer orden y descubrieron la crudeza de la guerra industrial. En las trincheras de la Europa de la Gran Guerra aumentaron su leyenda al precio de tener más víctimas que en la suma de todos los conflictos que habían librado anteriormente.

La Segunda Guerra Mundial también supuso un alto precio en sangre, pero consagró al USMC como la gran fuerza de combate anfibia que fue fundamental para obtener la victoria en la lucha contra Japón. Nadie como los marines podrían haber desarrollado una campaña que requería saltar de isla en isla a través de las largas distancias del inmenso océano Pacífico. Lugares como Guadalcanal, Tarawa, Iwo Jima u Okinawa quedaron grabados en la historia del cuerpo como momentos de sacrificio y triunfo. Pese a los importantes éxitos cosechados en el conflicto, no faltaron voces de líderes destacados que abogaban por disolver el USMC en un momento en que las bombas nucleares parecía que iban a hacer innecesarios los desembarcos.

Pero la dinámica de la Guerra Fría echaría por tierra los augurios de estos detractores. La invasión de Corea del Sur por su vecino del norte demostró que era necesario disponer de efectivos capaces de intervenir rápido en cualquier punto del planeta. Los marines demostraron ser la fuerza ideal para esta misión y otras actuaciones que requería el entorno internacional de enfrentamiento entre bloques.

El otro gran conflicto de la segunda mitad del siglo XX, la guerra de Vietnam, fue una prueba de fuego para los marines y una muestra de que la historia del cuerpo iba en paralelo a la del país. El USMC se empleó a fondo para derrotar a un enemigo inferior en medios, pero cuya determinación superó todas las expectativas. Las victorias en el campo de batalla no fueron suficientes y la derrota en el sudeste asiático abrió una década de intervenciones con resultados desastrosos en Camboya, Irán o Líbano.

Los marines cuentan entre sus efectivos aéreos con algunos de los aparatos más modernos, como este caza F-35.

La tendencia comenzaría a cambiar poco a poco con la vuelta a un escenario conocido: el Caribe. La invasión de la pequeña isla de Granada demostró que la capacidad anfibia de los marines aún podía ser útil. Cuando se les requirió para un nuevo conflicto convencional como fue la guerra del Golfo de 1991, el USMC borró las dudas con una extraordinaria actuación en los desiertos de la península Arábiga. Con la moral restablecida, los marines llegaron al cambio de siglo teniendo que enfrentarse a las dificultades de conflictos contrainsurgentes en Irak o Afganistán.

Uno de los últimos despliegues de los marines ha sido en el marco de la lucha contra el Estado Islámico (Daesh) en 2017. Ayudaron al gobierno iraquí en sus batallas contra este grupo islamista. Mientras que unidades de artillería fueron desplegadas en Siria para ayudar a las fuerzas kurdas aliadas para asaltar el bastión integrista en Raqqa, por entonces capital del Califato de Daesh. El tiempo dirá en qué otros escenarios de tensión internacional será necesaria su presencia.

1

Los orígenes: antecedentes históricos y la guerra de Independencia de EE. UU.

El Cuerpo de Marines de EE. UU. nació el 10 de noviembre de 1775, en plena guerra de Independencia de las Trece Colonias contra Gran Bretaña. En sus orígenes, esta formación no se diferencia mucho de otras unidades de infantería naval creadas hasta la fecha con funciones como realizar abordajes, proteger los propios barcos de asaltos enemigos o tomar posiciones costeras en manos del enemigo.

La necesidad de contar con tropas embarcadas es tan antigua como la propia guerra naval. En la Antigüedad, los propios marineros se encargaban de combatir asaltando o defendiendo la cubierta de un navío. Poco a poco, esta labor de infantería naval se fue especializando. Los romanos fueron los primeros en contar con tropas especializadas en este tipo de acciones: los marinus. Su función era protagonizar los abordajes (ya fuera en ataque o en defensa), un cometido que también tendría el USMC en su génesis.

Aunque en la Antigüedad, el asalto anfibio contra una línea de playa o de costa defendida por el enemigo aún no era una doctrina militar muy desarrollada, y la infantería embarcada no se contemplaba específicamente para este rol. En la Edad Media, el papel de este tipo de tropas navales también estuvo bastante restringido a los abordajes, como sería el caso de las compañías Fanti do Mar, empleadas por Venecia en sus campañas en el mar Egeo en el siglo XIII, aunque no contarían con una organización militar convencional hasta 1550.

Esta concepción comenzó a cambiar a partir del siglo XV, cuando los estados europeos expandieron sus dominios más allá del Viejo Continente. Al controlar territorios a centenares de kilómetros de sus costas, estos imperios vieron que era indispensable poder proyectar su poder militar con una mayor eficacia. Con este nuevo escenario estratégico, se hizo indispensable contar con tropas navales especializadas en desembarcar con cierta presteza en territorios que podían resultar hostiles.

El primer cuerpo de infantería de marina con una concepción más moderna se encuentra en la Monarquía Hispánica del emperador Carlos V. Este soberano ordenó en 1537 la creación de las Compañías Viejas del Mar de Nápoles a partir de las tropas veteranas de sus tercios que habían servido en Italia. Fueron asignadas para operaciones puntuales a las galeras que operaban en el Mediterráneo contra los piratas berberiscos y el imperio otomano. El sucesor de Carlos V, el rey Felipe II, dio un paso más y acercó estas unidades a una concepción más contemporánea al vincular de manera permanente unidades de infantería a las fuerzas navales. También estableció que pudieran luchar tanto embarcadas como en tierra. Estas decisiones del Rey Prudente fue consecuencia de la ofensiva turca en el Mediterráneo que desembocó en el gran asedio de Malta de 1565. Poco después, esta nueva concepción anfibia se pondría en práctica con toda la maquinaria engrasada en la campaña de las islas Terceiras (1582). Otra medida de Felipe II fue que reconoció a sus nuevas unidades de infantería naval como las herederas de las creadas por Carlos V. Desde entonces, diversos monarcas españoles —desde Felipe V hasta Juan Carlos I— han ratificado que las diferentes formaciones de soldados embarcados son los descendientes directos de los Tercios embarcados. Como consecuencia de estas medidas, la infantería de marina española está considerada la formación especializada en guerra anfibia más antigua del mundo.

El resto de potencias europeas fueron desarrollando también sus propias fuerzas de infantes embarcados entre los siglos XVI y XVII. Los estadounidenses tomarían como referencia a los Royal Marines británicos. Fueron creados el 28 de octubre de 1664 en el marco de la segunda guerra Anglo-holandesa (1665-1667). Se trataba de una unidad compuesta por 1.200 hombres y que se conoció como el regimiento del Almirante (Admiral’s Regiment). Mientras que la designación de marines fue otorgada en 1698, como consecuencia de unas ordenanzas dictadas por el gobierno de Su Majestad para reorganizar este tipo de unidades.

La infantería embarcada de la Monarquía Hispánica fue decisiva para la victoria cristiana en la batalla de Lepanto.

La monarquía británica pronto vio la utilidad de este tipo de tropas y creó más unidades similares en los conflictos subsiguientes. Por ejemplo, en la guerra de Sucesión Española (1701-1714) se emplearon seis regimientos de marines y otros tantos de otras unidades con cometidos similares. Su acción más destacada en esta contienda fue la captura de puntos estratégicos en el puerto de Gibraltar.

La mayoría de unidades de Royal Marines no tenían un carácter permanente. Se reclutaban en momentos de conflicto. Sus fuentes de alistamiento tampoco se ceñían al territorio metropolitano de Gran Bretaña, sino que también se creaban unidades de infantería naval en las colonias norteamericanas para servir en las diferentes guerras en las que se embarcaba el gobierno de Su Majestad. El caso más conocido de estos conflictos fue la guerra de la Oreja de Jenkins (o del Asiento, 1739-1748). Tomaron parte en la acción más destacada de esta contienda: el asedio a Cartagena de Indias en 1741. En esta campaña encontramos los antecesores de los marines estadounidenses, el regimiento americano de Gooch.

El nombre procedía de su comandante, el coronel sir William Gooch, quien también era vicegobernador de Virginia, y mandaba sobre 3.400 hombres. Los oficiales eran en su mayoría originarios de los estratos sociales acomodados de las Trece Colonias (aunque también había una presencia importante de mandos británicos). Entre los norteamericanos, destacaba Lawrence Washington, hermanastro mayor de George Washington. Las tropas de Gooch tenían fama de indisciplinadas entre el resto del contingente británico encargado de asaltar Cartagena de Indias. Intentaron tomar el Fuerte de San Lázaro. Allí, la enconada defensa española y las enfermedades tropicales —en especial la fiebre amarilla— causaron estragos entre los colonos anglosajones. El asedio fue un desastre para todo el contingente británico y, hacia el final de las operaciones, sólo 1.400 hombres del regimiento americano de Gooch estaban en condiciones de seguir combatiendo.

Asedio de Cartagena de Indias, los Royal Marines británicos fueron incapaces de tomar los bastiones españoles. Autor: Jose Ferré Clauzel Licencia: Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International.

Las siguientes guerras en las que se implicó Gran Bretaña vieron un mejor desempeño de los Royal Marines. De hecho, se constituyeron como una fuerza permanente en 1755 gracias a la nueva legislación aprobada por el Parlamento de Westminster. A partir de entonces, la infantería naval tuvo un papel destacado en las guerras libradas en el teatro americano —como la de los Siete Años—, con incursiones destacadas en lugares como los asedios de Quebec (1759) y La Habana (1762). Además, también se encargaban de proteger las bases y navíos de la Royal Navy. Todos estos cometidos hicieron que los Royal Marines adquirieran un gran prestigio en las Trece Colonias.

EL NACIMIENTO DEL CUERPO DE MARINES

Los marines nacieron antes que su propio país. Fue en 1775 en los primeros compases de la guerra de independencia estadounidense. Este conflicto, que traería el nacimiento de EE. UU., remonta sus orígenes a la década anterior del siglo XVIII. Fue justo después de la guerra franco-india (que quedaría englobada en la de los Siete Años) y que duró entre 1755 y 1763. Esta contienda supuso el fin de la presencia francesa en el norte de América, principal amenaza para los colonos de las Trece Colonias.

Dos años después de finalizar la guerra con Francia, las arcas británicas no habían podido recuperarse y el gobierno del primer ministro William Pitt decidió aumentar la presión fiscal sobre los territorios norteamericanos. La medida concreta se conoció como la Ley del Sello que gravaba la expedición de diversos documentos administrativos. La justificación que dio Londres argumentaba que los tributos eran necesarios para mantener las guarniciones militares en las Trece Colonias que disuadían a las tribus indias de lanzar grandes incursiones.

La oposición a la Ley del Sello en los territorios estadounidenses propició la aparición de grupos estructurados como los Sons of Liberty (Hijos de la Libertad) que llegaron a organizar grandes manifestaciones de protesta en ciudades tan importantes como Boston. La presión popular logró la retirada de las medidas fiscales un año después de su anuncio. Este fue un breve primer asalto, pero la consecuencia más duradera sería el germen de una idea que cada vez fue calando más entre los colonos: la Corona británica usaba los impuestos para recortar sus derechos y libertades.

El motín del té en Boston en 1775 fue uno de los incidentes que marcó el inicio de la revolución en las Trece Colonias norteamericanas.

La victoria de los colonos fue breve. En 1767 el Parlamento británico aprobó nuevas cargas impositivas conocidas como las leyes Townshend. Volvieron las protestas, pero esta vez subieron de tono, dando lugar a choques violentos como el enfrentamiento de King Street donde los casacas rojas mataron a cinco personas.

Londres continuó arrojando gasolina al fuego de la insurrección. En 1773, el gobierno británico concedió exenciones fiscales para que la Compañía de las Indias Orientales (CIO) exportara té chino a las Trece Colonias. Estas medidas propiciaban que este emporio comerciara en unas circunstancias muy ventajosas que amenazaron con arruinar a los comerciantes norteamericanos que no se amoldasen a sus condiciones. Los Sons of Liberty organizaron nuevas protestas, donde destacó la conocida como Motín del Té. Esta insurrección tuvo lugar en Boston y los colonos asaltaron los barcos de la CIO para arrojar al mar 65 toneladas de té.

El rey Jorge III consideró estos hechos como muy graves y aprobó una serie de mandatos legales —conocidos como las leyes intolerables— para castigar a los insurrectos que acabaron siendo una represalia para todo el territorio de Massachussets. Los ánimos continuaron caldeándose y en Londres se consideraba que la población de esa colonia estaba en una situación de rebelión abierta. El gobernador británico, Thomas Gage, recibió órdenes de llevar a cabo una acción contundente contra los insurrectos y decidió capturar los arsenales de la milicia colonial en Concord, así como capturar a líderes destacados.

Como consecuencia de estas acciones, las escaramuzas entre las tropas británicas y los milicianos pronto escalaron a choques armados de mayor entidad: las batallas de Lexington y Concord que se libraron el 19 de abril de 1775. La guerra de independencia de EE. UU. había comenzado.

Esta rebelión en toda regla de las Trece Colonias pronto se trasladó a las aguas de las costas norteamericanas. La Royal Navy asaltaba las posiciones rebeldes destruyendo puntos de suministro que minaban la moral y la capacidad de las tropas de George Washington. Por su parte, los rebeldes recurrieron a los ataques corsarios contra naves de las que pudieran obtener recursos para mantener el esfuerzo bélico contra Londres y, hacia finales de 1775, se había constituido la armada continental (la futura US Navy). Pronto se vio que los navíos de esta nueva escuadra iban a necesitar embarcar soldados para actuar en caso de abordaje (ya fuera en ataque o en defensa).

El Congreso Continental —un órgano constituido en 1774 por representantes de los gobiernos de cada colonia—, aprobó el 10 de noviembre de 1775 la formación de dos batallones de «marines» (recibieron esta misma designación). La nueva unidad tenía una clara inspiración en la infantería de marina británica. Habían nacido los marines continentales, el embrión del futuro USMC. Como se ha indicado, una de sus principales misiones iba a ser embarcar a bordo de los navíos de guerra. Por este motivo, se recomendaba no reclutar a cualquiera —como sí podía suceder con otras unidades de milicia continental o los continentales de George Washington—, sino recurrir a gente con experiencia en el mar.

Es cierto que en las primeras embarcaciones de la armada continental existían marineros con experiencia en combate que tenían la responsabilidad de asumir un rol más destacado en un abordaje. Pero su día a día no se distinguía del de cualquier otro tripulante, participando en los trabajos rutinarios propios de cualquier navío. Pero los marines continentales iban a estar específicamente dedicados a combatir como infantería embarcada.

También conviene señalar que además de estos marines continentales existían unidades de infantería de marina de cada una de las colonias (que a su vez contaban con pequeñas marinas de guerra propias). Esta distinción era similar a la que se producía entre el ejército continental de George Washington y las milicias de cada uno de los territorios que se habían sublevado contra la Corona británica.

Samuel Nicholas fue el primer comandante de los marines estadounidenses, designado con el grado de mayor.

¿Quién mandaría a los marines continentales? El capitán Samuel Nicholas fue nombrado primer mando de los dos batallones. Con su característico respeto a la tradición, hoy en día, el USMC lo considera históricamente su primer comandante en jefe. Su primera misión fue comenzar a reclutar hombres aptos para los dos batallones. En enero de 1776 ya había conseguido formar un destacamento lo suficientemente numeroso —unos 236 infantes y oficiales.

La primera misión de los marines de Nicholas se llevó a cabo cerca de las aguas de Filadelfia protegiendo los barcos de la armada continental. Pero no entraron en combate, ya que el comandante naval norteamericano, el comodoro Esek Hopkins, prefirió no enfrentarse a los barcos de la Royal Navy que lo superaban en número y potencia de fuego.

El bautismo de fuego de los marines iba a llegar en una misión más acorde con el carácter de fuerza anfibia que iba a definir buena parte de su historia. George Washington siempre estaba preocupado por la falta de suministros militares. Cualquier golpe de mano que pudiera darse contra los británicos para arrebatarles sus numerosos pertrechos tenía prioridad.

No era una novedad, desde su creación en noviembre de 1775 los marines se contemplaron como una fuerza de asalto anfibio. En un primer momento, se barajó un ataque a Halifax en Nueva Escocia (Canadá). Este enclave era la principal base de la Royal Navy en Norteamérica por lo que los suministros militares allí eran abundantes. Pese a que era un objetivo tentador para los rebeldes de las colonias, Washington desestimó un ataque directo porque no se vio capaz de superar las formidables defensas.

Los marines desembarcando en Nassau, fue la primera acción anfibia de la historia protagonizada por tropas estadounidenses.

Washington y los otros estrategas norteamericanos siguieron buscando un objetivo. La idea era que los marines encabezaran el asalto como fuerza anfibia, la función que los iba a hacer célebres a lo largo de su historia. Los rebeldes se fijaron en Fuerte Nassau, en la colonia británica de las Bahamas. El 3 de marzo de 1776 una fuerza de doscientos veinte infantes de marina desembarcó en la isla de Nueva Providencia donde se ubicaba Fort Nassau y Fort Montagu. El primero protegía la capital de la isla, mientras que el segundo era un importante depósito de municiones. Los marines aprovecharon la sorpresa y consiguieron tomar Montagu sin bajas. Al día siguiente, se dirigieron hacia Nassau —donde también había considerables pertrechos almacenados—, pero el gobernador británico reaccionó a tiempo y pudo cargar 24 barriles de pólvora en un barco para evitar que cayeran en manos de sus enemigos. Pese a no lograr el botín completo, la primera acción anfibia de los marines pudo considerarse un éxito más que aceptable y habían completado su misión sin tener bajas.

El 6 de abril de ese mismo año, cuando el contingente de los marines regresaba de esta primera expedición en el Caribe a bordo de los barcos Cabot y Alfred, se encontraron con la fragata enemiga Glasgow. Comenzó un intenso combate y, al final, la embarcación británica huyó, no sin causar numerosas bajas en las filas norteamericanas y las primeras víctimas mortales entre los marines. Su primer muerto en acción fue el teniente John Fitzpatrick y otros seis marines también cayeron ese día.

POR MAR Y POR TIERRA

A esa primera incursión en el Caribe le siguió otra más en las inmediaciones de la isla Martinica para acosar a los barcos británicos en la zona. Además, el cuerpo de marines iba adquiriendo cada vez una identidad más definida como unidad militar. En estas primeras operaciones, los uniformes de los infantes de marina no estaban definidos por ninguna ordenanza clara. La situación cambió el 5 de septiembre de 1776 cuando los mandos del cuerpo fijaron un atuendo reglamentario: casaca verde corta con ribetes blancos en solapas y puños. También destacaba un cuello alto de cuero que servía para proteger una parte tan sensible en un combate cuerpo a cuerpo durante un abordaje. Esta protección propició que los marines pasaran a ser conocidos como los leathernecks (cuellos de cuero en inglés), un apodo por el que aún se les conoce hoy en día.

¿Por qué se escogió el verde para los uniformes? Algunas tradiciones más románticas, afirman que se escogió porque era el color vinculado a muchas unidades de fusileros de la época, pero otras versiones del origen de los uniformes de los marines dicen que es escogió esta opción cromática porque eran las telas más abundantes en Filadelfia —base del primigenio USMC. Otra opción es que fue una apuesta de Samuel Nicholas porque era el color de las chaquetas de los miembros de su club de caza. En cualquier caso, así se distinguían de sus camaradas de armas del ejército continental y la marina (que iban de azul) y, por supuesto, de las casacas rojas de los británicos.

Volviendo a los campos de batalla de la guerra de Independencia de EE. UU., a lo largo de 1776, los marines habían demostrado su valía como fuerza embarcada y como contingente anfibio; pero no iban a acabar el año sin probar su capacidad para combatir también en tierra firme. En los últimos meses de 1776, George Washington veía cómo sus líneas en el río Hudson se estaban quebrando por los continuos asaltos británicos y solicitó varias unidades de refuerzos, entre ellas, los marines de Nicholson que por entonces ya sumaban cuatro compañías (unos 300 hombres en total). Washington los encuadró junto a fuerzas milicianas de Filadelfia –curiosamente también vestían de verde. Su primera misión en una gran batalla en tierra firme fue proteger un puente sobre el río Delaware durante las batallas de Trenton que se libraron entre finales de diciembre de 1776 y principios de 1777. En concreto, destacaron por repeler el asalto de las temidas tropas hessianas (mercenarios alemanes al servicio del rey británico). Los infantes de marina estadounidenses también tomaron parte en la batalla de Princeton que culminó con una gran victoria de las fuerzas de Washington.

Pese a actuar bien en el campo de batalla, las bajas hicieron estragos en las filas de los marines ya fueran por los caídos en combate (muertos o heridos), víctimas de enfermedades o por deserciones. En total, en febrero de 1777 sólo quedaban activos 80 marines. Con las fuerzas tan mermadas, parte de estos hombres fueron destinados a la escolta de prisioneros en su traslado a Filadelfia y otra parte recibió órdenes para completar las dotaciones de las baterías artilleras en Morristown (Nueva Jersey). En el resto del año 1777, buena parte de los marines volvieron a servir en embarcaciones de la armada continental.

Pero en ese año, los marines actuarían también por primera vez lejos de tierras americanas. La Royal Navy trataba de bloquear los puertos en manos de los rebeldes norteamericanos, pero varios navíos lograron burlar estos cercos para conseguir suministros y los más osados llegaron a aguas europeas para hostigar las rutas de navegación británicas. El navío más famoso en realizar estas acciones fue el USS Ranger, capitaneado por John Paul Jones, uno de los comandantes navales más célebres en este conflicto. Este comandante valoraba contar con un pequeño contingente de marines en su tripulación, ya que apreciaba sus habilidades de lucha en un abordaje o para lanzar incursiones a tierra.

Una de las incursiones más célebres de Paul Jones fue el ataque contra Whitehaven del 23 de abril de 1778, un importante puerto comercial al noroeste de Gran Bretaña. Los estadounidenses desembarcaron dos botes, uno de ellos comandado por el propio comandante del Ranger y el otro por el teniente de los marines Samuel Wallingford, con un total de 30 hombres armados. La incursión tuvo más beneficios morales que reales para la causa de las Trece Colonias. Los hombres de Paul Jones y Wallingford sólo consiguieron quemar un barco británico en el puerto de Whitehaven, pese a que la propaganda de los rebeldes hablaba de que habían ardido decenas de naves. Dos días después, el Ranger lanzó otro ataque, en esa ocasión el objetivo elegido fue la isla de St. Mary, frente a la costa escocesa, y se pretendía secuestrar al conde de Selkirk que tenía una mansión allí. La intención de Paul Jones era intercambiar al aristócrata por marinos estadounidenses capturados en Gran Bretaña. Pero los marines y la tripulación del Ranger no encontraron al noble y tuvieron que marcharse. Paul Jones tuvo que contener a sus hombres que querían saquear la finca, pero el capitán de la armada continental no quería ser visto como un mero pirata si permitía el simple robo de una finca desprotegida. Poco después el Ranger se encontró con el balandro Drake y en el combate subsiguiente, los marines tuvieron su primera baja mortal en esta expedición: el teniente Samuel Wallingford.

En las Trece Colonias, los marines también protagonizaron hechos de armas destacados durante 1778 en territorio norteamericano y en aguas del Caribe. En enero, volvieron a lanzar una incursión contra el fuerte que guardaba la entrada al puerto de Nassau. A medianoche del 27 de enero, una partida de veintiocho infantes de marina desembarcó aprovechando la oscuridad. El comandante del grupo, el capitán John Trevett, era un veterano del ataque de dos años antes y recordó que había un agujero en una valla que podría facilitar el acceso al fuerte. La fortuna sonrió a los estadounidenses ya que los británicos no habían reparado el desperfecto. Los marines entraron por ese punto débil de las defensas.

Trevett y sus hombres tenían que actuar con máximo sigilo. Redujeron a dos guardias sin emplear armas de fuego para no alertar. Les sorprendió la poca vigilancia en el fuerte, pero sabían que, si se daba la voz de alarma los británicos de guarniciones cercanas harían fracasar la misión (que en realidad sólo eran unos pocos milicianos). Así que los marines no perdieron el tiempo y prepararon las defensas de la fortificación con el arsenal que allí mismo se encontraba. Al enterarse que la otra fortificación, Fort Montagu, también tenía una guarnición muy reducida, ordenó a sus hombres que la capturasen y lo lograron engañando a los defensores al decirles que eran la avanzadilla de una fuerza mayor.

Por la mañana del 27 de enero, los británicos vieron como la bandera de los rebeldes —por entonces compuesta por trece barras y estrellas— ondeaba en las dos fortificaciones que guardaban la entrada al puerto de Nassau. Era la primera vez que se izaba la enseña estadounidense en un territorio extranjero. Además, con la ayuda de los prisioneros liberados —en su mayoría marineros—, los marines lograron capturar cinco barcos. Asimismo, la milicia de la ciudad se mostró dubitativa a la hora de responder al ataque, lo que dio un tiempo extraordinario a los marines para reunir munición y cañones de los fuertes que serían un más que interesante botín. Al final, los atacantes pudieron escapar con más de 700 kilos de pólvora (la que no pudieron transportar la arrojaron al mar).

Una buena muestra del rol que tenían los marines en un combate entre barcos se vio al año siguiente y de nuevo hay que ir hasta aguas europeas. Paul Jones recibió el mando de un nuevo navío: el Bonhomme Richard, un mercante armado de 44 cañones que había pertenecido a los franceses. También podía transportar una dotación de entre 45 y 50 marines más los 137 marineros que conformaban el resto de la tripulación. El contingente de infantes de marina no iba a ser enteramente norteamericano, ya que no había suficientes soldados de esa nacionalidad en Lorient, el puerto francés que le sirvió de primera base de operaciones. Para cubrir estas vacantes, se recurrió a los soldados de la brigada irlandesa que servía en el ejército de Luis XVI. Los oficiales que estuvieron al frente de estos hombres sí que eran leathernecks (de origen irlandés): los tenientes Edward Stack, Eugene MacCarthy y James O’Kelly. De hecho, el resto de la tripulación tampoco eran colonos, sino que había una nutrida representación de marineros franceses. En las marinas del siglo XVIII no era extraño recurrir a tripulantes de otras nacionalidades cuando escaseaban los efectivos.

El 23 de septiembre de 1779, el Bonhomme Richard libraría en aguas del mar del Norte su batalla más decisiva al frente de una pequeña escuadra de cuatro navíos que intentó interceptar un convoy de mercantes británicos. El encuentro se produjo frente a Flamborough Head, en la costa nororiental de Inglaterra. Los escoltas de esta agrupación —la fragata HMS Serapis y el balandro de guerra Countess of Scarborough— salieron al paso y pronto la batalla derivó en un duelo entre la fragata británica y el Bonhomme Richard. Los marines estadounidenses libraron su particular combate con sus contrapartidas británicas disparándose desde las respectivas cofas y vergas. Los infantes de marina estadounidenses también fueron decisivos a la hora de realizar descargas de fusilería que sirvieron para rechazar los intentos de abordaje del enemigo.

Las bajas entre los marines a bordo del Bonhomme Richard muestran lo duro que fue el combate. El teniente Stack y los quince infantes que comandaba fueron los que salieron mejor parados al combatir en las cofas y vergas. MacCarthy debía proteger el polvorín y resultó herido por una explosión así como los 20 marines que le acompañaban. O’Kelly falleció mientras peleaba en la cubierta de proa cuando lo alcanzó un disparo fallido de una de las fragatas estadounidenses que acompañaron al barco de Paul Jones. Los norteamericanos pudieron reclamar la victoria ya que capturaron al Serapis y al Countess of Scarborough, pero el Bonhomme Richard quedó tan dañado que se hundió poco después.

Cuadro de 1780 del pintor británico Richard Paton que muestra el combate entre el HMS Serapis y el Bonhomme Richard, una acción que le valdría a Paul Jones ser nombrado caballero por Luix XVI.

Otra acción de abordaje donde los marines tuvieron un papel destacado fue en el combate naval que libró la fragata USS Alliance contra el balandro HMS Atalanta y el bergantín HMS Trepassey.

LA EXPEDICIÓN DEPENOBSCOT

En paralelo a estos acontecimientos en aguas europeas, los marines siguieron luchando en las Trece Colonias contra las fuerzas británicas. La siguiente acción destacada que protagonizaron hay que buscarla en la batalla de la bahía de Penobscot (Maine) en junio de 1779. Entonces, la infantería de marina estadounidense volvió a recuperar una de sus esencias, ya que protagonizó un desembarco en territorio enemigo. Los británicos habían instalado una importante base naval en Penobscot que les permitía proteger sus rutas de navegación hacia Nueva Escocia. También les permitía mantener el acoso a las posiciones de los rebeldes norteamericanos en las costas de Maine y hacerse con importantes centros de producción maderera, una materia prima fundamental para la Royal Navy.

Por supuesto, los norteamericanos eran conscientes de esta situación de ventaja del enemigo y decidieron revertirla. Para ello, el gobierno de la colonia de Massachussets (con apoyo del Congreso Continental) organizó una importante flota con 19 barcos de guerra y 25 navíos de transporte, en los cuales viajarían unos 1.500 milicianos y 200 marines continentales y 27 coloniales. Este importante contingente estuvo preparado el 19 de julio de 1779. El mando de las fuerzas navales recayó en el comodoro Dudley Saltonstall mientras que las tropas de tierra estaban a las órdenes del general Solomon Lovell.

Seis días después, la flota de invasión lanzó su primer ataque contra Penobscot. Mientras los barcos de guerra norteamericanos castigaban las posiciones británicas, los marines capturaron la batería británica en la isla Nautilus, que protegía la entrada a la bahía. La campaña había comenzado bien, pero el cañoneo naval no era suficiente para acabar con los casacas rojas que defendían la costa, así que era indispensable un asalto anfibio. Como era de esperar, los 200 marines encabezaron la acción a las órdenes del capitán John Welch. En concreto, su misión consistía en capturar la pequeña península de Bagaduce que permitiría atacar Fort George, la principal posición británica.

El desembarco no fue una maniobra sencilla. Para defender la posición, los británicos habían desplegado al regimiento escocés conocido como los Argyll Highlanders, unas tropas muy aguerridas. Los marines tuvieron muchas bajas —con 35 muertos—, pero consiguieron hacer retroceder al enemigo. Incluso el comandante británico pensó rendir Fort George ante la acometida de la infantería de marina norteamericana. Pero los fallecidos y heridos sufridos, así como el fuego que recibían los barcos desde las baterías artilleras de los defensores hicieron que el comodoro Saltonstall ordenara el repliegue de la escuadra, confiando en rendir a los británicos por un asedio. Durante la retirada naval, el propio buque insignia estadounidense, la fragata Warren, había sido alcanzada. Sin el apoyo de los barcos de guerra, los marines y los milicianos no podían lanzar un asalto por sí solos. El general Lovell era partidario de dar el golpe de gracia a los casacas rojas, pero sin el apoyo de la escuadra resultaba una misión imposible.

Mapa de 1785 que muestra la disposición de los navíos en la batalla de Penobscot y que, en sus textos, resalta la aplastante derrota estadounidense.

Al final, el carácter timorato de Saltonstall hizo inútil el sacrificio de los marines en Bagaduce. Tras 16 días de asedio estéril, la tarde del 13 de agosto de 1779, un barco corsario estadounidense, el Active, trajo la noticia de que había avistado a una potente escuadra británica venida desde Nueva York. El comodoro deliberó toda la noche qué hacer y a la mañana siguiente ordenó que cada nave intentara salvarse por su cuenta, no se plantaría cara a la poderosa Royal Navy. A partir de ahí, se produjo una huida caótica que propició la pérdida de 19 barcos, la mayoría varados y quemados por sus propias tripulaciones, como fue el caso de Saltonstall que ordenó la destrucción de su fragata.

En tierra la situación era similar. Los marines recibieron la orden de huir y quemaron sus transportes para evitar que cayeran en manos del enemigo. A partir de ahí, tenían que regresar como pudieran a las propias líneas, cruzando un territorio en manos de los británicos. Pese a que parecía una situación desesperada, el grueso del contingente de infantería de marina logró llegar a Boston y vivir para luchar otro día. El epílogo de la batalla de Penobscot tuvo forma de consejo de guerra contra Saltonstall que lo declaró incapacitado para el mando. Asimismo, los marines también extrajeron lecciones a partir de ver lo duro que había sido atacar una playa defendida por fuerzas enemigas y tardarían más de medio siglo en volverlo a hacer. Sería en la guerra con México (1846-1848).

Más allá de los hechos en los campos de batalla de la guerra de Independencia de EE. UU., el año 1779 también contribuyó a crear la identidad histórica del cuerpo de marines con otros elementos. El 20 de marzo de ese año, el capitán William Jones necesitaba infantes de marina para embarcar en la fragata Providence. Para conseguir estos reclutas, publicó un anuncio en el diario local Providence Gazette donde se solicitaban A few good men (algunos hombres buenos). La publicación tuvo éxito y el navío de guerra pudo zarpar con el complemento adecuado de infantería. Aunque Jones y sus hombres no tuvieron suerte: en mayo de 1780 fueron capturados por los británicos. Con todo, la petición de hombres buenos se hizo muy popular y el USMC aún utiliza hoy en día la expresión The marines need a few good men en sus campañas de reclutamiento.

PROTEGER EL ORO

El año 1780 también trajo malas noticias para los marines que combatieron en el asedio de Charleston (Carolina del Sur). Fue una de las últimas grandes derrotas que sufrieron los norteamericanos en su guerra de independencia. A las puertas de la primavera de ese año, los defensores temían un asalto marítimo contra la ciudad. Así que decidieron dificultar las cosas a la Royal Navy lo máximo posible. Una veintena de marines fueron escogidos para destruir los faros y otras señalizaciones costeras que ayudasen a los barcos británicos a orientarse para así retrasar lo máximo posible el ataque.

En total, unos 160 marines estaban presentes en la ciudad —de una guarnición total de casi 6.500 defensores. Los infantes de marina estaban allí como parte de las tripulaciones de los cuatro navíos de la armada continental situados en el puerto de Charleston. Al final, los buques norteamericanos poco pudieron hacer frente a la superioridad de un enemigo que los doblaba en efectivos y que bombardeó la ciudad sin piedad.

Ante este panorama, los marines fueron desplegados en varias baterías artilleras que defendían Charleston, concretamente en las posiciones emplazadas en el río Cooper (una de las principales líneas que protegían la capital de Carolina del Sur). Pero poco pudieron hacer frente a la abrumadora superioridad del enemigo y a la habilidad táctica de sir Henry Clinton, comandante en jefe de las fuerzas de Gran Bretaña en Norteamérica. La rendición tuvo lugar el 12 de mayo de 1780 y supuso la captura de más de 5.500 defensores. En un gesto de buena voluntad, Clinton liberó a la mitad de ellos —principalmente integrantes de la milicia—, bajo palabra de no volvieran a tomar las armas contra el rey. Los marines y el resto de fuerzas continentales tuvieron que afrontar meses de cautiverio.

Un último servicio destacado de los marines en la guerra de Independencia de EE. UU. se produjo en 1781. La joven nación recibió un importante préstamo del rey Luis XVI de un millón de coronas de plata. Mientras tenían lugar las últimas jornadas del asedio a la guarnición británica en Yorktown —la gran victoria franco-estadounidense que obligaría a Gran Bretaña a negociar la independencia de las Trece Colonias—, Robert Morris, firmante de la Declaración de Independencia y conocido como el «financiero de la Revolución», encargó una misión secreta a Samuel Nicholas. Por entonces, el primer comandante de los marines ya había ascendido a mayor. Él y sus marines (bastante diezmados por las bajas en tierra y el mar) debían ir a Boston y allí escoltar hasta Filadelfia —por entonces la capital de las Trece Colonias— el importante cargamento de dinero procedente de Francia.

La plata que había enviado Luis XVI iba destinada a constituir el respaldo financiero del Bank of North America, la primera entidad financiera que se creó en el país y que durante años actuó como banco central. La misión era peligrosa ya que las preciadas monedas debían ser transportadas en carros tirados por bueyes que atravesarían territorio controlado por el enemigo. A Boston sólo acudiría Nicholas y un hombre de confianza de Morris, Tench Francis. El «financiero de la Revolución» insistió en el hecho de que llevar un gran contingente para proteger el dinero llamaría la atención. Una vez llegados a Boston, contratarían hombres que les servirían de escolta, pero siempre bajo la apariencia de simples colonos. El viaje fue largo y cansado, pero no tuvieron ningún encuentro desagradable. El preciado cargamento llegó a Filadelfia el 6 de noviembre de 1781. Tres meses después, el banco ya estaba plenamente operativo.