Cómo vivir con un niño/a hiperactivo/a - Aquilino Polaino-Lorente - E-Book

Cómo vivir con un niño/a hiperactivo/a E-Book

Aquilino Polaino-Lorente

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Beschreibung

La hiperactividad infantil es un comportamiento frecuente que plantea problemas en la familia y en el colegio siendo causa, a veces, de un bajo rendimiento escolar. Los autores estudian la hiperactividad desde el primer año hasta la adolescencia y dan pautas a padres y profesores para detectar esta situación cuanto antes y procurar su mejoramiento o solución mediante ayudas psicológicas, pedagógicas y médicas.

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Cómo vivir con un niñ@ hiperactiv@

COMPORTAMIENTO, DIAGNÓSTICO, TRATAMIENTO, AYUDA FAMILIAR Y ESCOLAR

Aquilino Polaino-Lorente

Doctor en Medicina Catedrático de Psicología

Carmen Ávila de Encío

Doctora en Ciencias de la Educación

NARCEA S.A. DE EDICIONES MADRID

Índice

PRÓLOGO

1. ¿QUE ES LA HIPERACTIVIDAD INFANTIL?

La hiperactividad: un comportamiento frecuente

Características de la hiperactividad infantil

Tom Sawyer y la hiperactividad infantil

Atención

Impulsividad

Hiperactividad

Comportamiento

Aprendizaje

Desobediencia

Labilidad emocional

Llamar la atención

Algunos casos de hiperactividad infantil

Rocío, trapecista de profesión

Carolina, la niña que no se concentra

Ana, la impulsiva

David, el niño que no obedece

Óscar, el niño que suspende

Eduardo, el patoso

Susana y los cambios de humor

Íñigo, siempre tiene una disculpa

Alejandra, la niña que no se gusta

Problemas que plantea el niño hiperactivo

Con los padres

Con los hermanos

En el colegio

La desobediencia

Dificultades en el aprendizaje

Bajo rendimiento escolar

2. ¿CUÁLES SON LOS PRIMEROS SIGNOS?

El niño hiperactivo en los tres primeros años de vida

El niño hiperactivo de los 4 a los 6 años

El niño hiperactivo de los 7 a los 12 años

Adolescencia e hiperactividad

3. CÓMO SABER SI MI HIJO ES HIPERACTIVO

Escalas de Conners

Descripción de las escalas

Aplicación

Corrección

4. ¿QUÉ HACER CUANDO LOS PADRES SOSPECHAN QUE SU HIJO ES HIPERACTIVO?

¿A quién acudir?

¿Cuándo acudir?

El diagnóstico

Entrevista clínica

Observación de la conducta del niño

Evaluación individualizada del niño hiperactivo

5. ¿POR QUÉ ES MI HIJO HIPERACTIVO?

Algunos datos

La hiperactividad no es una lesión cerebral

Temperamento e hiperactividad

Alergia e hiperactividad

Educación e hiperactividad

¿Existen soluciones?

Relación con el médico

Actitud con el profesorado

6. ¿QUÉ PUEDO HACER POR MI HIJO?

7. ¿QUÉ PUEDEN HACER LOS MAESTROS?

8. SOLUCIONES

Los fármacos. Lo que los padres deben saber

Lo que debe saber el niño

Fármacos. Efectos. La colaboración entre los padres y el médico. Efectos

Cuándo administrar la medicación

La ayuda psicopedagógica Principios básicos. ¿Cómo enseñar a obedecer al niño hiperactivo?

¿Cómo solucionar los problemas prácticos en la convivencia diaria?. La ayuda pedagógica. Niños con un rendimiento escolar bajo. Niños con problemas específicos del desarrollo

Método de enseñanza: implantación del estilo cognitivo reflexivo Las autoinstrucciones

9.EL HIJO HIPERACTIVO, ¿DEPENDENCIA O DEJADEZ DE LOS PADRES?

10.LAS 100 PREGUNTAS MÁS FRECUENTES SOBRE EL NIÑO HIPERACTIVO

VOCABULARIO: PALABRAS QUE USA EL MÉDICO

BIBLIOGRAFÍA

Prólogo

Cuando vio la luz la primera vez este libro, apenas había publicaciones al respecto, y los autores lo escribimos con el único afán de ayudar a padres y profesores a entender al niño hiperactivo de tal forma que tanto la convivencia familiar como la escolar mejorara en calidad para sacar el mayor provecho del niño hiperactivo y hacer de él un hombre/mujer maduro, estable y autónomo.

Por aquel entonces ser hiperactivo era sinónimo de perezoso y mal educado, lo que generaba un mal ambiente familiar, escolar y social.

Hoy sin embargo, los libros y manuales de ayuda para padres y profesores han proliferado al igual que los diagnósticos. Al tiempo que el porcentaje de niños con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) ha aumentado de un 3-5% de niños en edad escolar a un 3-7%. Esto nos lleva a pensar que la sociedad ha empezado a comprender que hay niños cuyo bajo rendimiento escolar y/o comportamiento disruptivo en casa y en el colegio no es consecuencia de la dejadez de los padres o de una falta de capacidad en el escolar.

Con independencia de las estadísticas y los niños que padecen un TDAH nos gustaría que padres y profesores reflexionaran sobre el ocio de sus hijos y alumnos en tanto que la capacidad atencional y de reflexión puede llegar a no desarrollarse única y exclusivamente por falta de estimulación. Y a otros niños que, cada vez en mayor número, acuden a un profesional en busca de ayuda no podemos dar más consejo ni orientación que la de llevar una vida armónica, es decir en donde el ocio y la vida escolar no sean universos antagónicos lo que de algún modo puede perjudicar a los niños que padecen un TDAH real.

1.¿Qué es la hiperactividad infantil?

La hiperactividad: Un comportamiento frecuente

La hiperactividad infantil (hoy TDAH) es un trastorno de conducta, de origen neurológico que no siempre evoluciona favorablemente.

Su incidencia es alta en la población infantil. Así, diversas investigaciones estiman que del 3% al 7% de los niños menores de diez años son hiperactivos. Esto supone que, aproximadamente, 306.000 niños españoles presentan una conducta hiperactiva. Por otra parte, es importante señalar que esta conducta es diez veces más frecuente en los niños que en las niñas.

Si comparamos estas cifras con la frecuencia de otras alteraciones infantiles como, por ejemplo, el retraso mental, entenderemos que la hiperactividad sea considerada como la alteración infantil más frecuente.

Así, mientras el retraso mental supone el 1% de la población total (considerando adultos y niños), el porcentaje de nuestros escolares que sufren de hiperactividad es del 3% al 7%. Si sólo estimamos el porcentaje de niños con retraso mental, su frecuencia es menor del 1% de la población infantil. Esto quiere decir que por cada niño con retraso mental encontramos veintiséis hiperactivos.

Recientes estudios nos advierten que un 25% de los niños hiperactivos incurren en actos delictivos, abusan de la droga y el alcohol y tienen serios problemas de personalidad durante la vida adulta.

Hace exactamente ciento cuarenta y ocho años, Hoffman comunicó el caso de un niño, cuya conducta se caracterizaba por la inquietud motora y que el autor describió así:

«...Pero el inquieto Philiph todavía no se acostumbra a estar sentado, se mueve mucho y se ríe entre dientes. Por consiguiente, yo veo sus balanceos hacia adelante y hacia atrás, y la inclinación sobre su asiento, como si de una silla mecedora se tratase o como si fuera a caballo. ¡Mirad al niño inquieto! Crece cada vez más rudo y extravagante y no para hasta que se cae completamente de su asiento. Chilla con todas sus fuerzas...»

Desde entonces hasta hoy, la hiperactividad infantil ha recibido una gran variedad de nombres entre los que destacan el de «Disfunción cerebral menor», «Lesión cerebral mínima», «Disfunción cerebral mínima», «Síndrome del niño hiperactivo», «Reacción hipercinética de la infancia» y «Síndrome hipercinético».

En la actualidad, los estudios sobre la hiperactividad infantil han proliferado, llegando a conocerse mejor tanto los orígenes de este trastorno como su evolución y tratamiento.

Estos estudios ponen de manifiesto los dos hechos siguientes:

El trastorno principal en estos niños es el «déficit de atención» y no el «exceso de actividad motora». De hecho, es fácil encontrar a bastantes niños con dificultades de atención y sin hiperactividad motora.

El «exceso de actividad motora» con el tiempo desaparece, mientras que el «déficit de atención» habitualmente persiste.

De ahí que la hiperactividad infantil (incluida como tal enfermedad en el Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Americana de Psiquiatría) haya sido bautizada recientemente con la denominación de «Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad», que a su vez se define en tres subtipos diferentes: «Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, tipo combinado», «Trastorno por Déficit de Atención, tipo con predominio del Déficit de Atención» y «Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, tipo con predominio Hiperactivo-Impulsivo». Se ha incluido, además, otra nueva categoría: el «Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad no especificado», término en el que se incluye a aquellos niños con un serio trastorno de atención pero en los que la edad de inicio del trastorno es de 7 años o más, o que presentan un patrón de comportamiento caracterizado por lentitud, ensoñación e hipoactividad.

Características de la hiperactividad infantil

Antes de describir las características del niño hiperactivo conviene hacer las siguientes advertencias:

El niño hiperactivo no tiene un comportamiento extravagante, extraño o inusual durante la infancia. Las conductas que manifiesta el niño hiperactivo son conflictivas sólo por la frecuencia con que se presentan, su excesiva intensidad y la inoportunidad del momento en que suceden.

Estos niños tienen más dificultades para controlar su conducta cuando están con otros niños que cuando están solos. Esto se debe a sus dificultades para mantener la atención y a la gran facilidad que tienen para distraerse. Cuando está solo, sin apenas quererlo, el niño se convierte en el centro de atención de la situación siéndole más fácil prestar atención y estando para ello más motivado.

No todos los niños hiperactivos manifiestan todas las características que a continuación se describen. Sin embargo, las dificultades de atención, la impulsividad y la hiperactividad (que son rasgos comunes a todos los niños hiperactivos) no suelen faltar aunque se manifiestan con un grado de severidad muy diferente en cada niño.

Así, por ejemplo, un niño hiperactivo puede tener un «buen comportamiento» en el colegio y ser muy difícil de manejar en casa o viceversa. Hay niños hiperactivos que tienen un rendimiento escolar suficiente, mientras que otros muestran serias dificultades para el aprendizaje. En algunos casos, estas dificultades escolares aparecen ya en los primeros cursos, mientras que en otros no se hacen patentes hasta cursos más avanzados.

Dada esta variedad de características, el diagnóstico del niño hiperactivo es algunas veces difícil y complejo, como más adelante se observará.

TOM SAWYER Y LA HIPERACTIVIDAD INFANTIL

Tom Sawyer es quizás el personaje infantil que mejor se adecua al patrón de comportamiento que es característico del niño hiperactivo. En las líneas que siguen trataremos de estudiar las alteraciones específicas del niño hiperactivo siguiendo el tradicional relato de Tom Sawyer1.

Atención

Lo que más caracteriza al niño hiperactivo es su dificultad para mantener la atención durante ciertos periodos de tiempo.

Esto se pone de manifiesto en casa por la natural incapacidad del niño para seguir las indicaciones y las directrices que se le marcan. A veces puede dar la impresión de que no ha oído lo que se le ha dicho o, simplemente, que no estaba escuchando.

En el colegio, el niño hiperactivo es incapaz de concentrarse en la realización de las tareas que duran un largo periodo de tiempo. Por eso pasa con frecuencia de una tarea a otra, sin concluir ninguna. Examinemos estas peculiaridades en el relato de Tom Sawyer.

«Cuanto más intentaba Tom fijar la atención en el libro más se le extraviaban las ideas. Así que, por fin, con un suspiro y un bostezo se dio por vencido. Le parecía que nunca iba a llegar el recreo del mediodía» (pág. 65).

Por otra parte, es frecuente que el niño centre su atención en los estímulos menos relevantes de la información que se le presenta. Esto es lo que le sucede a Tom Sawyer durante el sermón:

«El muchacho cuya historia relata este libro no disfrutó de la oración; se limitó a aguantarla... si es que llegó a tanto. Estuvo inquieto todo el rato, tomó nota inconscientemente de los detalles de la oración, pues aunque no escuchaba, conocía el terreno de antiguo y el recorrido rutinario del pastor a través de él, y cuando se introducía alguna pequeña variante su oído la detectaba y todo su ser se rebelaba contra ella; consideraba que era una injusticia, y además una canallada hacer añadidos. En medio de la oración, una mosca se posó en el respaldo del banco que tenía delante y fue un martirio espiritual verla frotarse con calma las patas, pasárselas alrededor de la cabeza y pulirla con tanto vigor que parecía que se la iba a arrancar del cuerpo, y el hilito de su cuello quedaba a la vista; se raspaba las alas con las patas traseras y las alisaba junto al cuerpo como si fueran faldillas de un frac, enfrascada en su aseo con toda tranquilidad, como si supiera que estaba perfectamente a salvo. Como en verdad lo estaba, porque, por muy urgentemente que las manos de Tom desearan agarrarla, no se atrevían; él creía que su alma sería destruida al instante si hacía semejante cosa durante la oración. Pero al oír la frase final, su mano empezó a ahuecarse y moverse furtivamente hacia delante, y en cuanto se escuchó el ‘amén’ la mosca cayó prisionera de guerra. Su tía detectó la acción y le mandó soltarla. El pastor anunció el texto... Tom contó las páginas del sermón; después de salir, siempre sabía de cuántas páginas constaba, pero raras veces sabía nada más del discurso. Sin embargo, esta vez, durante un rato, se interesó de veras. El pastor trazó un cuadro grandioso y conmovedor del momento en que se reunirían las huestes de este mundo al cumplirse el milenio, cuando el león y el cordero yacerían juntos y un niño pequeño los conduciría. Pero lo patético, la lección, la moraleja del gran espectáculo pasaron desapercibidos para el muchacho; él sólo pensaba en lo notorio del personaje principal ante las naciones que le contemplaban; se le iluminó la cara al pensarlo y se dijo a sí mismo que le gustaría ser aquel niño, con tal que el león fuera manso… Al rato se acordó de un tesoro que tenía y lo sacó. Era un gran escarabajo negro con mandíbulas formidables... un bicho ‘pellizquero’...» (págs. 48 y 49).

El niño hiperactivo es más vulnerable a los estímulos del contexto ambiental que cualquier otro niño, por lo que tiene gran facilidad para distraerse.

«La tía Polly llegó, y Tom, Sid y Mary se sentaron a su lado, colocando a Tom junto al pasillo con el fin de que estuviera lo más lejos posible de la ventana abierta y del seductor panorama estival» (pág. 45).

Impulsividad

Tom actúa de forma inmediata sin pensar en las consecuencias de su acción, igual que el niño hiperactivo.

«—¡Ay, Tom, no dejaste señales! —¡Becky, he sido muy tonto! ¡Muy tonto! No se me ocurrió que tendríamos que regresar. No... no puedo encontrar el camino. Estoy hecho un lío» (pág. 236).

Cuando emprende alguna nueva actividad, empieza con entusiasmo, la realiza de forma desorganizada y desestructurada y pocas veces la termina. Cualquier pensamiento que pase por su cabeza es inmediatamente ejecutado.

«Como un rayo cruzó por la mente de Tom un pensamiento. Se puso de pie y gritó: ¡He sido yo!» (pág. 161).

En el colegio, sus cuadernos están sucios y descuidados. Las actividades escolares se realizan de forma irreflexiva y desorganizada.

En casa, el niño no tiene paciencia para seguir las reglas del juego y, en consecuencia, no sabe jugar solo, no se entretiene con ningún juguete y continuamente pasa de una actividad a otra.

Hiperactividad

El niño va de un lado a otro de la habitación, salta o corre por la calle, nunca quiere ir de la mano de sus padres, anda delante o detrás. Cuando permanece sentado en una silla —lo mismo que le sucede a Tom y sus amigos— tiene siempre las piernas en movimiento, se columpia, se levanta con o sin excusa y sus ‘idas y venidas’ no persiguen ningún objetivo; su actividad carece de finalidad.

«Entró en la iglesia con un enjambre de chicos y chicas ruidosos y limpios, se dirigió a su asiento y empezó a discutir con el primer muchacho que encontró a mano. Intervino el maestro, un hombre serio, entrado en años; al volver éste la espalda, Tom le tiró del pelo al muchacho del banco vecino, y aparentó estar embebido en su libro cuando el chico se dio la vuelta; al rato pinchó con un alfiler a otro compañero, hasta que dijo ‘¡ay!’ y recibió otra reprimenda de su maestro. Todos los chicos del grupo estaban cortados por el mismo patrón: eran inquietos, ruidosos y molestos» (pág. 38).

Comportamiento

Es totalmente imprevisible, inmaduro e inapropiado para su edad. Los niños hiperactivos no son malos, pero sí traviesos, tal y como opina la tía Polly.

«Pues como decía —siguió la tía Polly—, digamos que no era malo, sólo travieso. Sólo atolondrado y alocado, sabe usted. Más irresponsable que un potro. Él nunca quería hacerle daño a nadie, y era el chiquillo con el mejor corazón del mundo...» (pág. 123).

«¿Cómo va a saber una lo que la espera?... yo cumplo con mi deber con ese niño... Estoy almacenando sufrimiento para los dos. Lo sé. Tiene el diablo metido en el cuerpo...» (págs. 10 y 11).

Su impulsividad les lleva a convertir en acto cualquier deseo y a causa de esto continuamente se meten en líos. De ahí que ante cualquier fechoría sean siempre ellos los primeros que aparecen como sospechosos.

«Pero a Sid le resbalaron los dedos y el azucarero se cayó y se rompió. Tom se quedó extasiado. Tanto que incluso controló la lengua y se quedó callado. Pensó que no soltaría ni una palabra, ni siquiera cuando entrara su tía, sino que se quedaría absolutamente inmóvil hasta que ella preguntara quién había hecho el daño, y entonces él se lo contaría, y no habría cosa mejor en el mundo que ver cómo le ‘cascaban’ al niño modelo. Estaba tan exultante que apenas pudo contenerse cuando regresó la anciana y se quedó parada sobre las ruinas, descargando rayos de ira por encima de las gafas. Tom se dijo: ‘¡Ahora veremos!’ ¡Al momento siguiente se encontró tirado en el suelo! La mano poderosa se alzaba dispuesta a pegarle otra vez cuando Tom gritó:

—Oye, espera, ¿por qué me pegas a mí? ¡Ha sido Sid!

La tía Polly se detuvo, perpleja. Tom esperaba un gesto de desagravio. Pero, cuando ella al fin recobró el habla, sólo dijo:

—¡Vaya! Bueno, no te lo habré dado en balde. Seguro que habrás estado haciendo alguna barrabasada en mi ausencia» (págs. 29 y 30).

En ocasiones, estos niños se muestran agresivos y violentos con sus compañeros e incluso con los adultos. Esta agresividad no sólo es verbal (amenazas e insultos), sino también física: destrozan los juguetes de otros niños y los suyos propios, se enzarzan en peleas con sus compañeros o agreden a sus padres o a cualquier otro adulto que trate de oponerse a sus planes.

Asimismo, el niño hiperactivo miente con frecuencia y comete pequeños hurtos. Por este motivo, los padres consideran que su hijo hiperactivo no tiene conciencia de lo que hace, ya que su conducta no se adecua a ningún criterio ético o incluso legal.

Aprendizaje

Aunque no todos, la mayoría de los niños hiperactivos presentan dificultades en el aprendizaje. La capacidad intelectual de estos niños puede ser baja, normal o alta, como la de cualquier otro, pero sus dificultades de atención, la falta de reflexión y la incesante inquietud motora no favorecen su aprendizaje. Por el contrario, habitualmente lo bloquean provocando un rendimiento escolar insuficiente e insatisfactorio, como le ocurría a Tom.

«Luego Tom se arremangó los pantalones, por así decirlo, y se puso a ‘empollar los versículos’. Hacía días que Sid se había aprendido la lección. Tom puso todo su empeño en recordar cinco versículos, y escogió una parte del Sermón de la Montaña, porque no podía encontrar otros versículos más cortos. Al cabo de media hora, Tom tenía una vaga idea general de su lección, pero nada más, porque su mente andaba vagando por el amplio campo del pensamiento humano, y sus manos estaban ocupadas con diversiones que le distraían. Mary tomó el libro para tomarle la lección, y él trató de abrirse paso a través de la niebla:

—Bienaventurados los... los...

—Pobres...

—Sí... pobres; bienaventurados los pobres de espíritu, porque ellos... ellos...

—De ellos...

—De ellos. Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos... ellos...

—Se...

—Porque ellos se...

—Se...

—Porque ellos se... ¡Oh, no sé lo que es!

—¡Serán!

—¡Eso, serán! Porque ellos serán... porque ellos serán... serán llorados... ah... bienaventurados los que lloran... porque serán... ¿serán qué? ¿Por qué no me lo dices, Mary? ¿Por qué eres tan cicatera?» (págs. 34 y 35).

En niños hiperactivos muy inteligentes el rendimiento aun siendo suficiente no es satisfactorio, dada la poca capacidad de memoria, la facilidad de distracción y el poco tiempo de concentración que les caracteriza.

Con todo, estos niños están escolarizados en colegios ordinarios ya que cuando se les aplican tests psicológicos individualmente las puntuaciones son normales o incluso mejores que las de sus compañeros.

En ocasiones, los profesores atribuyen su falta de rendimiento a algún déficit sensorial (visual o auditivo) o a variables de tipo personal, como la «pereza» o la «desobediencia».

Algunos niños hiperactivos tienen dificultades para pronunciar ciertos sonidos, estructurar las frases o aprender a leer y a escribir.

Desobediencia

Éste es con frecuencia el problema más acuciante dentro de la familia. Aquí, el niño hace lo contrario de lo que se le pide o, simplemente, no lo hace.

Por otra parte, el niño hiperactivo —como Tom— tiene una especial tendencia a hacer lo prohibido.

«... y Tom tenía terminantemente prohibido jugar con Huck. Así que jugaba con él en cuanto tenía la menor oportunidad» (pág. 56).

Dada esta peculiaridad, es lógico que a los padres les resulte verdaderamente difícil enseñar a estos niños a obedecer o a adquirir ciertos hábitos de higiene y cortesía.

Labilidad emocional

El niño hiperactivo, como Tom, está sujeto a bruscos cambios de humor.

«Su humor siempre determinaba su comportamiento» (pág. 157).

Se irrita enormemente cuando sus deseos no son satisfechos «ya y ahora». Con el tiempo, el niño hiperactivo tiende a formarse un pobre concepto de sí mismo. Entre los pensamientos negativos más arraigados en estos niños destacan los de «ser malos», «no tener amigos» y «ser torpes para el estudio».

Como Tom, el niño hiperactivo no acepta perder y no es capaz de asumir sus propios fracasos, de los que se defiende adoptando una actitud fanfarrona o presuntuosa.

«—Oye... ¿Qué llevas ahí?

—Nada, una garrapata.

—¿De dónde la has ‘sacao’?

—Del bosque.

—¿Qué pides por ella?

—No sé. No quiero venderla.

—¡Bah! De todas maneras es muy pequeñaja.

—¡Claro! Como no es tuya... Pues a mí me gusta y me parece una garrapata estupenda.

—Anda ya, con la de ellas que hay. Si me da la gana tengo yo mil» (pág. 60).

Cuadro 1. CARACTERÍSTlCAS DIFERENCIALES ENTRE EL NIÑO CON TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN CON HIPERACTIVIDAD Y EL NIÑO CON TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN CON HIPERACTIVIDAD NO ESPECIFICADO

Los niños con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad

Tienen problemas para concentrarse, durante largos periodos de tiempo en una tarea.Se distraen con facilidad.Tienen problemas para seguir las directrices que se le sugieren. —No terminan lo que empiezan.Actúan antes de pensar.Necesitan más supervisión que otros niños.Son disruptivos en clase.No son capaces en los juegos de esperar su turno.Pasan de una actividad a otra sin terminar ninguna.Los síntomas comienzan a manifestarse antes de los siete años. —Pierden las cosas.Contestan a las preguntas antes de haber terminado de formularse. —Pelean por cualquier cosa.No miden el peligro de lo que hacen.Son inoportunos cuando están en grupo.Se olvidan de lo que tienen que hacer.Hablan excesivamente.Son desordenados y desorganizados.

Los niños con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad no especificado

Tienen problemas para concentrarse en una tarea, durante un largo periodo de tiempo.Se distraen fácilmente.Tienen problemas para seguir las directrices que se le sugieren.No terminan las tareas que empiezan.Pierden las cosas.Son desordenados y desorganizados o todo lo contrario.Sueñan despiertos y están inhibidos.Se muestran pasivos y no saben defenderse de las agresiones de sus compañeros.

En otras ocasiones, se compara con aquellos que, a su juicio, son peor que él o culpa a los demás de sus fracasos.