Conectados y empoderados - Eva Bailén - E-Book

Conectados y empoderados E-Book

Eva Bailén

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Beschreibung

La sociedad ha cambiado a una velocidad de vértigo en los últimos veinte años. Y ser niño, adolescente, padre, madre o profesor es hoy más difícil de lo que fue para las generaciones pasadas. Eva Bailén, ingeniera de telecomunicaciones, profesora, madre de tres hijos, articulista y experta divulgadora en temas de educación, nos aporta herramientas para poder hablar con las nuevas generaciones de lo que ocurre detrás de las pantallas. Este libro práctico, directo y empático nos ayuda a comprender los peligros a los que nos enfrentamos al usar los teléfonos inteligentes y otros dispositivos y a entender cómo los menores manejan la tecnología, qué hay más allá de las pantallas de las que no se separan y qué ocurre en sus vidas online.

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Conectados y empoderados

¿La tecnología como aliada educativa?

Eva Bailén

Primera edición en esta colección: marzo de 2024

© Eva Bailén, 2024

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2024

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-10079-29-8

Diseño, realización de cubierta y fotocomposición: Grafime S. L.

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

A mis hijos, quienes me enseñaron que el verdadero aprendizaje trasciende las paredes del aula y cuya curiosidad sin límites por las nuevas tecnologías me llevaron a interesarme y escribir sobre ellas para compartir lo aprendido.

A mis padres, pilares fundamentales de mi vida. A mi madre, por ser el ejemplo viviente de que nunca es tarde para adaptarse y abrazar las nuevas tecnologías, mostrándome con su ejemplo diario la importancia de evolucionar y aprender sin importar la edad. Su capacidad para conectar a través de WhatsApp, navegar en Facebook, y más allá, es un testimonio de su gran espíritu y curiosidad. A mi padre, que, aunque ya no está físicamente con nosotros, sigue muy presente en nuestras vidas.

A mi marido, mi roca y mayor apoyo. Su fuerza, dedicación y la inquebrantable fe que tiene en mí son el motor detrás de mis sueños y proyectos. Su apoyo incondicional me ha permitido explorar, crear y compartir este libro con el mundo. Gracias por estar a mi lado, en cada paso, cada desafío y cada éxito.

A cada estudiante, padre, madre, educador y soñador que cree en el poder transformador de la educación. Deseo que este libro sea una brújula en el vasto océano digital, guiando hacia puertos seguros de conocimiento.

A todos ellos, que navegan entre bits con más o menos certeza, dedico este viaje hacia el empoderamiento digital.

Índice

Introducción1. El smartphone: una herramienta para la vida2. La seguridad, lo primero3. Los menores y las pantallas4. Los límites en el uso de la tecnología5. Las redes sociales y las apps de mensajería instantánea6. Educación digital, emocional y mediática7. Disfrutar de la tecnología8. La tecnología que ya está aquí y la que está por venir9. La tecnología y la educación10. Herramientas y recursosAnexo I. Acrónimos, anglicismos y otros términosAnexo II. Páginas web y recursos onlineAgradecimientos

Introducción

Hace unas semanas llevé a la modista unas prendas de ropa para arreglar. Nos conocemos desde hace años y cuando me preguntó por mis hijos y empezamos a hablar del difícil rol de los padres de hoy surgió el tema de la sobreprotección. Siempre ha sido un tema que me ha preocupado, de hecho, en 2017 publiqué un artículo en el blog de mamás y de papás de El País que se titulaba «Antes muerta que ser una madre helicóptero» y que trataba precisamente sobre eso. Pues bien, como conclusión de esa conversación, me llevé para casa una reflexión de la modista: «El mundo es más complejo ahora, la vida se ha complicado mucho y las cosas son más difíciles hoy para los chavales de lo que eran antes».

Me pareció una afirmación sencilla y convincente para explicar que los padres a veces se excedan en su preocupación y sobreprotejan a sus hijos. Es innegable que la sociedad ha cambiado más en los últimos veinte años que en los cincuenta anteriores. Y ser niño, adolescente, padre, madre o profesor es hoy más difícil de lo que fue para las generaciones pasadas. Nos ha tocado un salto generacional tremendo. Los modelos con los que nos hemos educado y las normas y límites que nos impusieron nuestros padres y abuelos se vislumbran difíciles de trasladar a una generación que ha nacido con un móvil debajo del brazo. Nos ha tocado transformarnos digitalmente. Al igual que muchas empresas están inmersas en la transformación digital, padres y profesores también debemos abordar un cambio profundo en nuestro rol como educadores.

En enero de 2014 comencé a escribir sobre educación y tecnología en mi blog, al que bauticé con el título de «todoeldiaconectados.com», pues tenía la intención de aprender y compartir mis aprendizajes con el resto del mundo. Casi una década después seguimos necesitando aprender y mejorar nuestros conocimientos sobre el mundo digital para educar a esta generación también digital. Puesto que a nosotros nos educaron en analógico, tenemos un reto significativo e importante que abordar, pero si mi madre ha sido capaz de aprender a usar un móvil, WhatsApp y Facebook, nosotros debemos ser capaces de mucho más.

Este libro es una guía que espero aporte herramientas a los lectores para sentirse más cómodos y capacitados en su vida digital. Herramientas para sentirse preparados y poder hablar con las nuevas generaciones de lo que ocurre detrás de las pantallas. Según el Instituto Nacional de Estadística más del 85 % de los niños de diez años usa el ordenador, casi un 90 % utiliza internet y un 45 % el teléfono móvil. A los quince años estas cifras alcanzan el 100 %. Algunos padres toman como estrategia educativa retrasar al máximo la edad de adquisición del primer móvil para sus hijos, y aunque es indudable que evitará muchos problemas, también lo es que a los quince años un niño escucha menos a un adulto que como lo haría a los diez años. La evitación y la prohibición no son siempre las mejores medidas cuando se trata de educar, y en lo que a la tecnología se refiere, que los adultos seamos capaces de acompañar a los niños puede ser muy relevante para conseguir una educación digital exitosa.

Conectados y empoderados se estructura en diez capítulos. El primero arranca de algún modo justificando la necesidad de alfabetizarse digitalmente, y en el capítulo 2 ya entramos en materia con unas nociones básicas de ciberseguridad, para que conozcamos los peligros a los que nos podemos enfrentar al usar nuestros teléfonos inteligentes y otros dispositivos conectados y sepamos minimizar los riesgos asociados. En el tercer capítulo vamos a adentrarnos en uno de los temas que más preocupan a padres y educadores: el uso que los menores hacen de la tecnología, qué hay más allá de las pantallas de las que no se separan y qué ocurre en sus vidas online.

Los primeros tres capítulos sirven de introducción a la problemática y por ello pueden parecer un tanto alarmistas, pero dado que el objetivo de esta guía no es generar alarma ni que el lector entienda la tecnología como una amenaza, en los siguientes siete capítulos trataremos de dar herramientas, pautas y recursos que nos permitan abordar nuestra transformación digital con optimismo e interés, para que identifiquemos también las oportunidades que lo digital y el mundo online nos brindan.

En el capítulo 4 hablaremos de algo fundamental: las normas y los límites que debemos aplicar, empezando por nosotros mismos, al uso de las pantallas. No podemos dejar que nuestra vida online sustituya ni sea más importante que la vida offline. Las relaciones con nuestros amigos y seres queridos deben seguir teniendo más protagonismo y relevancia en la vida real que en redes sociales. Es importante desconectar, respetar tiempos y espacios y sobre todo a las personas que queremos para que nuestra vida real siga siendo la protagonista.

Una de las mayores novedades que trajeron los smartphones y su enorme penetración fue la extensión de las redes sociales. Hay una gran variedad de ellas con propósitos muy diferentes y normas de uso propias. No todo vale o no debería valer. En el capítulo 5 aprenderemos a saber estar en las redes sociales, a configurar sus ajustes de seguridad, a utilizarlas e interpretar lo que ocurre en ellas, lo cual es parte del propósito del capítulo 6. El sentido crítico es determinante para no dar por buena información falsa y no contribuir a la difusión de bulos. También la resiliencia es crucial para que sepamos sobreponernos a las emociones negativas, evitar tentaciones y no dejar escrito nada que no diríamos a una persona a la cara.

En el capítulo 7 trataremos por fin de disfrutar sin miedo de la tecnología. Existen multitud de herramientas que nos permiten conectarnos con otras personas, contribuir socialmente, desatar nuestra creatividad, aprender y estar al día de nuestros principales intereses. Y como la revolución digital no cesa, es importante que sigamos actualizados, que sepamos lo que acaba de llegar o lo que llegará en breve, para que no nos pille desprevenidos. El capítulo 8 será una introducción a esas nuevas tecnologías que llegarán o ya han llegado, pero aún no se han popularizado o tienen todavía mucho margen de crecimiento.

Si hay algo que está cambiando enormemente gracias a las últimas innovaciones digitales es la educación. La competencia digital de alumnos y profesores se pone a prueba cada día y se critica duramente el anacronismo de las aulas con viñetas que comparan los colegios actuales con los de cien años atrás para remarcar lo poco que han cambiado. El sector educativo está cambiando como lo hace todo lo demás, tal vez le haya costado un poco más, pero el cambio es ya imparable. Todo esto lo trataremos en el capítulo 9.

Finalmente, el capítulo final, el décimo, tratará sobre las habilidades que se requieren para ser un educador digital responsable.

1.El smartphone: una herramienta para la vida

¿Cuántas cosas dejaríamos de poder hacer si de repente desapareciera nuestro teléfono móvil inteligente?

Y es que parece increíble que un dispositivo tan pequeño agrupe tantas funcionalidades. Lo usamos constantemente; personalmente, yo no podría salir de casa sin él. Antes se me olvidaba a veces cuando tenía que ir en coche a algún sitio y no me daba cuenta de que no lo tenía hasta que llegaba a mi destino. Y mucho antes, cuando aún no existían los manos libres via Bluetooth, directamente lo apagaba mientras conducía para evitar accidentes. Pero ahora, lo primero que hago cuando cojo el coche es arrancar la aplicación correspondiente y poner la dirección de mi destino, aunque vaya a la oficina, a la que sé ir perfectamente sin mapas. Lo uso por si acaso hubiera un accidente en la carretera, un atasco o unas obras que retrasasen mi llegada; así puedo cambiar de ruta o decidir viajar en otro momento cuando el tráfico esté mejor, y también lo utilizo para escuchar música en el trayecto. Si lo he olvidado en casa, antes de subirme al coche regreso enseguida a buscarlo, y es que no puedo salir sin él. Por supuesto, no solo es por el GPS y la radio, es que es una herramienta de trabajo importantísima para mí y para muchas más personas.

Cuando los móviles servían para hacer llamadas

Los teléfonos móviles han incorporado tantas utilidades que ya se nos olvida que la función original de un teléfono móvil era realizar llamadas. Durante casi diez años trabajé en el laboratorio de pruebas de móviles de un operador de telefonía móvil en Madrid. Tenía la suerte de poder probar muchos dispositivos y de usarlos a mi antojo. La música de fondo de mi oficina eran los tonos de llamada, aunque no hacía falta trabajar rodeado de móviles para oír melodías de teléfonos por todas partes. Cuando aparecieron los primeros terminales en los años noventa escuchar el tono de un teléfono en cualquier lugar era muy habitual. Nos aprendimos de memoria las melodías y éramos capaces de reconocer los teléfonos de las marcas más populares en aquellos años solo con oírlos. Sin embargo, ¿podríamos decir lo mismo hoy en día?, ¿alguien reconoce el tono de los dispositivos más vendidos?

No solo han surgido nuevas marcas y modelos, sino que también se ha producido un curioso fenómeno. La generación Z, los nacidos entre finales de los noventa y principios de los dosmil, no usan apenas sus smartphones para realizar llamadas y por eso se les ha denominado también generación «mute». Tienen entre quince y veinticinco años y en muchos casos son silenciosos. Chatean o envían audios, pero mantienen sus móviles en silencio, solo se les oye vibrar y, a veces, ni eso, porque emparejan sus móviles a un reloj de pulsera, y es el reloj el que les avisa con una vibración inaudible, solo perceptible en su muñeca. Tengo que reconocer que yo misma uso uno de esos relojes o «wearables», que es como se les denomina, y soy un poco «mute». Ya confío tanto en mi reloj que cuando se le agota la batería o se desconecta del teléfono por la razón que sea no me entero de que me entran nuevos mensajes o llamadas.

Tengo una anécdota graciosa que me ocurrió hace años cuando cogí el teléfono móvil de uno de mis hijos e intenté hacer una llamada, ya que le acababa de poner una SIM de contrato en un teléfono heredado. Debido a mi trabajo en aquella época es fácil imaginar que en mi casa no faltaban las tabletas ni los teléfonos móviles, así que antes de tener una SIM mis hijos tuvieron un teléfono que solo podían usar conectado a una red wifi. Prácticamente lo usaban solo en casa, como una tableta, pero existe una diferencia básica entre ellos: el teléfono tiene la posibilidad de hacer llamadas de voz, cosa que la mayoría de las tabletas no hacen. Son dispositivos que habitualmente solo usan datos, es decir, se conectan a una red que les proporcione acceso a internet, puede ser la red del operador de telefonía móvil o la red wifi de casa o de cualquier otro lugar, pero no ofrecen las funciones clásicas de llamadas de voz, así que cuando le pusimos la SIM a su teléfono, el cual acostumbraba a usar como un dispositivo meramente de datos, ¿alguien sabe qué ocurrió cuando intenté hacer una llamada con él? Mi hijo había borrado el icono del marcador del teléfono. No encontraba por ninguna parte cómo teclear los números que quería marcar. Así que los chicos de la generación «mute» que hoy son adolescentes cuando eran preadolescentes ya pensaban que era inútil realizar llamadas.

El aparato de comunicación de mayor implantación en el mundo

Según el portal de estadísticas Statista, en 2022 el número de usuarios de smartphones en el mundo era de 6.648 millones. Traducido a porcentajes, esto equivale a que el 83,40 % de la población mundial posee un smartphone. En los últimos seis años la cifra ha aumentado considerablemente, pues en 2016 había «solo» 3.668 millones de usuarios, el 49,40 % de la población mundial. Esto nos da una idea del ritmo de crecimiento. La previsión es que en 2024, según datos de bankmycell.com, se supere la cifra de 7.000 millones. El smartphone se ha convertido en una herramienta de gran ayuda, de ahí el éxito reflejado en las cifras anteriores, y, para aprovecharlo al máximo, hay que ser consciente de cuánto nos puede ayudar, pero también de lo que tenemos que hacer para garantizar que nuestra información está segura o que podemos responder rápidamente en caso de cualquier contingencia, como, por ejemplo, si se extravía.

El peligro de tener todo en el móvil

Con el paso de los años se han ido incorporando a los smartphones cada vez más herramientas y funcionalidades. Tal ha sido el proceso que actualmente perder el móvil sería como perder la mochila con la cartera, los billetes de avión del próximo viaje de trabajo o de ocio, la lista de la compra, facturas, la cámara fotográfica, las mejores instantáneas y otros recuerdos, como cartas con mucha información personal que a día de hoy, sustituyendo la antigua correspondencia, es compartida en redes sociales, alguna con valor sentimental o que incluso nos puede comprometer, la agenda con todos los contactos y las citas pendientes, el controlador de la alarma de casa, tarjetas bancarias, discos de música y seguro que muchísimas cosas más.

Y si además es el móvil que utilizamos para trabajar, perder un smartphone al que hemos conectado los servicios en la nube de la cuenta de trabajo es, a efectos de datos e información, como perder un disco duro lleno de documentos. Conocer qué tenemos en nuestras manos y tomar plena conciencia de todo lo que reside en su interior me parece un paso fundamental para arrancar nuestro proceso de alfabetización digital.

Internet de las cosas

En los últimos años, internet ha llegado ya no solo a nuestro teléfono móvil, convirtiéndolo en un dispositivo inteligente, sino también a otros objetos de nuestros hogares y nuestra vida cotidiana que usan apps en los móviles para que podamos controlarlos. Los smartphones han facilitado que esto sea posible, son como un gran mando a distancia que nos permite manejarlo todo: las luces, los termostatos, la alarma de la puerta principal, las persianas, los altavoces o las plataformas de contenidos audiovisuales de casa, e incluso el coche eléctrico.

Tal vez una de las cosas más curiosas de la irrupción de la tecnología en los hogares sea el hecho de que convivimos con una enorme cantidad de dispositivos conectados a la red y apenas nos sorprende. Manejarlos nos parece tan cotidiano como utilizar cualquier electrodoméstico tradicional de nuestro hogar. Desde el televisor hasta cualquier lámpara o enchufe pueden estar hoy conectados al wifi de casa; en realidad, casi cualquier cosa puede estar conectada a internet: es lo que se conoce como «el internet de las cosas» (Internet of Things, IoT, en inglés). Sin embargo, así como los problemas de seguridad de cualquier electrodoméstico antes no suponían más que algún riesgo eléctrico, hoy una brecha de seguridad en cualquier dispositivo conectado puede ser una puerta de entrada para ciberdelincuentes. En el mundo hay más dispositivos conectados que personas. En el tercer trimestre de 2022, según los datos en tiempo real de GSMA Intelligence, había casi 11.000 millones de conexiones móviles en nuestro planeta. Con estas cifras, es fácil entender que el internet de las cosas es algo imparable. Pero también pone de manifiesto la importancia de tener una mínima concienciación de los peligros y poseer nociones tecnológicas.

La pandemia de coronavirus, la guerra de Ucrania y el cambio climático han introducido la necesidad de protegernos, adaptarnos a las nuevas situaciones y cuidar del planeta, además de que estos acontecimientos históricos han acelerado la transformación digital de la educación, la adopción de energías renovables y la transición hacia vehículos eléctricos, por poner algunos ejemplos. Y en todos estos casos existen apps que nos permiten ser más eficientes, optimizar el consumo eléctrico o gestionar un vehículo de manera eficaz. Si bien antes de que todo eso ocurriera uno podía mantenerse relativamente al margen de la tecnología, creo que cada vez va a ser más difícil vivir siendo un analfabeto digital. El teletrabajo y la educación online son dos escenarios claros que nos pueden afectar a muchos de nosotros y que requieren habilidades digitales. Situaciones que no podemos eludir.

Otras podemos evitarlas, pero realmente sacaremos más provecho y seremos más eficientes si no nos oponemos. La tecnología nos ayuda si somos capaces de utilizarla como una herramienta. Los smartphones se han convertido en algo casi imprescindible, y por eso usarlos correctamente es cada vez más importante. Mantenerse al margen solo puede ser una opción para un adulto con la vida resuelta o sin responsabilidades educativas, aunque le dificultaría subirse al carro de la sostenibilidad o la transición energética, por poner un ejemplo. Pero, si tienes hijos o alumnos a los que educar, permanecer ignorante de esta gran parte de sus vidas puede ser una irresponsabilidad muy grande. Nos ha tocado vivir en una época fascinante, y por tal motivo podemos pensar en la tecnología como en una amenaza o como en una oportunidad para conectar con la siguiente generación y educar responsablemente a los niños y jóvenes que nos rodean. Ese es precisamente el objetivo de este libro: comprender la oportunidad que nos brinda la tecnología y aprovecharla.

Las generaciones de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI

Desde que en la década de los cincuenta del siglo pasado, el fotoperiodista y reportero de guerra Robert Capa utilizara el término «generación X» para llamar así a los jóvenes nacidos tras la Segunda Guerra Mundial, se ha continuado dando nombres a las diferentes generaciones. Así, tras los baby boomers, nacidos antes de los años sesenta, se sitúa la generación X, que engloba a las personas nacidas entre 1961 y 1979 o 1985, según qué fuente se consulte. A continuación, se ubica la «generación Y», también conocida como millennials. Son los nacidos desde los años ochenta hasta un poco antes de la entrada del nuevo milenio. Podría decirse que los padres de los niños y jóvenes de hoy pertenecen a estas dos generaciones, X e Y.

Posteriormente, se ubica la «generación Z» o centennials. Son los nacidos desde finales de los años noventa hasta mediados de la primera década de 2000. Son la primera generación que en su mayoría ha utilizado internet desde edades tempranas y se sienten como pez en el agua usando las redes sociales y la tecnología. El escritor Marc Prensky los llamó «nativos digitales», convirtiéndonos a los demás en «inmigrantes digitales». Pero, por el contrario, que se sientan como pez en el agua no los convierte de por sí en expertos en todo lo que tenga que ver con lo digital, de ahí la gran crítica al término «nativos digitales». Nosotros, los adultos de hoy, marcados por haber nacido en esas generaciones X e Y, también podemos aportar mucho a su educación digital. Es más, no solo podemos, sino que debemos, porque la vida de los niños está repartida entre el mundo real y el mundo digital, y si no entramos en ese otro mundo estaremos solo educando a medias.

Hace unos días estaba charlando con una estudiante de Boston que hemos acogido en nuestra casa mientras realiza un intercambio con la Universidad Autónoma de Madrid. Es una centennial nacida a principios de este siglo y criticaba abiertamente el que la consideren «nativa digital». Me explicó que, a diferencia de sus padres, que sí saben resolver los problemas técnicos que puedan tener con el ordenador, ella no sabe todo esto porque nadie se lo ha enseñado, tal vez por haber dado por hecho que como nativa digital que es ya lo sabe todo. No cometamos ese error, está claro que NO lo saben todo.

Aplicaciones móviles para todo lo que imagines

Los smartphones han traído multitud de aplicaciones nuevas, ya que internet ha propiciado su aparición y crecimiento. La tecnología está en todas partes. Si pensamos en cualquier actividad cotidiana, desde cocinar hasta dar un paseo, actividades a priori totalmente alejadas de la tecnología, podemos reconocer rápidamente cómo lo digital hace que sean más agradables, sencillas o placenteras. A la hora de cocinar, por ejemplo, un dispositivo conectado a internet nos permite buscar recetas, comparar entre varios menús, programar temporizadores o simplemente escuchar música. Igualmente, si salimos a pasear, podemos al mismo tiempo disfrutar de un buen podcast o un audiolibro, además de aplicaciones que te miden los pasos, los metros y kilómetros recorridos e incluso las calorías quemadas. Está claro que podemos hacer todas estas cosas sin necesidad de estar conectados a nada, pero personalmente prefiero que sea mi elección. Si decido desconectarme, que no sea por falta de conocimiento o de competencia digital. Es importante poder elegir.

Las profesiones están cambiando también gracias a la tecnología, del mismo modo que nuestros hogares y nuestras vidas también lo están haciendo. En pocos años, entender la tecnología no solo va a ser una necesidad de aquellos que trabajen en profesiones STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics —Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas—), sino de cualquiera de nosotros. Muy pocas profesiones quedarán al margen y habrá otras que, aunque puedan prescindir de ella, tendrán más éxito si no lo hacen. De nuevo, creo que lo interesante es tener opciones, poder elegir, pero no que nos descarten en una entrevista de trabajo o que perdamos nuestro puesto laboral por no tener el conocimiento necesario.

A los padres y educadores también nos sucede lo mismo. Podemos vivir alejados de la tecnología, pero si nos interesamos por lo digital, por saber qué hay detrás de las pantallas que hipnotizan a los jóvenes, tendremos más oportunidades de educar no solo en analógico, sino también en materia digital. Los móviles son efectivamente un gran mando a distancia, una caja de herramientas repleta de utilidades, y una ventana a la vida social del mundo entero. No hay puertas y no hay límites. Y sabemos que, en el caso de los adolescentes, la vida social y sentirse aceptados dentro de un grupo de iguales es fundamental para su felicidad y bienestar emocional. No debemos olvidar algo tan importante como esto. Nos podemos comunicar con personas de todo el mundo, conocer lo que hacen nuestros ídolos, actores, directores, deportistas, científicos, activistas o políticos favoritos, y también conocer a gente nueva o comunicarnos de nuevo con otros a los que conocimos en algún momento de nuestras vidas.