Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Texto breve y profundo, que reflexiona en torno al mal que se vierte en ciertos momentos sobre el mundo. A pesar de ello, es posible encontrar la humanidad extraviada. Este es un canto a la vida, a la libertad, al respeto y valor del ser humano.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 33
Veröffentlichungsjahr: 2025
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Antoine Marie Jean-Baptiste Roger
Conde de Saint-Exupéry, conocido como Antoine de Saint Exupéry (1900-1944). Fue un escritor y aviador francés, autor de la célebre obra El Principito. Quedó huérfano de padre a la temprana edad de 4 años y se crió en una familia aristocrática de la ciudad de Lyon. Terminó el bachillerato en 1917, y tras ser rechazado en la escuela naval, se hizo piloto cuando estaba cumpliendo el servicio militar en 1921, en Estrasburgo.
Desde 1932, Saint-Exupéry se consagró al periodismo y la escritura. Hizo reportajes sobre la Indochina francesa (hoy Vietnam) en 1934, sobre Moscú en 1935, y sobre España en 1936, previos al inicio de la Guerra Civil. Nunca dejó de volar como piloto de pruebas, participando en algunos «raids» o intentos de récords, que en ocasiones se saldaron con graves accidentes.
Sus reflexiones sobre el humanismo las recogió en Terre des homme, publicado en 1939. Ese mismo año fue movilizado por el Ejército del Aire, como piloto de una escuadrilla de reconocimiento aéreo, en pleno inicio de la Segunda Guerra Mundial. Tras el armisticio forzado por la ocupación alemana de Francia, abandonó este país y se instaló en Nueva York, llegando a participar en alguna de las campañas para que los estadounidenses entraran en la guerra.
Descontento con su participación pasiva en el conflicto y habiendo sido rechazado sistemáticamente como piloto, en la primavera de 1944 logró ser destinado en una unidad de reconocimiento fotográfico en los prolegómenos del desembarco aliado en Provenza. El 31 de julio de 1944, a las 8:45 horas, Saint-Exupéry despegó a bordo de un Lightning P-38 para una misión de reconocimiento sobre los movimientos de las tropas alemanas en el valle del Ródano, poco antes de la invasión aliada en el sur de Francia. No regresó jamás.
© LOM ediciones Primera edición, abril 2024 Impreso en 1.000 ejemplares ISBN Impreso: 9789560018151 ISBN Digital: 9789560019400 Edición y Composición LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56-2) 2860 68 00lom@lom.cl | www.lom.cl Imagen de portada: Daniel Aguilera Tipografía: Karmina Registro: 403.024 Impreso en los talleres de gráfica LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Santiago de Chile
Cuando en diciembre de 1940 atra-vesé Portugal con destino a Estados Unidos, Lisboa me pareció una especie de paraíso claro y triste. Se hablaba mucho de una invasión inminente y Portugal se aferraba a la ilusión de su felicidad. Lisboa, que había organizado la exposición más admirable del mundo, sonreía con una sonrisa un poco pálida, como la de esas madres que no han recibido noticias de su hijo que está en la guerra y se esfuerzan por salvarlo con su confianza: «Mi hijo está vivo puesto que sonrío»... «Miren», decía Lisboa, «cuán feliz, apacible y bien iluminada estoy». El continente entero pesaba sobre Portugal como una montaña salvaje, repleta con sus tribus de víctimas. Lisboa estaba de fiesta y desafiaba a Europa: «¡Tómenme como blanco porque no me preocupo de ocultarme! ¡Cuando soy tan vulnerable!...».
En la noche las ciudades de mi país tenían color ceniza. Yo había perdido la costumbre de la luz y esta capital resplandeciente me producía un vago malestar. Si está oscuro el barrio, los diamantes de una vitrina demasiado iluminada atraen a los ladrones. Se les siente circular. Contra Lisboa yo sentía el peso de la noche de Europa poblada por grupos de bombarderos errantes como si hubieran husmeado desde lejos ese tesoro.
Pero Portugal ignoraba el apetito del monstruo. Rehusaba creer en los malos signos. Portugal hablaba de arte con una confianza desesperada. ¿Se atreverían a aplastarlo con su culto por el arte? Había sacado todas sus maravillas. ¿Se atreverían a aplastar sus maravillas? Mostraba a sus grandes hombres. A falta de ejército, a falta de cañones, había levantado contra la coraza del invasor todos sus centinelas de piedra: los poetas, los exploradores, los conquistadores. A falta de ejército y cañones, todo el pasado de Portugal cerraba el camino. ¿Se atreverían a aplastar la herencia de un pasado grandioso?
Tausende von E-Books und Hörbücher
Ihre Zahl wächst ständig und Sie haben eine Fixpreisgarantie.
Sie haben über uns geschrieben: