Cabezas - Rubén Darío - E-Book

Cabezas E-Book

Darío Rubén

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Beschreibung

Colección de semblanzas hechas por Rubén Darío en forma de pequeña descripción de personajes relevantes en diferentes campos: pensadores, políticos, artistas y novelistas coetáneos del autor.-

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Rubén Darío

Cabezas

 

Saga

CabezasCover image: Shutterstock Copyright © 1890, 2020 Rubén Darío and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726551280

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PENSADORES Y ARTISTAS

HOMENAJE A MENENDEZ PELAYO

27 de diciembre de 1899.

Ha reanudado Menéndez Pelayo la serie de conferencias que desde hace algún tiempo da en el Ateneo, sobre un tema que no puede ser más apropiado para sus admirables facultades: “Los grandes polígrafos españoles”. No posee el célebre humanista facultades oratorias; pero en la lección, su voz resonante y enérgica vence toda dificultad. El auditorio le escucha siempre con interés y provecho, aunque la concurrencia no sea en ocasiones tan numerosa como se debía esperar, supuestas la autoridad y la gloria del maestro.

Menéndez Pelayo está reconocido, fundadamente, como el cerebro más sólido de la España de este siglo; y en la historia de las letras humanas pertenece a esa ilustre familia de sacerdotes del libro de que han sido ornamento los Erasmos y los Lipsios. Aun físicamente, al ver el retrato grabado por Lemus, he creído reconocer la figura del gran rotterdamense profanada por la indumentaria de nuestro tiempo. Y cuando en la conversación amistosa escucho sus conceptos, pienso en un caso de prodigiosa metempsícosis, y juzgo que habla por esos labios contemporáneos el espíritu de uno de aquellos antiguos ascetas del estudio, que olvidara por un momento textos griegos y comentarios latinos. Es difícil encontrar persona tan sencilla, dueña de tanto valer positivo; viva antítesis del pedante, archivo de amabilidades: pronto para resolver una consulta, para dar un aliento, para ofrecer un estímulo. Posee una biblioteca valiosísima, allá en Santander, lugar de su nacimiento y donde pasa los veranos. Ha poco ha muerto su padre, que llevaba el mismo nombre suyo, y que era un notable profesor de Matemáticas. Tiene un hermano, don Enrique, doctor en Medicina y aficionado a los versos. En Madrid, como en Santander, es don Marcelino un formidable trabajador. Aquí dirige la Biblioteca Nacional, y publica muy eruditos estudios en la Revista de Bibliotecas y Museos; dirige la edición académica monumental de las obras de Lope de Vega; mantiene activa correspondencia con sabios extranjeros; da sus lecciones en la Universidad y sus conferencias en el Ateneo, que luego formarán una de sus obras más importantes; en resumen, es un raro ejemplo de laboriosidad y de potencia mental, y, como en los años de su juventud, tiene una memoria incomparable y un entusiasmo que constituye la parte más simpática y hermosa de su talento.

Acaban de ofrecerle un justo homenaje unos cuantos sabios y eruditos humanistas, con motivo de cumplir veinte años de profesorado. El homenaje lo forman dos gruesos volúmenes llenos de muy curiosas investigaciones y estudios: inmejorable regalo para el obsequiado. Los nombres de los que ofrecen tal muestra de admiración al ilustre español son autoridades entre los estudiosos. De sentir es que entre ellos no aparezca ningún representante de la América española. En cambio, uno de los mejores trabajos ha sido escrito por un profesor de Pensilvania. Haré una ligera reseña de lo que contienen estos respetables tomos.

El prólogo ha sido escrito por don Juan Valera. Nadie mejor que él podría llenar la tarea. Amigo de Menéndez Pelayo desde los primeros pasos intelectuales de éste, ha sido uno de los que más han contribuído a las victorias logradas por quien ocupó un sillón de la Real Academia a los veintidós años. Traza, pues, un retrato exacto y animado del querido discípulo y compañero, al mismo tiempo que nos presenta un cuadro del decaimiento de la cultura española y lo mucho que ha hecho y hace el autor de las Ideas estéticas y de Los heterodoxos por colocar en su verdadero punto muchos elementos de gloria nacional olvidados por los propios y negados por los extraños. “Fuerza es confesar, por desgracia —dice Valera—, que España está, en el día, profundamente decaída y postrada. Su regeneración requiere, sin duda, un gran poder político, sabio y enérgico, ejercido con voluntad de hierro y con inteligencia poderosa y serena; pero tal vez antes de esto, y para orientarse, y para descubrir amplio horizonte, y para abrir ancho y recto camino, se requiere que formemos de nosotros mismos menos bajo concepto, y no nos vilipendiemos, sino que nos estimemos en algo, siendo la estimación, no infundada y vaga, sino conforme con la verdadera exactitud, y sin recurrir a gastados y pomposos ditirambos y a los recuerdos, que hoy desesperan más que consuelan, de Lepanto, San Quintín, Otumba y Pavía. Aunque me repugna emplear frases pomposas, que hacen el estilo declamatorio y solemne, no atino a explicar mi pensamiento sino diciendo que don Marcelino Menéndez y Pelayo ha venido a tiempo a la vida y ricamente apercibido y dotado de las prendas conducentes para cumplir, hasta donde pueda cumplirla un solo hombre, la misión anteriormente indicada, para invocar sin vaguedad y sin exageraciones nuestra importancia en la historia del pensamiento humano, y para señalar el puesto que nos toca ocupar en el concierto de los pueblos civilizadores, concierto del que formamos parte desde muy antiguo y del que no merecemos que se nos excluya. La misión, pues, de don Marcelino, ya que nos atrevemos a llamarla misión, no es puramente literaria, sino que tiene mayor amplitud y trascendencia.”

El tomo primero del homenaje lo inicia el conocido hispanista francés Alfred Morel-Fatio, publicando unas cuantas cartas, correspondencia interesante entre el famoso bibliotecario de Colbert e historiador Etienne Baluze y el marqués de Mondéjar. El marqués escribe en castellano, y Baluze en latín. Baluze se excusa de no corresponder en lengua española: “Hoc ideo dico, Excellentissime Domine, ut accipias excusationem meam, quod ad humanissimas et elegantissimas litteras tuas non respondeo eadem lingua qua scriptae sunt”. Y el marqués le contesta: “Me sucede lo mismo a mí con el latino que a usted con el español, entorpeciéndonos igualmente a entrambos la falta del uso”. Los conceptos de esta correspendencia se refieren a envíos de datos y libros, a cambio de noticias entre eruditos estudiosos, y si el marqués es dignamente admirativo y afectuoso con su amigo parisiense, Baluze no le escatima las más elegantes frases latinas de cumplimiento y reverencia.

Un inglés, muy conocedor de letras castellanas, James Fitzmourice-Kelly, trata sobre Un hispanófilo inglés del siglo XVII. Este fué Leonardo Digges, probable amigo de Shakespeare y Ben Jonson y traductor del Poema trágico del español Gerardo y desengaño del amor lascivo. Y M. Leo de Rouanet, que ha traducido al francés algo del teatro español, se ocupa de un auto inédito de Valdivieso, existente en ía Biblioteca Nacional de Madrid. El señor Luanco logra demostrar que el libro de la Clavis Sapientiae, tenido por obra de Don Alfonso el Sabio, no es de dicho Rey, con todo y estar probada su afición a estudios herméticos. El señor Cotarelo, cuyos trabajos de erudición son tan meritorios —especialmente, entré otros, sus páginas sobre don Enrique de Villena—, habla de los traductores castellanos de Molière, Siento que a una labor tan completa hayan faltado en absoluto noticias referentes a traducciones hispanoamericanas, que de algunas piezas las hay buenas, como la del Misántropo, por el centroamericano Gavidia.

Ernesto Mérimée, sobrino del autor de Co-lomba, y profesor, creo que en Tolosa de Francia, ha contribuído con un Ramillete de flores poéticas de Alejandro de Luna, que se encuentra en la Biblioteca Municipal de Moutauban. Este De Luna es un autor hasta hoy completamente desconocido, y el descubrimiento de M. Mérimée parece de muy relativa importancia.

El músico Pedrell hace un paralelo entre Palestrina y Victoria, maestro de capilla eminente, contemporáneo del célebre italiano. El Padre Blanco García, conocido por su obra sobre literatura española e hispanoamericana, rectifica algunos datos biográficos de Fray Luis de León. Un erudito italiano, Benedetto Croce, aporta un valioso contingente a la literatura cervantina, con sus Due Illustrazioni al Viaje del Parnaso, del Cervantes. Y el señor Estelrich, autor de un notable libro sobre la poesía italiana en España, escribe un estudio acerca de los traductores castellanos de las poesías líricas de Schiller. Arturo Farinelli inserta, en castellano, una notable disquisición respecto al origen del Convidado de Piedra. Es de admirar el caudal de conocimientos de este extranjero en lo referente a letras castellanas. Además es un verdadero políglota, y escribe con igual corrección en español, italiano y alemán. El señor Apraiz, cervantista afanoso, enriquece con varias curiosidades el estudio y culto del autor nacional. El señor Franquesa y Gómez se ocupa de una comedía inédita, sobre el tema de Don Juan Tenorio, de don Alonso de Córdoba Maldonado.

Mario Schiff contribuye, en francés, con algo que es de verdadera “sensación” para los eruditos, y en especial para los dantistas. El general Mitre, de seguro tendrá en el asunto gran interés. Se trata nada menos que del hallazgo, en la Biblioteca Nacional de Madrid, de la primera traducción de la Divina Comedia al castellano, la de don Enrique de Villena, cuyo manuscrito habían considerado perdido investigadores como Amador de los Ríos, el mismo Menéndez Pelayo, Cotarelo y, antes de ellos, Pellicer. El señor Schiff, entre los papeles de la colección Osuna, en la Biblioteca, encontró dicho manuscrito. Este consta de CCVIII hojas de papel; contiene la Divina Comedia en italiano, escrita en Italia, y probablemente en Florencia; el explicit del Paraíso tiene la fecha de 10 de noviembre de 1354.

El Infierno tiene al margen muchos comentarios latinos, pocos el Purgatorio, ninguno el Paradiso. También al margen, está la versión española, en prosa; según Schiff, la misma mano que escribió los comentarios escribió la traducción. Por lo demás, la letra del marqués de Santillán se reconoce en notas marginales y apostillas. El traductor es de una fidelidad que llega al calco; con los elementos de entonces, el marqués de Santillana tenía la misma “teoría del traductor” del general Mitre. Es una versión la suya al pie de la letra; y a veces la prosa sigue el ritmo del verso y aun el consonante. Como curiosidad, copiaré algo del canto primero:

“Principia el actor Dante:

”1. En el medio del camino de nuestra vida, me fallé por una espesura o silva de árboles oscura, en do el derecho camino estaba amatado. ”2. E quanto a dezir quál era es cosa dura, esta selva salvaje áspera e fuerte, que pensando en ella renueva mi miedo. ”3. Tanto era amargo, que poco más es la muerte; mas por contar del bien que yo en ella fallé, diré de las otras cosas que a mi ende fueron descubiertas.”

Y más adelante:

“27. Pues eres tú aquel Virgilyo y aquella fuente que espandyo de fablar tan largo río, respondí yo a él con vergonosa fruente. ”28. O de los otros poetas honor e lumbre. Válame agora el luengo estudio e gran amor que me fiz buscer los tus libros. ”29. Tú eres el mi maestro y el mi actor, tú eres sólo aquel del qual yo tomé el fermoso estilo que ma fecho honor.”

Y en el pasaje de Ugolino:

“1. La boca se levantó de la fiera viendo aquel pecador...”, etc.

Algunas veces, la mala copia del escribiente italiano hace cometer a don Enrique de Villena equivocaciones, y traduce una cosa por otra. Pero, en todo caso, su traducción es de un inmenso precio, no solamente para los eruditos, sino también para los críticos y poetas. Allí se ve el verdadero valor de ciertas palabras correspondientes a la expresión dantesca, y la necesidad de emplear hoy ciertos arcaísmos eficaces para transparentar la fuerza o la gracia del divino poema.

Pero dejaré para otra carta algunos de los principales trabajos de que consta el homenaje a Menéndez Pelayo, pues hablar de todos es poco menos que imposible, en el espacio de que dispongo y dada la índole de estas informaciones.

Sobresalen en el copioso homenaje a Menéndez Pelayo otros trabajos de importancia. Con una corta introducción en latín, publica el sabio Boehmer cuarenta cartas de Alonso de Valdés, todas inéditas: Alfonsi Valdesii litteras XL ineditas—Marcellino, Immo Marcello—De vicennalibus cathedrae gratulabundus — Trans partium fines offert—E clara valle Getmanie Eduardos Boehmer. Es un verdadero regalo de erudito. Algo inédito, aunque de un valor relativo, ofrece el señor Serrano y Sanz: dos canciones de Cervantes, que no tienen otro mérito que la procedencia y el haber sido escritas en ocasión famosa, cuando la pérdida de la Armada, Comienza la primera:

Vate fama veloz las prestas alas,

rompe del Norte las cerradas nieblas,

aligera los pies, llega y destruye

el confuso rumor de nuevas malas,

y con tu luz desparce las tinieblas

del crédito español que de ti huye, etc.

Y la segunda:

Madre de los valientes de la guerra,

archivo de católicos soldados,

crisol donde el amor de Dios se apura,

tierra donde se ve que el cielo entierra

los que han de ser al cielo trasladados

por defensores de la fe más pura, etc.

Persona de mucha erudición es el señor don Ramón Menéndez Pidal, uno de los organizadores del homenaje. Contribuye con nutridas notas para el Romancero del conde Fernán González, y da la agradable noticia de que en breve tratará tan imporante materia el insigne don Marcelino.

Un arabista de nota, don Francisco Pons, trata de dos obras importantísimas del polígrafo árabe Aben Haza. La una lleva por título: Collar, de la paloma acerca del amor y los enamorados, y es —nos dice el expositor— una guía completa de estrategia erótica para cuantos aspiran a los lauros del triunfo en las contiendas amorosas. El único ejemplar que hoy se conoce de dicha obra se halla en la biblioteca de la Universidad de Leyden. La otra es el Libro de las Religiones y de las Sectas.

Es muy alabado entre autoridades competentes el trabajo que aporta don Eduardo Hinojosa: El Derecho en el Poema del Cid. Es curiosa labor, y se necesita, ciertamente, gran paciencia de estudioso y amor a estas disciplinas para realizarla. En ella están expuestos los episodios del Poema que se relacionan con el Derecho, y se estudia la obra toda en lo que tiene que ver con lo jurídico.

Don Cristóbal Pérez Pastor comunica datos desconocidos para la Vida de Lope de Vega. Ellos vienen a aumentar los que el mismo Menéndez Pelayo descubriera no ha mucho, y que, según dicen, le pusieron en conflicto con la Real Academia. Parece que Lope resulta varón demasiado alegre en su vida privada, y el director de la edición monumental de sus obras cree que todo debe publicarse, así el ilustre fraile aparezca un poco galeoto y otro poco libidinoso. El conde de la Viñaza nos habla de dos libros inéditos del maestro Gonzálo Correas, autor de que trata escasamente Nicolás Antonio en su Bibliotheca Hispana Nova. Se trata de un eminente estudioso, tocado de reforma ortográfica, y antecesor, por lo tanto, del distinguido señor Kabezón, de Valparaíso, como se verá por esta cita: “De la arte mía Griega ia se tiene esperienzia en esta universidad: aora va mexorada i en romanze i kon la perfeta ortografía kastellana...”

De otra obra inédita escribe la señora Michaelis de Vasconcellos, escritora portuguesa. Es un manuscrito perteneciente a la biblioteca del señor Fernando Palha: Tragedia de la insigne reyna doña Isabel, por el condestable don Pedro de Portugal. La eminente lusitana prueba su largo saber y su fineza de criterio en sus observaciones y comentarios al valioso códice cuatrocentista. Un buen estudio es el de Toribio del Campillo acerca del Cancionero de Pedro Marcuello: es un homenaje, al mismo tiempo, al sapiente y laborioso aragonés Latassa, que enalteciera tanto las letras en su región. Cierra el primer volumen don Juan García, tratando de antigüedades montañesas, aborígenes, cuevas, dólmenes y etimologías de la provincia en que se asienta Santander.

La duquesa de Alba es muy amiga de Menéndez Pelayo. Supo ella que se trataba de este homenaje, y alentó al señor Paz y Melia para que ampliase un estudio comenzado sobre la Biblia llamada de la Casa de Alba, o sea la traducción hecha por Rabí Mosé Arragel de Guadalfajara. La versión fué hecha por pedído del maestre de Calatrava don Luis de Guzmán. El señor Paz y Melia narra, apoyado en curiosa documentación, la génesis de la obra y los afanes del judío traductor, que no se resolvió a llevar a término su empresa sino casi obligado por el señor cuyo vasallo era. Es de inestimable mérito este estudio bibliográfico, y habría sido de gran valor para el bibliógrafo que en una sabía revista francesa acaba de publicar una monografía acerca de Las Biblias españolas.

Llaman “el Menéndez Pelayo de Cataluña” a don Antonio Rubio y Lluch, eminente amigo mío, de quien hace algunos años hablé en La Nación, con motivo de sus traducciones de novelas griegas contemporáneas. Hay, en efecto, entre ambos muchos puntos de semejanza. Los dos, compañeros en los primeros estudios, han tenido igual tesón en sus preferidas tareas; los dos han seguido idénticos rumbos; los dos son ortodoxos y conservadores; los dos, profesores de Universidad, y los dos poseen dotes cordiales y de carácter que les hacen ser queridos por compañeros, discípulos y amigos. Rubio ha querido esta vez ofrendar a su ilustre colega un estudio sobre la lengua y cultura catalanas en Gracia en el siglo XIV. La preparación de Rubio en tal asunto puede asegurarse que es única. Conoce, entre otras cien cosas, admirablemente, el griego antiguo y el griego moderno: ha dedicado largos años de su vida a profundizar sus investigaciones en archivos y bibliotecas nacionales y extranjeros, y su reciente viaje a Grecia es una conmovedora odisea en la historia de su vida tranquila y laboriosa. He oído la narración de sus propios labios, cuando, al pasar por Barcelona, tuve el gusto de recibir su amable visita. Cuando le vi entrar, no le reconocí. Está casi ciego, y ésta es la parte trágica del episodio. Contóme cómo había realizado un viaje a su amada Hélade, enviado por la Diputación provincial barcelonesa. Iba lleno de ideas y de bellos sueños artísticos, y con la ardiente voluntad de dedicarse a sus duras labores de investigación en los archivos atenienses, cuando, al llegar, repentinamente, sin causa reconocida, siente que todo se le hace sombra, ¡que está ciego! Volvió a su patria, y pudo ver escasamente, con un ojo; y así, cuando más necesitaba de luz, volvió a Grecia, trabajó allá con inaudito valor, a riesgo de quedar definitivamente ciego; recogió los datos que pudo, y retornó a Barcelona, en donde, poco a poco, lleva a cabo la obra monumental que ha de ser, entre las suyas, la que más contenga de su inteligencia y de sus probados esfuerzos. Un corto fragmento de esa obra, según tengo entendido, es lo que en el homenaje aparece ofrecido a su fraternal amigo Marcelino.

Si no existen en España Sociedades como las dantescas en Italia y las shakespearianas en Inglaterra, individualmente, el cervantismo tiene muchos cultivadores. Hubo un tiempo en que los comentarios y exégesis del Quijote y los temas referentes a Cervantes llegaron a convertirse en inocente manía.

No pertenece a ese género la contribución del señor Eguilaz Yanguas, notas etimológicas que aclaran y explican algunas palabras usadas por el autor del Ingenioso Hidalgo. Muchos conocimientos lingüísticos revela el señor Eguilaz; pero no he podido menos que recordar a mi querido amigo el doctor Holmberg, en su célebre arenga sobre la filología del profesor Calandrelli, cuando el erudito español afirma muy seriamente que la palabra ajedrez se deriva de la voz sánscrita chaturanga.

El ilustre Federico Wolff envía desde Suecia un capítulo sobre las Rimas de Juan de la Cueva, primera parte; y ofrece a su “querido colega” una canción inédita del desventurado poeta. J. de Hann, desde el colegio de Bryn Mawr, en Pensilvania, escribe con erudición insuperable, y en un castellano castizo, sobre un tema que en la misma Península apenas cuenta en lo moderno con las páginas documentadas de Cotarelo y los escritos antropológicos de Saiillas. Míster Hann diserta sobre Picaros y Ganapanes.

Se ocupa, en un notable estudio, de la filosofía de Raimundo Lulio don Julián Ribera, relacionando los orígenes de las doctrinas del célebre mallorquín con los trabajos análogos de un filósofo árabe, Mohidin, sobre el cual discurre dilatadamente, también en este mismo volumen, don Miguel Asín. Extensa es asimismo la monografía del señor Lomba sobre el rey Don Pedro en el teatro, y de un mérito aquilatado entre eruditos lo que ha remitido el insigne Hübner acerca de los más antiguos poetas de la Península. Es de llamar la atención cómo demuestra este sabio que el nacimiento no significa nada para la nacionalización de un hombre ilustre. Séneca, Quintiliano, Pomponio Mela, Columela y Marcial, naturales de España, no son españoles, sino romanos. Un autor inglés —dice— nacido casualmente en Bombay o en Calcuta no forma parte de la literatura india. Así, en nuestros días, José María de Heredia es un poeta francés y no cubano, o hispanoamericano. Hübner se refiere en su trabajo, pues, a los poetas que en lo antiguo escribieron en tierra española, y cita dísticos o composiciones más largas, latinas, que ha copiado de epitafios y otras inscripciones.

El doctor don Roque Chabas, canónigo de ía catedral de Valencia, demuestra, con documentos irrefragables, que la condenación de las obras de Amoldo de Vilanova fué hecha con injusticia, apasionadamente y con violación de las prescripciones canónicas. No es la primera vez que el doctor Chabas se ocupa en el famoso teólogo, de quien dice Menéndez Pelayo que es “varón de los más señalados en nuestra historia científica y aun en la general de la Edad Medía”. Ya antes había publicado, en el Boletín de la Real Academia de la Historia, el testamento de Amoldo, de lo que habló el Journal des Savant. El doctor Chabas es espejo de constancia y laboriosidad en tan difíciles empresas; pero su talento y su buena suerte le hacen lograr verdaderos triunfos, como el hallazgo que acaba de tener. Es algo de tal importancia, que ha de hacer mucho ruido en el mundo de las Academias y de los eruditos y trabajadores de la Historia. La Nación es el primer periódico que da la noticia, pues en la Península no se ha publicado aún nada a este respecto. El doctor Chabas ha encontrado en un archivo valenciano —creo que en el de la Metropolitana— hasta unas cuarenta cartas de la familia Borgia, o Borja, en tiempo del pontificado de Alejandro VI. El texto de ellas vendria a afirmar de nuevo la exactitud de la singular vida de sensualidad y de escándalo que imperaba en la Corte vaticana y en la familia que produjo al duque de Gandía y al raro César, tan maravillosamente retratado en versos de Verlaine. Quedará, pues, por tierra toda la labor de Gregorovíus, lo que no es poco. Hay una carta, de un picor especial, en que Lucrecia, donna Lucrecia, comunica que “papá” está enojado, porque el joven César no se preocupa mucho de cumplir con sus obligaciones nupciales... Y otras de un inestimable precio.

Me han dicho que el obispo de Valencia quiso prohibir al doctor Chabas la publicación de tan reveladores documentos. Este se dirigió al cardenal Sancha exponiéndole el caso, e igual cosa hizo con el Padre Santo. Tanto su eminencia como León XIII, le han autorizado, según tengo entendido, para que haga la publicación, estimando que ello no trae consigo ningún menoscabo a la religión y a la verdadera fe y moral cristianas. Ambos han demostrado con esto que estamos ya muy lejos de cuando un fundador de Universidad, el gran cardenal Xíménez Cisneros, mandaba quemar códices árabes, como Zumárraga códices mejicanos.

Pío Rajna contribuye con algunas observaciones topográficas sobre la Chanson de Roland, escritas en italiano: largamente se ocupa de la jurisdicción apostólica en España y el proceso de don Antonio Covarrubías D. P. de Hinojosa; y Antonio Restori envía desde Italia un curioso y ameno escrito acerca de un cuaderno de poesías españolas, que perteneció a donna Ginevra Bentivoglio. Casi un verdadero libro dedica el señor Rodríguez Villa a don Francisco de Mendoza, almirante de Aragón. El marqués de Jerez envía a su amigo Menéndez Pelayo unas cuantas papeletas bibliográficas. Don Juan Catalina García escribe sobre el segundo matrimonio del primer marqués del Cenete, cuya narración es de tal manera interesante, que parece la fabulación intrincada y sentimental de una novela, con el aditamento de detalles ultranaturalistas que claman por el latín. Otro escritor italiano, Alfonso Miola, diserta sobre Un Cancionero manoscritto brancacciano. Muy importante para arqueólogos y estudiosos de Historia es el tratado de Iliberis, o examen de los documentos históricos genuinos iliberitanos, por el Sr. Berlanca. El Sr. Rodríguez Marín se refiere a Cervantes y la Universidad de Osuna, en un copioso escrito. Don Pedro Roca ha ofrecido una muy erudita monografía sobre el origen de la Academia de Ciencias; y don José María de Pereda cierra pintorescamente esta fuerte labor de sabios con una narración: De cómo se celebran todavía las bodas en cierta comarca montañosa enclavada en un repliegue de lo más enriscado de la cordillera.

Tal ha sido el regalo que se ha hecho, a los veinte años de cátedra, al moderno Erasmo español, a quien bien sienta el caluroso elogio de Justo Lípsio: O magnus decum hispanorum!