Camino de perfección - Santa Teresa de Jesús - E-Book

Camino de perfección E-Book

Santa Teresa de Jesús

0,0
0,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung


Apenas iniciada la reforma del Carmelo, empuña Teresa de Jesús la pluma para resumir a sus Trece pobrecitas el ideal de la Descalcez. Así nace Camino de perfección, sus amigos censores se asustan al ver la libertad de espíritu que reflejan algunos pasajes sobre todo los que se refieren a la penosa situación de la mujer en aquel momento, y las múltiples tachaduras que hacen en el original obligan a la madre Teresa a reescribir el libro. María Jesús Mancho, profesora de la Universidad de Salamanca, ofrece por primera vez, en esta edición, las dos redacciones. El lector puede de este modo contemplar en vivo todo el proceso de creación y descubrir el trasfondo histórico de una de las obras más conmovedoras de la literatura española

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Santa Teresa de Jesús

CAMINO DE PERFECCIÓN

Traducido por Carola Tognetti

ISBN 978-88-3295-412-8

Greenbooks editore

Edición digital

Septiembre 2019

www.greenbooks-editore.com

ISBN: 978-88-3295-412-8
Este libro se ha creado con StreetLib Writehttp://write.streetlib.com

Indice

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

​Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

​Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Prólogo

1. Sabiendo las hermanas de este monasterio de San José cómotenía licencia del padre Presentado, fray Domingo Bañes, de la orden del glorioso Santo Domingo, que al presente es mi confesor, para escribir algunas cosas de oración, en que parece podré atinar por haber tratado con muchas personas espirituales y santas, me han tanto importunado les diga algo de ella, que me he determinado a obedecerlas, viendo que el amor grande que me tienen puede hacer más acepto lo imperfecto, y por mal estilo que yo les dijere, que algunos libros que están muy bien escritos de quien sabía lo que escribe. Y confío en sus oraciones, que podrá ser por ellas el Señor se sirva acierte a decir algo de lo que al modo y manera de vivir que se lleva en esta casa conviene. Y, si fuere mal acertado, el padre Presentado, que lo ha de ver primero, lo remediará o lo quemará, y yo no habré perdido nada en obedecer a estas siervas de Dios, y verán lo que tengo de mí cuando Su Majestad no me ayuda.

2. Pienso poner algunos remedios para algunas tentaciones menudasque pone el demonio, que, por serlo tanto, por ventura no hacen caso de ellas, y otras cosas, como el Señor me diere a entender y se me fueren acordando, que, como no sé lo que he de decir, no puedo decirlo con concierto y creo es lo mejor no llevarle, pues es cosa tan desconcertada hacer yo todo esto. El Señor ponga en todo lo que hiciere sus manos, para que vaya conforme a su santa voluntad, pues son éstos mis deseos siempre, aunque las obras tan faltas como yo soy.

3. Sé que no falta el amor y deseo en mí para ayudar en lo que yopudiere para que las almas de mis hermanas vayan muy adelante en el servicio del Señor; y este amor, junto con los años y experiencia que tengo de algunos monasterios, podrá ser aproveche para atinar en cosas menudas más que los letrados, que, por tener otras ocupaciones más importantes y ser varones fuertes, no hacen tanto caso de cosas que, en sí, no parecen nada; y a cosa tan flaca como somos las mujeres todo nos puede dañar, porque las sutilezas del demonio son muchas para las muy encerradas, que ven son menester armas nuevas para dañar. Yo, como ruin, me he sabido mal defender y, así, querría escarmentasen mis hermanas en mí. No diré cosa que, en mí o por verla en otras, no la tenga por experiencia.

4. Pocos días ha, me mandaron escribiese cierta relación de mi vida,adonde también traté algunas cosas de oración. Podrá ser no quiera mi confesor le veáis y, por esto, pondré aquí alguna cosa de lo que allí va dicho y otras que también me parecerán necesarias. El Señor lo ponga por su mano, como le he suplicado, y lo ordene para su mayor gloria, amén.

Capítulo 1

De la causa que me movió a hacer con tanta estrechura este monasterio

1. Al principio que se comenzó este monasterio a fundar -por lascausas que en el libro que digo tengo escrito están dichas con algunas grandezas del Señor, en que dio a entender se había mucho de servir en esta casa-, no era mi intención hubiese tanta aspereza en lo exterior ni que fuese sin renta, antes quisiera hubiera posibilidad para que no faltara nada; en fin, como flaca y ruin; aunque algunos buenos intentos llevaba más que mi regalo.

2. En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y elestrago que habían hecho los luteranos y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Me dio gran fatiga y, como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Me parecía que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es que, pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que esos fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por Él se determina a dejarlo todo; y que, siendo tales cuales yo las pintaba en mis deseos, entre sus virtudes no tendrían fuerza mis faltas y podría yo contentar en algo al Señor; y que, todas ocupadas en oración por los que son defendedores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a los que ha hecho tanto bien, que parece le querrían tomar ahora a la cruz estos traidores y que no hubiese adonde reclinar la cabeza.

3. ¡Oh, Redentor mío, que no puede mi corazón llegar aquí sinfatigarse mucho! ¿Qué es esto ahora de los cristianos? ¿Siempre ha de ser los que más os deben los que os fatiguen? A los que mejores obras hacéis, a los que escogéis para vuestros amigos, entre los que andáis y comunicáis por los sacramentos, ¿no están hartos de los tormentos que por ellos habéis pasado?

4. Por cierto, Señor mío, no hace nada quien ahora se aparta delmundo. Pues a Vos os tienen tan poca ley, ¿qué esperamos nosotros? ¿Por ventura merecemos nosotros mejor nos la tengan? ¿Por ventura les hemos hecho mejores obras para que nos guarden amistad? ¿Qué es esto? ¿Qué esperamos ya los que por la bondad del Señor estamos sin aquella roña pestilencial? Que ya aquéllos son del demonio. ¡Buen castigo han ganado por sus manos y bien han granjeado con sus deleites fuego eterno! ¡Allá se lo hayan! Aunque no me deja de quebrar el corazón ver tantas almas como se pierden; mas del mal no tanto.

Querría no ver perder más cada día.

5. ¡Oh, hermanas mías en Cristo! Ayudadme a suplicar esto alSeñor, que para eso os juntó aquí; éste es vuestro llamamiento, éstos han de ser vuestros negocios, éstos han de ser vuestros deseos, aquí vuestras lágrimas, éstas vuestras peticiones. No, hermanas mías, por negocios del mundo; que yo me río y aun me congojo de las cosas que aquí nos vienen a encargar supliquemos a Dios: de pedir a Su Majestad rentas y dineros, y algunas personas que querría yo suplicasen a Dios los repisasen todos ellos. Buena intención tienen y, en fin, se hace por ver su devoción, aunque tengo para mí que en estas cosas nunca me oye.

Se está ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo como dicen-, pues le levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia por el suelo, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que por ventura, si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia.

6. Por cierto que, si no mirase a la flaqueza humana, que seconsuela que las ayuden en todo -y es bien si fuésemos algo-, que holgaría se entendiese no son éstas las cosas que se han de suplicar a Dios con tanto cuidado.

Capítulo 2

Que trata cómo se han de descuidar de las necesidades y del bien que hay en la pobreza

1. No penséis, hermanas mías, que por no andar a contentar a los delmundo os ha de faltar de comer, yo os aseguro. Jamás por artificios humanos pretendáis sustentaros, que moriréis de hambre, y con razón. Los ojos en vuestro Esposo; Él os ha de sustentar; contento Él, aunque no quieran, os darán de comer los menos vuestros devotos, como lo hemos visto por experiencia. Si, haciendo vosotras esto, muriereis de hambre, ¡bienaventuradas las monjas de San José! Esto no se os olvide, por amor del Señor; pues dejáis la renta, dejad el cuidado de la comida; si no, todo va perdido. Los que quiere el Señor que la tengan, tengan enhorabuena esos cuidados, que es mucha razón pues es su llamamiento; mas nosotras, hermanas, es disparate.

2. Cuidado de rentas ajenas, me parece a mí, sería estar pensando enlo que los otros gozan; sí, que por vuestro cuidado no muda el otro su pensamiento, ni se le pone deseo de dar limosna. Dejad ese cuidado a quien los puede mover a todos, que es el Señor de las rentas y de los renteros. Por su mandamiento venimos aquí; verdaderas son sus palabras, no pueden faltar; antes faltarán los cielos y la tierra. No le faltemos nosotras, que no hayáis miedo que falte; y, si alguna vez os faltare, será para mayor bien, como faltaban las vidas a los santos, cuando los mataban para el Señor, y era para aumentarles la gloria por el martirio. Buen trueco sería acabar presto con todo y gozar de la hartura perdurable.

3. Mirad, hermanas, que va mucho en esto, muerta yo, que para estoos lo dejo escrito; que mientras yo viviere os lo acordaré, que por experiencia veo la gran ganancia: cuando menos hay, más descuidada estoy; y sabe el Señor que, a mi parecer, me da más pena cuando mucho sobra que cuando nos falta; no sé si lo hace. Como ya tengo visto, nos lo da luego el Señor. Sería engañar el mundo otra cosa: hacernos pobres no siéndolo de espíritu, sino en lo exterior. Conciencia se me haría -a manera de decir- y me parecería pedir limosna las ricas, y plega a Dios no sea así, que adonde hay estos cuidados demasiados de que den, una vez u otra se irán por la costumbre, o podrían ir y pedir lo que no han menester, por ventura a quien tiene más necesidad; y, aunque ellos no pueden perder nada, sino ganar más, nosotras perderíamos. No plega a Dios, mis hijas. Cuando esto hubiera de ser, más quisiera tuvierais renta. 4. En ninguna manera se ocupe en esto el pensamiento, os pido, por amor de Dios, en limosna; y la más chiquita, cuando esto entendiese alguna vez en esta casa, clame a Su Majestad y acuérdelo a la mayor; con humildad le diga que va errada; y lo va tanto, que poco a poco se va perdiendo la verdadera pobreza. Yo espero en el Señor no será así ni dejará a sus siervas; y para esto, aunque no sea para más, aproveche esto que me habéis mandado escribir por despertador.

5. Y crean, mis hijas, que para vuestro bien me ha dado el Señor unpoquito a entender los bienes que hay en la santa pobreza; y las que lo probaren lo entenderán, quizá no tanto como yo; porque no sólo no había sido pobre de espíritu, aunque lo tenía profesado, sino loca de espíritu. Ello es un bien que todos los bienes del mundo encierra en sí; es un señorío grande; digo que es señorear todos los bienes de él otra vez a quien no se le da nada de ellos. ¿Qué se me da a mí de los reyes y señores, si no quiero sus rentas, ni de tenerlos contentos, si un tantito se atraviesa haber de descontentar en algo por ellos a Dios? ¿Ni qué se me da de sus honras, si tengo entendido en lo que está ser muy honrado un pobre, que es en ser verdaderamente pobre?

6. Tengo para mí que honras y dineros casi siempre andan juntos, yque quien quiere honra, no aborrece dineros, y que quien los aborrece, que se le da poco de honra. Entiéndase bien esto, que me parece que esto de honra siempre trae consigo algún interés de rentas o dineros, porque por maravilla hay honrado en el mundo, si es pobre; antes, aunque lo sea en sí, le tienen en poco. La verdadera pobreza trae una honraza consigo que no hay quien la sufra; la pobreza que es tomada por solo Dios, digo, no ha menester contentar a nadie sino a Él; y es cosa muy cierta, en no habiendo menester a nadie, tener muchos amigos; yo lo tengo bien visto por experiencia.

7. Porque hay tanto escrito de esta virtud, que no lo sabré yoentender, cuanto más decir, y por no agraviarla en loarla yo, no digo más en ella. Sólo he dicho lo que he visto por experiencia, y yo confieso que he ido tan embebida, que no me he entendido hasta ahora. Mas, pues está dicho, por amor del Señor, pues son nuestras armas la santa pobreza y lo que al principio de la fundación de nuestra orden tanto se estimaba y guardaba en nuestros santos padres (que me ha dicho quien lo sabe, que de un día para otro no guardaban nada), ya que en tanta perfección exterior no se guarde, en lo interior procuremos tenerla. Dos horas son de vida, grandísimo el premio; y cuando no hubiera ninguno, sino cumplir lo que nos aconsejó el Señor, era grande la paga imitar en algo a Su Majestad.

8. Estas armas han de tener nuestras banderas, que de todas lasmaneras lo queramos guardar: en casa, en vestidos, en palabras, y mucho más en el pensamiento. Y mientras esto hicieren, no hayan miedo caiga la religión de esta casa, con el favor de Dios; que -como decía santa Clara- grandes muros son los de la pobreza. De éstos -decía ella- y de humildad quería cercar su monasterio; y a buen seguro, si se guarda de verdad, que esté la honestidad y todo lo demás fortalecido mucho mejor que con muy suntuosos edificios. De esto se guarden, por amor de Dios y por su sangre se lo pido yo; y, si con conciencia puedo decir, que el día que tal hicieren se torne a caer.

9. Muy mal parece, hijas mías, de la hacienda de los pobrecitos sehagan grandes casas. No lo permita Dios, sino pobre en todo y chica. Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa, sino en el portal de Belén adonde nació y la cruz adonde murió. Casas eran éstas adonde se podía tener poca recreación. Los que las hacen grandes, ellos se entenderán; llevan otros intentos santos; mas trece pobrecitas, cualquier rincón les basta. Si, porque es menester por el mucho encerramiento, tuvieren campo -y aun ayuda a la oración y devocióncon algunas ermitas para apartarse a orar, enhorabuena; mas edificios y casa grande ni curioso, nada ¡Dios nos libre! Siempre acordaos se ha de caer todo el día del juicio ¿qué sabemos si será presto?

10. Pues hacer mucho ruido al caerse casa de trece pobrecillas no esbien, que los pobres verdaderos no han de hacer ruido; gente sin ruido ha de ser para que los hayan lástima. Y ¡cómo se holgarán si ven alguno, por la limosna que les ha hecho, librarse del infierno!; que todo es posible, porque están muy obligadas a rogar por ellas muy continuamente, pues os dan de comer; que también quiere el Señor que, aunque viene de su parte, lo agradezcamos a las personas por cuyo medio nos lo da; y de esto no haya descuido.

11. No sé lo que había comenzado a decir, que me he divertido;creo lo ha querido el Señor, porque nunca pensé escribir lo que aquí he dicho. Su Majestad nos tenga siempre de su mano para que no se caiga de ello, amén.

Capítulo 3

Prosigue lo que en el primero comencé a tratar y persuade a las hermanas a que se ocupen siempre en suplicar a Dios

favorezca a los que trabajan por la Iglesia. Acaba con una exclamación

1. Tornando a lo principal, para lo que el Señor nos juntó en estacasa y por lo que yo mucho deseo seamos algo para que contentemos a Su Majestad, digo que, viendo tan grandes males, que fuerzas humanas no bastan a atajar este fuego de estos herejes (con que se ha pretendido hacer gente, para si pudieran, a fuerza de armas, remediar tan gran mal y que va tan adelante), me ha parecido es menester como cuando los enemigos en tiempo de guerra han corrido toda la tierra y viéndose el Señor de ella apretado se recoge a una ciudad, que hace muy bien fortalecer, y desde allí acaece algunas veces dar en los contrarios, y ser tales los que están en la ciudad, como es gente escogida, que pueden más ellos a solas que con muchos soldados, si eran cobardes, pudieron; y muchas veces se gana de esta manera victoria; al menos, aunque no se gane, no los vencen; porque como no haya traidor, si no es por hambre, no los pueden ganar. Acá esta hambre no la puede haber que baste a que se rindan; a morir sí, mas no a quedar vencidos.

2. Mas ¿para qué he dicho esto? Para que entendáis, hermanas mías,que lo que hemos de pedir a Dios es que en este castillito que hay ya de buenos cristianos no se nos vaya ya ninguno con los contrarios; y a los capitanes de este castillo o ciudad los haga muy aventajados en el camino del Señor, que son los predicadores y teólogos; y pues los más están en las Religiones, que vayan muy adelante en su perfección y llamamiento que es muy necesario; que ya ya -como tengo dicho- nos ha de valer el brazo eclesiástico y no el seglar. Y pues para lo uno ni lo otro no valemos nada para ayudar a nuestro Rey, procuremos ser tales que valgan nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de Dios, que con tanto trabajo se han fortalecido con letras y buena vida y trabajado para ayudar ahora al Señor.

3. Podrá ser digáis que para qué encarezco tanto esto y digo hemosde ayudar a los que son mejores que nosotras. Yo os lo diré, porque aún no creo entendéis bien lo mucho que debéis al Señor en traeros adonde tan quitadas estáis de negocios y ocasiones y tratos; es grandísima merced ésta; lo que no están los que digo ni es bien que estén, en estos tiempos menos que en otros, porque han de ser los que esfuercen la gente flaca y pongan ánimo a los pequeños. ¡Buenos quedarían los soldados sin capitanes! Han de vivir entre los hombres y estar en los palacios y aun hacerse algunas veces con ellos en lo exterior. ¿Pensáis, hijas mías, que es menester poco para tratar con el mundo y vivir en el mundo y tratar negocios del mundo y hacerse como he dicho- a la conversación del mundo y ser en lo interior extraños del mundo y enemigos del mundo y estar como quien está en destierro y, en fin, no ser hombres sino ángeles? Porque, a no ser esto así, ni merecen nombre de capitanes, ni permita el Señor salgan de sus celdas, que más daño hará que provecho; porque no es ahora tiempo de ver imperfecciones en los que han de enseñar.

4. Y si en lo interior no están fortalecidos en entender lo mucho queva en tenerlo todo debajo de los pies y estar desasidos de las cosas que se acaban y asidos a las cosas eternas, por mucho que lo quieran encubrir, han de dar señal. Pues ¿con quién lo han, sino con el mundo? No hayan miedo se lo perdone, ni que ninguna imperfección dejen de entender. Cosas buenas, muchas se les pasarán por alto, y aun por ventura no las tendrán por tales; mas mala o imperfecta, no hayan miedo. Ahora yo me espanto quién los muestra la perfección, no para guardarla (que de esto ninguna obligación les parece tienen; harto les parece hacen si guardan razonablemente los mandamientos), sino para condenar, y a las veces lo que es virtud les parece regalo. Así que no penséis es poco favor de Dios para esta gran batalla adonde se meten, sino grandísimo.

5. Para estas dos cosas os pido yo procuréis ser tales quemerezcamos alcanzarlas de Dios: la una, que haya muchos, de los muy muchos letrados y religiosos que hay, que tengan las partes que son menester para esto -como he dicho-, y a los que no están muy dispuestos, los disponga el Señor; que más hará uno perfecto que muchos que no lo estén. La otra, que después de puestos en esta pelea, que -como digo- no es pequeña, los tenga el Señor de su mano para que puedan librarse de tantos peligros como hay en el mundo y tapar los oídos en este peligroso mar del canto de las sirenas. Y si en esto podemos algo con Dios, estando encerradas peleamos por Él, y daré yo por muy bien empleados los trabajos que he pasado por hacer este rincón, adonde también pretendí se guardase esta regla de nuestra Señora y Emperadora con la perfección que se comenzó.

6. No os parezca inútil ser continua esta petición, porque hayalgunas personas que les parece recia cosa no rezar mucho por su alma; y ¿qué mejor oración que ésta? Si tenéis pena porque no se os descontará la pena del purgatorio, también se os quitará por esta oración, y lo que más faltare, falte. ¿Qué va en que esté yo hasta el día del juicio en el purgatorio si por mi oración se salvase sola un alma? ¡Cuanto más el provecho de muchas y la honra del Señor! De penas que se acaban no hagáis caso de ellas cuando interviniere algún servicio mayor al que tantas pasó por nosotros; siempre informaos lo que es más perfecto. Así que os pido, por amor del Señor, pidáis a Su Majestad nos oiga en esto. Yo, aunque miserable, lo pido a Su Majestad, pues es para gloria suya y bien de su Iglesia, que aquí van mis deseos.

7. Parece atrevimiento pensar yo he de ser alguna parte paraalcanzar esto. Confío yo, Señor mío, en estas siervas vuestras que aquí están, que veo y sé que no quieren otra cosa ni la pretenden sino contentaros. Por Vos han dejado lo poco que tenían, y quisieran tener más para serviros con ello. Pues no sois Vos, Criador mío, desagradecido para que piense yo dejaréis de hacer lo que os suplican; ni aborrecisteis, Señor, cuando andabais en el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad.

Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis, o rentas, o dineros, o cosa que sepa a mundo; mas para honra de vuestro Hijo, ¿por qué no nos habéis de oír, Padre eterno, a quien perdería mil honras y mil vidas por Vos? No por nosotras, Señor, que no lo merecemos, sino por la sangre de vuestro Hijo y sus merecimientos.