Compis del gimnasio - Lisa Vild - E-Book

Compis del gimnasio E-Book

Lisa Vild

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2020
Beschreibung

«Se van al vestuario juntas y abren las taquillas en silencio. Había planeado ducharse antes de irse a casa, pero ver a Tilda desvestirse por el rabillo del ojo es demasiado para ella. Con la cara roja como un tomate, se pone la sudadera y se cambia las deportivas para hacer ejercicio por sus Converse habituales. Una y otra vez, se repite a sí misma: «¡no mires, no mires!», ya que es lo único que quiere hacer mientras Tilda se quita la ropa deportiva sudada y se lava el cuerpo hasta dejarlo reluciente».Natalia se ha apuntado al gimnasio por primera vez y se siente como un pez fuera del agua. Insegura por su aspecto, se pregunta si debería tirar la toalla, hasta que conoce a Tilda, alguien con un físico similar al suyo pero sin ningún atisbo de inseguridad. Mientras Tilda ayuda a Natalia a conocer mejor el gimnasio, un deseo ardiente va creciendo dentro de Natalia. Cuando Tilda le propone verse en el gimnasio por la noche, Natalia no se lo piensa dos veces.-

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Seitenzahl: 33

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Lisa Vild

Compis del gimnasio

LUST

Compis del gimnasio

Original title:

Träningskompisar

 

Translated by Marta Cisa Muñoz

Copyright © 2019 Lisa Vild, 2020 LUST, Copenhagen.

All rights reserved ISBN 9788726362688

 

1st ebook edition, 2020. Format: Epub 2.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

Compis del gimnasio

 

Lleva unas mallas deportivas tan ajustadas que parecen una segunda piel y le resaltan las caderas anchas y el culo musculoso. Con las piernas separadas y las puntas de los pies hacia arriba, la mujer mira por encima del hombro, directamente a Natalia, y le sonríe ampliamente antes de volver la cabeza y doblar las rodillas. El tejido de las mallas de la mujer se estira marcándole el culo y Natalia cree que casi puede verle las nalgas blancas y la hendidura a través de la tela. Con un gemido, Natalia se introduce dos dedos en el hueco húmedo entre sus muslos. Se lame los labios al imaginarse a la mujer de las mallas en la misma posición. Natalia daría lo que fuese por agarrarla de las caderas y lamerla hasta que llegase al clímax, del mismo modo que se acerca su propio orgasmo ahora mismo gracias a sus dedos.

—Como podéis ver, estas mallas no son a prueba de sentadillas —dice la chica del ordenador con una risa y, luego, añade—: ¡Vamos a tener que seguir buscando! Estos leggings son de Gymshark.

Natalia gime cuando la joven reaparece con un nuevo par de mallas. «¡Por favor, que no sean a prueba de sentadillas, que no sean a prueba de sentadillas!», piensa. Al doblar las rodillas, el culo de la mujer sobresale hacia atrás, como si fuese a sentarse, y se vuelve a poner en pie en un ángulo casi de noventa grados. Natalia vuelve a ver el tanga y el precioso trasero de la chica revelados por el tejido. Tras emitir un gemido alto, Natalia se ve inundada por una sensación placentera. Su coño le estruja los dedos empapados mientras se balancea, con envites y gemidos, dejándose llevar por la ola de su orgasmo.

Natalia cierra la tapa del portátil entre jadeos y lo coloca en la mesita de noche. Hunde su cuerpo cansado y relajado en la cama. «Mañana es el gran día», se dice para sus adentros y con esa excitante sensación se queda dormida.

 

*

 

El candado golpea el metal y el eco resuena por todo el vestuario esterilizado. Natalia, sentada en un banco, intenta reunir el valor suficiente para enfrentarse a su primer entrenamiento, para el que se ha preparado mentalmente durante toda la semana. «Respira hondo», se insta a sí misma, «tú puedes». Natalia se retuerce las manos compulsivamente encima de su regazo, que no tiene ni el más mínimo hueco entre los muslos.

Ese día se había sentido bien al despertarse, prepararse el bolso y andar unos pocos metros, todavía adormecida, en la mañana de otoño. Y seguía sintiéndose bien cuando entró al gimnasio y se quitó los zapatos cubiertos de barro, pero, al entrar en el vestuario, todo se fue a pique. Lo primero que vio fueron dos chicas altas y delgadas de unos dieciocho años posando medio desnudas para selfis frente a un gran espejo. Con la mirada clavada al suelo, Natalia había escogido la taquilla que quedaba más lejos de la chicas a propósito, pero, aun así, las oía.

—¡Ay, Dios! ¡No publiques esta, que salgo gorda! —gritó la más delgada con una voz aterrorizada.

Eso hizo que Natalia se paralizase. Gorda… Le temblaron las manos mientras se desabrochaba y bajaba la cremallera de los pantalones torpemente. Vaciló antes de bajarse los pantalones por sus anchas caderas y muslos cubiertos de celulitis.

—María, no digas eso, ¡eres preciosa! Piensa en la gente gorda de verdad… —las palabras de la amiga se convirtieron en un susurro y, luego, ambas se echaron a reír.