Cartas de un humanista - Santo Tomás Moro - E-Book

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Santo Tomás Moro

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Beschreibung

La vida y los escritos de Tomás Moro (1478-1535) han adquirido mayor actualidad con el correr de los años, y suscitan un interés creciente.Hombre de Estado, canciller, escritor, padre de familia y santo, Moro fue uno de los pilares del humanismo renacentista. Su atractiva personalidad y su importancia histórica y literaria son tan evidentes como su alto valor ético y espiritual. La carta, como el diálogo, fue el género favorito de los humanistas, tanto como medio de discusión o debate o como modo familiar de comunicarse. Se ofrece en este volumen la primera traducción del original latino al castellano, de tres cartas escritas por Tomás Moro en su período más productivo como humanista (de 1515 a 1520): a Maarten van Dorp (1515), a la Universidad de Oxford (1518) y a Germain de Brie (1520). En ellas no solo se hace una defensa del humanismo, sino que ellas mismas constituyen un ejemplo de esa defensa: mediante un semi-diálogo en el que convence con educada ironía, como orador que defiende el humanismo en nombre de su rey, o utilizando la misma literatura que su oponente, pero superándolo en claridad y calidad.

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TOMÁS MORO

CARTAS DE UN HUMANISTA (I)

Introducción, traducción

del original latino y notas de

CONCEPCIÓN CABRILLANA

EDICIONES RIALP, S. A.

MADRID

© 2018 de la introducción, traducción y notas

by CONCEPCIÓN CABRILLANA

© 2018 by EDICIONES RIALP, S.A.

Colombia 63, 8.º A - 28016 MADRID

(www.rialp.com)

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Realización ePub: produccioneditorial.com

ISBN (versión impresa): 978-84-321-5043-2

ISBN (versión digital): 978-84-321-5044-9

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

INTRODUCCIÓN

CARTA A MARTIN VAN DORP

CARTA A LA UNIVERSIDAD DE OXFORD

CARTA A GERMAIN DE BRIE

INTRODUCCIÓN

1. Introducción. El humanismo de Moro en sus cartas

El volumen que aquí se presenta constituye la primera traducción al castellano[1] de un conjunto de importantes cartas escritas en latín que poseen como denominador común la ilustración de distintas facetas de un humanista con mayúsculas: Tomás Moro[2].

Se trata de una obra poco conocida de este autor, algo que se debe, en parte, a la dispersión de la propia edición de los textos originales de su correspondencia y mucho más de su traducción[3]. Las cartas escogidas se encuadran en el período más productivo de Moro como humanista[4], que abarca desde 1515 a 1520; se trata, por este orden, de las cartas a Maarten van Dorp (1515), a la Universidad de Oxford (1518) y a Germain de Brie (1520) y tienen en común, entre otros aspectos, el hecho de salir al paso de diatribas de diverso cariz que se verán más detalladamente en los apartados dedicados específicamente a cada una de esas cartas. Se verá cómo se hace realidad la observación general de McCutcheon (1998: 25), quien señala que la carta, como el diálogo[5], fue un género favorito de los humanistas, ya fuera como medio de discusión y debate —a modo de carta-ensayo—, ya adoptara una forma más familiar.

No es algo nuevo que el concepto de humanismo abarca un amplio abanico de significaciones[6], dentro del que las cartas aquí recogidas resaltan algunos aspectos concretos y complementarios. Entre las distintas acepciones que sintéticamente aporta el DRAE, se cuentan, por este orden, las que lo identifican (i) con el cultivo o conocimiento de las letras humanas, (ii) con el movimiento renacentista que propugna el retorno a la cultura grecolatina como medio de restaurar los valores humanos, (iii) con el interés por los estudios filológicos y clásicos o, en fin, (iv) con la doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos[7].

De todos estos aspectos[8] se pueden encontrar rasgos en Tomás Moro, como se comprobará de manera muy clara a través las cartas que se recogen aquí. Un dato adicional, concreto y revelador que se puede poner en relación con la acepción (iv) es el que recoge el Oxford English Dictionary[9]: Moro —humanista, literato, teólogo y hombre de leyes a la vez que hombre de estado— fue el primero en utilizar por escrito la palabra “integrity”, en 1533; Rognani (apud Castelli, 2008: 39) hace referencia a ello aludiendo a la integridad de su comportamiento como persona. Un ejemplo entre muchos es su visión y práctica de la lealtad entre amigos como se ve, entre otros lugares, en la carta a Dorp, §§ 1, 5, 7.

Se ha entendido[10] que el conocimiento de la carta a Dorp y de otras con las que comparte una defensa especial y concreta del humanismo[11] es tan necesario como el de la Utopía, dado que estos textos coinciden en aspectos intelectuales y religiosos, y contribuyen a tener un conocimiento equilibrado y razonablemente completo del humanista inglés. Así, se ha argüido[12] también que lo que se hace en estas cartas no es sólo una defensa del humanismo sino una ilustración de esa defensa en acción. Aunque en todos los casos Moro utiliza la forma epistolar, el autor actúa con un papel diferente en cada ocasión en términos literarios: en la carta a la Universidad de Oxford, Moro es un orador público que habla en defensa del humanismo en nombre de su rey; con Dorp, el autor rehace y convierte la carta polémica en un semi-diálogo, poniendo palabras en boca de Dorp y convenciéndole con una intimidad irónica; la carta a un monje equilibra a la de Oxford, puesto que mientras que en esta se dirige a un interlocutor con gran conocimiento, en la dirigida al monje lo hace a alguien que carece de ese conocimiento. Por último, en la carta a De Brie, Moro utiliza sus propios principios literarios de una forma más clara que en cualquier otra obra suya. El humanismo de Moro brilla esplendorosamente a través de estas cuatro cartas y en ese humanismo combina el conocimiento de los clásicos, de la Biblia y de los Padres con una reverencia por el abnegado esfuerzo humano; es por consiguiente un humanismo tanto moral como intelectual, público a la vez que privado. De nuevo Moro se muestra aquí como “a man for all seasons”, como lo definió Erasmo[13].

Aunque Moro nunca escribió algo como el arte de la carta, las misivas latinas de Moro muestran claramente su humanismo y sirven para la promoción de las ideas humanistas, para la reflexión, para defender y fomentar la amistad, etc.[14]. Y ello, siendo Moro intelectual, bromista, ilustrado, educador, padre de familia, patrón, administrador, oponente tenaz de la herejía, hombre que se enfrenta a su muerte…, y amigo de sus amigos, que aprovecha sus misiones diplomáticas y viajes para establecer unas relaciones de amistad que va asentando y continuando con sus cartas[15].

Un rasgo complementario es el que se refiere a la lengua utilizada en las cartas que constituyen este volumen: la lengua latina. Se ha defendido que el conocimiento y manejo del latín por parte de Moro —de una manera especial quizá en sus obras en prosa— hizo de Moro un instrumento especialmente apto para la gran tarea humanista de lograr que las lenguas vernáculas se expresaran correctamente con una sintaxis más precisa y uniforme, una utilización de conceptos abstractos y un sistema más claro de composición literaria[16]. El estilo del latín de Moro era admirado ya por los humanistas contemporáneos suyos y su conocimiento del griego era formidable. Este rasgo cobra nitidez y auténtica dimensión a la luz de lo que señala Moro al final de la carta a Dorp (§ 97), excusando la falta de un mayor cuidado formal: ha debido escribirla sin tiempo para revisarla y sin tener a mano prácticamente ninguna fuente.

Característica adicional que podría completar la descripción de Moro como humanista la constituye su sentido del humor y su finísima ironía, por la que era famoso entre sus amigos y contemporáneos. Esta característica refleja en realidad una actitud más profunda: la de un hombre que ridiculiza lo trivial de la experiencia humana para reservar su respeto y seriedad de pensamiento para lo que realmente importa, esto es, su especial empeño por promover la justicia y la paz, expresados de una manera particular en sus epigramas y en la Utopía[17].

Las distintas cartas que se presentan muestran, a la vez, cierta diversidad de intensidad y de estilo[18]: más matizado y flexible en la carta a Dorp, de tono medio[19]; alto y más académico y formal en la dirigida a la Universidad de Oxford, hasta llegar a una carta a De Brie con mezcla de estilos (pasajes de periodos muy elaborados con otros inusualmente romos con los que contrasta intencionadamente el estilo amanerado y mal refinado de De Brie), pero que se torna vehemente[20] y casi agresiva, algo que se explica porque Moro había sido tocado por el escritor francés, no sólo en su sensibilidad literaria, sino también en su patriotismo y en su defensa del rey, y en ese contexto hay que entender la ironía punzante que exhibe Moro en una carta que ha hecho calificar a su autor como un “humanista en acción”[21]. Por otro lado, mientras que en las cartas a Oxford y a De Brie Moro presumiblemente se dirige a un público menor que en otras, en ellas dos hay una intención de persuasión pública bastante directa; por su parte, en la carta a Dorp, Moro explota el decorum de una carta personal para desarrollar tesis con una libertad de algún modo vetada por la forma de persuasión pública: hay espontaneidad, deseo de equilibrar a los dos interlocutores, pero hay también buena dosis de ironía, si bien con tacto. El final abierto en el que invita a Dorp al diálogo es, a la vez, un tributo a la altura intelectual de Dorp y una invitación a cómo las ideas de Moro deberían ser difundidas[22].

2. Las cartas traducidas

2.1. Carta a Maarten van Dorp

Se trata de la carta más extensa de cuantas se conservan de Moro; esta característica y su contenido han hecho que se la considere como un verdadero tratado, aunque la forma dialógica que presume la carta conduce a la expresión de una serie de ideas en un marco de amistad y de una forma un tanto indirecta: se diría que Moro quiere hacer llegar sus argumentos a Dorp para que estos alcancen también a los teólogos de su círculo[23].

Maarten van Dorp (1485-1525) fue un humanista y famoso teólogo holandés que estudió y ejerció la docencia —en latín, filosofía y teología— en la Universidad de Lovaina, donde fue decantándose por la teología escolástica y en contra del humanismo; si bien en un principio Dorp se muestra conservador a la hora de enseñar filosofía aristotélica, más tarde considerará tiempo perdido el dedicado al estudio de Cicerón y la Sagrada Escritura[24].

Amigo de Erasmo y de Moro, elabora sin embargo algunos escritos que toman una postura crítica sobre el Elogio de la Locura o Encomium Moriae erasmiano y la revisión del texto griego del Nuevo Testamento que estaba realizando este autor, por entonces humanista de primera línea que había escrito importantes y respetadas obras en diversas ramas del saber.

Alrededor de septiembre de 1514, Dorp escribió a Erasmo transmitiéndole algunas críticas de los teólogos de Lovaina a su obra, y sugiere que más bien debería haber escrito un Elogio de la Sabiduría; comenta además que su revisión del Nuevo Testamento de san Jerónimo es algo superfluo ya que la versión de la Vulgata preserva la verdad e integridad de la Sagrada Escritura, mientras que la traducción erasmiana la puede socavar. Hubo cierto cruce de cartas entre Erasmo —que reivindicaba la conveniencia de manejar la versión griega, que los Padres habían considerado el mejor texto— y Dorp —que en su segunda carta a Erasmo se mostraba más ácido en sus críticas y seguía negando la necesidad de conocer el griego, ya que habría perdido su valor en tanto que los griegos habían llegado a ser herejes—. Moro dedica la carta a Dorp a convencerle de las buenas intenciones de Erasmo en el Elogio de la Locura; sostiene, entre otros aspectos, la necesidad e importancia de estudiar la Biblia y los Santos Padres.

Está escrita desde Brujas en octubre de 1515, cuando Moro se hallaba en su primera misión diplomática en Flandes y se diría que Moro está tratando de resolver el asunto entre escritor y destinatario, intentando hacer volver a Dorp al redil humanista[25]. Moro consiguió, en efecto, persuadir a Dorp a un cambio de pensamiento, como certifica el hecho de que más tarde, el propio Moro escribiría una nota a Dorp celebrando la mudanza de su actitud[26].

La carta está dirigida como una carta personal de amistad que advierte a un destinatario que empatiza básicamente con el autor[27]; se trata de una advertencia que apela a los principios humanistas del propio Dorp y representa una contribución particularmente importante a la defensa del programa humanista, entre otros aspectos, por el énfasis que se pone sobre la auténtica utilidad de la gramática y la retórica.

Una de las innovaciones más relevantes en la carta es el ataque de Moro contra la dialéctica escolástica (Kinney, 1986: liii), en el sentido de que la lógica escolástica parece haber devenido en sofística y no en buena lógica; ha quedado, por así decir, “momificada” y Moro critica que el abuso de la dialéctica haya causado una perversión del sentido teológico así como que los escolásticos hayan hecho degenerar el uso de la Sagrada Escritura, adaptando el sentido del texto sagrado a sus ideas preconcebidas[28]. Así, Moro quiere que se deje al margen la “teología de la discusión” escolástica en la que se usaban los textos sagrados para ilustrar una tesis, aunque en la mayor parte de los casos, esto suscitaba discusiones sin mucho sentido, un tanto pedantescas y circunscritas en muchas ocasiones a cuestiones sin importancia[29]. Moro desea hacer ver que si se traslada exclusiva e inadecuadamente el método de la superioridad del argumento de autoridad, pueden darse errores, y que todo hombre —sea gramático, rétor, religioso o teólogo— debe ser fiel a su vocación de aprender; las distintas disciplinas deben además ser descritas y manejadas cuidadosamente para que arrojen luz en la búsqueda de la verdad[30], de modo que no se desvirtúe la dialéctica y así, esta conduzca a falsedades o formulaciones tan absurdas como “el futuro fue pasado”, “el vivo estuvo muerto”, “el Anticristo es digno de ser amado” o “la meretriz será virgen”[31]. En este sentido, la carta deja ver de manera especial algunas facetas claves del humanismo de Moro: le importan el hombre y los problemas humanos, no el sistema[32]. En conexión con ello, se detecta cómo Moro quiere resaltar que el solo aprendizaje de la gramática en sentido pleno puede proporcionar el significado de algo en contexto, por lo que el estudio de las lenguas y sus literaturas deberían ser, lógicamente, anteriores y en última instancia más valiosas que la búsqueda de la dialéctica.

Un hito enormemente significativo de esta carta es su utilización del concepto de “teología positiva”[33], refiriéndose a la teología de los Padres de la Iglesia, a la que se vuelve al estudio de las Sagradas Escrituras y trata de no descuidar ni la piedad ni la práctica de las virtudes. Moro descubre y plantea una apertura en la investigación teológica, un no darse por satisfecho con los hallazgos encontrados; esto demuestra también su auténtico talante intelectual y, en buena medida, su apertura a la modernidad.

La carta constituye una excelente muestra del saber hacer de Moro en el fondo y en la forma: la estructura y retórica de su escrito resultan muy cuidadas[34], su uso de fuentes clásicas, enormemente oportuno; su ironía, ciertamente magistral. El logro ya aludido de conseguir un cambio de opinión en el destinatario constituye un colofón brillante del ponderado esfuerzo de su autor.

2.2. Carta a la Universidad de Oxford

Moro escribe la carta a la Universidad de Oxford en 1518, cuando hacía poco tiempo que había entrado al servicio de Enrique VIII, y por encargo de este; ambos se encontraban entonces junto con la Corte en Abingdon, a causa de la peste que se había propagado en Londres.

El primer contacto de Moro con la Universidad de Oxford proviene de su juventud, cuando el Cardenal Morton —protector suyo y en cuya casa había residido— lo envía allí como estudiante; habla, pues, como parte de los alumni oxonienses.

Quizá esta carta debe a la obra de Erasmo Antibarbari algo similar a lo que la carta a Dorp debe al Elogiode la Locura; el de Rotterdam había defendido en su Antibarbarorum Liber la conciliación entre la cultura clásica y la fe, y había recomendado el estudio de las buenas letras. Erasmo tenía en principio en Inglaterra algunos activos detractores y numerosos protectores con poder. John Fisher, rector de Cambridge, había promovido activamente los nuevos estudios humanísticos en esa Universidad; también Oxford tenía un rector amigo de la causa erasmiana —William Warham—, aunque su papel en la promoción de estos estudios humanísticos no fue tan activa como en el caso de Fisher. En una de las primeras clases que Erasmo impartió en Oxford, un teólogo conservador —Henry Standish— había objetado la intención de Erasmo de enmendar en cierto modo las cartas de san Jerónimo; estas objeciones aumentaron considerablemente y se extendieron después de la traducción del Nuevo Testamento por parte de Erasmo, algo de lo que Moro le advirtió.

La Universidad de Oxford se había convertido en centro de controversia entre los llamados “Troyanos” y los “Griegos”, que sostenían las ideas de John Colet, Thomas Linacre y Erasmo —todos ellos amigos de Moro— a favor del estudio del griego y de los textos en esa lengua; estos habían estudiado en Italia y habían llevado a Inglaterra las propuestas de humanistas como Lorenzo Valla y Marsilio Ficino quienes, en un intento de armonizar la herencia clásica y la tradición cristiana, propugnaban referirse a los textos originales, introduciendo en el estudio de la teología cristiana los métodos de la cultura humanística[35]. Moro se extraña de que en la prestigiosa Universidad exista esta oposición y aprovecha la carta para realizar una ardiente defensa de los estudios literarios y muy particularmente del estudio del griego.

Se ha entendido[36], creo que con acierto, que el argumento humanista fundamental de la carta es que “secular learning trains the soul in virtue”, de modo que el conocimiento de las buenas letras constituye una ciencia auxiliar de la teología; sin esa ciencia, la teología puede degenerar con facilidad en la discusión de quaestiunculae —cuestiones nimias sin importancia—, algo frecuente en las discusiones medievales, que tanto Moro como Erasmo se esforzaron en combatir. No hay sinsentido mayor —defiende Moro— que el que una universidad haya “condenado” a poetas, oradores e historiadores que fueran griegos (o latinos). Además, el estudio de las letras, que ha sido siempre una razón fundamental para acudir a la Universidad de Oxford, resulta una ayuda inestimable para ser buen predicador: son estudios que pueden constituir una preciosa base para el gradual ascenso hacia la contemplación de realidades más altas; a su vez, una buena ejercitación en las lenguas bíblicas resulta un requisito previo esencial para el estudio serio de la Escritura y de la teología positiva.

La carta posee una enorme actualidad tanto para los responsables de la educación en general como para los que se mueven en el ámbito de los estudios teológicos. La dilatada amistad y buena relación que hubo entre Moro y la Universidad de Oxford evidencian que esta carta no supuso un obstáculo en dicha relación[37].

2.3. Carta a Germain de Brie

Si la carta a Dorp podría compararse a una suerte de ars rhetorica por parte de Moro[38], en la carta a De Brie nos encontraríamos ante la correspondiente ars poetica.

Publicada en 1520, esta carta cuenta con una historia comenzada por el humanista, poeta y estudioso francés Germain de Brie (1490-1538), quien en 1513 publica su Chordigerae nauis conflagratio o Herueus siue Chordigera flagrans para rememorar un encuentro naval entre franceses e ingleses que tuvo lugar el 10 de agosto de 1512; en la obra se ensalzaba exageradamente la bravura del francés que se encontraba al mando (Hervé de Portzmoguer) y se atacaba a los ingleses, capitaneados por Thomas Knevet. La publicación de esta narración hirió el orgullo nacional de Inglaterra y de Moro, que reacciona haciendo circular una serie de epigramas (nn. 188-195; 209; 266-269[39]) en los que ridiculizaba algunos pasajes de De Brie realmente desproporcionados. A modo de contestación, el poeta francés escribió el poema satírico Antimorus, que publicó muy probablemente en 1519 a pesar de las protestas y los intentos de Erasmo de que no lo hiciera, y de que Moro no le replicara. El propio nombre del poema es claramente alusivo no solo a su toma de postura frente a Moro sino que implica el juego con el apellido de este en su significado griego[40]; De Brie añadió además un apéndice con críticas pormenorizada a Moro donde constata algunas faltas gramaticales y métricas que ha creído encontrar en sus epigramas y suma la consideración de que Moro ha realizado una alabanza exagerada del rey de Inglaterra.

Según la cronología de los hechos que presenta Lavoie (1976)[41], en marzo-abril de 1520, Moro hace imprimir el Antimorus y su respuesta en forma de carta a De Brie, que es el texto que aquí nos ocupa; el 26 de abril de 1520, Erasmo, apenado por la impresión del Antimorus, le presiona para que no realice sus réplicas, sin saber que Moro ya había escrito su respuesta. En mayo de 1520, Moro dirige una segunda carta a Erasmo: informado del avance del Antimorus tras ser impreso, él habría querido un fin amigable con De Brie, pero este no parece mostrarse razonable ante ninguno de los amigos de Moro; con todo, Moro retira todas las ediciones de su réplica a De Brie, aunque parece que quedan en circulación siete ejemplares ya vendidos o regalados a sus amigos. En una muestra de hombría de bien, Moro trató de hacer desaparecer su carta y compró todos los ejemplares que no habían sido vendidos[42]. De Brie continúa en su actitud pese a los esfuerzos de Erasmo (carta del 25 de junio de 1520) que le advierte del riesgo de perder a sus amigos; sigue a ello el cruce de correspondencia entre varios amigos humanistas (Budé, Vives, Deloynes, Ruel, Bérault, De Romorantin) y en 1521 Erasmo escribe a Budé que parece que De Brie, al constatar el silencio de Moro, y tras los consejos del propio Budé a través de Erasmo, ha dejado de beligerar y que Moro da así el asunto prácticamente por zanjado.

El modo de proceder de Moro al escribir su carta se explica, entre otras razones, porque este se vio herido no solo en su patriotismo, sino también en su sensibilidad literaria[43]: de acuerdo con su concepción de poesía basada en los cánones clásicos —particularmente horacianos—, esta puede servirse de cierta ficción al recrear hechos históricos, pero nunca debe ir contra la verdad ni la lógica, o mezclar estas con la poesía de manera inadecuada, algo que ve en la Chordigera de De Brie: cuando hay grandes errores en la narración histórica, eso viola sus leyes y limita su credibilidad a través de las representaciones ilógicas y las descaradas tergiversaciones. Así, Moro afea al francés sus numerosas inconsistencias, además de los malos usos de citas y motivos de autores clásicos ya que De Brie, en una especie de “fake humanism”[44], está sobrepasando la línea del decorum. Según Horacio, el poeta ha de ofrecer credibilidad y verosimilitud; si se contraviene este principio, no se puede ni agradar ni enseñar, de modo que las falsedades minan el objetivo moral didáctico[45].

Por todo ello, Moro puede llegar en esta carta a ser cáustico y un tanto agresivo, incluso más que en los epigramas previos: el fondo y la forma de las acusaciones de que había sido objeto por parte de De Brie así lo demandaban. A pesar de que en el texto de esta carta pueda haber alguna pequeña duda sobre su estricta corrección sintáctica, desde un punto de vista de trasfondo de fuentes clásicas, la utilización que de ellas realiza Moro resulta, además de respetuosa, realmente oportuna, inteligente y magistral. En todo caso, Moro apela en esta carta, entre otras cosas, a cómo la virtud importa más que, entre otras realidades, el pedigrí de unos antepasados.

3. Algunas características formales