Cómo se inventa una orfandad - Ariel Williams - E-Book

Cómo se inventa una orfandad E-Book

Ariel Williams

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Beschreibung

Somos privilegiados los lectores por el sólo hecho de ser contemporáneos de Ariel Williams, por habitar coordenadas temporales y geografías más o menos similares y somos privilegiados por tener en nuestras manos un libro único para nuestros tiempos. Hablamos de una obra que resuena ahora y lo seguirá haciendo en el futuro. Un registro de cómo la poesía trabaja de manera silenciosa a modo de susurros y de a poco adquiere dimensión y termina cargada de intensidad y belleza.  Si el corazón tembloroso, como un galgo corriendo en el llano, se quiebra, la palabra del poeta se enciende y en la inmensidad de la intemperie nos alumbra con su voz. Detenernos a escuchar lo que Ariel Williams tiene para decirnos sería lo más parecido a un milagro por su recorrido secreto hasta llegar aquí. Es una escritura inagotable por su fidelidad al presente, por el hilado sensible y delimitado de sus versos estallando en múltiples direcciones en simultáneo: no habría forma de no encontrarse con esta voz, de no leerla y sentirse en un punto conmovido como si se tratase de la última de las tareas obligatorias que nos quedarían por hacer en esta vida.

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Seitenzahl: 125

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Williams, Ariel

Cómo se inventa una orfandad : Antología de la poesía de Ariel Williams / Ariel Williams - 1a ed. - Barcelona / Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Miño y Dávila editores, 2023. - Selección: Marcelo Daniel Díaz y Ariel Williams - Prólogo y entrevista: Marcelo Daniel Díaz

Archivo digital (Descarga y online) -

BISAC: [POE005070] POETRY / American / Hispanic American; [LIT014000] LITERARY CRITICISM / Poetry

WGS: [150] / Belles-lettres / Lyric poetry, drama; [151] / Belles-lettres / Lyric poetry

THEMA: [DCF] Poetry by individual poets; [DCC] Modern & contemporary poetry (c 1900 onwards)

ISBN 978-84-19830-57-9 / e-ISBN: 978-84-19830-58-6

Depósito Legal: M-3546-2024

Edición: Primera, Marzo 2024

Lugar de impresión: Buenos Aires, Argentina / Barcelona, España

Diseño y composición: Gerardo Miño

© Miño y Dávila srl / Miño y Dávila editores sl, 2024.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Dirección postal: Tacuarí 540 (C1071AAL), Ciudad de Buenos Aires, Argentina

c/López de Hoyos 15 (28006), Madrid, España

Teléfono de contacto: (54 11) 4767-0421

Correo electrónico: [email protected]

Página web: www.minoydavila.com

Redes sociales: @minoydavila, www.facebook.com/MinoyDavila

Índice
PRÓLOGOY sin embargo se mueve: Eppur si muove
VIAJE AL ANVERSO (1997)
LOMASOMBRA (2003)
CONURBANO SUR (2005)
LOS FRONTERANTES (2008)
DISCURSO DEL CONTADOR DE GUSANOS (2011)
NOTAS DE UNA SOMBRA (2014)
LA RISA HUÉRFANA (2016)
LOS NIÑOS DE LA NOCHE (2021)
ENTREVISTA A ARIEL WILLIAMS“Correr, hundir la cara en el suelo oscuro y poder agujerearlo: eso es la escritura”
Libros de Ariel Williams

PRÓLOGOY sin embargo se mueve: Eppur si muove

Escribir sobre la lectura es una acción sensible, elegir una perspectiva, un punto de vista, unas coordenadas desde donde trazar nuestro recorrido supone dejar de lado alternativas de lecturas, y no es, ni lo sería, la intención para este caso, al contrario. Ariel Williams nos propone, y nos ha propuesto a lo largo de los años, un mapa en el que los lectores deambulamos de un punto hacia otro construyendo sentidos como si fuésemos seres nómades que una y otra vez deben consultar los astros para definir cómo continuar su viaje.

Si la lírica implica una serie, una poética, un programa de escritura, en Ariel Williams todo se desdibuja y se difumina y por curioso que resulte adquiere intensidad, resplandor y nos invita a releerlo continuamente a medida que avanzamos.

¿Por qué ocurre así? Honestamente, no lo sé, supongo que habrá algo de los pasos silenciosos y los vocablos casi invisibles de un poeta que se desplaza de geografía en geografía con el tiempo, ese desplazamiento, esas nuevas decisiones, no implican una pérdida. Es más, suman para cualquier lector porque nos encontramos ante una obra que no termina de cerrarse, incompleta, que no concluye aún, y resulta ser así por la dimensión de su vitalidad, y por la amplitud de su proyección desde el pasado hasta nuestros días, ahora mismo digamos mientras escribo y leo y releo, y quién dice que para más adelante también no sean textos como los de Williams los que terminen por configurar un tono, una forma de escritura y una voz en el canon de la poesía argentina:

1

Soy alguien que camina. Es la única definición

que puedo dar de mí. Caminar es avanzar un paso

después de otro. Eso es lo único que hay. Por un

barrio, por unas calles, por unas afueras: un paso

arriba de un pedazo de tierra y algunas piedras, un

paso saltando una raya que separa dos baldosas.

Y otro paso. Al final a veces llego a casa. Casa no

es el lugar adonde vivo

Veo unos postes de luz con sus filas tan bellas de

cables. Detrás está el cielo azul del final de la tarde.

Detrás de ese cielo no hay una Mirada. Nadie que

diga “Estás ahí”.

Necesito un método.

Voy a tomar vino en el bar. Ahí hay varios que

darían esta definición de sí mismos: soy un vaso

después de otro vaso.

Si acaso existe un método, aquí la voz del poeta no lo reconoce, es el no método, el recorrido invisible, como los personajes de cuentos de hadas tradicionales que buscan sentidos así como recogen migas depan para llegar a sus hogares: en el final no hay un destino cierto, definido, resuelto donde nuestros seres queridos nos esperen, más bien la escritura se podría identificar con ese hexagrama del I Ching que tanto le gustaba a Hugo Padeletti y es El Andariego; mapa y territorio se unifican y luego se superponen y luego se desvanecen primero uno y después el otro hasta que sólo quedan unos sonidos sueltos, abiertos en el corazón de la intemperie.

La vida inmaterial

El movimiento es continuo y es ascendente, nos movemos de nombre en nombre para articular la trama de nuestros antepasados como si en ellos hubiese algo nuestro, del mismo modo en que se amalgaman las hélices de las cadenas de ADN, algo de nuestra sensibilidad resuena en nosotros pero pareciera ser que no nos pertenece, que alguien, que una voz anterior, pronunció cada letra, cada partícula y su sonido terminó por ser entonado aquí y ahora en este plano y en este mismo momento:

I

Como no tuve mis antepasados (los negué), entonces

crié unas piernas y corrí corrí. Me fui de ellos

y ni los iba queriendo más, y así era adelantarse

a lo que no era.

Correr. ¿Quién me había lanzado?

Nadie, nadie me había empujado, pero me fui

de los que me habían sido y la tierra se fue vaciando;

a las cosas se les salía como un agujero negro,

como un silencio quieto mientras yo iba pasando;

a las compañeras de mi ser se les abrió una palabra

que era como un cielo y su pronto.

El poeta es un huérfano, y su tarea consiste no sólo en tejer la trama de su memoria, va más allá, es un trabajo demorado que implica volver a narrarse desde un punto ciego en el tiempo, es una tarea creativa, es necesario crear e imaginar otra forma de habitar y de decir, y para ello la palabra poética termina por ser un fin y un medio simultáneamente; la voz del texto escrito dialoga con las voces silenciadas de las familias perdidas en el olvido, ya no la nostalgia sino la tarea de reducir la incertidumbre del futuro, de aventurarse en el devenir de un modo pausado y con la certeza directa de orientar nuestras decisiones, como si fuésemos arqueros, hacia el punto más preciso donde se condensan y se arremolinan los sentidos del poema, y desde allí tomar la palabra para enunciar y para tramar nuevas identidades, nuevos tonos, y diagramar en silencio una poética que brilla por su discontinuidad y por su intensidad, creciendo en cada instancia hasta enceguecernos.

¿De qué manera buscamos una explicación a ese sentimiento de falta que nace, pareciera ser, en modo involuntario? ¿Cómo podríamos construir y/o anudar esas piezas que nos están faltando para completar nuestra trama? ¿Y cómo hacemos para transmitirles a los otros nuestra emoción que a medida que transcurren los años se convierte en una especie de inquietud o de espina que no deja de llamarnos?

No hay metas, no hay método, pero sí un aprendizaje silencioso de las formas ausentes, de recuperar una manera singular para decir que existe una experiencia garantizada y sostenida por el manto de la poesía, y que esa experiencia adquiere significado en tanto y en cuanto la reconocemos como el camino a seguir; escribir, para el poeta, es trazar una línea de puntos luminosos imaginarios y a ciegas en un mapa oscuro ensombrecido por el silencio del mundo.

Volvamos: ¿para escribir poesía es necesario un método? ¿Cómo se definen los horizontes de lectura de poemas? ¿Cómo son los dictados de la mente, de la lengua, de la palabra, del poeta, y cómo esos dictados encuentran una voz a veces extraña, dispersa y única en el poema? ¿Nos haría falta un método para la lectura? ¿Y para la escritura? Puede que para Williams eso sea secundario, sea más bien un motivo, un punto de partida que luego se apaga por completo apenas comenzamos nuestros pasos. Es mejor hablar de riesgos, es mejor decir: aquello que somos capaces de arriesgar cuando escribimos y cuando leemos poesía; sin riesgo, nada de lo que sigue tendría sentido, por eso leemos, y por eso escribimos.

El reino de los animales y de las flores

Por momentos, el poeta pareciera evaporarse entre las voces de los árboles y de los animales y de los insectos, hemos llegado a integrarnos con la naturaleza, el movimiento de las ramas, de las flores, el canto los pájaros, las huellas de los insectos, los pasos de los animales terrestres, las grafías de los animales que atraviesan el cielo, las estaciones, el llano, el mar.

Nunca está de más recordar la idea, como analogía, de la tarea de escribir poemas como si fuese la tarea de un jardinero que cuida de las flores, de las semillas, de las inclemencias de la temperatura, delas tormentas, de las sequías, de las lluvias y así. Una fracción de tierra para edificar un mundo nuevo, personal, todavía no tocado por nuestros tiempos, intacto en su inocencia y en su voz.

Diana Bellesi quizá sea hoy, en nuestro presente, la voz que vivifica la escritura en ese tono donde se recuperan las vivencias del interior de nuestro país como una provincia íntima, deshabitada, donde todo está por hacerse. No olvidemos que, en el oficio de la jardinería, lo que realmente nos importa son los procesos, el acompañamiento, el cuidado de los seres y no el final o el resultado. Quizá, para que los poemas florezcan radiantes en nuestra imaginación, haya que acompañarlos desde ese lugar con el mismo cuidado artesanal que fue diagramando el poeta verso a verso hasta llegar a nosotros.

Leer y escribir son afecciones humanas, leemos jeroglíficos de nuestros antepasados, así como un poema puede contener toda la historia de la humanidad, de ahí la idea de que quizá seamos animales poéticos, criaturas sensibles habitando el universo cuyo único estilo es el desplazamiento, correrse de un lugar a otro, de un extremo a otro, y así, hasta desaparecer por completo y olvidarnos de quiénes fuimos alguna vez.

La vida sensible encuentra su correlato en la intimidad del poema, y en un mundo que de a poco se vuelve menos habitable, es difícil dialogar con el exterior, construir un puente, hilar sentidos en común, traducir, imaginar una comunidad de pares, por eso la naturaleza podría ser el tema, y podría ser la forma, y quizá el índice imborrable que orienta la biografía de una vida:

En el cielo enorme pasaban pájaros solos, muy alto

(yo los dibujaba haciendo un punto en una hoja blanca).

Los sonidos se escuchaban opacos, hundiéndose en el

cuerpo abierto del día. Aprendí a leer el horizonte antes

de conocer la primera letra. Yo fui un animal joven.

Puedo ahora decir el verbo “fui”. Ya puedo usar ese

tiempo verbal que indica como un tajo, o un vidrio que

se pone adelante y no deja pasar hacia donde hubimos.

Pero antes no había vidrios, ni casi había paredes.

Fui un ser del espacio y ahora soy un ser del tiempo.

Había una sola dimensión: abierto hacia todos lados.

Vivir era como estar cayendo siempre en el aire

Sigamos: si el tiempo es un flujo irreversible direccionado hacia el abismo, qué hacer. Para Ariel Williams, la escritura no sé si nos salva pero nos permite narrarnos desde otra temporalidad, el poema irrumpe en el presente y altera el recorrido previsto, se funda una nueva trama y con ella nuevos sentidos en los que las identificaciones se disuelven y este entramado termina por alumbrarnos en su singularidad, re direccionando nuestra atención hacia otras zonas de la realidad que antes no existían y/o no advertíamos. Este giro en la escritura es lo que convierte a los textos en necesarios para leer nuestro presente, son estos giros, estas interrupciones con lo canónico, lo que hace que los lectores y las lectoras queramos detenernos de nuevo en cada verso; es incapacidad de atribuirles una tradición, así como un nombre familiar, lo que hace que sean únicos, y así nos lleve a visualizar nuevas conexiones entre aquello que vamos leyendo día a día y lo que ya conocemos.

A veces saberse huérfano en y desde la escritura puede ser un don, una brújula para reconfigurar en forma recurrente nuestro presente, en definitiva eso que llamamos familia, padres, hijos, hijas, madres, hermanos, hermanas, coexiste en directo con la escritura, pero los poemas van más allá de las relaciones conocidas y de todo lo compartido con ellas a lo largo de los años: hablamos de una poética abierta, que no está concluida, que avanza a un ritmo desconocido a través de múltiples modos de decir y de múltiples significaciones.

El bosque de la lírica

Es común la creencia del poeta hablando de sí mismo en un registro testimonial. ¿Importa? La verdad que hemos llegado a un punto donde la imaginación, la ficción, los procesos inventivos anudados en la mente de quien escribe se complementan con los hechos reales, es más: ¿y si los hechos reales no son reales? Eso último no tendría que interesarnos, el poema no busca verdades, no busca respuestas, al contrario, su dinámica, su potencia afectiva, de afectación sensible a cada uno de nosotros y de nosotras radica precisamente en esa apertura, no somos más que los portadores de una antorcha ardiendo en todas direcciones. ¿Vamos a quedarnos con una única manera de abordar los textos? ¿O vamos a dejar que la llama de los poemas nos lleve hacia lugares que no conocíamos? ¿Leemos y escribimos para saber algo que ya sabíamos? ¿O para descubrir algo nuevo que antes ignorábamos? Lo que no conocemos del mundo es equivalente a aquello que tal vez no conozcamos de nosotros mismos.

Por un momento intenté releer cada libro desde los epígrafes. Como dice Osvaldo Baigorria que dice a su vez Luis Gusmán, los libros que hemos subrayado tienen nuestras caras. Toda marca que hayamos dejado en un libro, sea nuestro o de otros, es parte de una época prehistórica de nuestra vida, son pliegues sobre pliegues de significados que se van transformando: Stephen King, René Char o Cristian Aliaga, Fernanda Maciorowski. El rostro de nuestros vecinos de provincia y de nuestros coterráneos dialoga con las voces de autores canónicos como Char y Stephen King, y a la vez entre ellos se unifican tradiciones y géneros con convenciones de lectura que se han cristalizado o fosilizado hasta el cansancio, pero el diálogo los revive. Mejor dicho: en la conversación entre cada cita se reviven las voces de los autores y autoras citadas y regresan con una fuerza disruptiva y extraña que nos afecta y conmueve hasta el punto de no saber cómo traducir nuestras emociones.

Pero no hablaremos sobre las citas sino sobre los poemas:

Vengo del cielo vertical, muy celeste;

hogueras colgando de humo largo, exclamando;

orillas con peces que salieron del verde

a gritar;

todo el momento de un año

en que entré a donde no se habla

y hay sol,

la llanura terrosa donde no existe

gramática,

el vocabulario está permitido

hasta estirarse con los muertos,

y después volver a entrar

en Provinsia

* * *