Conocer es comparar - Mora Matassi - E-Book

Conocer es comparar E-Book

Mora Matassi

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Los estudios sobre las redes sociales no dejan de crecer, al ritmo de una experiencia social que muta vertiginosamente. Sin embargo, el enfoque dominante sigue siendo el análisis de redes aisladas, en particular Facebook, Twitter (o X), Instagram y TikTok, para entender su funcionamiento en determinado país (casi siempre, del Norte Global). En la sombra quedan muchas otras plataformas, así como las relaciones constitutivas, de ida y vuelta, entre redes y medios tradicionales. Este libro nos muestra cuánto más podemos aprender sobre las redes si cambiamos de perspectiva. ¿Qué pasa si comparamos cierta "narrativa del yo" característica de algunas plataformas con formatos como el reality show de fines del siglo XX o incluso los diarios íntimos del siglo XIX? ¿Y si comparamos el nivel de polarización en las redes sociales en el contexto de una democracia liberal y en el de un gobierno autoritario que censura la información? ¿Qué incidencia tienen los Estados nacionales en la dinámica de esas redes? Si, en promedio, los usuarios participan en siete plataformas a la vez, ¿cómo se distribuyen sus funciones y qué revela eso sobre la capacidad de agencia y decisión de las personas? El enfoque alternativo de Mora Matassi y Pablo Boczkowski se apoya en el principio de que todo lo que conocemos surge de comparar dos o más entidades. Recopilando una riquísima variedad de casos del Norte y el Sur globales, los autores examinan la extrema heterogeneidad de las redes sociales y proponen una hoja de ruta para estimular nuevas investigaciones. El resultado es un panorama mundial, desoccidentalizado, transmedia y multiplataforma, que logra captar las conexiones históricas y contemporáneas que dan forma a la vida cotidiana digital. En este formidable análisis, los autores también revisan los mejores trabajos que han optado por el método comparativo y sugieren temas y teorías para ampliar el campo de visión y trazar una agenda programática e inspiradora.

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Índice

Cubierta

Índice

Portada

Copyright

Introducción. Naciones, medios de comunicación y plataformas

Fundamentos

1. Comparaciones transnacionales y regionales

Un himno feminista, de Valparaíso a Tokio

Un llamado contra el racismo sistémico, de Río de Janeiro a Minneapolis, y viceversa

Por qué es importante comparar entre países y regiones

Temas

Enfoques

Métodos

Interpretaciones

Conclusión

2. Comparaciones entre medios

La fama supera a un solo medio

Sobre streamers y reporteros

Trabajo comparativo en medios tradicionales y redes sociales

Temas

Enfoques

Métodos

Interpretaciones

Conclusión

3. Comparaciones entre plataformas

Plataformas en la era de la reproductibilidad técnica

Mínimo común denominador

Por qué comparar entre plataformas importa

Temas

Enfoques

Métodos

Interpretaciones

Conclusión

Senderos

4. Historias

El día de la marmota

Las múltiples genealogías de las plataformas

Por qué importan las comparaciones históricas

Historias transnacionales y regionales

Historias multimediáticas

Historias interplataforma

Conclusión

5. Lenguajes

Aquí se habla español

Me gusta y amén

Por qué importan las comparaciones lingüísticas

El lenguaje en las comparaciones transnacionales

El lenguaje en las comparaciones multimediáticas

El lenguaje en las comparaciones interplataforma

Conclusión

Conclusiones. Géneros difuminados, zonas de intercambio e indagaciones heterogéneas

Agradecimientos

Bibliografía

Mora Matassi

Pablo J. Boczkowski

CONOCER ES COMPARAR

Estudiar las redes sociales a través de los países, los medios y las plataformas

Apellido, Nombre

Conocer es comparar / Mora Matassi; Pablo J. Boczkowski.- 1ª ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2024.

Libro digital, EPUB.- (Sociología y Política)

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-801-339-8

1. Redes Sociales. 2. Nuevas Tecnologías. I. Boczkowski, Pablo. II. Título

CDD 343.09944

Este libro se publicó en inglés con el título To Know Is to Compare (Cambridge, MA, The MIT Press, 2023)

La publicación de este libro en español contó con una contribución del fondo de subvención para profesores del Programa de Estudios Latinoamericanos y del Caribe de Northwestern University

© 2024, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

<www.sigloxxieditores.com.ar>

Foto de cubierta: Creative Christians (@creativechristians)

Diseño de cubierta: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

Primera edición en formato digital: abril de 2024

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-339-8

Introducción

Naciones, medios de comunicación y plataformas

¿Cómo era vivir en un mundo sin redes sociales? Para muchas personas, ya no es tan fácil recordarlo. ¿De qué modos compartíamos lo cotidiano, nos enterábamos de los demás, estábamos al tanto de las noticias, veíamos videos para “hacer las cosas nosotros mismos” (DIY, por sus iniciales en inglés: Do It Yourself), jugábamos y ocupábamos los tiempos muertos antes de que Facebook, WhatsApp, Instagram, WeChat, Twitter,[1] YouTube, TikTok, Snapchat y Twitch, entre otras plataformas, formaran parte de nuestras voces cotidianas? Hasta hace poco, aunque cueste creerlo, las prácticas comunicativas cotidianas eran muy distintas de las actuales, a tal punto que, mirada en el espejo retrovisor, la primera década del siglo XXI parece estar más cerca del siglo XX que de los años 2010.

La normalización de las redes sociales también llegó a los estudios sobre comunicación y medios. Este campo de investigación, que durante el siglo pasado se caracterizó por una preocupación por la comunicación de masas, se ha obsesionado en los últimos tiempos con las plataformas de redes. Por ejemplo, si buscamos en la base de datos Web of Science los términos “televisión”, “diarios” y “radio” en los títulos de artículos publicados entre 2012 y 2021 en inglés, encontramos 2272, 1242 y 923 resultados, respectivamente, con un total de 4437 entradas. Si realizamos la misma búsqueda con “redes sociales”, encontramos 4103 entradas: casi tantas como las tres palabras clave anteriores combinadas. Además, mientras que la tendencia de “televisión” muestra un lento declive en los últimos años, la de redes sociales exhibe una tendencia pronunciada al alza que ha ampliado la distancia entre ambos medios: en 2020 hubo casi tres veces más publicaciones con “redes sociales” que con “televisión” en sus títulos (616 contra 214).

Los estudios sobre redes sociales han realizado aportes sustanciales acerca de un amplio abanico de dimensiones fundamentales,[2] con una indagación sobre temas como la creación de identidad y la autopresentación,[3] los modos de construir y sostener vínculos y su relación con el capital social,[4] y la participación política y el activismo.[5] La vertiente más crítica de estos estudios ha iluminado tres aspectos clave e interconectados que estructuran la producción, distribución y uso de las plataformas, a saber, las dinámicas de discriminación racial y étnica,[6] la economía de plataformas,[7] y las lógicas de datificación y sesgos algorítmicos.[8]

Sin embargo, detrás de la diversidad de las contribuciones de estos estudios existen tres tipos de limitaciones que han caracterizado a la mayor parte de la investigación sobre redes sociales hasta la fecha. En primer lugar, la mayoría ha examinado fenómenos empíricos que tienen lugar dentro de los confines de un único país, a menudo situado en el Norte Global. En segundo lugar, gran parte de la literatura se ha centrado en las redes sin conectarlas con dinámicas que afectan a otros medios y tecnologías de la comunicación, en especial los medios tradicionales y predigitales. En tercer lugar, con frecuencia estos trabajos han tendido a concentrarse en patrones relacionados con una única plataforma, con énfasis en redes como Facebook y Twitter. En conjunto, estas tres limitaciones han producido un retrato de las realidades cotidianas de las redes que, en el mejor de los casos, es parcial y a veces incluso distorsionado en lo que atañe a la forma en que se producen, distribuyen y adoptan las plataformas. Abordemos brevemente cada limitación por separado.

En primer lugar, las plataformas se despliegan y se utilizan en todo el mundo y sus flujos de información conectan cuentas situadas en múltiples países a través de reacciones, comentarios y posteos compartidos. Los estudios sobre un solo país cortan artificialmente esta densa red de comunicación, que no se detiene necesariamente en las fronteras nacionales (con algunas excepciones que, en la mayoría de los casos, se deben a restricciones impuestas por regímenes autoritarios o a desigualdades de acceso). Además, los países del Norte Global, que han sido el foco dominante de la mayoría de los estudios, conforman solo el 14% de la población del planeta. También tienen rasgos estructurales y culturales distintivos, que tienden a ser diferentes de los que caracterizan al resto del mundo.[9]

En segundo lugar, desde el comienzo de su desarrollo y durante su ascenso meteórico hasta convertirse en pilar de las prácticas comunicativas contemporáneas, las redes sociales ingresaron en un panorama de comunicación mediada que ya contaba con una rica gama de tecnologías y sus culturas asociadas de producción, circulación y uso. Este paisaje más amplio ha configurado la breve pero intensa evolución de las redes sociales al menos de dos formas principales. Primero, como han demostrado algunos trabajos, las tecnologías y los géneros de comunicación previos –desde los diarios personales del siglo XIX hasta los reality shows de finales del siglo XX– han sido precursores de varios aspectos clave del diseño y uso de las plataformas de redes sociales.[10] Segundo, a medida que las plataformas se han popularizado, parte significativa de su uso ha sido concurrente con el de otros medios: por ejemplo, como se ve en el fenómeno cada vez más común de la segunda pantalla[11] o con contenidos producidos originalmente por otros medios, como la actividad en redes sociales en torno a noticias, programas de televisión y películas.[12] Por lo tanto, centrarse en las redes sociales aislándolas del panorama mediático y comunicativo más amplio elimina las conexiones históricas y contemporáneas que han dado forma a su vida cotidiana.

En tercer lugar, a pesar de que la mayoría de los estudios se centran en una única plataforma, el uso de las redes sociales es notablemente plural. Para empezar, según DataReportal, “el usuario típico utiliza o visita activamente una media de 7,5 plataformas de redes sociales diferentes cada mes”.[13] Además, la evidencia académica sugiere que las personas utilizan una plataforma en particular con relación a la forma en que utilizan las otras a las que acceden rutinariamente.[14] A diferencia de la abrumadora atención puesta en Facebook y Twitter en la literatura académica, docenas de otras plataformas han cosechado el interés de los usuarios. En 2022, había 30 plataformas con al menos 100 millones de usuarios cada una, y mientras Facebook ocupaba el primer lugar de esa lista con 2900 millones de usuarios activos mensuales, Twitter se encontraba en el decimoséptimo puesto con menos de 400 millones.[15] La combinación de un enfoque centrado en una sola plataforma, que contradice la pluralidad de la experiencia de los usuarios, y la concentración en Facebook y Twitter en un campo que incluye un abanico mucho más amplio de alternativas sobre las que sabemos comparativamente mucho menos ha restringido innecesariamente nuestra visión sobre el papel de las redes sociales en las prácticas de miles de millones de personas en todo el mundo.

Por debajo de estos tres tipos de limitaciones, subyace un denominador común caracterizado por la ausencia de análisis comparativos entre naciones y regiones, entre medios de comunicación y entre plataformas. En este libro pretendemos contribuir al estudio de las redes sociales mediante el desarrollo de perspectivas comparativas originales que intenten superar esas limitaciones. Nuestro trabajo se apoya en los estudios que ya han demostrado el valor de comparar fenómenos vinculados con redes sociales en al menos alguna de las tres dimensiones antes señaladas: países y regiones, medios y plataformas. Pero, a diferencia de la mayoría de esos estudios, en los que el análisis comparativo parece haber surgido como un subproducto del intento de responder a preguntas de investigación específicas, aquí propondremos convertir la práctica de la comparación en el principio epistemológico que enmarcará nuestra agenda intelectual. En este sentido, creemos que poner en primer plano los esfuerzos comparativos sistemáticos entre naciones, medios y plataformas conlleva un gran potencial para el estudio de las redes.

Concretar esta agenda intelectual implica una postura fundada en la idea matriz de que conocer es comparar. En pocas palabras: lo que sea que somos capaces de conocer resulta de contrastar dos o más entidades. Pensamos que la apuesta comparativa se relaciona con cuestiones de método y teoría, pero es distinta de ellas. Por un lado, se puede poner en práctica a través de diversos métodos, como ilustraremos con ejemplos puntuales a lo largo del libro. Por otro lado, las respuestas a las preguntas animadas por esta postura pueden explicarse mediante una serie de marcos teóricos, como también mostraremos en los próximos capítulos. En este sentido, el núcleo de nuestra agenda intelectual funciona como un paraguas epistemológico más amplio que abarca tanto cuestiones de método (cómo recopilar y analizar datos) como de teoría (cómo explicar la variación en los resultados), lo cual nos lleva a refigurar –parafraseando a Clifford Geertz– “qué es lo que queremos saber” (1980: 178).[16]

Como sostuvo James R. Beniger hace tres décadas, “toda investigación en ciencias sociales es comparativa” (1992: 35; énfasis en el original). La literatura comparativa tiene una larga historia en los estudios de comunicación y medios, donde ha sido valorada por diferentes razones: desde su capacidad para obtener generalizaciones a partir de períodos pasados y contextos singulares y su poder para poner a prueba hipótesis, hasta su habilidad para contextualizar adecuadamente y evitar así la naturalización de casos específicos, y su promoción de colaboraciones académicas internacionales, entre otras.[17] Esta literatura se ha practicado y se practica de diversas maneras. La novedad de nuestra propuesta radica en poner en primer plano el rol de las comparaciones junto con el impulso –como afirma el ensayo histórico de Clifford Geertz (1980)– de “difuminar los géneros” de investigación comparativa para contribuir a la comprensión de fenómenos vinculados con las redes sociales, de una manera que refleje su existencia global, desoccidentalizada, multimediática y multiplataforma. En la sección que sigue explicaremos cómo las diferentes variedades de investigación comparativa han influido en nuestro planteo.

Variedades de investigación comparativa

Nuestros análisis de las dinámicas transnacionales y regionales están en deuda con una larga tradición de estudios sobre comunicación y medios que ha utilizado casi indistintamente los términos “comparativo” e “internacional” para describir proyectos de investigación que “contrastan entre diferentes unidades a nivel macro, como regiones del mundo, países, regiones subnacionales, contextos sociales, áreas lingüísticas y patrones culturales, en uno o más puntos en el tiempo” (Esser y Vliegenthart, 2017: 2). En esta tradición se han enmarcado perspectivas de comunicación intercultural desde los años cincuenta y enfoques transnacionales desde los setenta, impulsados por el interés en temas de comunicación transcultural y comunicación política.[18]

Los estudios transnacionales y regionales sobre comunicación y medios se han visto impulsados por al menos dos ideas interconectadas que resaltan las limitaciones de los trabajos focalizados en un solo país. La primera es la centralidad de los medios y la comunicación en los procesos de globalización.[19] Esto suscitó, por un lado, un interés en la cooperación entre diversos entornos nacionales, como ilustran los trabajos sobre comunicación intercultural;[20] y por otro, desafíos al “nacionalismo metodológico”,[21] que intentan adoptar una perspectiva global. Según Sonia Livingstone (2012), los estudios transnacionales demostraron que “ya no es plausible estudiar un fenómeno en un país sin preguntarse, como mínimo, si es común a todo el planeta o distintivo de ese país o de parte del mundo” (2012: 417). La segunda idea ha sido el reconocimiento, por parte del campo, de un sesgo occidental, parroquial y universalizador, por el que “los mismos pocos países se repiten una y otra vez, como si fueran un sustituto del resto del mundo” (Curran y Park, 2000: 2). Este sesgo ha ido acompañado de una asimilación acrítica de la globalización cultural,[22] que a menudo termina por borrar el lugar del Estado. La variedad transnacional y regional de la investigación comparada desnaturaliza así la estrategia de país único e impide, al menos a priori, que cualquier nación o región adquiera el estatus de punto de referencia por default.

Se han propuesto diversas tipologías para el proceso de comparación transnacional y regional. Una de las más destacadas fue la que desarrolló Geert Hofstede, cuando sostuvo que “la comparación de culturas presupone que hay algo que comparar; que cada cultura no es tan única como para que cualquier paralelismo con otra cultura carezca de sentido” (1984: 32). Hofstede (1983) propuso la existencia de cuatro dimensiones según las cuales podrían compararse todas las culturas: individualismo-colectivismo, aversión a la incertidumbre, distancia jerárquica y masculinidad-feminidad. En otro enfoque transnacional muy influyente, Daniel C. Hallin y Paolo Mancini (2004)presentaron una tipología que correlaciona naciones con sistemas mediáticos. A partir del análisis de dieciocho democracias occidentales, llegaron a la conclusión de que existen tres modelos: Pluralista Polarizado o Mediterráneo; Corporativista Democrático o del Norte y Centro de Europa; y Liberal o Noratlántico. Esta tipología abrió la puerta a una serie de estudios que visibilizaron diversos sistemas mediáticos en todo el mundo.[23] En palabras de los autores:

Como dice Bendix (1963: 537), el análisis comparativo tiene la capacidad de “aumentar la ‘visibilidad’ de una estructura al contrastarla con otra”. Los analistas profundamente influidos por un sistema mediático a menudo pasarán por alto características importantes de su propio sistema, características que les resultan demasiado familiares como para destacarse sobre el fondo. […] El análisis comparativo es esencial si queremos superar esas limitaciones (Hallin y Mancini, 2004: 302).

Además de estas variedades transnacionales y regionales de investigación comparativa, nuestro trabajo multimediático abreva en estudios realizados entre finales del siglo XX y principios del XXI con el objetivo de conceptualizar los rasgos distintivos de lo que entonces se denominaba “nuevos medios”.[24] Un tema recurrente en las diferentes perspectivas para abordar la cuestión, y en las respuestas resultantes sobre el presunto carácter distintivo, fue la centralidad de las conexiones entre esos nuevos medios y sus predecesores. Así, en su influyente tratado acerca de cómo los nuevos medios siempre remediatizan, Jay David Bolter y Richard Grusin argumentaban que “lo nuevo de los nuevos medios proviene de las formas particulares en que estos reconfiguran los medios más viejos y también de las formas en que los medios más viejos se autorreconfiguran para responder a los desafíos de los nuevos medios” (1999: 15).

Con un enfoque cultural en la estética, combinado con conocimientos sobre industrias y audiencias, Henry Jenkins se inspiró en la afirmación pionera de Ithiel de Sola Pool (1983: 23) cuando sostenía que una “convergencia de modos [estaba] difuminando las líneas divisorias entre medios” para destacar la centralidad de la convergencia como característica definitoria de los nuevos medios, que a su vez implicaba

el flujo de contenidos a través de múltiples plataformas mediáticas, la cooperación entre múltiples medios, y el comportamiento migratorio del público de los medios de comunicación, que se desplaza a casi cualquier lugar en busca de las experiencias de entretenimiento que desea (Jenkins, 2006: 2).

Además, al vincular enfoques de ciencias sociales y del comportamiento, Leah Lievrouw y Sonia Livingstone señalaron en su introducción a la primera edición de The Handbook of New Media

la naturaleza esencialmente continua del desarrollo de los nuevos medios. Incluso las tecnologías percibidas como inéditas resultan, tras un análisis más detallado, haber sido diseñadas, construidas e implementadas en torno a tecnologías y prácticas ya existentes (2002: 8).

Así, fieles al espíritu de estas y otras ideas afines, David Thorburn y Henry Jenkins criticaron lo que denominaron “enfoques medio-específicos” y abogaron enérgicamente por un “enfoque comparativo”:

Los enfoques medio-específicos corren el riesgo de simplificar el cambio tecnológico a un juego de suma cero, en el que un medio triunfa a expensas de sus rivales. Un enfoque comparativo menos reduccionista reconocería las complejas sinergias que prevalecen entre los sistemas mediáticos, especialmente durante los períodos marcados por el nacimiento de un nuevo medio de expresión (2003: 3; énfasis añadido).

Estos desarrollos conceptuales se relacionan con otra tendencia académica que floreció en aquel momento y también influyó sobre nuestra perspectiva comparativa entre medios: los relatos históricos sobre innovaciones específicas en los medios y las tecnologías de información y comunicación que indagaron en las dinámicas de continuidad y discontinuidad con artefactos previos.[25] En When Old Technologies Were New, Carolyn Marvin articuló la fundación historiográfica de este tipo de estudios de la siguiente manera:

Los nuevos medios –entendidos en sentido amplio para incluir el uso de nuevas tecnologías de comunicación para fines viejos o nuevos, las nuevas formas de utilizar viejas tecnologías y, en principio, todas las otras posibilidades de intercambio de significado social– siempre se introducen en un patrón de tensión que es producto de la coexistencia de lo viejo y lo nuevo, y que es en sí mucho más rico que cualquier medio individual que despierta interés por el solo hecho de ser novedoso (1988: 8).

Esta coexistencia de lo viejo y lo nuevo dentro de patrones sociales, culturales e institucionales más amplios y en curso se convirtió en una lente generativa con la que sondear cuestiones específicas sobre distintas innovaciones tecnológicas. Un ejemplo de especial importancia para las redes sociales es el trabajo de Susan Douglas sobre el papel de los aficionados en el desarrollo temprano de la radio. Al igual que algunas plataformas contemporáneas como Facebook –creadas en gran parte por innovadores con conocimientos técnicos en un comienzo ajenos al panorama empresarial y apoyadas en la idea de una base de usuarios activos–, Douglas arrojó luz sobre el papel clave que tuvieron los amateurs en el proceso de transformar la radiotelegrafía en un modelo de radiodifusión. Su participación supuso

un fenómeno social revolucionario. […] Se estaba formando una gran audiencia radiofónica, cuya actitud y compromiso eran distintos de las de otros públicos, tradicionalmente pasivos. […] Se trataba de una audiencia activa, comprometida y participativa (1989: 205).

Así, en pocos años, “los aficionados y sus conversos habían construido los cimientos de una red y una audiencia de radiodifusión” (1989: 302).

Pasando de la radio a la prensa escrita, el análisis de Adrian Johns sobre las relaciones y convenciones sociales que sustentaban la credibilidad del conocimiento cuando se comenzaron a publicar libros tiene una importancia reveladora para los medios digitales –incluidas las redes sociales–, sobre todo en lo atinente a los grados de desconfianza que despiertan. Para Johns,

las economías políticas y morales de la publicación y la lectura son muy diferentes ahora de lo que eran en la época de Newton. Sin embargo, un estudio detallado revelará casi con total seguridad, no una eliminación […] sino una transformación de los tipos de sociabilidad y civilidad implicados (1998: 636).

Por ejemplo, señala que

las instituciones financieras y otras corporaciones se esfuerzan por presentar la comunicación electrónica como un modo lo suficientemente seguro para poder suplantar a otros medios más tradicionales. No es demasiado descabellado comparar estos esfuerzos con los de la Royal Society para garantizar la credibilidad de las comunicaciones impresas en el siglo XVII (1998: 637; énfasis añadido).

Además de los enfoques transnacionales y multimediáticos, nuestro trabajo interplataforma se basa en una serie de desarrollos teóricos que, desde los años ochenta, han intentado explicar cómo los usuarios dan sentido a un entorno mediático cada vez más diversificado. Un elemento central de este desarrollo fue el creciente número de canales en la televisión por cable, que suscitó cuestiones relacionadas con la elección y el conocimiento de las alternativas disponibles.[26] Los investigadores articularon la noción de repertorios para abordar esta multiplicidad.[27] Definido por primera vez por Carrie Heeter en relación con “el conjunto de canales que ve regularmente un individuo o un hogar” (1985: 133), el concepto reflejaba la idea de que los usuarios se sentían atraídos por un conjunto relativamente pequeño de opciones, entre las cuales tomaban sus decisiones de consumo. El “entorno mediático de alta elección” (Prior, 2005)se manejaba en la vida cotidiana a través de la construcción de repertorios mediáticos.[28] Este concepto se aplicó en épocas más recientes a los nuevos medios, mediante estudios[29] que muestran cómo los repertorios de los usuarios son “esencialmente estructuras que se activan recursivamente dentro de sus prácticas sociales cotidianas” (Taneja y otros, 2012: 964).

Otro enfoque influyente para analizar cómo las personas enfrentan un abanico cada vez más amplio de alternativas mediáticas es la noción de “polimedios”.[30] Mirca Madianou y Daniel Miller acuñaron el término –empleado en un comienzo para reflejar las dinámicas de comunicación familiar en el contexto de los procesos migratorios transnacionales– para describir “un nuevo entorno de comunicación” (2012: 1) donde conviven diferentes opciones –entre ellas, las redes sociales– y cuyo uso configura, y es configurado por, las relaciones familiares. En palabras de los autores,

[la noción de] polimedios desplaza la atención de las propensiones técnicas individuales de cualquier medio en particular al reconocimiento de que la mayoría de las personas utiliza una constelación de diferentes medios, a la manera de un entorno integrado donde cada medio encuentra su nicho en relación con los otros (2012: 3).

La idea de “constelaciones”, mencionada por Madianou y Miller, también es clave para entender cómo se sostienen los repertorios de redes sociales en la vida cotidiana. En un trabajo que realizamos junto con Eugenia Mitchelstein (2018), mostramos cómo la constelación de sentidos que los usuarios les atribuyen a diversas plataformas moldea sus repertorios de prácticas. Estos significados son relacionales, ya que el sentido atribuido a una plataforma está parcialmente determinado por aquellos atribuidos a las otras plataformas que conforman el repertorio de redes. La creación de “ecosistemas de redes sociales” de los usuarios[31] también ilustra hasta qué punto las plataformas están profundamente situadas dentro de una densa y amplia red de plataformas en la vida cotidiana y puede asociarse con la tradición más extensa de la ecología de medios[32] y su doble enfoque para considerar cómo los medios pueden ser “un entorno que rodea a los sujetos y modela su sistema cognitivo y perceptivo” y analizar “las interacciones entre medios como si fueran especies de un ecosistema” (Scolari, 2012: 209-210).

En suma, las variedades de estudios comparativos incluidos en esta sección difieren desde tres perspectivas: empírica, metodológica y teórica. Sin embargo, un denominador común atraviesa su diversidad: la centralidad de la comparación como una operación epistémica clave que guía el trabajo intelectual. Así, en este libro desdibujaremos los límites entre esas variedades –sin borrar sus diferencias– para desarrollar perspectivas comparativas polifacéticas que puedan contribuir a una investigación desoccidentalizada, global, multimedia y multiplataforma sobre las redes sociales.

Resumen del libro

El libro está organizado en dos partes multicapítulos y las conclusiones. Cada uno de los capítulos 1 a 5 se abre con viñetas contrastantes que ilustran los aspectos más destacados de los temas que allí se desarrollan a través de acontecimientos de alta visibilidad ocurridos en distintas partes del mundo y, en muchos casos, al mismo tiempo. En conjunto, estas viñetas, que van de lo mundano a lo extraordinario, y de algo en cierto modo insignificante a algo de gran trascendencia, muestran algunas de las principales formas en que las redes sociales han sido apropiadas en casi todos los ámbitos de la vida cotidiana, desde el activismo hasta el entretenimiento, desde la religión hasta la política, desde las noticias hasta los juegos, desde el diseño hasta la regulación. La decisión de comenzar estos capítulos de esta manera implica tanto señalar la imbricación reticular y multifacética de las redes sociales en la sociedad contemporánea como subrayar el valor pragmático de nuestras perspectivas comparativas.

En la primera parte, “Fundamentos”, establecemos las bases empíricas, metodológicas y teóricas que se desprenden de los estudios existentes sobre redes sociales que han comparado fenómenos entre países y regiones, medios o plataformas. Más concretamente, el capítulo 1 se centra en las comparaciones entre países y regiones, el capítulo 2 en las comparaciones entre medios, y el capítulo 3 en las comparaciones entre plataformas. En cada uno, presentamos una selección de ocho estudios para mostrar las ventajas descriptivas, explicativas e interpretativas derivadas de la adopción de al menos una de estas tres formas de comparación, aunque –como suele suceder– esto no obedezca a un programa explícito de investigación comparativa. Por lo tanto, argumentamos que una descripción exhaustiva de esta literatura provee las bases necesarias para construir una agenda abocada a los estudios comparativos de redes sociales.

Los veinticuatro artículos seleccionados que presentamos en los capítulos 1 a 3 tienen como objetivo maximizar la amplitud y profundidad del retrato sobre la investigación existente. En este sentido, no pretendemos ofrecer una descripción representativa o exhaustiva del campo. En otras palabras, en las páginas siguientes el lector no encontrará los resultados de un metaanálisis o de revisiones sistemáticas. En cambio, hemos optado por presentar estudios que examinan procesos relevantes de redes sociales en un abanico amplio de países y regiones de todo el mundo, que conectan diferentes medios de comunicación tradicionales y redes sociales y que abarcan una multiplicidad de plataformas. Es una estrategia deliberada para descentrar un ámbito de investigación que, como ya explicamos, ha tendido a dar prioridad intelectual a las ubicaciones en entornos del Norte Global, a los medios de comunicación tradicionales como los diarios y la televisión, y a plataformas como Facebook y Twitter. Si bien son útiles para producir ciertos tipos de conocimiento, en conjunto estas decisiones sobre ubicación, medios y plataformas han restringido innecesariamente nuestro conocimiento sobre objetos de estudio que tienen un alcance global, se conectan de diversas maneras a una plétora de medios tradicionales y encarnan en un espectro cada vez más amplio de plataformas.

En cada uno de los capítulos organizamos la presentación de los estudios de investigación en cuatro categorías de análisis que aluden a elementos clave de la tarea de investigar: temas, que son las principales cuestiones examinadas en cada trabajo; enfoques, que son las formas dominantes de comparar redes sociales, de manera implícita o explícita; métodos, que son las principales estrategias metodológicas utilizadas; e interpretaciones, que son los marcos típicos utilizados para dar sentido a las conclusiones y sus implicancias.

Establecer estas bases empíricas, metodológicas y teóricas nos permite analizar tres conceptos fundamentales para entender las redes sociales: el Estado-nación, los medios tradicionales y las plataformas. Así, en el capítulo 1 argumentamos que, aunque muchas investigaciones y comentarios han destacado el declive de las fronteras nacionales en relación con las dinámicas digitales en un contexto de globalización, todavía vale la pena prestar atención al poder heurístico del Estado-nación. Su función explicativa, sin embargo, ya no puede darse por sentada dentro de la investigación académica, sino que debe justificarse como parte del proceso de investigación. Además, en el capítulo 2 sostenemos que, pese a la repetida atención que se presta a lo nuevo en las redes, nuestra perspectiva comparativa hace hincapié en la relevancia que aún tienen los medios tradicionales a la hora de determinar la genealogía de cualquier novedad y la coexistencia de esa novedad con patrones arraigados de tecnologías de comunicación, prácticas y normas. Por último, en el capítulo 3 afirmamos que las perspectivas multiplataforma son más adecuadas que su contraparte monoplataforma para contrarrestar las narrativas distópicas que últimamente dominan los relatos sobre redes sociales. Mientras estas propenden a atribuir un fuerte poder determinista a la tecnología por sobre la agencia de los usuarios, las primeras crean más oportunidades para que surjan variaciones en los resultados que, a su vez, visibilizan la interacción entre la estructura de la tecnología y la agencia de los usuarios.

En la segunda parte, “Senderos”, nos apoyamos en las bases establecidas en “Fundamentos” para articular los contornos de una agenda programática que integre las dimensiones que crucen naciones y regiones, medios y plataformas para estudiar las dinámicas de las redes sociales. Para ello, nos centramos en dos áreas de investigación fundamentales para los estudios de comunicación y medios, así como para la constitución de nuestro sentido del yo y de las relaciones sociales en general: las historias, en el capítulo 4; los lenguajes, en el capítulo 5. Conscientes de que estudios anteriores sobre redes ya han profundizado en alguna de estas áreas, en cada uno de estos capítulos reconocemos las lecciones aprendidas de los antecedentes y procedemos a articular visiones epistémicas concretas para perspectivas comparativas futuras.

A partir de las cuestiones conceptuales más amplias abordadas en los capítulos de la primera parte, los de la segunda abordan dos tendencias intelectuales transversales que han marcado el estudio de las redes. Más concretamente, el capítulo 4 analiza el papel de las historias para contrarrestar el abrumador enfoque actual, que tiende a descartar el pasado y naturalizar el presente. Por el contrario, argumentamos que poner en primer plano las cuestiones históricas puede iluminar las continuidades y discontinuidades que son fundamentales para comprender mejor aquello que podría ser único en plataformas específicas y en las redes sociales en general. Esto se aplica tanto a su desarrollo como a sus instancias actuales. Además, el capítulo 5 aborda cuestiones lingüísticas con el objetivo de superar la atención dominante que la mayoría de los estudios relevantes han puesto en la lengua inglesa y en el texto escrito. Para ello articula enfoques que desafían los sesgos del inglés y el texto escrito explorando dinámicas relativas a múltiples lenguas y significantes visuales, como los emojis, los hashtags y los botones de reacción, que son parte integral del lenguaje de las redes sociales y de la cultura digital en general. Sostenemos que esto no solo ayuda a tener en cuenta nuevos lenguajes y significantes –que son la norma y no la excepción en la práctica cotidiana de las redes sociales– sino también a considerar factores que podrían afectar la variación en el caso de la comunicación únicamente en inglés y/o en forma textual.

En las conclusiones, cerramos el libro con un balance de las lecciones aprendidas en los capítulos anteriores y reflexionamos sobre sus implicancias más amplias para los estudios sobre redes sociales. La revisión de los principales argumentos presentados en los capítulos 1 a 5 sugiere la existencia de un importante nivel de heterogeneidad de las redes, tanto en lo que se refiere a objetos de estudio como a la forma en que se han desarrollado sus investigaciones. A partir de la noción de heterogeneidad de las redes sociales, analizamos los desafíos y potencialidades de realizar trabajos comparativos que integren dos o más de las dimensiones tratadas por separado en los capítulos anteriores: comparaciones entre países y regiones, entre medios y entre plataformas. Argumentamos que los retos que podrían obstaculizar el potencial de estas diversas integraciones derivan de tendencias de larga data hacia la fragmentación intelectual de las diferentes tradiciones de investigación que subyacen a los análisis comparativos en cada dimensión. Sin embargo, proponemos que, al compartir el principio organizador de que conocer es comparar, las perspectivas defendidas en este libro pueden difuminar las fronteras entre tradiciones de investigación dispares y crear zonas de intercambio.[33] Estas atenúan los inconvenientes de la fragmentación intelectual al facilitar el intercambio de ideas entre ámbitos de investigación a menudo inconexos sin aplanar su diversidad.

[1] Actualmente “X” desde que su dueño, Elon Musk, le cambió el nombre en 2023. [N. de E.]

[2] boyd y Ellison (2007), boyd (2014), Baym (2015), Burgess, Marwick y Poell (2018).

[3] Donath y boyd (2004), Marwick y boyd (2011).

[4] Ellison, Steinfield y Lampe (2007), Quan-Haase y Young (2010).

[5] Tufekci y Wilson (2012), Jackson y Foucault Welles (2015).

[6] Nakamura y Chow-White (2012), Gillespie (2018), Noble (2018), Brock (2020).

[7] Gillespie (2010), Fuchs (2016), Plantin y otros (2018), Nielsen y Ganter (2022).

[8] Bucher (2012), van Dijck (2014), Crawford y Gillespie (2016), Roberts (2019).

[9] De allí conceptos como el acrónimo WEIRD, utilizado estereotípicamente para referirse a sociedades blancas (White), educadas (Educated), industrializadas (Industrialized), ricas (Rich) y democráticas (Democratic). [N. de E.]

[10] Marwick (2013), Hermida (2014), Humphreys (2018).

[11] Doughty, Rowland y Lawson (2012), Gil de Zúñiga, García-Perdomo y McGregor (2015), Gil de Zúñiga y Liu (2017).

[12] Highfield, Harrington y Bruns (2013), Ksiazek, Peer y Lessard (2016), Gutiérrez-Martín y Torrego-González (2018).

[13] Véase <datareportal.com/reports/digital-2022-favourite-social-platforms>.

[14] Boczkowski, Matassi y Mitchelstein (2018), Tandoc Jr., Lou y Min (2019).

[15] Véase <en.wikipedia.org/wiki/List_of_social_platforms_with_at_least_100_million_active_users>.

[16] En todos los casos en que las referencias citadas no están originalmente en castellano, la traducción nos corresponde.

[17] Esser y Hanitzsch (2012).

[18] Blumler y Gurevitch (1975), Hall (1976), Hofstede (1983), Blumler, McLeod y Rosengren (1992), Hallin y Mancini (2004), Norris (2009). La popularidad de esta literatura ha llevado al campo a una serie de reflexiones sobre los fundamentos de esta línea de trabajo desde los años noventa (Gurevitch y Blumler, 1990; Blumler, McLeod y Rosengren, 1992; Esser y Pfetsch, 2004; Norris, 2009; Esser y Hanitzsch, 2012).

[19] Livingstone (2012).

[20] Kim (2012).

[21] Beck (2000).

[22] Curran y Park (2000), Morris y Waisbord (2001), Kraidy (2009).

[23] Sparks (2008), Brüggemann y otros (2014), Guerrero y Márquez-Ramírez (2014).

[24] Williams, Rice y Rogers (1988), Rice (1999), Manovich (2002), Chun y Keenan (2006).

[25] Fischer (1992), Thompson (2002), Sterne (2003), Boczkowski (2004), Turner (2006).

[26] Webster y Wakshlag (1983), Perse (1990).

[27] Ferguson (1992), Ferguson y Perse (1993).

[28] Webster (2011).

[29] Kim (2016), Lin (2019).

[30] Madianou y Miller (2013), Renninger (2015), Madianou (2016).

[31] Zhao, Lampe y Ellison (2016), DeVito, Walker y Birnholtz (2018).

[32] Innis (1964), McLuhan ([1964] 2003), Ong (1982), Postman (1986), Lehman-Wilzig y Cohen-Avigdor (2004), Strate (2004), Scolari (2013).

[33] Galison (1997).

Fundamentos

1. Comparaciones transnacionales y regionales

Un himno feminista, de Valparaíso a Tokio

La fecha es 20 de noviembre de 2019 y el lugar, la Plaza Aníbal Pinto de Valparaíso, Chile, un colorido pueblo de pescadores a orillas del océano Pacífico devenido hace ya un tiempo ciudad turística. El país se encuentra en pleno estallido social; cientos de fotografías y videos de protestas y manifestaciones se toman y comparten a diario en redes sociales y aplicaciones de mensajería. Acompañado por el batir de un bombo y una armonía electrónica que surge de un altavoz, un grupo de unas cincuenta personas sale a la calle, corta el tránsito y canta al unísono “Un violador en tu camino”. Estamos ante una intervención y performance contra la violencia machista creada por el colectivo de performance feminista LASTESIS –integrado por Lea Cáceres, Paula Cometa, Sibila Sotomayor y Daffne Valdés– y basada en una propuesta del colectivo Fuego: Acciones en Cemento. La performance se inspira en un texto de Rita Segato[34] que denuncia la cultura de la violación como un problema político-institucional y está dirigida a los carabineros. Les activistes se cubren los ojos con bandas de tela negra y mueven sus cuerpos siguiendo una coreografía mientras cantan “y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía, el violador eres tú”. La Plaza Aníbal Pinto se paraliza. Los transeúntes se detienen y graban la performance con sus teléfonos móviles. En cuestión de segundos, sus videos empiezan a circular febrilmente por el “entorno digital” (Boczkowski y Mitchelstein, 2021).

Solo cinco días después, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, 2000 manifestantes reunidas en Santiago, la capital del país, corean el mismo canto. El video de esa performance también se viraliza. En Facebook, WhatsApp, YouTube, Twitter, Instagram y TikTok, los usuarios leen, dan “me gusta”, comentan, comparten y retuitean diferentes grabaciones. Desde Valparaíso, o “el fin del mundo”, como lo llama Daffne Valdés,[35] “Un violador en tu camino” se convierte en un himno global que traspasa fronteras y lenguas. En menos de tres meses, la performance es reapropiada en espacios públicos de al menos cincuenta y dos países, desde Australia hasta Kenia, desde Japón hasta los Estados Unidos. También se traduce a unos quince idiomas, entre ellos alemán, árabe, euskera, hindi y mapuche.[36] Un mapa interactivo creado por la organización sin fines de lucro GEOChicas muestra los cientos de lugares del mundo donde se ha entonado el canto. Las pruebas que se utilizan para trazar este mapa son las publicaciones en redes sociales compartidas por los usuarios desde sus propias cuentas, en diferentes idiomas, con hashtags que giran en torno al mismo tema.[37] Menos de un año después de la performance original, la revista Time nombra a LASTESIS como una de las 100 personalidades más influyentes del año.[38]

Un llamado contra el racismo sistémico, de Río de Janeiro a Minneapolis, y viceversa

Trece disparos se escuchan en plena noche en el barrio Estácio, en Río de Janeiro, Brasil, el 14 de marzo de 2018. Los disparan dos individuos de un automóvil a otro. En el segundo vehículo viajan la concejala Marielle Franco, su chófer Anderson Pedro Gomes y su agente de prensa. Acaban de salir de un debate político titulado “Jóvenes negras movilizando estructuras”. Los tiros matan a Franco y a Gomes.[39] La voz de Marielle Franco, activista negra de derechos humanos de 38 años, socióloga, representante de la izquierda en la región de Maré[40]