Chiribiquete y sabedores indígenas - María José Castaño Dávila - E-Book

Chiribiquete y sabedores indígenas E-Book

María José Castaño Dávila

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El problema fundamental del periodismo es el lugar de la enunciación: ¿quién habla, desde dónde y cómo lo hace? El periodismo indígena es el que se hace desde los pueblos, sus modos de narrar y sus lenguas; todo lo demás es lo que se dice sobre ellos y sus saberes ancestrales. Chiribiquete y sabedores indígenas presenta textos de ambas orillas, sobre diversas comunidades y aspectos de su vida y sus creencias. También hace un llamado a la necesidad de pasar a la enunciación desde los pueblos ancestrales, tanto en voces como en narrativas, formatos y agendas. Si escuchamos al pensamiento-tierra, los saberes y las estéticas indígenas, sabremos que a nuestro mundo le falta espiritualidad y que hay otros modelos de sociedad. Y de ahí deberían surgir otros periodismos posibles: aquellos de la tierra con mirada y política indígenas.

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CEPER | CUADERNOS DE PERIODISMO

CEPER | CUADERNOS DE PERIODISMO

CHIRIBIQUETE Y SABEDORES INDÍGENAS

MARÍA JOSÉ CASTAÑO DÁVILA Y OMAR RINCÓN

Autores compiladores

Nombre: Castaño Dávila, María José, autora, compiladora. | Rincón Rodríguez, Omar Gerardo, autor, compilador. | Matapí Yucuna, Uldarico, autor. | Candre Yamakuri, Anastasia, autora. | Zimmermann, María Lourdes, autora. | Bermúdez Liévano, Andrés, autor. | Santos, Bárbara, entrevistada. | Forero, Carolina, autora.

Título: Chiribiquete y sabedores indígenas / María José Castaño Dávila y Omar Rincón, autores compiladores.

Descripción: Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Artes y Humanidades, Centro de Estudios de Periodismo - Ceper, Ediciones Uniandes, 2021. | Cuadernos de periodismo ; 8

Identificadores: ISBN 9789587981209 (rústica) | 9789587981223 (electrónico)

Materias: Periodismo – Siglo XXI | Periodismo indígena | Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete (Caquetá-Guaviare, Colombia)

Clasificación: CDD 070.4493058 –dc23 SBUA

Primera edición: agosto del 2021

© María José Castaño y Omar Rincón, autores compiladores

© Universidad de los Andes, Facultad de Artes y Humanidades, Centro de Estudios en Periodismo - Ceper

Ediciones Uniandes

Carrera 1.ª n.º 18A-12

Bogotá, D. C., Colombia

Teléfono: 339 4949, ext. 2133

http://ediciones.uniandes.edu.co

[email protected]

ISBN: 978-958-798-120-9

ISBNe-book: 978-958-798-122-3

DOI: http://dx.doi.org/10.51566/ceper2117_46

Corrección de estilo: Manuel Romero

Diagramación interna: Leonardo Cuéllar

Diagramación de cubierta: Neftalí Vanegas

Imagen cubierta: Fundación Herencia, Jota Arango

Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.

Hecho en Colombia

Made in Colombia

Todos los derechos reservados.

Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación.

Reconocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964.

Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949, Minjusticia.

Acreditación institucional de alta calidad, 10 años: Resolución 582 del 9 de enero del 2015, Mineducación.

CONTENIDO

Prólogo

Lo indígena como mirada, agenda y narración periodística

Omar Rincón

Chiribiquete

En la paz como en la guerra

María José Castaño Dávila

Relatos desde los pueblos indígenas

Voces: medios y narrativas de los saberes y las cosmovisiones indígenas

Omar Rincón

Mejeimi meje o “Ecos del silencio”: conocimiento upichia asociado al cuidado de la biodiversidad

Uldarico Matapí Yucuna “Turipí”

Kaimaki guiye finuafue: preparación de los alimentos de nuestra gente

Anastasia Candre Yamakuri

Relatos periodísticos sobre lo indígena

Nukak makú: el hambre se apodera del último pueblo indígena nómada de Colombia

María Lourdes Zimmermann

Sobrevivir a la amapola

Andrés Bermúdez Liévano

Reflexiones en torno a lo ancestral

Sobre los saberes ancestrales de la Amazonía

Perdidos en la traducción de la palabra de origen

Bárbara Santos

Autoficción

Palabra de planta: apuntes sobre conversaciones con el yagé

Carolina Forero

PRÓLOGO

Lo indígena como mirada, agenda y narración periodística

Omar Rincón*

 

El problema fundamental del periodismo y de los medios de comunicación es el lugar de la enunciación: ¿quién habla, desde dónde habla y cómo habla? El periodismo indígena es el que se hace desde los pueblos, sus modos de narrar y sus lenguas. Todo lo demás es enunciación “sobre” ellos y sus saberes ancestrales. Este libro evidentemente no es periodismo desde los indígenas sino sobre ellos, pero quiere dejar el llamado a la necesidad de pasar a la enunciación desde los pueblos ancestrales tanto en voces como en estéticas, narrativas, formatos y agendas. En este sentido, los textos que incluimos de Uldarico Matapí Yucuna y Anastasia Candre Yamakuri constituyen un testimonio de otro modo de narrar y enunciar que surge de las comunidades ancestrales.

Los periodismos que queremos

El periodismo de los medios clásicos, de referencia y mainstream está perdiendo su conexión con las audiencias. Ese periodismo que, todavía, invoca ser objetivo, sin ideología y de gran relato está en crisis de negocio, legitimidad ciudadana, credibilidad informativa y narrativa social. Y es que ese periodismo ha perdido la careta y se ha dejado ver como militante en una sociedad neoliberal, sin Estado y a favor de la derecha y los empresarios, lo que ha llevado a estos medios a convertirse en actores políticos que han perdido su credibilidad (su verdad) y su legitimidad (lugar público en la sociedad)1. Esta pérdida de la careta se debió a que los medios fueron usados y demonizados por presidentes populistas-empresariales como Trump, Bolsonaro, Uribe y Macri, y por gobernantes populistas-políticos como Cristina Fernández, Chávez, Correa, Lula y López Obrador; los medios, en ambos casos, operaron como actores políticos del statu quo, defensores a ultranza de sus dueños y en contra de la ciudadanía. Lo peor es que se postulan como “objetivos” y afirman que cuentan “la verdad”, cuando lo que hacen es “defender la economía de mercado y la propiedad privada y la delegación del poder”2; eso es ser militante en una ideología: la de los dueños y la institucionalidad política. Todo esto llevó a que medios y políticos se ganaran el rechazo y la desconfianza de la ciudadanía, tanto que en las protestas del 2019 en Chile, Brasil, Argentina, Colombia, México y Ecuador los medios han sido parte y motivo del malestar democrático.

Esta desconexión con la ciudadanía ha llevado a que se privilegie un periodismo mascota3 de sus dueños y del poder empresarial o un periodismo callejero sensacionalista, “carroñero” del dolor humano. El que era el oficio de perros salvajes e indomables ha terminado siendo periodismo domesticado. Uno que busca el “guau” (¡wow!), la pirotecnia del clic, el halago de audiencias, colegas, fuentes, anunciantes y dueños. Paradójicamente, el periodismo pasó de ser hecho por una manada con actitud rebelde, para defender la libertad de expresión y la democracia, a convertirse en el producto de animales domesticados, que se exhiben para la aprobación de sus amos. Martín Caparrós en su texto fundacional de cháchara4 escribe:

Y que si alguna vez se dijo que hacer periodismo es contar lo que alguien no quiere que se sepa, ahora se puede suponer que hacer periodismo es contar lo que muchos no quieren saber. Escribir a favor del público, pero un público utópico, entendido como una legión de inteligencias exigentes, movilizadas. A favor de un público que quizá no exista, pero que solo puede llegar a existir si creemos que sí —y trabajamos para él.

Y todo esto no es culpa del internet, las redes digitales y la ciudadanía. Lo digital no es lo culpable y maligno, pero tampoco es salvífico y beatífico. Lo que ha pasado es que el periodismo ha dejado de hacer lo que debe hacer por oficio, actitud, pasión: cuestionar el poder, dudar de las fuentes y los datos, narrar imaginativamente la realidad, proveer criterio para que la ciudadanía actúe; y en el caso de las comunidades indígenas, hace sistemáticamente periodismo extractivista: va allá, saca sus historias y da una mirada desde lo blanco y occidental; no se han comprendido sus agendas, saberes, tiempos, modos de enunciar; tampoco se ha permitido que sean las mismas comunidades quienes enuncien.

En este contexto, es claro que para reinventar los relatos desde la realidad debemos hacer otra cosa con esto que amamos y llamamos periodismo; por ejemplo, dejar de ser esa casta domesticada, esos súbditos de las redes y el big data; volver a morder el poder y las buenas morales empresariales; contar desde los territorios y con ellos, sus cosmovisiones y estéticas para encantar al mundo con mejores y más diversos modos de narrar. Y para hacerlo, uno de los caminos es asumir que las agendas, las miradas, las narrativas y las políticas del mundo dejaron de ser blancas, masculinas y occidentales. El periodismo del siglo XXI debe inspirarse para volver a ser significativo para las mujeres, los indígenas, los afro, los cuerpos disidentes, el medio ambiente, las sexualidades diversas, los anarquismos jóvenes digitales. Hay que dejar de hacer lo mismo para pasar a hacer desde los saberes de otros y desde sus miradas, estéticas y epistemologías.

La mirada indígena

Hasta la Edad Media existía el mundo-dios (teocracia), luego llegó la modernidad con su racionalidad y los derechos y creó el mundo-hombre (democracia), que puso al ser humano en el centro; ahora, en el siglo XXI, mutamos al mundo-tierra (el buen vivir), ese mundo olvidado y transversal a la historia blanca, masculina y occidental.

Intentemos explicarlo de otra forma. Si con el fin de la Época Clásica las fuerzas de lo humano cesaron de producir la forma-Dios para enactuar la forma-Hombre, atrevámonos a pensar que con la configuración onto-epistémica no dualista (relacional) a cuya activación política hoy asistimos, y de la cual el pensamiento nasa y de los pueblos-territorio son los enunciados más contundentes, empezamos nuestro viaje hacia la era de la forma-Tierra, la forma-Pacha, forma Gaia, la era Ecozoica o era de la casa de la vida.5

Esta tendencia surge ante el caos que hemos creado en el mundo, ya que cuanto más se desarrolla el capitalismo, más profundas son las crisis sistémicas: guerras, pobreza, medio ambiente deteriorado, derechos humanos violados. Ante este panorama se ha vuelto la mirada a los que han preservado mejor la vida en la historia humana: los pueblos indígenas. La utopía es volver a las cosmovisiones de lo ancestral y recuperarlas como guía de la vida que se expresa en el cuidado de la madre tierra, lo no humano, lo espiritual, y aprender de los sabedores de la tierra (comunidades ancestrales).

Con pensamiento de la Tierra nos referimos no tanto al movimiento ambientalista y a la ecología sino a aquella dimensión que toda comunidad que habita un territorio sabe que es vital para su existencia: su conexión indisoluble con la Tierra y con todos los seres vivos. Más que en conocimientos teóricos, esta dimensión se encuentra elocuentemente expresada en el arte (tejidos), los mitos, las prácticas económicas y culturales del lugar, y en las luchas territoriales y por la defensa de la Pacha Mama […]. Como dicen los comuneros indígenas misak del Norte del Cauca de Colombia, hay que “recuperar la tierra para recuperarlo todo… por eso tenemos que pensar con nuestra propia cabeza, hablando nuestro propio idioma, estudiando nuestra historia, analizando y transmitiendo nuestras propias experiencias, así como la de otros pueblos” […]. La liberación de la madre Tierra nos invita a “disoñar” el diseño de mundos6.

Si asumimos los saberes indígenas como inspiración para hacer el periodismo del siglo XXI, debemos poner el mundo-tierra como agenda de información, el pensamiento-tierra como criterio político, lo indígena como lugar de mirada y narrativa. Esto significa, a modo de invención sobre lo que he comprendido7 —que no es lo indígena, sino mi interpretación—, hacer un periodismo diverso que conecta con las ciudadanías del siglo XXI desde:

1.[Agenda informativa]. La tierra como nueva mirada a la realidad. Se hace periodismo de la tierra, para desde ahí contar la política, la justicia, la cultura, el mundo, la nación, el deporte, la moda…

2.[La política]. Lo comunal como la política. Pasar de hablar de políticos, gobiernos y poderosos a hacer política nuestra vida en común, lo comunal, lo barrial, lo territorial para aprender a mirar-se y a re-pensar-se, sobre quiénes somos y quiénes queremos ser.

3.[La tecnología]. La intervención de los aparatos y programas para hacerlos decir en un modo propio. La tecnología es una nueva forma de la magia (produce miedo en los autoritarismos y las jerarquías), pero no es neutral en política, ya que viene inscrita con valores capitalistas más que democráticos, masculinos más que femeninos, occidentales más que del sur o de la periferia; por eso, debemos intervenirla para que tome las formas locales.

4.[La narrativa]. Periodismo para caminar con las palabras, las imágenes, las historias. Buscar la forma estética y narrativa del relato inscrito en cada identidad para contar historias, incluirlas en las pantallas y mejorar la auto- estima pública.

5.[Los formatos]. Distorsionar, improvisar, hacer híbridos, reciclar y apropiar los lenguajes y los tonos de la comunicación. Por eso, arriesgar en las formas de contar o interpelar desde los rituales, las prácticas y los saberes de la comunidad. Inspirarse en la espiritualidad indígena, en los modos de hacer música, reír, comer, sentir.

Estos son unos criterios “intuidos” por mí, que no soy indígena, sino macho-blanco-occidental; criterios que están abiertos para tomar modos diversos en cada territorio y en cada pueblo, ya que cada cosmovisión, pensamiento-tierra y saber ancestral tienen sus criterios de comunicabilidad. Por ejemplo, al asistir como periodista a Daupará 2018 (Los Espíritus de la Imagen), la 10.a Muestra de Cine y Video Indígena de Colombia, que caminó por los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta (los wiwas, los arhuacos, los wayúu y los kankuamos), encontré que su comunicación seguía los siguientes criterios8:

1.Comunicar significa “ir escuchando”.

2.Comunicar es un ritual de la paciencia en el tiempo infinito de la conversación. En este sentido, la comunicación es para caminar el territorio y los pensamientos con la comunidad, la identidad y los espíritus.

3.Hay queobedecerlos mensajes de la madre tierra porque ella es la maestra y hay que comprender sus mensajes. En consecuencia, antes de grabar, se le pide permiso a la naturaleza y se les pregunta a los mamos por los tiempos propicios.

4.Sin plan de vida o proyecto político no hay cámara o medios que valgan, ya que la comunicación es una necesidad para existir, resistir y proponer. Por eso, se hacen medios inspirados en el territorio para celebrar la espiritualidad y las lenguas de cada pueblo y como forma de organización de las comunidades.

5.La palabra, las imágenes, los sonidos y las historias se tejen, se cultivan, se apropian, se divagan, se inventan en una búsqueda desde la cosmovisión de cada pueblo, en la que se practican las temporalidades de la contemplación y la escucha, y en la que las músicas articulan la relación cuerpo-naturaleza-espíritu.

6. No hay un autor, no hay un artista; comunica la comunidad, el colectivo, el pueblo.

7.No interesa divertir, se busca cambiar la actitud ante la naturaleza, el territorio, los espíritus. Imágenes mediáticas para armonizar, refrescar, respetar, escuchar, obedecer, cuidar, conversar.

8.La lucha es por la sabiduría y por la soberanía cultural, por ese saber cómo queremos ser, el derecho a autorrepresentarse, la apropiación de las tecnologías, la lucha por la enunciación propia, la conversación con la sociedad de los hermanos menores.

Si escuchamos al pensamiento-tierra, los saberes y las estéticas indígenas, sabremos que nuestro mundo necesita espiritualidady que hay otro modelo de sociedad, el de cuidar a la madre naturaleza, a los otros, a las palabras, a la narración. Y de ahí deberían surgir otros periodismos posibles: los periodismos de la tierra en mirada y política indígenas.

Este libro

La colección Cuadernos de Periodismo quiere celebrar este campo del saber, que produce conocimiento desde el contar historias, y a nuestros estudiantes de la Maestría, que en su trabajo de grado logran relatos significativos para nuestro tiempo. Por esa razón, en estos libros el lector no encontrará saberes que se evalúan desde lo académico (argumentos, marcos teóricos, citaciones), sino historias que deben demostrar que el periodismo se puede hacer bien en fuentes, datos, contexto y narración. En esta ocasión, la primera parte presenta el texto de María José Castaño Dávila y lo que fue una primicia en su tiempo (2017): el descubrimiento de Chiribiquete, esa maravilla sagrada de los indígenas del Amazonas, que desde las profundidades de la madre tierra y las culturas ancestrales nos trae un relato inédito de nuestra cultura. Este es un relato afectivo, admirativo y de descubrimiento que hace la periodista sobre su padre, el antropólogo Carlos Castaño Uribe, quien por más de treinta años ha estudiado el arte rupestre de este lugar. Una mirada respetuosa y desde el nosotros no indígena que narra con asombro cómo Chiribiquete es el lugar más sagrado del territorio ancestral amazónico. Y si lo leemos, nos daremos cuenta de que Chiribiquete es un tesoro cultural y ambiental que debe ser preservado para la vida del mundo.

La segunda parte presenta dos textos desde los saberes, las voces y los modos de narrar indígenas, y un testimonial periodístico sobre lo que ellos consideran comunicación desde los territorios y los saberes ancestrales. Estos textos cumplen con el mandato de “comenzar a despertar la escucha, a habitar el silencio, a silenciar el pensar, habitar la palabra del corazón, habitar esa fiesta de la escucha y reconocerse en esa palabra, esa palabra que nace del territorio, del territorio del cuerpo y de esa manera de actuar” (p. 54), como define la comunicación Juan Carlos Jamioy Juagibioy del pueblo kamëntsa; eso de hacer de la comunicación una clave para gobernar, curar, sanar y armonizar; pero eso más político de hacer el guion en conversaciones con los sabedores de la cultura de cada pueblo. Y por eso, aquí encontrarán la voz y el modo de narrar de Uldarico Matapí, sabedor profundo de lo que existe y se sabe de Chiribiquete, que es el patrimonio vivo del conocimiento upichia, asociado al cuidado de la biodiversidad. Todo esto contado bajo el bello nombre de Mejeimi meje, que en su lengua significa “Ecos del silencio”. También nos recuerda que “son lugares de donde provienen la propiedad intelectual, la espiritualidad, la visión, el sonido, la palabra y los soplos” (pp. 59-60), y que si se pierde su conocimiento, pierde la humanidad.

Luego, en modo de poema-canto, Anastasia Candre nos narra “Kaimaki guiye finuafue”, que significa “Preparación de los alimentos de nuestra gente”. Este texto describe cómo se cuenta en los mundos indígenas desde el canto y hace además la crónica bilingüe murui-español sobre los procesos de tumba, quema y siembra de la chagra, así como sobre su importancia para la formación de hombres y mujeres, y fundamento de los rituales. Un bello relato —de forma y sentido singulares— sobre su comunidad, en la que se sabe que “la persona que no tiene chagra no puede hacer baile” (p. 81).

La tercera parte incluye dos relatos periodísticos desde el lugar de los medios de referencia que muestran la mirada externa a los mundos indígenas, uno de María Lourdes Zimmermann (2016) sobre los nukak makú, ese pueblo nómada a punto de desaparecer, y otro de Andrés Bermúdez Liévano (2018), sobre los modos en los que el pueblo de los inga ha venido sanando, mediante sus tradiciones ancestrales y espirituales, las heridas físicas y emocionales que les dejaron dos décadas de cultivo de amapola y de convivencia forzada con tres grupos armados ilegales. Estos dos textos periodísticos son testimonio de la tragedia humanitaria de una cultura invadida (los nukak makú) y del drama que representan los negocios del narcotráfico para los territorios de la identidad (los inga). Estos relatos nos muestran la desdicha de la guerra, la incomprensión del Estado y el racismo frente a las realidades sociales y culturales de los pueblos ancestrales, una mirada también necesaria para que nosotros los privilegiados, y el poder, tomemos conciencia crítica de nuestro maltrato a los saberes ancestrales.

Finalmente, se presentan dos textos acerca de los saberes indígenas: el primero, las reflexiones de la artista Bárbara Santos sobre las tecnologías y los modos indígenas amazónicos de conocer; el segundo, la narración de la creadora y analista Carolina Forero, quien intenta contarnos sus conversaciones con el yagé, la planta de la sabiduría. Todo amazónico, todo sobre lo indígena, todo en la tensión entre periodismos y todo en los textos que demuestran la dificultad de la traducción de esos saberes ancestrales que necesitamos para pensar y narrar en clave de esperanza nuestra actualidad de caos, destrucción y distopía.

Los textos periodísticos de este cuaderno sobre lo indígena datan del 2013, cuando Colombia estaba dialogando para el acuerdo de paz, y del 2016 y 2017, cuando el acuerdo de paz se logró. Es un periodismo que es testimonio de la manera mediática de pensar sobre los acuerdos de paz en clave de soberanía cultural e irrespeto por los saberes e identidades ancestrales. Son textos ambivalentes que vienen del mundo blanco y que, por su modo de narrar y su mirada, ponen en evidencia la falta de las voces de los mismos indígenas.

Se recomienda leer para comprender los mundos indígenas:

• Adichie, Chimamanda. “El peligro de una sola historia”. Arcadia, n.º 56 (2010), 19 de mayo a 15 de junio: 24-25.

• Contreras, Adalid. La palabra que camina: Comunicación popular para el vivir bien/buen vivir. Quito: Ciespal, 2016.

• Mora, Pablo. Máquinas de la visión y espíritu de indios. Bogotá: Idartes, 2018.

• Santos, Bárbara. Curación como tecnología. Bogotá: Idartes, 2019.

Referencias

Caparrós, Martín. “Pura cháchara”. Cháchara.org. 10 de julio del 2020. https://bit.ly/332lqDu.

Escobar, Arturo. “Desde abajo, por la izquierda y con la Tierra”, Contrapuntos. El País, 17 de enero del 2016.

— “La forma-tierra de la vida: El pensamiento nasa y los límites de la episteme de la modernidad. Heterotopías 3, n.° 5 (2020): 1-24, https://revistas.unc.edu.ar/index.php/heterotopias/article/view/29107.

Rincón, Omar. “Estos/medios/apropiados: Cuentos indígenas de la paciencia, la identidad y la política”. Folios 21 y 22 (2009): 181-196.

— “Periodismo guau”. El Tiempo, 21 de noviembre del 2016.

— “Periodismo mutante y bastardo”.RevistaCS, n.o 22 (2017): 15-31.

— “La TV indígena: Los espíritus de la imagen”.El Tiempo, 7 de octubre del 2018.

Notas

* Profesor titular del Centro de Estudios en Periodismo (Ceper) de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes en Bogotá (Colombia). Correo electrónico: [email protected].

1 Para ampliación de este argumento, véase Omar Rincón, “Periodismo mutante y bastardo”, Revista CS, n.º 22 (2017): 15-31.

2 Véase Martín Caparrós, “Pura cháchara”, Cháchara.org, 10 de julio del 2020, https://bit.ly/332lqDu.

3 Para ampliar, véase Omar Rincón, “Periodismo guau”, El Tiempo, 21 de noviembre del 2016.

4 Caparrós, “Pura cháchara”.

5 Arturo Escobar, “La forma-tierra de la vida: El pensamiento nasa y los límites de la episteme de la modernidad. Heterotopías 3, n.° 5 (2020): 1-24, https://revistas.unc.edu.ar/index.php/heterotopias/article/view/29107.

6 Arturo Escobar, “Desde abajo, por la izquierda y con la Tierra”, Contrapuntos, El País, 17 de enero del 2016. Énfasis añadido.

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