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En Cantos de vida y esperanza el ritmo desbordante, las metáforas poderosas y el empleo sugestivo, seductor y colorista del lenguaje, se unen en su forma más madura a los descubrimientos métricos y rítmicos de extrema musicalidad. El resultado son poemas sinfónicos. El esteticismo y los temas habituales en Rubén Darío vuelven a aparecer en Cantos de vida y esperanza. Este libro tiene una estructura más madura. Tiene, también, la novedad de presentar algún velado reproche político a las ambiciones estadounidenses en Latinoamérica. Se refiere a la invasión de Panamá en tiempos de Theodore Roosevelt. Su reflexión compara la espiritualidad de España con la depredación materialista de Estados Unidos. Aunque el mismo poeta puntualiza que su interés en estas cuestiones reside en que son muestras de algo «universal». Destacan de este libro, entre otros, los poemas - «Canción de otoño en primavera», - «No obstante…», - «A Phocás el campesino», - «Nocturno» (dos poemas), - «Soneto autumnal al marqués de Bradomín», - «Allá lejos» - y «Lo fatal».En ellos la musicalidad se reduce con un tratamiento impresionista y colorista, con mayor transmisión de emociones más hondamente humanas.
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Seitenzahl: 67
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Rubén Darío
Cantos de vida y esperanza
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Cantos de vida y esperanza.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica ilustrada: 978-84-9007-059-8.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-150-0.
ISBN ebook: 978-84-9816-947-8.
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Créditos 4
Brevísima presentación 9
La vida 9
A Nicaragua A la República Argentina R. D. 11
Prefacio 13
Cantos de vida y esperanza 15
I. Yo soy aquel que ayer no más decía 17
II. Salutación del optimista 23
III. Al rey oscar 27
IV. Los tres reyes magos 29
V. Cyrano en España 31
VI. Salutación a Leonardo 35
VII. Pegaso 39
VIII. A Roosevelt 41
IX. ¡Torres de Dios! ¡Poetas! 43
X. Canto de esperanza 45
XI. Mientras tenéis, oh negros corazones 46
XII. Helios 47
XIII. «Spes» 51
XIV. Marcha triunfal 53
Los cisnes 57
I. Qué signo haces, oh cisne, con tu encorvado cuello 59
II. En la muerte de Rafael Núñez 61
III. Por un momento, ¡oh cisne!, Juntaré mis anhelos 63
IV. ¡Antes de todo, gloria a ti, Leda! 65
Otros poemas 67
Retratos 69
II. Por el influjo de la primavera 71
III. La dulzura del ángelus 73
IV. Tarde del trópico 75
V. Nocturno 77
VI. Canción de otoño en primavera 79
VII. Trébol 83
VIII. «Charitas» 85
IX. No obstante... 87
X. El verso sutil que pasa o se posa 89
XI. Filosofía 91
XII. Leda 93
XIII. Divina Psiquis 95
XIV. El soneto de trece versos 97
XV. ¡Oh, miseria de toda lucha por lo finito! 99
XVI. A Phocas el campesino 101
XVII. ¡Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla 103
XVIII. Un soneto a Cervantes 105
XIX. Madrigal exaltado 107
XX. Marina 109
XXI. Cleopompo y Heliodemo 111
XXII. ¡Ay, triste del que un día...! 113
XXIII. En el país de las alegorías 115
XXIV. Augurios 117
XXV. Melancolía 121
XXVI. ¡Aleluya! 123
XXVII. De otoño 125
XXVIII. A Goya 127
XXIX. Caracol 131
XXX. Amo, amas... 133
XXXI. Soneto Autumnal 135
XXXII. Nocturno 137
XXXIII. Urna votiva 139
XXXIV. Programa matinal 141
XXXV. Ibis 143
XXXVI. Thánatos 145
XXXVII. Ofrenda 147
XXXVIII. Propósito primaveral 149
XXXIX. Letanías de nuestro señor Don Quijote 151
XL. Allá lejos 155
XLI. Lo fatal 157
Libros a la carta 159
García Sarmiento, Felix Rubén (Rubén Darío) (San Pedro de Metapa, 1867-1916), Nicaragua.
Era hijo de Manuel García y Rosa Sarmiento, y nació el 18 de enero de 1867. En 1881 escribió artículos para el periódico político La Verdad y poco después se fue a El Salvador y dio clases de gramática.
Regresó a Nicaragua en 1883 y hacia 1890 se casó en El Salvador con Rafaela Contreras, con la que tuvo un hijo, Rubén Darío Contreras. Ésta murió en 1893 y ese mismo año se casó con Rosario Murillo.
En 1892 Darío viajó a España, en nombre del gobierno de Nicaragua, para la celebración del 400 aniversario de la conquista de América. Un año más tarde, en 1893, empezó su carrera como diplomático en América y Europa y conoció en Madrid a Francisca Sánchez, quien fue por mucho tiempo su inspiración.
Durante años recorrió Europa enviado por el periódico La Nación. Volvió a Nicaragua en 1907 y fue recibido con honores y nombrado ministro residente en España. Vivió otra vez en Europa hasta 1915, año en que regresó a América invitado por el presidente de Guatemala.
Murió el 6 febrero de 1916 en Nicaragua.
Cantos de vida y esperanza es considerada la mayor obra poética de Rubén Darío, por su intensidad y porque contiene todo el entorno intelectual y afectivo del autor en su madurez.
Podría repetir aquí más de un concepto de las palabras liminares de Prosas profanas. Mi respeto por la aristocracia del pensamiento, por la nobleza del Arte, siempre es el mismo. Mi antiguo aborrecimiento a la mediocridad, a la mulatez intelectual, a la chatura estética, apenas si se aminora hoy con una razonada indiferencia.
El movimiento de libertad que me tocó iniciar en América, se propagó hasta España y tanto aquí como allá el triunfo está logrado. Aunque respecto a técnica tuviese demasiado que decir en el país en donde la expresión poética está anquilosada a punto de que la momificación del ritmo ha llegado a ser un artículo de fe, no haré sino una corta advertencia. En todos los países cultos de Europa se ha usado del hexámetro absolutamente clásico sin que la mayoría letrada y sobre todo la minoría se asustasen de semejante manera de cantar. En Italia ha mucho tiempo, sin citar antiguos, que Carducci ha autorizado los hexámetros; en inglés, no me atrevería casi a indicar, por respeto a la cultura de mis lectores, que la Evangelina de Longfellow, está en los mismos versos en que Horacio dijo sus mejores pensares. En cuanto al verso libre moderno..., ¿no es verdaderamente singular que en esta tierra de Quevedos y de Góngoras los únicos innovadores del instrumento lírico, los únicos libertadores del ritmo, hayan sido los poetas del Madrid Cómico y los libretistas del género chico?
Hago esta advertencia porque la forma es lo que primeramente toca a las muchedumbres. Yo no soy un poeta para muchedumbre. Pero sé que indefectiblemente tengo que ir a ellas.
Cuando dije que mi poesía era mía, en mí sostuve la primera condición de mi existir, sin pretensión ninguna de causar sectarismo en mente o voluntad ajena, y en un intenso amor a lo absoluto de la belleza.
Al seguir la vida que Dios me ha concedido tener, he buscado expresarme lo más noble y altamente en mi comprensión; voy diciendo mi verso con una modestia tan orgullosa que solamente las espigas comprenden, y cultivo, entre otras flores, una rosa rosada, concreción de alba, capullo de porvenir, entre el bullicio de la literatura.
Si en estos cantos hay política, es porque aparece universal. Y si encontráis versos a un presidente, es porque son un clamor continental. Mañana podremos ser yanquis (y es lo más probable); de todas maneras mi protesta queda escrita sobre las alas de los inmaculados cisnes, tan ilustres como Júpiter.
Rubén Darío
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.
El dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;
y muy siglo XVIII y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita.
Yo supe del dolor desde mi infancia,
mi Juventud... ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan su fragancia,
una fragancia de melancolía...
Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fue porque Dios es bueno.
En mi jardín se vio una estatua bella;
se juzgó mármol y era carne viva;
un alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía...
Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
hora de madrigal y de embeleso,
de «te adoro», de «¡ay!» y de suspiro.
Y entonces era en la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
un renovar de notas del Pan griego
y un desgranar de músicas latinas,
con aire tal y con ardor tan vivo,
que a la estatua nacían de repente
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.
Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa verleniana,
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;
todo ansia, todo ardor, sensación pura
y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia y sin literatura...