Compartir la infancia - Carmen Orte Socias - E-Book

Compartir la infancia E-Book

Carmen Orte Socias

0,0
10,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Esta obra pretende enfatizar la necesidad de crear programas intergeneracionales en las escuelas. Justificamos con argumentos científicos los diferentes beneficios de la educación intergeneracional y cómo esta es posible, viable y recomendable. Pretendemos introducir al lector en esta educación a partir de su justificación teórica y científica a nivel internacional, realizando, al mismo tiempo, una revisión metodológica de los diferentes programas intergeneracionales aplicados en centros educativos y cómo estos se llevan a la práctica diaria. Posteriormente, analizamos los beneficios obtenidos con la implementación de programas intergeneracionales y concluimos con unas líneas de futuro prometedoras. La obra, dirigida a académicos y profesionales especialmente interesados en la educación intergeneracional, no solo pretende aportar justificaciones sólidas y científicas para la implementación y consolidación de programas intergeneracionales en las escuelas, sino que permite, al mismo tiempo, ser una ayuda para aquellas comunidades educativas que quieran implementarlos o deseen consolidarlos en sus centros, ya que la educación intergeneracional es beneficiosa para los jóvenes y las personas mayores, pero también para el profesorado, las familias e instituciones que la envuelven; en definitiva, para todos los responsables de la educación.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Carmen Orte Socias

Marga Vives Barceló (eds.)

Compartir la infancia

Proyectos intergeneracionales en las escuelas

Colección Universidad

Compartir la infancia. Proyectos intergeneracionales en las escuelas

Autores: Joan Amer Fernández, Lluís Ballester Brage, M. Antònia Gomila Grau, Carmen López Esteva, Martí X. March Cerdà, Josep Lluís Oliver Torelló, Carmen Orte Socias, M. Belén Pascual Barrio, Rosario Pozo Gordaliza, María Valero de Vicente, Marga Vives Barceló.

Este libro ha contado con la ayuda de la Universidad de las Islas Baleares y del Programa de Aprendizaje Permanente de la Unión Europea.

Primera edición impresa: diciembre de 2016 Primera edición digital: diciembre de 2016

© Carmen Orte Socias y Marga Vives Barceló (eds.)

© De esta edición: Ediciones OCTAEDRO, S.L. Bailén, 5 – 08010 Barcelona Tel.: 93 246 40 02www.octaedro.com – [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-9921-893-9

Diseño, producción y digitalización: Editorial Octaedro

Presentación

El libro que presentamos, Compartir la infancia. Proyectos intergeneracionales en las escuelas, es el resultado del trabajo socioeducativo bianual coordinado por el Grupo de Investigación y Formación Educativa y Social (GIFES), de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), en colaboración con varios centros educativos y alumnado sénior de España, Polonia y Turquía.

La experiencia llevada a cabo, los resultados obtenidos y la vivencia colectiva del Proyecto intergeneracional Sharing childhood (SACHI) (Compartir la infancia) nos ayudaron a decidir la publicación de este trabajo con la intención de mostrar cómo la práctica de la educación intergeneracional es posible, viable y recomendable. Nuestra intención, pues, es apoyar la necesidad de introducir la educación intergeneracional en los centros educativos, a partir de argumentos y justificaciones científicas. Para ello realizamos la revisión teórica y metodológica, y la aplicación práctica. A lo largo de los diferentes capítulos de este libro aportamos los principales resultados obtenidos y terminamos con unas líneas de futuro respecto a estos programas.

Tal como se comenta en algunos capítulos, la educación intergeneracional no solo permite obtener beneficios actitudinales entre las personas y grupos que participan, como el alumnado o las personas del grupo sénior que forman parte del mismo, pues produce beneficios positivos de muy diversa naturaleza, incluyendo la formación de nuevas actitudes y comportamientos a partir del establecimiento de lazos afectivos generados entre las personas que participan en el programa a través del trabajo en común, sino que también contribuye de forma importante a la incorporación de nuevos aprendizajes, de nuevas formas de percibir el mundo en general y el mundo de los mayores y de los jóvenes en particular.

Asimismo, la educación intergeneracional produce cambios en el profesorado, en las familias, en el entorno comunitario, pero sobre todo en el paisaje del centro educativo. Los mayores forman parte del mismo con entidad propia, moral afectiva y de experto, lo cual contribuye a un nuevo orden, a una nueva forma de contribuir en los procesos de enseñanza-aprendizaje y, en definitiva, en la aventura y experiencia de aprender.

La educación intergeneracional es una realidad que está esperando su oportunidad para quedarse. Llegará, sin duda, de la mano de los propios protagonistas que forman parte del entramado educativo y que tienen responsabilidad en la educación en todas las edades y en los procesos de innovación y mejora.

No queremos finalizar sin agradecer de forma especial el trabajo y el apoyo del personal de los centros educativos de Santa Catalina, Son Ferriol y Sa Indioteria, en Mallorca; el del alumnado sénior que nos acompañó en este proyecto y el de nuestros socios de Turquía y Polonia.

CarmenOrteSocias MargaVivesBarceló

1

Las relaciones intergeneracionales en Europa, presente y futuro. Empoderamiento de las personas mayores

Joan Amer Fernández

Belén Pascual Barrio

Martí X. March Cerdà

Introducción

En el marco del envejecimiento de las sociedades europeas y con el aumento de la esperanza de vida de cada vez más capas de la población, aparecen nuevos roles de la gente mayor, así como nuevas formas de vivir la jubilación. También aparecen nuevos problemas sociales, como el aumento de los casos de personas mayores en situación de soledad, para quienes las relaciones sociales e interpersonales son beneficiosas. En este escenario, las «relaciones intergeneracionales» constituyen una oportunidad para el intercambio de experiencias, conocimientos y valores entre generaciones, así como para una mejora de la calidad de vida de las personas mayores (Boström, 2014). Hay que entender también las relaciones intergeneracionales como una forma de aprendizaje a lo largo de toda la vida.

A la hora de dar una definición sobre las relaciones intergeneracionales, Newman y Sánchez (2007) las entienden como aquellas interacciones o los encuentros que tienen lugar entre grupos o personas de diferentes generaciones, donde no solo hay contacto, sino también relación. Hatton-Yeo (2015) afirma que es difícil dar una definición cerrada y precisa de las mismas, que lo importante es que estas relaciones promuevan la calidad de vida de las personas y generaciones implicadas a través de actividades compartidas. Hatton-Yeo añade que las relaciones intergeneracionales persiguen reunir a gente en torno a acciones que promuevan mayor respeto y comprensión entre generaciones y que contribuyan a fomentar comunidades más cohesionadas. La práctica intergeneracional, según este autor, es inclusiva y se basa en los recursos positivos que jóvenes y mayores tienen para ofrecer.

Antes de entrar en las diferentes características de los programas intergeneracionales que se desarrollaran a lo largo del libro, el objetivo del capítulo es presentar las relaciones intergeneracionales desde una perspectiva comprensiva que englobe las distintas dimensiones de este fenómeno. Para ello se han reunido los enfoques sociológico, demográfico, psicológico y educativo, haciendo referencia a las dimensiones del envejecimiento y el cambio social, los beneficios de las relaciones personales para la gente mayor, las definiciones de las relaciones intergeneracionales, así como los distintos marcos teóricos utilizados para su análisis y reflexión.

En este sentido, se expone, en primer lugar, el fenómeno del envejecimiento demográfico y el cambio social en los roles de las personas mayores para entender mejor las circunstancias en las que surgen las propuestas de relaciones intergeneracionales. En segundo lugar, se hace referencia a los beneficios personales de estas relaciones a partir de las investigaciones que determinan la importancia de las relaciones sociales e interpersonales para la mejora de la salud y la calidad de vida de la población adulta mayor. En tercer lugar, se entra en mayor detalle en las distintas definiciones y debates sobre las relaciones intergeneracionales, tanto a nivel español como internacional. En cuarto y último lugar, se exponen los diferentes marcos teóricos de la psicología, las ciencias de la educación y las ciencias sociales que enmarcan los análisis y las propuestas de intervención sobre las relaciones intergeneracionales.

Envejecimiento, demografía y cambio social

En el informe UNESCO sobre programas intergeneracionales, Hatton-Yeo (2001) señala que los cambios socioeconómicos y culturales conllevan un riesgo para las personas mayores en tanto que son vistos como una carga. Añade que los cambios en la estructura familiar y el incremento de la movilidad laboral impacta con el cuidado e inclusión social de las personas mayores. Boström (2014) añade que, con el cambio social, las personas mayores tienen actualmente roles más activos. Todo ello en un contexto –continúa esta autora– con problemáticas como la soledad, sistemas de cuidado insuficientes y la desconexión entre generaciones.

En el continente europeo, las perspectivas demográficas son de envejecimiento. Las proyecciones del Eurostat (2011) predicen, para las próximas décadas, un aumento anual de dos millones de las personas mayores de 60 años. De acuerdo con el Eurostat (2015), las bajas tasas de nacimiento y la mayor esperanza de vida están transformando la pirámide de la Unión Europea. La proporción de personas en edad laboral está descendiendo, mientras que el porcentaje de personas jubiladas está aumentando. La población de la Unión Europea (UE-28) en 2014 era de 506,8 millones; superan, pues, en número las personas mayores de 65 años a las menores de 14 años: el 18,5 % eran mayores de 65 años y el 15,6 % eran menores de 14. Italia (21,4 %) y Alemania (20,8 %) son los países con más proporción de mayores de 65 años (Eurostat, 2015). Las tasas o ratios de dependencia de edad pueden servir para visualizar la población dependiente mayor de 65 en relación con la población en edad de trabajar. En 2014, esta tasa de dependencia era del 28,1 %, es decir, había unas cuatro personas en edad de trabajar por cada persona mayor de 65 años. Para el caso español, esa tasa de dependencia será del 57 % en 2050 (Serrano, Latorre y Gatz, 2014). De acuerdo con las previsiones del Eurostat (2015), las personas mayores de 65 años representarán el 28,7 % de la población en 2080. La tasa de dependencia de la población mayor pasará del 28,1 % del 2014 al 51 % del 2080. Esto tiene consecuencias importantes sobre las personas, así como sobre la economía, las políticas sociales y el Estado de bienestar; en especial, sobre el sistema de pensiones.

Estos datos confirman la importancia de las relaciones intergeneracionales. En el ambito europeo, la falta de contacto entre generaciones puede causar que los jóvenes sientan que tienen que pagar las pensiones a los mayores, mientras que la gente mayor se puede sentir marginada por el cambio social (especialmente, por el rápido cambio tecnológico) (Eurostat, 2011). El eurobarómetro de la Comisión Europea (citado en Eurostat, 2011) detectó en marzo 2009 que un 63,8 % de las personas mayores de 15 años estaban de acuerdo con la afirmación de que no había suficientes oportunidades para el encuentro entre gente joven y gente mayor en asociaciones e iniciativas comunitarias locales. En ese mismo estudio, un 13,3 % de la población de más de 15 años consideraba que la población mayor era una rémora para la sociedad.

España también sigue su proceso de envejecimiento: según el INE (2015), el 18,4 % de la población era mayor de 65 años en 2015, mientras que los octogenarios representaban el 5,8 % de la población. Además, el género femenino es el mayoritario en la vejez. Tal y como señalan Abellán, Vilches y Pujol (2014) en un informe sobre el perfil de las personas mayores, la generación del baby-boom (la nacida entre 1958 y 1977) empezará a jubilarse alrededor del año 2024, con lo que aumentará el impacto sobre el sistema de pensiones. Estos autores subrayan que la proporción de personas mayores de 85 años por cada 100 de la franja de edad 45-65 años ha ido creciendo.

Otros datos demográficos que destacan Abellán, Vilches y Pujol (2014) son que España se encuentra entre los países con más personas mayores de Europa (también es de los países que tiene más población), conjuntamente con Alemania, Francia, Reino Unido e Italia. En el territorio español, las comunidades más envejecidas son Galicia, Asturias, Castilla-León y Aragón. Estos autores también señalan la presencia de extranjeros mayores de Reino Unido y Alemania residentes en España. Por tanto, en el caso español, el descenso de la fecundidad desde la década de los setenta ha comportado el aumento del porcentaje de personas mayores que, a su vez, han aumentado su esperanza de vida (Brullet, 2010). Como apuntan March y Orte (2012), también hay que tener en cuenta el proceso de inmigración extranjera a finales del siglo xx y principios del siglo xxi que provoca una deceleración de la dinámica de envejecimiento hasta que la crisis económica detiene esta dinámica a partir de 2008.

En cuanto a la longevidad y el estado de salud, Abellán, Vilches y Pujol (2014) indican que las mujeres de España tienen una esperanza de vida de 85,21 años, mientras que en los hombres la esperanza de vida es de 79,3 años. Entre ambos géneros hay una diferencia de casi seis años. Respecto al patrón de mortalidad de la población española, estos autores exponen que las enfermedades degenerativas ocupan el primer lugar; y en cuanto a las principales causas de muerte, las enfermedades circulatorias y el cáncer están en las primeras posiciones.

Sobre las características económicas, Abellán, Vilches y Pujol (2014) señalan que casi la totalidad de la gente mayor es receptora de algún tipo de retribución económica y que el principal gasto es el mantenimiento de la propia vivienda. Afirman que los hogares de mayores de 65 años tienen menos ingresos que el resto de hogares; sin embargo, la tasa de riesgo de pobreza de esta franja de edad es inferior a la media. También subrayan que la esperanza de vida tras la jubilación es alta en España (18,3 años para los hombres y 22,5 años para las mujeres), superior a muchos países de la Unión Europea; y en el caso de las mujeres, la tercera esperanza de vida más alta del mundo, después de Japón y Francia.

En relación con las características sociales, también Abellán, Vilches y Pujol (2014) detectan un aumento de los hogares unipersonales con una persona mayor de 65 años, aunque en un porcentaje menor que en el resto de Europa. El doble de mujeres que de hombres viven en este tipo de hogares. Estos autores recuerdan que entre las mujeres de edad, la viudez es frecuente y se incrementa con la edad. En cuanto al cuidado de las personas mayores, estos autores recogen que, en el caso de los varones con dependencia, la persona cuidadora suele ser su pareja y después su hija. En el caso de la mujeres mayores dependientes, añaden, suelen ser sus hijas. Por último, relacionado con la sociedad de la información, destacan que se encuentra una brecha digital en el uso de las nuevas tecnologías en la población mayor de 65, especialmente en el caso de las mujeres.

Respecto a las políticas de envejecimiento, de acuerdo con Serrano, Latorre y Gatz (2014), el proceso demográfico tiene repercusiones en los sistemas de protección social, en el financiamiento público de los servicios y en el ahorro y consumo de las familias. Concretamente, en el caso español hay dos factores específicos: el modo en que la estructura de la población afecta a la tasa de dependencia y las consecuencias de la crisis económica en los sistemas de pensiones y de salud pública. Añaden que las instituciones públicas deben manejar programas de bienestar para las generaciones mayores sin olvidar los programas para los otros grupos de edad. Los autores señalan que el sistema público de pensiones se encuentra en el centro del debate sobre la solidaridad intergeneracional y la sostenibilidad del Estado de bienestar. Apuntan que los pensionistas cada vez lo son durante más años, y a ello hay que añadir las altas tasas de paro fruto de la crisis económica, lo que comporta dificultades a medio y largo plazo para la Seguridad Social. En este contexto se enmarcan las decisiones políticas de retraso de la edad de jubilación a los 67 años.

En conjunto, la dinámica de envejecimiento comporta un fuerte impacto en la pirámide poblacional, dado que en España hay más personas mayores de 65 años que menores de 14 años (18,1 % versus 15 %, según datos del Instituto Nacional de Estadística). En especial, la perspectiva de aumento de las personas mayores de 80 años tiene implicaciones relevantes en cuanto a la dependencia (March y Orte, 2012).

El envejecimiento de la población, sumado a otras transformaciones socioeconómicas y culturales, impacta en las estructuras familiares. En primer lugar, se produce un incremento de la coexistencia de diversas generaciones. En palabras de Brullet (2010), nos encontramos ante familias más estrechas y más largas, al haber menos hijos por pareja y a su vez aumentar las esperanza de vida de los miembros de la familia. Esta autora añade la relevancia de los cambios en el rol de la mujer para entender las nuevas dinámicas familiares. En conjunto, la familia reduce su rol de cuidado directo sobre las personas mayores en situación de dependencia, y se produce un aumento de los hogares unipersonales (March y Orte, 2012).

Como señalan March y Orte (2012), la crisis económica y laboral a partir de 2008 comporta cambios de roles de la gente mayor, en el sentido de que algunas personas mayores pasan a desempeñar funciones de contención de la crisis en el seno de las familias, debido a las altas tasas de paro y a la dinámica de los desahucios tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. Megías, Ballesteros y Guerra (2011) destacan también el papel crucial que tienen con frecuencia los abuelos en relación con la educación y el cuidado de los nietos, dadas las dificultades de padres y madres para lograr escenarios de conciliación laboral y familiar. Estos autores argumentan que se ha producido un cambio en los referentes de lo que se espera de un abuelo o de una abuela: las mismas personas mayores que ejercen nuevos roles habían crecido con otro imaginario de las funciones de la gente mayor y los abuelos o las abuelas. En una línea parecida se manifiestan Badenes y López (2010) al acuñar el término doble dependencia para referirse a los abuelos que cuidan de los nietos: una población potencialmente dependiente que asume tareas de cuidado.

Las relaciones sociales y el bienestar personal

Diferentes investigaciones académicas han puesto el acento en la importancia de las relaciones sociales de las personas mayores para la mejora de su bienestar personal y calidad de vida (Merz y Huxhold, 2010; Huxhold, Miche y Schüz, 2013; Chen y Feeley, 2014; Stoeckel y Litwin, 2013). En este sentido, los programas de relaciones intergeneracionales promueven la relación social y la comunicación interpersonal; por tanto, son herramientas para la mejora de la calidad de vida de este sector de la población.

Merz y Huxhold (2010) exponen que las redes sociales son importantes para el bienestar y la satisfacción vital, especialmente en las edades más adultas. Los contactos sociales y el apoyo personal son fuente de bienestar para las personas mayores. En su investigación sobre la relación entre bienestar y calidad de las relaciones interpersonales, determinan que aquellos que puntúan de manera más alta las relaciones, también tienen índices más altos de bienestar subjetivo. De acuerdo con estos autores, las relaciones de calidad implican mayor armonía, mejor comprensión, menor conflictividad y mejor cuidado y apoyo de confianza. Por otro lado, las personas con relaciones sociales pobres –y, por tanto, menos conectadas– pueden reaccionar negativamente a las propuestas de apoyo y cuidado. Chen y Feeley (2014), en su estudio sobre el apoyo social, la soledad y el bienestar en las personas mayores, proponen que un apoyo mayor recibido por la pareja, familia y amigos repercute en una menor sensación de soledad y una mejora del bienestar.

En esta misma línea de investigación encontramos el trabajo de Huxhold, Miche y Schüz (2013) sobre los beneficios y efectos diferenciales de tener amigos para la gente mayor. Afirman que los contactos sociales son importantes para el bienestar personal y que la gente con relaciones sociales más cercanas presentan mejor salud y son más optimistas. Añaden que las relaciones sociales mejoran el bienestar subjetivo en tanto que constituyen oportunidades para la participación y la posibilidad de hacer actividades en un contexto social. Por último, exponen que la implicación en actividades sociales por parte de las personas mayores es especialmente beneficiosa si estas actividades les hacen sentirse útiles y protagonistas.

En un estudio de las redes sociales personales de los mayores europeos, Stoeckel y Litwin (2013) detectan que estos mantienen relaciones cercanas con pocas personas, una mediana de dos, según su investigación. Sin embargo –añaden–, los vínculos sociales que mantienen son satisfactorios a nivel personal y emocional, además de ser geográficamente accesibles. En su informe hallan que un 6 % de los europeos mayores manifiestan no tener ningún tipo de red social. Los mayores sin redes personales también muestran mayor vulnerabilidad en la salud y el bienestar. En cuanto a las relaciones familiares y las de amistad, estos autores exponen que más del 60 % de las redes apuntadas por los mayores entrevistados son familiares. Por otro lado, menos del 10 % no incluyen ningún miembro de la familia en su red. Los mayores europeos mantienen una cercanía emocional y un contacto frecuente con sus relaciones, con la excepción de quienes tienen redes basadas exclusivamente en amistades. En estos casos, estos autores explican que los contactos son menos frecuentes, presentan menor conexión emocional y están a mayor distancia geográfica.

Para Stoeckel y Litwin (2013), cuando se desglosa el análisis por países se hallan diferencias en las relaciones personales e intergeneracionales. Es más habitual encontrar relaciones de confianza con niños/as en el contexto de los países de la Europa meridional, lo que sugiere que en estos países hay mayor solidaridad intergeneracional. En el caso de los países del Norte y el Oeste de Europa, Stoeckel y Litwin señalan que los adultos mayores presentan más relaciones de confianza con amigos. Por último, en el caso de la Europa del Este, las redes sociales son más pequeñas, compuestas básicamente de la pareja o esposo/a.

También desde una perspectiva europea, a partir de la explotación de los datos del estudio SHARE, Rossi, Boccacin, Bramanti y Meda (2014) distinguen tres tipos de perfiles en el envejecimiento activo y las relaciones intergeneracionales. En primer lugar, encontraríamos los «individualistas». Se trataría de personas mayores en la franja más joven con un rechazo al envejecimiento activo. Este perfil presenta mayores situaciones de riesgo y baja calidad de vida. En segundo lugar, hallaríamos los «ambivalentes competitivos»: personas con dificultad para mantener la actitud proactiva en dos niveles, el familiar y el comunitario. Es importante dirigir a este sector programas intergeneracionales como medio de mejorar la calidad de vida, poner en valor su experiencia vital y promocionar sus contactos sociales. En tercer lugar, encontraríamos los «sociogeneradores», individuos que combinan el compromiso con la familia y con la sociedad, lo que supondría un «envejecimiento activo pleno». Este tercer grupo presenta una percepción más alta sobre su calidad de vida y mayor potencialidad para mantenerla alta en el futuro.

En el caso español, Buz, Sánchez, Levenson y Aldwin (2014) hablan de dos niveles de relaciones para las personas mayores:

Las relaciones internas. Destacan la importancia de la estructura familiar; sin diferencias entre mayores casados y mayores viudos, dada la densidad de las relaciones familiares.Las relaciones periféricas. Se vinculan a la participación social y a la importancia de la asistencia a los bares (en sentido amplio) para el mantenimiento y promoción de esas relaciones. En la cultura española estos lugares son una especie de extensión de la sala de estar de las casas, donde mantienen activas sus relaciones, así como encuentros con personas de otras generaciones.

Las relaciones intergeneracionales

Hatton-Yeo (2001) define las relaciones intergeneracionales como un intercambio de aprendizaje y recursos con beneficios sociales e individuales para las generaciones jóvenes y viejas. Todo ello en un contexto donde las transformaciones sociales y familiares han comportado distanciamiento entre generaciones, y de ahí la necesidad de restablecer puentes. Ante ello, Hatton-Yeo, Klerq, Ohsako y Newman (2001) apuntan: