Cantos de vida y esperanza - Darío Rubén - E-Book

Cantos de vida y esperanza E-Book

Darío Rubén

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Beschreibung


En Cantos de vida y esperanza, Darío comparte sus confesiones “lanzado a la conquista de una felicidad esquiva”. Aparecidos originalmente en diarios hispanoamericanos entre 1892 y 1905, los poemas de Cantos de vida y esperanza suponen una nueva etapa en la decisiva contribución de Rubén Darío a la poesía en lengua española.
La fascinación por las princesas, los bailes y los paisajes bucólicos de Prosas profanas cede paso en estos versos a un tono a veces metafísico y otras veces confesional; y, en muchos momentos, se impone en ellos una mirada irónica y desencantada sobre el lugar equívoco del poeta en medio del tráfico urbano.
Al mismo tiempo profundiza su trabajo de modernización de los metros, los ritmos y el lenguaje de la poesía, en este libro Darío se permite rescatar formas por entonces olvidadas del cancionero español

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Veröffentlichungsjahr: 2020

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Rubén Darío

Rubén Darío

CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA

Traducido por Carola Tognetti

ISBN 978-88-3295-746-4

Greenbooks editore

Edición digital

Mayo 2020

www.greenbooks-editore.com

ISBN: 978-88-3295-746-4
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Indice

CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA

CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA

LOS CISNES Y OTROS POEMAS

(1905)

A. J. Enrique Rodó

I

Yo soy aquel que ayer no más decía el verso azul y la canción profana, en cuya noche un ruiseñor había que era alondra de luz por la mañana.

El dueño fui de mi jardín de sueño, lleno de rosas y de cisnes vagos; el dueño de las tórtolas, el dueño de góndolas y liras en los lagos;

y muy siglo diez y ocho, y muy antiguo

y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Yerlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinita.

Yo supe de dolor desde mi infancia; mi juventud..., ¿fue juventud la mía?, sus rosas aún me dejan su fragancia, una fragancia de melancolía...

Potro sin freno se lanzó mi instinto, mi juventud montó potro sin freno; iba embriagada y con puñal al cinto; si no cayó, fue porque Dios es bueno.

En mi jardín se vio una estatua bella; se juzgó mármol y era carne viva; una alma joven habitaba en ella, sentimental, sensible, sensitiva.

Y tímida ante el mundo, de manera que, encerrada, en silencio, no salía sino cuando en la dulce primavera era la hora de la melodía...

Hora de ocaso y de discreto beso; hora crepuscular y de retiro; hora de madrigal y de embeleso, de «te adoro», de «jay!», y de suspiro.

Y entonces era en la dulzaina un juego de misteriosas gamas cristalinas, un renovar de notas del Pan griego y un desgranar de músicas latinas,

con aire tal y con ardor tan vivo,

que a la estatua nacían de repente en el muslo viril patas de chivo y dos cuernos de sátiro en la frente.

Como la Galatea gongorina me encantó la marquesa verleniana, y así juntaba a la pasión divina una sensual hiperestesia humana;

todo ansia, todo ardor, sensación pura

y vigor natural; y sin falsía, y sin comedia y sin literatura...: si hay un alma sincera, esa es la mía.

La torre de marfil tentó mi anhelo; quise encerrarme dentro de mí mismo, y tuve hambre de espacio y sed de cielo desde las sombras de mi propio abismo.

Como la esponja que la sal satura en el jugo del mar, fue el dulce y tierno, corazón mío, henchido de amargura por el mundo, la carne y el infierno.

Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia el Bien supo elegir la mejor parte; y si hubo áspera hiel en mi existencia, melificó toda acritud el Arte.

Mi intelecto libré de pensar bajo, bañó el agua castalia el alma mía, peregrinó mi corazón y trajo de la sagrada selva la armonía.