Creer y razonar - Arturo Ivan Rojas - E-Book

Creer y razonar E-Book

Arturo Iván Rojas

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Beschreibung

 En Creer y razonar  , Arturo I. Rojas, pone de manifiesto sus capacidades de pensar con criticidad e inteligencia, así como de análisis y comunicación; además de revelar su serio compromiso con la academia y la iglesia local.  Arturo Ivan Rojas  desea llegar a sus lectores en el contexto de la vida devocional con una obra muy seria, de reflexión teológica y pastoral, que revela piedad e intelecto. El nuevo escrito del pastor Rojas desea llegar con fuerza al corazón de los creyentes, mediante una serie de meditaciones y reflexiones diarias. Y esa metodología, que incentiva el crecimiento espiritual, también promueve el análisis ponderado y crítico de la fe cristiana. De igual importancia es el espíritu apologético que presupone y se presenta en las reflexiones. Esta actitud es la presentación sobria y sabia de los grandes valores cristianos, que son relevantes y útiles para vivir la fe en medio de las realidades cotidianas del siglo  xxi . Es la explicación de la naturaleza cristiana a los desafíos que le presentan al mensaje de Jesús nuestras sociedades pluralistas, secularizadas, materialistas y postmodernas.

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Creer y Razonar

365 reflexionespara un cristianismo integral

Creer y Razonar

365 reflexionespara un cristianismo integral

Arturo Iván Rojas

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 Viladecavalls

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

© 2018 Arturo I. Rojas

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».

© 2018 Editorial CLIE

CREER Y RAZONAR. 365 reflexiones para un cristianismo integral

ISBN: 978-84-17131-85-2

eISBN: 978-84-19055-94-1

VIDA CRISTIANA

Devocionales

PRÓLOGO

Le doy la más grata y cordial de las bienvenidas, al nuevo libro del buen amigo y hermano, Arturo Iván Rojas Ruiz: Creer y razonar. Esta obra, que se une al dúo previo de escritos del pastor Rojas, Creer y comprender, y Creer y pensar, pone nuevamente de manifiesto, sus capacidades de pensar con criticidad e inteligencia, de análisis y comunicación, además de revelar su compromiso serio con la academia y la iglesia local.

De singular importancia en el libro, es que nuestro autor desea llegar a sus lectores en el contexto de la vida devocional, con una obra muy seria de reflexión teológica y pastoral, que revela piedad e intelecto. El nuevo escrito del pastor Rojas desea llegar con fuerza al corazón de los creyentes, mediante una serie de meditaciones y reflexiones, que se preparan para leerse en un año, una vez al día. Y esa metodología, que incentiva el crecimiento espiritual, también promueve el análisis ponderado y crítico de la fe cristiana.

De igual importancia en Creer y razonar, es el espíritu apologético que presupone y se presenta en las reflexiones diarias. Esa actitud apologética, más que defender la fe, es la presentación sobria y sabia de los grandes valores cristianos, que son relevantes y útiles para vivir la fe en medio de las realidades cotidianas del siglo 21. En efecto, la apologética que se incluye en este libro, es la explicación de la naturaleza cristiana, a la luz de los desafíos que le presentan al mensaje de Jesús nuestras sociedades pluralistas, secularizadas, materialistas y postmodernas.

Creer y razonar es una magnífica obra devocional, que incorpora en sus páginas la extraordinaria dinámica y el encuentro entre la razón y la fe. De un lado, afirma el pastor Rojas, la comprensión adecuada de los desafíos que tiene la fe cristiana en la actualidad, que debe vivir, responder e interactuar con posturas intelectuales provenientes de diferentes trasfondos ideológicos, que no necesariamente están de acuerdo con las afirmaciones bíblicas; y del otro, la importancia de comprender y disfrutar la experiencia cristiana saludable y transformadora.

Al leer la obra de Rojas, es de notar la gama amplia de autores que inspiran y motivan sus reflexiones y pensamientos. Esos pensadores, que son hombres y mujeres de bien, han contribuido positivamente al pensamiento cristiano, y proveen temas, ideas, frases y pensamientos a nuestro autor, que marcan una tendencia teológica firme y clara: La fe ocupa un lugar prominente en la vida diaria.

Para el pastor Rojas, que, en efecto, tiene grandes dotes pedagógicas, es medular ponderar los pensamientos y las teologías de Bonhoeffer, Lewis, Miguez Bonino, Piper y González, ente otras figuras de importancia… Estos autores, que provienen de diferentes períodos y variados campos del saber –por ejemplo, teología, sicología, filosofía y educación, entre otros–, revelan la amplitud académica de Rojas, y también su compromiso serio con el pensamiento crítico.

Al presentar esta obra, debo añadir que su lectura pone de relieve un deseo de comunicación con el lector de habla castellana, que no necesariamente tiene una formación religiosa tradicional o evangélica. El pastor Rojas utiliza el texto bíblico de la Nueva Versión Internacional, que facilita la lectura y la comprensión del mensaje escritural, y que se basa en los documentos antiguos más fiables que se tienen a disposición en la actualidad.

Recomiendo la lectura de este libro, que no solo tiene virtudes devocionales, sino que invita a pensar y crecer; en efecto, incentiva el creer y el razonar, que son áreas muy necesarias para transmitir la fe en la era postmoderna en que vivimos. Y recomiendo su lectura, no solo en entornos eclesiásticos y de hogar, sino en ambientes universitarios y de reflexión profunda, pues Rojas nos presenta un su libro, una obra de calidad espiritual y académica.

Gracias, muchas gracias, Arturo por esa obra magnífica…

Dr. Samuel Pagán

Decano de programas hispanosCentro de Estudios Bíblicos en JerusalénJerusalén y Lakeland

15 de agosto de 2017Jerusalén, Tierra Santa

A mi esposa Deisy por su paciencia al soportar mi paradójica “ausencia”, estando en casa de cuerpo presente, abstraído y concentrado en la elaboración de este libro.

PREFACIO

Este es el tercero de una serie de libros devocionales que, gracias a los buenos oficios de la Editorial Clie en cabeza de su presidente, el Dr. Eliseo Vila y su editor general, el Dr. Alfonso Ropero Berzosa; han visto la luz a lo largo de los últimos siete años, titulados en su orden Creer y Comprender, Creer y Pensar y éste último que el lector tiene en sus manos: Creer y Razonar. En todos ellos sobresale como elemento común la prioridad que la fe ocupa en la vida cristiana. Pero al mismo tiempo, cada uno de ellos refleja también el importante papel complementario que el pensamiento, la razón y la comprensión desempeñan para alcanzar una fe madura bíblicamente fundamentada y debidamente afianzada mediante convicciones firmes y susceptibles de defenderse con solvencia intelectual ante los cuestionamientos de terceros procedentes de trasfondos ideológicos diferentes y contrarios al cristianismo.

Todos ellos siguen el mismo esquema al ofrecer al lector, tanto creyente como no creyente, 365 reflexiones –una para cada día del año– alrededor de temas muy variados y controvertidos presentes en la vida práctica y en las consideraciones cotidianas de la cultura humana, acerca de los cuales la Biblia y la tradición cristiana clásica tienen mucho que decir en el propósito de brindar una constructiva orientación que guíe correctamente las deliberaciones al respecto y renueve la esperanza promovida por el cristianismo en el tratamiento de las problemáticas que afectan a la humanidad desde tiempos ancestrales, muchas de ellas exacerbadas en los tiempos en que vivimos con sus dinámicas sociales, intelectuales y espirituales características.

Si bien los dos primeros manifiestan ya de forma sutil y no del todo consciente una intención apologética que surge del convencimiento del suscrito de que la teología cristiana siempre debe tener, en mayor o menor grado y ya sea de manera tácita o expresa, el propósito de defender la fe y la sana doctrina de toda tergiversación o malentendido que surja en relación con ella; en este volumen esa intención apologética es mucho más consciente y marcada, teniendo en cuenta el giro dado y el llamado recibido por quien esto escribe hacia la apologética como disciplina especializada de la actividad pastoral y teológica en general y la necesidad sentida que la iglesia protestante de habla hispana tiene de formarse y capacitarse en los múltiples y muy numerosos temas abarcados por la apologética cristiana ante el masivo ataque de la cultura secular.

Este es, pues, un valor agregado a las todavía vigentes aclaraciones que dirigí a los lectores en el prefacio de los dos volúmenes anteriores. Lo único que queda por añadir es que, aunque no puedo decir con absoluta certeza que éste es el último libro que escribiré en este mismo formato devocional, si puedo decir que dado el exigente, agotador y desgastante ejercicio que implica escribirlo contra el tiempo, dada la gran diversidad y complejidad de los temas que abarca y la consecuente capacidad de síntesis requerida para condensarlos con responsabilidad en una reflexión de tan sólo una página que les haga justicia con satisfactoria coherencia y consistencia argumental, tanto desde el punto de vista bíblico como el estrictamente racional; creo que sí puedo decir que no acometeré de nuevo una iniciativa como ésta ni en el corto ni en el mediano plazo. Por eso oro para salir bien librado ante Dios y ante el lector en éste, tal vez mi último proyecto literario de este tipo.

Contenido

Prólogo

Dedication

Prefacio

1 de enero: Los beneficios de la intercesión

2 de enero: La soledad y la comunidad

3 de enero: Las interrupciones divinas

4 de enero: Milagros y martirios

5 de enero: Haciendo las cosas como Dios manda

6 de enero: Respuestas para todo

7 de enero: La reserva escatológica

8 de enero: Amor, culto y servicio

9 de enero: Sufrimiento y merecimientos

10 de enero: Pecado y desfalco

11 de enero: El consejo moderno

12 de enero: Cubrimiento o encubrimiento

13 de enero: La ley y el futuro

14 de enero: La ignorancia: dicha peligrosa

15 de enero: El peligro de los lemas

16 de enero: Aprendiendo y enseñando al mismo tiempo

17 de enero: Leer, comprender y retener

18 de enero: El celo por Dios

19 de enero: Dios y la teología

20 de enero: Mentalidad mórbida o saludable

21 de enero: Los peligros de la simplificación

22 de enero: Los evangelios apócrifos

23 de enero: La alegría de la Providencia

24 de enero: Paternidad o matrimonio

25 de enero: Los milagros de omisión

26 de enero: Ateísmos y evolucionismos tautológicos

27 de enero: La meditación, la creación y la nada

28 de enero: La idolatría del ateísmo panteísta

29 de enero: La misteriosa materia

30 de enero: Teísmos y ateísmos vergonzosos

31 de enero: Ateísmos, panteísmos y monoteísmo

1 de febrero: La utilidad de las herejías

2 de febrero: Poniendo a prueba las cosas

3 de febrero: El camino seguro al infierno

4 de febrero: Los peligros de la inconstancia

5 de febrero: Los peligros de la prosperidad

6 de febrero: Despertando del letargo

7 de febrero: Verdad, rectitud y justicia

8 de febrero: La buena voluntad

9 de febrero: Marcionismo y cristianismo

10 de febrero: Revisionismos gratuitos

11 de febrero: Las expectativas del amor

12 de febrero: La respuesta oportuna

13 de febrero: La mentira silenciosa

14 de febrero: La música de las esferas

15 de febrero: Cristianizando al cristianismo

16 de febrero: La Teoría del Todo

17 de febrero: El sentido y propósito de la vida

18 de febrero: Causa y condición

19 de febrero: Permanentes buscadores

20 de febrero: Dando audiencia al adversario

21 de febrero: La incredulidad de los creyentes

22 de febrero: Incredulidad revanchista

23 de febrero: La fe y el conocimiento

24 de febrero: La voluntad y la fe

25 de febrero: La confianza del que cree

26 de febrero: La autenticidad del creyente

27 de febrero: El gen egoísta

28 de febrero: Dios y la fábrica de ídolos

29 de febrero: Los calendarios y la vida cristiana

1 de marzo: Edificando la iglesia

2 de marzo: El carácter extraordinario de la vida

3 de marzo: El estímulo de la gracia

4 de marzo: La paternidad y la fe

5 de marzo: El privilegio de la adopción

6 de marzo: La gracia y el pecado

7 de marzo: Azar e intencionalidad

8 de marzo: Los prejuicios y la paz

9 de marzo: Paz y reconciliación

10 de marzo: Cristianismo aburrido

11 de marzo: El atractivo de la verdad

12 de marzo: El conocimiento: espada de dos filos

13 de marzo: Sócrates y Jesucristo

14 de marzo: Precisión o rapidez

15 de marzo: El cerebro y el pensamiento humanos

16 de marzo: Lanzando la primera piedra

17 de marzo: La conciencia de pecado

18 de marzo: El sobrecogimiento y la fe

19 de marzo: El cuerpo mortal y corruptible

20 de marzo: Sustituidos por Cristo

21 de marzo: Experiencia o revelación

22 de marzo: Certezas universales

23 de marzo: Pruebas y evidencias

24 de marzo: Significado oculto de los números

25 de marzo: Interpretaciones y debates

26 de marzo: Consistencia y coherencia

27 de marzo: Las genealogías bíblicas

28 de marzo: El necio y el evangelio

29 de marzo: El costo de la decisión

30 de marzo: Examinando la cultura

31 de marzo: Subjetividad, objetividad y fe

1 de abril: El poder probatorio del testimonio

2 de abril: Trabajando para los demás

3 de abril: Polvo de estrellas

4 de abril: El ateísmo puro y perfecto

5 de abril: El engaño del triunfalismo

6 de abril: La fe a mi manera

7 de abril: El vino y el reino de Dios

8 de abril: Dios y la autoría intelectual

9 de abril: Los motivos de la incredulidad

10 de abril: Dios y el encanto de la belleza

11 de abril: La credibilidad del testigo

12 de abril: La razón que invoca la revelación

13 de abril: La sensatez de la revelación

14 de abril: Humildad y entendimiento

15 de abril: La tentación de la moral

16 de abril: Dios como Padre

17 de abril: Sueños y realidades

18 de abril: Cristianismo y homosexualidad

19 de abril: La permanencia del bien

20 de abril: Universo y vidas con propósito

21 de abril: La paz y lo natural

22 de abril: Las leyes de la naturaleza

23 de abril: La generosidad de Dios

24 de abril: La comprensión del Espíritu

25 de abril: Propiedad o posesión responsable

26 de abril: Monoteísmo y paganismo

27 de abril: El arrepentimiento divino

28 de abril: Preferencias imparciales

29 de abril: La vida como anécdota

30 de abril: Empatia y compasión

1 de mayo: Principio, tiempo y eternidad

2 de mayo: El fíat divino

3 de mayo: Caricaturizando el cristianismo

4 de mayo: Las alternativas de la apostasía

5 de mayo: Humanismo, verdad y evolución

6 de mayo: Disyuntivas falsas y auténticas

7 de mayo: Apologética del corazón

8 de mayo: Creer en Dios y creer en Cristo

9 de mayo: El creyente, la iglesia y Cristo

10 de mayo: La izquierda, la derecha y Dios

11 de mayo: La maldad doméstica

12 de mayo: Visión traslúcida

13 de mayo: El nuevo orden mundial

14 de mayo: La célula viva y Dios

15 de mayo: Elección soberana e inmerecida

16 de mayo: Experiencias, circunstancias y evangelio

17 de mayo: Deber, poder y voluntad

18 de mayo: La comunión y la Biblia

19 de mayo: El don del dolor

20 de mayo: La mano y el rostro de Dios

21 de mayo: Los resultados del dolor

22 de mayo: identidad y procedencia

23 de mayo: Dios y el librepensamiento

24 de mayo: Miedo, santidad y fe

25 de mayo: El relativismo y la conciencia

26 de mayo: Reconociendo las equivocaciones

27 de mayo: Religiones, drogas y escapismos

28 de mayo: El punto central de todo

29 de mayo: El naturalismo panteísta de la ciencia

30 de mayo: El cristianismo y la preocupación

31 de mayo: Renunciando a pensar

1 de junio: El nombre de Dios

2 de junio: La inutilidad del antitei’smo

3 de junio: Razonando sabiamente

4 de junio: Observando a Dios en acción

5 de junio: Los multiversos y la fe

6 de junio: La evasión del ateísmo

7 de junio: La ley y la libertad

8 de junio: La ignorancia de la ciencia

9 de junio: La naturaleza y la vida

10 de junio: Creación y reposo

11 de junio: Renuncia o abandono

12 de junio: Citando correctamente las Escrituras

13 de junio: El cristianismo y todas las cosas

14 de junio: Jerga o argumentación razonable

15 de junio: Colocando al diablo en su lugar

16 de junio: Mofándose del diablo

17 de junio: Tratando con la humildad

18 de junio: Fanatismos de todo tipo

19 de junio: Contradicciones del extremismo cristiano

20 de junio: La saña del ateísmo

21 de junio: Las etiquetas y la fe

22 de junio: Cortando las orejas de la gente

23 de junio: La convicción de la verdad

24 de junio: Ritos sin ritualismos

25 de junio: Experiencia y doctrina

26 de junio: El misterio y la fe

27 de junio: Cristo y el sentido de la vida

28 de junio: Creados a imagen de Dios

29 de junio: El parloteo posmoderno

30 de junio: El provecho de la fe

1 de julio: La evidencia del nuevo nacimiento

2 de julio: Imaginando el cielo

3 de julio: Moral social o ética en conciencia

4 de julio: La inerrancia bíblica

5 de julio: La auto revelación de Dios

6 de julio: La visibilidad social de la iglesia

7 de julio: Información y diseño

8 de julio: La reprensión de Dios

9 de julio: El colmo del pecado

10 de julio: El libre desarrollo de la personalidad

11 de julio: Cristianismo y globalización

12 de julio: Esperanza en medio de la crisis

13 de julio: Cristo: profeta, sacerdote y rey

14 de julio: Alma, vida y resurrección

15 de julio: Ver o conocer

16 de julio: Cristo: siervo sufriente

17 de julio: El derecho a la vida

18 de julio: Cristianismo y reencarnación

19 de julio: La claridad de la revelación

20 de julio: Pagando el costo del libre albedrío

21 de julio: Descripciones y prescripciones

22 de julio: Fe, evidencia y certeza

23 de julio: Enfermedad y posesión

24 de julio: Perseverancia en la oración

25 de julio: Psicoanálisis y cristianismo

26 de julio: Acceso personal a Dios

27 de julio: La divinidad del hombre

28 de julio: Cuerpos de carne y hueso

29 de julio: Huyendo de la razón

30 de julio: La iglesia: ¿anacrónica o visionaria?

31 de julio: Dios hombre, hombre Dios

1 de agosto: Los profetas y la revelación

2 de agosto: Evolución o santificación

3 de agosto: El lenguaje de la Biblia

4 de agosto: Racismo y cristianismo

5 de agosto: Creencias y deseos

6 de agosto: Fidelidad, integridad y confiabilidad

7 de agosto: Cristianismo y esclavitud

8 de agosto: Flexibilidad y firmeza

9 de agosto: Iglesia electoral

10 de agosto: Cristianismo y paganismo

11 de agosto: La envidia y la defensa de la fe

12 de agosto: Jesucristo, la puerta estrecha

13 de agosto: Machismo, feminismo y cristianismo

14 de agosto: La última hora

15 de agosto: La tradición oral

16 de agosto: La justificación por la fe

17 de agosto: La esencia de la fe

18 de agosto: El endurecimiento y el perdón

19 de agosto: El evangelio y la responsabilidad

20 de agosto: La Biblia y la interpretación de los hechos

21 de agosto: Milagros engañosos

22 de agosto: La experiencia y los milagros

23 de agosto: El nacimiento virginal

24 de agosto: Escepticismo y causalidad

25 de agosto: El amor ágape

26 de agosto: Dios y los ídolos

27 de agosto: La falacia de la autoridad

28 de agosto: La verdad en amor

29 de agosto: Cristianismo y ecología

30 de agosto: La crucifixión

31 de agosto: Confusión y tergiversación

1 de septiembre: La modestia y la fe

2 de septiembre: El mejor de los mundos posibles

3 de septiembre: Las analogías y el evangelio

4 de septiembre: Soberanía y predestinación

5 de septiembre: Dios y la naturaleza humana

6 de septiembre: La vida como alabanza a Dios

7 de septiembre: La esclavitud de la voluntad

8 de septiembre: La conversación egocéntrica

9 de septiembre: Milagros, naturaleza y ciencia

10 de septiembre: Lógica y sabiduría

11 de septiembre: Revelación progresiva

12 de septiembre: El amor a nuestros enemigos

13 de septiembre: La bendición del fracaso

14 de septiembre: El evangelio y la palabra de Dios

15 de septiembre: Teología y religión

16 de septiembre: Orgullo, conocimiento y misticismo

17 de septiembre: Jesús el Cristo

18 de septiembre: Internet y cristianismo

19 de septiembre: La cultura y el evangelio

20 de septiembre: Juicio, moralidad y Dios

21 de septiembre: Jesús es el Mesías

22 de septiembre: Cómo habla Dios

23 de septiembre: La infalibilidad de la Biblia

24 de septiembre: El canon de las Escrituras

25 de septiembre: La interpretación de la Biblia

26 de septiembre: La lógica y las Escrituras

27 de septiembre: La urgencia de la evangelización

28 de septiembre: Evaluando la tradición

29 de septiembre: Todo o nada

30 de septiembre: Polarización y cristianismo

1 de octubre: La parcialidad de los medios

2 de octubre: Cristo, la esperanza de gloria

3 de octubre: El cristiano y el sufrimiento

4 de octubre: Las tentaciones de la vida

5 de octubre: Amando con Dios y por Dios

6 de octubre: Pensamientos y afectos

7 de octubre: De la prohibición a la obligación

8 de octubre: Contentamiento y aceptación

9 de octubre: La lucha del cristiano

10 de octubre: Juzgar conforme a la verdad

11 de octubre: Las evidencias del cristianismo

12 de octubre: Los peligros de la necedad

13 de octubre: Las lágrimas y sus efectos

14 de octubre: La repugnancia del pecado

15 de octubre: La universalidad del evangelio

16 de octubre: Las afirmaciones únicas de Cristo

17 de octubre: ¿El Dios desconocido?

18 de octubre: Los motivos del evolucionismo

19 de octubre: Cuidado o supervivencia

20 de octubre: El principio antrópico

21 de octubre: Venciendo la homosexualidad

22 de octubre: Autoengaño y confesión

23 de octubre: Jesucristo y la omniciencia

24 de octubre: La conservación de la Biblia

25 de octubre: Jesús y la crítica bíblica

26 de octubre: La inmoralidad sexual

27 de octubre: El dolor de la angustia

28 de octubre: Misterio, revelación y comprensión

29 de octubre: La burra de Balán

30 de octubre: Sólo Dios basta

31 de octubre: Transformados a su imagen

1 de noviembre: Antisemitismo y cristianismo

2 de noviembre: La resurrección y las mitologías

3 de noviembre: Comprender antes de refutar

4 de noviembre: Revelación sutil y cotidiana

5 de noviembre: Sublime gracia

6 de noviembre: Rótulos y etiquetas

7 de noviembre: Vida o existencia eterna

8 de noviembre: Predestinación y evangelizaron

9 de noviembre: Responsabilidad, albedrío y libertad

10 de noviembre: La catolicidad de la iglesia

11 de noviembre: Cristianismo sin misterio

12 de noviembre: La Biblia: libro inagotable

13 de noviembre: Creación, caída y redención

14 de noviembre: La Cena del Señor

15 de noviembre: Salvando sólo lo asumido

16 de noviembre: Hijo de Dios, hijo del hombre

17 de noviembre: El sentido de las ofrendas

18 de noviembre: La paradoja de nuestra ciudadanía

19 de noviembre: La persecución injusta

20 de noviembre: Cristo, la Trinidad y la adoración

21 de noviembre: La gula y el dominio propio

22 de noviembre: La grandeza de alma del cristiano

23 de noviembre: El error y la herejía

24 de noviembre: El juicio compasivo

25 de noviembre: La protección de Dios

26 de noviembre: Resucitaciones y resurrecciones

27 de noviembre: El milenio y la parusía

28 de noviembre: Los ángeles, los hombres y Dios

29 de noviembre: La abundancia y el reino de Dios

30 de noviembre: El ejemplo de los niños

1 de diciembre: El cuerpo resucitado

2 de diciembre: Los demonios y la fe

3 de diciembre: Sorteando el peligro de la herejía

4 de diciembre: La encarnación

5 de diciembre: Dios Creador, Sustentador y Consumador

6 de diciembre: El deísmo ilustrado

7 de Diciembre: Saliendo de Babilonia

8 de diciembre: Escepticismo y convicción

9 de diciembre: La teología popular

10 de diciembre: El descenso de Cristo al infierno

11 de diciembre: El propósito de la Biblia

12 de diciembre: Una vez y para siempre

13 de diciembre: Palabras, contexto y sabiduría

14 de diciembre: El pacto de la alianza

15 de diciembre: El testimonio del perseguidor

16 de diciembre: Laxitud y cristianismo

17 de Diciembre: La eliminación de la maldición

18 de diciembre: La sabiduría de lo alto

19 de diciembre: La filosofía naturalista

20 de diciembre: El ministerio profètico

21 de diciembre: La influencia del Diablo

22 de diciembre: Jesucristo y la ley

23 de diciembre: Los peligros de la espiritualidad

24 de diciembre: El planeta privilegiado

25 de diciembre: Cristologia desde adentro

26 de diciembre: El mundo, el hombre y su mundo

27 de diciembre: El velo y el acceso pleno a Dios

28 de diciembre: Inocencia y culpabilidad

29 de diciembre: La zarza ardiente

30 de diciembre: La realidad universal del pecado

31 de diciembre: Las tiranías religiosas

Notas

Indice temático

Índice onomástico

Bibliografía

1

de enero

Los beneficios de la intercesión

«DESDE el momento que ruego por un hermano ya me es imposible odiarlo o condenarlo […]. No hay antipatía, ni tensión, ni desacuerdo personal que no puedan superarse orando por otro. La intercesión es el baño purificador donde el individuo y la comunidad deben sumergirse cada día»

Dietrich Bonhoeffer1

Interceder en oración por el prójimo (Ef 1:16-19; Flp 1:9; Col 1:3; 4:3) es un mandato bíblico que no siempre es tan sencillo de obedecer. En primer lugar porque, al igual que la oración en general, requiere disciplina, planificación y tiempo. Y en segundo lugar, porque el orar con honestidad por otros implica comenzar a dejar de lado cualquier animosidad y actitud prejuiciosa hacia ellos. Actitud que, hasta entonces, tal vez hemos considerado justificada y deseamos retener, pero que no podemos seguirlo haciendo, puesto que la intercesión nos obliga a ponernos en los zapatos de aquel por quien oramos y a ver las cosas desde su punto de vista, bajándole el tono al dogmatismo e inflexibilidad que suele caracterizar nuestro propio punto de vista. Nos lleva a considerar que tal vez seamos nosotros los que no vemos las cosas de fomas correcta. Nos hace conscientes de la imperfecta condición que compartimos con aquellos por quienes oramos y a solidarizarnos con ellos de manera empática y humilde, admitiendo nuestra mutua necesidad de la gracia de Dios. En definitiva, no podemos continuar reclamando juicio para aquellos por quienes oramos (Jer 18:20), sino que nuestras peticiones a su favor nos conducirán de manera inexorable a rogar por misericordia y perdón hacia ellos, al igual que clamamos por ello para nosotros mismos. Por eso, la mejor manera de comenzar a limar asperezas con cualquiera que nos fastidie, moleste o despierte rencor en nosotros, ya sea nuestro hermano en la fe o un incrédulo indistintamente, es incluirlo de manera regular en nuestra oración intercesora. La intercesión despierta en nosotros un interés tal por nuestro prójimo que no podemos seguir siendo indiferentes a su situación, modificando de modo constructivo nuestras actitudes hacia él al punto que podamos llegar a alegrarnos con sinceridad por las bendiciones por él recibidas como si fueran propias (Stg 5:14-16) o, por lo menos, algo en lo que sentimos que hemos podido tener alguna participación:

Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes. En todas mis oraciones por todos ustedes, siempre oro con alegría

Filipenses 1:3-4 NVI

2

de enero

La soledad y la comunidad

«EL QUE no sepa estar solo, que tenga cuidado con la vida en comunidad […] el que no sepa vivir en comunidad, que tenga cuidado con la soledad»

Dietrich Bonhoeffer2

La soledad y la comunidad son los dos polos de una relación dialéctica y complementaria necesaria para madurar en la fe. Dios nos llama por igual a la soledad y a la comunidad. Por eso, si bien el trato de Dios con el creyente es un trato individual, nunca debe por ello confundirse con el aislamiento individualista. Algunos de los más insignes monjes cristianos que en los siglos III y IV de nuestra era se lanzaron de manera masiva y entusiasta al aislamiento y la soledad ascética en el desierto egipcio, tuvieron que reconocer luego que ésta no era la mejor preparación para la auténtica vida cristiana. Es comprensible, puesto que la auténtica vida cristiana sólo puede vivirse en comunidad. Los tiempos de soledad son necesarios como preparación para la vida en comunidad y viceversa. No puede prescindirse con impunidad de ninguno de los dos. Las personalidades joviales, alegres y extrovertidas que prefieren la vida y las relaciones comunitarias y no cultivan al mismo tiempo de manera metódica y disciplinada la soledad con Dios, se convierten en activistas en muchos casos superficiales, vanos e irreflexivos. Y del mismo modo, quienes prefieren la soledad a la comunidad se convierten en infructuosos místicos inoperantes y desconectados de la realidad social en la que se encuentran y en la que están llamados a trabajar constructivamente. No por nada en la Biblia Dios trata con su pueblo como un todo –en lo que suele llamarse «responsabilidad colectiva o corporativa» del creyente (Jue 20:1, 8, 11; 1 Sam 11:7; Neh 8:1)– y también de manera individual con cada uno de sus miembros en lo que se designa como «responsabilidad individual» (Éx 32:33; Ez 18:2-4, 20). Así, la responsabilidad colectiva es la que debemos asumir como miembros participantes de la vida comunitaria en la iglesia o asamblea de creyentes (Sal. 149:1). Mientras que la responsabilidad individual es la que debe prevalecer en nuestros tiempos de soledad (Mt 14:23). Al fin y al cabo, todos y cada uno de los creyentes somos en el Nuevo Testamento sacerdotes (1 P 2:5, 9), separados de la comunidad para permanecer a solas cerca de Dios, no obstante lo cual debemos retornar con regularidad a ella para servirla:

¿Les parece poco que el Dios de Israel los haya separado del resto de la comunidad para que estén cerca de él, ministren en el santuario del Señor, y se distingan como servidores de la comunidad?

Números 16:9 NVI

3

de enero

Las interrupciones divinas

«DEBEMOS estar siempre dispuestos a aceptar que Dios venga a interrumpirnos»

Dietrich Bonhoeffer3

La planificación, el orden, las rutinas y la disciplina son aspectos necesarios de la vida del creyente maduro que quiere agradar a Dios y ser productivo en todos los campos de su llamado y desempeño vital en este mundo (Pr 16:3; 21:5; 1 Cor 14:33, 40; 2 P 1:5-8). Con todo, la rigidez en todos estos frentes no constituye una virtud, sino en muchos casos un defecto que merma nuestro potencial y nos impide escuchar y seguir la voz y la guía de Dios que, aunque suelen darse y estar presentes en medio y aun a través de nuestras provechosas actividades rutinarias del día a día planificadas con anterioridad, no están limitadas ni restringidas a ellas como si Dios no pudiera interrumpirnos ni sorprendernos de ningún modo. Por eso, el creyente debe estar siempre dispuesto a aceptar que Dios venga a interrumpirlo sacándolo eventualmente de sus rutinas, por provechosas y recomendables que éstas puedan ser. Porque no todas las interrupciones al orden del día del creyente son distracciones promovidas por la carne, el mundo o Satanás y sus demonios, sino que un significativo número de ellas pueden estar siendo propiciadas por el Espíritu Santo para que prestemos atención y nos enfoquemos en lo que Dios quiere y considera importante en el momento que, de otro modo, pasaríamos de largo en nuestras rutinas cotidianas (Lc 10:31-32; 19:44). Así, las digresiones4 que pueden presentarse en nuestros tiempos de oración que nos conducen a interceder por asuntos que estaban muy lejos de nuestros cálculos iniciales y a los cuales llegamos a veces sin recordar ni saber con exactitud cómo lo hicimos, pueden muy bien ser interrupciones que proceden de Dios y que debemos atender con prontitud. Lo mismo podría decirse de un buen número de situaciones espontáneas no previstas y a veces inevitables de nuestras jornadas diarias, para las cuales no habrá nuevas oportunidades y que obedecen, entonces, a la agenda divina (Mr 14:6-8; Lc 10:40-42). En definitiva, el hombre propone, pero al final es Dios quien dispone (Pr 16:1; Ecl 11:5-6). En último término lo que la Biblia llama «discernimiento» tiene que ver con la capacidad que el creyente adquiere para identificar y prestar la debida atención a las interrupciones divinas dondequiera y cuando quiera que estas se presenten, obrando en consecuencia:

Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio, para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e irreprochables para el día de Cristo, llenos del fruto de justicia que se produce por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios

Filipenses 1:9-11 NVI

4

de enero

Milagros y martirios

«MILAGROS y martirios tienden a juntarse en las mismas áreas de la historia; áreas que naturalmente tenemos pocos deseos de frecuentar»

C. S. Lewis5

Paradójicamente, la aparición de los milagros en la historia ha coincidido con la de los martirios o testimonios extremos de la fe dados bajo amenaza inminente contra la vida del testigo, algo que deberían considerar todos quienes anhelan presenciar o realizar un milagro, muchas veces con motivaciones y actitudes equivocadas y censurables (Mr 8:11-12; Jn 6:30-31; 1 Cor 1:22-24) por las cuales lo único que buscan es poner a prueba a Dios (Dt 6:16; Mt 4:7; 12:39; 16:1-4; Lc 11:16, 29; 1 Cor 10:9, 12). Las épocas de Moisés, la de Elías y Eliseo y la del propio Señor Jesucristo y la iglesia apostólica estuvieron de cierto marcadas por una concentración de milagros innegable, pero también por acechanzas y persecuciones contra el pueblo de Dios y sus más insignes representantes. Así, Moisés tuvo que enfrentar, una detrás de otra, las hostilidades del faraón egipcio, las de los pueblos del desierto y las de los cananeos en su tránsito y toma de posesión de la tierra prometida, poniendo una significativa cuota de vidas segadas en el proceso. Elías y Eliseo tuvieron que sufrir y enfrentar la persecución sistemática de varios de los malos reyes de Israel y ni qué decir del Señor Jesucristo y sus apóstoles, quienes sin excepción padecieron la persecución de los gobernantes judíos y romanos de la época, llegando la gran mayoría de ellos a tener que ofrendar sus vidas como mártires del evangelio, a semejanza de su Señor y Maestro crucificado. La presencia de los milagros puede, pues, traer aparejadas aflicciones y amenazas por parte del mundo hacia la iglesia, por lo que la manipuladora, superficial y ligera proclamación ya típica de las iglesias pentecostales de «cruzadas de milagros» masivos, o es una cuestionable, falsa y presuntuosa promesa por parte de sus promotores, o de ser cierta debería venir de algún modo ratificada por un testimonio dado bajo condiciones extremas, que es el costo que la iglesia debe estar dispuesta a pagar por ver las manifestaciones milagrosas y sobrenaturales del poder de Dios en una coyuntura determinada. Así, pues, quien no esté dispuesto a ser mártir que tampoco ponga a prueba a Dios demandando de Él milagros a la carta, a la censurable manera de los fariseos:

Él lanzó un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué pide esta generación una señal milagrosa? Les aseguro que no se le dará ninguna señal.»

Marcos 8:12 NVI

5

de enero

Haciendo las cosas como Dios manda

«LA BUENA voluntad puede hacer tantos estragos como la mala, si no está iluminada»

Albert Camus6

Uno de los pretextos o excusas que se suelen utilizar para atenuar o eliminar la culpabilidad que acompaña una acción equivocada o mediocre es que «la intención es lo que vale». Ahora bien, es cierto que las buenas intenciones o motivaciones –o lo que podríamos llamar: «la buena voluntad»– siempre cuentan para que una acción determinada sea declarada como buena desde la perspectiva de Dios. Pero eso no significa que la buena voluntad baste o garantice por sí sola buenas acciones y mucho menos buenos resultados posteriores, pues también es cierto que «de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno». Refiriéndose, entre otros, al nefasto legalismo7 Louis Brandeis decía: «Los peligros más grandes para la libertad acechan en la insidiosa intrusión de los hombres de gran celo, bien intencionados pero poco iluminados», complementado de este modo por C. S. Lewis: «De todas las tiranías, tal vez la más opresiva sea la que se ejerce con sinceridad por el bien de sus víctimas […] quienes nos atormentan en nombre de nuestro bien seguirán haciéndolo sin fin, porque lo hacen con el consentimiento de su propia conciencia». Se deduce de ello que en el cristianismo no basta con la buena voluntad si ésta se caracteriza tan sólo por buenas intenciones o por una conciencia presuntamente limpia pero poco iluminada e ilustrada. Actuar basados con exclusividad en la buena voluntad es muy peligroso. El rey David tenía la mejor voluntad cuando decidió trasladar el arca del pacto del lugar en que se encontraba abandonada a su suerte hasta un sitio digno preparado para ella en Jerusalén (1 Cro 13:1-4). No obstante, tuvo que pagar un alto costo al ver morir a su amigo Uza el coatita, ejecutado por Dios por tocar el arca con su mano –también con la mejor intención de no dejarla caer al piso (1 Cro 13:5-13)– como resultado de su deficiente iluminación o ilustración sobre cómo debería haberse llevado a cabo este bien motivado e intencionado proyecto. A causa de lo anterior es necesario que unamos a la buena voluntad la iluminación e ilustración que Dios nos provee a través de la Biblia, como lo hizo luego el rey David (1 Cro 15:1-3, 13-14) llevando a feliz término el proyecto malogrado en un principio, recordándonos que debemos hacer las cosas «como Dios manda» (2 P 3:11).

Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda

2 Pedro 1:3 NVI

6

de enero

Respuestas para todo

«HE OBSERVADO que mucha gente se aleja, intimidada, de nuestra doctrina por la sencilla razón de que tenemos respuesta para todo»

Bertolt Brech (a través de su personaje Keuner)8

La pretensión de tener respuestas para todo es una de las tentaciones que acecha a los cristianos en virtud de su conocimiento de la revelación de Dios en la Biblia. Pero lo cierto es que, si bien la Biblia nos revela lo que debemos saber para agradar a Dios y relacionarnos con Él con una firme y esperanzada actitud de rendida confianza, está al mismo tiempo muy lejos de brindarnos una información exhaustiva y detallada sobre todos los asuntos de interés práctico y cotidiano para los seres humanos. Esta tentación se manifiesta con fuerza en los momentos de dolor, duelo o aflicción por los que pueda estar pasando un amigo o conocido, ocasiones en las que con frecuencia nos sentimos obligados a consolarlo y animarlo ofreciendo explicaciones que tal vez no se nos han pedido ni son en verdad pertinentes sobre las razones o motivos por los que presumimos estaría ocurriendo la situación en cuestión. El libro de Job nos informa que, ante la severa prueba vivida por el patriarca, tres de sus amigos acudieron a consolarlo, propósito que parecen haber cumplido mientras permanecieron callados a su lado en silencioso apoyo solidario (Job 2:11-13), pero que comenzaron a malograr al empezar a hablar con la intención de darle a Job explicaciones típicas, predecibles e inoportunas sobre su difícil situación (Job 6:25-27; 16:1-6). Explicaciones que, además, no correspondían en este caso con la realidad de los hechos que estaban teniendo lugar tras bambalinas, tal y como se nos dan a conocer a los lectores en el prólogo en prosa de los primeros dos capítulos del libro. De hecho, la intención del libro de Job es hacer conscientes a los creyentes de la gran complejidad y la multitud de variables que intervienen y se entretejen en toda situación. Complejidad que no conocemos ni podríamos llegar a conocer y comprender a cabalidad de lograr tener acceso a ella (Job 38:1-3; 40:1-7), pero sobre la cual Dios ejerce un sabio control, por lo que en estos casos guardar silencio y confiar a pesar de todo es lo más aconsejable (Sal. 37:7; Lm 3:22-29, 37-39). La humildad se impone en estos casos y debe conducir al creyente a suscribir de manera personal las palabras de Job en el epílogo de su libro:

«Yo sé bien que tú lo puedes todo, que no es posible frustrar ninguno de tus planes […] Reconozco que he hablado de cosas que no alcanzo a comprender, de cosas demasiado maravillosas que me son desconocidas

Job 42:2-3 NVI

7

de enero

La reserva escatológica

«INCLUSO la mejor de las sociedades debemos verla bajo […] “reserva escatológica”»

Luis González-Carvajal 9

El cristiano y la iglesia se encuentran siempre en la paradójica situación de no poder desentenderse del mundo y dejar que se vaya al traste, teniendo más bien que trabajar para mejorarlo, luchando por el establecimiento de la verdad, la justicia, la paz y el amor en su más amplio entorno inmediato; al tiempo que miran con reserva y algún grado de desconfianza todo avance o logro social en este sentido que amenace con sobredimensionarse generando un excesivo entusiasmo sobre el potencial de lo alcanzado (1 Ts 5:2-4). No podría ser de otro modo, puesto que la ya consumada primera venida de Cristo para redimirnos y su anunciado regreso en gloria para terminar del todo lo iniciado (Hch 1:1-3, 9-11), han dado lugar a una larga espera caracterizada por ya cerca de 2000 años de historia que se desenvuelve en una tensión dialéctica entre lo logrado por Cristo en su primera venida (Ef 1:3-14) y lo que sólo se realizará en su segunda venida (2 P 3:9, 13, 15). Es decir, lo que en escatología10 se designa como el «ya» y el «todavía no»11. El cristiano debe, pues, trabajar para manifestar en el mundo en todos los frentes de la sociedad lo «ya» obtenido por Cristo, al tiempo que mira cualquier ejecución exitosa en este sentido con la reserva del que sabe que en este tiempo «todavía no» se ha alcanzado, ni se alcanzará, el grado pleno de realización correspondiente que sólo Cristo establecerá de lleno en su segunda venida. Esto es lo que se conoce como realismo cristiano, que oscila entre el escepticismo pesimista y extremo de los profetas del desastre con su visión sombría y degradada del mundo, por la cual no ven en él nada rescatable por lo que valga la pena luchar; y el idealismo optimista e ingenuo de los que sobrevaloran de tal modo los logros sociales alcanzados, ya sea de la mano de la iglesia o de la sociedad secular por igual, que piensan que el reino de Dios en la tierra puede llegar a establecerse sin el decisivo concurso de Cristo en su segunda venida. Sea como fuere, la «reserva escatológica» debe tener presente que la iglesia no se encuentra como espectadora a la espera de la llegada de los últimos tiempos sino que, como lo explicó el apóstol Pedro, éstos comenzaron ya en Pentecostés y tienen en la iglesia a uno de sus protagonistas:

En realidad lo que pasa es lo que anunció el profeta Joel: »“Sucederá que en los últimos días –dice Dios–, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán

Hechos 2:16-18 NVI

8

de enero

Amor, culto y servicio

«EL AMOR a Dios sin culto es como el amor al prójimo sin servicio»

José Miguez Bonino12

En la Biblia el principal mandamiento es el amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos (Mt 22:36-40). Si bien los dos últimos están correlacionados en plano de igualdad, pues la medida del amor propio es la que dicta a su vez la medida de nuestro amor al prójimo13; no podemos olvidar que es el amor a Dios el que se encuentra en primer lugar como el catalizador que activa, modera y pone a los otros dos en su justo lugar, proporción y relación. El verdadero amor a Dios nos debe conducir de manera natural, no sólo a amarnos a nosotros mismos sin convertir este amor en egocentrismo y egolatría (Ro 12:3; Gal 6:3-4), sino también a amar a nuestro prójimo en cuanto vemos reflejada, tanto en él como en nosotros, la imagen y semejanza divinas plasmadas de manera real aunque siempre imperfecta en todo ser humano (Gn 1:26-27), pero de manera por completo perfecta en Jesucristo hombre (Col 1:15; Heb 1:3), cuyo rostro se vislumbra en el rostro de los demás, en especial en el de los marginados, débiles y vulnerables (Mt 25:40). Es pues, evidente y por todos reconocido que el amor al prójimo, para no quedarse en meras palabras vacías, debe involucrar la disposición a servirlo de la mejor manera en proporción a nuestras posibilidades y a veces con un inevitable grado de sacrificio personal (Stg 2:14-17; 1 Jn 3:16-18). Sin embargo, la iglesia no puede tampoco, como muchos hoy lo pretenden, volcarse de lleno a la acción y al servicio social para con el prójimo necesitado descuidando o menospreciando de paso el culto que Dios merece –expresado tanto en la regular adoración comunitaria con sus rituales y liturgias tradicionales, como en las devociones privadas cotidianas– como si éste ya no fuera importante o constituyera una mera añadidura o valor agregado prescindible a nuestro servicio al prójimo que sería, entonces, el meollo de la práctica cristiana, como lo pretenden los activismos actuales de todo tipo, tanto seculares como cristianos. Sin lugar a dudas, así como el amor a Dios se torna sospechoso sin servicio al prójimo, también el servicio al prójimo sin culto a Dios pierde todo su fundamento y se dispersa y extravía sin dirección, pues es el amor a Dios expresado en el culto el que vertebra y da cohesión y sentido a todo el resto de la práctica social cristiana.

»Nosotros, en cambio, no hemos abandonado al Señor, porque él es nuestro Dios […] Dense cuenta de que nosotros sí mantenemos el culto al Señor nuestro Dios, a quien ustedes han abandonado

2 Crónicas 13:10-11 NVI

9

de enero

Sufrimiento y merecimientos

«NUNCA nadie mereció sufrir menos que Jesús, y nunca nadie sufrió tanto […] nadie ha tenido nunca tanto derecho a responder, y nunca nadie lo ha usado menos […] Nadie ha soportado nunca tanta injusticia con tan poca venganza»

John Piper14

Lo más maravilloso y conmovedor del sacrificio de Cristo no es propiamente su dócil y silenciosa sumisión a su indecible sufrimiento, sino la total ausencia de merecimiento personal para tener que padecer de ésta o de cualquier otra manera (Lc 23:41). De hecho, si se trata de merecimientos para sufrir el único ser humano que no ha hecho ningún mérito para ello es Cristo (2 Cor 5:21; 1 P 2:22; Heb 2:18; 4:15). Todos los demás hemos hecho méritos de sobra para el sufrimiento (Ro 3:10-12, 23), algo que con frecuencia tendemos a olvidar o minimizar, inventando todo tipo de racionalizaciones para eludir esta verdad al punto que, de manera descarada, llegamos incluso a trivializarla con humor. Una de las más conocidas trivializaciones populares de esta realidad es la que surge de la que se conoce como la «ley de Murphy» que afirma que «si algo puede salir mal, saldrá mal»15, formulación básica de esta ley de la que se derivan una gran variedad de divertidos16 y más o menos conocidos ejemplos y corolarios extraídos de la vida cotidiana, tales como «la tostada siempre caerá del lado de la mantequilla», «las otras filas siempre irán más rápido» o «si necesitas el baño con urgencia, estará ocupado». Pero si lo analizamos con seriedad, la ley de Murphy debería ser la ley de la vida, pues no se trata de que las cosas salgan mal sin justa causa –generando un sufrimiento que va desde el muy leve ocasionado por las simples molestias o fastidios de la vida cotidiana hasta el dolor extremo y dramático asociado a las calamidades y tragedias de gran envergadura– sino que salen mal porque de un modo u otro mereceríamos que salieran mal. El pecado humano es una realidad universal que, en una muy razonable y comprensible relación de causa y efecto, explica por qué las cosas salen mal. Así, pues, como lo dice el profeta: «¿Por qué habría de quejarse en vida quien es castigado por sus pecados?» (Lm 3:39). Después de todo el sufrimiento no es más que el justo resultado de tener que asumir con la seriedad del caso las consecuencias de nuestros pecados (Is 64:6-7). Razón suficiente para suscribir agradecidos la afirmación del profeta:

El Señor nos ha rechazado, pero no será para siempre. Nos hace sufrir, pero también nos compadece, porque es muy grande su amor. El Señor nos hiere y nos aflige, pero no porque sea de su agrado

Lamentaciones 3:31-33 NVI

10

de enero

Pecado y desfalco

«HAY UN dueño último en el universo: Dios. Todos los demás son fideicomisarios […] En cierto sentido, por tanto, todo pecado es un desfalco»

John Piper17

Alo largo de la historia la inventiva humana ha logrado descubrimientos y avances asombrosos en todos los campos de la cultura. Sin embargo, estos avances no sólo siguen estando muy lejos de llegar al maravilloso grado de inteligencia, inventiva y complejidad reflejado en la conformación de todos los seres que forman parte del universo y la creación –incluyendo, por supuesto, al ser humano con especialidad–; sino que todo lo que el hombre ha logrado y logrará en el futuro en este aspecto no lo alcanza con recursos propios sino con recursos prestados y materias primas ajenas (Jn 3:27; 1 Cor 4:7). En realidad, el hombre puede transformar de forma drástica y creativa lo que la naturaleza le brinda, pero no puede crear nada al margen de ella. Esto implica que todo mal uso de estos recursos es un ofensivo desfalco18 contra el dueño de ellos, que no es otro que el mismo Dios, quien delegó en su momento en el ser humano el uso responsable de estos recursos en lo que se conoce como la doctrina de la mayordomía cristiana sobre la creación de Dios (Gn 1:27-30; 2:15; Lc 16:1-2; 1 Cor 4:2). Tener, pues, consciencia del pecado y su gravedad pasa por reconocer todo lo anterior con humilde arrepentimiento (Sal. 51:12). De hecho, la Biblia afirma de manera lógica y consecuente que no somos ni siquiera dueños de nuestro propio ser (Sal. 100:3), de donde cualquier atentado contra nuestro cuerpo es también un grave desfalco19 que justifica la represalia divina, manifestada en los efectos autodestructivos que esto acarrea sobre nuestras vidas y cuerpos (1 Cor 3:16-17; 6:19-20). Porque si la moneda le pertenece al césar por el hecho de llevar su imagen y haber sido acuñada por decisión e iniciativa del emperador, con mayor razón todo ser humano le pertenece a Dios por llevar plasmada su imagen y semejanza (Gn 1:26-27; Lc 20:24-25) y haber sido creados por Él desde nuestra concepción en el vientre de nuestra madre (Sal. 22:9-10; 139:13-16). Además, Dios ya no es el dueño de todo ser humano sólo por causa de la creación, sino también por causa de la gratuita redención llevada a cabo por Cristo con los suyos mediante su sangre derramada en la cruz (1 Cor 7:23; 1 P 1:18-19), ya que:

… así dice el Señor: «Ustedes fueron vendidos por nada,y sin dinero serán redimidos.»

Isaías 52:3 NVI

11

de enero

El consejo moderno

«NUESTRO consejo moderno se vuelve tan sofisticado que se remonta más allá del reino de la coherencia racional»

Philip Yancey20

El profeta Isaías advertía ya desde tiempos antiguos: «¡Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!» (Is 5:20). Advertencia que se aplica con especialidad a los tiempos en que vivimos, con un nivel de sofisticación tal en muchas de sus construcciones culturales que, en vez de contribuir a esclarecer y aclarar más las cosas de manera razonable, lo que han terminado es confundiendo y mezclando lo bueno con lo malo con perversa sutileza, por medio de todo tipo de elaboradas y engañosas racionalizaciones con ropaje científico como las que abundan en el campo del diagnóstico, tratamiento y terapias psicológicas acompañantes que existen en el marco de las diversas escuelas psicoanalíticas en boga en la actualidad. Parece ser que el nivel de sofisticación alcanzado en la investigación y en el lenguaje utilizado para describir el funcionamiento de la psiquis y orientar, con base en ello, la conducta humana, obedece al viejo y maquiavélico lema que afirma: «si no puedes convencerlos, confúndelos». Así, al desechar la palabra y la noción misma de «pecado» de su vocabulario, la psicología ha terminado justificando y hasta impulsando muchas conductas pecaminosas con explicaciones tan sofisticadas que añaden mayor atractivo a estas prácticas y las llegan a convertir en la norma que debería seguirse en estos casos. Expresiones como el «derecho al desarrollo de la libre personalidad» y otras semejantes tan sofisticadas y ambiguas como éstas terminan sirviendo de pretexto para prácticas egoístas que incurren en todo tipo de pecados e irresponsabilidades. Por cuenta de esta engañosa sofisticación los consejeros modernos han llegado a abandonar la misma coherencia racional y el contundente y sencillo carácter razonable y de sentido común que exhiben los preceptos y consejos bíblicos (Sal. 19:7-9). Porque a pesar de ser una expresión de la profundidad y absoluta superioridad de la mente divina (Ecl 3:11; Is 55:8-9); tanto la coherencia racional (Jer 32:39; Col 1:17), como la sencillez forman parte del consejo de Dios para el hombre (Is 9:6; 11:2), de modo que:

La exposición de tus palabras nos da luz, y da entendimiento al sencillo

Salmo 119:130 NVI

12

de enero

Cubrimiento o encubrimiento

«SI EL amor cubre multitud de pecados, la temible crisis de la edad madura encubre una multitud de los mismos. Las personas ya no cometen más adulterio o rompen sus matrimonios; sino que atraviesan una crisis de la edad madura»

Philip Yancey21

La manera correcta de tratar con los pecados es cubrirlos, la incorrecta encubrirlos. Para poder hacerlo del primer modo los pecados deben ser reconocidos y confesados ante Dios con humilde arrepentimiento y fe, apartándonos de ellos con la confianza en que su amor (1 Cor 13:7; 1 Jn 4:8, 16), manifestado en el sacrificio y la sangre derramada por Cristo en la cruz (Jn 3:16; Ro 5:8) los cubrirá de manera eficaz y definitiva (Sal. 85:2; Ro 4:7), para poder dejarlos atrás con la conciencia tranquila. Lamentablemente, en la era moderna la sociedad ha preferido más bien tratar con ellos mediante una serie de expresiones sofisticadas que buscan no sólo encubrirlos, sino incluso exhibirlos y justificarlos con desvergonzado descaro. Una de estas expresiones es la llamada «crisis de la edad madura» que, unida con frecuencia a otra de ellas designada como «incompatibilidad de caracteres» y al cuestionable y sospechoso «derecho a ser feliz» pretenden encubrir y justificar toda una serie de pecados asociados al abandono culpable –en especial por parte de los varones– de las responsabilidades propias de la vida matrimonial con el cónyuge, los hijos y la sociedad en general. La separación, el divorcio e incluso el adulterio se convierten así en opciones de vida tan legítimas como el mismo matrimonio, a las que se puede acudir en el momento en que se quiera o considere necesario, como un as bajo la manga que nuestro egoísmo guarda convenientemente como recurso para dar rienda suelta a nuestra naturaleza pecaminosa de maneras socialmente aceptables. Parece ser que el mundo de hoy quiere barrer sus pecados debajo de la alfombra respondiendo afirmativamente y sin más la pregunta que los fariseos le dirigieron en su momento al Señor Jesús: «… –¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa por cualquier motivo?» (Mt 19:3). Pero la basura debajo de la alfombra no desaparece, sino que se acumula para terminar ensuciándolo todo, pasándole una elevada y dolorosa cuenta de cobro a los encubridores. Porque el amor que cubre pecados (1 P 4:8) debe comenzar con el cónyuge (Heb 13:4), como lo ratifica el apóstol:

Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable

Efesios 5:25-27 NVI

13

de enero

La ley y el futuro

«LA LEY tiene por misión asegurar el presente, pero no es su papel cerrar el futuro»

Andrés Torres Queiruga22

En la perspectiva bíblica la ley es siempre buena (Ro 7:12, 16; 1 Tm 1:8) y como tal ha cumplido un papel constructivo manteniendo de un modo u otro su vigencia, ya sea que se le considere por fuera de la gracia salvadora del evangelio de Cristo, o vista incluso en el marco de la gracia que beneficia y otorga a los creyentes el favor de Dios y deja sin efecto en ellos el papel condenatorio que la ley ha venido cumpliendo (Ro 8:1, 34) y que continúa desempeñando indefinidamente con todo el resto de la humanidad irredenta (Ro 3:20; Gál 3:10; Stg 2:10). Porque a despecho del antinomianismo23 de los creyentes que, por el hecho de estar bajo la gracia, niegan ya a la ley cualquier papel, vigencia o aplicación en la vida del creyente redimido por Cristo (Ro 6:1-2, 15), lo cierto es que después de la conversión la ley sigue cumpliendo, con mayor razón, el propósito de ordenar nuestra vida en conformidad con la voluntad de Dios, brindándonos en el presente un rango seguro de maniobra dentro del cual podemos movernos con la libertad y confianza de quien sabe que cuenta con la protección de Dios porque actúa de manera agradable a sus ojos. La diferencia es que, gracias al poder del evangelio y la presencia activa del Espíritu Santo en ellos, los creyentes pueden llegar a cumplir la ley por convicción y con creciente éxito y no tan solo intentar cumplirla por compulsión, fracasando una y otra vez en el intento, como sucede con los no creyentes. Sin embargo, la ley no debe ser nunca una camisa de fuerza que sofoque la iniciativa del creyente y lo prive de ejercer su libertad de manera responsable, asumiendo los riesgos que ella conlleva para el futuro (Ecl 11:1-6). La ley no es, pues, incompatible con el riesgo, sino el medio adecuado para calcularlo y ubicarlo dentro de los límites tolerables en que puede ser asumido de manera razonable, sin peligro de ponernos en contra de Dios y sin que el futuro nos llegue a pasar una cuenta de cobro demasiado elevada por los posibles errores del presente. Porque es la observancia de la ley la que garantiza la justicia necesaria para que la esperanza en el futuro de los creyentes sea alegre y halagüeña (Sal. 119:1-9, Pr 10:28). Al fin y al cabo, la promesa del apóstol a los ricos que hagan el bien guardando la ley es extensiva, por igual, a todos los creyentes:

De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera

1 Timoteo 6:19 NVI

14

de enero

La ignorancia: dicha peligrosa

«LA IGNORANCIA puede ser una dicha, pero no es una virtud»

Donald A. Carson24

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